La clásica de las clásicas de las travesías largas en Cataluña tiene nombre de dos montañas, dos atalayas que ofrecen perspectivas de varias comarcas y también de muchos esfuerzos. Has oído hablar de la hazaña de un cura que, al parecer, recorrió esta distancia hace ya unos años. También conoces que la tradición senderista, montañera y de aire libre aquí fue un buen refugio para cultivar semillas nacionalistas, independistas o de valores patrios. Actualmente, aún hay público que sigue con esta llama y con aquellos objetivos que, aunque con las trabas propias de cada situación política, esperan verlos factibles algún día. No se dan por rendidos aunque a veces sólo les quede el consuelo de las fronteras mentales, las banderas y demás parafernalia al uso.
Sin embargo, hoy una de las banderas para muchas personas es el deporte, el tiempo libre, el contacto con la naturaleza y la superación de esas barreras que tú te impones para dejar constancia de que eres capaz de remontar un objetivo más. Si no te lo crees, observa atentamente, escucha y extrae conclusiones. Ya sé que lo haces y que sigues programas de aventura, que Internet te incita a apuntarte a ese penúltimo recorrido que acaban de inventar y que significa un reto más, que tantas revistas bautizadas como de “outdoor” o tiempo libre le hacen un guiño a tu moral: ¿podré yo hacerlo también?.
Inviertes tu tiempo libre en objetivos aparentemente inútiles. Buscas la complicidad de tus amistades que sospechas son fáciles de convencer, diseñas uno o varios planes de entrenamiento, sales corriendo del trabajo para preparar tu cuerpo. Ya entras al gimnasio con estrés, series, estiramientos, deportes varios, rutas por el bosque, natación. La ilusión de saber que lograrlo depende de ti y de tus circunstancias. Y haces lo que puedes para que éstas no te jueguen una mala pasada. Aunque de sobra sabes que, al final, los planes son unos y la realidad, otra. Pero tu mente está en ello y segrega esas hormonas básicas para que no decaiga la planificación prevista. Eres consciente de que, para estas travesías y para cualquier otra actividad de resistencia, tu cerebro te puede conducir hacia el objetivo final o bien traicionar o, incluso, ser la pieza básica para una retirada a tiempo. Que, a menudo, puede convertirse en una victoria. Y ahí viene la duda en momentos de crisis que, sin ser negativos, también hay que tener previstos.
Igual pasa con la vestimenta adecuada y el manual de consejos al uso. Fíjate en el gran negocio que ahora se mueve en torno a este mundo cuya público objetivo es el urbanita con ganas de salir de su realidad y volver a ella con resultados positivos fruto de su participación en tantas convocatorias de senderismo, kilómetros verticales, travesías, carreras de montaña o salidas más populares durante los fines de semana. Si te dejas llevar por lo último del mercado, necesitas varios armarios para guardar tanto como hay. El marketing y la investigación no paran aunque todos estos productos deberían tener más en cuenta las opiniones que se oyen en las esperas de las salidas. Las personas practicantes son quienes más han contrastado la validez o no de esos productos en la práctica diaria. Aprendes más con los consejos de quien está al lado que con los test de productos que se publican, sospechosos de esconder promociones encubiertas. Introdúcete en un gran grupo, escucha y pregunta. Aprenderás. Después, colabora con tu experiencia a que los demás se beneficien de tus enseñanzas.
Bien, pues dejemos ya las situaciones generales y vayamos a las particularidades de la clásica de las clásicas, la XXVII edición de la Matagalls – Montserrat.
Planteamientos veraniegos
La continua propaganda veraniega y el espíritu de vacaciones obligatorias (y a ser posible a lugares exóticos y lejanos), a veces traslada a segundo plano ese compromiso casi anual con la Matagalls. Suerte que hay veces en que en junio ya recibes el aviso de que la tengas en cuenta. Bueno, la dejas para la vuelta. O, en el mejor de los casos, la dejas en cartera por si en los ratos libres estivales buscas momentos para hacer algo más que estirar las piernas.
