Pasar de lo superficial al fondo no es fácil. Tener buen fondo cuesta. Pero, tranquilos, aquí no se va a tope ni a fondo. Todo con naturalidad.
viernes, 26 de diciembre de 2008
Etapa del GR 14, entre Coll de Jou y Ariola (Cambrils dels Pirineus)
Las sensaciones, en blanco
Grmanos y Grmanas
Venías del frío y te reintegraste al grupo en un paisaje nevado y con algún incidente mecánico. Aquí algunos dirían: es la vida. Si no fuera por tanta gente como había, por los saludos, preocupaciones por el coche averiado y temas organizativos varios, el silencio blanco de la zona quizá te recordaría las sensaciones de tu ambiente original: esas grandes estepas cubiertas de nieve, con los voluminosos gorros, lentitud de movimientos y una naturaleza adaptada a las circunstancias. Pero, ya ves, pronto te acostumbrarás a apreciar las diferencias como una virtud: sean en el paisaje, en la comida, en las cosas y, sobre todo, en las personas. Tú aún eres pequeño pero hoy, aunque no te enteraras, recibiste ya, como mínimo, un piropo. Después te lo explicaré. No sé qué pensarías ante una carretera llena de curvas, un camino con nieve al lado, la amplia perspectiva y un personal con aquel aspecto.
Aprovecho la ocasión para presentarnos, explicarte cómo ha ido la etapa y transmitirte qué es lo que hacemos. Seas muy bienvenido al club.
Cargas
No sé allí, pero aquí cuando llegan estas fechas, el personal carga muchas cajas en el autocar. Por cierto, hoy era un vehículo de lujo. El que viene habitualmente, alguien dice que en Cuba lo considerarían un “autopullman”. A lo mejor en tu país, también. Pues el que viste y en el que volviste es como para lucir en día de fiesta. Y había motivos para cargar tantas cajas: última etapa del año, días señalados, ya una tradición el comer sentados en agradable compañía. Tu familia te lo explicará muy bien. Cuando la gente se lleva bien, todo sale mejor. Hasta en estas fechas que, por prescripción consumista, se aprovechan para mejorar el buen ambiente que ya había. El personal es de buen corazón (si no entiendes la frase, dile a tu madre que te la explique, que de este órgano sabe mucho).
Aspectos
El grupo iba bien pertrechado, con ropa de abrigo. Ya se habían dado avisos para que el frío no causara efectos secundarios en pulmones y nariz. Seguro que para ti esta temperatura es como de verano. Aquí el verano es de riguroso sudor y máxima humedad. Y el invierno actual que, astronómicamente comenzó al día siguiente, ha regalado un manto blanco que brinda nuevas sensaciones al andar. No te extrañes con esos dos que llevan unos gorros rojos. Los sudaron el día antes por el centro de la ciudad. La recorrieron de noche anunciando que también se puede correr por Navidad, mientras las prisas y los pasos parecen ser sólo para comprar o para hacer ganas de comer. En Coll de Jou, a 1455 metros, el paisaje humano se protegía con capas y capas de ropa. Como una gruesa cebolla que, más tarde, se iría desvistiendo.
Caminos
Fue la noche más larga del año. Por eso amaneció ya cuando el autocar se acercaba a Solsona. Un momento como para disfrutar. Detrás del cementerio de esta ciudad aparecieron los primeros tonos rojizos, que iluminaron la gran helada y la nieve a ambos lados de la carretera. Cuando seas mayor, ya te enseñarán a sentir la magia de este momento, el reto que cada día se te presentará: llenarlo hasta que esos colores se repitan al oscurecer. De eso se trata. Y así un día tras otro. Una gratuita sensación que, quizá también algún día, puedas comparar con ese momento en tu país natal. Pasó lo mismo al volver, cuando la penumbra repitió parecidas luces. Todo en un camino tortuoso, con un animal que se cruzó en la vuelta delante del autocar: unos decían que era un zorro, otros una zorra y, alguno, una zorrilla.
