Pasar de lo superficial al fondo no es fácil. Tener buen fondo cuesta. Pero, tranquilos, aquí no se va a tope ni a fondo. Todo con naturalidad.
sábado, 4 de octubre de 2008
Décima etapa del GR1, entre Gironella y L'Espunyola
Intensa vida social en un agradable paseo por el Berguedà
GRMANOS Y GRMANAS
Besos, arrumacos, hola, cómo estás, los típicos saludos se produjeron después de varios meses de dispersión por esos mundos tan globalizados en uno. Aparentemente la nocturnidad no dejaba descubrir supuestos cambios físicos. Lo más visible fue alguna barba tipo Che Guevara (de nuevo de moda: Benicio del Toro en pantalla), alguna perilla de perfil romántico, muchos teñidos y bastantes cabellos que debieron quedar a merced del viento (fueran o no por “echar una cana al aire”).
Desempolvados los enseres excursionistas, llenas las mochilas, sólo quedaba estirar la musculatura, acomodarse en el marco incomparable del espacio de cada asiento de aquella antigüedad con ruedas, fiarse de los dedos muy anillados de quien nos conduce y encomendarse al destino.
Globalizados
Aquel final de la otra temporada ahora es el principio de ésta. Gironella, a 450 metros, meta e inicio. Al lado del río Llobregat, a donde vertían las aguas de las fuertes lluvias caídas hace poco. Los charcos por el camino también daban fe de ello. La placidez del recorrido invitaba a la añoranza de aquellos tiempos estivales en que todos invertimos nuestros dineros para ver, fotografiar y contar tantas muestras de que lo que vimos en la web o en la foto de la agencia era verdad. Existía. Somos testigos y lo hemos traído en nuestra memoria digital. Con las aguas del Llobregat cerca, alguien hablaba de la belleza del crucero por el Nilo o por los mares del norte de Europa. Siguiendo el camino hubo quien su porción de agua estuvo en el delta del Ebro. Entre arrozales y barcazas llegó hasta Buda (la punta). Más adelante inquietó saber por qué a aquel guía le faltaba un dedo por culpa del agua (muy bien digerido por las pirañas). O cómo nadie se atrevió por la noche a bajarse de la hamaca para “hacer aguas” o a “cambiarle el agua al canario” en medio de tan espesa vegetación, con sonidos inquietantes. O quien descendió el río Sella en canoa y le hizo aguas, quedándole la barca por montera. Entre charcos y barro también le vino a alguien el recuerdo del camino de Carlos V desde Tornavacas a Yuste, con frescos baños en la Garganta de los Infiernos. Y, ya que de líquidos va el recuerdo, hubo quien denunció en público que lo invitaron a casa de un ilustre caminante y no fueron del todo saciadas sus necesidades cerveceras. Decía que Buda vivió mejor. Pero nada como quien estuvo diez días de submarinismo en medio del Mar Rojo, en la zona donde Moisés dicen que separó las aguas. O de los caminantes hacia Santiago, bien regados con buenos caldos al final de cada etapa, en bici o a pie. O la preocupación que inquietaba a otro ilustre del grupo, pues no sabía para qué utilizarían el edificio con la gota de agua de la Expo de Zaragoza. Claro que, para desfacer el entuerto, pronto le espera una ruta por los paradores de Andalucía. Hasta también se recordó la ausencia del agua: en ese gran desierto en medio de la selva brasileña, en las zonas donde el Nilo no es el maná, en los altos riscos de exigentes rutas pirenaicas con los recipientes vacíos, en los precios a los que cobran el agua al turista asfixiado. En resumen, el mundo tiene aún más forma global en verano mientras los aviones, la paga extra, el pago a plazos e Internet lo permitan.
Dulces paseos otoñales
Las lluvias habían refrescado el ambiente y algunos vegetales reverdecían. Otros aportaban esas frutas que algunos muy rurales tomaban prestadas sin derecho a devolución. El recorrido sorprendía con pintadas reivindicativas de libertades varias, o que los del centro roban. La lluvia aún no las había desdibujado. Estéticamente sorprendían a los pocos caminantes que por allí pasaban. Con el Prepirineo al fondo y charcos al lado, pronto apareció la ermita de Sant Vicenç d'Obiols, de arte románico. Muy bien conservada, con buenas vistas y un recóndito cementerio. Un espacio, éste, que a alguien le recordó el principio de otra actividad deportiva del domingo pasado en Sant Joan de les Abadeses. En aquella ocasión, ciertos intrépidos del pelotón de cola aparcaron al lado del servicio de Pompas Fúnebres del Ripollès. Afortunadamente ni en aquella ocasión ni ahora hizo falta su uso.
