martes, 21 de agosto de 2007

París: sabores venidos de todas partes

A menudo la realidad de la calle y la fantasía del celuloide o del folleto en papel couché caminan por sendas `paralelas, que convergen o no en esa riada humana que hoy se denomina comercialmente como Turismo. Qué mejor que París para husmear el sentido de ese trasfondo tan homenajeado por tantos visitantes y por tanta literatura.
Es evidente. El siempre nos quedará París se transforma en el todos hemos estado en la capital de Francia o la estamos pateando ahora. Y, los que aún no han pasado por sus mitos, andan en ello o la tienen en cartera. O sea, la recorren al ritmo que los intereses le marcan. Da mucho de sí. Es sorprendente. No la acabas casi nunca. Hay que volver. Es una grata experiencia. Uno se enamora de tantos amores allí sospechosamente realizados. Uno busca cigüeñas, pero todas debieron partir en un imaginario camino de vuelta con el paquete abdominal incorporado. Alguien intenta recuperar el halo de tanta inspiración y la halla si es capaz de descubrir sus adentros más creativos. Buscar y encontrar, dos caras de una moneda que a veces también puede caer de canto. Ver y sentir, dos formas diferentes de conjugar el verbo Viajar.

Gustos
Un restaurante de la Rue Avron preconizaba una posible cara de una realidad exterior: “Saveurs venues d’ailleurs” Seguro que en su interior las degustaciones debían de ser muy sabrosas. Fuera, su mensaje publicitario podía simbolizar ese París diverso, mestizo, lleno de colorido humano, a simple vista formado por una simbiosis de caras como espejos de gentes de todo el mundo. No, no es un cuatro tenedores ni tampoco el anónimo juez de Michelín lo incluirá en una de sus guías. Pertenece a una de esas calles de las afueras, donde las músicas de los locales denotan a sus dueños, una de esas calles con muchos mundos allí mismo, olores a comidas locales de todos los continentes. Sabores a mentalidades distintas, recuerdos de orígenes ya lejanos, emigraciones generacionales más o menos integradas en esa realidad aparentemente normalizada. Etnias diversas, vestidas al uso, cafetines, tiendas, productos, músicas, bailes, reminiscencias de costumbres nostálgicas. Esos sabores pertenecen a París, a su diversidad, a la última derecha ganadora en las urnas, al torrente humano que enriquece sus calles. Si de lo que se trata es de conocer el mundo por sus gentes, París bien vale una vuelta. Al mundo, claro.

Visiones
Mientras en algunas zonas peninsulares españolas aún parecen recontar los inmigrantes recién llegados, aquí ya hace años que están instalados. Incluso parecen ser de aquí y hacen lo mismo que sus homónimos, los nativos de más allá. París abierta a la francofonía africana, a aquellas colonias o territorios conquistados con las armas o desarmados por la miseria, a aquella grandeza reducida a la nostalgia, a un idioma aún en la cresta de la ola y a una pureza formada por diversas gotas. Ningún color parece alterar el ritmo diario. Una integración trabajada desde hace años, labrada después de quemar etapas de racismo, de huida del diferente, de cambiarse de sitio en el transporte público, de marginación. Sabores diversos para una realidad. Sin embargo, el poliedro tiene más caras, algunas desconocidas para el turista típico. No, en sus ganas de descubrirla ya habrá olvidado los nombres de esos barrios donde dicen que no se atreve a entrar la policía, allá en la zona norte. No debe ser verdad. Como tampoco recordará los coches quemados, las revueltas, las denuncias de abandono al que no es francés de cuarta generación, esas otras realidades de la más dura marginalidad de muchos venidos de otros lugares. Esa diversidad no es turística, parece ocasional. Mejor es comprobar los progresos integradores de las zonas habituales, innegables, muy positivos y simbólicos para esos otros barrios. Claro que, también Disney hace de las suyas en lo de la integración comercial y mundial. Tamaño apósito no queda lejos.

