Desbandada
libertina a este lado de la frontera
Las
marcas reales e imaginarias de las fronteras más cercanas han
producido un efecto diferente según en el lado en que nos
encontremos. Si en la etapa anterior lo libertario predominaba en Andorra como
seña de una identidad consolidada desde hace 17 años, ahora lo
libertino campó a sus anchas. Quizá esta palabra sea más real que
la anterior en muchas ocasiones de la historia de este grupo.
Señales
La
meteorología de los primeros días de noviembre no parecía la más
repetida en años anteriores. Aquellas heladas que habitualmente por
estas fechas enblanquecían los prados de La Cerdanya estaban
ausentes, igual que esos colores típicos de plantas que derivan del
ocre al desnudo. Vivimos en medio de tantos cambios y alteraciones
que la flora y la fauna deben estar desconcertadas. Árboles que
pasan del verde al gris en momentos, pistas de esquí sin atisbos de
la primera capa de nieve, ni siquiera artificial. En mangas de
camisa, ambiente cálido y sin pensar en el porqué de todo. El
tiempo es libertino porque alguien lo está haciendo así.
Pasaba
lo mismo con el autocar. Nunca hasta hoy se había presentado un
vehículo de 15 metros de largo y tres pantallas de televisión, con
tres ejes de ruedas, para el transporte de senderistas por un entorno
de montaña, con carreteras estrechas, curvas y accesos casi
milimetrados. Pues ahí estaba porque fue el que le asignaron al
conductor. Nadie lo pidió pero los designios empresariales debían
ser así.
¿Y
la aproximación al punto de salida? Pues más de lo mismo. Ir desde
Terrassa a la Seu d'Urgell por el túnel del Cadí es caer en las
garras de la especulación de un túnel que es un atraco muy
consentido. Llegar a la ciudad fronteriza con el paraíso fiscal
andorrano y del contrabando fue pasearse en dirección contraria por
la carretera C14, la gratuita y nacional que nace más abajo del
pantano de Oliana. Ida hasta unos kilómetros más allá para
retroceder hasta la zona de casa pareadas y muy abanderadas para
buscar las primeras marcas. Detrás de carteles alusivos a la feria
de Sant Ermengol (donde se compran forfets de esquí de temporada a
bajo precio y artesanía comestible) aparecían las señales en los
alrededores del olímpico río Segre.
Brotes
El
canal olímpico de aguas bravas fue una valiente apuesta para la zona
y su ubicación en el deporte internacional. Toda una obra artificial
que dicen que es visitada por público con ganas de enfrentarse a los
rápidos que en el río normal apenas existen. Muy cerca de allí se
veía una grúa de la construcción, ese escaso objeto símbolo de
utópicos brotes verdes. Alguien conectó con las grandilocuentes
declaraciones de políticos de allá y de aquí y quiso entrever el
fin de todo lo malo, como si esa maquinaria fuera la gallina de unos
huevos de oro que empobrecieron a muchos excepto a algunos. Allí
cerca había ganaderos y labradores que ganaron millones con la venta
de prados para apartamentos y no eran ni políticos ni empresarios.
La especulación no debe distinguir entre corbatas ni manos
encallecidas. El dinero no parece conocer límites.
Incidencias
En
un entorno muy natural, con la sierra de La Bastida preparada para
recibir al senderista, lejos ya del río Segre y cerca del torrente
de Casanovas, la pista ascendía con una casa a la izquierda que
aparentaba ser propiedad de alguien con el síndrome de Diógenes. Ya
en el sendero, la subida era un calentamiento inicial con sorpresa.
Alguien puso un fuerte ritmo al principio aunque después las toses y
las fuerzas simbolizaron otras resistencias. La primera cima, el turó
del Porredón (1.123 metros), desde la que se divisaba el valle del
Segre cubierto de niebla. Llegar hasta aquí caldeó el ambiente y
dio lugar a dos encuentros: el primero, un curtido cazador ocupaba su
puesto para vigilar al jabalí en una zona muy conocida por él.