Mientras, el dulce paseo discurría entre el bucolismo de los campos que esperaban el otoño real, los animalillos vacunos rebrincaban en sus granjas, los de la cresta cacareaban en el corral formando un rojo pelotón y los patos dibujaban un sinfín de olas en aquel estanque. Y todos los caminantes disfrutaban del reencuentro, con tantas historias acumuladas tras varios meses de no verse. Aunque, bien es verdad que alguna destacada moza ya empezaba la temporada con disquisiciones improcedentes. La atrevida señora quiso calentar el ambiente por Internet con aquello de alargar las etapas. Un sagaz mozo se interrogaba en su respuesta sobre qué había que alargar y, según lo que fuera, se apuntaba a tamaño proceder. A lo que ella, delante de testigos andarines, tuvo el descaro de cierto desaire perdonable: “Yo cuando quiero caminar, llamo a mis amigos y me voy a la montaña”. Mientras, todo el grupo que la acompañaba la seguía...¿haciendo qué? Más adelante se descubrirá realmente qué es lo que le supuraba por una pierna, que usaba para caminar...¿o no?
“No le hagáis un feo al abuelo”
La primera etapa, diseñada para poner los cuerpos a tono, transcurría plácidamente. Y el reloj, también. Sin alteraciones, con la nostalgia del verano en los labios, regodeándose en lo felices que fuimos mientras no teníamos horario fijo. Hasta hubo quien presumió de que lo único que anduvo fue para cubrir la distancia que había entre el aparcamiento del coche y el restaurante de turno. Los esfuerzos del primer día se pagan y qué mejor que coger fuerzas con la primera parada gastronómica.
Se desconocen las fuerzas telúricas que mueven el inconsciente colectivo pero las iglesias y ermitas deben embrujar al personal. La parada se efectuó en una que parecía haber previsto el encuentro. Ya había un espacio cerrado, como si fuera una mesa redonda, y un habitáculo en medio. Lo que quizá fuera un baptisterio en desuso pronto tuvo utilidad. Los bastones allí colocados parecían un cuadro de las lanzas, prestas a entrar en acción por la empuñadura. Pero lo que se puso en marcha fue la parafernalia habitual: botas, bocatas y otras especies. Todo parecía discurrir dentro de los cauces habituales, hasta con cierta tranquilidad sospechosa. Y todo se alegró cuando el abuelo y la abuela enseñaron los trofeos que habían acarreado en la mochila. Los termos con café estimularon un ambiente que pronto pasó a mayores. El preciado y afrodisíaco chocolate Lind se derritió en los paladares, las cajas no paraban de circular. Para despegar el preciado cacao de la lengua, qué mejor que la ayuda de algunos alcoholes como Torres 10 y Chinchón dulce. Con la disculpa de preparar un carajillo, los vasos no paraban de rellenarse y los cerebros pronto se vieron atacados por risas, frases y locuacidades diversas. La temporada empezaba con un suave botellón...¿dónde? Pues a la puerta de una iglesia. Risas, chistes, tertulias, “llena otra vez el vaso, parece que hablas demasiado, come otro bombón y no le hagas un feo al abuelo, tantos años en colegios de curas y monjas y a tu edad narcotizándote cerca de la pila donde a alguno bautizarían....con agua, si Paco viera el fruto de tantos dineros como invirtió en tu educación y ahora esto”. Las botellas circulaban y todos felicitaban tan loable iniciativa. Una sincera felicitación que, más delante, el abuelo le contará a Júlia con pelos y señales. Luego, quizá ella le responda: “¡Venga abuelo, no paras de contar batallas!” Pero seguro que ambos se entenderán mejor que los del anuncio del espetec Casa Tarradellas.
Encrucijadas y anacardos
El camino discurría entre suaves lomas con las estribaciones del Prepirineo al fondo, el santuario de Queralt, campos en diversos estados dentro del calendario agrícola, casas derruidas por el abandono, granjas y ermitas como la de Santa Maria d'Avià, a 685 metros. Un GR con bifurcaciones sin pérdidas, con pintadas reivindicativas a merced de pocos lectores y con sorpresas.
La placidez del recorrido dejó mucho tiempo libre para hablar, fotografiar, escuchar, compartir, fijarse y hasta hacer equilibrios en el aire. Aquella moza díscola con la persona que se esfuerza en diseñar los recorridos observó que por su pierna supuraba algún líquido raro. Como que el camino le sabía a poco, debió entregarse tanto a las libaciones etílicas que restos de algún destilado le recorrían la pierna, mientras la sin hueso no paraba de trabajar. Pronto se puso a tono, volvió a cierta compostura y siguió hacia adelante por barrizales diversos y charcos a discreción.
