martes, 26 de noviembre de 2024

Etapa 18 del GR 92 entre Garraf y Vilanova i la Geltrú

Deconstrucción de paisajes para bienestares humanos


(falta el escrito sobre la etapa anterior, la 17, entre Bruguers y Garraf. Este plumilla no asistió)



La luminosidad de la última superluna de 2024  permitía acercarse al Garraf con mejores perspectivas de qué ver en la noche por el Baix Llobregat (el 15 de diciembre habrá luna llena pero no será una superluna). La vía terrestre escogida se acercaba al río que da nombre a una comarca tan poblada y tan industrial. Poco a poco al romper el día  se situaba el delta, el aeropuerto y se podía adivinar por dónde caería la polémica Ricarda. Aviones con alguna pista enfocada a donde no molestara a según quién en Castelldefels y la laguna allí,  con patos, aves y centro de atención cuando se propone lo que sea, siempre a la contra. Tanta concentración humana a aquellas horas parecía no existir en fin de semana, solo luces, bloques de viviendas, centros logísticos, áreas comerciales y más edificios de todo tipo. 


Había que llegar a la población de Garraf por la serpenteante carretera de la costa, la de los rallys de coches de época y otros no programados. El Port Ginesta era un cúmulo de mástiles que tintineaban con el viento, los deportes de agua esperaban mientras la luna y el sol mantenían cierta rivalidad a aquellas horas. 


La luminosidad del mar, el amanecer y la costa recortada permitían discernir y aproximarse al destino final del primer grupo senderista: desde lejos se veía próximo  Garraf  para enfrentarse a los  23 km programados del primer grupo. Era el sol naciente, sin imperios a la vista.



Tangas


Esta vez no hubo posibilidad de acercarse a la playa. Tampoco de observar el impacto de las decisiones del mecenas Eusebi Güell y del arquitecto Antoni Gaudí: de aquí salieron muchas piedras, hoy muy turistizadas. Aquella bodega gaudiniana  hoy es el restaurante Gaudí Garraf. Tampoco se pudieron ver las 33 casitas de colores, cercanas al mar,  con historias de domingos en la playa desde 1920. 


Pero sí hubo recuerdos en el ámbito personal. Alguien echó la vista atrás para sus adentros. Se le rebobinaron  otros tiempos en que se pasó caminando por aquí, fin de etapa en época calurosa . Recuerdos de aquellos exhibicionistas grmanos que lucieron sus cueros, dentro de lo posible, con un muy ajustado tanga rojo, en primera línea de mar-. Minimalismo textil   ¡provocando sorpresas más a propios que a extraños! Fue uno de los hitos más carnosos de este grupo, con cuerpos más jóvenes pero no efebos y, quizá, algo más lozanos. Aquel fue un final de etapa con un golpe inesperado  para la vista, cual pase de sudorosos modelos que se preparaban para dejarse ver queriendo. Para luego mimetizarse con el mar en el  lavado integral. Garraf, tanga, GRmania. Fue la chispa humana que alteró la rutina y provocó descorrer tupidos velos. 


El recorrido andarín se componía de dos partes bien diferenciadas: la primera, montañosa, por los entornos del macizo del Garraf. La segunda, cercana a las playas y espacios ferroviarios. Algunas, con zonas para textiles de todo tipo, o sin ellos. 



Alertas


La ascensión inicial por el GR 92  tuvo que sortear vías de tren y carreteras, en un reto que conseguía tono muscular y calentamiento rápido. El sendero ganaba altura entre palmitos o margallons y otras especies mediterráneas como el lentisco, en medio de una composición estética artificial  por un lado, y con alertas por otro. Pronto, el pou de la Mata, llamado por otros la Font del Clot: dos piletas de piedra en medio del sendero. Allí, a la derecha, el castellet de Garraf (una fortaleza del siglo XI), cuando aún no se había completado el primer kilómetro. Los restos de este castillo se acompañaban con una pregunta escrita en un tablero informativo: ¿será el monasterio perdido de Sant Vicenç?


