Una etapa como las de antes en un parque natural como éste
GRmanos y GRmanas,
Incógnitas iniciales: ¿Qué son las cornicabras? ¿A qué vino la frase de que funcionaba mejor con un toque suave y acariciándole el culo? ¿Cómo se hace un link en una etapa mientras se camina? ¿Qué hacían unos GRmanos dentro de unos lavabos femeninos? ¿Se le avecina un peinado fiscal a GRMANIA?¿Por qué hay gente que a este grupo empieza a denominarlo como JARRAMANÍA? ¿A quién le llama “El azote de GRMANIA”?
………………………………………………………
Como, según el refrán, quien avisa no es traidor, los redundantes mensajes preventivos ya alertaban de que esta etapa no sería como las habituales. Más bien recordaría a las de antes, a aquéllas en que subir y bajar no era precisamente pisar escalones hacia una idílica playa. Los expertos planificadores de perfiles ya habían dibujado una curva algo diferente a anteriores recorridos costeros. No se trata de establecer hipotéticas comparaciones entre dificultades anunciadas y supuestas ausencias justificadas. Pero la relación evidenciaba que faltaban caminantes. Se perdían uno de los mejores recorridos por el Parque natural del Montnegre i El Corredor.
Nuevas visitas
Quienes sí estaban eran nuevos espíritus inquietos que visitaban por primera vez a esta hermandad, el día en que se repartió una pieza del atuendo oficial. Nuestro experto en GPS (aparato que ya solicita urgente modernización con relevo obligatorio) se vio no gratamente sorprendido porque ya no era el más joven del grupo. Una joven promesa, vástago de ayudantes del jefe de personal, le quitó ese pasajero privilegio (“juventud, divino tesoro”). Un joven arquitecto muy viajado acudía a cobijarse en un grupo andarín que destaca por lo que para su profesión no tiene, o sea, no edificio físico y sí sede virtual. Pocos planos de edificios reales nos podría diseñar. Sus viajes por medio mundo parecía que necesitaban redimirse en un largo paseo con esta compañía. Aires jóvenes, cultos y con mucho futuro. Semejaba que tenía que haber recorrido medio mundo para descubrir a estos viajeros a pie de aquí al lado.
Y, alerta, nuestra segunda nueva visita pudiera levantar ciertas sospechas debido a un inocente mensaje que este plumilla difundió por la red con mucha inocencia y nula picardía. Este chico para todo tuvo el atrevimiento de anunciaros que había pagado la estampación de las camisetas con el perdón de cierto tributo a la Hacienda somos todos. ¡Válgame Dios! Tal atrevimiento digital pareció retar a esta noble institución y, si tú no vas a ella, ella viene a ti y lo puede hacer disfrazada de aplicada caminanta. O sea, una persona de la alta inspección central de Hacienda se presentó de incógnito, mientras los más incautos se referían a los volátiles billetes de quinientos euros, los ahorros por no olvidarse de satisfacer algo obligatorio o el último ladrillo contratado. Aviso a navegantes: ¿se avecina un peinado fiscal a los añejos legajos con las cuentas de GRMANIA desde hace más de diez años? Imaginamos a nuestro coordinador general clasificando, sumando y cuadrando cifras, como en sus añorados tiempos de bancario. Menos mal que, a requerimiento de este nervioso recadero, dijo que en esos momentos estaba fuera de servicio. De todas formas, demostró buen hacer, mejor caminar y, por tanto: bienvenida al club.
El inicio
La imagen inicial de esta etapa, como pasa casi siempre que hay invitados, fue de cierto caos. No deja de ser una buena y no estudiada táctica que desmoraliza al principio para, después, enmendarla y perfeccionarlo todo hasta la apoteosis final, es decir, la jarra de cerveza. También hubo nervios cuando el autobús se enfilaba por un camino de tierra. Quien quería sudar veía peligrar sus esforzados deseos porque el vehículo no se detenía y ya la adrenalina se disparaba. Las afueras de Tordera aún muestran campos de cultivo. Ojalá que el monocultivo del cemento no suplante pronto a los vegetales. Porque Tordera sufre la vorágine constructora de quienes no llegan a los precios de la costa y se conforman con sucedáneos en el interior. Encontrar el camino fue a salto de mata, se sortearon obstáculos y hasta hubo quien ya de buena mañana lavó uno de sus pies sin quererlo. Las marcas pronto aparecieron y ya se recuperó la confianza.
