La alta Garrotxa, con un interés muy natural
GRmanas y GRmanos:
De cómo un espacio de alto valor natural responde al cartel – Sobre disfunciones momentáneas de órganos diversos - de la alta Garrotxa a la Terra Baixa – sobre turismo nocturno por La Maurina – sobre la cuesta de enero, muy en subida – del lujo de pisar charcos –sobre marineros de tierra adentro - sobre simulacros de comidas vigiladas por uniformes – de remedios femeninos para males masculinos.
El nuevo año, además de tantos deseos, ilusiones y proyectos, sorprendió a los caminantes recién subidos al autocar, con una visita nocturna para descubrir las interioridades de La Maurina, cual turistas ojeando Las Ramblas de Barcelona en autobús al uso. Los principios sirvieron para demostrar el valor del rodear frente a la inmediatez de la línea recta. Dos vueltas al barrio, observación de aquel colegio que dirigió tan ilustre formador de generaciones, ajustes para caber por las calles y llegada a la segunda parada. GRMANIA no tenía nada que ver con que la empresa se hubiera dividido, que los autocares ahora aumentaran el patrimonio de la compañía fuerte de Terrassa y que la agencia con la que tratamos siguiera siendo nuestro único punto de referencia. Pero podremos seguir disfrutando del tacto y amenidad de quien nos conduce.
Disfunciones corporales diversas
“La percepción de la realidad es la realidad”, dice un aforismo del mundo de la economía. Y la de GRMANIA es diversa desde el punto de vista corpóreo. 2008, el DNI y los fríos invernales parece que se han juntado y han aglutinado pasajeras disfunciones en los cuerpos: resfriados diversos, posoperatorios renales, espolones, intensas gripes, esquirlas puntiagudas, etc. El campo es diverso pero esperanzador. Esperamos que todos los procesos sean satisfactorios y que las funciones hagan a los miembros. No tocó la lotería pero que no decaiga la salud.
Espacios de alto valor natural
Así rezaban diversos carteles distribuidos por un lujo de subcomarca que muchos descubrimos: la alta Garrotxa. Las mentes despiertas de caminantes curtidos admiraban las grandes masas forestales aún casi vírgenes, los hayedos que permanecen en el anonimato de la gran masa pateadora de aceras, pinos rojos, extensiones de árboles de hoja caduca o perenne que permitían ver el horizonte y descubrir una realidad natural por capas: cerca, el bosque y animales diversos de los de verdad; más allá, más de lo mismo y, aún más lejos todavía, la claridad del día permitía contrastar el color de la nieve con el gris de la naturaleza adormecida, el verde apagado del fondo con el marrón de tanta hoja seca a los pies, la luz del sol de invierno con la luminosidad del fondo nevado.
Oix, a 410 metros, enseñó el centro de un pequeño pueblo del que partía la etapa. El camino hoy era exigente y representaba un continuo calentamiento muscular para afrontar en forma la cota máxima, 910 metros. 500 metros de desnivel que ponían a prueba al personal, procedente de las voracidades navideñas.
Ermitas, animales y almuerzos de los de verdad
El coll de Toralles, a 615 metros, ya significó cierto consumo de reservas caloríficas, por lo que se procedió a la búsqueda de una buena zona para el avituallamiento sólido y líquido. Antes el camino enseñó vacas de las auténticas, no de las fijas y pintadas; caballos para carne y algunas aves de gran envergadura que merodeaban a cierta altura. Un paisaje para vivir la soledad y para pasar con un GR. Y para desayunar con tranquilidad, al sol y al lado de una ermita, la de Sant Martí de Toralles, del año 977, románica y abierta a las visitas. Al lado, la pareja cuidadora de la casa y de los terrenos de un propietario valenciano, amables y acogedores, procedentes de Palau de Plegamans. Al parecer, el amo pensó venir desde Valencia tres o cuatro veces al año. Pero ahora, la zona le cautiva tanto que cada mes aparece por aquí.
San Isidro, expectante
El camino, lleno de bifurcaciones, siguió tensando ahora el almuerzo. Poco a poco el paisaje se abría con la altura. En el coll de Toralloles, a 735 metros, apareció la imagen el patrón de los labradores (excepto en Cataluña, que dicen que es Sant Galderic) y patrón también de Madrid. En una pequeña hornacina, el santo debía darse cuenta de los entornos que le rodeaban: desde el alto sólo se veía un camino al fondo que conducía a dos masías, todo era una tupida masa forestal y aquella nieve que iluminaba aún más la perspectiva del horizonte. El camino era estrecho y resbaladizo.
El encanto del agua
Hacía tiempo que no había posibilidad de sortear charcos de agua. No había forma de llenarse las zapatillas de barro. Era difícil ponerse en alerta porque la suela del calzado no te sorprendía con piedras que resbalaban. Los pantalones no podían disfrutar con las ocasionales salpicaduras de barro. Pero hoy sí. Hasta una parada técnica para juntar el grupo se hizo al lado de una laguna en el camino. Parecía como si fuera algo recuperado después de tantos días sin lluvia. Un símbolo de ese agua tan publicitada con aquello de que para tenerla hay que cerrar el grifo. Allí, al lado del hostal de la vall del Bac se recuperó la palabra “retrete”. No porque varias personas aprovecharan la parada y fueran a usarlo de forma real e imaginaria al mismo tiempo, sino porque nuestros pupilos más pequeños hoy hacen mejor sus necesidades si son capaces de identificar en el símbolo de la puerta que les toca las letras W.C. Una vez hechas las evacuaciones y recuperado el grupo en su integridad, la partida no nos podía hacer imaginar que pronto unos animales se pondrían a nuestra altura.
