martes, 19 de abril de 2011

Octava etapa del Meridiano Verdre, entre Collformic y Cànoves i Salamús

Especies vivientes en la primavera del Montseny


Grmanos y GRmanas


En este macrocosmos que es GRMANIA, recibir a personas nuevas en el mundo excursionista es causa de gozo general, y más cuando han venido con el visto bueno de reconocidos miembros del grupo. O sea, han pasado por una selección previa o cierto “control de calidad”, con el consiguiente visto bueno. Así acrecentamos las especies vivas que poblamos esta agrupación. Bienvenidas sean. Y un recuerdo para los ausentes, pero en especial para un miembro destacado que ahora le toca trabajar (¡y qué trabajo!) los fines de semana y que seguro que nos acompaña desde la distancia. Una persona que es símbolo de todo un ejemplo vital, uno de tantos héroes anónimos sin los cuales el mundo no funcionaría. ¡Qué ejemplo!

Estampas

La luz del amanecer descubría conceptos urbanos que con la noche quedan etéreos y por el día, con el ajetreo, los ignoramos. Si a eso le sumamos el tamaño de una luna llena enorme, la postal despunta con los reflejos de la incipiente luz en las chimeneas de otros tiempos, monumentos aún erectos que hacen conjunto con la verticalidad de edificios hospitalarios, bloques de pisos y...al fondo, La Mola.
El repaso a algunas novedades descubrió que ya se sabe quién es el padre de la novia pero prevalece el respeto al anonimato.
Pero lo que causó impresión fueron esas vidas licenciosas de gentes que pasean su humanidad por debajo de transparentes y paradisíacas aguas, sin tener miedo a tantas especies como por allí pululan. Paraísos submarinos que se completan con viajes diversos aprovechando semanas blancas y la condición del funcionariado de la enseñanza en épocas de vacas muy flacas. De los tiburones (con o sin tíos) se pasó a quienes aportaban incógnitas literarias para descubrir el destino: “Una ciudad a la que llegan los aromas de sus aguas atlánticas, los cuales se huelen en entornos peninsulares de aire antiguo, de otras épocas. Una capital bañada por el Atlántico”. O quienes aportaron símbolos casi prohibidos para reconocer el sitio: puros humeantes enrollados en islas afortunadas, con casas coloniales de indianos y enormes barrancos. O aquel mozo que quedó prendado de un museo del ejército en ciudad isleña pendiente de bodas reales. Claro que hubo una minoría que no olvidó referirse al espíritu japonés ante los desastres, el valor del grupo en vez del interés personal, el confucionismo y hasta el sushi. Algo tendrá un pueblo que ha sabido sobrevivir a múltiples desastres y es capaz de proclamar como fiesta nacional el reunirse un día al ñao alrededor de los cerezos en flor, en acción de gracias a su belleza (suspendida, por cierto, la fiesta que tocaría celebrar ahora por los motivos que todos sabemos).
En medio de todo, la estampa capilar que casi creó tendencia de pasarela fashion fue una gorra con colores chillones, la cual resguardaba un cerebro muy acostumbrado a contar historias y a aportar enseñanzas.

Floras y faunas

Si en la anterior etapa la flora estaba dormida y cubierta por la nieve, ahora la vegetación parecía despertar aunque con tranquilidad. Sobre faunas humanas, el otro día iban preparadas para las nieves pero hoy, los estratos eran diversos hasta llegar al fenómeno último del díaen un bar: los recortes, señal de crisis, de marcar tendencia, de adelantarse al buen tiempo o de descubrir para animar.
Collformic fue el punto de salida, a 1.150 metros. Ya otros bajaban veloces por la carretera en indumentaria de corredor de montaña. También las bicicletas asomaban sus manillares (¿dónde estaría la holandesa del otro día? Se preguntaba alguien con curiosidad se supone que no libidinosa). Mientras, la zona del restaurante fue el punto de salida. Suave subida por pista forestal con vistas al amplio valle del pueblo de Montseny, la nieve detrás y al fondo el Pla de la Calma. En la zona había una encrucijada de rutas muy bien señalizadas con postes verdes: GR 5-2, Matagalls-Montserrat, Ruta de Verdaguer y Meridià Verd. El avance tranquilo se completó en la zona más alta, donde el desayuno se consumó en un entorno con amplias vistas, suave brisa, buen vino y alimentos variados. Mientras un grupo tomó asiento en el suelo, una mayoría prefirió comer y beber a pie firme, con la mirada no perdida en el paisaje sino fijada en el condumio y en la bebida.