Cuando se le preguntó por su olfato meteorológico y sus previsiones
acerca de si la niebla seguiría todo el día o no, pareció muy
seguro en su respuesta: la niebla estará aquí todo el día. Como
habitante de la zona, debió tirar del archivo de la experiencia y se
creyó infalible. Mientras, alguien encontró un manojo de llaves
tirado en el camino. Lo recogió y, ya arriba, su dueño dio fe de su
propiedad: llaves de coches y de casas, indispensables para seguir
disfrutando de aquello que tantos sudores le costó conseguir. Aquí
el olfato no falló. En el caso del cazador oriundo de la zona, sí:
la niebla despareció al cabo de un rato.
El
hallazgo nos trajo a la memoria el olvido de un antiguo Grmano, ya
hace unos años, entre las trementinaires de Tuixent y la ardua
labor para convencer al inolvidable chófer Demetrio de que, a la
altura del refugio del Coll del Port, tenía que deshacer el camino,
reseguir las curvas otra vez y buscar al exmiembro de esa logia.
Enciclopedias
Ya
arriba, las vistas venían marcadas por la perspectiva y por una
niebla que ocultaba la realidad mientras componía un paisaje sui
géneris. Fotos de todo mientras las viandas y bebidas aparecían
alrededor. Adjetivos y adornos varios, transformados en píxels y en
plasmaciones tecnológicas. Los intereses corporales eran
alimenticios y los ansiosos por despejar incógnitas se dirigían a
“la enciclopedia” viva. Pertenecía a alguien que presumía de
guiar con 16 años a un Molt Honorable President de la Generalitat en
su ascensión a la Pica d'Estats, al que conoce a la mitad de
Cataluña por su nombre y apellidos y ahora tiene una Fundación que
se mueve en el pensamiento imperante y monocorde. La memoria
enciclopedista te decía dónde estaba Andorra, la montaña más
cercana y aquella del fondo, qué pasó en ese pueblo que se veía a
lo lejos cuando una vecina se casó con un guardia civil y se instaló
entre vecinos que vivían del contrabando, dónde se ubica el Pic de
l'Orri y las antenas de Port Ainé, o el pico Salòria, o el nombre
de aquel valle que terminaba en aquel otro. El guía tenía wikilocs
en la cabeza, GPS memorizados por pateo de lugares y mapas
desplegados en el fondo de sus neuronas.
Desniveles
y rocas
Se
acabó el variado menú del desayuno que respondía a una
globalización que también afecta a la indimentaria: higos turcos,
chocolates belgas, cervezas alemanas, mochilas chinas, zapatillas
indonesias, ropa de Bangladesh, xibecas en vidrio y estrellas en
lata, manzanas francesas, galletas catalanas, jamón andaluz. Al
fondo, Andorra.
Una
vez saciado el apetito con esos productos casi todos ellos foráneos,
incluido quien es fiel al quinto de cerveza en envase de vidrio
(propietario a su vez de las citadas llaves), el camino buscaba una
amplia pista, no sin antes observar los restos de un vehículo
abandonado aquí años ha. Esta chatarra ya hace tiempo que constaba
en la documentación digital de la etapa. Alguien, en la memoria de
su blog, se preguntaba cómo se podían abandonar aquellos restos
metálicos en estos lares. Había observado más y, según sus
cábalas, los asociaba a posibles persecuciones a contrabandistas.
El
Cadí acompañaba al caminante y parecía que pedía ser tenido en
cuenta. Estábamos en sus dominios. La pista rodeaba el Pui de La
Bastida. El coll de Creus se escondía detrás del turó de les
Forques y el GR lo rodeaba por la derecha. Pronto la pista daba paso
a una senda que dejaba ver el espectáculo rocoso que se avecinaba.
El Cadí nos ofrecería curiosas formaciones de un variado colorido,
sobre todo los tonos ocres. El sendero se estrechaba hasta un rellano
donde se consiguió algo difícil en estos tiempos: que los de
delante paren y juntar el grupo, aunque sea para la foto de rigor. El
ambiente libertino predominaba. Quizá comienza a mandar más la foto
que el sentido de agrupación del personal. O bien que el personal
sólo se junta para la foto.
