lunes, 24 de enero de 2022

Ruta circular por algunas ermitas de la montaña de Montserrat (15 de enero)


“¡Cómo sube la temperatura en esta cima tan espiritual y decisoria!”- pensaba en voz alta quien comprobó cómo de 5 grados bajo cero abajo, el vehículo le regaló un leve -2 allá arriba. Atravesó la valla del peaje obligatorio. Le grabaron la matrícula a cambio de un papelito que tenía que pagar a la salida. Abrió los ojos mientras la luz del día le descubría el mundo en altura y se puso a admirarlo a 710 metros sobre el nivel del mar.

 

Contextos

 

Perfiles siempre sorprendentes. Espiritualidad. Negocio. Turismo. Cultura. Atracción. OVNIS. Música. Pederastia. Política. Deporte. Religión. Ermitas. Naturaleza. Decisión. Directrices. Excursionismo. Mercado. Escalada. Refugio. Reflexión. Recuerdos. Creencias. Adicción. 

Con esta “mochila” de percepciones y otras más nos disponíamos a iniciar una ruta por algunas  ermitas que empezaba y acababa en la monumentalidad que centraliza este mundo de referencia que nos atrapa desde hace muchos años. Por eso algunos volvemos siempre que podemos y nos dejan.

 

 

Minimalismos

 

El arranque de los cuerpos trajo consigo la instalación de capas y protecciones para preservarlos de fríos momentáneos. La subida por el camino del Vía Crucis inició el primer calentamiento muscular. Pero no ocasionó sufrimientos debido a  las espaldas descargadas de pesos extraordinarios ni lastres innecesarios. Al contrario. Se observó cierto minimalismo mochilero, con tal reducción de capacidades que parecían mochilas prestadas por nietos que iban a la guardería. Llamaban la atención y sus propietarios presumían. ¿Era eso penitencia en el camino del Vía Crucis? 

Otros llevaban mochilas más grandes con objetos diversos y dulces artesanos que después compartirían. O espacio libre para quitar y poner capas a medida que el cuerpo lo exigía. No debía ser así entre los minimalistas. Imposible. Alguien decía que el pastillero con las dosis del día también tuvo que envoger. Y hasta llevaban preparados de última generación, reducidos al mínimo con máximas reacciones. 

Como siempre ha pasado, uno de los principales deseos a esta edad: que el médico no se equivoque de pastillas. Y quien las toma, tampoco.

 


Miradas

 

Primera parada de la ruta. El personal se detuvo en la ermita de Sant Miquel. Era el santo patrón de la montaña de Montserrat desde el siglo III. Ermita bajo los efectos de la guerra con Francia en 1810: destruida, reconstruida. Como muchas más. Muchas presencia francesa en la montaña. Cruz del término, delante. Balsa de Sant Miquel, con bastante cemento encima. Giro a la derecha y allí, de frente. Admiración del entorno, ermita muy bien restaurada y conservada,  y una orden: acercaos, contempladla y besad la entrada. Más bien hubo concentración y continuidad en el camino, que giraba por un sendero ascendente para acortar el rodeo de la pista. 

Arriba, vistas amplias. Las formas, más visibles. Hacia un lado u otro de las vertientes, el paisaje aéreo ampliaba la visión. Autovía. Nieve. Cimas conocidas. Ríos abajo. Agrupación de gentes dispersas con esas conversaciones frecuentes, propias de la felicidad de los oasis jubilares. Lejos del mundanal ruido. “¿A qué viaje del IMSERSO te has apuntado?” “Estoy en lista de espera de uno pero ya nos han concedido otro”. ¡Qué suerte! ¡Qué marcha! 

Y seguimos mirando, marchando, planificando y caminando.