Las pistas fueron los caminos habituales en un parque único, cercano y, a la vez, alejado del mundanal ruido. La incursión en el parque del Montnegre produjo esa sensación de estar rodeado por una gran aglomeración humana por casi todas las partes menos por donde tú estás. Representa un privilegio estar en un espacio como éste, con castaños y hayedos desnudos que te recuerdan zonas más alejadas a pesar de estar cerca del mar, desniveles acumulados que hacen mella en las fuerzas si bien rellenan los pulmones y el ánimo de los beneficios del aire libre de los grandes espacios. A un lado el Mar Mediterráneo, al otro el macizo del Montseny y , en medio, poblaciones y grandes urbes. Más cerca de los caminantes, dos aguerridos atletas que ya estaban de vuelta, algunas motos, bastantes bicicletas, cazadores con un fuego encendido allí en medio y muchos de esos vehículos a los que el gobierno quiere prohibir que se salgan del asfalto.
El intermedio
La primera subida fue continuada hasta llegar a Hortsavinyà, a 492 metros. Casas dispersas, una iglesia, un centro de esos que ahora se llaman de “interpretación del medio” y una escuela con placas solares y tecnologías por satélite. Y un espacio con frías mesas que acogían a quienes iban llegando. Pronto el descanso se animó, y más cuando empezaron a circular las dos botas. Hubo quien recibió consejos para convencer a este recipiente de que se le da más gusto al usuario receptor del líquido si sabe tocarle y acariciarle el culo como se merece. La tertulia fue animada y distendida, hasta que la orden de partida nos enfrentó con una realidad que subía y bajaba. Preparaba a un nutrido grupo para empresas posteriores como los Tres Monasterios. Mientras, la vegetación caducifolia dejaba ver a esos almendros que, ya florecidos, se adelantaban a don Isidoro Álvarez cuando su gran almacén nos presagia, un mes antes del evento meteorológico, que ya es primavera en…
La continuación
La ligera subida post-desayuno sorprendió con el coll de Sant Benet, de 550 metros de altura. Un cruce de caminos con un pedestal en el que algunos ciclistas emulaban estatuas. Se hacían fotos adoptando posturas diversas con la bicicleta en el aire. Nuestro coordinador miraba con deleite y sana envidia tal proeza y pronto nos sorprenderá con la digitalización de su cuerpo encima de esas piedras, a modo de escultura viviente. Mientras, la primera línea o avanzadilla se acercaba a Sant Martí de Montnegre, un santuario espiritual y otro gastronómico cerca, situados a 476 metros de altura en medio de las 15.010 hectáreas del Parque Natural de Montnegre i el Corredor. En este punto se produjo una espera del grupo y se comprobó que también los walki talkis necesitan un recambio por un equipo de transmisión más potente. También los recuerdos de algunos andarines identificaron esta zona como el lugar en el que hay un abundante refrigerio durante la Marxassa, con cubitos de hielo, vermú y abundantes aperitivos incluidos. Esos individuos hasta husmeaban por los alrededores por si aún se podía ver (y, mejor tocar) a la chica de Martini. La espera para la unión grupal sirvió para que el experto en GPS colocara una marca en el suelo. Tan metido está en temas tecnológicos que a aquello que antes se hacía, que era marcar con un palo la flecha de la dirección en el suelo, ahora se le llama “link”. “Cosas veredes, amigo Sancho…”
La amplia pista condujo hacia el destino final. Aún quedaban restos de antiguas carboneras a los lados, vegetación mediterránea y un camino muy bien marcado. Invitaba a trotar, a hablar y también a despistarse y perderse. Eso se produjo entre las primeras unidades cuando, llegados a Can Mora no vieron el firo a la izquierda y siguieron adelante. Les hubiera hecho falta otro link en el suelo o más observación de las marcas. Al fondo estaba el destino final, a 222 metros Vallgorgina, un pueblo con rituales de brujería y el dolmen más mediático de Cataluña. Pero no así ese bar que nos acogió.
