Pasar de lo superficial al fondo no es fácil. Tener buen fondo cuesta. Pero, tranquilos, aquí no se va a tope ni a fondo. Todo con naturalidad.
viernes, 26 de diciembre de 2008
Etapa del GR 14, entre Coll de Jou y Ariola (Cambrils dels Pirineus)
Las sensaciones, en blanco
Grmanos y Grmanas
Venías del frío y te reintegraste al grupo en un paisaje nevado y con algún incidente mecánico. Aquí algunos dirían: es la vida. Si no fuera por tanta gente como había, por los saludos, preocupaciones por el coche averiado y temas organizativos varios, el silencio blanco de la zona quizá te recordaría las sensaciones de tu ambiente original: esas grandes estepas cubiertas de nieve, con los voluminosos gorros, lentitud de movimientos y una naturaleza adaptada a las circunstancias. Pero, ya ves, pronto te acostumbrarás a apreciar las diferencias como una virtud: sean en el paisaje, en la comida, en las cosas y, sobre todo, en las personas. Tú aún eres pequeño pero hoy, aunque no te enteraras, recibiste ya, como mínimo, un piropo. Después te lo explicaré. No sé qué pensarías ante una carretera llena de curvas, un camino con nieve al lado, la amplia perspectiva y un personal con aquel aspecto.
Aprovecho la ocasión para presentarnos, explicarte cómo ha ido la etapa y transmitirte qué es lo que hacemos. Seas muy bienvenido al club.
Cargas
No sé allí, pero aquí cuando llegan estas fechas, el personal carga muchas cajas en el autocar. Por cierto, hoy era un vehículo de lujo. El que viene habitualmente, alguien dice que en Cuba lo considerarían un “autopullman”. A lo mejor en tu país, también. Pues el que viste y en el que volviste es como para lucir en día de fiesta. Y había motivos para cargar tantas cajas: última etapa del año, días señalados, ya una tradición el comer sentados en agradable compañía. Tu familia te lo explicará muy bien. Cuando la gente se lleva bien, todo sale mejor. Hasta en estas fechas que, por prescripción consumista, se aprovechan para mejorar el buen ambiente que ya había. El personal es de buen corazón (si no entiendes la frase, dile a tu madre que te la explique, que de este órgano sabe mucho).
Aspectos
El grupo iba bien pertrechado, con ropa de abrigo. Ya se habían dado avisos para que el frío no causara efectos secundarios en pulmones y nariz. Seguro que para ti esta temperatura es como de verano. Aquí el verano es de riguroso sudor y máxima humedad. Y el invierno actual que, astronómicamente comenzó al día siguiente, ha regalado un manto blanco que brinda nuevas sensaciones al andar. No te extrañes con esos dos que llevan unos gorros rojos. Los sudaron el día antes por el centro de la ciudad. La recorrieron de noche anunciando que también se puede correr por Navidad, mientras las prisas y los pasos parecen ser sólo para comprar o para hacer ganas de comer. En Coll de Jou, a 1455 metros, el paisaje humano se protegía con capas y capas de ropa. Como una gruesa cebolla que, más tarde, se iría desvistiendo.
Caminos
Fue la noche más larga del año. Por eso amaneció ya cuando el autocar se acercaba a Solsona. Un momento como para disfrutar. Detrás del cementerio de esta ciudad aparecieron los primeros tonos rojizos, que iluminaron la gran helada y la nieve a ambos lados de la carretera. Cuando seas mayor, ya te enseñarán a sentir la magia de este momento, el reto que cada día se te presentará: llenarlo hasta que esos colores se repitan al oscurecer. De eso se trata. Y así un día tras otro. Una gratuita sensación que, quizá también algún día, puedas comparar con ese momento en tu país natal. Pasó lo mismo al volver, cuando la penumbra repitió parecidas luces. Todo en un camino tortuoso, con un animal que se cruzó en la vuelta delante del autocar: unos decían que era un zorro, otros una zorra y, alguno, una zorrilla.
La carretera discurría bordeando un gran pantano con bastante agua. Hielo, nieve, agua, niebla y frío. Todo junto en medio de un potente anticiclón que, aquí en la alturas, regala gran visibilidad y mucha perspectiva. Pronto, Sant Llorenç dels Morunys o dels Piteus, a 925 metros, anunciaría una parada rápida. Aquí debía empezar la etapa pero se permitió una licencia a modo de regalo: se perdonaron 500 metros de subida, pero lo que no se dejó para otra ocasión fue recoger una bota olvidada en un bar.
Botas
Ya descubrirás que aquí uno de los usos que tenían las pieles era para crear objetos útiles. En tu país natal los gruesos gorros de piel protegen muy bien la cabeza del frío. Aquí, una aplicación de la piel era para hacer un recipiente que los más listos del lugar definen como: “Cuero pequeño empegado por su parte interior y cosido por sus bordes, que remata en un cuello con brocal de cuerno, madera u otro material, destinado especialmente a contener vino”. Este objeto no se puede perder, pues da calor con esa combinación etílica que el maestro en este arte elabora. Allí da calor a la cabeza y aquí calienta la cabeza y alegra el cuerpo. Matices, diferencias prácticas. Es la diversidad. Pero dentro hay vino. Aún la temperatura de aquí no obliga a llenarla con bebidas de allí, vodka por ejemplo. La bota olvidada fue recuperada. El dueño del bar identificó luego al autocar parado a la puerta con la bota. Para que veas cómo aquí la gente está atenta a lo que hay que estar.
Marcas
Desde este pueblo, la subida al inicio de la etapa permitió contemplar la vall de Lord y el Port del Compte con nieve. Cada curva de la carretera era un giro al paisaje, un cambio de perspectiva que te hacía girar la cabeza y la composición del entorno. Parecían fotogramas distintos que, seguidos, mostraban cómo el blanco natural disfraza al verde, decora las ramas sin hojas, cubre los coches, hace peligrar la estabilidad de los caminantes o acentúa el placer de correr hundiéndose, resbalar sin caer, dejar huellas, jugar a pegar sin dañar, perderse para reencontrarse, sudar en frío.
Coll de Jou es un cruce de caminos con una fuente, un área de esparcimiento al aire libre a un kilómetro, una estación de esquí alpino y otra de fondo cerca y un buen balcón para ver y sentir en blanco. Son esas marcas que el invierno deja en el paisaje para quien quiera verlo.
Imagínate cuando viniste en avión, tú encima de un gran manto de nubes, con los pueblos y campos al fondo, con las siluetas de las montañas apuntando hacia arriba. Pues lo mismo pero sin avión se veía desde aquí. La niebla era una gran capa de algodón que transformaba pueblos en sombrías formas, su humedad cala hasta los huesos pero, desde aquí, era un regalo adivinar qué habría allá abajo. En la carretera A 2 había 80 kilómetros de niebla en dirección Lleida. Más al fondo, esas montañas tan queridas demostraban que estaban allí. Tendrás la oportunidad de pisarlas, de disfrutar de su encanto. Seguro que alguien muy cercano a ti te leerá poesías excelsas sobre ellas, te transmitirá su magia con su voz pausada mientras te hace sentir esos mensajes. Son marcas de la belleza desde arriba. Pero tocaba bajar y buscar el blanco y el rojo: otras marcas también muy prácticas e indispensables para la ruta.
Lecciones
La bajada a la otra vertiente de Coll de Jou significó encontrar el recorrido. Con dificultades pero se consiguió. El camino descubrió cómo se puede aprender mientras se camina. Era el torrente de Canalda. Bastantes especies vegetales tenían nombre al lado. Árboles, arbustos y otras hierbas aclaraban su identidad para mentes ignorantes de cómo se nombraba la vida vegetal de la zona. Una buena idea en un sendero que discurría por zonas sombrías, con cascadas de agua, tupidos bosques de pinos y tramos con mucha nieve acumulada. Al fondo, la niebla. Aquí, un buen lugar para cuando tengas que aprender nombres de vegetación autóctona. Piensa que la vall d'Ora, la vall de Lord y la zona de Cambrils eran hasta ahora espacios casi desconocidos para mucha gente del grupo. No obstante, hubo mentes muy observadoras que encontraban parecidos entre las rocas del parque de Sant Llorenç del Munt i la zona de Montserrat con este tipo de materiales. Es que en este grupo hay gente que sabe más de lo que aparenta. Llegada la hora, se deja este tipo de sabiduría a un lado y se imploran las viandas que alimentan el cuerpo.
No estabas pero también podrías haber observado actos de los que se puede aprender mucho. Por ejemplo, como no se contaba con una bota hasta su recuperación en Sant Llorenç dels Morunys, hubo una buena espalda que tiró de una garrafa de vino. Luego, con gran puntería, trasvasó el preciado líquido hasta el interior de la bota, sin derramar nada. Otra lección fue la clase sobre energía nuclear y la especulación en torno a los huertos solares. Quien sabe de esto, cuando seas mayor, seguro que te documenta con los últimos avances. Si se toca el tema del reciclaje, hubo un intercambio de opiniones sobre qué hacer con las mondas de las naranjas. Mientras había quienes defendían que era un material que se podía dejar allí tirado, otros defendían la estética del suelo y manifestaban que tales restos orgánicos tardan en desaparecer. Ya lo ves, como mejor se aprende es con las diferencias. Y te perdiste las clases de cocina. Vino a la etapa quien sabe mucho de esto, da clases y organiza jornadas en los mercados municipales. Pero también hubo quien predicó con el ejemplo. Trajo un excelente dulce de membrillo hecho en su casa. Y no faltaron las risas y bromas en voz alta. O sea, parecido a como tú te presentaste después.
Piropos
Después de una tranquila parada, el tiempo invertido en recorrer apenas ocho kilómetros era excesivo. Esto pasa a menudo. Luego vienen las prisas. Y más hoy, con comida a una hora más o menos aproximada. Pero también se incluyó una variante más: la recogida del autobús a un subgrupo que no pensaba acabar la etapa. Después se vio que nadie la acabó.
El camino era para disfrutar. Seguro que algún día nos explicarás tus recuerdos de la nieve, jugar, hacer bolas, correr, caerse. Pues aquí había eso y más. Quienes caminan y experimentan, probaron a correr por la nieve, a alargar los pasos, a comprobar el efecto de los bastones, a ver qué pasaba si se seguían las marcas de las ruedas de algún vehículo o bien se andaba por el centro o por los laterales. Combatir el frío con sudor. Notar el silencio en el blanco. Oír el ruido de la zapatilla mientras se hunde en la nieve. Deducir posibles propietarios de algunas huellas de animales que por allí debieron pasar. Tener también la mente en blanco y dejarse llevar. Como ves, experimentar en este estado está al alcance de cualquiera que se atreve a salir de casa y penetrar en estos espacios.
Hubo un momento en que se hicieron dos grupos. De forma más o menos desorganizada. Que si unos se quedaban aquí, que si se seguía, que contarse, que agruparse, que si no hay nadie que se entienda. Ya lo verás cuando vayas al cole. Cosas que pasan en los grupos. Pero al final, en el fondo, no pasa nada. Se continuó hasta Sant Martí de Cavallera, a 1230 metros. Una restaurada ermita en una zona llana. Y allí fue cuando te piropearon de forma inconsciente.
Dos personas se subieron a un muro y convocaron a la masa andarina a definirse. Sí, como lo oyes. A que dijeran si seguían a paso ligero o a otro más tranquilo. Y en esto una moza proclamó: “Os organizáis peor que los niños de cuatro años”. Felicidades porque con tu edad sabes más que este personal. Más adelante te explicaré un segundo piropo con toque solidario, pero no para ti. Al final, una imaginaria línea dividió las tendencias de ambos grupos, mientras las jaulas de los halcones de los jeques árabes se situaban detrás. Parecían espacios que pretendían atrapar el aire, redes submarinas al aire libre, monumentos al viento en medio de un altiplano.
Reacciones
En realidad, piensa que cuando alguien en este grupo dice una palabra más alta que la otra es por algo. De los dos grupos originales, uno se comenzó a subdividir y de él salieron algunas subsecciones más. De seguir así, cada persona parecía un grupo. Los “galgos” delanteros se lanzaron al trote. Las distancias aumentaban y también las confusiones. Unos disfrutaban al galope, hasta que se encontraron con una gran subida. Allí creyeron que se reagruparían todos. Pero no. Lo que ocurrió fue que un Grmano sufrió una lipotimia. Fue el paso por el torrente que conduce las aguas del la font del Vermell (excelente agua) y la zona de Montpou, la riera de Odèn. Alguien sacó un energético de taurina, tan fuerte que, antes de llegar al castillo de Odèn, el bajón físico desapareció. Y quien llevaba tamaño milagro tuvo que desenvainar su móvil para obligar a los trotadores del principio a que pararan de una vez. Con aquel tono, quién no iba a hacerlo. Desde esta zona, se observaba a lo lejos la disparidad: unos buscando el camino, otros por lugar incorrecto, alguien preocupado por el estado de quien sufrió la lipotimia, el jefe diciéndole a su familiar del GPS que si no paraba iba a llegar a la Antártida, los walkis echando humo, los móviles situando en el mapa a quienes venían en coche por si tuvieran que auxiliar a alguien, el coordinador de la comida diciéndole a la del restaurante que no se le ocurriera echar el arroz hasta nueva orden, otro móvil anunciando que el coche en el que tú venías se había calentado demasiado. Como ves, aquí el aburrimiento está desterrado. Al final, todos al camino a esperar el paso del autocar.
