martes, 1 de mayo de 2012

Camí de Sant Jaume, de Amer a Sant Esteve d'en Bas



Balcones primaverales con sorpresas


Grmanos y Grmanas


Una multitud sobre ruedas: la primera sorpresa de la jornada. Lo nunca visto. El apoteosis. El rasgarse las vestiduras si se echa la vista atrás. El ignorado número 30 (¿qué de qué?). La riada humana. Alguien con las neuronas aún bien lustrosas dijo que se iba a cambiar de parada inicial: de la dos a la uno. El sujeto alegaba que ya se empezaban a dar codazos para subir los primeros en la segunda parada. Pronto harán falta los “empujadores” oficiales del metro de Tokio. También se observaban veteranas parejas relegadas a filas posteriores por estar ocupado su puesto de toda la vida. ¿Dónde queda la simbiosis trasero-asiento, anatómicamente hablando? ¿Trasero o culo? De esta parte corporal hablaremos más tarde.

Balcones

La vía verde de por sí es una hendidura (término que leeréis otra vez más tarde) aún abierta para dejar que los 54km de antigua vía ferroviaria sirvan para el ocio. De Olot, a 440 metros de altura, hasta Girona, a 70 metros, el desnivel sorprende y aguza los sentidos...por si acaso. En la etapa del día de autos hubo que enfrentarse a la máxima altura de la ruta, el Coll d'en Bas, a 600 metros sobre el nivel del mar. Un buen balcón para cambiar de perspectiva y observar la inmensidad del valle d'en Bas, llamado “La Suiza de Cataluña” (naturalmente hablando).

Salir de Amer significó desperezarse, hacer los rituales calentamientos, ver restos de estaciones y muchos carteles informativos. Una ruta llena de paneles que, si la gran mayoría de caminantes apenas ven, los ciclistas ni se enteran. Mientras las piernas del primer turno se ponían a sus menesteres, el paisaje primaveral dejaba ver los pocos vestigios de viviendas, algunas de las cuales adornaban su bucolismo con animales rumiantes. Otras se erigían como símbolos de las nuevas tendencias arquitectónicas. En medio de la inmensidad aparecía una construcción parecida a las que optan a premios, que contrastaba con la de enfrente: la habitual de los campesinos de toda la vida. Una tenía carteles de videovigilancia, mención a alarmas conectadas no se sabe a dónde y con un muy peligroso perro. La otra parecía invitar a su visita: todo abierto, el perro ni se inmutaba, el payés a la puerta con un carretillo de comida para los animales. Cara de felicidad y con ganas de hablar. Contrasentidos del derecho a la propiedad.

Otra sorpresa la motivó el área de recreo que había antes de llegar a Les Planes d'Hostoles. Una estructura enorme de madera resguardaba mesas para el solaz reposo de caminantes que han de reponer fuerzas. Lavabos cerrados pero abiertos, un abrevadero y un columpio, donde un insigne atleta parecía revivir la infancia y se bamboleaba con salero y ritmo. De una mochila surgió uno de los manjares menos esperados y más sorprendentes, traído expresamente del lugar de origen: anacardos picantes de Sri Lanka. Pero, por contra, una de nuestras caminantes más ausente no encontró las gotas enervantes de alguna petaca caritativa.

Timbres

El silencio de estos parajes es uno de los grandes placeres. Escucharlo con intensidad te puede hacer entrar en conflicto contigo mismo si te tienes poca capacidad de aguante. Hoy los auriculares y demás tecnologías te evitan el a veces cansino oficio de pensar. El hablar sin parar con el grupo con el que vas puede ser un buen aliciente para la amistad en medio de tanto verdor.
Pero este camino, en dirección contraria (de bajada hacia Girona), puede ser también un peligro para los caminantes. Quién lo iba a decir que la ecológica bicicleta pudiera salir disparada hacia un transeúnte sólo por tres motivos: la velocidad inapropiada, el despiste del ciclista o bien la ausencia de un timbre. Sí, ese objeto que existe y debería ser contundente para avisar. Pues no. Ningún sonido en el campo. No molestar. El caminante y el ciclista están condenados a cederse el paso. De una forma o de otra.

Les Planes d'Hostoles es cruce de otras rutas de caminantes. Un enorme arco en la vía indica que el antiguo tren perdía altura aquí. Un pueblo que nació en torno a la iglesia de Sant Cristòfol, aunque la original la llenaron de bombas y la hicieron estallar durante la Guerra (in) Civil. Un pueblo con las el castillo d'Hostoles, del siglo XI. El pueblo también goza de edificio de atención a la salud (no sabemos cómo quedará de recortado ahora). De aquí al siguiente, por un camino tranquilo. Sant Feliu de Pallarols pronto quedó atrás, sin mencionar una de sus sorpresas: la figura del “Pescalluna” en una de sus orillas. Una de esas leyendas en torno a alguien que se queda prendado por la belleza de la luna y decide ir a pescarla. En este pueblo llaman “Pescalluna”a quien presume de grandes sueños e ilusiones. Otra sorpresa de la población es una ermita que debe ser muy visitada: la Mare de Déu de la Font de la Salut (con tantas carencias y problemas, seguro que no le faltarán visitas). Quizá sirva como ejemplo de esta figura de leyenda la realidad de un cartel: “Sector d'activitats econòmiques Pla de Llongafollia”, Sant Feliú de Pallarols”: no había signos de ninguna actividad económica.