El final
El experto en otear este tipo de establecimientos públicos nos condujo a un sitio lleno de sorpresas. La principal, un sitio descuidado, con lavabos indecentes y un servicio de barra incalificable. El acomodo fue en zona de sol y de sombra. El autocar tuvo que acercar a este lugar una carga especial: artesanas aceitunas muy bien aliñadas por una pareja de expertos en este arte y la habitual tabla de embutidos preparada por la mujer de… La presentación en sociedad del fruto del olivo dio lugar a una conversación muy técnica sobre clases de aceitunas. Se decía que la allí presente tenía un nombre muy sugerente: cornicabra. Mientras la comida transcurría a la espera de la diligencia del servicio de barra, alguien creyó ver a unos GRmanos dentro del servicio de mujeres. Y lo hacían pendientes del entorno, como si pudieran ser cogidos in fraganti en cualquier momento. Alegaron después que tal operación clandestina era por la carencia de agua en la otra zona de los excusados. Lo que sí corrieron fueron las jarras, esos objetos que destacan en el calendario y que algunos extraños fusionan con nuestra denominación, con lo que crean otro nombre diferente en la forma pero parecido en el fondo: JARRAMANÍA.
A los postres se abrió el mercado de la camiseta marcada, con el reparto esperado y con algún pase de modelos textiles que, unas veces encajaban en los cuerpos y otras no. Como muy dice nuestro estimado Ginés, residente ahora en Lois (León): “¡Cómo se ponen los cuerpos con los años!”
La colecta de la cuota económica se vio incrementada por la espontánea colaboración de unos hermanos checos y eslavos que estaban en la zona de sombra. Debieron quedar tan sorprendidos de un evento tan extraño para ellos que patrocinaron al grupo con cinco euros, a fondo perdido. Por supuesto que es una prueba más de la capacidad de acoger a nuevos y extraños en un grupo sin fronteras.
Como muy bien declaró Alejandro González Iñárruti, director de la película “Babel”: “Mi película no contesta a la pregunta: ‘¿de dónde soy?’ sino más bien a la de: ‘¿a dónde voy?” (…) “Las auténticas fronteras, más que líneas físicas exteriores, están dentro de nosotros, son barreras del mundo de las ideas” (…) “Lo que nos hace felices como seres humanos puede ser muy diferente, pero lo que nos hace desgraciados y vulnerables, más allá de la cultura, la raza, el idioma o el nivel económico, es lo mismo para todos”.
Evaristo
“El azote de GRMANIA”
Terrassa, 14 de febrero de 2007
http://afondonatural.blogspot.com
Pasar de lo superficial al fondo no es fácil. Tener buen fondo cuesta. Pero, tranquilos, aquí no se va a tope ni a fondo. Todo con naturalidad.
martes, 20 de febrero de 2007
jueves, 1 de febrero de 2007
Etapa del GR92, entre La Pobla de Montonès y Tarragona
Etapa del GR92, entre La Pobla de Montonès y Tarragona
Una de romanos y muchas de calçots
GRmanos y GRmanas,
El primero, un coche Mercedes. El segundo, un monovolumen usado para transportar a directivos de empresa de ida o vuelta al aeropuerto. El tercero, un autobús de 40 plazas. Parecía una expedición bien organizada y numerosa, con objetivos del más alto nivel. Alto, alto sí que lo era: lo que daba el brazo para levantarlos, descapullarlos, mojarlos y engullirlos.