Celebraciones
Mientras llegaba, desde la carretera la vista confirmaba aquel gran paisaje del principio. Cortinas de niebla dibujaban el fondo de los valles. Pocas casas y muy aisladas. Algunos temas de conversación sobre economías, crisis, bastones y fiestas. También, preocupación por el estado de la avería de tu coche. La solución llegó y, entonces, en aquella orilla antes del túnel, allí apareciste. Risueño, feliz, hablador. Esperabas un taxi para ir hasta el restaurante. Fíjate, el privilegio de que te lleven en taxi mientras al coche lo conducen en grúa.
La fonda significó tu presentación en público. Allí quien te conoce dijo que te estabas adaptando muy bien, sabías nombrar a las bananas, mandarinas y otros alimentos. Se supone que te fijarías en las dos grandes paelleras con arroz. Comerías ese arroz, la carne a la brasa, las patatas del Pirineo y demás alimentos. Y, a los postres, una apreciada Grmana te sorprendería con la celebración en familia de sus próximos cincuenta años. Ella, que estuvo una temporada en La India, donde entre otras enseñanzas, Gandhi dijo: “Sé tú el cambio que quieres para el mundo”. Lo mismo que tú significas ahora para tu familia y para este grupo. Y tú, que después recibiste un regalo de quienes ya te consideran de las nuevas generaciones para la continuidad (o no) de algo que ya tiene doce años de historia.
También en la comida hubo ideas, el segundo piropo. Alguien que piensa mucho en la gente muy necesitada volvió a sugerir (y ya van tres años) que la inversión que se hace en los calendarios de bolsillo era un dinero “tirado”, que se diera a una ONG. Y se cantaron villancicos, aunque al principio parece ser que no fueron seguidos con la intensidad que esperaba una moza, la cual amenazó con cantar rancheras el próximo año. Después, como siempre, la emoción general se plasmó en un potente coro con el entonador de cada año. Gracias a sus bríos y entusiasmo, y a quien de guitarra y de teatro sabe mucho, el éxito fue total.
En fin, conociste a quienes te han acogido y seguirán haciéndolo. Viniste del frío y en un entorno blanco se produjo el encuentro. Seguro que serás feliz aquí. El entorno será tu mejor aliado. Como ése que, con nieve, Jack London describe en su libro “El silencio blanco”:
“ ...la pasividad del silencio blanco. Todo movimiento cesa, el aire se despeja, el cielo se vuelve de latón, el más ligero murmullo parece un sacrilegio, y el hombre se asusta y se intimida ante el sonido de su propia voz”
Evaristo
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Terrassa, 24 de dicimbre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
Etapa 13 del GR1, entre La Vall D'Ora y Sant Llorenç dels Morunys
GRMANAS Y GRMANOS
Somos humanos. GRMANIA es humana. Por tanto, también se cansa. Prueba de ello fueron los rostros, las renqueantes piernas y las expresiones alusivas al esfuerzo de una etapa que hasta en las bajadas fue dura. Una persona muy humana y con mucho humor dio fe de ello en el último tramo, cuando ya ni el consuelo de acabar impuso un cierto efecto placebo de fin de etapa. El recorrido fue exigente, con un perfil de un Solsonès desconocido en el que ni la población dispersa abundó. Mucha masa forestal, agua y vacas en un entorno que seria calificado por el poeta como de “soledad sonora”.
Caminos
De nuevo las cifras de asistencia jugaron a la baja, con diversidad de motivos que justificaban ausencias varias. Sin embargo, en algunos mentideros causó una extraña sensación un rumor que tuvo un efecto de bola (y nunca mejor dicho). Cierto Grmano al parecer priorizó una partida de billar antes que la asistencia a la etapa. Y alguien puso en marcha el disco duro con la biografía ajena y recordó cómo aquel GRmano fue un número uno en tal especialidad, aunque le pusieran muchas faltas en el instituto por aprender más de la vida en una mesa de billar que en una clase magistral (ya lo ratificó después Joaquín Sabina en una de sus canciones). Aprender como tal es una práctica continua en cada etapa. Aprender y viajar.
Viajes y contrastes
La Vall d'Ora quedó atrás, con el ecomuseo en el que las antiguas escuelas muestran las enseñanzas de las familias que vivieron de este valle, la sierra que aún funciona con agua o el molino que también se mueve con este elemento y todavía hace su función. Hace unos años, en la misma casa vivía una señora muy mayor que enseñaba a los visitantes esa cultura rural fruto de muchas generaciones y que hoy tan pronto se pierde. Contrastes de unos tiempos con otros.
Estancias recientes de una viajera también que dio fe de ello con el testimonio de su experiencia en países lejanos de Asia. El camino ascendía y rodeaba un río y una iglesia. Parecía que lo hubieran diseñado para no molestar al agua ni al silencio del solitario entorno que, desde arriba, empequeñecía una de las construcciones religiosas más importantes del románico del Prepirineo. El camino era la arteria para salir a pie de un valle que ya ocupa un lugar destacado en el recuerdo. Lo mismo que le ocurría a quien rememoraba sus impresiones de aquel país que es más que bombas en hoteles de Bombay o conflictos con Pakistan por Cachemira. A medida que se ascendía hacia el Pont de Llinars, el traslado a un país de tantos contrastes se asemejaba a una balanza en la que pesaba la modernidad y la tradición más ancestral, el tener mucho o sólo algún metro cuadrado en una calle, la paz espiritual más absoluta o las prisas occidentales también allí en Oriente, el no desear con el no hartarse. Muy abajo quedaba el símbolo del románico, cuyo nombre aparece en muchos manuales. Arriba, el balcón de una curva abría el valle y enseñaba la primera perspectiva de lo que faltaba hasta la otra vertiente.
A cubierto
Aquellas vacas y estas vacas. Unas: sagradas, intocables, símbolos religiosos, muy libres. Otras: muy bien alimentadas, muy vigiladas por pastores eléctricos, a merced del precio a la baja del mercado (especulación) y de políticas agrarias europeas variadas.
El camino ascendía en paralelo al nacimiento del Aigua D'Ora. El agua aquí era limpia, de gran pureza, como para beber sin embotellar. Allí, las diarreas se previenen con el consumo del agua envasada. Un producto, por cierto, que cada vez tiene más expertos en contra por la agresión al medio de las plantas envasadoras y por los desechos que ocasiona. Pero esto son lujos de aquí. Allí, el agua turbia también la beben. Y aquí y allí hay que comer.
Y qué mejor sitio que un camping abierto y acogedor, el camping Valldora, a 905 metros de altitud. Previo permiso, el personal aposentó sus reales en un entorno con más comodidades que las habituales. Hubo quienes comieron como si fuera bajo palio: debajo de una carpa, alrededor de una gran rueda central en la que se situó el jefe. Por allí se daban consignas del tipo “tócale mejor el culete”, frase muy expresiva para que la caminante procedente de las antípodas aprendiera los primeros pasos para beber en bota sin dejar rastro en la ropa. La situación de ese sector de comensales era propicio para establecer una rueda alimentaria: pasar productos, compartir y degustar. También esa moda de la petaca, aunque en esta ocasión falló una.
Pronto las comodidades del camping fueron usadas: lavabos civilizados, bar acogedor y, al fondo, una piscina sin agua muy bien ojeda por quienes, encima o debajo, casi se mueven “como peces por el agua” (aunque alguno sólo ha evolucionado de sapo a rana: este escriba).
Hermano roble
Las parcelas del camping quedaban atrás. El camino ascendía entre riachuelos diversos que eran la fuente de alimentación del río. Casas en medio de tanta agua, naturaleza en estado puro con un profundo olor a derivados de granjas porcinas. Casi arriba de este tramo, las escuelas a la derecha. O sea, lo que queda de ellas, cerradas para su cometido por falta de pupilos. La vida aquí es dura, tanto como la ascensión. En subida, respirar hondo esta fragancia anima a acabarla pronto. Pero se asciende, y más que vendrá. A los lados del camino aparecieron ellos: majestuosos, inmensos, de grandes brazos, enérgicos, como para copiar al Grmano que los abrazaba. Se prestaban a ello. Eran los robles que acompañarían hasta el final de casi todas las subidas. Aún no se habían despojado del todo de su vestidura pero sus enormes ramas, su gran tronco hacían volar la imaginación. Muchos años de vida, muchas generaciones de paso, mucha sombra y mucha admiración por su callada presencia, acogedora sin condiciones. Ellos son testigos de muchos soplidos, hondas respiraciones, miradas al fondo o al suelo.
Cerrojos
El camino era un abrir y cerrar puertas, pasos y más pasos, barreras de las que “el que llegue el último, que la cierre”. El perfil era un tobogán, con subidas y bajadas hasta el punto más alto, el cap de Balç, a 1410 metros. Un auténtico balcón hacia ese mar interior de agua dulce que es la Llosa del Cavall, con esa forma de barco al lado de la que sobresale a modo de mástil el santuario de Lord.
De los 1135 metros, descenso hasta los 865, casas a la izquierda y un camino que bordea un prado. Campo a través la mayoría para encontrarse con el correspondiente talud de subida a la ruta oficial. Alguien rodeó por el camino correcto y llegó antes. Pronto la pista asfaltada va tensando las fuerzas en una suave pendiente que amenaza pero sí da. A la izquierda, rocas. A la derecha, un patio hacia el río. Y sube sin parar. Revueltas y más subida. Masas boscosas a ambos lados, las marcas en los pinos de la estrecha carretera, soplidos, caminar mirando o de frente o hacia el asfalto. Y más soplidos y bufidos. Esto no acaba nunca. Andar lento, pensativo. Una etapa dura. 27 km. en total.
Ermitas
Lo típico del Solsonès, las masías y la población muy dispersa se vio acompañado por pequeñas ermitas, algunas aún con cementerio adosado, muy bien situadas en un hermoso y abierto paisaje, como si las personas fallecidas tuvieran para siempre buenas vistas. Es el caso del intermedio de la subida, un descanso para reagruparse y contemplar, a 1160 metros de altura, Sant Martí de la Corriu, casa, ermita y cementerio por detrás, con algunos nichos y un pequeño espacio quizá con muchos restos de tantas gentes que habitaron la zona. Una cruz al viento, a merced de los grandes espacios y de quien, con su imaginación, pensara en sus creencias, en antepasados de la zona, en devociones diversas o bien buscara el encuadre perfecto para la mejor foto. Y una curiosidad: en el año 2004 los Mossos d'Esquadra detuvieron a un vecino de Sant Cugat del Vallès porque había robado la puerta de esta ermita, del siglo XIII, y la había colocado para entrar en su casa
Fin de las subidas
Más arriba, un sendero lleno de espinos y matorrales de los que dejan huella...en las piernas, brazos, etc. Ganar altura implica esfuerzo pero te recompensa con el regalo de la perspectiva. Pronto, la cima con un buen patio: a 1410 metros, el Cap de Balç, con un excelente mirador hacia el valle de Lord y el pantano. También, cómo no, alguna agresión al paisaje debía haber, es la industria del yeso y el vaciado de alguna montaña muy bien aprovechada. Enfrente, la prisión del Capolatell, recuerdos de la anterior etapa. Cansancio, esperas y personas a las que ya les pesan los desniveles y los kilómetros. Pero ya está.
La bajada no es igual a la de la anterior etapa. Quien sabe de GPS, temeroso de posibles sorpresas ajenas a su excelente servicio a la causa, respiró tranquilo cuando vio que todo era más fácil. Buen camino, un sendero entre bosques con otra ermita, Sant Lleïr de Casavella, a 995 metros. Sigue el descenso hasta pasar por un puente sobre el río Cardener y llegar al final de la etapa, a 925 metros: Sant Llorenç de Morunys o dels Piteus. Y los viejos recuerdos de anteriores pasos por aquí. El cruce con el GR7 y con el Camí dels Bons Homes trae a la memoria aquella otra etapa desde aquí hasta el pueblo de las Trementinaires: Tuixent. muchas setas, Demetrio de conductor, frutas y el involuntario olvido de un joven Grmano que ya no nos acompaña.
Parada y fonda
El núcleo antiguo del pueblo, vacío a aquellas horas, acaba en el aparcamiento donde está el autocar, hay un bar y muchos árboles de un rabioso color amarillo: plataneros y moreras que enseñan los últimos matices de un otoño que pronto será un anticipo del invierno. Qué diferente estaba esta plaza una semana después: la nieve lo cubría todo, un paisaje blanco como el de aquella otra etapa entre Tuixent hasta cerca de La Seu d'Urgell. El tiempo pasa, no se detiene.
El abrevadero fue cara al sol, a esos rayos que parece que calientan algo pero que al cabo de unos minutos se apagan y el fresco aire te invita a marchar.