La carretera discurría bordeando un gran pantano con bastante agua. Hielo, nieve, agua, niebla y frío. Todo junto en medio de un potente anticiclón que, aquí en la alturas, regala gran visibilidad y mucha perspectiva. Pronto, Sant Llorenç dels Morunys o dels Piteus, a 925 metros, anunciaría una parada rápida. Aquí debía empezar la etapa pero se permitió una licencia a modo de regalo: se perdonaron 500 metros de subida, pero lo que no se dejó para otra ocasión fue recoger una bota olvidada en un bar.
Botas
Ya descubrirás que aquí uno de los usos que tenían las pieles era para crear objetos útiles. En tu país natal los gruesos gorros de piel protegen muy bien la cabeza del frío. Aquí, una aplicación de la piel era para hacer un recipiente que los más listos del lugar definen como: “Cuero pequeño empegado por su parte interior y cosido por sus bordes, que remata en un cuello con brocal de cuerno, madera u otro material, destinado especialmente a contener vino”. Este objeto no se puede perder, pues da calor con esa combinación etílica que el maestro en este arte elabora. Allí da calor a la cabeza y aquí calienta la cabeza y alegra el cuerpo. Matices, diferencias prácticas. Es la diversidad. Pero dentro hay vino. Aún la temperatura de aquí no obliga a llenarla con bebidas de allí, vodka por ejemplo. La bota olvidada fue recuperada. El dueño del bar identificó luego al autocar parado a la puerta con la bota. Para que veas cómo aquí la gente está atenta a lo que hay que estar.
Marcas
Desde este pueblo, la subida al inicio de la etapa permitió contemplar la vall de Lord y el Port del Compte con nieve. Cada curva de la carretera era un giro al paisaje, un cambio de perspectiva que te hacía girar la cabeza y la composición del entorno. Parecían fotogramas distintos que, seguidos, mostraban cómo el blanco natural disfraza al verde, decora las ramas sin hojas, cubre los coches, hace peligrar la estabilidad de los caminantes o acentúa el placer de correr hundiéndose, resbalar sin caer, dejar huellas, jugar a pegar sin dañar, perderse para reencontrarse, sudar en frío.
Coll de Jou es un cruce de caminos con una fuente, un área de esparcimiento al aire libre a un kilómetro, una estación de esquí alpino y otra de fondo cerca y un buen balcón para ver y sentir en blanco. Son esas marcas que el invierno deja en el paisaje para quien quiera verlo.
Imagínate cuando viniste en avión, tú encima de un gran manto de nubes, con los pueblos y campos al fondo, con las siluetas de las montañas apuntando hacia arriba. Pues lo mismo pero sin avión se veía desde aquí. La niebla era una gran capa de algodón que transformaba pueblos en sombrías formas, su humedad cala hasta los huesos pero, desde aquí, era un regalo adivinar qué habría allá abajo. En la carretera A 2 había 80 kilómetros de niebla en dirección Lleida. Más al fondo, esas montañas tan queridas demostraban que estaban allí. Tendrás la oportunidad de pisarlas, de disfrutar de su encanto. Seguro que alguien muy cercano a ti te leerá poesías excelsas sobre ellas, te transmitirá su magia con su voz pausada mientras te hace sentir esos mensajes. Son marcas de la belleza desde arriba. Pero tocaba bajar y buscar el blanco y el rojo: otras marcas también muy prácticas e indispensables para la ruta.