Más adelante, otra alerta preocupó a los servicios médicos femeninos. Un buen mozo parece ser que iba pensando en la “castanha caju” y, no sabe por qué, pero casi demostró lo que era un tirabuzón en vivo y en directo. Trastabilló, tropezó, giró y las consecuencias de tan desgraciada caída eran evidentes. Entre las frutas tropicales con que obsequiaron al grupo la pareja de intrépidos aventureros (en español, la palabra anterior es Anacardo), quizá los vapores de carajillos anteriores y alguna raíz o piedra puesta a modo de estorbo, el susto puso en alerta al grupo. Y se produjo un curioso efecto, una novedad: una mano femenina muy diestra frotaba al caído hasta en la tetilla izquierda (¿sería por ser ella experta en cardiología?), él insistía en que tenía más muescas en otros lugares, como en la cara o pierna. Todo fueron atenciones en tierra y, en especial, al reiniciar el camino. El efecto pasará a los anales de GRMANIA: ya en pie, él inicia el camino y casi toda la representación femenina del grupo andarín lo rodea mientras asciende una pequeña cuesta. Parecían querer llevarlo en volandas. Con tantas atenciones de género, se le desea que las próximas caídas a tierra no sean por accidentes.
El hombre
Los kilómetros llegaban a su fin aunque hubo ciertas dificultades que superar. Los resbalones provocaron salirse del camino oficial y triscar por márgenes varios, aguantar alambres protectoras al pasar y mancharse los bajos (de los pantalones). También hubo quien, en anteriores salidas estivales, se quejaba a sus compañeras de camino que ya no tenía tantas fuerzas, que ella ya no era ni su sombra, que tiempos pasados fueron mejores. Batallas que se fueron al traste cuando se puso la primera de la fila y se dejó llevar por algún hombre que ahora está en progresión muy ascendente. Las compañeras, desde atrás, veían cómo ella sí era como antes, sólo que en esta ocasión el estímulo del paso ligero no sólo estaba en el camino.
Otro hombre destacó en la ruta. Un tractor llevaba un remolque con buenos trozos de madera para calefacciones, chimeneas, parrillas y asados. En el pescante iba un señor entrado en años luciendo el moreno y desnudo torso. Detalles que no le pasaron desapercibidos al profesional del chiste en el grupo. De ello dan fe las palabras que le lanzó a aquel sujeto: “¿Qué bien vas ahí arriba tomando el sol, eh? ¡Con esa leña ya harás buenas barbacoas!”.
El pan
Cerca del final, la casa dels Quatre Vents, a 775 metros, parecía una atalaya que estaba a merced de los fuertes aires de la zona. Unos canes atados en las esquinas mostraban su cara menos amable, aunque el dueño decía que todo era imagen. Las vacas le hacían compañía al dueño, un hombre mayor que se recuperaba de fuertes sesiones de quimioterapia y veía su futuro con optimismo. No obstante, el presente era una casa por donde han pasado muchas generaciones y una higuera que brindaba sus granates y maduros frutos. Esta vez hubo que pedir permiso y disfrutar de las delicias de unos higos que sabían a regalo natural (de hecho, eran gratuitos). Aunque no todo eran momentos dulces. A un atleta en constante progresión le sorprendió “la caricia” de una avispa y le dejó un desagradable recuerdo. Más adelante, ya a la entrada de L'Espunyola, el olor a pan recién hecho formaba parte de esa técnica publicitaria que ahora cada vez está más de moda. Es el marketing sensorial, un moderno truco empresarial basado en lo de toda la vida: los buenos olores de los alimentos recién hechos se expanden urbi et orbe y animan a los sentidos más primarios a soñar con esos manjares. O sea, a conprarlos. Pius daba nombre a aquel horno que recibía al consumidor con una gran masera al fondo, grandes hogazas de pan cerca y dos señoras que se vieron sorprendidas por la avalancha humana, ávida de recordar los sabores de antes hechos ahora. Quien sabe de productos autóctonos, experta en flora, fauna y hongos, sorprendió al público ignorante con la compra de una especie de pan rallado típico de la zona. Ella decía que era excelente para la sopa de pescado. O sea, un secreto que no desveló hasta el momento de montar en el autocar.
Cal Curro
Como el dulce paseo dio para mucho, sobró tiempo para recordar aquellos momentos en que este bar del Pont de Vilomara llenaba las mesas de enormes jarras de cerveza. Esta vez fueron más pequeñas pero muchas. Bebida y comida. Porque, como dijo una vez el padre del presidente de la empresa Ford y después de Chrysler, Lee Iacocca: “En tiempos de crisis, la última cosa que deja de hacer la gente es comer”.
No se sabe los motivos pero se formaron dos grupos de comensales. ¿Quizá la gente más fashion estaba fuera y el resto dentro? Todos, bien regados por líquidos. Y, los de dentro como mínimo, degustaron detalles gastronómicos con que nos obsequiaron los visitantes de Brasil. Pero los de fuera sorprendieron al respetable con un detalle al cuello. Siguiendo con el moderno márketing, ahora también se puede colaborar en la esponsorización de una nueva barca tipo llaüt a cambio de un pañuelo amarillo. Y, además, con el honor de que tu nombre figure inscrito en una zona del exterior de la barca, bien visible.