¿Cargamos? dijo la conductora, expresión que inquietó a usuarias que no entendían el argot de la profesión: cargar y descargar (humanas personas, se entiende). Aún provocó más nuestra transportista cuando nos consultó qué nos parecía si le escuchábamos otra expresión habitual: “¿Hago hoy un servicio?” Aclaró que tenía otro sentido que el grito de guerra de los nocturnos y eróticos alrededores del Nou Camp, por ejemplo.
Ya cargados todos y todas, sin el Mercedes inicial, la dirección concreta era un recorrido preparatorio para justificar los condumios posteriores, sentados a cubierto con cuchillo y tenedor. Una historia de romanos, un santuario y muchas, muchas tejas llenas de calçots.
Hacia abajo
La ruta señalada discurrió paralela a ese pasillo mediterráneo por donde las huestes romanas ya se movieron hace muchos años. Ahora aquella “Via Augusta” ha dado paso a muchas carreteras, viaductos y trenes de baja (la más abundante) o alta velocidad. Las señales de que la voracidad de la civilización no quedará así se comprobaban en las talas longitudinales de vegetación, también paralelas a la antigua vía romana. Al destruir para construir se le llama transformar.
Pero lo nuestro era caminar, sin dejar más huellas que las pisadas. Uno de los caminos después de Altafulla sirvió para comprobar sobre el terreno la temperatura ambiente: en la tierra del suelo los charcos helados así lo demostraban. Los avellanos desnudos y esa vegetación tan típica como el palmito, el algarrobo y algunas viñas se alternaban con los pinares que aún sobreviven a las talas y a los estivales incendios.
La referencia al asfalto era evidente: el tráfico rodado evidenciaba la movilidad continua de la ciudadanía, la libertad de desplazamientos y, para mentes aburridas, entretenerse en imaginarse adónde irá cada vehículo a esa velocidad (se supone que controlada por el carnet por puntos).
Mientras el camino se hace al andar, nos acercamos al primer objetivo cultural programado, ese sitio que es monumento histórico-artístico desde 1931, el Médol. Unos restos romanos cercano a un área de servicio de la red de “Medes”, simbolizada con una palmera. Nada que ver con el obelisco de 16 metros de altura que señala el inicio de la extracción de piedra romana, de donde se dice que sacaron 50.000 metros cúbicos dejando un agujero de más de 200 metros de largo. Se supone que la sangre, el sudor y las lágrimas de tanto esfuerzo perteneció a tantos esclavos que sucumbieron para que hoy todos admiremos el arte romano de Tarragona, sin apenas imaginar a tanta gente anónima que allí pereció “al servicio de…”
Fue una de romanos con prueba pericial incluida. El personal nunca se pudo imaginar la imagen dada a causa de una inoportuna pared que franqueaba el paso. Por la parte de atrás se instaló la “culocracia” (por dónde sino: por atrás), muchos traseros altivos preparados para el impulso. Por delante, foto y clamor popular. Si lo hubieran visto aquellos romanos, el salto no hubiera quedado sólo en eso. Como efectos colaterales, aparte de la instantánea digital, crujido de rodillas y algunos huesos temporalmente desencajados. Menos mal que faltaba poco para el refrigerio a modo de desayuno.
Tentempié inicial
Hubo que sortear la autopista para situarnos en un lugar despejado y con sol. Imitando quizá al obelisco de El Médol, los más osados y osadas degustaron sus bocadillos encima de los restos de un promontorio de cemento. Oteaban un panorama gastronómico bastante uniforme y, también aquí, las máquinas trituradoras de antiguos paisajes aplanaban los espacios para más asfalto. En medio, carteles alusivos a El Médol allí, solos, cubiertos de polvo. En uno, patrocinado por nuestra tienda francesa de moda deportiva, se loaban contemporáneos proyectos en el solar de la pedrera romana. Ejemplos: un concierto de música celebrado allí cuando se declaró Patrimonio histórico. Otro, fallido: el President Macià quiso levantar ahí un monumento “Als Catalans Ilustres”, pero todo quedó en la utopía política. Nuestra realidad era un camino con sorpresas.