¿Enemigos de la Matagalls? Los habituales en épocas veraniegas: las bebidas, el buen yantar, el musculoso abdomen cervecero y la placidez del mínimo esfuerzo, bien ganado después de tantos nervios acumulados. ¿Eres capaz de renunciar a tales placeres? Quizá no valga la pena. ¿Qué sería de la vida sin ellos? No, no mencionaremos los otros. Hasta te atreves a dar cortos paseos, a nadar, a progresar en la velocidad. Calor, viajes, sudor. Ya está la solución: salir a primera hora de la mañana a entrenar. Buena idea si no te la echara abajo la salida nocturna de horas antes. Porque, por la mañana y de vacaciones cuesta levantarse pronto. Pasan los días y te encuentras de nuevo con aquella lista de temas pendientes. Si has sido capaz de apuntar esta salida y de ponerla como prioritaria a la vuelta, ya estás perdido.
Vuelves y continúa siendo verano
El nuevo año cada vez empieza más en septiembre que no en el primer día de enero. Por tanto ahí, a la vuelta de la esquina, ya se asoma ella. Pero, ¿y este nuevo año? Dudas, o no. Al final, si has probado este tipo de marchas, es fácil de cambiar esa pregunta por otra: ¿y este año por qué no? Decidido. Aquí está la disculpa para recuperar la forma perdida y la vuelta a llenar las pilas de la ilusión por lo efímero. Sí, aún sigue siendo verano y ya estás en ello. Diseñas planes de mantenimiento, de ir un poco más allá cada día, te juntas con alguien más y para vosotros aquel concepto del verano ya ha derivado en este nuevo de preparación de la Matagalls –Montserrat. Por si fuera poco, vives en una ciudad con barrios desde donde se ve Montserrat. Tú, en Terrassa, ves esta mágica montaña cada día. Hasta cuando friegas los platos tu ventana está encarada hacia allá. Has hecho acopio en tu mente de tantas imágenes inolvidables. Esos matices de las puestas o salidas de sol, de esa niebla que asciende desde Vacarisses y dibuja o difumina los perfiles tan conocidos, de días apagados de luz en los que resaltan en lontananza los escasos rayos de sol que la tiñen de tantos matices de colores. Vas porque está ahí, porque cualquier salida con final en Montserrat es diferente. Y lo dices tú, que pretendes no mezclar lo religioso ni los significados de identidad con el poder mágico de un perfil único.
Como para defraudarlos
También te aportan energía esas personas que te metieron en este mundillo del deporte rápido por la montaña o por el llano. A veces piensas en voz alta y recuerdas tantas personas anónimas, tantos grupos excursionistas, tantos policías, protección civil, ambulancias, clubs de todo tipo que, por un módico precio de inscripción, se esfuerzan en organizarlo todo para que tú disfrutes. A esas personas las defraudarías si no te apuntas. Sí, reciben críticas en ocasiones, nadie es perfecto, tú también les has criticado pero, al final, en frío, siempre les agradeces su anónima labor para que esto funcione. Y es mucha la gente que colabora en estas “empresas” sin ánimo de lucro. Bueno, más que empresas parecen ONGs. Cataluña es un gran ejemplo: tantas marchas de la copa catalana, rallys, salidas populares y gente o grupos que nunca aparecerán en ningún programa de salidas. La mayoría de domingos y muchos sábados son testigos del movimiento matinal de mochilas, ropa técnica, bocadillos, bebidas e ilusión en acabar la semana no refugiado en un sofá junto al mando a distancia, sino en contacto tú con tus fuerzas en medio de la naturaleza. Un ejemplo, para que veas, ese grupo que tú conoces y en el que estás, www.grmania.com Hay tantos grupos que te los resumo en éste. Pero no olvides que el Club Excursionista de Gràcia es el impulsor de la clásica de las clásicas. Este año tampoco les vas a defraudar. Sólo agradecer su ilusión y esfuerzos para que llenes tu mente con las sensaciones del recorrido y recibas a cambio, además de su continua ayuda, una camiseta antes de salir y un obsequio al terminar. ¿Qué más les puedes pedir?
Ahora va en serio
Ya sí, gimnasio, marchas largas, carreras, renuncias gastronómicas. Pasta cada día. Nada de alcohol. Tentaciones nuevas: hablas con quienes han probado suplementos dietéticos, hierbas, preparados que responden a cierta ayuda mental que aseguran revertirá en tu físico. ¿Será ético tomar estas sustancias? No son raras, las venden en cualquier sitio, no hay investigaciones tipo Operación Puerto detrás que te puedan perseguir. Suplementos vitamínicos, reforzantes de cartílagos, glucosas y similares, apósitos diversos, masajes, estiramientos varios. Y, sobre todo, vaselina. No te rías ni pienses en otras cosas, es indispensable. Todo para que tú puedas mejorar tus circunstancias. A ver quién no tiene una bolsita en casa con esa poción mágica personal que te fortalece en momentos de duda.
