Gr 4, etapa 3 entre el santuari de Falgars y
Borredà
Todo controlado
Bajo
la tenue luz azulada del interior del nuevo autocar, que ya conocimos en la primera etapa, casi en
la intimidad de una penumbra propensa para dormir, uno se plantea qué decir de
una etapa en la que de nuevo falta el maestro titular de las crónicas. Y llega
a la conclusión de que GRMANIA es como un gran iceberg, donde la capa que es
pública y que todos conocen de cada
componente es reducida, después de tantos años de salidas. Quizá esa decisión
de privacidad individual es una de las esencias de las existencias. Todo está
controlado. ¿Seguro?
Sin
walkis durante el camino, todo es más
seguro y está más controlado cuando acuden
a la cita dos guías profesionales que se preocupan por detalles importantes que
a veces pasan desapercibidos. Lo controlan en segundo plano. Parece que no
están pero son. Como las pronunciadas curvas en herradura subiendo hacia Sant
Julià de Cerdanyola, con cazadores cazados cuando se preparaban para iniciar
las batidas, pueblos fantasma con casas sin tres de los síntomas de la
civilización: antena en el tejado, coche y perro. El dicharachero conductor era
atrevido, con experiencia y sin temores a caminos desconocidos. “Mientras los
señale el GPS, yo llego” decía. Parecía tener seguro el acceso a tamaño
vehículo. Su atrevimiento adornado con la locuacidad argentina también estaba
controlado.
Inicios
De
entrada, subida en medio de bosques que aún conservaban muestras de los colores
del otoño, con suelos alfombrados por hojas caducas. Entre más arriba, mejores
vistas de las últimas poblaciones del Berguedà abajo y, arriba, las crestas del
Puigmal, Bastiments, collada de Toses y el entorno delimitado por La Molina,
Masella y el Prepirineo encima del túnel del Cadí. Los 1.696 metros de la
altitud máxima sirvieron para el merecido desayuno von vistas espectaculares. Era
el coll de Sant Miquel, con buenas vistas de l’Alt Berguedà. Tres cuartos de
hora de permanencia allí los primeros, con clases particulares sobre
identificación de montañas, sentados en desnivel mientras botas, dulces y
similares llenaban más de lo previsto
los depósitos energéticos no del todo gastados aún.
La
sierra del Catllaràs la han embellecido con miradores informativos hacia el Valle del Llobregat y el de Lillet,
cartelería diversa, mucha documentación escrita y visual sobre los espacios y
las amplias perspectivas, y bastantes marcas de recorridos diversos. Un ejemplo
explicativo de tanto control informativo y necesario: Santuari de Falgars, Font de Falgars. Enlace GR 4-2. Camp de l'ermità.
Enllaç PR-C 52. Sant Romà de la Clusa. Enlace GR-241. Les Pilones. Castell de
l'Areny La Ribera del Castell. Molí del Forat. Sant Sadurní de Rotgers Pla de
Rotgers Cal Metó Vila de Borredá. Enlace GR-241.
El suave camino conduce a la iglesia románica de Sant Romà de la Clusa, un
espacio donde te imaginas como quieras, un lugar para la meditación, para dejar
pasar el tiempo, para el retozar tranquilo o para la acción con la no acción (una de las leyes
del Tao). La perspectiva es otra y el habitual GPS humano te orienta de todo y
más.
Hito
Si bien hoy día el oficio más habitual por estos caminos lo dicta el 4x4 o
similares motorizaciones, el boletaire, la moto o la bicicleta de montaña, se
vivió un hito histórico y único hasta hoy. Un numeroso grupo de caminantes se
cruzaron con nosotros y… además…¡no eran de ningún grupo organizado y vivían en
Terrassa! Parecían GRMANIA 2, un espejo propio y andarín: grupo entrado en
edad, diverso, muy estirado, alegre y parlanchín. Intercambio de saludos entre
quienes se conocían de ambos bandos y adelante. Camino al visionado de otro
mirador con vidrios en el suelo que transparentan el vértigo, cartelería
explicativa y, para quienes quieran conocer el paisaje de otra manera más
lúdica, superficies para jugar con motivos de la zona en forma de juegos de
mesa. El que no aprende es porque no quiere.
Oficios
De nuevo, novedades. Restos de oficios antiguos. Superficies que recuerdan
las pilonas de un artilugio para salvar un fuerte desnivel y bajar la madera.
Es el coll de les Pilones. El descenso de troncos en medio del abismo. Hasta
que llegó su final. Abajo, muy al fondo, Castell de l’Areny y el autocar que
permanecía a la espera.
Interrogantes
Mientras se salvaba el desnivel en medio de un largo y hermoso camino, este
plumilla anotó interrogantes curiosos. ¿Quién del grupo trata de usted siempre
a alguien? ¿Quién es quién? Y mira que insiste para ponerse en el mismo plano.