De subida
Con los cuerpos más o menos acondicionados, el camino iba sorteando más obras, pueblos y subidas. La respuesta del respetable fue la adecuada. Lamentar sólo uno de esos gajes del oficio, como fue la lesión de una cuidadora profesional de nuestra salud. Desearle una buena recuperación y su pronta reincorporación al servicio de guardia de GRMANIA. Lo demás, lo de siempre. La subida, con esos jadeos propios del esfuerzo y hasta con sudor. El rellano urbanizado sirvió como punto de concentración y de permanencia de las responsables de primeros auxilios. Allí esperaban al vehículo de rescate, operación que se convirtió en una aventura llevada a buen puerto gracias al dominio de la orientación de nuestro coordinador general. Ni GPS ni nada. Para llegar a ese punto utilizó instrumentos manuales de oteo. Tuvo que encaramarse a lo más alto de un pino, asombrando a los allí presentes por su banco de recursos en última instancia. Mientras, el resto ya había tomado posesión de un santuario que dio mucho de sí.
Lorito o Loreto a la vista
Nadie podía imaginar que aquellos cuatro helicópteros que ronroneaban en lontananza fueran como un preámbulo de un santuario relacionado con el vuelo. Colocado allí arriba, el primer recibimiento era un monumento que la aviación le dedicaba a esta virgen, su patrona. Encima de aquella loma, bien soleada y mejor aireada, el edificio en sí era atractivo, colocado en una explanada con el mar al fondo, con un polémico movimiento de obras en medio y con un centro religioso italiano.
La larga espera hizo volar la imaginación y el entorno ofrecía algunos atractivos lingüísticos dignos de destacar. La pared de la entrada, cerca de las aspas del avión, recibe al visitante con una frase como si allí hubiera ladrones de bicicletas: “La teva oblidada bici potser la seva millor eina”. Después aclaran que se recogen bicicletas para la Ciudad de los Muchachos de los Padres Rogacionistas en Manila (Filipinas). Más adentro, la pared del centro religioso expone un rótulo con la cara y el nombre del fundador italiano, Aníbal Maria di Francia y una frase del evangelista Lucas: “Preguem l’amo del camp envii obrers a les seves messes” (Lucas 10,2) e iba firmada por las “Hijas del Divino Celo”. Parece ser que esta frase enervó los ánimos y, por aquello de entretenerse, sirvió para curiosos juegos lingüísticos y diversos matices semánticos. Ya dentro del santuario, llamaba la atención algunas incompatibilidades de las nuevas tecnologías (ya viejas): “Para hablar con Dios no necesitas el teléfono móvil. Apágalo, por favor”. Parecían no saber que “La vida es móvil, móvil es…” Ya sabéis para qué no sirve el celular.
Lo que sí sirve para mucho es ese terreno excavado que se veía entre el santuario y el mar. Podía ser como un Médol romano de ahora. Pero no. Era mucho más, uno de los grandes escándalos inmobiliarios de la zona. Se llama “Terres Cavades”, 101 hectáreas previstas para construir 5.000 viviendas y 20.000 personas más en un futuro. Todo ello gracias a complicidades políticas del ayuntamiento de Tarragona con ese ya habitual entramado de constructores. Quizá era aquí a donde esos especuladores enviarían a aquellos obreros que aparecían en la frase del evangelista Lucas. A los amos de esos campos les enseñaban planos en los que siempre pasaba un vial por encima de su casa. Así vendían sus terrenos. Otra Marbella más, muchos más Pacos el Pocero. Y van…
Muchas tejas de calçots
El último monumento programado, otra de romanos, se tuvo que contemplar desde el autocar. No había tiempo y el destino nos esperaba con retraso. El multitudinario recinto ya estaba muy ocupado, quizá no por aquellos jubilados de Lloret y Blanes vistos durante la etapa anterior. O sí. Mesas dispuestas con salsa, babero y guantes de plástico para auscultar los calçots, mojarlos e ingerirlos después. Respecto a la comida, la normal en estos casos. Tejas y tejas de este tipo de cebollas, con la vista hacia arriba para conseguir un encaje perfecto entre la boca y el calçot. De los fallos dio fe el babero, la mesa y el mantel. Mención especial a esas legumbres que el humorista del grupo definió como “las aflojatodo”. En cuanto a la calidad, división de opiniones como en los toros: hubo palmas y ciertos pitos por parte de los paladares más exigentes, los cuales observaron ciertos defectos de forma culinaria. Si se repitiera en otras ocasiones este tipo de reuniones gastronómicas, se sugiere que las personas que se mueven en estos entornos aporten ideas de sitios cuya relación calidad precio entre dentro de un presupuesto ajustado. También estaría muy bien que otras voluntades pudieran gozar del “placer” de coordinar movimientos de masas de este tipo. Y, cómo no, después de la comida hubo seguimiento de algunas piezas musicales por las parejas más atrevidas que se lanzaron al ruedo del baile. Y algunos, desde la mesa, cuchicheando sobre mira quién baila con quién.