Y eso es lo que se hizo, pensando en el tiempo invertido en la etapa, en el sol del otoño y en otras paradas hechas en este pueblo. Recuerdos que se pueden completar con otros pensamientos como éste:
“Fes que el temps no et persegueixi,
però tampoc no el defugis;
algun dia us trobareu”
Rose Chêne
Evaristo
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Terrassa, 2 de dicimbre de 2008
sábado, 15 de noviembre de 2008
Etapa 12 del antiguo GR1, entre La Vall D'Ora y la Llosa del Cavall
Sin riesgo no hay aventura
GRMANAS Y GRMANOS
Hay etapas y etapas en GRMANIA. Si bien cada una tiene sus particularidades, la que nos concierne estuvo llena de esas habilidades y competencias que hoy se les ofrece a los directivos de empresa. Además, pagan una fortuna por el paquete completo. Aquí no. Por 20 euros, quien asistió a la última etapa efectuó parecidas prácticas a las que una afamada web ofrece a ejecutivos agresivos en período de desintoxicación laboral: el outdoor training.
Veamos cómo es más rentable ir a un GR que no a una de ésas de “entrenamiento psicológico” bautizadas con el apelativo de “sin riesgo no hay aventura”
Traslados
Es la desconexión total, el cambio de costumbres, el vestirse con nuevos hábitos. Un día a la semana se abandonan las pudorosas vestimentas, tantos ajustes y vestidos que aprietan las carnes. El cuerpo se entrega al placer de la mochila bien repleta, las ropas holgadas y los ademanes poco ortodoxos. Aquéllos olvidan las corbatas y sus “emidio tucci” o similares. Les montan en un transporte diferente al vehículo habitual de aros, con jaguar o muy estrellados en su parrilla frontal. A nosotros, un anillado conductor nos somete a un batido de coco, al crujir de huesos y a ácaros diversos. La aventura ya es sentarse y olvidarse de dónde se apoya uno. Puede que a la larga sea un deporte de riesgo observar cómo en un asiento trasero un agujero parece una caverna, donde se desconocen los habitantes de sus profundidades. Cada etapa se observa cómo la cavidad del tapizado se agranda. Los efectos colaterales en el entorno ya veremos cómo evolucionan. Pero el desgaste, los desgarros y los boquetes se llegarán a convertir en todo un centro de recursos (no pedagógicos). Con estos principios muy consolidados extraña que estos atropos rodantes pasen la ITV, aunque sean un material rodante muy idóneo para poner el cuerpo a tono para la multiaventura.
Jefes
A aquellos ejecutivos les dicen en sus desconexiones aventureras que se olvidarán de los jefes y que trabajarán competencias y habilidades como la comunicación, el trabajo en equipo, la organización, la planificación, la estrategia y el liderazgo. Tanto objetivo sirve para justificar los altos precios de las minutas de la empresa organizadora. En los GR, todo es más barato y encima aderezado con risas, bromas y mucho humor. Ellos dicen olvidar al jefe pero en esta etapa el que manda tomó las riendas y se puso en primera fila nada más empezar a caminar. Sonaba raro verle dando zancadas rápidas para situarse en cabeza. Parecía ir al revés que esos cursos de desintoxicación de alto standing. Como iba por una zona sin marcas, el personal dudaba de su cometido en voz alta, lo que le obligó a proclamar a los cuatro vientos: “¡Voy a empezar a imponerme!” (léase con tono enérgico y voz impostada). Incluso, como su sabiduría abarca ya hasta la lengua árabe, lo remató: “Voy a insultar en moro”. Por tanto, ya se sabe quién manda.
Mejoras humanas
Después se supo que quien manda destapó sus habilidades de liderazgo para conducir al grupo mejor, sin pérdidas. O sea, detrás de sus órdenes estaba trabajando el compañerismo y la buena conducción del grupo hacia el final. Bien orientado el conjunto, él se retiró a sus posiciones habituales. Aquella etapa prometía. La ausencia de marcas, borradas de un GR ya antiguo, se completaba con el laborioso y excelente trabajo de quien pasa muchas horas acariciando al GPS y llenándolo de buenas informaciones. Otra enseñanza aventurera: aprecia el trabajo de todos porque, como se dice en Terrassa: “tothom suma”. El camino ascendía de manera continuada, dibujando los contornos de un hermoso valle surcado por uno de los ríos de aguas más claras del Prepirineo; la vall d'Ora. Aparecían algunos letreros que simulaban ser un juego de pistas o de doble significado: “A Busa per l'escala”. Quien ignoraba el detalle final interpretaba que había escaleras de piedra, con suave subida hasta el final. En muchos momentos quizá la ignorancia bien llevada alivia las sorpresas venideras. Hasta hay quien opina que se vive más feliz entre más ignorante se es.
La subida por la empinada senda dejaba ver el otoño y los desgastes de la roca, cárcavas incluidas. Un buen momento para que alguien descubriera una habilidad que se cotiza al alza: ella decía que impartía clases en las que había visto mejorar a los hombres. Tal cual. Este sexo débil salía fortalecido una vez que le habían llegado hasta el alma tantas enseñanzas de ella. La promoción de tales destrezas causó revuelo y alguien se ofreció a inscribirse en la lista de espera con un objetivo muy noble: quería que al salir de allí las mujeres le miraran, no sólo le vieran. La moza en cuestión sería una buena formadora de ejecutivos agresivos.
Poco a poco la primera prueba se acercaba
Escaleras y brochetas
Por algún sitio tenía que estar Busa. Pronto se despejó la incógnita. Busa estaba allá arriba. Y para llegar había que escalar. Una moza muy rodada por estos parajes se sorprendió al ver cómo el hierro había acondicionado mejor la casi vertical subida. Antes el reto era más aventurero. Ahora se trataba de subir en fila. La adrenalina se disparó ante el ascenso muy pronunciado.
Desde abajo el espectáculo era trasero: sólo se veían posaderas en progresión subida. Comentarios, sucedáneos de gritos, bromas. Era la catarsis que provoca la descarga de las tensiones semanales. Tal deporte de aventura disparó la riqueza cultural de quien sabe de todo. Viendo el panorama sugirió que, si otra vez se presenta una escalera de este tipo, que las mujeres procedan a ataviarse con falda plisada corta y los hombres con falda escocesa, libres los bajos a los balanceos propios de la fuerza de la gravedad. Se imaginaba tamaña escena. Pero pronto subió y asomó su cabeza en la zona alta. Casi nadie sabía cuál era su oculta misión al observar en posición visual de picado la ascensión.
Mientras, tres grmanos por poco se convierten en pincho moruno o brocheta. Un bastón se soltó y bajó disparado por la escalera. Casi quedan engarzados como si de alimento para una barbacoa se tratase. Ya arriba, todos contemplaron el paisaje natural en el que sobresalía un trapo artificial colgado de un mástil, algo que afeaba el balcón natural. Aunque, para quien lo puso, el valor del entorno debía residir en el símbolo.
Cuando la última persona subió, el que miraba hacia abajo en lo alto de la escalera se retiró. Después se supo que no estaba allí para publicitar aún más su cara. Observaba cómo subía el personal y estaba preparado por si alguien quedaba bloqueado por el miedo o el vértigo. Si esto hubiera ocurrido, disponía de un recorrido alternativo para facilitar su subida. Por tanto, he aquí otro de los valores de las salidas ejecutivas en plan multiaventura, gratis en un GR.
Almuerzos y petacas
Después de atravesar un campo lleno de ganado vacuno en el Pla de Busa, tocaba el desayuno. La aventura rural ya se sabe: no hay sillas, posible suelo mojado, no poyetes, piedras puntiagudas, charcos de agua, no mesas ni vasos ni cubiertos. Ambiente ganadero, boñigas diversas, olores a reses. Se formaron dos grupos a ambos lados del camino, separados pro charcos diversos. Las habituales botas estuvieron acompañadas por otra con vino de la Terra Alta. Alguna parece que se prodiga mucho en el chorro y echa tanto que no da tiempo a tragar. Pero no sólo se habló de vino. Un ilustre habló largo y tendido de la leche materna. Sabía tanto que hasta informó de los últimos avances a quien hace tiempo que no toca ni el líquido ni quizá la fuente del líquido. Hablaba de la técnica de la congelación de la leche, citaba la fabricación de yogures y otros preparados lácteos. Como se ve, la ciencia de la teta también avanza. Alguien se movía entre las aguas del camino, atentamente observado por ella. Temía que “se marraneara”: pudiera caer por un resbalón y volviera a casa algo desmejorado en su estética. La cosa no llegó a mayores. Aunque, cuando apareció una petaca llena de licor, hubo muchas degustaciones y más verborrea. El dueño dijo que el líquido del interior era añejo, de calidad. El asegurado éxito del brebaje no eclipsó a la competencia. “El whisky hippy” también se acabó. Y ya van dos petacas. Como dos fueron los cilindrines que se incineraron por sendas personas que aspiraban el humo, fruto de la combustión.
Dicho lo cual, la visita de “ferrero rocher” completó el buen sabor de boca para proseguir la aventura.
Aún quedaba mucho por venir.
Prisiones
A aquellos ejecutivos les aseguran emociones fuertes y les convencen de que volverán diferentes. En los Gr se vuelve de forma emocionada por todo y a precio de saldo. Circular por caminos sin marcas, con reses cornudas y hacia una prisión debe significar una desconexión total con la urbe. Todo se completaba con las vistas de la vall de Lord, de Port del Compte, de la forma de barco del promontorio en que se asienta el santuario de Lord, Sant Llorenç de Morunys,el Cadí, el escondido Pedraforca y la sierra de Guixers. Y eso que no se veían aún las impresionantes jaulas en las que los alemanes crían halcones para vendérselos a los adinerados jeques árabes. En Canalda están, aconpañados de polémica ecologista y de mucho dinero.
Ahora tocaba descubrir.
La prisión del Capolatell impresionó con sus riscos y paredes verticales. Hubo recuerdos para estas barbaridades guerreras, foto de grupo en lo alto y buenos deseos por parte de una señora ajena a GRMANIA que allí estaba. Soñó en alto y le dijo a este escriba que le gustaría pasar unas jornadas allí con buen yantar, buen beber y dejó entender que buen folgar con un aguerrido mozo (aseguro que el sujeto soñado no era éste que teclea). Quizá sería para compensar las miserias de quienes sufrieron la más vil inhumanidad de sus semejantes.
Llanuras y desorientaciones
De vuelta a la zona llana de Busa, el paisaje lo formaba un terreno ondulado con repoblaciones forestales, antiguos establos desocupados con sus inquilinas en los prados de enfrente (sobre una vaca con los cuernos caídos alguien hizo otra lectura: se les habían desatornillado) y una gran masía con la chimenea humeante mientras la señora buscaba más madera en el exterior. Se desconocen los motivos pero la gran abertura del primer piso en forma de arco, orientada al sol poniente, estaba tapada con ladrillos. A saber los motivos a tal atentado a la arquitectura tradicional.
En medio de todo, un letrero ocupó las miradas de una parte del personal. Se quería buscar el rumbo en medio de Busa. Las elucubraciones no parecían tener en cuenta la gran labor de quien tenía muy bien amaestrado el GPS, con muchas horas laborales invertidas a fondo perdido. Se debatía la dirección cuando ésta ya la definía el susodicho aparato y la ilustre moza que ya había hecho el camino. Pero no. La opción fue seguir husmeando casi hasta llegar al Coll d'Arques. Allí se acabó de reconocer que la sabiduría para la orientación no estaba en una pareja de buscadores de setas sino en el mismo grupo. Vuelta atrás y suave descenso por en medio de un impresionante bosque de pino rojo. Espectacular su altiva pose, la limpieza del sotobosque, la suavidad de la pradera y el dulce trotar con placidez hacia el camino de bajada.
Los miembros y la “miembra”
No era un camino muy transitado, excepto por la industria de la madera. El perfume del pino era natural, no como los sucedáneos envasados para envolver el suelo de tu hogar de una fragancia silvestre demasiado artificial. Una aventura el bajar a trote rápido, con los riscos del Capolatell a la derecha. La perspectiva de la roca magnificaba los sufrimientos anteriores y los supuestos placeres imaginados por la señora allá en lo alto.
No había señales, sólo ganas de llegar al autobús.
El GPS perdía los satélites de vez en cuando. Sin marcas, sin artefactos, sin chismes, la bajada podía ser a tumba abierta hacia el pantano de la Llosa del Cavall. El camino no quedaba claro, aunque también aquí se contaba con la experiencia de caminantes que ya habían dejado sus huellas antes. De todas formas, una avanzadilla se adentró por entre zarzas, gatosas y otras especies con pinchos. Pronto se encontraron con una pared vertical. Pero dos miembros fueron muy intrépidos, se jugaron la hipotética y futura pensión de jubilados y dejaron que sus cuerpos se deslizaran hacia abajo. Y, la heroína por el otro lado, fue una destacada “miembra” cuyo sexto sentido no sólo le funciona debajo del agua. Condujo bien al personal, apoyada después por los conocedores del terreno. Todo ello coordinado también con el contacto telefónico. Ese ya casi imprescindible apéndice ttecnológico an bien manejado por ejecutivos agresivos sirvió aquí para componer una escena cierta: el chófer abajo con su teléfono móvil en vivo y en directo. Miraba para arriba y veía humanos moviéndose por doquier. Él le transmitía instrucciones al jefe de la expedición sobre por dónde bajar y cómo conseguir el objetivo final.