Lecciones
La bajada a la otra vertiente de Coll de Jou significó encontrar el recorrido. Con dificultades pero se consiguió. El camino descubrió cómo se puede aprender mientras se camina. Era el torrente de Canalda. Bastantes especies vegetales tenían nombre al lado. Árboles, arbustos y otras hierbas aclaraban su identidad para mentes ignorantes de cómo se nombraba la vida vegetal de la zona. Una buena idea en un sendero que discurría por zonas sombrías, con cascadas de agua, tupidos bosques de pinos y tramos con mucha nieve acumulada. Al fondo, la niebla. Aquí, un buen lugar para cuando tengas que aprender nombres de vegetación autóctona. Piensa que la vall d'Ora, la vall de Lord y la zona de Cambrils eran hasta ahora espacios casi desconocidos para mucha gente del grupo. No obstante, hubo mentes muy observadoras que encontraban parecidos entre las rocas del parque de Sant Llorenç del Munt i la zona de Montserrat con este tipo de materiales. Es que en este grupo hay gente que sabe más de lo que aparenta. Llegada la hora, se deja este tipo de sabiduría a un lado y se imploran las viandas que alimentan el cuerpo.
No estabas pero también podrías haber observado actos de los que se puede aprender mucho. Por ejemplo, como no se contaba con una bota hasta su recuperación en Sant Llorenç dels Morunys, hubo una buena espalda que tiró de una garrafa de vino. Luego, con gran puntería, trasvasó el preciado líquido hasta el interior de la bota, sin derramar nada. Otra lección fue la clase sobre energía nuclear y la especulación en torno a los huertos solares. Quien sabe de esto, cuando seas mayor, seguro que te documenta con los últimos avances. Si se toca el tema del reciclaje, hubo un intercambio de opiniones sobre qué hacer con las mondas de las naranjas. Mientras había quienes defendían que era un material que se podía dejar allí tirado, otros defendían la estética del suelo y manifestaban que tales restos orgánicos tardan en desaparecer. Ya lo ves, como mejor se aprende es con las diferencias. Y te perdiste las clases de cocina. Vino a la etapa quien sabe mucho de esto, da clases y organiza jornadas en los mercados municipales. Pero también hubo quien predicó con el ejemplo. Trajo un excelente dulce de membrillo hecho en su casa. Y no faltaron las risas y bromas en voz alta. O sea, parecido a como tú te presentaste después.
Piropos
Después de una tranquila parada, el tiempo invertido en recorrer apenas ocho kilómetros era excesivo. Esto pasa a menudo. Luego vienen las prisas. Y más hoy, con comida a una hora más o menos aproximada. Pero también se incluyó una variante más: la recogida del autobús a un subgrupo que no pensaba acabar la etapa. Después se vio que nadie la acabó.
El camino era para disfrutar. Seguro que algún día nos explicarás tus recuerdos de la nieve, jugar, hacer bolas, correr, caerse. Pues aquí había eso y más. Quienes caminan y experimentan, probaron a correr por la nieve, a alargar los pasos, a comprobar el efecto de los bastones, a ver qué pasaba si se seguían las marcas de las ruedas de algún vehículo o bien se andaba por el centro o por los laterales. Combatir el frío con sudor. Notar el silencio en el blanco. Oír el ruido de la zapatilla mientras se hunde en la nieve. Deducir posibles propietarios de algunas huellas de animales que por allí debieron pasar. Tener también la mente en blanco y dejarse llevar. Como ves, experimentar en este estado está al alcance de cualquiera que se atreve a salir de casa y penetrar en estos espacios.
Hubo un momento en que se hicieron dos grupos. De forma más o menos desorganizada. Que si unos se quedaban aquí, que si se seguía, que contarse, que agruparse, que si no hay nadie que se entienda. Ya lo verás cuando vayas al cole. Cosas que pasan en los grupos. Pero al final, en el fondo, no pasa nada. Se continuó hasta Sant Martí de Cavallera, a 1230 metros. Una restaurada ermita en una zona llana. Y allí fue cuando te piropearon de forma inconsciente.