Pero no hay manera. Todo controlado. ¿O quién corrigió a quién cuando dijo que todos
muy amigos y le respondió que aquí, amistades las justas? ¿O, quién se interesó
por el estado de la celebración navideña y alguien le respondió que el grupo
VIP de güasap lo tiene todo controlado? ¿Quiénes son y quién pregunta?
Mientras, alguien bajando rompe un bastón en dos trozos y cae. ¿Será por uso o
por abuso?
Núcleos
Castell de l’Areny ahí enfrente. Imágenes antiguas ahora recuperadas de la
famosa casa de colonias. Cuatro casas en torno a la iglesia de Sant Vicenç. Un
núcleo con orígenes en Carlomagno. Bellezas solitarias de postal en medio del
otoño. Solo falta el olor a humo y a carne a la brasa o similares a la hora de
“l’esmorzar de forquilla”. Parte del grupo sigue y se interna por un frondoso
bosque amarillento aún. Subida de cuadro impresionista hasta una pista con otra
sorpresa única hasta hoy. Suave ascensión al inicio, con un final más fuerte. Y
oportunidad para que alguien corrigiera a alguien de que no es lo mismo
“marrada” que “atajo”. Siempre aprendiendo. En beta permanente.
Compañía
¿Quién nos iba a decir que esos animales que llegan hasta las lujosas
torres urbanas a mendigar basuras, fueran compañeros de viaje? Esos que se refugian
en parques naturales donde saben que serán poco molestados, que se atreven a
levantar lujosos campos de golf, que asustan en carreteras y motivan a grupos
de cazadores para ocupar su tiempo libre, en esta ocasión una cría se convirtió
en animal de compañía. El inicial rayón hoy convertido en jabato husmeó los
pies del personal GRmano, comió frutas y se dejó retratar durante un largo
recorrido hasta la ermita de Sant Sadurní de Rotgers, edificio románico
iniciada su construcción en 888. La
oportunidad sirvió para que una docta persona encontrara parecidos de esta
compañía tan animal con el llamado Síndrome de Lorenz.
Allí al lado retrocedió mientras un grupo de cultas personas reconocía el
edificio y sus alrededores. De inmediato un coche se acercó y el joven
conductor rápidamente ofreció sus servicios de guía del lugar, previo pago del
estipendio acordado. Como se ve, animales y personas, cada uno vamos a lo
nuestro. Nadie aparenta perder el tiempo.
Finales
Todo controlado por los guías. En los cruces de caminos o en lugares
propensos a la confusión siempre está él atento para ayudar a tomar la
dirección correcta. Enfilando ya los últimos kilómetros, en un grupo se entabló
toda una lección de zoología, en un medio propenso, antes con jabalíes y ahora
con el ganado vacuno y mular. El avistamiento de tres equinos sirvió para
profundizar en los nombres de los cruces resultantes entre caballo, yegua,
burro y burra. Un erudito nos dejó sorprendidos y boquiabiertos con la palabra
“Bordegàs”. ¡Qué nivel caminando! Mientras, las señales anunciaban el cercano
final en Borredà, a 854 metros de altura. De los 1.700 del desayuno hasta aquí:
buenos desniveles acumulados en positivo y negativo. Una de las mejores etapas
y en pleno otoño. ¿Qué más pedir? El bucolismo solitario de fin de semana, la
riqueza cromática dentro de los jardines y en los bosques. Como de colores se
trataba, ya en el pueblo se oyó a alguien decir que el color azul de las
matrículas de los vehículos que veía por estos pagos es de muy mala calidad,
poco consistente. No se sabe por qué pero la “E” de “Europa” desaparece.
Ingenuo él.
En el bar del final, habilitado un reducido espacio para comer en dos
turnos, con la advertencia de que cuando comenzase el partido del Barça había
que dejar el lugar expedito, hubo que comer deprisa y degustar los postres
variados de fabricación artesana a cargo de buenas manos. Entre la barra, la
zona de restaurante y el garito para GRMANIA, aún hubo espacio para instalar la
expendeduría de la tradicional lotería de Navidad, la oficial y las otras. ¡Qué
trasiego en medio del personal del local! Fuimos la nota de color del día en Borredà,
sin tiempo para ver la iglesia de Santa María o la plaza mayor.
Como aquí todo está controlado siempre, el autocar esperaba con un alegre
conductor, sin impaciencia y con sus explicaciones sobre las semejanzas entre las montañas de
Rosario, su tierra natal argentina, y estos sublimes paisajes del Berguedà.
Y como homenaje al citado Konrad Lorenz, acabemos con una de sus mejores
frases, útil también para GRMANIA: “No nos tomamos el humor suficientemente en
serio”.
Evaristo
21/11/2016
Un placer leer tu crónica.
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