Como a todas las ermitas no se puede llegar, la planificación previa a cargo de nuestros dos guías (a los que se les ha de agradecer la visita preparatoria de días antes) nos condujo al espacio de arriba, a la estación superior del funicular de Sant Joan, llamado el Pla de les Taràntules. Asientos-reposo, carteles, nadie por allí, sí un vehículo de cuatro ruedas,  y aún pendientes más retos ermitaños. Inicio del ascenso. Cerca, una cima: “La Gorra Marinera”.

Ermita de Sant Joan y Sant Onofre a la vista, antes unidas por pasarelas y pasadizos. Reciclaje y aprovechar piedras, cuevas, aljibes para el agua y oquedades en la roca. Con cisterna dedicada al santo Onofre. Ante la primera hubo quien pensó en voz alta un deseo irreproducible aquí. Pronto se le hizo aterrizar. Bien conservada Sant Joan Baptista, con destrucción a cargo del francés y, en el siglo XX, reconversión de los alrededores en un edificio pragmático: un restaurante. Ahora, los restos de ermita y restaurante están mezclados. Lugar desde el que según dicen, gracias al efecto Fata Morgana, se divisa Mallorca y vaya usted a saber qué más confines en días claros. Eremitas. Ermitaños. Restos del paso de la soledad escogida en tiempos lejanos. Ahora, protecciones quitamiedos para excursionistas, charlas amenas y, a veces, inmersos en la soledad de la pantalla del teléfono móvil o en ópticas diversas. Otros tiempos. 

Escaleras estrechas excavadas en la roca, subidas pronunciadas y desvíos hacia los restos de la ermita de Santa Magdalena, al pie de la Magdalena inferior. Subida para imaginarse cómo sería cuando existía. No, en principio estaba a unos 600 pasos de los restos actuales. Estos corresponden al castillo de Otger. Al castillo un abad lo pasó a ermita en 1498. ¡Qué vueltas da la vida! Lo que se ve hoy son restos del castillo. Menos mal el plano para interpretar los restos proyectados en el pasado. Otras perspectivas de las formas, los juegos de piedras, verticalidades y líneas que se interrumpen para que trabaje la imaginación a partir de la realidad. Y las ópticas de todos los dispositivos y aparatos. Selfis con posturas diversas. Poco atrevimiento ante el riesgo de la altura.

Dejamos la Magdalena superior y el Gorro Frigi  y descendemos. En resumen: parece que no pero nos hemos movido entre la Gorra Marinera, las Magdalenas inferior y Superior y el Gorro Figi.

Bajada hasta la “autopista “ montserratina. Ese camino que conduce hasta la altura máxima. Poco a poco era frecuentado por personal diverso, “cada uno con sus cadaunadas”. 

 

Mediáticas

 

Mientras se caminaba y se buscaba espacio para comidas y descansos, surgieron conversaciones de mujeres mediáticas, compartidas entre todos los públicos:  mujeres y hombres (no había otras casuísticas cerca).  Presentadoras televisivas en lejanas playas disfrutando en compañía femenina. Aún no habían publicado fotos de estafadores regios de la mano de jóvenes y modernas. No se intuía a la persona y al personaje que aparecería en estos entornos tan visitados. Y no por eremita, aunque conociera la clausura..

Después de postres variados y alguno muy artesano elaborado y compartido por manos expertas en sorprender a comensales y caminantes (después nos deleitaría con el envío de  otras recetas de turrones muy manuales: de Cointreau, de whisky, de chocolate crujiente, de praliné de café. Incógnita: ¿y de Aromas de Montserrat?), el objetivo era la ermita de Sant Jeroni, como si fuera el área de servicio o descanso antes y después del ascenso  a la altura máxima  de la montaña. Se decía que antes no estaba habitada por las inclemencias del tiempo. Aguerridos como el viajero Cock afirmó que en su época poca gente subía a una cruz que había en lo que hoy es un mirador en obras. Historiadores de la montaña creen que en esta zona había más ermitas. 

