domingo, 15 de enero de 2006

GR92, 14 de enero de 2006: etapa 1 per Sant Pere de Rodes i El Port de la Selva

Etapa 1 del GR92 (por GR11): de Sant Pere de Rodes a Port de la Selva

Contra los elementos no caminamos


GRmanos y GRmanas,


Cuando toda la ciudad de Terrassa incitaba desde sus marquesinas publicitarias a practicar la “passió per córrer” (en la Media Maratón del 22 de enero), las ganas de empezar el año con un nuevo GR se vieron truncadas por los elementos meteorológicos. Debía ser el GR92 de Llançà a Cadaqués pero la aventura andarina se quedó en la bajada de Sant Pere de Rodes hasta El Port de la Selva por el GR11. La pasión hubo que reservarla para otra ocasión o sublimarla de otras maneras, que haberlas haylas.
La empresa transportadora nos sorprendió con un vehículo que se adapta mejor a los imponderables de asistencia con que debe luchar quien se encarga del tema. Sin embargo, hubo quien echó de menos el anterior microbús, con la nostalgia que le producía perder el sonido de sus particulares elementos mecánicos. Pero también la nueva o remodelada máquina da para mucho, sobre todo las historias que surgen en los desplazamientos. En esta ocasión se oyó de todo. Además del habitual pase de modelos de las posturas de quienes duermen, hubo conversadores que animaron o enervaron la libido de algunos sectores. Rebuscados sentidos de frases, uso de la semántica específica y ese gozo que produce el hablar por hablar pero refiriéndose al final a menudo a eso. A pesar de que el vehículo estaba bien tapizado, las osamentas particulares debían encajar en los espacios reducidos de los asientos. También surgieron propuestas no muy futuribles de reparto de los espacios atendiendo a los estados físicos de los presentes. Los cuerpos a veces ya se resienten más de la cuenta y algunos chasis ya empiezan a necesitar alguna capa de pintura. Pero aguantamos hasta la lluvia.
Los regalos navideños, como cada año, se presentaron en público aprovechando el asueto del traslado. Estrenos de pantalones que hasta permitían tocarlos, prendas expuestas a toques de calidad, aparatos de tecnología punta como PDA que te sitúan en el mundo por si no sabías dónde estás y hasta relojes de marcas de lujo se vieron en alguna muñeca que habitualmente trata con dinero.
La nueva ruta discurre por el corredor mediterráneo hacia el norte. La Mola quedaba atrás mientras el Montseny se asomaba como un punto de referencia más que daría paso a las llanuras de las comarcas de Girona. Pero no quedamos por aquí, nuestro destino es el Empordà y sus efluvios parece que se empezaron a notar. No, no soplaba la tramontana, a nadie aparentemente le visitó la musa artística pero quizá la lluvia y la magia de esta tierra se confabularan para trastocarnos los planes y alterar algo la receptividad y adaptación a las condiciones meteorológicas que lidiábamos.
Las vivencias de otros tiempos más jóvenes vinieron a la memoria de una GRmana, que recordaba sus añorados tiempos en que veraneaba en Llançà y bajaba los 164 escalones para llegar a la cala Cau dell Llop. Antes era eso y ahora era el agua que no paraba. Las habituales dudas se resolvieron con un gesto de placer. Lo más práctico, aliviar las vejigas y reconfortar el estómago sentados en un bar con bebidas y sólo mojándose por dentro. Vilajuïga acogió a los desconcertados caminantes. Después, para dar tiempo a que se decidieran las nubes por si nos concedían una tregua, qué mejor que una visita cultural a Sant Pere de Rodes, espectacular construcción que ha bebido de tantas historias en su puesto como atalaya de tantos pueblos que recalaron en aquellas radas de allá al fondo.
Merecía la pena ver cómo había quedado la reconstrucción de lo que quedaba después de tantos saqueos y destrucciones. El resultado final es una obra de arquitectura e ingeniería que magnifica aquellos restos que se pierden en el tiempo, una acumulación de trozos construidos a lo largo de varios siglos hasta que Caja Madrid financió la obra. Sí, tuvo que ser una entidad de ahorro madrileña la que se hiciera cargo de pagar todo. Y nosotros allí, mojándonos mientras leíamos en una placa que el príncipe inauguró el final de la reconstrucción el 21 de julio de 1999. A esas horas de ese sábado, tal realeza debía estar pensando en otros menesteres, al lado del ínclito Rouco Varela, el cual mojaba con agua del Jordán a su Leonor de todos los Santos.
