Pasarelas hacia la transparencia por el Congost de Mu
¿Os interesa el pensamiento ilustrado terrassense, presentado desde Sabadell? Todo un compendio de sabiduría para personas ávidas y lectoras, presentado por quien se atreve a descubrirnos libros inéditos, y eso que dice que no leemos.
Una más de las sorpresas que se acumulan en una jornada especial, bordeando esas aguas que en muchos sitios ya en febrero escasean. No asistir a las etapas de GRMANIA es un no aprender. O sea, ven y aprende.
Antes del libro, recorramos el camino hasta el final.
Pasear por el Congost de Mu significó pisar pasarelas metálicas clavadas en la roca, transparentes, con barandilla quitamiedos. Esos detalles salvaron cabezas, vértigos y aportaron seguridades personales. En un entorno tan natural, menos salvaje que domesticado, pero al mismo tiempo habilitado para uso turístico, transcurrió una etapa única, diferente y llena de curiosidades significativas. Junto con el Congost de Montrebei, ambos forman paseos casi acuáticos sin mojarse y con diferencias notables entre ellos.
En este caso, sorprendió que el primer cartel informativo se titulara “Camarasa 1917-1923. Temps d’avenços tecnológics i de lluita obrera”. El pont del Diable, antiguos puentes con secciones procedentes de barrios señoriales de Barcelona como Sarrià y Vallvidrera, riadas que destruían lo construido después, ingeniería para la construcción de la presa de Camarasa, con ingeniosos traslados de materiales en vertical. Son esas antiguas y laboriosas hazañas que pasan desapercibidas a turistas amantes del retrato y de la naturaleza, sean obreros o no.
Minorías
Si repasamos el Excel de asistencia a la etapa al Congost de Mu, aún se puede ver que 20 personas manifestaron asistir-y actuaron en consecuencia- y 38 que no, no y no. Si esto no cambia, ¿se volverá a generar el ruido de sables para finiquitar GRMANIA, visto este resultado tan democrático y demoledor? Si somos eso, los números deberían ser concluyentes y la salida, anularse una vez más. Menos mal que una minoría sigue adelante e intenta que ese supuesto ardor andarín GRmano del personal (por lo menos el de otras épocas más afortunadas) se demuestre en la práctica y no quede en la teoría ratificada por las ausencias mayoritarias.
No obstante, seamos positivos y no psicoanalicemos justificantes de ausencias personales, totalmente respetables. Hoy por ti, mañana por mí. Hoy no vengo yo, mañana no vienes tú, pero ahora estos TÚ se acumulan. La transparencia del ir, versus el oscurantismo del no estar. Nunca el oxímoron y la expresión obvia del “Cuando menos no son más” era más certera en GRMANIA.
De salida, autocar grande para que si te mira el Ómicron se te pegue lo menos posible por contacto o por contagio. Nada más salir se le dijo a quien conducía que el final de la etapa estaba en Alòs de Balaguer, llamado antes Alòs del Marquesat, por supuesto con el Marquesat de Camarasa como dueño hasta del nombre del pueblo.
Quédense con el detalle del topónimo y sus posteriores confusiones.
Inicios
Por tierras de la Segarra, nieblas, muchas granjas (no macrogranjas de tierras no tan lejanas, pero como si lo fueran, en medio de cercanos imperios porcinos con tiendas de proximidad y buena prensa porque así procede lo políticamente correcto), sequía y aproximación a donde se juntan los ríos Segre y Noguera Pallaresa, el Aiguabarreig, la presa de Camarassa y su continuación en el Congost de Mu o del Mu. Allá arriba, la carretera C-13, aquí el puente del Pastor, lugar de aparcamiento y parada de vehículos.
Las aguas de los dos ríos de juntan en este cercano lugar. El Noguera Pallaresa acaba sus 155 km de recorrido aportando aquí sus aguas al Segre. Un río que nace en la Alta Cerdanya (Francia, França, Catalunya Nord o como mejor se quiera denominar), lleva recorridos 186 km aquí y aún le quedan 79 para rendirse ante el río Ebro en Mequinensa (Baix Cinca). Antes se forma el Congost de Camarasa.
De eso se trata: unas aguas se entregan a otras. Mientras, el turismo avanza.
Pasarelas
Nada más iniciar el camino se empezó con cultura de la fuerte y actual. Alguien sorprendió con la recomendación de su lectura de cabecera. Quizá recordando su proximidad pasada, rozando el halo de una monja mediática en Montserrat, aconsejó leer un libro sobre la parte oscura del Vaticano, esas “pecata minuta” del personal eclesiástico de las altas esferas. ¡Son tan humanos ellos y ellas..! Sodoma y Gomorra, los dineritos no solo de los cepillos, las luchas tan divinas. Oscuridades con intento de cierta transparencia en manuales y descubrimientos de la prensa, junto con pederastias diversas aquí y allí.