Dos personas se subieron a un muro y convocaron a la masa andarina a definirse. Sí, como lo oyes. A que dijeran si seguían a paso ligero o a otro más tranquilo. Y en esto una moza proclamó: “Os organizáis peor que los niños de cuatro años”. Felicidades porque con tu edad sabes más que este personal. Más adelante te explicaré un segundo piropo con toque solidario, pero no para ti. Al final, una imaginaria línea dividió las tendencias de ambos grupos, mientras las jaulas de los halcones de los jeques árabes se situaban detrás. Parecían espacios que pretendían atrapar el aire, redes submarinas al aire libre, monumentos al viento en medio de un altiplano.
Reacciones
En realidad, piensa que cuando alguien en este grupo dice una palabra más alta que la otra es por algo. De los dos grupos originales, uno se comenzó a subdividir y de él salieron algunas subsecciones más. De seguir así, cada persona parecía un grupo. Los “galgos” delanteros se lanzaron al trote. Las distancias aumentaban y también las confusiones. Unos disfrutaban al galope, hasta que se encontraron con una gran subida. Allí creyeron que se reagruparían todos. Pero no. Lo que ocurrió fue que un Grmano sufrió una lipotimia. Fue el paso por el torrente que conduce las aguas del la font del Vermell (excelente agua) y la zona de Montpou, la riera de Odèn. Alguien sacó un energético de taurina, tan fuerte que, antes de llegar al castillo de Odèn, el bajón físico desapareció. Y quien llevaba tamaño milagro tuvo que desenvainar su móvil para obligar a los trotadores del principio a que pararan de una vez. Con aquel tono, quién no iba a hacerlo. Desde esta zona, se observaba a lo lejos la disparidad: unos buscando el camino, otros por lugar incorrecto, alguien preocupado por el estado de quien sufrió la lipotimia, el jefe diciéndole a su familiar del GPS que si no paraba iba a llegar a la Antártida, los walkis echando humo, los móviles situando en el mapa a quienes venían en coche por si tuvieran que auxiliar a alguien, el coordinador de la comida diciéndole a la del restaurante que no se le ocurriera echar el arroz hasta nueva orden, otro móvil anunciando que el coche en el que tú venías se había calentado demasiado. Como ves, aquí el aburrimiento está desterrado. Al final, todos al camino a esperar el paso del autocar.
Celebraciones
Mientras llegaba, desde la carretera la vista confirmaba aquel gran paisaje del principio. Cortinas de niebla dibujaban el fondo de los valles. Pocas casas y muy aisladas. Algunos temas de conversación sobre economías, crisis, bastones y fiestas. También, preocupación por el estado de la avería de tu coche. La solución llegó y, entonces, en aquella orilla antes del túnel, allí apareciste. Risueño, feliz, hablador. Esperabas un taxi para ir hasta el restaurante. Fíjate, el privilegio de que te lleven en taxi mientras al coche lo conducen en grúa.
La fonda significó tu presentación en público. Allí quien te conoce dijo que te estabas adaptando muy bien, sabías nombrar a las bananas, mandarinas y otros alimentos. Se supone que te fijarías en las dos grandes paelleras con arroz. Comerías ese arroz, la carne a la brasa, las patatas del Pirineo y demás alimentos. Y, a los postres, una apreciada Grmana te sorprendería con la celebración en familia de sus próximos cincuenta años. Ella, que estuvo una temporada en La India, donde entre otras enseñanzas, Gandhi dijo: “Sé tú el cambio que quieres para el mundo”. Lo mismo que tú significas ahora para tu familia y para este grupo. Y tú, que después recibiste un regalo de quienes ya te consideran de las nuevas generaciones para la continuidad (o no) de algo que ya tiene doce años de historia.
También en la comida hubo ideas, el segundo piropo. Alguien que piensa mucho en la gente muy necesitada volvió a sugerir (y ya van tres años) que la inversión que se hace en los calendarios de bolsillo era un dinero “tirado”, que se diera a una ONG. Y se cantaron villancicos, aunque al principio parece ser que no fueron seguidos con la intensidad que esperaba una moza, la cual amenazó con cantar rancheras el próximo año. Después, como siempre, la emoción general se plasmó en un potente coro con el entonador de cada año. Gracias a sus bríos y entusiasmo, y a quien de guitarra y de teatro sabe mucho, el éxito fue total.