Los calores iniciales provocaron algún cambio de equipación torácica, con torsos al descubierto sometidos a escarnio por mirones próximos. ¡Qué diferente respecto a aquellos ya añejos tangas! El sol se situaba encima del mar,  allá al fondo, teñía de rojo por momentos sus aguas y permitía darnos cuenta de tantos bocados a un terreno con modelado cárstivo. Mientras, había que colocar bien los pies para evitar ladeos, con posibles caídas incluidas hacia la vertiente derecha.


El Garraf son rocas, o ausencia de ellas por su extracción para necesidades humanas, paisajes vacíos, formas recortadas por los barrenos, la dinamita y los serpenteantes caminos para acceder al transporte de las enormes piedras. Abajo, la  maquinaria y las trituradoras, con equipos de perforación, de explosivos, bulldozers, excavadoras, camiones mineros y para canteras, volquetes, yucles, rígidos, articulados, góndolas, dúmpers. Para las gentes más viajadas: ¿en qué otras partes del mundo se podrían situar estos vacíos del terreno y estructuras rocosas si no se supiera que están aquí?


Justo encima del camino: ¡alerta! El sonido de un gran camión con materiales se acercaba. Estaba en una planicie artificial que se separaba del GR 92 por una gran tela metálica. De pronto, el aviso sonoro de la marcha atrás. Descarga de materiales allá arriba, con la sensación de que el género humano es muy frágil allí en medio. Como si los cascotes pudieran deslizarse. Ponerse a salvo significaba pasar deprisa, seguir subiendo y observar aquella zona desde arriba. 


A un lado, oquedades descarnadas. Al otro, maquinaria regando,  moviendo y extrayendo. Al lado la masía de can Lluçà con un caballo blanco apto para fotos y la carretera que había que seguir, a la izquierda, hacia Campdàsens. Aquí, a este tramo del GR 92, dentro del Parc Natural del Garraf, se le llama “Camí de les Costes”. Más allá, una dirección conduce  al templo budista de Plana o Palau Novella, de orígenes indianos, inicialmente para el cultivo de la viña, hasta que llegó la filoxera. Más acá, casas aisladas con vehículos aparcados y contornos cuidados. Formaban parte de un conjunto de masías agrupadas en Campàdesens, con una rectoría e iglesia del mismo nombre. Su inscripción en un azulejo mostraba reconocimiento: “Els amics del Garraf a Campdàsens”. Y con torres a modo de fortificaciones o vigías en las masías, grandes palmeras a la entrada,  entornos con algunas viñas y vistas a la cementera Uniland.  Cerca, Can Fontanilles, Can Róbert, la torre de Ca l’Amell, Can Granada con otra torre de defensa. Aún quedaba lejos la ermita de la Trinitat, punto del refrigerio. Pronto, el despliegue de la cementera, con cruces de la autopista  y de cintas de transporte de la roca caliza. Eran líneas artificiales que conducían lo suyo. En una pilastra, aviso: “Zona industrial. Maquinaria y vehículos en movimiento”.



Dominaciones


Las máquinas horadaron terrenos, ahora  ya sin envoltorios, para servir al progreso en forma de construcciones diversas (léase, por ejemplo, los citados Eusebi Güell-Antoni Gaudí). Ya sin piel y sin contenido, aquel paisaje lunar era un símbolo para interpretar y rellenar con por qués, parar qués,  cuántas ganancias, cómo vivían los trabajadores y quiénes se beneficiaron de todo.  Habrá quien califique este panorama como un “Ecocidio”, un reciente nuevo término. 


El paisaje del Garraf se extendió hasta las perspectivas de desiertos sudafricanos, compartidos por otros caminantes que estuvieron por allí en un viaje reciente. Fueron más geologías que sirvieron para descubrir adaptaciones y vidas entre elefantes, antílopes, leones, otras zoologías y realidades humanas de aquellos paisajes con safaris incluidos, disfrutados por gentes senderistas.