Tan en serio va que te preparas también en las distancias largas. Empiezas con tu simulación del esfuerzo cada vez un poco más allá. Programas salidas algunos sábados de madrugada para volver a la hora de comer con más de cincuenta kilómetros en tu hoja de servicios. Recibes el amanecer con los ladridos de perros de las urbanizaciones, coches aparcados bajo la luz de la luna con mucho placer dentro mientras tú no vienes de fiesta sino que vas de trabajo. En vez de alcohol, agua; la resaca son las ojeras por no haber dormido lo suficiente, el desayuno en la cama es el bocadillo y las sábanas son poco más que la camiseta, el pantalón corto y el chubasquero por si llueve. Tiras millas, sigues y no te cruzas con casi nadie. Y te vuelves a hacer de nuevo tu vieja pregunta: para qué reivindicar tanto marcar senderos, turismo ecológico y vida sana si casi nunca te cruzas con nadie caminando. Menos mal el éxito de las bicicletas de montaña. Saludos, compañeros. No, con quienes tienes malas experiencias es con algunos conductores de quads o de motos todo terreno. Hay de todo pero algunos te obligan a salirte del camino debido a su prepotencia. A pesar de todo, sigues y crees que ahora te toca esto. En otros momentos también disfrutas con lo que ahora renuncias. Tenlo en cuenta. No todo va a ser sacrificio y sufrimiento. Siguiente paso: papeles.
La inscripción, un paso más
Un formulismo necesario. A dónde vas hoy día sin papeles. Supones que, visto lo visto, a muchos sitios pero no a la Matagalls- Montserrat. Bueno, también hay quien usa otras estrategias. Para ser más auténtico todo, quieres inscribirte en el lugar de autos. Aprovechas llenar la tarde con otros asuntos y, uno de ellos, es ir a la sede del Club Excursionista de Gràcia.
Todo un viaje. Sales del tren y parece como si fueran los primeros kilómetros desde Collformic. Apretujones, sudores, prisas. Colas como para reservar hora de salida el día de la partida o para los avituallamientos masificados. Llegas con tus ocho encargos de inscripción al Passatge Mulet, una corta calle en donde se encuentran las mentes pensantes que organizan la clásica. Una hora antes de la apertura de las inscripciones ya hay gente. ¿Tema de conversación? Fácil suposición, monotemático. Todos participan contando sus experiencias, la sonrisa de quienes cantan llegadas y ese conocimiento que le facilitas a quien está a tu lado por si les sirve para algo. Tus circunstancias se enriquecen con las de los demás. O, lo que en términos modernos de Management, hoy se llamaría Gestión del Conocimiento de la Matagalls-Montserrat. En estos momentos disfrutas desde la quietud de un viejo sofá: se te agolpan recuerdos, los comparas con lo que escuchas, animas a indecisos y casi nunca sacas a relucir algún abandono o esos momentos nocturnos en que, en medio del bosque y al amparo de las estrellas, te haces las estereotipadas preguntas al uso: ¿qué hago yo aquí a estas horas con lo bien que estaría en otro sitio? ¿Quién me habría mandado repetir un año más? No, de eso no se habla mientras pides inscripciones, observas esa camiseta roja con los nombres por donde pasarás y tu gran preocupación del momento es acertar con las tallas de los ausentes.
Con toda la carga burocrática y de vestimenta vuelves al punto de partida. La suerte está echada.
Preparados, listos...
El día de la fecha acuérdate que vino precedido por tormentas continuas y un tiempo inestable. Cada día pendiente del tiempo en la televisión, con Internet a tope para descubrir si en algún sitio había alguna predicción que coincidiera con tus intereses. Nubes y claros y chubascos dispersos. El tópico. Pero esta vez se cumplió. Por la mañana, a la hora de salir desde Terrassa, el cielo te despidió con una ligera lluvia. Buenos principios, pensaste. No pasa nada. Adelante. Será una nube pasajera. Así animaste a quienes también creían que se hace camino al andar. Dirección Vic, salida Seva, carretera de Collformic. 1143 metros de altura. Mossos d’esquadra. Carretera con cinta indicadora de que si aparcabas empezabas la Matagalls ganando un disgusto y perdiendo puntos y dinero. Y atisbo de la primera cola. A eso ibas. O sea, a hacer poca cola para librarte de lo que estaba por venir. Ya a las 11,15 horas había lista de espera. Y también esa invitación en rojo: “Gaudeix” (Disfruta). Te lo sugería la Coca Cola, ¿quién sino? Además, te invitaba a beber.
