sábado, 28 de septiembre de 2013

Primera etapa del GR7: de Grau Roig a Les Escaldes (Andorra)


¡Decidido! Contra la claustrofobia, la cima de Els Pessons



El GR7 , primer sendero de Gran Recorrido (GR) que se marcó en eso que es o forma la Península Ibérica para unos y España para otros (escoged, por favor, y aquí “se os verá el plumero”), ya le resulta familiar a GRMANIA. Tiempo ha que se hizo de abajo arriba. Ahora, al revés, o sea, desde Andorra hasta la Comunidad Valenciana (fin en Fredes, Castellón). Un largo recorrido que forma parte del gran sendero europeo E-4 (de Tarifa a Esparta), es decir, una muestra de apertura hacia otras realidades, pasando por varios países y demostrando la inoportunidad de unas fronteras que ponen barreras aún franqueables (hasta hoy) al caminante multicultural (contra la claustrofobia).
Plantearse este GR es elegir pero con la libertad que comportan los condicionantes: si una vez se hizo en dirección norte, la elección es relativa pero existe. No hubo votaciones para la decisión final, aunque quien quiso opinó y quien se calló adoptó la decisión de quienes aportaron sugerencias. Al final ese reducto de “hombres Alfa” (ellos: ¿quiénes son?) parece ser que bendijeron la consumación final.
Pero, antes de la primera etapa, ya se plantearon dos vías para caminantes y sus gustos, ante las dificultades de la alta montaña:
Vía uno: Grau Roig/Les Escades: 18'5 Kms, la dura, desnivel positivo y negativo de 2.500 metros.
Vía dos: Encamp/Llac Engolaster/Vall Madriu/Les Escaldes 9,5 kms y unos 1.000 mts de desnivel positivo y negativo. La blanda, recomendada para la mayoría, incluido quien la recomendó.
¿Habría una tercera vía? Quizá: por ejemplo, acompañar al conductor pero, con las condiciones del vehículo, a ver quién se atrevía.

La partida

Para llegar hay que salir y hacerlo en un artefacto que deshonra a la marca de la estrella que lucía delante puede ser más que una aventura. El ronroneo típico de Mercedes se transformó en paradas inoportunas en cualquier sitio. Y eso que apenas se habían recorrido escasos kilómetros. Alguna mente en la parte trasera sugirió que lo mejor sería elegir: entre ir al aparcamiento de la empresa y cambiar los problemas por soluciones o continuar con una máquina a punto de pararse. Pero la supuesta libertad estaba condicionada por muchas circunstancias. A estas edades las utopías son eso. No, el conductor no volvió sino que se atrevió a encarar la ruta hacia el puerto de montaña más alto del Pirineo: pasar de 200 metros a los 2.408 del puerto de Envalira con semejante carruaje le debió resultar un desafío extremo (con permiso del paisano Jesús Calleja).

La ruta

Las decisiones del que manipulaba el volante se debían basar en la ignorancia, el atrevimiento o el puro reto. A veces pasa eso: elegimos sin saber y optamos por posibilidades peores que las presentes. O el sentimentalismo puede más que la razón.
La ruta de los buscadores de setas en otoño ya estaba operativa y llena de quienes son voraces en la búsqueda de sitios privilegiados y no compartidos.
El silencio habitual del personal, una vez los saludos y parabienes de rigor después de tanto tiempo sin verse (desde junio) sirvió para acomodarse a las tres horas de carretera y auscultar cómo respondía el motor en cada momento. En el ambiente se acumulaban vivencias estivales y una realidad social condicionada por muchos factores. Y, ante el momento presente, callar es una solución muy respetuosa pero no es irrespetuoso argumentar, aunque no haya entendimiento final: ¡viva la discrepancia!. De lo contrario habrá que disimular y hablar de la meteorología, del bodrio televisivo de turno, de achaques diversos o de cuánto queda para la jubilación (si aún no ha llegado y se espera con ansia: ya veremos cómo discurre y cómo sienta o cuánto dura eso de ser de “las clases pasivas”).