Allí, aquella casa con decoraciones que usaban el blanco y rojo de los GR en macetas, palos y otros objetos: ¡gracias por las indicaciones! Cuidada y con vehículos. Formaba parte de la presencia humana amable, al otro lado otra pedrera activa, con maquinaria pesada y en permanente “evolución”. Mientras, en alguna conversación, dominantes y dominados aquí y en África. 



Ellos


El grupo se estiraba entre calizas, ríos subterráneos y el sonido de una autopista que cruzaba tantas rocas por túneles y puentes. La oportunista  imagen de una parte componía un cuadro surrealista: vehículos como si dieran la vuelta en un bucle sin fin. Era el juego provocado por la ocultación de la clave del misterio: el peaje que tapaban árboles  sugería adivinanzas después de la plasticidad de la primera impresión, con incógnitas sugerentes. Cualquiera puede jugar a descubrir otras formas de percibir situaciones entre lo que vemos cada día. Son formas y deformaciones si se ignira una parte.


Seguíamos con reflexiones postafricanas de quienes pensaron en el conjunto, con visión humana e histórica. Sobre geopolítica, geoestrategia, colonianismo, africanismo, dominio y avasallamiento con la habitual rapiña incluida. Quién dominó y quién y cómo se ejerce hoy en muchas zonas del continente. Conclusión sobre el imperialismo económico más repetido hoy: ahora son ellos. No con dinero y comisiones sino con infraestructuras imprescindibles para la población. Con habilidades blandas. Suavemente llegan y acaparan, casi sin que se note y menos se publicite. Con sonrisa pero con muchas horas de trabajo y negociación. Instalan sus manufacturas en los mercados, con miles de productos.  A cambio: se llevan las materias primas para aquello que después  vuelve elaborado y a bajo precio. 


Ellos y ellas también nos sirvieron al grupo de caminantes,  al final de la etapa en un bar. Amabilidad, doble contabilidad, buen rollo, servicio,  más sonrisas y buen precio. ¡Hagan caja, señores!



Degradaciones


Abajo, una vez cruzada por un túnel la autopista A-16, la realidad de otra estructura de explotación de piedra. Vallcarca como símbolo de puerto industrial cercano a Sitges, construido en 1913, ahora con concesión a la empresa cementera  Uniland. De aquí salieron materiales para Mallorca, para ampliar el puerto de Barcelona, para edificios conocidos o no.  Este conjunto fue bombardeado por las tropas franquistas, con trabajadores casi en semiesclavitud, viviendo entre nubes enormes de polvo blanco. Un referente de unas condiciones degradantes en todos los sentidos. Aún quedan vestigios de las casas de los trabajadores al lado del GR, como muestra de vidas pasadas y anónimas  que ayudaron a formar el presente. Un reconocimiento a estas personas mientras pasas por allí sin saber qué ocurrió. Siempre, la memoria histórica porque todo tiene un pasado.


Fue una oportunidad para actualizar el tema sobre ellos, ampliarlo, trasladarlo a tiempos actuales y responder a una de tantas preguntas: ¿Por qué hay tantos supermercados en Cataluña a cargo de pakistaníes y en qué condiciones viven y trabajan? Se aclaró el tema con interesantes detalles. Fuentes: la prensa. 



Respingón


Sorteada la fábrica, ganar altura por el GR significó remontar un obstáculo.  Un gran árbol caído. Como pasa en estos casos, la división de opiniones y rutas significó esparcimiento del personal campo a través, entre zarzas, lianas, ramas secas, tropiezos, enredo, saltos y alguna caída. Arriba, mirador  como si sirviera para un cenáculo (no confundir con cenotafio),  con vistas y ermita de la Trinitat (a 180 metros de altura). Al lado el horizonte, perspectivas marítimas y espacios para asueto y reposición de fuerzas en una especie de relajación compartida con libaciones, cafés y… ¡el mío es el mejor!