Mención especial para Aina, presentada en sociedad en medio de la sala, un encanto para GRMANIA y también para aquella tercera edad que se deleitaba mirándola. Colaboraremos para que tu futuro sea el mejor posible.
Y la despedida con un pensamiento que habla de búsquedas, conocimiento y recorridos. Lo ha escrito Javier García Sánchez en su último libro titulado como la montaña, “K2”:
“Ya no más vías de ataque sino sutiles y prudentes recorridos de búsqueda, pues si aquéllas dan efímeras glorias, éstos reportan el conocimiento certero”
Evaristo
Terrassa, 29 de enero de 2007
Una de romanos y muchas de calçots
GRmanos y GRmanas,
El primero, un coche Mercedes. El segundo, un monovolumen usado para transportar a directivos de empresa de ida o vuelta al aeropuerto. El tercero, un autobús de 40 plazas. Parecía una expedición bien organizada y numerosa, con objetivos del más alto nivel. Alto, alto sí que lo era: lo que daba el brazo para levantarlos, descapullarlos, mojarlos y engullirlos.
¿Cargamos? dijo la conductora, expresión que inquietó a usuarias que no entendían el argot de la profesión: cargar y descargar (humanas personas, se entiende). Aún provocó más nuestra transportista cuando nos consultó qué nos parecía si le escuchábamos otra expresión habitual: “¿Hago hoy un servicio?” Aclaró que tenía otro sentido que el grito de guerra de los nocturnos y eróticos alrededores del Nou Camp, por ejemplo.
Ya cargados todos y todas, sin el Mercedes inicial, la dirección concreta era un recorrido preparatorio para justificar los condumios posteriores, sentados a cubierto con cuchillo y tenedor. Una historia de romanos, un santuario y muchas, muchas tejas llenas de calçots.
Hacia abajo
La ruta señalada discurrió paralela a ese pasillo mediterráneo por donde las huestes romanas ya se movieron hace muchos años. Ahora aquella “Via Augusta” ha dado paso a muchas carreteras, viaductos y trenes de baja (la más abundante) o alta velocidad. Las señales de que la voracidad de la civilización no quedará así se comprobaban en las talas longitudinales de vegetación, también paralelas a la antigua vía romana. Al destruir para construir se le llama transformar.
Pero lo nuestro era caminar, sin dejar más huellas que las pisadas. Uno de los caminos después de Altafulla sirvió para comprobar sobre el terreno la temperatura ambiente: en la tierra del suelo los charcos helados así lo demostraban. Los avellanos desnudos y esa vegetación tan típica como el palmito, el algarrobo y algunas viñas se alternaban con los pinares que aún sobreviven a las talas y a los estivales incendios.
La referencia al asfalto era evidente: el tráfico rodado evidenciaba la movilidad continua de la ciudadanía, la libertad de desplazamientos y, para mentes aburridas, entretenerse en imaginarse adónde irá cada vehículo a esa velocidad (se supone que controlada por el carnet por puntos).