Vidas

Llegado el caso, quien entiende de edades y de cuidados finales (físicos y mentales) se atrevía a sincerarse en voz alta con la realidad de la “edad dorada”: la base de la felicidad diaria es comer y cagar. Cuando hay disfunciones en estos procesos vitales, mal vamos. Una dama se interesó por la otra función, con una comparativa como respuesta del susodicho sujeto: el sexo es como la Coca Cola (agudicen el ingenio e interpreten: vean clases, burbujas, agitaciones, potencia y desgasificación: la chispa de la vida, en su recta final)
Hubo un amago de planteamientos de la actualidad más reales, ahora en el candelero. Ese país innombrable es como el toro de la Vega de Tordesillas: cuántas figuras literarias condenarían el ejemplo o lo extrapolarían a los buenos, a los inmaculados; pero no a quienes tienen toros aquí, cerca de donde acabaremos el GR7, pero a su manera (en secreto: fariseísmo ya en el poder), a quienes sólo informan en sus manipulados medios de ese país (la voz de su amo) con lo más malo de lo malo. Por cierto, el alcalde de Tordesillas  dice que el toro siente dolor pero no sufre. Quizá el alcalde tiene actividad cerebral pero no piensa.  Claro que, hablando del género bovino, mejor fue escuchar a quien en el puerto de Puymorens, a 1.988 metros, vio pastar “entrecots” de altísima calidad.
De alguna neurona muy oportuna surgió ese personaje que tanto necesitaríamos en este momento aquí: nos sometería a una terapia de humor negro y realidades sin colores ni trapos diversos. Groucho Marx, el de frases como ésta: “Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria” (podemos ganar en higiene mental consultando sus aforismos aquí: Gruocho). Clarividencia máxima mientras se observaban los tonos grises del paisaje de alta montaña, preparado para las próximas nevadas. Caminos franceses con cadenas para impedir el paso: a buen sitio vamos para encadenarnos, en un momento en que muchos estamos hartos de tantos yugos mentales que nos impiden ver el bosque. Ansiamos subir als Pessons para despeñar tantos prejuicios, ver el mundo sin fronteras, sin esa claustrofobia opresora y cerrar esas zanjas mentales que hacen daño a todas las edades, incluyendo la infancia manipulada por ambos lados (a eso hoy se llama formación y educación como debe ser: en otras épocas, se denominaba Formación del Espíritu Nacional o FEN. Pronto el diccionario de eufemismos será el único oficial).

El silencio hablador

El ruidoso motor poco a poco enfilaba alturas, pasaba fronteras y llegaba a la cumbre: el puerto de Envalira ofrecía buena visibilidad y una serpenteante carretera de bajada. ¡Qué proeza ser capaces de hollar los 2.408 metros con tamaño monumento para el desguace!
El silencio de la bajada se veía interrumpido por las típicas bromas (de dudoso gusto pero sí de risa, visto el estado de la chatarra y las ganas de vivir del personal) de bajar en punto muerto, que la velocidad se saliera o cómo tendría los frenos. El aparcamiento de Grau Roig recibiría a una parte del grupo con los cinco grados de temperatura a las nueve de la mañana y las próstatas a punto de sucumbir. En medio de la maquinaria de acondicionamiento de las pistas de una de las mejores estaciones de esquí del Pirineo (Grandvalira), había que buscar el camino y evitar pérdidas de otras épocas. Todo el dominio esquiable era una señal del progreso iniciado en 1956 por Francesc Viladomat, un ejemplo de esos andorranos que supieron mirar más allá, crear tiendas de deportes con su apellido y fusionarse con las estaciones de al lado para ampliar valor y estructuras comerciales.
A aquellas horas el silencio solo era interrumpido por algún vehículo y por los intrépidos caminantes, sin mapa, con una localización casi dibujada a mano y GPS con traks correctos. Las dudas iniciales se solventaron pronto y la subida hacia el Llac dels Pessons, a 2.350 metros, consiguió sus objetivos. Allí al lado, uno de los mejores sitios para descansar del esquí, el restaurante ahora cerrado, el primer lago y los amplios horizontes. Parejas de excursionistas franceses vieron al grupo reponiendo fuerzas en una zona donde las marcas habituales del GR aportaban la seguridad no encontrada años ha.
La subida estaba ahí, con el Montmalús (2.782 metros) a la izquierda, el típico lugar para iniciarse en el esquí de montaña, y los recuerdos de antaño de la pendiente tan pronunciada. Esta vez no había pérdida. La senda estaba clara, aunque fue habitual que quien iba delante quisiera atajar por vericuetos sin señales: “Tú tienes mucha táctica pero te falta bastante estrategia”, le recordaba un experimentado caminante al aprendiz de turno. El grupo se estiraba y las distancias aclaraban la situación: escoger una vía u otra condicionaba las fuerzas. Si te confundes y eliges la vía más larga y difícil te arrepentirás, y más si a estas edades no abandonas los continuos entrenamientos. La máquina funciona pero necesita actividad.
Ya arriba, el paisaje era monocorde en la cercanía y amplio en perspectiva: el Aneto y La Maladeta, restos de nieve y la amplitud que ofrecía la perspectiva de Els Pessons (2864 metros). Foto de grupo y el pensamiento de quien ve que los problemas quedan abajo y el mundo es grande. La imagen mental eran los dominios de Grand Valira (¡qué recuerdos de tantas vivencias con esquís!), el blanco de la maquinaria que impulsa los remontes en medio de las pistas, al fondo y a lo lejos las emblemáticas antenas que dan nombre a una pista de esquí (una acabada y la otra abandonada), el dibujo de la carretera hacia el port d'Envalira y esa soledad que puede propiciar estar en contacto con la Mente Universal. Un silencio propicio para que, quien forma parte de esa denominada “mayoría silenciosa”, sopese que se ha de hablar, atreverse a plantear los temas más con racionalidad que con sentimientos, valorar el pensamiento monocorde de un lado y de otro y ver cómo las alturas pueden oxigenar los cada vez más programados cerebros, en unos tiempos de sobreabundancia de información pero poca reflexión.