Mientras, se corrió la voz de que alguien se había perdido. Multiaventura total. Despliegue de sistemas de seguridad. Los pitos para toques de emergencia salen de su guarida. Señales de alerta. Se oye cierto conato de concierto a pitido limpio. Una moza manifestó en voz alta que ella había metido el pito de un GRmano en la boca, pero que antes lo había lavado bien. La higiene, hasta el final, aunque fuera para motivos tan loables como encontrar al perdido. Al final, sanos y salvos, el útero materno en forma de trasto con motor acogió a quienes sólo tenían ganas de comer, abrevar y sestear. La etapa había acabado pero no las aventuras.
Comidas
Tanta sorpresa en un recorrido sin marcas había consolidado eso que venden a los ejecutivos para desestresarse: hubo confianza para buscar cooperación y complementación entre miembros y “miembras”, lo de delegar responsabilidades se ejerce bastante bien, igual que motivar a los Grmanos y Grmanas en compromisos. Y no hablemos del fomento de la comunicación o de mejorar la reacción de sagacidad en ingenio ante situaciones de presión y cambio. La etapa de hoy era un claro ejemplo.
No obstante, aún quedaba por encontrar un garito de carretera para abrevar. No fue tarea fácil a aquellas tardías horas. El sitio elegido debía poner a prueba la salida hasta el final. El moderno dueño dijo que acogía al grupo pero no dentro. Una caja de cerveza y a comer al lado de la perrera, sentados en unos bancos, en una pared o en el suelo, ante la atenta mirada de un malencarado perro. Era la última prueba del día. Sin riesgo a comer y beber al raso no hay aventura. Las caras fueron diversas: muecas de desencanto por parte de algunos y aceptación de la aventura hasta el final por parte de muchos. Este capítulo debía puntuar demasiado en la nota final. Conformados a la fuerza por las circunstancias, el no hay más remedio se transformó en alegría cuando el bar abrió una zona lateral donde acomodarse mejor. Las cosas cambiaron. Y más que lo harán si las participaciones de la lotería de grupo, normalizada lingüísticamente hablando, van más allá que la simple estética.
Para acabar
El difícil reto llegaba al final. Pocas etapas como ésta, sin necesidad a recurrir a esos lemas de captación de directivos ávidos de emociones fuertes, del tipo de“entrenamiento psicológico en medio de paisajes imponentes y desafiantes”. Los adornos para la desintoxicación carecen de sentido cuando el rodaje de tantos años pateando GR confirman que no hay que pagar tanto para tener casi todo lo necesario a tu alcance.
Y este escriba ya se calla apelando a un proverbio árabe:
“No parlis si el que vols dir
no és més bonic que el silenci”
Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 13 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
Etapa 11 del GR1, entre L'Espunyola i la Vall D'Ora
Cuando la impresión es la belleza
GRMANAS Y GRMANOS
Hace tiempo que no pasaba pero ocurrió. Mientras la lista de fijos y provisionales en GRMANIA tiende a aumentar, la presencia y asistencia a esta etapa rozó números desconocidos. Bajo mínimos en un tiempo otoñal, con la belleza rozando los sentidos. Quien tiene sus neuronas al máximo rendimiento (no será este plumilla) tiraba de anales y de disco duro para retroceder en el tiempo y hallar aquella salida. Pero tampoco la recordó. No obstante, las ausencias se perdieron impresiones puntuales muy bien fotografiadas en las retinas individuales. Hacía tiempo que no había tantos colores, tantos matices, tantas continuas subidas y bajadas, tanta perspectiva del Prepirineo por un lado y del Solsonès y el Berguedà por el otro.
La incógnita
Suscitaron muchos comentarios las ausencias. Incluso los hubo que situaron en su GPS mental la posición de quienes físicamente se dedicaban a otros menesteres en aquel uso horario. En tierras asiáticas había una enviada; a otros se les imaginaba delante del espejo, acicalándose a fondo, haciendo filigranas para acertar con el nudo de la corbata para celebraciones de alto copete o colocando la pluma del sombrero en erecta posición; había quienes estaban convalecientes o dedicados a asuntos laborales diversos. Un ilustre indicó que su mujer “estaba pinchada”, motivo por el cual no vino. Él se presentó en el autocar con el perfil de la etapa en papel, tan ennegrecido que impresionaba antes de comenzar. También hubo un grupo no hermético, pero sí reservado, que dedicó bastantes minutos a profundizar en una nueva palabra que aumentaría su diccionario personal. Dicho término vino suscitado por alguna notable ausencia.
Pistas
A lo largo de esta epístola irán apareciendo pistas para descubrir no a la persona pero sí al término conceptual. Si cada etapa es un pozo (de ciencia, de sudores, de técnica, de confusiones o de resbalones) en ésta ese círculo no reservado habló de tal vocablo. Para encontrarlo, las pistas serán palabras subrayadas. ¿Quién lo descubrirá?
Túneles
Como siempre, las tertulias viajeras dependían de la situación de cada sector en el armatoste con motor y ruedas conducido por “el señor de los anillos”. Las antenas recogen ondas pero no descifran todos los mensajes, quizá debido a las interferencias acústicas o a futuras necesidades de sonotones. Donde más ruido se concentra, atrás, se apreciaban más los estados previos a la somnolencia que supuestos discursos inteligibles. La crónica viajera se centraba en tejer una relación entre los gritos y modales educativos de las monitoras de comedores escolares con lo que debe querer decir la educación, versión nueva LOE. También alguien apuntaba una curiosa apreciación educativa. Como su centro escolar estaba al lado de la vía del tren, su equipo estadístico había anotado que una clase es igual al paso de cinco trenes. O sea, la educación física era un ejercicio sonoro: a más traqueteo ferroviario, más silencio y menos sudor. Se desconoce si la empresa lo tenía en esa escuela como infiltrado para verificar la puntualidad del servicio. También era otro motivo de diálogo el trabajo de las máquinas para hacer túneles, como los de la carretera en dirección al inicio de etapa o en los trenes de Terrassa. Claro que hubo para quien la palabra “tuneladora” le remite a otros pensamientos. Máquinas con armazones en espiral que entretuvieron la parte final del recorrido, con el último punto en donde el panadero comenzó a servir hogazas de pan a senderistas amantes de los gustos de antes.
Animales
Nada más empezar, las primeras marcas se vieron muy bien vigiladas. Un perro atado daba vueltas y ladraba con ímpetu. Abrió paso quien aún recuerda malas experiencias con canes pero con un valor evidente. El grupo iba ganando en altura poco a poco. Las lluvias y el ambiente otoñal invitaban al resbalón involuntario. Fue lo que hizo este escriba. Caída escorada y con contundencia. Aún conserva muescas en su pierna y codo. Aquellas piedras parecían tener una baba por encima, disfrazadas de ese verdor sospechoso. Las gomas de los bajos (de las zapatillas) no protegen y se dejan llevar por la humedad.
Otro animal casi nos cerró el paso en mitad del camino. Bien oteado por mentes aficionadas, se debatió su nombre vulgar: salamandra, salamanquesa, dragón. El reptil se salvó por esa mentalidad conservacionista que protege nuestras conciencias más que a los animales. Antes posó para una sesión fotográfica informal.
Hongos
La subida serpenteaba por senderos, caminos más anchos, paso de rieras con agua, charcos y muchas setas. Y si se dan éstas, abundan ellos. A estas alturas, pocos todoterrenos se veían y menos caminantes con el cesto. Este plumilla se atrevió a decir en voz alta que por aquí no llegan ni los abuelos. Palabras mal dichas, pues alguien del grupo matizó: “Por lo menos uno sí ha llegado”. Cierto, aunque él no cogió ningún fruto del bosque. Otros y otras sí que lo hicieron: “cogían, miraban, cazaban o no se enteraban” de las setas. Al lado del camino había alfombras de fredolics, en cualquier sitio aparecía el rovelló (más con gusanos que sin) o alguna llanega muy pringosa. Y también los típicos restos de basuras diversas de boletaires, excusionistas o cazadores antinaturales.
Poyetes
La reagrupación del personal se vio algo entorpecida por estiramientos boletaires. Caminar y buscar no es del todo compatible, con retrasos globales como efecto colateral. Con esperas incluidas, también hubo bolsas repletas y el equipo de transmisiones que se desgañitaba con invitaciones al “agrúpense, por favor”. Esta vez, también se aprendió y mucho. Para demostrar que andar con bastones alivia el cansancio, quien de física sabe mucho acudió a leyes de la termodinámica.
Dicho lo cual, las fuerzas invitaban a la búsqueda de un espacio donde satisfacer algunas necesidades primarias. El entorno era idílico, con los bosques que parecían una paleta de colores, un horizonte amplio lleno de brumas que no desdibujaban los míticos perfiles de La Mola, Montserrat o el Montseny al fondo. Y un presente con explanadas ocupadas por coches, masías dispersas y el camino que asciende. Se cree que sería la subida de las ganas de comer lo que hizo suspirar a una moza por un poyete. Debió dejarlo caer con una entonación tan placentera que las insidias verbales pronto la persiguieron. Los sabuesos de la lengua la invitaban a matizar pero ella quería el poyete. Otra ilustre que iba a su lado le ratificó que el trasero femenino como mejor está es “apoyado en un buen poyete”. Pues... a buscarlo.
Apoyos
En un desnivel del terreno ellas se consolaron. No había lo que buscaban. Pero las vistas eran espléndidas, debajo de una línea eléctrica que se perdía en el horizonte, estableciendo a su paso un cortafuegos artificial. Tanta energía suscitó múltiple terminología a medida que los estómagos pasaban de la formalidad de la comida a la diversidad de los postres. Mientras, ellos hablaban de alguien ausente que buscaba ampliar conocimientos muy terrenales, muy rastreros, con toques ascendentes. Otros imploraban a Murphi cuando decían que no cogían setas porque, si hubiera una venenosa, le tocaría a él. O hubo persona muy versada en ordenadores que comparó la cabellera de su cabeza con una urbanización: una rotonda en medio y dos despejadas entradas a los lados. Bien apoyado estaba el grupo, pues en tres cuartos de hora de condumio aparecieron castañas asadas, variedad de frutos secos, tés y cafés, frutas y esa libación artesana de ella que alguien denomina el “whisqui hippy”. Éxito total.
Temas
El arranque fue en cuesta. Las marchas del motor entraban lentamente. Había que afrontar la parte más dura del mapa expuesto en el autocar. Era una pequeña cresta con un camino franqueado por alambre espinoso. Detrás había cuernos. Bosques de altos pinos con matorrales y pradera donde las cornamentas enfocaban hacia abajo. Ellas comían y no mostraban interés por senderistas que comenzaban a sudar. Las vacas sólo dejaban sus grandes huellas en sus defecaciones recientes. La senda subía e invitaba a alguna confusión. La belleza te engullía mientras el almuerzo producía efectos colaterales. El perfil de la cresta enfocaba hacia el valle del Llobregat más abierto. Pero pronto las constantes curvas ascendentes te abrían los ojos a más paisaje, más perspectiva y unas ruinas de lo que debió ser una iglesia, una masía y unas placas solares a modo de toque contemporáneo.
La cabeza del grupo paró, vio, observó, se fotografió y reflexionó. La instantánea digital era un cuadro diverso, formado por las ruinas atrás allá en lo alto y los rostros andarines delante. Pronto la socarronería apareció con juegos de palabras en torno a “ruinas”: “los de la foto somos o no somos una ruina, mucha gente está arruinada con la crisis, pronto estaremos derruidos, acabaremos el GR en un estado ruinoso”. A aquellas alturas también se pensó en qué estaría haciendo quien faltaba por motivos académicos. Nosotros, tan altos y esa persona, tan baja. Muy abajo para ver todo mejor y profundizar en un término con toques placenteros, si bien ese placer no a todos le gusta ni le convence.
Más adelante, un gran balcón natural mostraba mejor lo que la naturaleza ofrece de forma gratuita: vegetación, verdor, visibilidad, vida. Alguien miró al cielo y atinó a identificar supuestos buitres. Ellos volaban tan alto. Deben ser mejores que los que van a ras de tierra. También es donde está el objeto del trabajo de nuestra incógnita ausente.
El camino siguió bordeando pendientes, “tosales”, siguiendo bordes resbaladizos con buenas vistas a una carretera y masías bien protegidas por vehículos de boletaires. Ella aprovechó el tiempo para ofrecer una lección de anatomía. Aseguraba que existe una relación entre el tamaño de la nariz con otros tamaños. Parece ser que fue una de las sesudas conclusiones a las que llegó de su viaje a Turquía. Decía que los de este país disponen de una buena tercera dimensión, de una larga conversación, acorde con su apéndice nasal. Como en todo estudio científico, sólo falta demostrarlo con pruebas prácticas comprobadas in situ. Otra prueba más de que caminar es un continuo aprendizaje. Aunque quien no está aquí sigue el rastro para ver si es verdad o no que la belleza depende de su objeto de estudio.
Finales
La parte final del camino fue una agradable bajada hacia la Vall d’Ora. El tiempo se iba consumiendo y se optó por acortar la etapa. El pont de Llinras estaba al otro lado de la montaña, lo que obligó a nuestro hombre del volante a dar un rodeo para entrar en una zona sin cobertura de telefonía móvil. Allí, al lado del monumento a Guifrè el Pilós, junto al museo de la Vall D’Ora, nuestro experto en GPS y físicas diversas se recuperaba de los gajes del oficio. El personal estaba por tierra esperando. Una avanzadilla buscó las antenas de la letelonía para salir de dudas y contactar con el conductor. Pero pronto llegó con una sonrisa de oreja a oreja. Manifestó que este territorio él ya lo conocía y nos regaló un profundo mensaje al vernos: “Mira que sus lo tengo dissso, habeijj de confiajj mah en mí”.