Ya de vuelta, en el autocar, siguió el reparto: una postal de recuerdo de la fiesta de Sant Llorenç a la Mola, del pasado 10 de agosto, y un cartel anunciador de la Romería. Todo dado en medio de una sesuda conversación previa al breve conato de siesta. Se debatía acaloradamente sobre las predicciones catastrofistas del sabio Stephen Hawking. Un intercambio de ideas que apenas dio paso al momentáneo descanso.
El viaje de vuelta fue breve, significó el final de la primera etapa, un feliz encuentro que también puede ser propicio para terminarlo con un pensamiento:
“El secret de la felicitat
no rau a fer sempre el que es vol fer;
sinó a estimar sempre el que es fa”
Leon Tolstoi
Evaristo
Terrassa, 3 de octubre de 2008
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Novena etapa del GR1, entre el Molí d’en Vilalta y Gironella
¿Agua?, sólo en los pies
GRmanas y GRmanos:
Sobre ecuaciones de muchas incógnitas – Sobre aguas y lavados de bajos – A cerca de pastoras muy bucólicas - Micciones muy protegidas – Comidas con buen clima.
El sábado amaneció con el suelo mojado, lo cual podía parecer un pronóstico de lo que se avecinaba en una jornada que pretendía adentrarse “en el ojo del huracán”. O sea, decían que llovería allí y el destino final era ése.
Las bambalinas de cada etapa sólo están al alcance de ciertos comités de personas con trabajo extra. En esta ocasión la pulverización de las neuronas se agudizó con la famosa ecuación del tiempo. Una prueba matemática de muchas variables que nuestro coordinador creó a base de mucho insomnio consultando el oráculo de la Agencia estatal de Meteorología. El cometido de estos gabinetes de consulta es variado, depende de cada circunstancia. Algún día habría que publicar las historias ocultas que implican la coordinación de este grupo humano. En esta ocasión, alguien no recordó los elementos del gabinete de crisis, nombrados en la última asamblea, y abogó por una reunión consultiva y urgente de dicho comité. En vez de eso, se formó en la sombra digital “un sanedrín”. Los mensajes se sucedieron sin parar. Se trataba de ir más allá que las nubes, interpretar la quintaesencia del Meteosat, adivinar si llovería o no cuando los tantos por ciento fluctuaban pero no desvariaban. Al final, las ganas de volver al tajo andarín pudieron más que los pronósticos y el tiempo puso el resto. No llovió en general, aunque agua hubo y, por cierto, muy higiénica
Gotas y remos
Aquellas gotas iniciales sobre el asfalto no quedaron ahí. Las humedades matinales también limpiaron el parabrisas del carruaje con motor. Y la prevención del personal hizo que algunas mochilas apenas podían cerrarse por tanto recambio junto. No obstante, el detalle que levantó más sospechas fue ver a nuestra submarinista de élite con una mochila especial, por si acaso. Porque, si de lo que se trataba era que llevaba el neopreno, su olfato acuático podía causar estragos en el resto. Pareció que no le hizo falta. Ahora bien, los gurús del sanedrín arrugaron el entrecejo cuando aquellas gotas en el autobús podían avivar la polémica entre ir o no ir, quedarse o cambiar de planes: ser o no ser caminantes aquel día, esa era la cuestión. Y fue la claridad, el amago del falso sol en días con nubes amenazadoras, las circunstancias para caminar con la espada de Damocles encima.
Como el tema era propicio, qué mejor que hablar del remo. Ella decía que se presentaba a la etapa cansada por remar la noche anterior. Al ser preguntada si lo había hecho en seco o en mojado, aclaró su nueva apuesta con un tipo de remo largo, duro, consistente pero pesado. Dice preferirlos de fibra tipo kevlar. Ha empezado a competir en un tipo de embarcación antigua, el iagout, en Lloret de Mar, pero sólo remaban mujeres.
Días después, fuentes bien informadas aseguran que en algún sector se continúa hablando de agua pero marina. Al parecer, dos Grmanos hombres se están introduciendo de forma sibilina en el mundo de la náutica. La primera sesión de navegación marina la acaban de recibir. Se supone que ya no confunden un cabo con una cuerda. No se sabe si sus miras pueden estar en la inversión, a corto o a largo plazo, en algún tipo de embarcación que los distinga del resto de los mortales de mochila.