De bajada

De Els Pessons hacia la entrada del valle declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 2004: la Vall Madriú. Varios lagos y el embalse de l'Illa, con una bomba mecánica que, a esa altura, parecía drenar el pantano para desconocidos fines. El recuerdo de la travesía de Cap del Rec, el refugio de trabajadores acondicionado para caminantes y montañeros y la amplitud del valle abierto que se iría cerrando a medida que bajáramos. Les casas de ganaderos o Bordas, la riqueza del agua, el río cercano que se separa, penetra en el fondo pero vuelve a estar a tu lado más abajo. El valle glaciar en forma de “U” sorprende continuamente e invita a paradas, fotos, pesca de truchas sin muerte, paseos, acampadas, excursiones laterales y a reponer fuerzas con o sin los pies dentro del agua fría.
Hubo personajes curiosos, como el vasco de Donosti que iba solo de refugio en refugio mientras recorría el GR 11. O excursionistas con enormes mochilas, o personal de GRMANIA que se acogió al plan B pero no se salió del guión previsto: cuando el guía les invitó a subir hasta un refugio de más arriba, alguien con mente práctica le hizo ver que nadie le acompañaba. O sea, él siguió su camino y salió al reencuentro con el grupo que bajaba, en el refugio donde estaba el donostiarra. La solaz parada sirvió para refrescarse, descansar y observar cómo la vida pasa en la alta montaña. Mientras, quizá aquejados por el mal de altura o desvaríos propios de la edad, algún grupúsculo muy controlado hablaba de textos fuera del pensamiento único que algunos quieren imponer a esa mayoría silenciosa. Y citaban artículos que quizá hayan leído los talibanes de turno (de un lado y del otro), cuestionables como todo y con la otra corriente de opinión como necesario contraste: autores en el ojo del huracán, que escriben en esa lengua ( o sea, ésta) catalogada por miembros de no sé qué consejo nacional como “lengua muerta”: JavierCercas, Jordi Évole, Mario Vargas Llosa o Risto Mejide (uno y dos).
Mientras, hubo quienes en Twitter decían que su censura fue tal (los algoritmos matemáticos de la red social hacen esto a veces) que tuvieron que esquivarla acudiendo a las gustosas y opinables “croquetas”.

Decisiones

Ya con energía en el cuerpo, el camino se encajonaba, perturbado el silencio por helicópteros que transportaban objetos sin parar. Quien hablaba se refería al comentario anterior sobre una multa que un radar le puso a alguien, no hace mucho, en una carretera de su entorno. Y el tema encadenó comentarios diversos: nadie nos ha consultado sobre si queremos radares o no, ni dónde colocarlos; o sobre si se debe destrozar la sanidad y la educación públicas; ni si los corruptos deben pasearse por los centros de poder político y económico; o qué hacer con tantas personas malnutridas y con quienes han hecho que esto pase, a pesar de que las autoridades de buen ver niegan las evidencias. Quizá deberíamos pedir ser libres para todo: con la sorpresa de que pensábamos que ya éramos libres desde hace años y ahora alguien descubre que aún no.
Decidimos seguir y acabar en Encamp, al lado de una gasolinera de bandera de empresa conocida, cerca de esa torre en forma de iglesia dedicada a la limpieza y al acondicionamiento corporal: Caldea. Había un autocar pero no era el esperado. Grupo disperso, la hora que aprieta por temas de tacógrafo y normativa de tráfico que tampoco nos han consultado, cruce de una carretera por una zona peligrosa y reencuentro final.
Los penúltimos abrevaban cerveza en una terraza de la vacía Andorra, una imagen muy alejada de la de otros tiempos. Alguien buscaba desesperadamente comprar una lata en cualquier sitio. Pero el deseo no se hizo realidad: nadie le vendió en Andorra la deseada cerveza envasada. Mientras, se oyeron bromas (o no) sobre si habrá que invadir pronto este país pirenaico, si habrá que copiar su modelo, o firmar pactos o utopías al uso mientras se contemplaban las sedes de bancos en un paraíso fiscal sin sindicatos para la defensa de los trabajdores, con algunos implicados en mafias diversas dentro del poder que decide una sola vía, apellidos de rancias familias que lo controlan todo y estructuras casi feudales que dependen de un obispo y de un presidente, ambos extranjeros. También se citó esa idea tan brillante de pedir ayuda a las tropas francesas: estrategia militar de altísimo nivel intelectual. ¿Este será el modelo con el que sueñan?

Al final, mientras el sueño acortaba el camino, no hubo problemas para llegar a tiempo al punto de destino. Una primera etapa agitada por circunstancias diversas pero con final feliz.
Y, para reforzar lo bueno de la humanidad (contra la cerrazón de miras: no a la claustrofobia), os recomiendo ver este vídeo: toda una lección. Dar es comunicar. (noticia El Periódico: para entender el vídeo).

Evaristo





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