Super Alfa
Entre
tantas formas de rocas que no parecían ser propias del habitual
paisaje del Cadí, se iniciaba la aproximación al Coll de Creus,
punto de cambio de vertiente y lugar que exigía sudor y atención a
posibles resbalones con el precipicio abajo. Sorprendió la
construcción de un puente de madera para salvar una caída de
piedras que había desmontado el camino. Fue realizado gracias a la
escuela taller de La Seu d'Urgell. Una gran obra práctica, de esas
que son fundamentales por su eficacia pero que nunca ganarán ningún
premio por que no son originales. Antes de acometer la vertiente sur,
el esfuerzo hizo posible ver el Cadí desde la cima, con el pueblo de
Adraén a un lado, punto que sirvió para que el que lo sabe todo de
la Cataluña pateada explicara que era un buen inicio para encarar
las cimas de esta cadena de montañas del Prepirineo. Llegados a
este punto se produjo un descubrimiento sólo apto para el pequeño
grupo. Allí los oídos más atentos consiguieron descubrir quién es
la persona Super Alfa de GRMANIA. Pero descubrir el nombre forma parte
del reto de la observación de cada caminante, fijándose en esos
pequeños detalles que son las pistas para despejar la incógnita.
Afrodisíacos
Qué
mejor que hablar de productos que levanten el ánimo para afrontar lo
que vendría después. En el puerto se oyó una conversación digna
de los anales de la literatura erótica. Alguien repartía chocolate
y hubo quien mencionó un estudio científico norteamericano que
relacionaba el consumo de chocolate y el hacer el amor. Se refería a
mujeres y el estudio lo firmaban mujeres, las cuales establecían
relaciones entre aumento de consumo de los derivados del cacao y
menores relaciones sexuales. Inmediatamente una Grmana respondió: “A
mí no me gusta el chocolate”. ¿Conclusión?... Mientras, había
hombres que lo consumían con gula.
Pérdidas
La
bajada por la vertiente sur dejó ver el pueblo de Adraén al este y
una gran casa de pagés con animales a la derecha, de esas que aún
sobreviven al abandono rural. En medio de frondosos bosques de pinos,
se iniciaba la aproximación al punto fatídico, uno más en el largo
historial de pérdidas que va a más: el río Bona. Llegar abajo
exigía franquearlo y fijarse bien en las marcas. Pero no. Quienes
tiraron en otras direcciones se olvidaron de la larga y ancha pista
que acabaría en el coll de Bancs. El paso del afluente fluvial del
Segre dejaba ver huertos abandonados y pinos que parecían atalayas
para dar sombra al caminante sudoroso.
Libertinaje
y desbandada
Hubo
maridos que perdieron a sus mujeres, grupos que no encontraban el
camino y un intrépido guía presto siempre a ir a rescatar a quienes
no encontraban el rumbo. Poco a poco aparecieron arriba, a 1395
metros, en el coll de Bancs, todos pero a cuentagotas. Una mirada
atrás y al fondo estaba el Coll de Creus, detrás el Tossal Rater y
debajo el escondido pueblo de Adraén. El área de coll de Bancs era
un cruce de caminos con el Port del Compte y la Serra del Verd al
fondo.
Y
allí se produjo una de las históricas desbandadas de GRMANIA: el
autocar que no llegaba, el camino que no se encontraba, el guía que
no aparecía, una familia que debía alucinar con el espectáculo
humano, en una mesa reparto de tentempiés, hombres que no sabían
dónde buscar a sus mujeres y sólo querían seguir caminando.
Una
vez casi todos arriba, se produjo una desbandada digna de foto aérea.
Todos andando, buscando y “cada uno a su bola” hasta que hubo
orden y concierto, con el autocar ya esperando al grupo B que acababa
aquí el recorrido. Los carteles explicativos de coll de Bancs fueron
ignorados pero las marcas halladas sirvieron para llegar a Fórnols.
