sábado, 31 de enero de 2009

Etapa 15 del GR1, entre Oriola (Cambrils dels Pirineus) y Oliana




Un sube-baja zigzagueante con retintín




Grmanos y Grmanas


Año nuevo y seguimos pisando otras Catalunyas que deben estar dentro de la otra más grande. Buenas vibraciones hubo cuando las previsiones de afluencia de personal estaban a punto de sobrepasar la capacidad del vehículo “oficial”. Pero no. El nuevo año no consiguió llenarlo. Y eso que las novedades personales acrecientan las fronteras de este grupo. Si acabábamos el año con la acogida de un niño que representará el futuro andarín (o no), ahora lo iniciamos con la entrada de otras personas ya conocidas por muchos. Dimos la bienvenida a la nueva pareja. Y observamos cómo se le iluminaba el rostro a quienes tienen sus raíces en esa gran tierra andaluza. Aún recordaban las historias vividas con quien por primera vez disfrutó del talante de GRMANIA. Cualquier parecido con otros centros oficiales excursionistas es pura coincidencia. También ellos se alegraban de que los nacidos en Fiñana (Almería) probaran otros matices de la vida andante, aunque estos Grmanos estén más habituados a la jarra que a la gralla.

Semblantes

Da gusto comprobar cómo, mientras el boquete de un asiento trasero del simulacro de autocar se consolida, la nueva imagen del conductor sorprende. Nuevo año con un aspecto diferente, tanto para quien va delante como para quienes analizamos las profundidades de los muelles. Todo en medio de senderistas bien alimentados por las tradiciones gastronómicas de ágapes pasados. Pesan los manjares pero qué buenos estaban. Y también pesan las sorpresas de la vida. En alguna zona tocó hablar de filias y fobias, cansancios, nervios, taquicardias, aceleraciones y sobresaturaciones varias. Con este panorama, muchas consultas gratuitas se le agolpan a cardiólogas y psiquiatras mientras caminan. Preocupaciones vitales a las que hay que atender para que no se diezmen las huestes amantes del largo recorrido. Menos mal que el buen humor del mundo del galeno es proverbial. Quizá ahí reside una de las claves de la curación. O también ahí es donde se esconde uno de los motivos por los que acudir a estas caminatas tan naturales.

Variaciones

El recorrido hecho para la aproximación fue el mismo que en etapas anteriores. Solsona, la presa de la Llosa del Cavall, Sant Llorenç dels Morunys, Coll de Jou, la font del Vermell con una inmensa fila de garrafas y la curva en la que bajó el primer turno. Nada más bajar, dos símbolos. A un lado, una botella vacía de cava parecía ser una reminiscencia de descorches festivos pasados. La cuneta ya no olía a alcohol pero simbolizaba los desechos cristalinos de tantos alzamientos (más o menos nacionales). Al otro lado, la nieve. Parecía que aún esperaba aquel manto blanco de diciembre a ser pisado otra vez. Fin de un recorrido y principio de otro. Y la nieve en medio. Helada, resbaladiza, dura pero blanca e inmaculada. Sin huellas de animales. Con huellas atrás fruto del paso del primer destacamento andarín. El manto blanco ahí. El poder de esa naturaleza que puede transformarse en fuertes vientos capaces de desmontar casi un territorio. Qué razón tenía Joan “Pipa”, ese aún en activo pastor de 71 años de Vallfogona del Ripollès, cuando esta semana en LA VANGUARDIA decía: “A la naturaleza no hay quien la gire, y yo soy naturaleza”.
La otra variante de caminantes se trasladó al pueblo de Cambrils, a 1090 metros de altura. Previamente fueron advertidos de que también la naturaleza humana es capaz de fabricar butifarras artesanales, de cocinarlas a la brasa de encina, servirlas en grandes rebanadas de pan y acompañarlas con un porrón de vino. Y actuaron en consecuencia en el restaurante Ca L'Agustí de Cambrils dels Pirineus. Una vez satisfecho el apetito, esperaron a que el resto del personal les acogieran. Pero aún faltaba y el camino bajaba por la nieve, subía para salvar un riachuelo, zigzagueba y parecía querer engañar en las distancias. Llegado el momento, los del primer turno pararon a comer.