En fin, conociste a quienes te han acogido y seguirán haciéndolo. Viniste del frío y en un entorno blanco se produjo el encuentro. Seguro que serás feliz aquí. El entorno será tu mejor aliado. Como ése que, con nieve, Jack London describe en su libro “El silencio blanco”:
“ ...la pasividad del silencio blanco. Todo movimiento cesa, el aire se despeja, el cielo se vuelve de latón, el más ligero murmullo parece un sacrilegio, y el hombre se asusta y se intimida ante el sonido de su propia voz”
Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 24 de dicimbre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
Etapa 13 del GR1, entre La Vall D'Ora y Sant Llorenç dels Morunys
GRMANAS Y GRMANOS
Somos humanos. GRMANIA es humana. Por tanto, también se cansa. Prueba de ello fueron los rostros, las renqueantes piernas y las expresiones alusivas al esfuerzo de una etapa que hasta en las bajadas fue dura. Una persona muy humana y con mucho humor dio fe de ello en el último tramo, cuando ya ni el consuelo de acabar impuso un cierto efecto placebo de fin de etapa. El recorrido fue exigente, con un perfil de un Solsonès desconocido en el que ni la población dispersa abundó. Mucha masa forestal, agua y vacas en un entorno que seria calificado por el poeta como de “soledad sonora”.
Caminos
De nuevo las cifras de asistencia jugaron a la baja, con diversidad de motivos que justificaban ausencias varias. Sin embargo, en algunos mentideros causó una extraña sensación un rumor que tuvo un efecto de bola (y nunca mejor dicho). Cierto Grmano al parecer priorizó una partida de billar antes que la asistencia a la etapa. Y alguien puso en marcha el disco duro con la biografía ajena y recordó cómo aquel GRmano fue un número uno en tal especialidad, aunque le pusieran muchas faltas en el instituto por aprender más de la vida en una mesa de billar que en una clase magistral (ya lo ratificó después Joaquín Sabina en una de sus canciones). Aprender como tal es una práctica continua en cada etapa. Aprender y viajar.
Viajes y contrastes
La Vall d'Ora quedó atrás, con el ecomuseo en el que las antiguas escuelas muestran las enseñanzas de las familias que vivieron de este valle, la sierra que aún funciona con agua o el molino que también se mueve con este elemento y todavía hace su función. Hace unos años, en la misma casa vivía una señora muy mayor que enseñaba a los visitantes esa cultura rural fruto de muchas generaciones y que hoy tan pronto se pierde. Contrastes de unos tiempos con otros.
Estancias recientes de una viajera también que dio fe de ello con el testimonio de su experiencia en países lejanos de Asia. El camino ascendía y rodeaba un río y una iglesia. Parecía que lo hubieran diseñado para no molestar al agua ni al silencio del solitario entorno que, desde arriba, empequeñecía una de las construcciones religiosas más importantes del románico del Prepirineo. El camino era la arteria para salir a pie de un valle que ya ocupa un lugar destacado en el recuerdo. Lo mismo que le ocurría a quien rememoraba sus impresiones de aquel país que es más que bombas en hoteles de Bombay o conflictos con Pakistan por Cachemira. A medida que se ascendía hacia el Pont de Llinars, el traslado a un país de tantos contrastes se asemejaba a una balanza en la que pesaba la modernidad y la tradición más ancestral, el tener mucho o sólo algún metro cuadrado en una calle, la paz espiritual más absoluta o las prisas occidentales también allí en Oriente, el no desear con el no hartarse. Muy abajo quedaba el símbolo del románico, cuyo nombre aparece en muchos manuales. Arriba, el balcón de una curva abría el valle y enseñaba la primera perspectiva de lo que faltaba hasta la otra vertiente.
