domingo, 17 de mayo de 2009

Etapa 22 del GR1, entre el Pont de Muntanyana y Corçà






Amplitud de miras por estrecheces naturales


Grmanos y Grmanas

El juego de contrarios siempre ha suscitado fascinación entre propios y extraños. Pasa lo mismo con aparentes incompatibilidades que, luego, son más armónicas de lo que aparentan.
Podríamos preguntarnos si se puede dar a la vez lo estrecho con lo amplio, lo largo con lo corto, lo alto con lo bajo, la rapidez con la lentitud, el perderse con el orientarse, el vivir en pecado o en gracia de...
Lo que es indudable es que entre este personal tan andarín predomina más la amplitud de miras que la estrechez mental.Veamos.

Menos, más amplios

La descoordinación de las subcontrataciones entre empresas de conducción de viajeros hizo posible un hito histórico: desde Cornellà llegó uno de los mejores autocares usados hasta hoy, con dos ejes atrás, 65 asientos y uno de esos conductores que son profesionales de los de verdad. 29 personas allí acomodadas, tan amplias ellas, con un pasillo tan largo que le provocó a un ilustre andarín decir que servía para empezar a calentar el cuerpo, correr a lo largo con ejercicios de abdominales en la parte de atrás. Potencia en el motor, manos expertas, ida y vuelta en un tiempo récord. Sin GPS instalado, de sobra sabía que pararía al lado del único bar abierto a aquellas horas en Pont de Muntanyana, a 535 metros de altitud, un sitio donde abrevan el primer café las almas que son trasladadas a Lourdes. Pero, debido a la afamada lentitud del dueño, parece que esperaban que llegara antes un milagro que un café. Y sin GPS ya había escogido el bar en Corçà para la vuelta, o sabía que su vehículo nos recogería allí donde dijéramos, por muy estrecha que fuera la carretera. También hubo un viaje doble por la carretera de Martorell, con una precisión en las curvas y una destreza dignas de admiración. Los cuerpos se acomodaron en asientos no demasiado cómodos, distancias prudentes y cabezadas muy oportunas.

Puentes colgantes

Llegados al punto de inicio del camino, la bajada del autocar parecía contra-natura. La puerta de atrás era tan ancha que hubo Grmanos que subieron y bajaron varias veces, como si esperaran que les pusieran una alfombra roja. Un lujo de dimensiones. Y un puente hecho en tiempos guerreros que limita dos comunidades autónomas. O sea, se prestaba a ese maquiavélico juego que tantas muertes ha provocado en el mundo, y todo por un trozo de tierra de más o de menos: de aquí para atrás, Aragón; un paso más allá, Catalunya. Fronteras, líneas, rayas, franjas, límites, palmos. Puentes que luego volverían a aparecer para ser movidos a merced de paseantes, un balanceo sobre el precipicio, el vértigo aliviado por los pasamanos, el vacío controlado por la estructura metálica. Aquí, el paso sobre el Noguera Ribagorçana a modo de frontera natural. Allá, más ríos con el principio de la estrechez con el agua al fondo.

Amapolas y otros verdores

La primavera en todo su esplendor con la amapola que tiñe de rojo la monotonía del verde, muy bien alimentado por tanta lluvia. Ahí están, como si se prestaran para esa foto, para ese cuadro impresionista, símbolo también de la levedad de una existencia floral con los días muy contados. El camino sigue al río y muestra uno de esos letreros oficiales que justifican obras, presupuestos o, quizá, comisiones. “Arranjament i millora del camí entre....” decía lo que quedaba de la inscripción oficial. Casualidades de las preocupaciones lingüísticas hicieron que un grupo de Grmanos demostraran su honda preocupación por la lengua. Si la gran María Moliner les hubiera escuchado, ya tendría otra duda resuelta en su famoso diccionario. Demostraban que la palabra “metáfora” era un juego de contrarios que se prestaba a confusión: “met-a-fora”: cómo meter a fuera, se preguntaban. No les cabía en la lógica. O se mete hacia dentro o se saca hacia fuera, insistían. Y todo mientras pasaban por debajo de “millora del camí entre...” (a dintre o a fora). El verde les debía estimular a deconstruir las palabras.

