En
paralelo al abandono por el progreso
Las
líneas paralelas son habituales en los caminos. Aquellas rutas
iniciales para unir poblaciones, transportar materiales o comunicarse
personas estaban tan bien trazadas que las actuales carreteras las
imitaron. Los ingenieros, en vez de aplicar tantos conocimientos a
discurrir nuevas rutas, fueron a lo práctico. Si antes decidieron
que por allí había que ir, ¿para qué darle más vueltas a la
línea recta? Sólo evitar aquellas curvas obligadas, porque antes se
luchaba para que la carretera pasara por el centro del pueblo: ayer
era vida, hoy es peligro. Los Caminos de Sant Jaume o de Santiago son
un ejemplo de aciertos de quienes trazaban con lo que sabían y
enseñaban a las generaciones con más medios. Aquel camino dio lugar
a una carretera nacional, luego a una vía de tren, a un canal, a una
autovía, autopista. Líneas paralelas que siguen así o que, por
causas artificiales, convergen, se cruzan y se separan para seguir
viéndose, aunque sea de lejos. Paralelismos con otros menesteres de
la vida: juntos sin tocarse, a un lado pero guardando las distancias,
convergentes y unidos, o desunidos sin convergencia interna pero con
sonrisas y falsos abrazos porque los intereses así lo exigen.
Lejos
pero cerca
El
Camí de Sant Jaume atraviesa poblaciones: lo que antes era contacto,
riqueza y ayuda ahora es asfalto, semáforos, viaductos y más
asfalto. Igualada se sitúa muy a la larga en la ruta jacobea. La
naturalidad del trazado acondicionado para uso a motor es una
artificialidad que se pretende evitar porque lo propio sería lo de
antes, que a veces se ha “civilizado”. Hoy en día se podría
considerar como “ponerle puertas al campo”, aunque éste se
abandone a su suerte. A Igualada se acudía a comprar ropa íntima a
buen precio. Y así se hizo en el tramo anterior. Ahora hay quienes
dicen que sus atributos masculinos no encajan lo bien que se esperaba
en el diseño textil. Intimidades al descubierto que habría que
ajustar para evitar roces y enrojecimientos lastimosos, no aptos para
enseñar en privado.
El
inicio del camino fue pasada la población para evitar lo inevitable.
Las líneas paralelas, desde Igualada a La Panadella se podría decir
que están hechas del mismo material aunque de distinto color.
Fines
Etapas
a la carta con el autocar que acerca o aleja el final a gusto de las
fuerzas y condiciones del personal. Que no se diga que nadie sufre
más de la cuenta. Todo controlado. Hasta el calentamiento de
miembros inferiores y articulaciones. Hoy la segunda y tercera edad o
salen a la estampida porque su mente avanza más que sus fuerzas, o
se preparan y previenen el esfuerzo para evitar recaídas,
radiografías, resonancias magnéticas, rehabilitaciones,
acupunturas, masajes, osteópatas, fisioterapeutas, vendajes,
apósitos y demás artes para que el cuerpo aguante. “El éxito
corriendo es un juego de prevención de lesiones”, decía un número
dos en carreras de montaña.
No
extraña ver cuerpos preparándose con artilugios diversos y tampoco
llama la atención quien asiste a la etapa para practicar el sano
deporte de darle a la lengua sin parar. Cada uno a lo suyo y el
paisaje a ambos lados, se vea, se observe, se contemple o se ignore.
Tampoco
llama la atención que a veces asome la palabra muerte en alguna
conversación. Bien sea por oficios relacionados, por nuestro interés
por ignorar la evidencia o porque algún ser querido ya no está, el
fin está ahí. Como pasa en cada etapa del camino. Cuerpos que se
desgastan, jubilaciones laborales, energías aún ahí, proyectos
pero los justos: como para consolarse con las cuatro o cinco cosas
que diariamente se deben apreciar. Qué mejor que acudir a las
artimañas mentales de experimentados corredores de montaña que,
ante varias lesiones seguidas, te ofrecen sus sabios consejos frutos
de las recaídas: “He pasado de gestionar mi cuerpo a gestionar mi
mente” (Anton Krupicka). Quizá lo que de momento no podemos
gestionar es el precio de los entierros: sólo pagarlos, y no el
nuestro. Esperaremos a que algún día llegue el low cost a este
servicio inevitable.