El encuentro acabó en diversas mesas de un bar de carretera, al sol que más calienta en esta época.
Y también las pistas debían ayudar a descubrir la nueva palabra y el objeto de estudio de ese alguien ausente del GR. La respuesta, incluida en el enlace de la palabra, es la HELICICULTURA. Se trata de la ciencia que estudia un animal rastrero, que deja babas, tiene cuernos o antenas retráctiles, en Lleida son el centro de una fiesta y en la tele recurren a su baba para vender milagros estéticos. Nuestros caracoles son el centro de nuestro descubrimiento y de su estudio.
Llegados hasta aquí, con buen diccionario y conocimientos de idiomas diversos, he aquí una cita en francés de Ralp Waldo Emerson, colocada en una tienda de deportes de Aix-Les-Termes:
“Bien que nous voyagions de par le monde pour trouver la beauté, nous devons l'avoir en nous-mêmes ou nous en la trouverons pas”
Evaristo
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Terrassa, 5 de noviembre de 2008
sábado, 4 de octubre de 2008
Décima etapa del GR1, entre Gironella y L'Espunyola
Intensa vida social en un agradable paseo por el Berguedà
GRMANOS Y GRMANAS
Besos, arrumacos, hola, cómo estás, los típicos saludos se produjeron después de varios meses de dispersión por esos mundos tan globalizados en uno. Aparentemente la nocturnidad no dejaba descubrir supuestos cambios físicos. Lo más visible fue alguna barba tipo Che Guevara (de nuevo de moda: Benicio del Toro en pantalla), alguna perilla de perfil romántico, muchos teñidos y bastantes cabellos que debieron quedar a merced del viento (fueran o no por “echar una cana al aire”).
Desempolvados los enseres excursionistas, llenas las mochilas, sólo quedaba estirar la musculatura, acomodarse en el marco incomparable del espacio de cada asiento de aquella antigüedad con ruedas, fiarse de los dedos muy anillados de quien nos conduce y encomendarse al destino.
Globalizados
Aquel final de la otra temporada ahora es el principio de ésta. Gironella, a 450 metros, meta e inicio. Al lado del río Llobregat, a donde vertían las aguas de las fuertes lluvias caídas hace poco. Los charcos por el camino también daban fe de ello. La placidez del recorrido invitaba a la añoranza de aquellos tiempos estivales en que todos invertimos nuestros dineros para ver, fotografiar y contar tantas muestras de que lo que vimos en la web o en la foto de la agencia era verdad. Existía. Somos testigos y lo hemos traído en nuestra memoria digital. Con las aguas del Llobregat cerca, alguien hablaba de la belleza del crucero por el Nilo o por los mares del norte de Europa. Siguiendo el camino hubo quien su porción de agua estuvo en el delta del Ebro. Entre arrozales y barcazas llegó hasta Buda (la punta). Más adelante inquietó saber por qué a aquel guía le faltaba un dedo por culpa del agua (muy bien digerido por las pirañas). O cómo nadie se atrevió por la noche a bajarse de la hamaca para “hacer aguas” o a “cambiarle el agua al canario” en medio de tan espesa vegetación, con sonidos inquietantes. O quien descendió el río Sella en canoa y le hizo aguas, quedándole la barca por montera. Entre charcos y barro también le vino a alguien el recuerdo del camino de Carlos V desde Tornavacas a Yuste, con frescos baños en la Garganta de los Infiernos. Y, ya que de líquidos va el recuerdo, hubo quien denunció en público que lo invitaron a casa de un ilustre caminante y no fueron del todo saciadas sus necesidades cerveceras. Decía que Buda vivió mejor. Pero nada como quien estuvo diez días de submarinismo en medio del Mar Rojo, en la zona donde Moisés dicen que separó las aguas. O de los caminantes hacia Santiago, bien regados con buenos caldos al final de cada etapa, en bici o a pie. O la preocupación que inquietaba a otro ilustre del grupo, pues no sabía para qué utilizarían el edificio con la gota de agua de la Expo de Zaragoza. Claro que, para desfacer el entuerto, pronto le espera una ruta por los paradores de Andalucía. Hasta también se recordó la ausencia del agua: en ese gran desierto en medio de la selva brasileña, en las zonas donde el Nilo no es el maná, en los altos riscos de exigentes rutas pirenaicas con los recipientes vacíos, en los precios a los que cobran el agua al turista asfixiado. En resumen, el mundo tiene aún más forma global en verano mientras los aviones, la paga extra, el pago a plazos e Internet lo permitan.
Dulces paseos otoñales
Las lluvias habían refrescado el ambiente y algunos vegetales reverdecían. Otros aportaban esas frutas que algunos muy rurales tomaban prestadas sin derecho a devolución. El recorrido sorprendía con pintadas reivindicativas de libertades varias, o que los del centro roban. La lluvia aún no las había desdibujado. Estéticamente sorprendían a los pocos caminantes que por allí pasaban. Con el Prepirineo al fondo y charcos al lado, pronto apareció la ermita de Sant Vicenç d'Obiols, de arte románico. Muy bien conservada, con buenas vistas y un recóndito cementerio. Un espacio, éste, que a alguien le recordó el principio de otra actividad deportiva del domingo pasado en Sant Joan de les Abadeses. En aquella ocasión, ciertos intrépidos del pelotón de cola aparcaron al lado del servicio de Pompas Fúnebres del Ripollès. Afortunadamente ni en aquella ocasión ni ahora hizo falta su uso.
Mientras, el dulce paseo discurría entre el bucolismo de los campos que esperaban el otoño real, los animalillos vacunos rebrincaban en sus granjas, los de la cresta cacareaban en el corral formando un rojo pelotón y los patos dibujaban un sinfín de olas en aquel estanque. Y todos los caminantes disfrutaban del reencuentro, con tantas historias acumuladas tras varios meses de no verse. Aunque, bien es verdad que alguna destacada moza ya empezaba la temporada con disquisiciones improcedentes. La atrevida señora quiso calentar el ambiente por Internet con aquello de alargar las etapas. Un sagaz mozo se interrogaba en su respuesta sobre qué había que alargar y, según lo que fuera, se apuntaba a tamaño proceder. A lo que ella, delante de testigos andarines, tuvo el descaro de cierto desaire perdonable: “Yo cuando quiero caminar, llamo a mis amigos y me voy a la montaña”. Mientras, todo el grupo que la acompañaba la seguía...¿haciendo qué? Más adelante se descubrirá realmente qué es lo que le supuraba por una pierna, que usaba para caminar...¿o no?
“No le hagáis un feo al abuelo”
La primera etapa, diseñada para poner los cuerpos a tono, transcurría plácidamente. Y el reloj, también. Sin alteraciones, con la nostalgia del verano en los labios, regodeándose en lo felices que fuimos mientras no teníamos horario fijo. Hasta hubo quien presumió de que lo único que anduvo fue para cubrir la distancia que había entre el aparcamiento del coche y el restaurante de turno. Los esfuerzos del primer día se pagan y qué mejor que coger fuerzas con la primera parada gastronómica.
Se desconocen las fuerzas telúricas que mueven el inconsciente colectivo pero las iglesias y ermitas deben embrujar al personal. La parada se efectuó en una que parecía haber previsto el encuentro. Ya había un espacio cerrado, como si fuera una mesa redonda, y un habitáculo en medio. Lo que quizá fuera un baptisterio en desuso pronto tuvo utilidad. Los bastones allí colocados parecían un cuadro de las lanzas, prestas a entrar en acción por la empuñadura. Pero lo que se puso en marcha fue la parafernalia habitual: botas, bocatas y otras especies. Todo parecía discurrir dentro de los cauces habituales, hasta con cierta tranquilidad sospechosa. Y todo se alegró cuando el abuelo y la abuela enseñaron los trofeos que habían acarreado en la mochila. Los termos con café estimularon un ambiente que pronto pasó a mayores. El preciado y afrodisíaco chocolate Lind se derritió en los paladares, las cajas no paraban de circular. Para despegar el preciado cacao de la lengua, qué mejor que la ayuda de algunos alcoholes como Torres 10 y Chinchón dulce. Con la disculpa de preparar un carajillo, los vasos no paraban de rellenarse y los cerebros pronto se vieron atacados por risas, frases y locuacidades diversas. La temporada empezaba con un suave botellón...¿dónde? Pues a la puerta de una iglesia. Risas, chistes, tertulias, “llena otra vez el vaso, parece que hablas demasiado, come otro bombón y no le hagas un feo al abuelo, tantos años en colegios de curas y monjas y a tu edad narcotizándote cerca de la pila donde a alguno bautizarían....con agua, si Paco viera el fruto de tantos dineros como invirtió en tu educación y ahora esto”. Las botellas circulaban y todos felicitaban tan loable iniciativa. Una sincera felicitación que, más delante, el abuelo le contará a Júlia con pelos y señales. Luego, quizá ella le responda: “¡Venga abuelo, no paras de contar batallas!” Pero seguro que ambos se entenderán mejor que los del anuncio del espetec Casa Tarradellas.
Encrucijadas y anacardos
El camino discurría entre suaves lomas con las estribaciones del Prepirineo al fondo, el santuario de Queralt, campos en diversos estados dentro del calendario agrícola, casas derruidas por el abandono, granjas y ermitas como la de Santa Maria d'Avià, a 685 metros. Un GR con bifurcaciones sin pérdidas, con pintadas reivindicativas a merced de pocos lectores y con sorpresas.
La placidez del recorrido dejó mucho tiempo libre para hablar, fotografiar, escuchar, compartir, fijarse y hasta hacer equilibrios en el aire. Aquella moza díscola con la persona que se esfuerza en diseñar los recorridos observó que por su pierna supuraba algún líquido raro. Como que el camino le sabía a poco, debió entregarse tanto a las libaciones etílicas que restos de algún destilado le recorrían la pierna, mientras la sin hueso no paraba de trabajar. Pronto se puso a tono, volvió a cierta compostura y siguió hacia adelante por barrizales diversos y charcos a discreción.
Más adelante, otra alerta preocupó a los servicios médicos femeninos. Un buen mozo parece ser que iba pensando en la “castanha caju” y, no sabe por qué, pero casi demostró lo que era un tirabuzón en vivo y en directo. Trastabilló, tropezó, giró y las consecuencias de tan desgraciada caída eran evidentes. Entre las frutas tropicales con que obsequiaron al grupo la pareja de intrépidos aventureros (en español, la palabra anterior es Anacardo), quizá los vapores de carajillos anteriores y alguna raíz o piedra puesta a modo de estorbo, el susto puso en alerta al grupo. Y se produjo un curioso efecto, una novedad: una mano femenina muy diestra frotaba al caído hasta en la tetilla izquierda (¿sería por ser ella experta en cardiología?), él insistía en que tenía más muescas en otros lugares, como en la cara o pierna. Todo fueron atenciones en tierra y, en especial, al reiniciar el camino. El efecto pasará a los anales de GRMANIA: ya en pie, él inicia el camino y casi toda la representación femenina del grupo andarín lo rodea mientras asciende una pequeña cuesta. Parecían querer llevarlo en volandas. Con tantas atenciones de género, se le desea que las próximas caídas a tierra no sean por accidentes.
El hombre
Los kilómetros llegaban a su fin aunque hubo ciertas dificultades que superar. Los resbalones provocaron salirse del camino oficial y triscar por márgenes varios, aguantar alambres protectoras al pasar y mancharse los bajos (de los pantalones). También hubo quien, en anteriores salidas estivales, se quejaba a sus compañeras de camino que ya no tenía tantas fuerzas, que ella ya no era ni su sombra, que tiempos pasados fueron mejores. Batallas que se fueron al traste cuando se puso la primera de la fila y se dejó llevar por algún hombre que ahora está en progresión muy ascendente. Las compañeras, desde atrás, veían cómo ella sí era como antes, sólo que en esta ocasión el estímulo del paso ligero no sólo estaba en el camino.
Otro hombre destacó en la ruta. Un tractor llevaba un remolque con buenos trozos de madera para calefacciones, chimeneas, parrillas y asados. En el pescante iba un señor entrado en años luciendo el moreno y desnudo torso. Detalles que no le pasaron desapercibidos al profesional del chiste en el grupo. De ello dan fe las palabras que le lanzó a aquel sujeto: “¿Qué bien vas ahí arriba tomando el sol, eh? ¡Con esa leña ya harás buenas barbacoas!”.