Infiltrados

Asistir pocos no significaba que no hubiera infiltrados. Destacó un ilustre excursionista que, por primera vez, “se bautizaba” en GRMANIA. Pronto cundieron sospechas muy fundadas, al ser éste un destacado directivo de un centro excursionista hermano y amigo. Se pensó que podía ser la voz de su amo, que pasaría informes secretos sobre la forma de entenderse de este personal. Otros creyeron que todo respondía a una estrategia del jefe Grmano. Sospechaban que acudió a él para evitar pérdidas repetidas, lo trajo y lo situó siempre en las primeras posiciones, bien pertrechado con variadas tecnologías, con paso muy firme y rápido, conectado en todo momento con él. Después se supo que ambos se preferían en las guardias para evitar fuegos. Y que el más veterano le escuchaba en sus explicaciones, no sólo hablaba. La valoración final del infiltrado fue excelente, con dotes de paso ligero, muy bien entrenado, con buen humor y gran camaradería. Puede ser el principio de una gran amistad Grmana.


Estrecheces en desfiladeros

El desayuno fue un acopio de fuerzas, con intercambio de lugares destacados en la gastronomía estatal. No cabe duda que el arreglador de la psique domina también esos rincones en que la chistorra es buena, el vino es excelente o las tapas son mejor que el colesterol adjunto. Él, que sabe tanto de los rincones del alma como de los del estómago, más tarde sorprendió a quien lo escuchó con un informe estadístico preocupante. El camino siguió acercándose a la parte estrecha. La fila de andarines era muy alargada. Las ondas de los walkis solicitaban reagruparse, se pedían aclaraciones por dónde discurriría el camino, hasta que la masa turista condujo a todos por el mismo sitio. Por abajo mejor que por arriba, si todos iban por allí...Poco a poco lo esperado llegaba. El río tan abajo, la torre de vigilancia, la ermita, el camino y la primera parada para la foto. Se pisaba territorios bancarios, propiedad de una caja de ahorros. Se dedicaba a invertir en activos no inmobiliarios, al estilo de algunos bancarios estadounidenses. Había comprado todo un desfiladero que servía para atravesar el Montsec, con pendientes de hasta 500 metros. Con un camino cercano al agua construido en 1024, ahora en desuso por la construcción del de uso turístico en 1982. En total son 600 las hectáreas protegidas, con una garganta que hace aún más impresionante al desfiladero.

Piedras

Difícil agruparse para retratarse. El ritmo es tan diverso que cuesta inmortalizarse juntos. Mientras, un grupo regresó a la infancia y empezó calentar el brazo con tiros de ráfagas de piedras para saber quién era capaz de cruzar el río a cantazos. Tal deporte provocó uno de esos debates que encubren un gran poso cultural. Se empezó a profundizar en la posición del brazo, en el empuje que debe llegarle a la piedra, en los diferentes estilos de lanzamiento, en ver quién la mandaba más lejos. De ahí se pasó a tratar a fondo el lanzamiento de la jabalina: posición del cuerpo, sistemas de lanzado, efectos en los animales objetivo. Y se acabó el tema con la jabalina como deporte olímpico. O sea, en un estrecho desfiladero pronto se trazó una mínima aproximación a la historia de la humanidad a partir de una piedra. Mientras, hubo también alguna idea para evitar que un empresario se apuntara a la moda del ERE de turno para su empresa. Decía que se podría resolver si a ese sujeto se le invita a pasear por aquí y, en un paso muy elevado, se le sugiere si se atreve a ello bajo pena de accidente imprevisto.
El estrecho dejaba entrever lo ancho, el vacío, la barandilla protectora, las aguas allá abajo, el otro camino más cercano al río, la cueva en lo alto, las aves rapaces más altas y los buitres expectantes. Más fotos, cada uno al borde de su (no) miedo: encima del asiento, al lado de las rocas, cogidos del pasamanos, pegados al interior de la senda o descubriendo lo que hay abajo por el filo de la navaja.