Casualidades de la vida no intencionadas: acaba la conversación y aparece un cartel “Zona de pesca lliure. Sense mort”. Amén.
Quien se encarga de llenar de carteles cualquier espacio público colocó un itinerario andarín con la especificación de km. y puntos. Alguien había borrado letras del pueblo final: De Alòs solo quedaba OS de Balaguer. ¿Sería esta la causa oculta de la confusión final del autocar?
Pronto, la carretera que se enfilaba quedó a un lado y se iniciaba el camino hacia el Congost, formado por el río Segre al atravesar la sierra de Meià. Su pico más alto se llama Mu, de ahí el nombre.
Las pasarelas metálicas aportan emoción al camino. Transparentes, con encanto, construidas cuando la minipresa d’Alòs ocultó el camino original, en 1991. Buenas vistas y las típicas fotos con o sin poses durante el recorrido, con la caída del agua de la pequeña presa, cruce hacia la ermita de Sant Jordi (a 5,3 km de ese punto) y la observación del fotogénico puente de madera que cruza al Segre, lugar propicio para balanceos diversos y fotos alargadas con todo el personal.
Con esa subida de moral propia de tamañas aventuras por zonas fluviales de cierta espectacularidad, las cámaras recogían las observaciones de la naturaleza desnuda: riscos, caídas de agua, transparencias hasta cierto nivel, aves, reflejos, contrastes y panorámicas con perspectivas alargadas gracias al Segre y a la estrechez de la garganta.
Muy preocupante: escasea el agua aunque aquí haya. De momento.
Amnesias
Para sumar más kilómetros a la etapa y buscar un observatorio natural de altura, qué mejor que ascender hasta el mirador de Penalta (otro letrero: 666 metros de altitud). Zigzags continuos, cierta exigencia muscular, más perspectiva del fondo, sudores varios, un deportista que triscaba continuos ascensos y descensos, gentío con atuendos urbanos y mascotas, todo para llegar arriba y cargarte de energía…debajo de una línea eléctrica de alta tensión. Vistas aéreas para la parada obligada del grupo y asuetos con esas anécdotas que te entran en el móvil. Algunas, hasta con la juventud como protagonista de hechos propios de personal muy muy adulto. Causó sorpresa quien había dejado las llaves del coche dentro, se cerraron las puertas y hubo que recurrir a un taxi para buscar la copia, pagado por el seguro. ¡Esta gente tan joven! ¡Si es que son muy despistados!, decía quien tenía conexiones familiares con esa persona. Asombro, risas y extrañezas del momento. Más adelante vendrá la segunda parte, con otros olvidos ajenos.
Discusiones en torno a si mi café es mejor que el tuyo, si el aroma del lejano puro evita enfrentarte a un aire tan natural, si las baterías aquí se cargan solas o si los cerebros salen trasquilados ante tanto voltio en circulación.
Alguien recordó a quienes no vinieron por estar en dique seco, por imponderables de última hora, en recuperación por incursiones de bisturís en propia carne, por despeñarse de noche por culpa de una selfie, o por miedos diversos cuando la mascarilla no es obligatoria en exteriores y parece que el bicho Ómicron ya se queda menos con el personal cuando pasa al lado. En voz muy baja, casi susurrando, hubo quien sospechó de posibles escisiones del gran grupo grmano, con la formación de subgrupos. Hasta de los de una sola persona: ¡el no va más de las minorías más absolutas!
Topónimos
De vuelta al camino principal, una parte de la otra humanidad excursionista parecía haber despertado. Trasiego de personal y canes que o subían al mirador o venían de Alòs. Para muchos su mejor GPS era el antiguo: preguntar a dónde, cuánto queda y qué esfuerzo supone.
Mientras se esperaba para compactar el grupo hubo tiempo de hablar de lo más humano y de arreglar el mundo varias veces. La jubilación produce analistas y tertulianos sobre todos los temas desde la lejanía y la placidez del “dejad hacer, dejad pasar”.
Dejamos ya el barranco del Palomar, la cueva del Parco (no visitable) y nos acercamos a la Fuente de la Espadella y al área de picnic, con casa- barbacoa para encender fuego en su interior. Luego, la fuente del Pont, una zona con mucha sombra cuando les salen las hojas a los árboles de ribera, aparcamientos y el pueblo de Alòs de Balaguer, con los restos del castillo arriba. “Un poble a la riba del riu Segre” anunciaba otro gran cartel.
Las riadas del Segre han dejado huella y devastaciones del pueblo ya desde 1907, con un episodio trágico, repetido en 1982. Luego, construcción de una minicentral eléctrica en 1991 y la instalación de las pasarelas en 1998, restitución en parte del antiguo camino de herradura que era una arteria de comunicación de personas y mercancías.
No hubo manera de encontrar un abrevadero artificial para el grupo en un pueblo situado al cobijo de grandes rocas protegidas por mallas metálicas. Hacia el único bar del pueblo bajaban grupos muy senior con ganas de brebajes diversos antes de la comida. Aunque el dueño ofreció habilitar sucedáneos de mesas con tablones y caballetes en la calle, tamaña idea tan rural se desestimó.