Aguas dulces
De entrada, la zona inicial del molí d’en Vilalta debió estar muy bien buscada por quien molía. Agua por todas partes que desaguaba en la riera de Merlés. A 500 metros sobre el nivel del mar, la frondosidad de esta primavera era la antítesis de los lamentos por la sequía de no tantos días atrás, con cañería incluida. Era una muestra de cómo las preocupaciones temporales evolucionan. Mientras, los charcos se sucedían, la riera Regatell parecía un río y algunos caños de las fuentes no daban abasto. Tanto verdor de golpe impactaba, miraras a donde miraras. Nuestra experta en botánica no daba abasto a identificar flores. O a invitar a degustar algunas de pétalos azulados que ella comía en su más tierna infancia. Y, a decir verdad, eran gustosas.
Lavado de bajos
Ni los perfiles de la maquinaria digital GPS ni los mapas a la vieja usanza (en papel) detectaron con tiempo que tanta agua daría lugar a ejercicios diversos si es que se quería proseguir el camino. Los oteadores que iban en avanzadilla luego se percataron de que la primera dificultad orográfica más bien era hidráulica. Una riera se interfería en el camino a modo de reto. Iba con agua suficiente como para hacer trabajar las neuronas. El paso era obligado y los caminos posibles sólo daban una opción: cruzarla. Hubo intentos de instalar supuestos pasos con maderas de la zona. Pero como que no. Por tanto, no quedaba más remedio. Había que dejar al aire las zonas más bajas del cuerpo y enfriarlas. Fue un buen motivo como para componer otra cara de GRMANIA: que si me tengo que sentar para quitarme el atuendo, que si resbalo, no salpiques, el agua está fría, a ver si te caes como aquella vez le pasó a…, mira por dónde y no he traído toalla, por fin un día me lavo los pies, ahora con qué me seco. O bien, pensamientos futuros por si otra riera obligaría a lavarse otros bajos que están un poco más altos. Por primera vez, todo el personal tuvo que enseñar los pies en agua dulce. Y quizá fuera por el tono del agua fría de aquel momento, o porque las varices bombearon mejor la sangre, el caso es que esta etapa se acabó más pronto de lo planeado.
Bucolismo
Tanto verde, tanto pasto, tanta explosión ardorosa de la primavera tardía desembocó en un alto en el camino para saciar alguno de los apetitos. Parada digestiva que también sirvió para coordinar la comida de hermandad que cierra la temporada. Y para buscar a una pareja de expertos cocineros que pretendían guardar su secreto de maestros en el arte del rancho para colectivos. Pronto nos mostrarán sus habilidades culinarias.
De nuevo en ruta, con las botas casi vaciadas y cierta alegría corporal por la recuperación de las calorías perdidas con pasos honrosos por frescas rieras, alguien del grupo trasero revivió en voz alta sus más tiernos deseos de la infancia. Al paso por un corral de ovejas, ella no pudo menos que proclamar en voz alta que una de sus ilusiones profesionales hubiera sido ser pastora. Y las miraba con esa ilusión de la más tierna infancia. Dentro, el pastor casi a punto de jubilarse quizá le hubiera cedido de buen gusto la cacha, los perros y el caliqueño si se lo hubiera propuesto en serio.
Búsqueda
El Lluçanès debe guardar sus mejores secretos al aire libre. Puede que estas circunstancias meteorológicas y primaverales brindaban una ocasión única para contemplar una alfombra tan verde, tapizada por el colorido de las amapolas y otras especies. La diseminación de las pocas casas daba aún más protagonismo a unos campos que pronto cambiarían de tonalidad. Al fondo, siempre estaba la referencia del prePirineo y cerca, un pequeño pueblo famoso por tener uno de los mejores restaurantes de la zona, Sagàs, a 740 metros. Pero el GR fue directo a la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, situada en un promontorio con unas escaleras que invitaban a la típica foto de grupo. Era románica, con panel explicativo fuera y porche con diversos carteles que anunciaban o buscaban: quien quisiera ir a misa tenía sus horarios; si en la zona había matrimonios en potencia para el 2008, allí los preparaban; quien quisiera ir a Lourdes en el 41 peregrinaje, allí le informaban; y también anunciaban que las vocaciones nativas eran responsabilidad de todos. Era una iglesia románica con mucho contenido.
Sonidos
La quietud y tranquilidad de la etapa se veía alterada por algún tractor o por la alegría dicharachera de los pájaros que parecían mantener discusiones inacabables en las ramas. Es la primavera, hermano. La perspectiva del paisaje poco a poco dibujaba la perspectiva de las montañas que hay encima de Berga. Altitudes con el monasterio de Queralt en medio y con el recuerdo de muchos sudores de algunos componentes de GRMANIA no hacía tanto tiempo atrás. Carreteras que se van abriendo por en medio del paisaje a modo de dentelladas al terreno. Movimientos de tierras para hacer balsas, construir puentes y asfaltar la rapidez en movimiento. Y ruido, mucho sonido de tubo de escape en la lejanía. Olván, a 555 metros, tenía enfrente una pista de entrenamiento para motos de trial. Enormes desniveles afrontados a todo gas, con motores que empujan con rapidez. Casi enfrente, algunos recuerdan otras muy pronunciadas subidas y bajadas a Rasos de Peguera, empujados sólo por las justas fuerzas del fuelle humano.