Estrenos

Es evidente que el correaje y otros útiles y aparejos para cubrir los cuerpos y transportar enseres se desgastan. Para eso están los regalos de las pasadas fiestas. Y como muestra, quien se presentó de punta en blanco (aunque el atuendo era negro) luciendo un nuevo uniforme. Pero también se pudo apreciar la nueva compra para compartir. Era suave, voluble, manejable, cubierta de piel, con una gran protuberancia que acababa en un orificio por donde fluían los líquidos. Y muy negra. Este detalle atrajo la atención y las manos, así como el tamaño del pitorro, agujero o embocadura. El negro aquí también se puso de moda. La bota gozó de gran éxito y provocó que hasta se contaran chistes con ciertos matices negruzcos. Delante de un paisaje muy abierto, también se habló de otras realidades, digitales algunas. Buena oportunidad para descubrir quién se ha hecho un perfil en Facebook y escuchar el sesudo análisis sociológico de alguien que pasa de lo particular a lo general de esta red social. Asegura que es un buen sitio para intentar vigilar a los hijos. También dice que es un buen rincón digital para encontrarse las múltiples formas humanas para emparejarse o todo lo contrario. Sea cierto o no, los ánimos se caldearon con más botellas que empezaban a descorcharse. Se notaba cierto olor a aniversario femenino. Petacas por un lado, botellas con la afrodisíaca canela por otro, anticipo de celebraciones posteriores. Más bien parece que la bota ha atraído a otros licores. Ya anuncia la apertura de la barra del bar. De seguir así, evolucionará a barra libre. Bienvenido sea todo.

Ziz-zag

El camino fue un continuo acercamiento y alejamiento a la carretera. Las líneas paralelas pronto saltaban una encima de otra. Y hasta se curvaban para ascender por empinados vericuetos. Eso fue lo que ocurrió después del letrero que anunciaba Cambrils. Pasada la font de Can Salas, se descubrió que el camino real no iba por la carretera pero sí convergía más allá en ella. Allí se juntaron hasta un punto en que el zig-zag se convirtió en giro hacia la derecha y arriba. Resbalones en tierras movedizas e inmersión entre espinos de todas clases. Se trataba de seguir el camino antiguo hacia la población, restos de antiguas vías de comunicación que ya se seguían desde tiempo ha. Sudores de todas las clases en el primer tramo para descubrir pronto que, por imperativo legal, se volvería otra vez al asfalto. Hubo quienes demostraron más olfato y se aventuraron a seguir la carretera, con lo que se ahorraron un esfuerzo. El letrero de las salinas de Cambrils y la Ribera Salada indicaba una obligada visita para otra ocasión. Y allí al lado estaba la fonda en la que casi un mes antes se había concelebrado el ágape navideño en agradable compañía. Un momento apropiado para agruparse con quienes aún se regodeaban del desayuno a mesa y mantel.
Por una calle en bajada cubierta de nieve se produjo el descenso, al lado de las antiguas escuelas. Las casas dispersas eran puntos nevados, con invernaderos ya desmontados, un gran polideportivo y algunas humeantes chimeneas perfumaban el ambiente con el humo de la madera recién quemada. Alguien resbaló entre tanta nieve acumulada a los lados . Llegados al puente sobre el río Fred (buen nombre para esta época) la subida se produjo al trote, con vistas a la iglesia de Cambrils y, como atalaya, los restos del castillo más arriba. La postal estaba servida. Fotos, un pequeño trinero de plástico con niños a su alrededor y el camino que ascendía. Una senda llena de nieve Al final, otra vez otra carretera, la de Cambrils a Solsona. La cosa parecía que tenía retintín. Y más cuando toda la etapa se caracterizó por una inmensa fila de personal caminando a su ritmo. Los estiramientos sólo se encogían cuando la prescripción senderista aconsejaba un alto en el camino.

Marcas “marcadas”