Bajadas

La continuación de la marcha sorprendió son dos informaciones sobre el terreno: un letrero llamado “El Vilar de la Castanya”, CUP 54, propiedad de la Generalitat, en el Brull, una finca ordenada, con vegetación diversa y amplio mapa incluido en el cartel con membrete de la máxima institución. Mientras este cartel debió costarnos a todos un buen estipendio, la otra señal era más rudimentaria. Para indicar que un amplio camino tenía franquedao el paso, habían colocado un largo tronco en forma de V muy abierta, procedente de un seco árbol, en posición cruzada a una altura respetable. Una señal barata y muy ecológica, sin patrocinios oficiales. Más adelante, en una zona alta y sin vegetación, una verja metálica protegía la rehabilitación de una cabaña que parecía de pastores, de forma redondeada y fusiforme, construida con piedra por fuera y un sostén de madera en su interior. No tenía cartel . Una labor loable para conocimiento de las nuevas generaciones. Se llamaba la Casa Nova de Vallforners, a 1.293 metros.
La suave bajada inicial nos condujo a otra rehabilitación esta vez con cartel informativo. Se trataba de la rehabilitación del corral de Vallforners, en Tagamanet. Un trabajo dentro de la reserva de la biosfera con varias instituciones implicadas y más de 58 mil euros de valor. Otro monumento al trabajo del pastoreo. Pronto aparecieron los primeros estratos de vegetación de altura: las hayas y los abedules aún desnudos y sin asomo de la actividad de la savia. Ahora la bajada empezaba a ser pronunciada y pedregosa, con el rumor de un arroyo que caía con gran fuerza y ciertas figuras que se veían subir en dirección contraria. Eran ciclistas de figura estilizada que ascendían con gran esfuerzo, después de remontar una pronunciada subida: la que vamos bajando poco a poco. El resoplido del trabajo no impedía que respondieran al saludo y apreciaran la consideración que algunos teníamos a su enorme esfuerzo tan de buena mañana.
Bajar, bajar ya en medio de vegetación que brotaba. Más agua en el arroyo y también en el camino. Más ciclistas que empezaban a ralentizar las fuerzas para afrontar las rampas. Algunos aparentaban una figura más redondeada, una especie de personal joven que ama la bicicleta y afrontaba un buen reto un sábado por la mañana. También admirables por su voluntad y esfuerzos. Mientras, los saltos de pequeños torrentes pusieron a prueba lo que un mozo del grupo dijo: el nivel de patosidad o de pericia para no mojarse. Él se mojó.
A medida que la bajada se suavizaba y daba lugar al principio del valle, se llegaba al pantano de Vallforners, a 548 metros. De lo que se deduce que el esfuerzo hecho se empezaba a notar en las rodillas. El enorme chorro del desagüe y el camino debían formar parte del atractivo de esta zona del Montseny. Y nuevas especies humanas aparecían: las parejas interculturales de paseo, la infancia al lado de sus familias, la vestimenta y calzado urbanos que se enfrentaban a territorios diferentes. Las gentes que saludas y ni te responden. Y las diversas motorizaciones que ya se hacen notar: motos, todoterrenos y otras especies con ruedas. Y los perros atados que tiraban de sus amos, que los paseaban o bien que eran paseados. Hasta llegar al origen del paseo, donde una amable informante de la Reserva de la Biosfera desplegaba sus manuales informativos en un lateral de su vehículo. Informa, sonríe, se interesa por el grupo de caminantes y se despide con el mayor halago del día, dicho por aparente convencimiento: “Hasta luego, jóvenes”. Los dos mozos y la moza de aguas submarinas se volvieron y le agradecieron el piropo.