Micciones
Uno de esos que se dedican a hacer estudios de cualquier ocurrencia dice que cuando hay agua que corre se excitan algunos esfínteres corporales. Por eso al lado de las fuentes es habitual que haya un letrero con la prohibición de juntar aguas menores con las emergentes naturales, estén o no analizadas por el laboratorio de Oliver Rodés. En cada etapa es habitual la diseminación del personal para menesteres muy íntimos. Pero lo que no es normal es que alguien detenga la marcha de todo un grupo sólo porque un ilustre atleta avanza unos pasos y se regodea pareciendo hacer de la necesidad virtud. Mentes que van más allá sugerían otras habilidades manuales. Pero en estos casos siempre hay una voz que sitúa las habladurías en su sitio: una cosa es la necesidad y otra la diversión. Después de esto, prosiguió la marcha.
Climas
El final se acercaba, aunque para llegar había que sortear pasos asfaltados con curvas muy pronunciadas, falta de marcas por movimientos de tierras y atisbar para comprobar que las primeras casas de Gironella eran aquéllas que se veían en lontananza. La llegada tenía un objetivo importante, la búsqueda del casal La Llar. Allí ya habían preparado las mesas quienes acortaron la etapa con el autocar.
El local daba seguridad, no tanto por el sitio sino por ser la primera vez que uno come con una ambulancia medicalizada al lado y a punto. Se supone que nada tenía que ver con que este sitio fuera frecuentado por terceras y cuartas edades, refugiadas allí también por un anuncio en la puerta: “local climatizado”. Debía estar oculta esta maquinaria porque sólo se veía un espacio tipo almacén, con antiguallas como máquinas de coser, instrumentos de gimnasia inoperantes y sillas modelo posguerra. Pero la ambulancia estaba enfrente. Y, en una esquina de la sala, había una cartelera que en nada se parecía a la de la iglesia de Sagàs. Aquí la tercera juventud iba más a lo terrenal y a lo práctico: la cena de Navidad, vacaciones del Inserso en Mallorca, taller de manualidades, viajes culturales.
Los comensales se entregaron a los placeres digestivos entre risas, bromas y anécdotas curiosas. Mientras los espontáneos que tan eficazmente se transforman en camareros atendían las demandas del personal, los diversos temas que se tocan dan que pensar. Una facultad ésta que le sirvió a nuestro filósofo para enseñar con un ejemplo extraído de uno de sus brillantes discípulos, el cual, ante la invitación que una vez le hizo para que pusiera en práctica la facultad de pensar, le respondió: “¿Y eso cómo se hace?”.
Y, para cerrar pensando, aquella otra cita de Basilio Martín Patino quien, en su libro “La seducción del caos”, escribió:
“Nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias”
Evaristo
Terrassa, 10 de junio de 2008
http://afondonatural.blogspot.com
GRmanas y GRmanos:
Sobre ecuaciones de muchas incógnitas – Sobre aguas y lavados de bajos – A cerca de pastoras muy bucólicas - Micciones muy protegidas – Comidas con buen clima.
El sábado amaneció con el suelo mojado, lo cual podía parecer un pronóstico de lo que se avecinaba en una jornada que pretendía adentrarse “en el ojo del huracán”. O sea, decían que llovería allí y el destino final era ése.
Las bambalinas de cada etapa sólo están al alcance de ciertos comités de personas con trabajo extra. En esta ocasión la pulverización de las neuronas se agudizó con la famosa ecuación del tiempo. Una prueba matemática de muchas variables que nuestro coordinador creó a base de mucho insomnio consultando el oráculo de la Agencia estatal de Meteorología. El cometido de estos gabinetes de consulta es variado, depende de cada circunstancia. Algún día habría que publicar las historias ocultas que implican la coordinación de este grupo humano. En esta ocasión, alguien no recordó los elementos del gabinete de crisis, nombrados en la última asamblea, y abogó por una reunión consultiva y urgente de dicho comité. En vez de eso, se formó en la sombra digital “un sanedrín”. Los mensajes se sucedieron sin parar. Se trataba de ir más allá que las nubes, interpretar la quintaesencia del Meteosat, adivinar si llovería o no cuando los tantos por ciento fluctuaban pero no desvariaban. Al final, las ganas de volver al tajo andarín pudieron más que los pronósticos y el tiempo puso el resto. No llovió en general, aunque agua hubo y, por cierto, muy higiénica
Gotas y remos
Aquellas gotas iniciales sobre el asfalto no quedaron ahí. Las humedades matinales también limpiaron el parabrisas del carruaje con motor. Y la prevención del personal hizo que algunas mochilas apenas podían cerrarse por tanto recambio junto. No obstante, el detalle que levantó más sospechas fue ver a nuestra submarinista de élite con una mochila especial, por si acaso. Porque, si de lo que se trataba era que llevaba el neopreno, su olfato acuático podía causar estragos en el resto. Pareció que no le hizo falta. Ahora bien, los gurús del sanedrín arrugaron el entrecejo cuando aquellas gotas en el autobús podían avivar la polémica entre ir o no ir, quedarse o cambiar de planes: ser o no ser caminantes aquel día, esa era la cuestión. Y fue la claridad, el amago del falso sol en días con nubes amenazadoras, las circunstancias para caminar con la espada de Damocles encima.