Apariencias
Además de la normalidad integradora, la globalización está presente en todos los lugares. Costumbres que no se exportan porque se dan al mismo tiempo, aparecen y desaparecen; tópicos que se transforman en realidades internacionalmente repetidas; curiosidades para copiar u olvidar, iconos y más iconos. Las imágenes transmitidas como peculiaridades, que son un símbolo de estar varios peldaños por encima, poco a poco pierden intensidad. La limpieza o suciedad, la lectura en transportes públicos, la educación, la amabilidad, el buen gusto, la moda al pie de calle, el suave tono de voz, el estilo, el saber hacer. Casi todo: depende. ¿De qué? De esas costumbres que nos igualan, del enorme poder del iPod que se repite y estandariza los timpanos, de los escaparates que son de las mismas tiendas que están en casi todas las esquinas de la aldea global, de esa moda internacionalizante, del teléfono móvil que hace sonar o vibrar a casi todo, del gusto que depende de quien lo lleve. Pero pesan más las buenas costumbres, la discreción, los suaves modales, las buenas apariencias, la amabilidad. O, por lo menos, son las que más se vieron. También son las que quedan de París. Debe ser lo que parece. Estamos en zonas turísticas: mirando y mirándonos. El Louvre, El Pompidou, la isla de la ciudad, la Villette, museos, arte de aquí o de allá listo para ser consumido en su justa medida. El turismo cansa, de sobran lo saben los bancos hábilmente situados en los centros que muestran las artes. Si ellos hablaran…


Inspiraciones
Aquellos mitos en donde se inspiraron los espíritus de eternos pensadores han dado paso a la evolución temporal, a nuevas tendencias acordes con los tiempos. Los viejos cafés se han adaptado a esta época y también quienes buscan a las musas ya no se conforman con tiempos anteriores. Si ya ha perdido el uso la palabra “café” para la actual denominación de origen del moderno “bistrot” o bar o el Starbooks de turno, también sus inquilinos responden a los actuales patrones. Aunque no todos. El fluir el tiempo debe ser el mismo, no así algunas formas exteriores. En vez de la libreta y el bolígrafo, el Mac portátil asoma sus tapas blancas mientras la versatilidad del diseño de la manzana funciona como memoria de las posibles inspiraciones, estimuladas por ese café negro tan líquido de Paris.
Aún permanecen para uso turístico aquellos históricos lugares, pero adaptados a las actuales comodidades. Las nostalgias temporales funcionan si la cultura, los recuerdos y la imaginación son capaces de reconstruir mentalmente los procesos creativos de aquellos pensadores, existencialistas o no. Aunque, si paseas por las calles con los ojos abiertos, puedes efectuar una aproximación al trasfondo de cualquier paseante, sea de esta ciudad o de cualquier otro núcleo urbano. Y qué mejor incógnita para pasar el tiempo que intentar descubrir quién es quién por sus apariencias.

Perfiles
La verticalidad humana de visitantes y residentes se acompaña de tantas puntas que descuellan en el paisaje urbano. Entre los habituales edificios de acero, hormigón y vidrio cómo no referirse a la verticalidad del edificio que dicen que es el más visitado del planeta, esa torre que Gustave Eiffel dejó para uso turístico e icono urbano. Al parecer, se salvó de muchas amenazas. Ahora su rentabilidad es manifiesta. Allá arriba, aquellos ingenieros tienen su representación histórica y son observados por los miles de turistas que, previo pago de una cantidad más que simbólica, hacen colas abajo para ver Paris desde arriba. El amasijo de hierros no sólo provoca los disparadores de las cámaras digitales. Hay quienes establecen comparaciones con los más contemporáneos y le reconocen su valía. Una atalaya desde la que observar, situar, retratarse y evitar la imposible tentativa al suicidio desde tan arriba, todo tan protegido.
Más verticalidad de allende los mares, más iconos importados y muy rentables, símbolos cinematográficos, puerta de entrada a la fantasía universalizada por las grandes productoras cinematográficas, el celuloide de carne y hueso en un entorno para visitar. Eurodisney /Wall Disney París y su castillo como puerta de entrada, un icono más dentro de un mundo visible que implora a los sueños, a la imaginación de tantas rentables fantasías. Es esa escenografía cuidada hasta el detalle, la realidad del cine que conduce a un incesante flujo de personas que deambulan hasta la siguiente cola de espera. Deprisa a la siguiente atracción, un desfile de suave adrenalina que se consume a pequeñas dosis. Una atracción tachada que se cataloga según el criterio de cada cual. Y, más deprisa, a otra área temática.
Plazas, obeliscos, arcos de triunfos, edificios y árboles, muchos árboles. Una realidad vertical, como la de tantas personas que se mueven por entornos tan elevados.