La continuación llegó más arriba. Se pasó por un rincón encima de la ermita con columnas pseudomodernistas,  formado por casas encaladas y visiones que a alguien le recordó imágenes de postal publicitaria de islas griegas. Pronto el penyal del Llamp, el puig de Sant Isidre, el puig de Sant Antoni (212 metros). Hasta pergeñar perfiles de Sitges y su acercamiento mientras se descendía. 


Se desconoce por qué pero una conversación oída en la bajada se centraba en una reflexión que tensionaba a alguien: versaba sobre el culo respingón. Aquí no procede abundar en más detalles para evitar sesgos y catalogación oportunista de quien siente preocupaciones por tan trasero tema. Interesante que esta parte de la anatomía dé lugar a conclusiones también en Sitges, allí en medio de nuevas construcciones de alto standing, en la urbanización de la Llevantina. Pronto, el passeig dels Balmins.


Mientras, esta población es  otro lugar más que echa a los vecinos (sitgetanos en este caso) por el precio de los alquileres y viviendas. Especulación al máximo en la blanca Subur. Decían: no solo grandes fondos o tenedores sino corrientes mortales que tienen invertidos sus ahorros en varios pisos y especulan al máximo durante todo el año (lo mismo que los grandes fondos),  mientras los gobiernos reciben las iras y las culpas de la avaricia propia y rentabilidades ajenas. Como dijo un estratega de la campaña electoral de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”. Y que no falten las manifestaciones. Imprescindibles.



Paseos


El largo paseo de Sitges, inacabable cuando se intercalaba en los más de 23 km de la etapa, era una exposición de mundos variopintos. Nada más comenzar aquí, el bar “El Viver: beach club restaurant” atrajo la vista por el famoseo que se publicitaba allí y por la disposición de algunas mesas de una terraza, encaradas a la amplitud del mar y con ambiente de ensueño. Después, quien sabe del disfrute debió repetir una vez más su manida frase: “Una cervecita, unas patatitas y unas aceitunitas”.


La playa de Sant Sebastià conducía al núcleo más artístico e historiado de la población. Entre baluartes (hay uno con nombre Vidal-Quadras, ¿os suena tal apellido?: parece ser que era una rica familia originaria de Sitges, con negocios de tráfico de esclavos y otros en Cuba y Venezuela), estampas típicas de sus calles, los museos Maricel y Cau Ferrat, plaza de l’Esglèsia Parroquial en una roca, paseo de la Ribera y Marítimo, monumentos a El Greco, Santiago Rusiñol, a un indiano más llamado Facundo Bacardí (el del ron cubano, la escultura dice: “creó el ron añejado de calidad superior”) y el reciente festival de cine fantástico y de terror.


Variedades humanas, solas, en pareja, en grupo, con o sin perros, por la playa, en asientos, en terrazas, en plan deportivo, postureando, al sol de noviembre, siguiendo a una formación musical, paseantes de un club deportivo, o por la playa en bicicleta con filas de tejas que delimitaban espacios entre playa y taludes. Y variedades de esculturas a lo largo del paseo, también de mujeres (por ejemplo, Dona Mediterrània), anuncios de exposiciones y recuerdos del personal andarín de cuando venían a sus  famosos carnavales. También la añoranza de los primeros paseos por “la calle del Pecado”: “Pues yo fui muchas veces y no pequé ni me hicieron pecar, qué desilusión! “ aclaró alguien. 



Opciones


Después de casas de todo tipo -incluidas las que quedan de indianos -y modelos vitales supuestamente más tranquilos, el hotel Terramar y el campo de golf actuaron como un límite. La espera a personas sirvió para decidir si descalzarse para cruzar la riera de Ribes o dar la vuelta  a pie al campo de golf, en una zona, diividido por la carretera. También, para que personal de una especie concreta verificara que ahora va por la calle y es invisible a según quién (se entiende la obviedad). A menudo estas gentes no prefieren ver mojamas séniors y sí mirar escaparates de su lado de la calle o del contrario. A cambio, aclaran que en las cajas de zonas de venta reciben otro trato, con sonrisas de cobro. Al final de la etapa de hoy, más.