Como el tema era propicio, qué mejor que hablar del remo. Ella decía que se presentaba a la etapa cansada por remar la noche anterior. Al ser preguntada si lo había hecho en seco o en mojado, aclaró su nueva apuesta con un tipo de remo largo, duro, consistente pero pesado. Dice preferirlos de fibra tipo kevlar. Ha empezado a competir en un tipo de embarcación antigua, el iagout, en Lloret de Mar, pero sólo remaban mujeres.
Días después, fuentes bien informadas aseguran que en algún sector se continúa hablando de agua pero marina. Al parecer, dos Grmanos hombres se están introduciendo de forma sibilina en el mundo de la náutica. La primera sesión de navegación marina la acaban de recibir. Se supone que ya no confunden un cabo con una cuerda. No se sabe si sus miras pueden estar en la inversión, a corto o a largo plazo, en algún tipo de embarcación que los distinga del resto de los mortales de mochila.
Aguas dulces
De entrada, la zona inicial del molí d’en Vilalta debió estar muy bien buscada por quien molía. Agua por todas partes que desaguaba en la riera de Merlés. A 500 metros sobre el nivel del mar, la frondosidad de esta primavera era la antítesis de los lamentos por la sequía de no tantos días atrás, con cañería incluida. Era una muestra de cómo las preocupaciones temporales evolucionan. Mientras, los charcos se sucedían, la riera Regatell parecía un río y algunos caños de las fuentes no daban abasto. Tanto verdor de golpe impactaba, miraras a donde miraras. Nuestra experta en botánica no daba abasto a identificar flores. O a invitar a degustar algunas de pétalos azulados que ella comía en su más tierna infancia. Y, a decir verdad, eran gustosas.
Lavado de bajos
Ni los perfiles de la maquinaria digital GPS ni los mapas a la vieja usanza (en papel) detectaron con tiempo que tanta agua daría lugar a ejercicios diversos si es que se quería proseguir el camino. Los oteadores que iban en avanzadilla luego se percataron de que la primera dificultad orográfica más bien era hidráulica. Una riera se interfería en el camino a modo de reto. Iba con agua suficiente como para hacer trabajar las neuronas. El paso era obligado y los caminos posibles sólo daban una opción: cruzarla. Hubo intentos de instalar supuestos pasos con maderas de la zona. Pero como que no. Por tanto, no quedaba más remedio. Había que dejar al aire las zonas más bajas del cuerpo y enfriarlas. Fue un buen motivo como para componer otra cara de GRMANIA: que si me tengo que sentar para quitarme el atuendo, que si resbalo, no salpiques, el agua está fría, a ver si te caes como aquella vez le pasó a…, mira por dónde y no he traído toalla, por fin un día me lavo los pies, ahora con qué me seco. O bien, pensamientos futuros por si otra riera obligaría a lavarse otros bajos que están un poco más altos. Por primera vez, todo el personal tuvo que enseñar los pies en agua dulce. Y quizá fuera por el tono del agua fría de aquel momento, o porque las varices bombearon mejor la sangre, el caso es que esta etapa se acabó más pronto de lo planeado.
Bucolismo
Tanto verde, tanto pasto, tanta explosión ardorosa de la primavera tardía desembocó en un alto en el camino para saciar alguno de los apetitos. Parada digestiva que también sirvió para coordinar la comida de hermandad que cierra la temporada. Y para buscar a una pareja de expertos cocineros que pretendían guardar su secreto de maestros en el arte del rancho para colectivos. Pronto nos mostrarán sus habilidades culinarias.
De nuevo en ruta, con las botas casi vaciadas y cierta alegría corporal por la recuperación de las calorías perdidas con pasos honrosos por frescas rieras, alguien del grupo trasero revivió en voz alta sus más tiernos deseos de la infancia. Al paso por un corral de ovejas, ella no pudo menos que proclamar en voz alta que una de sus ilusiones profesionales hubiera sido ser pastora. Y las miraba con esa ilusión de la más tierna infancia. Dentro, el pastor casi a punto de jubilarse quizá le hubiera cedido de buen gusto la cacha, los perros y el caliqueño si se lo hubiera propuesto en serio.