Mientras el camino se hace al andar, nos acercamos al primer objetivo cultural programado, ese sitio que es monumento histórico-artístico desde 1931, el Médol. Unos restos romanos cercano a un área de servicio de la red de “Medes”, simbolizada con una palmera. Nada que ver con el obelisco de 16 metros de altura que señala el inicio de la extracción de piedra romana, de donde se dice que sacaron 50.000 metros cúbicos dejando un agujero de más de 200 metros de largo. Se supone que la sangre, el sudor y las lágrimas de tanto esfuerzo perteneció a tantos esclavos que sucumbieron para que hoy todos admiremos el arte romano de Tarragona, sin apenas imaginar a tanta gente anónima que allí pereció “al servicio de…”
Fue una de romanos con prueba pericial incluida. El personal nunca se pudo imaginar la imagen dada a causa de una inoportuna pared que franqueaba el paso. Por la parte de atrás se instaló la “culocracia” (por dónde sino: por atrás), muchos traseros altivos preparados para el impulso. Por delante, foto y clamor popular. Si lo hubieran visto aquellos romanos, el salto no hubiera quedado sólo en eso. Como efectos colaterales, aparte de la instantánea digital, crujido de rodillas y algunos huesos temporalmente desencajados. Menos mal que faltaba poco para el refrigerio a modo de desayuno.
Tentempié inicial
Hubo que sortear la autopista para situarnos en un lugar despejado y con sol. Imitando quizá al obelisco de El Médol, los más osados y osadas degustaron sus bocadillos encima de los restos de un promontorio de cemento. Oteaban un panorama gastronómico bastante uniforme y, también aquí, las máquinas trituradoras de antiguos paisajes aplanaban los espacios para más asfalto. En medio, carteles alusivos a El Médol allí, solos, cubiertos de polvo. En uno, patrocinado por nuestra tienda francesa de moda deportiva, se loaban contemporáneos proyectos en el solar de la pedrera romana. Ejemplos: un concierto de música celebrado allí cuando se declaró Patrimonio histórico. Otro, fallido: el President Macià quiso levantar ahí un monumento “Als Catalans Ilustres”, pero todo quedó en la utopía política. Nuestra realidad era un camino con sorpresas.
De subida
Con los cuerpos más o menos acondicionados, el camino iba sorteando más obras, pueblos y subidas. La respuesta del respetable fue la adecuada. Lamentar sólo uno de esos gajes del oficio, como fue la lesión de una cuidadora profesional de nuestra salud. Desearle una buena recuperación y su pronta reincorporación al servicio de guardia de GRMANIA. Lo demás, lo de siempre. La subida, con esos jadeos propios del esfuerzo y hasta con sudor. El rellano urbanizado sirvió como punto de concentración y de permanencia de las responsables de primeros auxilios. Allí esperaban al vehículo de rescate, operación que se convirtió en una aventura llevada a buen puerto gracias al dominio de la orientación de nuestro coordinador general. Ni GPS ni nada. Para llegar a ese punto utilizó instrumentos manuales de oteo. Tuvo que encaramarse a lo más alto de un pino, asombrando a los allí presentes por su banco de recursos en última instancia. Mientras, el resto ya había tomado posesión de un santuario que dio mucho de sí.
Lorito o Loreto a la vista
Nadie podía imaginar que aquellos cuatro helicópteros que ronroneaban en lontananza fueran como un preámbulo de un santuario relacionado con el vuelo. Colocado allí arriba, el primer recibimiento era un monumento que la aviación le dedicaba a esta virgen, su patrona. Encima de aquella loma, bien soleada y mejor aireada, el edificio en sí era atractivo, colocado en una explanada con el mar al fondo, con un polémico movimiento de obras en medio y con un centro religioso italiano.