Normalidades

Ya en continuo ascenso, los rostros humanos eran variopintos. Un paseo por tipos diversos, con estéticas acordes con la experiencia en salidas por la montaña. Cuerpos variados, pieles blanquecinas, estéticas diversas, objetivos comunes. Recorrer Mont-Rebei, que te esperen al otro lado, presumir de ser capaz de... El camino propició un encuentro multitudinario. Grupos de personas que debían venir muy puestas en Pompeu Fabra salían a la naturaleza, aunque la lengua real los delataba. Venían de excursión, de jolgorio de fin de curso en un centro de esos que “normalizan”. Una alumna del otro lado del charco se mofaba cuando decía que “las normalizaban” . Su nivel de la lengua de Verdaguer era muy aceptable, prueba de que gastarse el presupuesto así debe ser más rentable que hacerlo en embajadas, o en ayudas a lenguas americanas muy minoritarias quedicen que luchan contra el idioma de siempre.
El encuentro lingüístico sirvió para darle a la lengua, saludar a conocidos y estirar aún más el grupo. La continua ascensión acabó cerca del aparcamiento donde llamaba la atención un coche con esquís. Era normal que estuvieran allí. Se preparaban para encararse hacia el Aneto, el destino final de un reto.
El grupo era de Sitges y contaban a quien les interrogó que lo espectacular ocurrió el año pasado en agosto. Lo provocaron ellos. En la iglesia de Sant Sebastià, la más llamativa de la antigua Subur, apareció el mismo coche con la baca llena de esquís en uno de los días más calurosos de agosto. Se arremolinaron más curiosos al lado de los esquís que para ver disimulando tanto taparrabos o no tapa.....de las playas cercanas. Consiguieron que en la liberal Sitges para asombrar a la gente se tenía que recurrir a provocaciones como ésta. Las otras ya son la normalidad. Al final, el grupo dijo que querían que el pueblo se enterara de que iban a conseguir un reto con esquís en un glaciar de los Alpes. Luego, el mismo coche estaba en el bar de Corçà, al lado del autocar.

Parejas

Mientras se juntaba el grupo, la avanzadilla inicial fue a ver la ermita románica de La Pertusa. Y no para dar tres vueltas y conseguir casarse. Ardua tarea con los precipicios que había. Antiguamente debía ser la prueba de fuego para aguantar después con la relación. Amplias vistas de la parte final de un río que pronto se controlaría en el pantano de Canelles. Quizá fue por la tradición de la ermita, el caso es que un Grmano anunció allí que, a pesar de vivir en pareja y con hijos, en noviembre se casaría. E iría de viaje de novios a La Patagonia. Decía que ya estaba asqueado de tanto tiempo viviendo en pecado. Una situación y un viaje que alentó a una ilustre Grmana que en otros tiempos probó los placeres matrimoniales. Como ahora estaba libre de vínculos escritos, dijo que sólo se volvería a casar si alguien le ofreciera un gran viaje de bodas. Pero no dio las vueltas a la ermita. O ese otro Grmano que pronosticó larga vida al contrato matrimonial, sencillamente porque como casi no se ven no se desgastan. Lo que da de sí una ermita. Dicho lo cual, algunos otros varones se detuvieron en apreciar la amplia calidad humana de algunas mujeres que se dirigían al desfiladero. No obstante, comentar que, según sorprendentes estadísticas, hubo tres que sólo miraron a hombres. Todo se aclarará a continuación. Amplitud de miras o de miradas en un paisaje humano carente de estrecheces.