Las innumerables vallas de alambre abrían puertas para seguir las marcas. Pero hubo curiosidades dignas de mención. El tramo que permitía ir por tierras fronterizas entre el Solsonès y el alt Urgell era una larga cresta nevada, la serra Seca (a 1290 metros) y llena de montones de todos los tamaños. Parecían corresponder a ganado caballar habituado a circular por allí y dejar sus huellas intestinales. O sea, es un camino muy transitado, con espectaculares vistas hacia dos comarcas llenas de formaciones montañosas de variados perfiles. Sólo había que fijarse y dejarse llevar. Hasta algún animal apuntó mal y dejó una marca adornada con reseca simbología fisiológica. Si el público andante fuera como algunos urbanistas que ocupan segundas residencias en pueblos de l'Empurdà o el Ripollès, podría caer en la absurda tentación de denunciar a estos animales por ensuciar el campo o querer que desaparezca el oficio de granjero. El amenazante mobbing rural pone una pica más en Flandes con ridiculeces variadas. Si ya denuncian a los labradores porque les molestan las esquilas de los animales, o el olor de las granjas, qué decir de tal cantidad de deposiciones alineadas en este camino. Quizá ellos sean de los que huyen del ajetreo urbano pensando en el bucolismo del medio rural. Habrá que atender al habitante de Tavertet, el filósofo Raimon Panikkar cuando dice: “Vivimos en un tiempo en el que se pretende que el rosal crezca rápidamente tirando de sus hojas....La felicidad es inversamente proporcional a la aceleración”. Pues...tranquilos que aquí hay más sentido común y amor a lo auténtico, aunque de “mi..rda” se trate.
Otra cima a la vista y un grupo perdido casi en el infinito. Cada uno a su paso en una fila que dibujaba otro zig-zag. Eran pequeñas figuras en un entorno nevado, dejándose llevar más por el interés de las conversaciones que por adquirir un ritmo algo más dinámico.
De pronto, la carretera a Solsona de nuevo, el anuncio de un mirador y una bajada hacia la perdición: la pérdida y la duda. Hasta que tantos olfatos andantes escudriñaron el entorno, arrugaron el entrecejo, sacaron mapas, siguieron la aguja del GPS, opinaron, husmearon posibles caminos y...al fin, otro antiguo camino de bajada era la ruta a seguir. Bien empedrado, bajo árboles, con señales de mucho tránsito en otras épocas y...una vez más, marcas de ganados varios: caballar y vacuno. En un viaje en el tiempo, estos lugares de tránsito debieron estar llenos de historias y de esfuerzos. Un homenaje a esas anónimas personas que nos dejaron en herencia estos caminos de paso.
Vacas arriba y aisladas masías en medio de bancales a la izquierda del camino de bajada. Y la línea andante que se perdía en zonas muy alejadas de las primeras filas. La nieve ya desapareció a medida que el río Segre se dejaba adivinar, aún muy a lo lejos. También la perspectiva dejaba adivinar por dónde se trazaba la línea imaginaria que conduciría hacia el final de las etapas del GR 1. Mientras, el entretenido trotar daba mucho de sí. La terapia del caminar convertía el suelo en testigo de descargas emocionales, de proyectos futuros, de carcajadas varias y también de clics digitales. Mientras casi todo el grupo esperaba a la retaguardia, alguien del final apuntaba, calibraba, escogía el objetivo a inmortalizar, medía las intensidades de la luz y disfrutaba con fotos paisajísticas de indudable calidad. Todos esperaban el fin de la foto.

Remates

La ermita de Sant Just, a 760 metros, parecía un anuncio de finales y de principios. Antes, un profundo barranco y una protección. Una valla de madera evitaba posibles resbalones al vacío. Eso es cuidar a la afición. Caminos que se acaban, que vuelven a converger en otra carretera, de Valldan a Oliana, con un asfalto que ya conduce hacia el final de etapa, a una muy transitada carretera que enlaza la plana con Andorra y otras tierras pirenaicas.
La entrada en Oliana, a 460 metros, significó alguna pérdida por despiste y algunas ayudas a otros para que no cayeran en el error. Algunas granjas y una planta de reciclaje de metales mostraban la otra cara de un pueblo de paso, donde pocos se detienen. Allí al lado había una zona de parada eterna por ausencia de vida: la funeraria del pueblo también evidenciaba su razón de ser. Igual que también fue evidente que la buena suerte repartiría dineros entre quienes se conformaron con recuperar lo jugado, en una afortunada administración de lotería llamada “La bona sort”, sobre todo para el sorteo de Reyes.
Una vez en el bar, el ex-bancario y coordinador general puso el fajo de billetes encima de la mesa, lo miró y empezó el reparto. Pero la estrategia estaba muy bien diseñada. Inmediatamente después determinó que dos cobradores pasaran a continuación para cobrar los emolumentos de la excursión. O sea, dio pero recuperó. Y se celebró el aniversario de quien sabe de floras, faunas y otras especies. Otra vez la libidinosa canela y otros brebajes alcohólicos enervaron los ánimos. Todo ello provocado por la sabia compañera, con uno año más de experiencia.
Ya de vuelta, en la zona trasera se asistió a un curso muy intensivo sobre problemas educativos varios, nuevas carreras universitarias, niños hiperactivos y especulaciones sobre si es mejor el Rubifén o el Concentra para tanto exceso de actividad infantil. Hasta que la voz del experto en temas mentales engoló la voz y puso las cosas en su sitio con total autoridad académica. Mucha ciencia y mucho discurrir, buen momento para cerrar este viaje con un proverbio vasco:

“Non gogoa, han zangoa”
(Donde van tus pensamientos, van tus pasos)

Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 31 de enero de 2009