El pan
Cerca del final, la casa dels Quatre Vents, a 775 metros, parecía una atalaya que estaba a merced de los fuertes aires de la zona. Unos canes atados en las esquinas mostraban su cara menos amable, aunque el dueño decía que todo era imagen. Las vacas le hacían compañía al dueño, un hombre mayor que se recuperaba de fuertes sesiones de quimioterapia y veía su futuro con optimismo. No obstante, el presente era una casa por donde han pasado muchas generaciones y una higuera que brindaba sus granates y maduros frutos. Esta vez hubo que pedir permiso y disfrutar de las delicias de unos higos que sabían a regalo natural (de hecho, eran gratuitos). Aunque no todo eran momentos dulces. A un atleta en constante progresión le sorprendió “la caricia” de una avispa y le dejó un desagradable recuerdo. Más adelante, ya a la entrada de L'Espunyola, el olor a pan recién hecho formaba parte de esa técnica publicitaria que ahora cada vez está más de moda. Es el marketing sensorial, un moderno truco empresarial basado en lo de toda la vida: los buenos olores de los alimentos recién hechos se expanden urbi et orbe y animan a los sentidos más primarios a soñar con esos manjares. O sea, a conprarlos. Pius daba nombre a aquel horno que recibía al consumidor con una gran masera al fondo, grandes hogazas de pan cerca y dos señoras que se vieron sorprendidas por la avalancha humana, ávida de recordar los sabores de antes hechos ahora. Quien sabe de productos autóctonos, experta en flora, fauna y hongos, sorprendió al público ignorante con la compra de una especie de pan rallado típico de la zona. Ella decía que era excelente para la sopa de pescado. O sea, un secreto que no desveló hasta el momento de montar en el autocar.
Cal Curro
Como el dulce paseo dio para mucho, sobró tiempo para recordar aquellos momentos en que este bar del Pont de Vilomara llenaba las mesas de enormes jarras de cerveza. Esta vez fueron más pequeñas pero muchas. Bebida y comida. Porque, como dijo una vez el padre del presidente de la empresa Ford y después de Chrysler, Lee Iacocca: “En tiempos de crisis, la última cosa que deja de hacer la gente es comer”.
No se sabe los motivos pero se formaron dos grupos de comensales. ¿Quizá la gente más fashion estaba fuera y el resto dentro? Todos, bien regados por líquidos. Y, los de dentro como mínimo, degustaron detalles gastronómicos con que nos obsequiaron los visitantes de Brasil. Pero los de fuera sorprendieron al respetable con un detalle al cuello. Siguiendo con el moderno márketing, ahora también se puede colaborar en la esponsorización de una nueva barca tipo llaüt a cambio de un pañuelo amarillo. Y, además, con el honor de que tu nombre figure inscrito en una zona del exterior de la barca, bien visible.
Ya de vuelta, en el autocar, siguió el reparto: una postal de recuerdo de la fiesta de Sant Llorenç a la Mola, del pasado 10 de agosto, y un cartel anunciador de la Romería. Todo dado en medio de una sesuda conversación previa al breve conato de siesta. Se debatía acaloradamente sobre las predicciones catastrofistas del sabio Stephen Hawking. Un intercambio de ideas que apenas dio paso al momentáneo descanso.
El viaje de vuelta fue breve, significó el final de la primera etapa, un feliz encuentro que también puede ser propicio para terminarlo con un pensamiento:
“El secret de la felicitat
no rau a fer sempre el que es vol fer;
sinó a estimar sempre el que es fa”
Leon Tolstoi
Evaristo
Terrassa, 3 de octubre de 2008
http://afondonatural.blogspot.com
Novena etapa del GR1, entre el Molí d’en Vilalta y Gironella
¿Agua?, sólo en los pies
GRmanas y GRmanos:
Sobre ecuaciones de muchas incógnitas – Sobre aguas y lavados de bajos – A cerca de pastoras muy bucólicas - Micciones muy protegidas – Comidas con buen clima.
El sábado amaneció con el suelo mojado, lo cual podía parecer un pronóstico de lo que se avecinaba en una jornada que pretendía adentrarse “en el ojo del huracán”. O sea, decían que llovería allí y el destino final era ése.
Las bambalinas de cada etapa sólo están al alcance de ciertos comités de personas con trabajo extra. En esta ocasión la pulverización de las neuronas se agudizó con la famosa ecuación del tiempo. Una prueba matemática de muchas variables que nuestro coordinador creó a base de mucho insomnio consultando el oráculo de la Agencia estatal de Meteorología. El cometido de estos gabinetes de consulta es variado, depende de cada circunstancia. Algún día habría que publicar las historias ocultas que implican la coordinación de este grupo humano. En esta ocasión, alguien no recordó los elementos del gabinete de crisis, nombrados en la última asamblea, y abogó por una reunión consultiva y urgente de dicho comité. En vez de eso, se formó en la sombra digital “un sanedrín”. Los mensajes se sucedieron sin parar. Se trataba de ir más allá que las nubes, interpretar la quintaesencia del Meteosat, adivinar si llovería o no cuando los tantos por ciento fluctuaban pero no desvariaban. Al final, las ganas de volver al tajo andarín pudieron más que los pronósticos y el tiempo puso el resto. No llovió en general, aunque agua hubo y, por cierto, muy higiénica
Gotas y remos
Aquellas gotas iniciales sobre el asfalto no quedaron ahí. Las humedades matinales también limpiaron el parabrisas del carruaje con motor. Y la prevención del personal hizo que algunas mochilas apenas podían cerrarse por tanto recambio junto. No obstante, el detalle que levantó más sospechas fue ver a nuestra submarinista de élite con una mochila especial, por si acaso. Porque, si de lo que se trataba era que llevaba el neopreno, su olfato acuático podía causar estragos en el resto. Pareció que no le hizo falta. Ahora bien, los gurús del sanedrín arrugaron el entrecejo cuando aquellas gotas en el autobús podían avivar la polémica entre ir o no ir, quedarse o cambiar de planes: ser o no ser caminantes aquel día, esa era la cuestión. Y fue la claridad, el amago del falso sol en días con nubes amenazadoras, las circunstancias para caminar con la espada de Damocles encima.
Como el tema era propicio, qué mejor que hablar del remo. Ella decía que se presentaba a la etapa cansada por remar la noche anterior. Al ser preguntada si lo había hecho en seco o en mojado, aclaró su nueva apuesta con un tipo de remo largo, duro, consistente pero pesado. Dice preferirlos de fibra tipo kevlar. Ha empezado a competir en un tipo de embarcación antigua, el iagout, en Lloret de Mar, pero sólo remaban mujeres.
Días después, fuentes bien informadas aseguran que en algún sector se continúa hablando de agua pero marina. Al parecer, dos Grmanos hombres se están introduciendo de forma sibilina en el mundo de la náutica. La primera sesión de navegación marina la acaban de recibir. Se supone que ya no confunden un cabo con una cuerda. No se sabe si sus miras pueden estar en la inversión, a corto o a largo plazo, en algún tipo de embarcación que los distinga del resto de los mortales de mochila.
Aguas dulces
De entrada, la zona inicial del molí d’en Vilalta debió estar muy bien buscada por quien molía. Agua por todas partes que desaguaba en la riera de Merlés. A 500 metros sobre el nivel del mar, la frondosidad de esta primavera era la antítesis de los lamentos por la sequía de no tantos días atrás, con cañería incluida. Era una muestra de cómo las preocupaciones temporales evolucionan. Mientras, los charcos se sucedían, la riera Regatell parecía un río y algunos caños de las fuentes no daban abasto. Tanto verdor de golpe impactaba, miraras a donde miraras. Nuestra experta en botánica no daba abasto a identificar flores. O a invitar a degustar algunas de pétalos azulados que ella comía en su más tierna infancia. Y, a decir verdad, eran gustosas.
Lavado de bajos
Ni los perfiles de la maquinaria digital GPS ni los mapas a la vieja usanza (en papel) detectaron con tiempo que tanta agua daría lugar a ejercicios diversos si es que se quería proseguir el camino. Los oteadores que iban en avanzadilla luego se percataron de que la primera dificultad orográfica más bien era hidráulica. Una riera se interfería en el camino a modo de reto. Iba con agua suficiente como para hacer trabajar las neuronas. El paso era obligado y los caminos posibles sólo daban una opción: cruzarla. Hubo intentos de instalar supuestos pasos con maderas de la zona. Pero como que no. Por tanto, no quedaba más remedio. Había que dejar al aire las zonas más bajas del cuerpo y enfriarlas. Fue un buen motivo como para componer otra cara de GRMANIA: que si me tengo que sentar para quitarme el atuendo, que si resbalo, no salpiques, el agua está fría, a ver si te caes como aquella vez le pasó a…, mira por dónde y no he traído toalla, por fin un día me lavo los pies, ahora con qué me seco. O bien, pensamientos futuros por si otra riera obligaría a lavarse otros bajos que están un poco más altos. Por primera vez, todo el personal tuvo que enseñar los pies en agua dulce. Y quizá fuera por el tono del agua fría de aquel momento, o porque las varices bombearon mejor la sangre, el caso es que esta etapa se acabó más pronto de lo planeado.
Bucolismo
Tanto verde, tanto pasto, tanta explosión ardorosa de la primavera tardía desembocó en un alto en el camino para saciar alguno de los apetitos. Parada digestiva que también sirvió para coordinar la comida de hermandad que cierra la temporada. Y para buscar a una pareja de expertos cocineros que pretendían guardar su secreto de maestros en el arte del rancho para colectivos. Pronto nos mostrarán sus habilidades culinarias.
De nuevo en ruta, con las botas casi vaciadas y cierta alegría corporal por la recuperación de las calorías perdidas con pasos honrosos por frescas rieras, alguien del grupo trasero revivió en voz alta sus más tiernos deseos de la infancia. Al paso por un corral de ovejas, ella no pudo menos que proclamar en voz alta que una de sus ilusiones profesionales hubiera sido ser pastora. Y las miraba con esa ilusión de la más tierna infancia. Dentro, el pastor casi a punto de jubilarse quizá le hubiera cedido de buen gusto la cacha, los perros y el caliqueño si se lo hubiera propuesto en serio.
Búsqueda
El Lluçanès debe guardar sus mejores secretos al aire libre. Puede que estas circunstancias meteorológicas y primaverales brindaban una ocasión única para contemplar una alfombra tan verde, tapizada por el colorido de las amapolas y otras especies. La diseminación de las pocas casas daba aún más protagonismo a unos campos que pronto cambiarían de tonalidad. Al fondo, siempre estaba la referencia del prePirineo y cerca, un pequeño pueblo famoso por tener uno de los mejores restaurantes de la zona, Sagàs, a 740 metros. Pero el GR fue directo a la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, situada en un promontorio con unas escaleras que invitaban a la típica foto de grupo. Era románica, con panel explicativo fuera y porche con diversos carteles que anunciaban o buscaban: quien quisiera ir a misa tenía sus horarios; si en la zona había matrimonios en potencia para el 2008, allí los preparaban; quien quisiera ir a Lourdes en el 41 peregrinaje, allí le informaban; y también anunciaban que las vocaciones nativas eran responsabilidad de todos. Era una iglesia románica con mucho contenido.
Sonidos
La quietud y tranquilidad de la etapa se veía alterada por algún tractor o por la alegría dicharachera de los pájaros que parecían mantener discusiones inacabables en las ramas. Es la primavera, hermano. La perspectiva del paisaje poco a poco dibujaba la perspectiva de las montañas que hay encima de Berga. Altitudes con el monasterio de Queralt en medio y con el recuerdo de muchos sudores de algunos componentes de GRMANIA no hacía tanto tiempo atrás. Carreteras que se van abriendo por en medio del paisaje a modo de dentelladas al terreno. Movimientos de tierras para hacer balsas, construir puentes y asfaltar la rapidez en movimiento. Y ruido, mucho sonido de tubo de escape en la lejanía. Olván, a 555 metros, tenía enfrente una pista de entrenamiento para motos de trial. Enormes desniveles afrontados a todo gas, con motores que empujan con rapidez. Casi enfrente, algunos recuerdan otras muy pronunciadas subidas y bajadas a Rasos de Peguera, empujados sólo por las justas fuerzas del fuelle humano.
Micciones
Uno de esos que se dedican a hacer estudios de cualquier ocurrencia dice que cuando hay agua que corre se excitan algunos esfínteres corporales. Por eso al lado de las fuentes es habitual que haya un letrero con la prohibición de juntar aguas menores con las emergentes naturales, estén o no analizadas por el laboratorio de Oliver Rodés. En cada etapa es habitual la diseminación del personal para menesteres muy íntimos. Pero lo que no es normal es que alguien detenga la marcha de todo un grupo sólo porque un ilustre atleta avanza unos pasos y se regodea pareciendo hacer de la necesidad virtud. Mentes que van más allá sugerían otras habilidades manuales. Pero en estos casos siempre hay una voz que sitúa las habladurías en su sitio: una cosa es la necesidad y otra la diversión. Después de esto, prosiguió la marcha.
Climas
El final se acercaba, aunque para llegar había que sortear pasos asfaltados con curvas muy pronunciadas, falta de marcas por movimientos de tierras y atisbar para comprobar que las primeras casas de Gironella eran aquéllas que se veían en lontananza. La llegada tenía un objetivo importante, la búsqueda del casal La Llar. Allí ya habían preparado las mesas quienes acortaron la etapa con el autocar.