La larga espera hizo volar la imaginación y el entorno ofrecía algunos atractivos lingüísticos dignos de destacar. La pared de la entrada, cerca de las aspas del avión, recibe al visitante con una frase como si allí hubiera ladrones de bicicletas: “La teva oblidada bici potser la seva millor eina”. Después aclaran que se recogen bicicletas para la Ciudad de los Muchachos de los Padres Rogacionistas en Manila (Filipinas). Más adentro, la pared del centro religioso expone un rótulo con la cara y el nombre del fundador italiano, Aníbal Maria di Francia y una frase del evangelista Lucas: “Preguem l’amo del camp envii obrers a les seves messes” (Lucas 10,2) e iba firmada por las “Hijas del Divino Celo”. Parece ser que esta frase enervó los ánimos y, por aquello de entretenerse, sirvió para curiosos juegos lingüísticos y diversos matices semánticos. Ya dentro del santuario, llamaba la atención algunas incompatibilidades de las nuevas tecnologías (ya viejas): “Para hablar con Dios no necesitas el teléfono móvil. Apágalo, por favor”. Parecían no saber que “La vida es móvil, móvil es…” Ya sabéis para qué no sirve el celular.
Lo que sí sirve para mucho es ese terreno excavado que se veía entre el santuario y el mar. Podía ser como un Médol romano de ahora. Pero no. Era mucho más, uno de los grandes escándalos inmobiliarios de la zona. Se llama “Terres Cavades”, 101 hectáreas previstas para construir 5.000 viviendas y 20.000 personas más en un futuro. Todo ello gracias a complicidades políticas del ayuntamiento de Tarragona con ese ya habitual entramado de constructores. Quizá era aquí a donde esos especuladores enviarían a aquellos obreros que aparecían en la frase del evangelista Lucas. A los amos de esos campos les enseñaban planos en los que siempre pasaba un vial por encima de su casa. Así vendían sus terrenos. Otra Marbella más, muchos más Pacos el Pocero. Y van…
Muchas tejas de calçots
El último monumento programado, otra de romanos, se tuvo que contemplar desde el autocar. No había tiempo y el destino nos esperaba con retraso. El multitudinario recinto ya estaba muy ocupado, quizá no por aquellos jubilados de Lloret y Blanes vistos durante la etapa anterior. O sí. Mesas dispuestas con salsa, babero y guantes de plástico para auscultar los calçots, mojarlos e ingerirlos después. Respecto a la comida, la normal en estos casos. Tejas y tejas de este tipo de cebollas, con la vista hacia arriba para conseguir un encaje perfecto entre la boca y el calçot. De los fallos dio fe el babero, la mesa y el mantel. Mención especial a esas legumbres que el humorista del grupo definió como “las aflojatodo”. En cuanto a la calidad, división de opiniones como en los toros: hubo palmas y ciertos pitos por parte de los paladares más exigentes, los cuales observaron ciertos defectos de forma culinaria. Si se repitiera en otras ocasiones este tipo de reuniones gastronómicas, se sugiere que las personas que se mueven en estos entornos aporten ideas de sitios cuya relación calidad precio entre dentro de un presupuesto ajustado. También estaría muy bien que otras voluntades pudieran gozar del “placer” de coordinar movimientos de masas de este tipo. Y, cómo no, después de la comida hubo seguimiento de algunas piezas musicales por las parejas más atrevidas que se lanzaron al ruedo del baile. Y algunos, desde la mesa, cuchicheando sobre mira quién baila con quién.
Mención especial para Aina, presentada en sociedad en medio de la sala, un encanto para GRMANIA y también para aquella tercera edad que se deleitaba mirándola. Colaboraremos para que tu futuro sea el mejor posible.
Y la despedida con un pensamiento que habla de búsquedas, conocimiento y recorridos. Lo ha escrito Javier García Sánchez en su último libro titulado como la montaña, “K2”:
“Ya no más vías de ataque sino sutiles y prudentes recorridos de búsqueda, pues si aquéllas dan efímeras glorias, éstos reportan el conocimiento certero”
Evaristo
Terrassa, 29 de enero de 2007