A cubierto
Aquellas vacas y estas vacas. Unas: sagradas, intocables, símbolos religiosos, muy libres. Otras: muy bien alimentadas, muy vigiladas por pastores eléctricos, a merced del precio a la baja del mercado (especulación) y de políticas agrarias europeas variadas.
El camino ascendía en paralelo al nacimiento del Aigua D'Ora. El agua aquí era limpia, de gran pureza, como para beber sin embotellar. Allí, las diarreas se previenen con el consumo del agua envasada. Un producto, por cierto, que cada vez tiene más expertos en contra por la agresión al medio de las plantas envasadoras y por los desechos que ocasiona. Pero esto son lujos de aquí. Allí, el agua turbia también la beben. Y aquí y allí hay que comer.
Y qué mejor sitio que un camping abierto y acogedor, el camping Valldora, a 905 metros de altitud. Previo permiso, el personal aposentó sus reales en un entorno con más comodidades que las habituales. Hubo quienes comieron como si fuera bajo palio: debajo de una carpa, alrededor de una gran rueda central en la que se situó el jefe. Por allí se daban consignas del tipo “tócale mejor el culete”, frase muy expresiva para que la caminante procedente de las antípodas aprendiera los primeros pasos para beber en bota sin dejar rastro en la ropa. La situación de ese sector de comensales era propicio para establecer una rueda alimentaria: pasar productos, compartir y degustar. También esa moda de la petaca, aunque en esta ocasión falló una.
Pronto las comodidades del camping fueron usadas: lavabos civilizados, bar acogedor y, al fondo, una piscina sin agua muy bien ojeda por quienes, encima o debajo, casi se mueven “como peces por el agua” (aunque alguno sólo ha evolucionado de sapo a rana: este escriba).
Hermano roble
Las parcelas del camping quedaban atrás. El camino ascendía entre riachuelos diversos que eran la fuente de alimentación del río. Casas en medio de tanta agua, naturaleza en estado puro con un profundo olor a derivados de granjas porcinas. Casi arriba de este tramo, las escuelas a la derecha. O sea, lo que queda de ellas, cerradas para su cometido por falta de pupilos. La vida aquí es dura, tanto como la ascensión. En subida, respirar hondo esta fragancia anima a acabarla pronto. Pero se asciende, y más que vendrá. A los lados del camino aparecieron ellos: majestuosos, inmensos, de grandes brazos, enérgicos, como para copiar al Grmano que los abrazaba. Se prestaban a ello. Eran los robles que acompañarían hasta el final de casi todas las subidas. Aún no se habían despojado del todo de su vestidura pero sus enormes ramas, su gran tronco hacían volar la imaginación. Muchos años de vida, muchas generaciones de paso, mucha sombra y mucha admiración por su callada presencia, acogedora sin condiciones. Ellos son testigos de muchos soplidos, hondas respiraciones, miradas al fondo o al suelo.
Cerrojos
El camino era un abrir y cerrar puertas, pasos y más pasos, barreras de las que “el que llegue el último, que la cierre”. El perfil era un tobogán, con subidas y bajadas hasta el punto más alto, el cap de Balç, a 1410 metros. Un auténtico balcón hacia ese mar interior de agua dulce que es la Llosa del Cavall, con esa forma de barco al lado de la que sobresale a modo de mástil el santuario de Lord.
De los 1135 metros, descenso hasta los 865, casas a la izquierda y un camino que bordea un prado. Campo a través la mayoría para encontrarse con el correspondiente talud de subida a la ruta oficial. Alguien rodeó por el camino correcto y llegó antes. Pronto la pista asfaltada va tensando las fuerzas en una suave pendiente que amenaza pero sí da. A la izquierda, rocas. A la derecha, un patio hacia el río. Y sube sin parar. Revueltas y más subida. Masas boscosas a ambos lados, las marcas en los pinos de la estrecha carretera, soplidos, caminar mirando o de frente o hacia el asfalto. Y más soplidos y bufidos. Esto no acaba nunca. Andar lento, pensativo. Una etapa dura. 27 km. en total.