El local daba seguridad, no tanto por el sitio sino por ser la primera vez que uno come con una ambulancia medicalizada al lado y a punto. Se supone que nada tenía que ver con que este sitio fuera frecuentado por terceras y cuartas edades, refugiadas allí también por un anuncio en la puerta: “local climatizado”. Debía estar oculta esta maquinaria porque sólo se veía un espacio tipo almacén, con antiguallas como máquinas de coser, instrumentos de gimnasia inoperantes y sillas modelo posguerra. Pero la ambulancia estaba enfrente. Y, en una esquina de la sala, había una cartelera que en nada se parecía a la de la iglesia de Sagàs. Aquí la tercera juventud iba más a lo terrenal y a lo práctico: la cena de Navidad, vacaciones del Inserso en Mallorca, taller de manualidades, viajes culturales.
Los comensales se entregaron a los placeres digestivos entre risas, bromas y anécdotas curiosas. Mientras los espontáneos que tan eficazmente se transforman en camareros atendían las demandas del personal, los diversos temas que se tocan dan que pensar. Una facultad ésta que le sirvió a nuestro filósofo para enseñar con un ejemplo extraído de uno de sus brillantes discípulos, el cual, ante la invitación que una vez le hizo para que pusiera en práctica la facultad de pensar, le respondió: “¿Y eso cómo se hace?”.
Y, para cerrar pensando, aquella otra cita de Basilio Martín Patino quien, en su libro “La seducción del caos”, escribió:
“Nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias”
Evaristo
Terrassa, 10 de junio de 2008
http://afondonatural.blogspot.com
GRmanas y GRmanos:
Sobre ecuaciones de muchas incógnitas – Sobre aguas y lavados de bajos – A cerca de pastoras muy bucólicas - Micciones muy protegidas – Comidas con buen clima.
El sábado amaneció con el suelo mojado, lo cual podía parecer un pronóstico de lo que se avecinaba en una jornada que pretendía adentrarse “en el ojo del huracán”. O sea, decían que llovería allí y el destino final era ése.
Las bambalinas de cada etapa sólo están al alcance de ciertos comités de personas con trabajo extra. En esta ocasión la pulverización de las neuronas se agudizó con la famosa ecuación del tiempo. Una prueba matemática de muchas variables que nuestro coordinador creó a base de mucho insomnio consultando el oráculo de la Agencia estatal de Meteorología. El cometido de estos gabinetes de consulta es variado, depende de cada circunstancia. Algún día habría que publicar las historias ocultas que implican la coordinación de este grupo humano. En esta ocasión, alguien no recordó los elementos del gabinete de crisis, nombrados en la última asamblea, y abogó por una reunión consultiva y urgente de dicho comité. En vez de eso, se formó en la sombra digital “un sanedrín”. Los mensajes se sucedieron sin parar. Se trataba de ir más allá que las nubes, interpretar la quintaesencia del Meteosat, adivinar si llovería o no cuando los tantos por ciento fluctuaban pero no desvariaban. Al final, las ganas de volver al tajo andarín pudieron más que los pronósticos y el tiempo puso el resto. No llovió en general, aunque agua hubo y, por cierto, muy higiénica
Gotas y remos
Aquellas gotas iniciales sobre el asfalto no quedaron ahí. Las humedades matinales también limpiaron el parabrisas del carruaje con motor. Y la prevención del personal hizo que algunas mochilas apenas podían cerrarse por tanto recambio junto. No obstante, el detalle que levantó más sospechas fue ver a nuestra submarinista de élite con una mochila especial, por si acaso. Porque, si de lo que se trataba era que llevaba el neopreno, su olfato acuático podía causar estragos en el resto. Pareció que no le hizo falta. Ahora bien, los gurús del sanedrín arrugaron el entrecejo cuando aquellas gotas en el autobús podían avivar la polémica entre ir o no ir, quedarse o cambiar de planes: ser o no ser caminantes aquel día, esa era la cuestión. Y fue la claridad, el amago del falso sol en días con nubes amenazadoras, las circunstancias para caminar con la espada de Damocles encima.
Como el tema era propicio, qué mejor que hablar del remo. Ella decía que se presentaba a la etapa cansada por remar la noche anterior. Al ser preguntada si lo había hecho en seco o en mojado, aclaró su nueva apuesta con un tipo de remo largo, duro, consistente pero pesado. Dice preferirlos de fibra tipo kevlar. Ha empezado a competir en un tipo de embarcación antigua, el iagout, en Lloret de Mar, pero sólo remaban mujeres.
Días después, fuentes bien informadas aseguran que en algún sector se continúa hablando de agua pero marina. Al parecer, dos Grmanos hombres se están introduciendo de forma sibilina en el mundo de la náutica. La primera sesión de navegación marina la acaban de recibir. Se supone que ya no confunden un cabo con una cuerda. No se sabe si sus miras pueden estar en la inversión, a corto o a largo plazo, en algún tipo de embarcación que los distinga del resto de los mortales de mochila.
Aguas dulces
De entrada, la zona inicial del molí d’en Vilalta debió estar muy bien buscada por quien molía. Agua por todas partes que desaguaba en la riera de Merlés. A 500 metros sobre el nivel del mar, la frondosidad de esta primavera era la antítesis de los lamentos por la sequía de no tantos días atrás, con cañería incluida. Era una muestra de cómo las preocupaciones temporales evolucionan. Mientras, los charcos se sucedían, la riera Regatell parecía un río y algunos caños de las fuentes no daban abasto. Tanto verdor de golpe impactaba, miraras a donde miraras. Nuestra experta en botánica no daba abasto a identificar flores. O a invitar a degustar algunas de pétalos azulados que ella comía en su más tierna infancia. Y, a decir verdad, eran gustosas.
Lavado de bajos
Ni los perfiles de la maquinaria digital GPS ni los mapas a la vieja usanza (en papel) detectaron con tiempo que tanta agua daría lugar a ejercicios diversos si es que se quería proseguir el camino. Los oteadores que iban en avanzadilla luego se percataron de que la primera dificultad orográfica más bien era hidráulica. Una riera se interfería en el camino a modo de reto. Iba con agua suficiente como para hacer trabajar las neuronas. El paso era obligado y los caminos posibles sólo daban una opción: cruzarla. Hubo intentos de instalar supuestos pasos con maderas de la zona. Pero como que no. Por tanto, no quedaba más remedio. Había que dejar al aire las zonas más bajas del cuerpo y enfriarlas. Fue un buen motivo como para componer otra cara de GRMANIA: que si me tengo que sentar para quitarme el atuendo, que si resbalo, no salpiques, el agua está fría, a ver si te caes como aquella vez le pasó a…, mira por dónde y no he traído toalla, por fin un día me lavo los pies, ahora con qué me seco. O bien, pensamientos futuros por si otra riera obligaría a lavarse otros bajos que están un poco más altos. Por primera vez, todo el personal tuvo que enseñar los pies en agua dulce. Y quizá fuera por el tono del agua fría de aquel momento, o porque las varices bombearon mejor la sangre, el caso es que esta etapa se acabó más pronto de lo planeado.
Bucolismo
Tanto verde, tanto pasto, tanta explosión ardorosa de la primavera tardía desembocó en un alto en el camino para saciar alguno de los apetitos. Parada digestiva que también sirvió para coordinar la comida de hermandad que cierra la temporada. Y para buscar a una pareja de expertos cocineros que pretendían guardar su secreto de maestros en el arte del rancho para colectivos. Pronto nos mostrarán sus habilidades culinarias.
De nuevo en ruta, con las botas casi vaciadas y cierta alegría corporal por la recuperación de las calorías perdidas con pasos honrosos por frescas rieras, alguien del grupo trasero revivió en voz alta sus más tiernos deseos de la infancia. Al paso por un corral de ovejas, ella no pudo menos que proclamar en voz alta que una de sus ilusiones profesionales hubiera sido ser pastora. Y las miraba con esa ilusión de la más tierna infancia. Dentro, el pastor casi a punto de jubilarse quizá le hubiera cedido de buen gusto la cacha, los perros y el caliqueño si se lo hubiera propuesto en serio.
Búsqueda
El Lluçanès debe guardar sus mejores secretos al aire libre. Puede que estas circunstancias meteorológicas y primaverales brindaban una ocasión única para contemplar una alfombra tan verde, tapizada por el colorido de las amapolas y otras especies. La diseminación de las pocas casas daba aún más protagonismo a unos campos que pronto cambiarían de tonalidad. Al fondo, siempre estaba la referencia del prePirineo y cerca, un pequeño pueblo famoso por tener uno de los mejores restaurantes de la zona, Sagàs, a 740 metros. Pero el GR fue directo a la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, situada en un promontorio con unas escaleras que invitaban a la típica foto de grupo. Era románica, con panel explicativo fuera y porche con diversos carteles que anunciaban o buscaban: quien quisiera ir a misa tenía sus horarios; si en la zona había matrimonios en potencia para el 2008, allí los preparaban; quien quisiera ir a Lourdes en el 41 peregrinaje, allí le informaban; y también anunciaban que las vocaciones nativas eran responsabilidad de todos. Era una iglesia románica con mucho contenido.
Sonidos
La quietud y tranquilidad de la etapa se veía alterada por algún tractor o por la alegría dicharachera de los pájaros que parecían mantener discusiones inacabables en las ramas. Es la primavera, hermano. La perspectiva del paisaje poco a poco dibujaba la perspectiva de las montañas que hay encima de Berga. Altitudes con el monasterio de Queralt en medio y con el recuerdo de muchos sudores de algunos componentes de GRMANIA no hacía tanto tiempo atrás. Carreteras que se van abriendo por en medio del paisaje a modo de dentelladas al terreno. Movimientos de tierras para hacer balsas, construir puentes y asfaltar la rapidez en movimiento. Y ruido, mucho sonido de tubo de escape en la lejanía. Olván, a 555 metros, tenía enfrente una pista de entrenamiento para motos de trial. Enormes desniveles afrontados a todo gas, con motores que empujan con rapidez. Casi enfrente, algunos recuerdan otras muy pronunciadas subidas y bajadas a Rasos de Peguera, empujados sólo por las justas fuerzas del fuelle humano.
Micciones
Uno de esos que se dedican a hacer estudios de cualquier ocurrencia dice que cuando hay agua que corre se excitan algunos esfínteres corporales. Por eso al lado de las fuentes es habitual que haya un letrero con la prohibición de juntar aguas menores con las emergentes naturales, estén o no analizadas por el laboratorio de Oliver Rodés. En cada etapa es habitual la diseminación del personal para menesteres muy íntimos. Pero lo que no es normal es que alguien detenga la marcha de todo un grupo sólo porque un ilustre atleta avanza unos pasos y se regodea pareciendo hacer de la necesidad virtud. Mentes que van más allá sugerían otras habilidades manuales. Pero en estos casos siempre hay una voz que sitúa las habladurías en su sitio: una cosa es la necesidad y otra la diversión. Después de esto, prosiguió la marcha.
Climas
El final se acercaba, aunque para llegar había que sortear pasos asfaltados con curvas muy pronunciadas, falta de marcas por movimientos de tierras y atisbar para comprobar que las primeras casas de Gironella eran aquéllas que se veían en lontananza. La llegada tenía un objetivo importante, la búsqueda del casal La Llar. Allí ya habían preparado las mesas quienes acortaron la etapa con el autocar.
El local daba seguridad, no tanto por el sitio sino por ser la primera vez que uno come con una ambulancia medicalizada al lado y a punto. Se supone que nada tenía que ver con que este sitio fuera frecuentado por terceras y cuartas edades, refugiadas allí también por un anuncio en la puerta: “local climatizado”. Debía estar oculta esta maquinaria porque sólo se veía un espacio tipo almacén, con antiguallas como máquinas de coser, instrumentos de gimnasia inoperantes y sillas modelo posguerra. Pero la ambulancia estaba enfrente. Y, en una esquina de la sala, había una cartelera que en nada se parecía a la de la iglesia de Sagàs. Aquí la tercera juventud iba más a lo terrenal y a lo práctico: la cena de Navidad, vacaciones del Inserso en Mallorca, taller de manualidades, viajes culturales.
Los comensales se entregaron a los placeres digestivos entre risas, bromas y anécdotas curiosas. Mientras los espontáneos que tan eficazmente se transforman en camareros atendían las demandas del personal, los diversos temas que se tocan dan que pensar. Una facultad ésta que le sirvió a nuestro filósofo para enseñar con un ejemplo extraído de uno de sus brillantes discípulos, el cual, ante la invitación que una vez le hizo para que pusiera en práctica la facultad de pensar, le respondió: “¿Y eso cómo se hace?”.
Y, para cerrar pensando, aquella otra cita de Basilio Martín Patino quien, en su libro “La seducción del caos”, escribió:
“Nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias”
Evaristo
Terrassa, 10 de junio de 2008
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domingo, 7 de septiembre de 2008
“Carros de Foc”: es la vida
Esta gran aventura que es la vida dicen que está llena de otras aventuras. Por lo que se ve, todos somos aventureros a diario, aunque a veces nuestro principal reto sea cruzar un semáforo sin que te pille un coche o pasarlo apurando el color ámbar al máximo sin que te intercepte el policía de turno. Aventurarse también es llegar a fin de mes con o sin crisis, buscar un piso a salvo de los ahora deprimidos tiburones de la especulación, entender al hijo o hija adolescente, saber qué hacer con el familiar enfermo o viejo, encontrar entusiasmo en la rutina vital diaria o animar a quien lo necesita cuando quien más lo demanda puede ser el que vende optimismo.