Estudios estadísticos

La comida en Corça sirvió para acabar con las existencias de una marca de cerveza, ésa que nos descubre en su publicidad que en este país los negocios empiezan en una servilleta. Y para cambiar la fisonomía del bar: todas las mesas cambiaron de posición para adaptarse a los nuevos inquilinos, muy sedientos por los esfuerzos y sudores para llegar ya a la parte ancha del recorrido. Todo el ágape transcurrió con esa normalidad habitual en una familia bien avenida hasta que se produjo una revelación que merece la pena reflejar aquí.
Una de las características de esta hermandad es respetar y alabar la profesionalidad del respetable. Y, como ya se entra en esa franja de edad en que lo que diga mi médico va a misa (o a donde sea), cuando quien lo revela es el psiquiatra del grupo, los pabellones auditivos (aun sin sonotones) prestan la máxima atención y se orientan hacia sus palabras. Pues bien, el estudio médico, avalado por las principales autoridades en la materia, dice que entre los hombres de esta franja de edad que forman parte de GRMANIA toca que haya ocho con disfunción eréctil y tres que sean gays. Por tanto, habrá que empezar o a salir del armario o a detectar pruebas para identificar a los que fallan en el levantamiento.
Este plumilla le apeló al psiquiatra a la igualdad de sexos y le solicitó que, para otra ocasión, revele qué dicen las estadísticas sobre el sector femenino en esta edad. Prometió informar sin medias tintas.

Como aquí nunca se descarta nada, ni tampoco se proclama que “de este agua no beberé”, recordemos las palabras de un clásico como Heráclito a modo de conclusión:

“Lo único permanente es el cambio”

Evaristo
Terrassa, 16 de mayo de 2009

http://afondonatural.blogspot.com

domingo, 3 de mayo de 2009

Etapa 21 del GR1, entre el coll de Comiols y Vilanova de Meià






“Os veo igual que hace seis años”


Grmanos y Grmanas



¿Alguien no se sentiría halagado si, a esta edad, una persona procedente de León le regalara los oídos con tamaño piropo? Mirado uno en el espejo interior, proyectada la imagen exterior en un espejo, la frase podría ser muy afortunada. No obstante, lo que parece una cosa puede ser también la contraria. Un piropo a veces encubre esa otra realidad. La incógnita se despejará después.¡Hay tantas incógnitas de que hablar!

Primera incógnita


Y, si de interrogantes hablamos en etapa tan variada, llamó la atención que un pequeño grupo de hombres focalizara sus saludos iniciales en la respuesta correcta a una duda. Mientras llegaba el autocar, debatían sobre diminutas prendas textiles en paisajes humanos muy femeninos. Y llegaban a la conclusión de que podría ser tanga. Aunque hablaban casi en clave, después se supo que los viajeros al cabo de Gata no encontraron estos animales, sean gatos o gatas, pero sí una joven que asomaba su hermosura en lontananza. La distancia no fue un obstáculo insalvable para identificar a aquel ser. Los prismáticos masculinos, los trípodes (¿de tres patas, no?) y los teleobjetivos retrataron la imagen. Después de varios estudios en laboratorios fotográficos especializados en desnudos femeninos, llegaron a la conclusión que no era un animal gatuno sino una joven mujer, libertina y desinhibida ella, una reliquia de la época hippy que se mostraba en tanga a la concurrencia. La primera incógnita, pues, estaba despejada. Ya vendrían más. Y más muestras de aquella generación ad-lib ibicenca.

Segunda incógnita

Se desconoce cómo el coordinador del grupo tiene tanto olfato a la hora de preparar las rutas. En este caso había diseñado tres planes para acceder al coll de Comiols, principio de etapa. Y había trabajado con mil y una coordenadas para alimentar los GPS, junto con su nuevo ayudante de campo en estas tareas tecnológicas. Las dimensiones del autocar le hicieron tirar del plan B, con lo que se pudo acceder sin novedades al coll de Comiols, a 1055 metros de altura.
El camino recorrido por la Segarra parecía un extenso prado. Campos verdes, extensiones de cereales que solían rodear algún montículo en el que, a los lados de alguna fortificación medieval, se erigía un pueblo. Los colores de una primavera lluviosa brindaban un paisaje fresco y espléndido.