Búsqueda
El Lluçanès debe guardar sus mejores secretos al aire libre. Puede que estas circunstancias meteorológicas y primaverales brindaban una ocasión única para contemplar una alfombra tan verde, tapizada por el colorido de las amapolas y otras especies. La diseminación de las pocas casas daba aún más protagonismo a unos campos que pronto cambiarían de tonalidad. Al fondo, siempre estaba la referencia del prePirineo y cerca, un pequeño pueblo famoso por tener uno de los mejores restaurantes de la zona, Sagàs, a 740 metros. Pero el GR fue directo a la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, situada en un promontorio con unas escaleras que invitaban a la típica foto de grupo. Era románica, con panel explicativo fuera y porche con diversos carteles que anunciaban o buscaban: quien quisiera ir a misa tenía sus horarios; si en la zona había matrimonios en potencia para el 2008, allí los preparaban; quien quisiera ir a Lourdes en el 41 peregrinaje, allí le informaban; y también anunciaban que las vocaciones nativas eran responsabilidad de todos. Era una iglesia románica con mucho contenido.
Sonidos
La quietud y tranquilidad de la etapa se veía alterada por algún tractor o por la alegría dicharachera de los pájaros que parecían mantener discusiones inacabables en las ramas. Es la primavera, hermano. La perspectiva del paisaje poco a poco dibujaba la perspectiva de las montañas que hay encima de Berga. Altitudes con el monasterio de Queralt en medio y con el recuerdo de muchos sudores de algunos componentes de GRMANIA no hacía tanto tiempo atrás. Carreteras que se van abriendo por en medio del paisaje a modo de dentelladas al terreno. Movimientos de tierras para hacer balsas, construir puentes y asfaltar la rapidez en movimiento. Y ruido, mucho sonido de tubo de escape en la lejanía. Olván, a 555 metros, tenía enfrente una pista de entrenamiento para motos de trial. Enormes desniveles afrontados a todo gas, con motores que empujan con rapidez. Casi enfrente, algunos recuerdan otras muy pronunciadas subidas y bajadas a Rasos de Peguera, empujados sólo por las justas fuerzas del fuelle humano.
Micciones
Uno de esos que se dedican a hacer estudios de cualquier ocurrencia dice que cuando hay agua que corre se excitan algunos esfínteres corporales. Por eso al lado de las fuentes es habitual que haya un letrero con la prohibición de juntar aguas menores con las emergentes naturales, estén o no analizadas por el laboratorio de Oliver Rodés. En cada etapa es habitual la diseminación del personal para menesteres muy íntimos. Pero lo que no es normal es que alguien detenga la marcha de todo un grupo sólo porque un ilustre atleta avanza unos pasos y se regodea pareciendo hacer de la necesidad virtud. Mentes que van más allá sugerían otras habilidades manuales. Pero en estos casos siempre hay una voz que sitúa las habladurías en su sitio: una cosa es la necesidad y otra la diversión. Después de esto, prosiguió la marcha.
Climas
El final se acercaba, aunque para llegar había que sortear pasos asfaltados con curvas muy pronunciadas, falta de marcas por movimientos de tierras y atisbar para comprobar que las primeras casas de Gironella eran aquéllas que se veían en lontananza. La llegada tenía un objetivo importante, la búsqueda del casal La Llar. Allí ya habían preparado las mesas quienes acortaron la etapa con el autocar.
El local daba seguridad, no tanto por el sitio sino por ser la primera vez que uno come con una ambulancia medicalizada al lado y a punto. Se supone que nada tenía que ver con que este sitio fuera frecuentado por terceras y cuartas edades, refugiadas allí también por un anuncio en la puerta: “local climatizado”. Debía estar oculta esta maquinaria porque sólo se veía un espacio tipo almacén, con antiguallas como máquinas de coser, instrumentos de gimnasia inoperantes y sillas modelo posguerra. Pero la ambulancia estaba enfrente. Y, en una esquina de la sala, había una cartelera que en nada se parecía a la de la iglesia de Sagàs. Aquí la tercera juventud iba más a lo terrenal y a lo práctico: la cena de Navidad, vacaciones del Inserso en Mallorca, taller de manualidades, viajes culturales.
Los comensales se entregaron a los placeres digestivos entre risas, bromas y anécdotas curiosas. Mientras los espontáneos que tan eficazmente se transforman en camareros atendían las demandas del personal, los diversos temas que se tocan dan que pensar. Una facultad ésta que le sirvió a nuestro filósofo para enseñar con un ejemplo extraído de uno de sus brillantes discípulos, el cual, ante la invitación que una vez le hizo para que pusiera en práctica la facultad de pensar, le respondió: “¿Y eso cómo se hace?”.
Y, para cerrar pensando, aquella otra cita de Basilio Martín Patino quien, en su libro “La seducción del caos”, escribió:
“Nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias”
Evaristo
Terrassa, 10 de junio de 2008
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