¿Por qué no estaba el autocar allí? A pesar de que al salir se insistió en que el nombre del pueblo era Alòs de Balaguer, quien confundió el nombre estaba en Òs de Balaguer esperando al grupo. He ahí la importancia de la buena pronunciación de los topónimos, o de su escritura o bien de ajustar mejor los sonotones. Esperas y partida hacia el destino: un lugar mítico en la antigua ruta del azúcar, el radiocasete, el chocolate y el queso de bola marca “Sombrero de Copa”.
Pérdidas
En ruta hacia una de las paradas casi obligadas en la peregrinación hacia Andorra. En Ponts, el bar-restaurante Pedra Negra. Fuera de la población, gran aparcamiento y un detalle masculino muy apreciado (para hablar en femenino nos deberían dejar pasar las convenciones sociales a sus excusados): un enorme lavabo de los de antes: para miccionar de pie, frente a frente de Roca y con gente al lado.
Una vez acabado el ágape, postres , dulces y demás, se produjeron algunos hechos curiosos. Unos, relacionados con esas memorias inestables, con reflejos lentos. Otros, muy literarios.
En el momento de marchar alguien detectó un teléfono móvil abandonado en una mesa. Nadie parecía echarlo en falta. Estaba en la mesa de una pareja ajena a GRMANIA que ya había marchado del lugar. Interrogado el camarero, tampoco sabía nada. Aquella persona que en el mirador de Penalta se quejaba de los despistes juveniles observó el móvil, manifestó sorpresa y desconocimiento acerca de su propiedad, hasta que se le ocurrió ponerle los números del desbloqueo y…¡descubrió que era el suyo! Momento hilarante que se redondeó con quien de pronto publicitó que había perdido las gafas durante la salida. Insistimos en que mirara y rebuscara en la mochila o en otras pertenencias. Incógnitas.
Pensamientos
Llevamos tiempo arrastrando libros propuestos y no concretados. Corren bulos que mantienen que el personal no lee. Craso error. En la intimidad se devora. Hay un consumo alto de materiales.
Nuestro rapsoda tuvo una etapa de mucha insistencia acerca de una obra sobre jardines y espacios verdes de Barcelona, al parecer ya descartada, o quizá ya descatalogada de su biblioteca mental.
Ahora nos presentó en público un libro transparente, distinto y muy útil. Aprovechó la ocasión para insistir en la lectura y presentar tamaña obra, procedente de Sabadell y fruto de las comparaciones de aquella ciudad con Terrassa. Le fue recomendada en los mentideros literarios por hombres sabadellenses a señores de Terrassa, con sorna e ironía, con ciertos incisos a la histórica frase hecha:“Homes de Sabadell i Senyors de Terrassa”. Nuestro particular e interno acto causó sensación por la vía libre del libro, por su título y por el criterio de quienes lo recomendaban. Para presentes y ausentes, dada su trascendencia, me permito dar fe del ya casi incunable momento.
Ampuloso título presentado con misterio y encanto a un público que esperaba una obra más: “Recull complet del pensament i.lustrat terrassenc. Segles XVIII-XXI”. Autora: Filomena Martorell. La solapa la presenta como una singular historiadora, de mente privilegiada. Y abunda en su dedicación “a la tasca de desentortolligar l’intrincat laberint de corrents de pensament que esquitxen el paisatge filosòfic de Terrassa, la Babilònia Vallesana”. Con estas premisas, la autora provocaba gran expectación en las mentes más inquietas. Además, se explayaba en un loable objetivo “Assolir el repte gairebè cósmic de fusionar, cuinar i enriquir el pensament il.lustrat terrassenc”. Todo y más en 170 páginas. El reto estaba en las manos del presentador grmano.
La contraportada era aún más explosiva: estábamos ante un metalibro, el saber con mayúsculas, “un llibre que farà córrer més tinta encara que la que conté” (¡aquí estaba la clave!). Un libro, un viaje, un cuaderno de viaje avalado y recomendado por personas unas ya fallecidas, otras vivas y alguna anónima. Por ejemplo:
- “Es llegeix sol”: Manel Royes.
- Emmanuel Kant recomana aquest llibre.
- “Estem voltats de pocavergonyes. Y aquest llibre n’és un bon exemple”: Francesc Trabal.
- “Devoradors de llibres, benvinguts al vostre plat més fort”: Màrius Serra.
- “El llibre que va emocionar a Spielberg”.
La expectación procedente de Sabadell estaba servida en Terrassa. El reto del presentador: provocar que el personal lea. ¿El contenido del libro? Todas las páginas, en blanco inmaculado. Transparentes.
Ahí queda la sonrisa y la sospecha.
En un medio tan cautivador y recomendable como el Congost de Mu, recordemos a Rousseau:
“Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza”
21/2/2022