Ermitas
Lo típico del Solsonès, las masías y la población muy dispersa se vio acompañado por pequeñas ermitas, algunas aún con cementerio adosado, muy bien situadas en un hermoso y abierto paisaje, como si las personas fallecidas tuvieran para siempre buenas vistas. Es el caso del intermedio de la subida, un descanso para reagruparse y contemplar, a 1160 metros de altura, Sant Martí de la Corriu, casa, ermita y cementerio por detrás, con algunos nichos y un pequeño espacio quizá con muchos restos de tantas gentes que habitaron la zona. Una cruz al viento, a merced de los grandes espacios y de quien, con su imaginación, pensara en sus creencias, en antepasados de la zona, en devociones diversas o bien buscara el encuadre perfecto para la mejor foto. Y una curiosidad: en el año 2004 los Mossos d'Esquadra detuvieron a un vecino de Sant Cugat del Vallès porque había robado la puerta de esta ermita, del siglo XIII, y la había colocado para entrar en su casa
Fin de las subidas
Más arriba, un sendero lleno de espinos y matorrales de los que dejan huella...en las piernas, brazos, etc. Ganar altura implica esfuerzo pero te recompensa con el regalo de la perspectiva. Pronto, la cima con un buen patio: a 1410 metros, el Cap de Balç, con un excelente mirador hacia el valle de Lord y el pantano. También, cómo no, alguna agresión al paisaje debía haber, es la industria del yeso y el vaciado de alguna montaña muy bien aprovechada. Enfrente, la prisión del Capolatell, recuerdos de la anterior etapa. Cansancio, esperas y personas a las que ya les pesan los desniveles y los kilómetros. Pero ya está.
La bajada no es igual a la de la anterior etapa. Quien sabe de GPS, temeroso de posibles sorpresas ajenas a su excelente servicio a la causa, respiró tranquilo cuando vio que todo era más fácil. Buen camino, un sendero entre bosques con otra ermita, Sant Lleïr de Casavella, a 995 metros. Sigue el descenso hasta pasar por un puente sobre el río Cardener y llegar al final de la etapa, a 925 metros: Sant Llorenç de Morunys o dels Piteus. Y los viejos recuerdos de anteriores pasos por aquí. El cruce con el GR7 y con el Camí dels Bons Homes trae a la memoria aquella otra etapa desde aquí hasta el pueblo de las Trementinaires: Tuixent. muchas setas, Demetrio de conductor, frutas y el involuntario olvido de un joven Grmano que ya no nos acompaña.
Parada y fonda
El núcleo antiguo del pueblo, vacío a aquellas horas, acaba en el aparcamiento donde está el autocar, hay un bar y muchos árboles de un rabioso color amarillo: plataneros y moreras que enseñan los últimos matices de un otoño que pronto será un anticipo del invierno. Qué diferente estaba esta plaza una semana después: la nieve lo cubría todo, un paisaje blanco como el de aquella otra etapa entre Tuixent hasta cerca de La Seu d'Urgell. El tiempo pasa, no se detiene.
El abrevadero fue cara al sol, a esos rayos que parece que calientan algo pero que al cabo de unos minutos se apagan y el fresco aire te invita a marchar.
Y eso es lo que se hizo, pensando en el tiempo invertido en la etapa, en el sol del otoño y en otras paradas hechas en este pueblo. Recuerdos que se pueden completar con otros pensamientos como éste:
“Fes que el temps no et persegueixi,
però tampoc no el defugis;
algun dia us trobareu”
Rose Chêne
Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 2 de dicimbre de 2008