La edificación nos mostró sus entrañas y se encarnó en una voz masculina que, en primera persona, nos narró su historia en un audiovisual al uso. La atención del público se vio alterada por la expectación que causó que una Biblia de aquí fuera usurpada y estuviera en manos de museos franceses. Ante tal rapiña estalló la ira y varias voces se encomendaron al efecto “que vuelvan los legajos de Salamanca”. Pronto quizá sopesen la posibilidad de elevar quejas diplomáticas para que esta afrenta sea saldada y abrir así otra polémica más.
Quién lo diría que acabamos un GR y una etapa en un monasterio de monjas y ahora reemprendemos la marcha y un nuevo GR con esta visita a un antiguo monasterio benedictino. Su situación, sus vistas al mas Mediterráneo y las vistas de El Port de la Selva era un placer para los sentidos. Las tonalidades del cielo plomizo cuando deja de llover se abrieron y, a medida que bajábamos por el GR 11, el paisaje nos regalaba a la vista la luz invernal que presenta los colores tal como son, con ese pueblo de casas blancas al fondo y con los recortes y las formas variadas que el mar y la costa se han encargado de labrar a lo largo de los siglos. Es la costa más brava en un paisaje libre de visitantes, con casas cerradas al lado de otras que eran abiertas por propietarios con coches de lujo.
La bajada significaba dejar atrás aquel gran edificio que en su día estuvo rodeado por bancales llenos de viñedos, con alguna tumba antigua a un lado mientras Selva de Mar parecía un pueblo de mar pero ya en el interior. En realidad antes fue el núcleo principal de los pescadores que iban a pescar a las playas a donde ahora estábamos.
La playa de El Port de la Selva sirvió para unir el GR11 y el 92 y para enfrentarnos con las dudas de la hora, con los planes de quienes deberían volver antes, con posibles propuestas andarinas y con quien hoy no fue nuestro aliado: el tiempo. Esta situación suscitó algunos tintineos de sables y una cierta imagen de indecisión. No soplaba la tramontana pero tampoco era echar leña al fuego por una situación que en diez años no se había dado nunca. La etapa se redujo a cinco kilómetros gracias a que las nubes nos lo permitieron, cosa que habría que agradecerles. No obstante, hubo también cabezas pensantes que echaban de menos el orden y las directrices de una voz de mando para saber qué hacer. En diez años tal rectitud no ha hecho falta, si bien pronto habrá propuestas que vayan más allá del movimiento asambleario, pero todo dentro del buen talante de quienes vamos a disfrutar sin ser demasiado dirigidos.
Para justificar cómo probar el auténtico GR92 y buscar un sitio para descargar las mochilas, las botas y las bolsas de comida y bebida, nos esperaba un tramo de este sendero que se dirigía al Cap de Creus. Buena idea si no fuera por las gotas (no del Jordán) que nos hicieron retroceder y buscar refugio. En esas estábamos cuando por primera vez en diez años nos sentimos reconfortados con la compañía de senderistas de Ripollet y alrededores que recorrían el GR 11. Eran muchos, venían protegidos de la lluvia con el atuendo adecuado y se dirigían a Sant Pere de Rodes y Llançà. Pero algunos nos confundieron con gente de su grupo y se refugiaron donde ya estábamos nosotros. ¿Dónde?
Nunca hasta hoy tanta gente debió permanecer a las puertas de las dependencias de la Policía Municipal de este pueblo. Parecíamos hacer cola para entrar en el cuartelillo. Y no era porque allí decía que atendían urgencias las 24 horas, estábamos enfrente del bar “Sol i Sombra” pero a la sombra de las entradas municipales, sin haber pasado a ver cómo se está a la sombra de las rejas. Nadie apareció por allí y menos los uniformados del pueblo. Sólo había personas, botas y condumios diversos. Pasamos del restaurante de fin de GR en Vallbona de les Monges a estar comiendo con nuestras posaderas ocupando baldosas municipales. Personas adaptadas al medio.
La vuelta fue somnolienta, quizá debido al sopor de tan buenos vinos y al calor del interior del autocar, que no debido a cansancios externos. Nunca hasta hoy la bajada en el punto de salida suscitó frases como las que se oyeron: “Me encuentro como si no hubiera hecho nada”, “Mi plan de entrenamiento navideño me ha funcionado: hoy no noto agujetas” o “Sólo tengo dolores en el cuello por las posturas en el autocar”.
Hacer hicimos lo que pudimos. Sirva como consuelo final esa frase diccha por un gran himalayista y que figura en el monumento que hace poco le pusieron a Edmund Hillary en el pueblo se Sant Joan Fumat (al lado de La Seu d’Urgell”):

“ Hi ha poca virtut en una victòria fàcil”


Evaristo

Terrassa, 15 de enero de 2006
Texto número 46 de http://afondonatural.blogspot.com