“ I
que, sóc gran” (Y qué, soy mayor)
Grmanos
y Grmanas
A
la salida de Girona, cuando se despedía una ciudad emblemática,
admirable, bien situada, con reputación de buenas vidas, buenas
costumbres y maneras modernas, se empezaba a instalar el populismo de
las compras en este país, el eterno espacio para luchar contra las
crisis o sobrevivir, el lugar donde se compra en plan barato el
sucedáneo de la moda de los escaparates tipo boutique o grandes
almacenes, el sitio con productos de procedencia diversa que también
marcan tendencia, el bazar con intenso olor a churros y café con
leche, donde el verbo de quien vende te incita comprar la moda
popular, donde te animan a invertir en tí mismo, donde aún existen
los piropos con finalidades comerciales, donde el 3x1 es más
habitual que el 1x3. Los tubos y avances de las furgonetas anunciaban
el gran mercadillo de los sábados en Girona. Lo ponían fuera de la
ciudad, en el Parque de la Devesa, no siendo que afeara el rostro de
la bien puntuada urbe. El Camí de Sant Jaume discurría por su
ocasional territorio. Y allí, al viento, encima de las cabezas de
los caminantes, ondeaba una camiseta con dos estampaciones: el
reclamo visual del anverso “I que” se completaba con el reverso
“sóc gran” como si pregonara a los cuatro viento que, a pesar de
la edad, a pesar de hernias, resfriados, prótesis, operaciones y
remedios diversos, por allí iba gente ya entrada en edades. “I
que...sóc gran” un enunciado real que retrata con mucha honra a
quien ya ha vivido unos cuantos años.
Vías
Atrás
quedaba el mercadillo y delante el camino marcado sin pérdidas
posibles. Los huertos preconizaban la primavera agrícola de la
“gente grande” que buscaban un entretenimiento y una
productividad a su tiempo de ocio. Flores en los árboles, tierras
labradas y, en el aire, el fuerte olor a esa fábrica de una
multinacional suiza, especializada en expresos y nespresos, desayunos
diversos, de dudosa reputación en los países donde el precio del
café y el caco es un arbitrio empresarial suyo, siempre a la baja...
para el bolsillo de quien lo produce, claro.
La
Vía Verde era un centro de peregrinación deportiva con muchas
bicicletas, grupos bien pertrechados de máquinas y equipaciones de
colores chillones que discurrían por donde antes había habido un
tren. Vías de ferrocarril que ahora son verdes (eufemismos y
polisemias como para pensar: la lengua tiene vida). Se la denominaba
“Ruta del Carrilet” pero, como en este país algunos temas
sexuales hay quien aún los debe acarrear sin resolver, qué mejor
que hacer desaparecer el rabo de la letra “R” para que la
originalidad más vulgar quede patente en todo el recorrido.
Antiguas
estaciones de tren observaban cómo GRMANIA se disgregaba en varios
grupos. Etapas a la carta que respetaban el ritmo y las fuerzas del
personal, ahorraban tiempo al final y favorecían volver antes al
destino final. En el fondo era un ensayo previo a las etapas del
Camino de Santiago de este año en Semana Santa, entre Santo Domingo
de la Calzada y Catrojeriz. Un camino ancho, sin dificultades, ideal
para quienes se entraban para maratones.
La
parada del gran grupo que hacía todo el recorrido, reponedora de
fuerzas, sirvió para constatar una denuncia pública de quien se
encarga de las botas: últimamente vuelven con más vino de la
cuenta. De lo que se pueden efectuar deducciones saludables pero
también renuncias a placeres revitalizantes. El comentario provocó
que la bota no parara de circular. Y, también, eso es lo que se hizo
después: seguir adelante al paso de cada uno. Bescanó (pueblo
sinónimo de “Agua”, por donde pasa el Ter, hay acequias de agua
y la isla de la Pilastra en el río, de 10 hectáreas y conocida con
el nombre de la “devesa del Gegant”), Bonmatí (con un albergue
para peregrinos), Anglès, Pladevall, la Cellera de Ter (al pie de la
montaña de Puigdefrou, de 843 m.), estación de El Pasteral (con los
pantanos de Sau y Susqueda cerca), Amer. Algunos ya eran pueblos
conocidos por celebrar ágapes navideños, como Anglès. También,
direcciones a pie desconocidas por las fuerzas de seguridad, ante
preguntas para buscar la orientación correcta. Otros, como Amer,
final de etapa, sorprendían por tener un monasterio del siglo X (en
torno al cual se construyó el núcleo urbano) y una de las plazas
mayores más grandes de Catalunya, un buen lugar para sentarse en una
terraza al sol, ver pasar el tiempo y la vida mientras se descubre el
fondo de una jarra de cerveza y se idealiza con la utopía de estar
los lunes, los martes, los miércoles ...así, al sol.
Ademas,
según cuentan quienes saben, la plaza mayor era el lugar donde se
centralizaba un importante mercado y, ahora, cada 16 de agosto, por
la fiesta mayor, se baila una sardana única en Catalunya, la Sardana
del Alcalde, en forma de espiral abierta y presidida por el edil.
Una
vez acabada la etapa, hubo ciertas apreciaciones que nunca se habían
visto hasta hoy en un pueblo: en Amer tienen un desfibrilador en la
calle, a disposición del público (esperemos que sea de poso uso),
muy cercano al hogar de jubilados, Llar de Jubilats Sant MIquel
(¿coincidencia?) y a una escultura cuya base es una fuente, el
“Monument al Músic, homenatge als músics d'Amer, 8-XI-1975, Josep
Bosch i Puy (Piculives), 1937-1998”. Aquí también había una
tienda regentada por población oriental, como si fuera una variante
más del comercio barato iniciado en los mercadillos.
Músicas
Los
casi 27 km recorridos (26,680km según las máquinas), en 5 horas y
30 minutos, a 4,8 km la hora, acabaron en el abundante refrigerio
del mediodía y en el camino y siesta de vuelta. Los músicos de Amer
quizá se levantarían de sus tumbas si hubieran estado atentos a las
melodías y letras con las que el conductor amenizó el viaje.
Parecían una versión de hermanamiento autonómico en plan retro,
con reflexiones como éstas en sus elaborados libretos: “Quiero
beber de tu boca que me hizo renacer”, “Sabor a café es el sabor
de tu piel”, “Quiero hacerle el amor al compás de la marea,
sabor a café es el sabor de tu ser”, “Tengo que aprender a
conformarme con lo que la vida me da”, “Volver a empezar de cero
contigo o sin ti en nada estoy aquí”, “..y te diré hasta la
muerte guapa, guapa y guapa”. Y otros temas tipo “Cocidito
Madrileño”, “La Santa Espina”, “Verdes como el trigo verde”,
“Cuando vienes a Madrid”, “La Zarzamora”. Chotis, pasodobles,
sardanas y similares preconizaban un necesario y urgente
entendimiento entre todos, a pesar de los pesares. Habrá que acudir
a estos símbolos inmortales para salir de la crisis...¡con ilusión!
Al
fin y al cabo, qué razón tenía la camiseta del mercadillo:
“¡I
que, sóc gran!”.
Terrassa,
6 de abril de 2012
Evaristo