Culos y monedas

Desde Sant Feliú hasta Sant Esteve, aparte de verificar que los nombres de las santidades siguen presentes por todos los sitios, hubo que enfrentarse a la más importante subida de la Ruta del Carrilet. El Coll d'En Bas representaba un esfuerzo para los ciclistas que venían en dirección contraria, algunos retorciéndose encima de las bicicletas mientras otros no acababan con la comodidad que conceden tantos piñones para esforzarse lo justo. O echar el pie a tierra y arriba nos vemos.
Mientras el esfuerzo ajeno llamaba la atención más que el propio, alguien dio a conocer la metodología adecuada para reforzar glúteos y zonas próximas. ¿La herramienta? Pon una moneda en la hendidura que separa las posaderas, trasero, culo, nalgas, ano, pandero, pompis, y sostenla con energía mientras caminas, a ser posible con bastones del modelo Nordicwalking. Aviso: en la hendidura, no en otras aperturas. Camina con energía, aligera el paso, sé veloz pero que nunca se te deslice la moneda ni se te caiga. Toda esa zona cambiará, los bajos adquirirán un alto valor añadido, con buena turgencia y tu tono muscular te dará un toque de distinción entre sexos iguales, complementarios u opuestos. Esta nueva metodología no precisa ni cuál debe ser el tamaño de la moneda ni a qué altura ponerla, ni qué hacer con ella después de su uso para tales menesteres.
Mientras la lección metodológica y competencial avanzaba, alguien con bastones más normales, de los de antes, adelantó al grupo de la teoría sobre la moneda. Pero pronto se apercibió que aquella pareja masculina usaban un instrumental distinto, más fino y juguetón, con movimientos acompasados y balanceantes, con artes variados que les permitían caminar con mucho salero y toques corporales diversos. Allí mismo recibieron la correspondiente lección.

Cultura y médicos con memoria

Al bajar el Coll d'En Bas, una nueva casa con amplios balcones mostró el centro de todas las miradas. No era el nuevo túnel que discurría por sus entrañas sino la perspectiva de la Suiza de Cataluña, antiguo vizcondado de Bas. Más abajo, viejas estaciones con terrazas que reconfortaban a trialeros bien pertrechados, encajonamientos en medio de la naturaleza y, pronto, Sant Esteve d'en Bas. Un pueblo que nació en torno a la iglesia de Sant Esteve, en el siglo XII, el punto de encuentro final entre los grupos variados de caminantes. Los primeros se les veía desorientados porque no encontraban ningún abrevadero donde echar algo al gaznate. Callejuelas, callejones, pasos entre calles que asoman a uno de los valles con el encanto de la variedad de olores y colores a lo largo del año.

Allí donde se esperaba a quienes venían al final, enfrente había una de esas sorpresas que suelen pasar desapercibidas: una casa humilde con una placa y este texto: “ Seu natal de la Fundació Moret i Marguí: memòries i llegats”. Allí nació uno de aquellos médicos preocupados por recoger las memorias, los legados y el material genético con el fin de guardarlo en un archivo, Jordi Moret i Marguí. Una de sus frases preferidas era: “ Quien sólo sabe medicina, ni tan solo medicina sabe” (frase que se puede aplicar a lo que se quiera).

Más abajo, otras culturas en un centro con ese título y traslado a Olot, donde se procedió a calmar la parte más corporal antes de recibir las ofrendas del día de Sant Jordi: una rosa para todos los públicos y también un libro que pretende acercarnos a una historia policíaca ,escrita por un gran autor teatral: “El juez y su verdugo”, de Friedrich Dürrenmatt, un insigne suizo, que vivó entre 1921 y 1990, y cuya casa es objeto de visita bajo el nombre “Centro Dürrenmatt” en Neuchâtel.

Antes de acabar con tantas sopresas por un camino primaveral, en una etapa llana pero abierta a ser descubierta por el punto de vista personal de cada caminante,un recuerdo a la memoria del médico Moret i Marguí con una de sus frases:

«Atrafegats per la materialitat del viure quotidià, oblidem sovint, dins el patrimoni de la història, els valors morals i els sacrificis dels nostres avantpassats»

("Ajetreados por el materialismo de la vida cotidiana, a menudo olvidamos, dentro del patrimonio de la historia, los valores morales y los sacrificios de nuestros antepasados")

Terrassa, 1 de mayo de 2012



Evaristo

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