Tú y tu compañía respetaste el orden mientras, un poco más allá, te sorprendió una persona a la que saludaste. Un hombre de tierras gironinas con el que coincidiste en una salida anterior en la Selva del Camp. Más de 65 años a sus espaldas y una hoja de servicios intachable: cinco Maratón de los Sables (lo de maratón es un corto eufemismo), aventuras en marchas por Jordania, multitud de salidas de todo tipo y su siguiente proyecto, después del de hoy: una gran escapada por Mali, andando, por supuesto. Lo mirabas con sana envidia y admiración. El rastro de tanto esfuerzo se dejaba notar en su musculatura, en nada de ropas de colorines chillones, sólo unas zapatillas desgastadas más por el abuso que por el uso.
Por lo demás, el paisaje humano era variopinto con tendencia a la paulatina aglomeración, sólo despejada cuando la asignación de horas colocó a cada uno bajo las órdenes del reloj oficial. Gente, mucha gente. 2695 personas parece ser que pasaron por el punto de salida. Y salieron, claro.
La hora de la comida campestre, ya sabes, pasta de todo tipo, hidratos de carbono para dar y tomar, bebidas energéticas, zumos, frutas y reposo mientras el cielo plomizo te refrigeraba con gotas intermitentes de agua. Malos augurios para empezar.
En estos momentos, si hay que descubrir la parte del cuerpo más mimada, sin duda la incógnita es fácil de resolver. Los pies aquí viste que eran tratados a cuerpo de rey: manoseados, masajeados, aseados, untados con pociones diversas, protegidos y casi momificados con protecciones varias. Capas de tiritas, vaselina, parches de última generación, calcetines anti no se sabe cuántas cosas, polvos mágicos, ungüentos que te transmitían cierta seguridad en el andar. Después, ajustes de mochilas, pruebas anatómicas, comprobación del más mínimo atisbo de rozadura, milimétrica colocación de cada recurso y, con todo esto, ya puedes decir que ahora sí, la suerte está echada.
…¡Ya!
Aquel reloj en el punto de salida con la hora oficial te daba el testigo de que, a partir de este momento, tú eras tú y tus circunstancias. Saliste de los primeros pero, antes que nadie, los veteranos. Un detalle amable hacia quienes no parecía que pertenecieran a ese eufemismo de la tercera edad. Había que verlos. Aquí sí que eran todos los que estaban. Acumulaban muchas vueltas en el cuentakilómetros imaginario de sus pies. Estaban orgullosos de acudir a la cita, debían pasar mentalmente lista para saber las ausencias, quiénes ya o no podían o el destino les había conducido por otros caminos eternos. Parecían formar parte de cierta selección natural, orgullosos ellos y ellas y el resto deseando llegar así allí cuando pase el tiempo.
Los 25 que salían cada minuto transformaron el camino en esa serpiente multicolor que se prolonga sin fin. Mientras, te adelantaban las máquinas humanas, una nueva especie de seres que no llevan casi nada encima, que pasan como un halo a tu lado y que, la mejor forma de verlos es adivinarlos. Veloces, musculosos, fruto de gimnasios y técnicas variadas, se abren paso sólo por su impulso, el cual a veces es más agresivo y chulesco de lo que exige el guión de estas marchas. Tú a lo tuyo. Rapidez, sorteo de charcas, resbalones en el barro, te dejas caer sin caerte, claro. La testosterona te provoca una fuerza explosiva que te impulsa a acabar pronto la bajada hacia Aiguafreda.
Una vez allí, ya lo sabes, todo lo que baja te gusta que suba y aquí los toboganes son continuos. Menos mal que los oasis de cada avituallamiento te reconfortan. No haces colas porque vas en el pelotón primero. Controles, avituallamientos, luces a lo lejos, algunas casas de pagès en medio de un cielo en el que quieren despuntar las estrellas siempre que las nubes las dejen.
El estiramiento de los grupos dispersa a los participantes y también aísla a quienes ya venían solos o se han quedado así por imperativos de fuerza o de ritmo. Pero no pasa nada. Te pegas a alguien y varias luces iluminan mejor que una. Solidaridad en el camino, búsqueda de las señales verdes y rojas, alguna conversación aunque sea de la especie fática y también algún teléfono móvil que recuerda las modernas señales de la civilización.