Tercera incógnita


El camino discurría por entornos naturales elevados. Al fondo, la nieve del Pirineo. Abajo, Benavent de la Conca. De frente, un camino lleno de posteriores sorpresas. En medio, la coordinación de la fiesta de un Grmano ilustre, el cumpleaños de una Grmana también ilustre y los asuntos literarios relacionados con Sant Jordi. Llegados a un punto se impuso efectuar una primera parada para ingerir víveres. El lugar escogido también era como para pensar. Una zona con casa de colonias llamada “Bon Repós”, una ermita reconstruida y una gran masía llena de animales, muy cuidada y dedicada a una labor fundamental.Se llamaba “Centre de Testatge” de la federació de la vaca bruna dels Pirineus. Estaba declarada por el sello de la Generalitat como lugar donde se cuidaba a unos toros escogidos para que fueran buenos sementales, reposaran para asentar sus glándulas, producir buenos fluidos y cubrir lo mejor posible a sus hembras. Se desconoce si hubo relación entre esta noble dedicación animal y bastantes órdenes durante la posterior comida en una mesa, cuando todos gritaban: “¡a correrse!”.

Cuarta incógnita


Botas, frutos secos, bocadillos, platos variados, varias botas y las ya tradicionales petacas alegraron el reposo. Observación turística de la ermita y a seguir un camino lleno de más sorpresas. Todo iba como de costumbre, las marcas estaban desdibujadas pero se veían, los GPS daban fe del trabajo bien hecho y la mente estaba en el buen final. Sin embargo, el grupo hubo de poner a prueba si estaba preparado para gestionar la adversidad. Es esa nueva ciencia que cultivan algunos escritores que les hace vender libros como rosquillas, en los que escriben sobre lo obvio como si eso fuera extraordinario. Lo de siempre pero con cautivadoras palabras, de forma atractiva.
Y la adversidad llegó. No tanto por el obús observado sino porque un barranco fue la entrada a una estrechez que parecía como si también fuera de miras. Aquello hacía dudar, las marcas se desvanecían, la senda no respondía a un giro concreto. El jefe ya se ponía nervioso. Hasta mandó a algunos emisarios a explorar cuantos senderos se vieran. A otro Grmano le suplicó que se reagrupara. No sabía con quién. Estaba solo. El jefe sospechaba que el sonido de un río podía ser frontera inexpugnable. Temía mojarse. Órdenes y contraórdenes, el walki en una mano, en la otra el GPS, paso ligero, rostro tenso, oteando el horizonte, trazando posibles salidas, comparando al grupo como si fuera un proyecto de clase de primaria de un centro público de barrio. Aquello parecía el acabóse. El barranco se abría. Se pasó el río, ascensión entre matorrales y muchos romeros en flor. Unas casas a lo lejos, campos cultivados. Sensación de pérdida. Ante este panorama, el Grmano desplazado de León observó al personal perdido, recordó momentos similares hace seis años y, con gesto distendido, fue cuando “piropeó” al grupo: “Os veo igual que hace seis años”. Igual de perdidos, sin rumbo fijo. Razón no le faltaba. Más adelante el jefe quiso demostrar que este incidente era una anormalidad en GRMANIA y tiró de estadística: más de 130 salidas en estos años, menos del 2% de pérdidas memorables. Sólo en tres ocasiones: en la Vall Madriu en Andorra; en el Sender de la Pau, en Tarragona y hoy. Por tanto, alarmismos fuera.