Tanto una opción de paso como otra para seguir el GR visibilizaban las praderas golfistas que nunca se secan y menos cuando hay carestía de agua para el público de a pie de calle. En general se veían gentes lustrosas que se desestresaban mientras buscaban dónde meterla (la bola o pelota de golf: otra discusión semántica sobre este objeto redondo). También se apreciaba otro espacio de ocio: el mítico edificio de la discoteca L’Atlàntida. 



Feromonas


Entre el mar y el ferrocarril,  hasta Vilanova i la Geltrú. La frecuencia de trenes era un tráfico continuo que anulaba aquel día  las repetidas  críticas hacia Renfe, en una época no estival y en un día no laboral. Entre la vía y el mar,  playas de la Riera Xica, de les Anqiines,  de l’Home Mort, punta de l’Ombra, mirador de la Punta Grossa, playa del Belis y otros rincones para públicos textiles, no textiles  e híbridos. Míticos lugares para estar como cada uno quiera. 


Entre subidas y bajadas, hasta con muchas flores,  con aproximaciones al mar y a las vías, pronto apareció Vilanova i la Geltrú. Antes, el grupo que hizo el recorrido entero oteó al otro de menor kilometraje. En estas hubo quien descubrió a lo lejos con quién vive, se le preguntó si obraba con seguridad, apretó velocidad y fue a su encuentro. Quienes presenciaron la escena encontraron argumentos para verificar el poder de las feromonas en humanos y el poder del reconocimiento de parejas muy consolidadas y rozadas, hasta en la distancia. Y acertó. Menos mal. 


Sonrisas


Vilanova i La Geltrú fueron buenas caras y sonrisas en el bar que nos acogió en la Rambla de la Pau 66, el bar Sanghai. Ante la barra, alguien llenaba vasos de cerveza. Como que había varias personas que observaban su trabajo y esperaban para trasladarlos a las mesas de la terraza,  alegó nervios ante tantos ojos. Encima se acabó el barril y, más nervios. El espíritu de servicio mutuo significó doble contabilidad de todo y atenciones baristas. El ambiente propició acercamiento respetuoso, pérdida del rigor inicial y amabilidades varias. La sorpresa continuó cuando vio cómo alguna mesa agrupó todo al final para facilitar el servicio. Más gratitud y sonrisas. 


Son muchas las estrategias para conquistar, reafirmar, extenderse y adentrarse en los mercados y en las vidas. A veces con cierto colonialismo económico de doble vía.  Allá en África se hablaba de los otros de hoy, cómo se extienden en los países. Aquí también están muy normalizados en muchos productos, trabajos y establecimientos. Otros lo hicieron antes. Ellos ahora. Construcción y deconstrucción de paisajes, negocios, culturas, mezclas, quizá hasta para conseguir  rebobinado de mentalidades en mentes muy recalcitrantes. Todo para el bienestar y el malestar humanos como ambivalencias que se suelen dar a la vez. 


Alguien no era capaz de imaginar en voz alta qué ocurriría en esta país y en otros si un día parara toda la población proveniente de otros lugares, ocupando a menudo trabajos que no quieren los de aquí. 


Mientras, más sonrisas de quienes te atendían y eran originarios de entornos no muy lejanos del sol naciente. Por cierto, en aquel momento el sol ya estaba alto.


Llegados hasta aquí, con bares-restaurantes como protagonistas, una receta que hoy 26/11/2024 cierra un artículo de LA VANGUARDIA, dicha por  quienes acaban de montar un restaurante en Barcelona. Sirva también para  justificar la intención de estos humildes escritos:


“Haz las cosas como si fueran para ti o para alguien a quien quieres”



Evaristo

26/11/2024


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