Consignas
En
medio de maleza de todo tipo, señal del abandono agrícola y
forestal, Fórnols se veía en lontananza, con esos perfiles aptos
para fotos, postales, pesebres o álbumes idílicos quizá para todos
menos para quienes lo habitan. Decorados urbanos: una barca sin mar,
segadoras sin hierba, herramientas del campo colgando de los porches
de las cerradas casas. Valles del Cadí, de La Vansa, lugares no tan
explotados como La Cerdanya pero que no tienen nada que envidiarle.
Sitios de artesanos, de neorrurales, en especial Ossera, con una
comunidad de artistas, granjeros y expertos en plantas medicinales.
Ya no hay trementinaires pero sí infusiones, homeopatía, medicina
alopática, esencias y existencias variadas.
Al
llegar a Fórnols se produjeron dos hechos sin precedentes, hubo dos
consignas dignas de mencionar. Un pueblo con un solo bar y dos
avanzadillas diferentes, enviadas para hallar un abrevadero público
con servicio de expendeduría de bebidas y con licencia fiscal,
tratando de demostrar que había que ir al bar recomendado por cada
grupo cuando en realidad ambos se referían al único bar del pueblo.
Una imagen simpática que trastocó los parámetros de una Grmana que
había traído a familiares invitados a la etapa. Ante esta
situación, reflexionó en voz alta y determinó que nunca traería a
nadie más, vista la imagen que se daba. A lo que otro Grmano le
respondió que si no los invitaba más ellos se perderían disfrutar
a fondo del libertinaje de más de 17 años de GRMANIA con final
feliz. Total, Bélgica funcionó muchos años sin presidente y no
digamos cómo nos encontramos aquí.
Una
vez consensuadas ambas propuestas, no había elección. En ese bar
convergía otro grupo excursionista y la dueña se la veía atacada
por un nerviosismo extremo. Tanto gentío en un lugar tan tranquilo
la sacó de quicio. Y eso que, bien visible, en un pueblo con las
habituales esteladas, figuraba un cartel en castellano: “El vivo
vive del tonto y el tonto de su trabajo”
“El
Paller de Cal Coma” era el sitio donde se iba a proceder a la
habitual imagen prenavideña del traspaso de dinero de unas manos a
otras por culpa de ese juego en que el Estado se queda con el 20% de
los premios mayores, y al que le salió un competidor autonómico con
la imagen femenina de una señora gorda, y que ningún grupo
feminista se ha atrevido a criticar: ¡tan tierna nuestra tieta!
Todos luchan por el dinero de los bolsillos ajenos: lo que se lleva
es esquilmar y favorecer el juego, abusar de la solidaridad de la
gente común mientras los poderes recortan gastos sociales y engañar
con la bondad ajena y la pseudorreligión de la ayuda, cuando la
corrupción y la especulación campan a sus anchas.
Ante
tanto papel en venta y pecunio de mano en mano, el coordinador
propuso “una secuencia”. ¡Buena ocurrencia en tamaño grupo!. La
propuesta oficial era: primero la devolución de Gisclareny, luego el
cobro del autocar, después la venta de la lotería oficial para
acabar con la lumineta y otras loterías privadas. Ya sabe, el
libertinaje campó de nuevo a sus anchas.
De
vuelta, en la bajada del puerto de Josa de Cadí, un Grmano experto
en perseguir amaneceres en La Mola se mareó y hubo que prestarle
auxilio humano. Menos mal que el agua de la fuente de Gósol y las
bromas funerarias le revitalizaron luego. Se recuperó mejor después
cuando las múltiples pantallas del autocar ofrecieron la película
con nombre de apellido Grmano: “Troya”. Empezó con una buena
pregunta que puede servir para el final de etapa: “¿Tendrán eco
nuestros actos con el devenir de los siglos?”
Gracias por tu amena y enriquecedora crónica.
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