Quinta incógnita

Ya casi fuera del barranco, hubo que bajar por un paso de montaña cuyo suelo estaba formado por pequeñas piedras. Este plumilla, mientras advertía que se tuviera cuidado al pisarlas, iba cayendo al suelo por haber olvidado lo que avisaba.
Ya abajo, una gran pluma relajó el ambiente. La incógnita era saber a quién pertenecía, a quién se le había caído, quién podía tener... La siguiente incógnita fue descubrir la dirección correcta. Para ello se siguió un rumbo equivocado. Mientras, quien entiende de fósiles cargaba bolsas con incrustaciones de animales marinos en piedras. Otros se fotografiaban. Era una pareja que buscaba un encuadre perfecto con multitud de romeros florecidos detrás. Alguien miraba una máquina de segar abandonada. Le recordaba sus tiempos de niño, cuando acompañaba a su familia a segar y recoger espigas.
Trotando sin parar, ya se soñaba con el restaurante del casal de Vilanova de Meià y con una comida aplazada hora y media por los retrasos acumulados: el sabor del conejo perfumado con hierbas silvestres, la ternera quizá hija de aquellos sementales, el Cariñena y las cervezas y los cavas y la compañía. Pero no. Todo el gozo en un pozo. El camino se cortó y la alarma cundió. Una situación adversa que había que solucionar.
Ante esto, saltó la posible e imaginaria noticia. Si esta pérdida se hubiera llevado al extremo, con intervención de fuerzas públicas de rescate, se especulaba cómo aparecería el tema en los medios de comunicación. Ellos ya se creían famosos, el centro de atención mundial, protagonistas del minuto de gloria. La duda estaba en cómo lo contarían los medios de comunicación al día siguiente.
Este plumilla se imagina que hubiera sido el gacetillero que debía cubrir el suceso para su periódico. Propone la siguiente noticia:





Salvados in extremis antes de llegar al canibalismo tecnológico

Indicios de un nuevo efecto del uso de los GPS en momentos extremos

Un equipo de la Unidad Especial de montaña de los Mossos d'Esquadra logró salvar a un grupo de 38 experimentados excursionistas que padecían una enfermedad desconocida hasta ahora: una crisis tecnológica sin precedentes mientras caminaban. El suceso ocurrió cuando la mayoría de los miembros de GRMANIA seguían el GR 1 entre el coll de Comiols i Vilanova de Meià, después de haber caminado unos 16 km en 5 horas y con una meteorología inestable. Las fuerzas de intervención especial los encontraron en pequeños grupos al final de un camino que, de repente, aparecía cortado. La mayoría mostraban ciertas perturbaciones que les dejaban sin capacidad como para tocar teclas,identificar el 112 o saber interpretar el entorno.

Uno de los rescatados declaró a este periódico que todo ocurrió de forma súbita. De pronto, mientras soñaban con la comida y celebración final en un restaurante (algo inusual, pues casi siempre comen bocadillos y similares), la ausencia de camino hizo que desplegaran un gran mapa para orientarse. La mayoría de hombres del grupo lo sostenían e intentaban interpretar cualquier curva de nivel para encontrar la salida correcta. El testigo aún no entiende cómo ese gran grupo, formado por más de 20 titulados universitarios (geógrafos, profesores, historiadores, geólogos, pedagogos, informáticos e ingenieros), con una vasta formación en todos los campos imaginables y con enormes ansias por saber más, sufrieran el llamado “síndrome del GPS”.

Los Mossos dieron cuenta en el atestado que el nivel de equipamiento tecnológico del grupo era casi excesivo: varios GPS, algunos walki talkies, una gran cantidad de teléfonos móviles de última generación, mapas variados, hojas descriptivas del entorno y una persona de memoria prodigiosa con el cerebro lleno de coordenadas y brújulas diversas.