 


Ella

 

De camino a la cima, el tránsito se incrementaba y el cruce en los escalones estrechos no permitía la distancia de seguridad pandémica. Imposible. desafiante dilema, llevado al extremo: ¿despeñarte o contagiarte?

Arriba, obras y un malencarado obrero-vigilante que se permitía gritar a aquellas alturas y en tan santa montaña. A 1236 metros emitía bufidos sin parar a quien se atrevía a acercarse o traspasar la barrera de la  terraza-mirador final en obras. ¡Qué carácter!

Mientras el personal subía al punto geodésico y presumía de selfis, hubo un revoloteo mediático en torno a una monja con un hábito mitad clerical mitad excursionista. De origen argentino, con ganas de independencias varias, hábil ante las cámaras, con encanto y frases que demostraban que no había pasado por la inmersión lingüística, tan obligatoria para los hijos de muchos  pero no para mandatarios que optan a colegios plurilingües que desconocen lo que ellos predican para  las criaturas de los demás y no para las suyas.

SorLucia Caram, ¡era ella! Gran trabajo como activista cristiana, predicadora de la justicia social y la lucha contra la pobreza y exclusión social con su ejemplo personal. E instauradora de una mezcla de castellano argentino y catalán de Manresa, curioso y muy explícito. Fotos, selfis, que si el Papa le dijo que, que si los obispos están en contra, que si la clausura que hizo desparecer, etc. Como los imanes: hubo quien se sintió atraído y a quien se le erizaron los vellos por el rechazo de los polos. 

 

Vueltas

 

No deja uno de agradecer el gran trabajo y preocupación en  la preparación previa y atenciones continuas para no perderse y que nadie pudiera resbalar. ¡Qué pareja-guía masculina y VIP de GRMANIA! ¡Consiguieron que el personal fuera agrupado! Ver para creer.

De regreso, por encima del camino hacia el Pla dels Ocells (930 metros), la ruta ofreció cérvidos salvajes, animales domésticos con sus dueños, aves, perspectivas de cimas con nombres afamados, lugares de escalada, por una senda en dirección a la ermita de San Salvador, a 1069 metros de altura, a los pies de la roca El Elefante. Este  lugar sagrado existe desde el siglo XIII, también bautizado como La Transfiguración. Enclavada la ermita en una cueva, tiene  un pequeño patio en la parte delantera. Allí se produjo un curioso efecto no óptico sino real: él dentro de la ermita, ella intentando una foto sin personas. En un momento ella le dice a él: ¡Quédate dentro! Alguien empezó a perderse en posibles maquinaciones del inconsciente. No. Todo lo que los años de convivencia  han consolidado, que una ermita no lo separe. 

Ya de bajada, el personal se dirigió a la ermita de  Sant Benet, entre las agujas de La Prenyada y la Trumfa. Completaba un circuito de cinco ermitas evocadoras de las cinco llagas de Jesucristo. Una ermita-refugio con zona de picnic. En los años 60  fue desacralizada debido a que un grupo de escaladores y excursionistas la convirtieron en un refugio libre y abierto. En 1979 ya se ofrecían servicios a quienes pernoctaban allí.

Hasta aquí el relato. Se desconoce qué ocurrió después en este acercamiento GRmano a ermitas de Montserrat.. 

Hubo quienes tuvieron que marchar raudos y veloces, no sin antes pasar por la caja del aparcamiento. La mayoría siguió en la montaña. 

Aún han quedado ermitas para visitar en otras ocasiones. Antes, eremitas, ermitaños, soledades, creencias, espiritualidad, pobreza y retiros prolongados. Hoy, otras realidades. Montserrat atrae. Genera adicción. Como antes.

 

Y, ya que de ascensos y descensos hablamos, recordemos aquello que explicaba Ramon Portilla, del programa de TVE “Al filo de lo imposible”:

 

“Cerca de la cima siempre hay mil razones para bajarse y una sola para subir”

 

Evaristo

24/1/2022

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