Áreas
Las
urbanizaciones cercanas a Jorba son un símbolo de cómo la vida
placentera también puede sucumbir a ataques de miedo, prevenidos con
varios sistemas de seguridad. Las cámaras, los anuncios
intimidatorios de que allí hay un gran perro (se oiga de verdad o no
exista), las altas vallas o setos convierten en opaca la vida de sus
inquilinos. Pero no inexpugnable. La situación actual parece que a
este personal, entregado a la naturaleza y a la tranquilidad, le
solivianta la existencia. Allí en medio se observa alguna casa de
labranza, abiertas sus puertas como en otros tiempos. Contradicciones
de la existencia. Con y sin miedo.
Jorba
está ahí, ya lejos de la antigua carretera nacional que lo cruzaba.
Apenas algunos ciclistas, coches aparcados y el sonido lejano del
transporte desviado. A hora tan temprana no se percibe ni siquiera el
movimiento de la gente mayor que madruga para comprar la primera
hornada de pan, no siendo que se acabe. El camino sigue y no se
aparta de la vida de la arteria principal. ¿Cómo negar la escasa
vida que puede dar aún aquella circulación que ya va de paso pero
que antes se detenía a conveniencia?
Las
casas de comidas, talleres, establecimientos de todo tipo y las luces
de neón apenas existen. Más allá, un área que es símbolo de la
pujanza agrícola, ganadera e industrial de la zona. Un ejemplo de
interculturalidad, precios baratos y servicio. Guissona ha pasado a
situarse en el mapa por un conglomerado donde conviven personas de
muchas razas y el modelo de cooperativa es un ejemplo. BonÀrea:
supermercado, combustible barato y la oportunidad de comer a muy buen
precio. Otros negocios también son posibles. Innovación a pie de
carretera en unos tiempos en que encarar la realidad es difícil pero
se necesita atrevimiento: “Hay que tener miedo a no asumir la
gestión del conflicto”.
Cruces
Más
allá un rugido extraño sorprende. Por la antigua vía para ir a
Andorra, dirección Copons, dos atractivos bólidos deportivos son
amables. Ralentizan la marcha, dejan pasar a los peregrinos y se dan
cuenta de cómo llaman la atención. Las obras del arte
automovilístico son efímeras pero bellas. Sus propietarios han
pagado por el valor de la emoción y del icono y deben ser
contemplados, admirados y hasta envidiados por el sonido, el perfil
bajo del artilugio, las líneas aerodinámicas, la exclusividad.
Marcas italianas y alemanas, donde la belleza es arte.
Más
allá, siempre al lado de la antigua carretera, una estación de
servicio mítica para quienes han sido habituales a esta ruta.
Vivencias recordadas con policías autonómicos expectantes y
servicios aptos para aliviar vejigas. Sin pena ni gloria, el
recorrido se podría ignorar si no fuera que es territorio, diseñado
por quien pretendió darle otro uso a una vía ya apenas usada, hoy
muy tranquilo, con una vía diseñada para ciclistas que acoge a
escasos peregrinos. Sorprendente porque no te permite huir del
asfalto. Buscabas árboles, viñas, bosques, y recuerdas tantos
kilómetros conducidos, adelantamientos temerarios, frenazos, hielos,
niebla, radares, lentos camiones, humos, tórridos calores y un fin
aún más allá.
Cruce
a la izquierda y parada a reponer fuerzas. Un buen momento para
confundir unas formas cuadradas depositadas en un campo con colmenas
de abejas, Alguien las vislumbró a lo lejos y creyó que estos
animales perturbarían el ágape. Admirables animales: ¡a imitar!
Cerca del lugar, no muy apartado, un animal más listo de lo que su
nombre da a entender. Es creencia urbana (o leyenda urbana más bien)
que los burros y los cerdos hacen honor a su nombre, cuando quien
procede del campo conoce las contradicciones semánticas y cómo las
supuestas aplicaciones humanas son diferentes a las animales. El
pollino atado largo en un espacio vallado y con las puertas abiertas
no parece estar a gusto en su situación. No es tan tonto.
Pensar
Dicen
que la sinceridad aflora mejor cuando el ambiente es propicio, cuando
la distensión crea momentos de relax y cuando las comidas, las
bebidas y las alegrías liberan esa mordaza mental que funciona como
mecanismo para cohibir y alterar lo menos posible la convivencia. En
un momento de la parada, alguien que sabe mucho de conducir grupos a
excursiones y salidas diversas, viendo la dificultad a veces para
llegar a acuerdos con un personal que no para de aportar ideas, hizo
una reflexión en voz alta de gran valor: “Aquí en este grupo el
problema está en que hay muchas personas que piensan”. De sobra
sabe él lo fácil que es programar y efectuar salidas grupales
cuando sólo piensa uno y los demás obedecen. Pensamos mucho y
también lo podríamos hacer sobre una frase de Stephen Hawking
dedicada a nosotros: “Solo somos una raza avanzada de monos en un
planeta menor”.