Las autoridades policiales informaron a los expertos en nuevas tecnologías del sorprendente rescate. También describieron escenas casi dantescas que vieron sobre el terreno: un grupo había partido dos avellanas en cuatro partes y se peleaban por el trozo más grande, los bastones de caminar eran usados a modo de espadas para luchar y coger mochilas ajenas con supuestos víveres, otros ya empezaban a repartirse las piezas de los teléfonos móviles para comérselas y subsistir, alguien ya paladeaba la pantalla de un GPS. Un excursionista, casi en estado de enajenación mental, gritaba con todas sus fuerzas que mejor hubiera sido haberse gastado el dinero de los GPS en cañas de cerveza. El que parecía coordinador del grupo estaba en una fase aguda de “delirium tremens”, delirando con grados, minutos y segundos. Con ojos desencajados, muy fuera de sus órbitas, miraba al cielo y, con el dedo amenazador, lanzaba palabrotas contra los cuatro satélites que decía que eran los culpables, mientras rompía el mapa en miles de trozos. Según otro testigo, en realidad lo que el jefe del grupo estaba viendo en el cielo era una bandada de buitres que ya describían círculos amenazadores.

Ante un caso tan extraño, El Departamento de Sanidad se ha reunido con expertos excursionistas e informáticos para analizar un nuevo mal de la sociedad de la información. Por otra parte, algunos médicos se han puesto en contacto con las autoridades mexicanas para descartar que no pudieran ser víctimas de una nueva “fiebre porcina excursionista”, ya que parece ser que han olido muchos purines de las granjas de la zona.

Las 38 personas se encuentran en un estado de descompresión tecnológica antes de ser devueltas a sus familiares.



Sexta incógnita

La cordura se impuso de nuevo. Se reculó hasta el sitio de aquella pluma, el punto iniciático y clave para la orientación. Un pelotón preguntón fue a curiosear a una masía por si alguien les decía dónde estaban. O sea, se volvía a los orígenes, a la pregunta personal, a la tertulia. Un enorme perro les cerró el paso. Al final, los gritos alertaron a los dos payeses de la casa. Habían destapado una colmena. El peligro provenía más de los pequeños animales que del enorme can. Ellos nos situaron en la coordenada correcta. Ni el gran rebaño de cabras franqueó el paso. Poco a poco el final se avecinaba. La incógnita de dónde estaba Vilanova se despejaba. Las marcas en el GPS volvían a su sitio. Situación de normalidad mientras se bajaba hasta el río detrás de nuestro lazarillo: el GPS. Asfalto a la vista. Civilización. Confianza. Condumio. El nombre de la fuente de entrada al pueblo parecía recordar lo que hubo que tener: la fuente de la Paciencia. Llegados aquí, la comida y la fiesta puso las cosas en su sitio. La alegría con el estómago lleno fue desbordante.


La respuesta es la fiesta

El polifacético Grmano, especializado en oficios variados cara al público, se convirtió en una disculpa para asistir al nacimiento de una sección teatral femenina. Personajes femeninos muy bien caracterizados. Hasta había una actriz con atuendos ibicencos, hippis, de aquella moda ad-lib. Nadie confirmó que tuviera relación con el textil ya identificado de aquella moza del Cabo de Gata. Excelente el teatro, con él en medio, con gran dominio de otro arte al que acude en momentos extremos: la improvisación. Poesías dichas por rapsodas consagrados, banderas y dracs de Sant Jordi al son del tintineo, botella en mano, del que mejor cuenta los cuentos; audiovisuales espléndidos. Y el libro y el punto de libro, que no falten. Hasta hubo mención a travesuras de niñas malas. No sería la almeriense, claro.
Las cervezas, los vinos y los cavas dejaron al personal muy preparado para su recogimiento en el autocar. La fiesta continuó. El conductor aguantó estoicamente los cuerpos “cocidos” por brebajes diversos, con muchos politonos y variados ejercicios de abdominales por el exceso de risa. Cánticos y más cánticos que no perturbaron el dulce sueño de quien conoce el valor del descanso. Para completarlo todo, alguien aconsejó al conductor que evitara la carretera de Martorell de vuelta. Y no era por si se podría ver a niñas malas haciendo travesuras en cualquier curva con bosques al lado.
En este ambiente se llegó al final de una jornada inolvidable. Qué mejor que acabarla con una cita de uno de los grupos presentes en algunas conservaciones, Les Luthiers:

“Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe”


Evaristo
Terrassa, 28 de abril de 2009
http://afondonatural.blogspot.com