Lucidez

El camino seguía por una amplia pista. Olores a comida recreaban el olfato, procedente de un cercano restaurante, la brasería Canel.la, situada cerca de un vivero de plantas. Árboles situados en filas, plantados en recipientes negros de plástico, alineados hasta el fondo, diversas especies vegetales cultivadas y atendidas por alguien.
De pronto, un joven magrebí se acerca veloz y conversa mientras se dirige a Cánoves i Salamús. Gran lucidez y sentido común. Explica su vida, su trabajo en el vivero y en otras casas de labradores y gentes pudientes, su satisfacción por la ocupación que tiene, por el ambiente y por el trato recibido en este país, aunque el oficio sea duro. Una lección de alegría cuando la crisis y la inestabilidad campa a sus anchas entre casi todos menos en el funcionariado (de momento). Y decía que hay gentes en este país que tienen sueldos fijos, que trabajan en ayuntamientos y otras instituciones (él lo había hecho en brigadas de obras de varios municipios), felices por no preocuparse por la inestabilidad laboral. Y le hablaban a él de lo mal que está todo. Que no trabajan los fines de semana, llevan hasta dos sueldos fijos a casa y se permiten el lujo de hablar de crisis ajenas cuando ellos seguirán cobrando al fin de mes y no los echarán de su trabajo. Él decía que los veía en la televisión, bien lavados, bien alimentados dando consejos. Quien escuchaba le daba la razón y no podía menos que callarse por sentirse afectado de pleno, reflexionar ante sus pensamientos y sentirse demasiado afortunado ante la que está cayendo. Y pensaba en tantas gentes Grmanas y de fuera que podían verse aludidas (si querían), que hablaban de crisis ajenas sin conocimiento directo de la causa en sus propias carnes.

Recortes

Ya en el pueblo de Cànoves i Salamús, uno de los lugares de esta Reserva de la Biosfera del Montseny que debería tener otro cartel institucional a la fuerza es el bar La Terraza. Sin duda, como para ser objeto de ayudas públicas para reflexionar sobre modos, maneras, trato y espíritu de servicio al cliente. Una vez acomodado el grupo en mesas exteriores, quien debía atender era persona inquieta, precipitada y con un sentido del negocio ciertamente peculiar. Libreta en mano, esta especie humana intentaba imponer sus normas disciplinarias a sus nuevos clientes. Pide, ordena que se atienda sus demandas, que uno se adapte a sus maneras, exige rapidez, amenaza con no atender, se queja por tener abandonados a sus clientes fijos, se hace un lío en el servicio, se le ayuda en su nerviosismo. Mientras, quien sirve pasea por entre las mesas con ambiente primaveral. Debía ser un reclamo estacional o una señal evidente de los recortes textiles o responder a esa libertad personal. Pronto la vista de la clientela se fijó en su imagen exterior y en su decisión en cuanto a vestimenta interior, expuesta al público. Podía ser un anuncio veraniego, una promoción de la nueva moda que vendrá, una interpretación personal de la estética, nuevas tendencias respetables que forman parte del ser de cada uno. Qué prenda era o qué sexo tenía quien la llevaba son cuestiones que sólo se pueden despejar acudiendo a este bar.
Por si todo fuera poco, le exigió a uno de sus clientes fijos que bajara los dos escalones que faltaban de su escalera exterior que daba acceso al local. Estaba fumando fuera y le aplicó con dureza su peculiar normativa vigente: allí se fuma de esa manera y las escaleras al aire libre también están libres de humo.
Menos mal que en el día de autos se celebraba la onomástica de quien allí mismo tuvo detalles impagables. Junto con su mujer nos sorprendieron con tartas de fabricación casera y buenos vinos. Ellos sí que demostraron mucho más espíritu de atención, amabilidad, servicio y detalles a la comunidad que quien sirve en el bar La Terraza de Cánoves y encima cobra las consumiciones. De eso debe vivir.

Ante panoramas sociales tan variopintos y especies tan diversas en esta Reserva de la Biosfera que es el Montseny, acudamos a quien de filosofía sabía mucho:

Nos enteramos de lo que pasa pero no sabemos lo que está ocurriendo”
(Ortega y Gasset)



Evaristo

Terrassa, 3 de abril de 2011

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