Pero, además, y no siempre con mayor valor, existe el otro encuentro con realidades a las que quieres conquistar, vencer o probar a qué saben. Mientras, te sometes a un largo ritual con entusiasmo y con esos interrogantes que no despejarás hasta el final. Llegado el verano, cumplidos ciertos años o planteados determinados objetivos, uno se echa hacia adelante y pregunta al resto de miembros acompañantes la misma cuestión: y...nosotros, ¿por qué no?
Un grupo de cinco personas en medio de algunos cientos se entrega a la conquista de la camiseta roja, prueba de haber acabado “Carros de Foc” en menos de 24 horas (más de 56 km y 9.200 metros de desnivel acumulado en la alta montaña del Pirineo, entre 2.000 y 2.800 metros de altura). Casi a la misma hora, en los Alpes, la Ultra Trail Montblanc. más de 160 km en menos de 48 horas, con 19.000 metros de desnivel acumulado. También, un gentío a la conquista del Mont Blanc durante todo el verano. Y antes, mucho antes, grupos de montañeros en el Nanga Parbat o en el K-2. ¿Cómo acabará todo?
“Carros de Foc”
En estos tiempos en que la fragilidad de la sociedad aumenta a medida que crece el desarrollo, los retos también tienen cabida. Enfrentarse a circunstancias extremas, probarse para ver hasta dónde se es capaz de llegar, saber qué significa el máximo esfuerzo, sufrir, sudar, estar en el filo del riesgo, ser algo inconsciente: acciones para momentos de ocio que nunca se aceptarían en la jornada laboral impuesta por un superior. Pero acciones muy bien envueltas por ese lema del gran ciclista Carlos Sastre: “ilusión, respeto, sacrificio”.
La montaña es un símbolo más de un lugar en donde la verticalidad apunta bien alto, donde parece que la altura selecciona a la especie humana que por ella trepa, donde abundan unos valores muy marcados por las circunstancias, un sitio con tan grandes atractivos como para sentir muy adentro el valor de la conquista de lo aparentemente inútil.
¿Qué es Carros de Foc? Además de una película con música de Vangelis, los “Carros” son muchas montañas y muy altas, varias comarcas catalanas del Pirineo enlazadas por una ruta iniciada por los guardas de algunos refugios, grandes espacios de belleza exultante con innumerables lagos, bloques de piedra, muchos embalses y demasiadas estrellas si la meteorología es propicia. En este entorno se sitúa una aventura. Un camino muy duro pero hermoso, situado entre dos mil y tres mil metros de altura, con dificultades externas e internas. Someterse a su recorrido implica enfrentarse a un entorno cautivador, a muchas dificultades orográficas, a piedras y desniveles, a imprevistos peligrosos. Pero también exige una mirada hacia tu interior para descubrir por qué lo haces, si tu mente es capaz de aguantar el recorrido, si tus ánimos no harán desfallecer tu cuerpo, si tu compañía servirá para ayudar al resto, si las dudas o las confusiones echarán al traste las ilusiones iniciales. Y también aparecen las horas de entrenamiento previas, las renuncias a tantas propuestas veraniegas, las consultas a tantas fuentes informativas, las incógnitas hacia lo que sucederá. Todo esto es “Carros de Foc”, en la modalidad abierta a varios días pero sobre todo en la de veinticuatro horas: 55 km. en alta montaña, en medio de 9.200 metros de desnivel para hacer en un límite de tiempo. Sin embargo, más que esto es la alternativa del mismo último fin de semana de agosto: la Ultramaratón del Montblanc.
Inicios
Dice el folleto informativo de la organización que “Carros” nació fruto de la osadía de los guardas de algunos refugios de este Pirineo. Querían completar una travesía a pie que uniera sus albergues, situados en las comarcas del Pallars Sobirà, Pallars Jussà, Alta Ribagorça i Val d'Aran. El valor se le supone a tan intrépidos y aguerridos personajes. El mismo que deben tener quienes año tras año acuden a la cita con una ruta exigente, llena de riesgos pero también abierta a descubrir qué haces tú allí, cómo reacciona tu organismo a tamaño esfuerzo, cómo se dilatan tus pupilas con esos paisajes, qué hace tu seguridad vital en un entorno sin cobertura de telefonía móvil, cuál ha sido el nivel de aciertos a la hora de elegir el equipamiento y material, cómo te comportarás en caso de tener que ayudar a alguien, qué sensaciones tendrás si la acabas en menos de veinticuatro horas, cómo asumirás hacerla pero pasando unos minutos del tiempo estipulado, o qué pensarás si no te queda más remedio que retirarte. Y qué contarás después para justificar que no pudiste. Qué aprenderás de las causas de tal impotencia. Cómo explicar que “Carros de Foc” fue más fuerte que tú.
- Iniciar es preparar: entrenamiento, prendas que ponerse, gente con la que ir, mochila, agua, productos artificiales para ayudar en determinados momentos, pensamientos de autoayuda, refugio donde dormir, mirar al cielo o a Internet para consultar los modernos oráculos meteorológicos.
- Preparar es empezar: trazar la ruta de aproximación, organizar el recorrido, prever los tiempos de paso y lanzarse a consumar la obra. Preparar es mirar a tu entorno, saber por qué has escogido a las personas que te acompañan, escrutar sus valores, saber en qué son más fuertes que tú, conocer sus puntos débiles que se convertirán en tu objetivo de ayuda. Preparar es leer. Por ejemplo, el artículo "Guerreros del hielo", publicado en National Geographic en enero 2008. Es el relato del intento de conquista del Nanga Parbat, a 8.126 metros, la montaña desnuda, el 12 de enero de 2007 con un frío indescriptible en la cordillera del Karakorum, Pakistán. El 14 de enero acabó la expedición. Zaluski y Jawien se tuvieron que retirar cerca de la cumbre, dos alpinistas que son un símbolo de la mayor especialidad de Polonia en montaña: la conquista de montañas de ocho mil metros en invierno.
- Leer es pensar: en que el éxito y el fracaso son dos posibilidades paralelas, en que estar allí y atreverse ya es una victoria, en conocer otras vidas aún más audaces que sobresalen entre la rutina, la monotonía, el sedentarismo y la repetición constante de los mismos actos en que se guía la vida de muchos mortales.
- Pensar es descubrir y escuchar: la amabilidad y atenciones del guarda del refugio de Amitges, Valentí; la humildad y el espíritu de ayuda de Kiko Soler, un número uno que siempre se pone a tu altura;las explicaciones y buena conversación de uno de los mejores escaladores del mundo, Toni Arbonés; la altivez y el orgullo de algún joven número uno mundial que en aquel momento destacaba en el trail del Montblanc, víctima sin duda de una crisis de éxito juvenil; las conversaciones que giran en torno al mundo de las montañas; los consejos que te dan quienes tienen más experiencia; el buen ambiente que se crea a 2.380 metros de altura; el equipo de cada uno y por qué lleva eso y no otra cosa; la sinceridad de quien es derrotado por segunda vez; la fortaleza y valor de las mujeres; las diferentes formas de ver la montaña entre gentes venidas de rincones diferentes; la capacidad de entenderse y de demostrar valores humanos en un espacio tan reducido. Porque, aunque dicen allá abajo que las pequeñas dimensiones crean agresividad, aquí arriba éstas se convierten en un agradable refugio que actúa como muro separador de los grandes espacios de puertas afuera.
Escuchar es aprender para empezar a caminar: ver cómo alguien hace estiramientos, observar con prismáticos la evolución de un grupo de chicas escaladoras colgadas de una pared vertical enfrente, descubrir qué dirá aquel cartel que pintan para dar la bienvenida al que menos tiempo había hecho, fijarse en la forma de protegerse los pies de gente experimentada, adivinar la razón que tendrán tantos pies diferentes para elegir entre tantas marcas distintas de calzado deportivo, imaginar por qué hay quien lleva bastones y quien no, penetrar en el cuerpo de los que pasan el control para comprobar si es verdad que dicen estar muy cansados o no tanto, hablar de ETA con un vasco de Durango y condenar todas las violencias en todas sus formas.
Caminar es conocer: pasar por un sitio es pisar un terreno con un pasado, un presente y un futuro. El parque nacional de Aigüestortes, con sus indudables atractivos naturales; una comarca con un futuro incierto. Constructoras que estuvieron al acecho, hicieron y ahora han han parado para ver qué pasa; la despoblación, ya desde hace tiempo; las intrigas políticas entre personas que pretenden dirigir los destinos de estos lugares; estaciones de esquí compradas, vendidas y ahora en manos del poder autonómico, con antiguas ansias constructoras como telón de fondo; el monocultivo del esquí bajo el cambio climático y bajo el poder de la estación más grande (Baqueira Beret), de la que está más de moda, de la más aristocrática y real, de un pulpo que ya extiende sus tentáculos más allá de la Val d'Arán, de la oposición de grupos ecologistas y ya se introduce en estas zonas. El pez grande que se come a las otras más pequeñas (Espot, Portainé); suspensiones de pagos, créditos oficiales salvadores quizá con supuestos intereses personales ocultos. Al parecer, aquí pasa lo mismo que allá abajo.
El camino
Los cinco se ponen en marcha a las tres de la madrugada, acompañados de muchos y anónimos frontales que se unen por la hora. Sin luna arriba, la luz es demasiado artificial y la orientación, a base de hitos de piedra y de GPS. Paso ligero, dudas , intuiciones, marcas de GR, refugios, subidas, bajadas, piedras, vacas, sellos en el forfait, el amanecer, la luz que destaca las formas, el naranja reflejado en los lagos, la foto de grupo, el pie que se cuela otra vez en un agujero, el sudor continuo en medio del frescor matinal. De pronto, se ve la velocidad de una silueta humanas muy acelerada. Un practicante de esquí extremo y actual escalador sorprende por cómo combina los bastones con la rapidez de piernas, sorteo de piedras y cuerpo hacia adelante. En doce horas acabó. Mientras, los cinco siguen, aceleran el paso y se sitúan a los pies del maligno, la altura máxima, el Contraix. El muro. La frontera. El gran esfuerzo. Los bloques de granito. La cascada a la derecha. La confusión hacia Colomers a la izquierda. El cartel aclarador, un poco más adelante. Recto y arriba. Mucho sudor. Gran consumo de agua. Empinadas y tortuosas piedras. Cuidado, alguna se mueve y amenaza la integridad física del de abajo. Los cinco se confunden de camino, enmiendan, gastan energías físicas y confianza moral, llegan a la gran cima a más de 2.780 metros, bajan controlando pisadas, sobrecargas musculares, posibles lesiones y el tiempo que les queda. Una ecuación que pronto será despejada. Un tiempo que se consume más pronto de lo previsto. Las posibilidades de entrar dentro del tiempo marcado se acortan. Uno de los cinco sigue veloz y seguro hacia abajo. Está muy entrenado. Sabe pisar con más seguridad Es más joven. Es mejor. Ahora va a por todas y seguirá adelante hasta acabar “Carros” en menos de 24 horas. Igual que muchos otros.
El final
Pero también los hay que el tiempo gastado les aconseja ser prudentes, dejar el resto de la empresa para otra ocasión, asumir lo hecho como un logro muy positivo y pasar a formar parte del pelotón que abandona. 18 horas por alta montaña es otro éxito que no te da acceso a ninguna camiseta conmemorativa. Un tiempo que pasa factura en la musculación, en los objetivos y también en los mensajes. Recuperación física. Una retirada que enseña. La respuesta a quien te obligue a decir que dejarlo no es sinónimo de renunciar para siempre. El repaso al provecho de tantas horas dedicadas a entrenamiento físico y mental. Pero no. No es una derrota. El Nanga Parbat sigue ahí para los polacos. El Montblanc ya no está para quienes perecieron este verano. Tampoco el K 2 existe para quienes su sepultura es de blanco inmaculado. Pero para los cuatro sí que permanece “Carros de Foc” en un mapa y en la memoria. No se sabe si habrá otro intento o no. Algunos ya copian de los polacos y en su interior quieren volver a la carga.
De todo se aprende allá arriba. Aquel esfuerzo les obligó a sudar mucho. Y alguien recordó en su interior de nuevo a Begoña, la maestra responsable del aula de la naturaleza de Cuevas, en Asturias. Esa encantadora mujer, amante de travesías por las montañas de Picos de Europa que este verano se le sinceró con un pensamiento: “Los mejores amigos los he hecho sudando”.
Pero el sudor sólo se evapora. Suele ir acompañado de algo más, de eso que los grandes montañeros y escaladores dicen que tiene el medio en el que se mueven. Aunque mueran este verano en el intento y se abandone su búsqueda, su mensaje es recordado mientras transitas por esta aventura humana que es la vida. Por ejemplo a Pavle Kozjek , el único alpinista que se atrevió a denunciar la matanza de niñas chinas en Nangpa La por parte del ejército chino y de la que fue testigo.
A quienes no fuimos capaces de acabar Carros de Foc en menos de 24 horas, nos consuela saber que otras oportunidades habrá y que el pensamiento de este hombre es más importante que una aventura:
“Mi opinión es que el alpinismo, sin Ética ni Humanidad, no es nada. Estas dos cosas son esenciales y son las que hacen del alpinismo algo diferente. No hay ningún valor en buscar la cima olvidándote de todo lo que hay alrededor tuyo.”
Evaristo
Terrassa, 7 de septiembre de 2008