Sorpresas rurales inesperadas
Pocas casas y algunos animales. Y, de entre todos, nuestra especie. “Ponte a su lado que os hago una foto a los dos burros juntos”, era la irónica invitación que nuestro webmaster hacía a algunos distinguidos a ser retratados con la raza autóctona: el guarà. Al lado de la ermita de la Mare de Deu dels Àngels de Llongarriu había machos, hembras y crías. Parecían de uso turístico, objeto de decoración de fotos con detalles del lugar, de ésas que indican “yo también estuve allí”. Los animales formaban parte de un entorno rural en proceso de reconstrucción. El edificio que remodelaban se asemejaba a esos de descanso en el campo, muy apto para que los modernos profesionales del ordenador para enseñar (ya no tiza) puedan algún día hacer una cura de desintoxicación educativa. Por ejemplo ellos u otras profesiones también. Espacios donde el tiempo funciona de otra manera, donde esperar cuenta menos que si fueras un pasajero de los trenes de cercanías (¿qué son cuarenta minutos de espera comparado con toda la eternidad?, que dijo el futuro abuelo a quien se quejaba de sus minutos desperdiciados hace unos días ante unas vías desiertas de trenes de cercanías).
Pero el campo también se adapta a los nuevos tiempos. No sólo con vehículos de tracción total. ¿Qué hacía él con un artilugio lleno de antenas al lado del camino? Era un habitante de la zona que había desplegado modernas tecnologías de captación de ondas. Buscaba a sus perros, perdidos pero marcados con un chip cuyas ondas captaba dicho aparato. O sea, las TIC al servicio del labrador.
La cuesta de enero, muy en subida
Los planos en formato papel avisaban que pronto se producirían sorpresas. Había que cubrir un desnivel significativo, inhabitual desde hace bastantes etapas. 200 metros en poco trozo. Ante esta sorpresa, qué coincidencia pero hubo un grupo que se despistó por la carretera y llegaron descansados al final de la etapa. De hecho los servicios jurídicos amenazaron con incoarles un expediente administrativo por abusar del asfalto y no sudar la cuesta de enero. Después de los tres cuartos de hora de espera por si se retractaban de su despiste y volvían al punto inicial, el grupo acometió el reto final. La bajada al torrente pronto fue adoptando suave posicionamiento en ascenso. Mientras esto ocurría, la senda estaba franqueada por paredes verticales a modo de balcones no aptos para el vértigo. El pronunciado desnivel recordó otros tiempos en que aquéllas sí que eran subidas. Ésta era una auténtica cuesta de enero, con sudor y esfuerzo para llegar al final (también del mes). Una subida a prueba de turrones acumulados e hígados castigados. Una vez arriba, la carretera y los indicadores simbolizaban que el final estaba cerca. A lo lejos, Sant Pau de Segúries, el grupo despistado y la leyenda del marinero por estos pagos. Ese personaje que para que no lo conocieran en la costa se fue al interior y acabó en este pueblo, un lugar del que arranca también una vía romana digna de recorrerse. Y el Costa Bona a lo lejos, marcando formas envueltas en una gran capa blanca.
La comida, en cueva vigilada
La parada en el restaurante y camping Els Roures pasará a la historia por su decorado y por su expectante compañía. Además de las cuatro personas nuevas que acompañaron al grupo, el marco del lugar se asemejaba a una cueva con el techo formado por una bóveda de ladrillos. Parecía una de aquellas comidas que se hacían para celebrar alguna reunión conspiradora contra otro Régimen. Pero ni contra aquello ni contra lo de hoy. Además, ¿quién sería el que levantara la voz o dijera según qué consignas si al lado había cuatro representantes de la seguridad nacional catalana que comían con agua?. Nunca hasta hoy GRMANIA ha comido con tanta y tan latente vigilancia, aunque no tuvieron que llamar al orden (establecido) a nadie. Una seguridad que pronto levantó el vuelo y dejó que quien hará de Tomàs “L’Ermità” en Terra Baixa estimulara el ánimo del sector femenino. Pronto se habló de “lagartonas”, se recordó a una moza que desconoce en su calendario el pasado uno de enero a causa de una indisposición muy espumosa. O se sugirió el nuevo uniforme del cobrador del GR: con tanga por encima de las mesas.
Calores curativos de vuelta
Los cristales del autocar pronto se empañaron por dentro. El calor humano del interior fue a parar a los cristales. Y más cuando los ánimos se caldearon ante posibles formas de curar a algún GRMANO ausente. Cierto sector femenino se brindó a darle con suavidad y cariño masajes (empezando por el pecho) con uno de esos compuestos que exigen “contacto con tacto”. Menos mal que los sueños, sueños son y la siesta se apoderó de bastante personal.
La primera etapa del año presentó en sociedad un GR que cambia de proporciones y que implica más esfuerzo, otros retos pero sin llegar al miedo. Aunque bien está para otras empresas vitales atender lo que hace poco dijo en una entrevista la más famosa arquitecta del mundo, la iraquí Zaha Hadid:
“Si no te comes el miedo, no consigues nada”
Evaristo
Terrassa, 18 de enero de 2008
http://afondonatural.blogspot.com
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