A medida que la noche se estira, los efectos se dejan sentir. Ves suaves cojeras que evolucionarán a algo más, mentes en blanco que se balancean mientras caminan, andares más desacompasados que horas antes e, incluso, te cruzas con aquellos jóvenes explosivos que debieron gastar todas las reservas de glucógeno en sorprenderte con su aire en los primeros kilómetros. Así es la vida en la Matagalls. Les dices si necesitan algo, les ofreces lo que tienes y les prestas unas palabras de ánimo. Vamos, muchacho que Sant Llorenç Savall está cerca.
Después de la enésima bajada, ahí lo tienes. Debes estar contento. Antes el control estaba situado a la puerta del cementerio. No, no era una figura literaria. Los de dentro no debían notar el paisaje humano de los de fuera. Ahora ya lo tienen un poco más lejos. Allí están instaladas carpas, personas que esperan en el punto crítico. Ese espacio en que confirmas o no qué haces tú aquí a estas horas, y más si te han venido a reconfortar con detalles gastronómicos, mantas, agua y sal. La duda ofende pero aquí se da más de lo que debería.
Lo lógico, seguir. El té, el caldo, fruta, bocadillos y tu voluntad de acabar te conducen a enfocar el frontal al fondo y de frente. Queda más o menos la mitad pero los kilómetros ya descuentan. Sigues hasta encontrarte con pronunciadas subidas que te conducirán a los donuts de Matadepera (ya sabes, el avituallamiento que este año se encumbró en las alturas, abandonó la parte baja de esta zona de viviendas no obreras y te recibió aquí arriba). No haces ruido para que no se molesten ni los perros ni loss amos de esas torres que ya te gustaría saber cómo se consiguen tener, y no con un sueldo. Bajas para, una vez arriba otra vez, ver ya al fondo el destino final. Las luces de Montserrat te dan fuerzas para llegar, si bien ya conoces la forma: subir, bajar y subir. Otro cementerio, en esta ocasión el de Vacarisses, a cuya entrada te avituallan por última vez hasta que acabes. Pocas personas se ven por esta zona. A tu lado va aquel joven que llevaba una linterna que funcionaba con una dinamo que tenía que girar a menudo con una manivela. Qué mérito ir así. Otro iba escorado por una ampolla, tú sorprendiste a una gran piedra con tal patada que perderás por segunda vez en un año la uña del dedo gordo del pie izquierdo, tu compañero vomitó varias veces, había gente sentada al lado del camino y otros que se juraron llegar aunque fuera a rastras. Claro que hubo quien, para ser reconfortada y animarla a acabar en Montserrat, le trajeron churros para desayunar y una caravana para hacer cómodamente sus necesidades.
Y, por último…
Además del primero que llegó en poco más de ocho horas, esto es parte del rito de la clásica de las clásicas y de otras salidas de este tipo. Ánimo que los perfiles de la montaña están al lado. Una vez situado en su falda, en Monistrol, te sorprendiste a ti mismo con un derroche de fuerzas y gastaste las penúltimas energías que te quedaban (en algún depósito en reserva) en subir hasta el control final en 29 minutos. Para ti y para tus compañeros fue una proeza con la que acabaste, una más, esta institución andante.
Una vez ya con el detalle y el agradecimiento al Club Excursionista de Gràcia por los servicios prestados, miraste hacia abajo y deseaste suerte a quienes con ilusión se imaginaban llegar a donde tú estabas. Hubo quienes honraron sus creencias con una visita al recinto sagrado y a la Moreneta.
No, lo importante no es el tiempo. El camino, el viaje hacia esa Ítaca es lo que importa. Un año más estás aquí, quién sabe qué pasará el próximo. Viste compensados tus esfuerzos, casi todo salió bien pero también llevabas un plan B por si algo se torcía. Al final, lo que más valoras son los planes, la preparación, las ilusiones.
En caso de que las circunstancias no te sean favorables o, si lo tuyo es descubrirle nuevos sabores o matices, recuerda: el año que viene siempre te quedará de nuevo la Matagalls – Montserrat.
1 comentario:
Un aplauso y mis felicitaciones por saber expresar con letras lo que otros no sabemos expresar pero los sentimientos se ven reflejados.
Enhorabuena y continua así,siempre habrá alguien interesado en leer tus articulos.
Hasta la próxima.J.Bejar 18h 14 m
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