Devengos
y memorias
Quizá
el personal haya de rebobinar el disco duro para recordar que el Camí
de Sant Jaume pasa por un terreno lleno de disputas por el trazado de
la autovía. Fueron años de espera y negociaciones, con intereses
ocultos que a veces afloraban. Dos trazados posibles para la
autoridad ministerial. Oposición de intereses de la zona,
convergencias y desuniones con desacuerdos y escasas ganas del bien
común. La Panadella significó algo más en los pocos kilómetros
condenados a la larga y tensa espera. Un ministro de Lleida, famoso
por entronizar la palabra “devengo” en un sesudo y técnico
debate parlamentario sobre temas económicos, sólo encontraba trabas
de todo tipo en sus propuestas para la solución final. Algunos años
después los devengos de la nueva vía repercutieron en todos.
Antes:
disputas, trazados, sospechas ocultas y falta de interés por
acuerdos rápidos. Hoy: los males de la política y de la economía
como símbolo de una parte de la sociedad. Quizá los errores de
quienes mandan son una vergonzosa ampliación de males generalizados
que se dan al lado de cada uno, de formas de actuar extendidas entre
gentes sin escrúpulos: se llamen políticos, economistas o personas
anónimas: amigos, vecinos, familiares o uno mismo que se autoengaña
con la presunta honradez como tapadera.
Análisis
Como
el carácter mediterráneo fabrica más de un experto por persona
sobre cualquier tema que trates, qué mejor que acudir a los de
verdad. El economista y ex director bancario Manuel Puerto recordó
el otro día en el programa “Singulars” de C33 una frase de
Thomas Jefferson, en 1802, que para él ha sido fundamental: “Si el
pueblo permite un día que los bancos privados controlen su moneda,
estos bancos privarán a la gente de cualquier posesión, primero a
través de una inflación, a la cual seguirá una recesión, hasta el
día en que muchos de nuestros hijos se despierten sin casa y sin
techo sobre la tierra que heredaron de sus padres”. Dicho quedó.
Sakura
con almendros
El
paisaje de febrero despuntaba con multitud de almendros en flor.
Árboles precoces que sorprenden muy pronto con falsos anuncios de
primaveras adelantadas. Se engalanan de blanco y se arriesgan a las
heladas que les dejen sin fruto. Pero aportan el embelesamiento de la
incipiente explosión de colores en la primavera que llegará. El
camino por l'Anoia mostraba cantidades de pétalos blancos en los que
se oía el zumbido de abejas que libaban. Aquí no se elevan a
sagrados y tampoco se imita a los japoneses con su pleitesía ante
los cerezos en flor. Otra espiritualidad. Suave olor de pétalos que
caen casi al tocarlos, el orgullo de ser los primeros en florecer, la
semántica de la vida que nace por los ciclos así establecidos.
Igual que esos campos sembrados, donde pequeños tallos verdes tienen
miedo a despuntar por el frío o por ausencia de humedad. Es el
milagro de la vida en paralelo al abandono de carreteras antes muy
transitadas y hoy en reserva por un progreso que se traslada más
allá.
En
alto
Fin
del camino asfaltado a dos colores en zona alta, en La Panadella. Un
lugar de paso, símbolo de tiempos de gran actividad, venido a menos,
igual que tantas casas de postas y mesones que han quedado por el
camino como símbolos de un progreso abandonado. Otras vías más
rápidas se han trazado y la velocidad es el negocio del momento. Del
centro al extrarradio por una autovía inacabada. Un camino de ida y
vuelta con un trozo aún sin planificar: Los Monegros son secos y
quien aspire a seguir con su ritmo veloz, que pague autopista o,
sino, que aguante camiones. Hubo proyectos de enormes casinos.
Fantasmadas que ahora se decantan por el centro.
En
medio de dulces diversos aportados por personas magnánimas, con un
servicio de camareros que ha olvidado la rapidez y el buen servicio
de épocas más masificadas, La Panadella es un punto de inflexión,
un espacio que te abre la mente al antes llamado “el granero de
Cataluña”: la Segarra. Una comarca casi olvidada si no fuera por
áreas de progreso agropecuario y cooperativas multilingües.
Seguiremos
atentos al progreso.