Polémicas
La historia de la arquitectura heredada parece que se ha visto envuelta por la polémica. Son esos edificios que hoy pasto del turismo con ojo digital y que pertenecen a una herencia con muchos rechazos en su momento. Quizá no haya muchos casos pero éstos representan una parte del todo. ¿Ejemplos? La Torre Eiffel enfureció a muchos parisienses de una época. Algunos de sus actuales descendientes orgullosos están de tener en pie el edificio más visitado por las hordas turísticas. Divisas y también la religión, o la altitud, o las vistas o la propaganda hacen que el Sagrat Coeur sea otro centro de peregrinación de foráneos, con la consiguiente oposición para su construcción en su momento. O, más reciente, lo mismo le ocurrió al Centro Pompidou, polémico y rompedor al enseñar el vientre como fachada y guardar el arte a la vista de quien no pague la entrada. Hoy, la admiración llega hasta el restaurante, una singularidad con restricción del paso a quien no vaya a los menesteres propios del negocio.

Suspiros, sensaciones y sentimientos
La admiración ante los asombrosos edificios, las visiones de una ciudad envolvente, los barrios literarios, el buen gusto del refinamiento culinario francés, el intenso olor a preparados con mantequilla, las mezclas de culturas gastronómicas, los efectos del cruce de los restos de afamados perfumes ya desvanecidos por los efluvios del sudor. Esa chica que espera nerviosa su turno para acceder al ordenador del hotel con Internet gratuito, que llora desconsolada sin que quien la ve pueda animarla en una lengua común que no sea el dolor. Ese conductor de autobús que se preocupa con mimo de que las familias con pequeños a bordo puedan ocupar dos asientos, en el camino hacia el aeropuerto. Esos puntos de información que, con toda la amabilidad posible, se ponen en tu lugar y te facilitan más de lo que les pides. Esas personas que, cuando el vagón del metro está lleno, se levantan de sus asientos situados en la plataforma para que puedan caber más personas de pie. Ese restaurante que muestra la reliquia de un texto original de Rimbaud, enmarcado en un decorado lleno de hojas secas, como señales de aquel París que se fue. Esos paraguas que no paran de abrirse y que funcionan como una maquinaria muy bien engrasada por las circunstancias meteorológicas habituales. Esas flores que sorprenden a quien se separa unos metros de Notre Dame para pasear por en medio de olores, plantas, decorados y naturaleza dentro de uno de los mercados de la flor más afamados de la isla. Aquel mercadillo de todo un poco que concentra a una gran diversidad etnográfica, donde el bolsillo tiene acceso a objetos variopintos de uso habitual, servido por vendedores expertos en el trato directo. O bien, los modelos exclusivos de John Galliano, matices de alta moda para público exclusivo / excluyente. Y el sentimiento de estar siempre vigilado por tantas cámaras instaladas en casi todos los lugares, la privación de la libertad, la ausencia de intimidad, la invitación a la complicidad con una sonrisa porque la grabación siempre está activada. La supuesta sensación de seguridad a cambio de una libertad muy vigilada.

Finales
“Le monde tourne autour de moi”, quizá pueda resumir un imaginario egocentrismo aplicable a tantos París como pueden encontrarse en la realidad, en los mundos imaginarios de las artes, en esa imagen mental con que uno se presenta en una ciudad y que le ha de devolver aumentada y no deformada por tantos espejos cóncavos como pudiera encontrarse. Siempre quedarán el cine, Casablanca, los mitos y las sensaciones preconcebidas. Aunque sean las vividas las más reales. Ese lema, que pertenece a un mensaje publicitario de uno de tantos perfumes que hablan en francés también fuera de su tierra natal, bien le podría servir a cada turista que se cree descubridor más que viajero, persona de paso en un mundo que ve pero que quizá no siente.
Y todo y más en una ciudad crisol de tantos sabores venidos de tantos lugares.

Evaristo

Etapa del GR92, entre Sant Climent de Llobregat i Garraf

Por fin GRMANIA “sale del armario” en el Garraf



Grmanas y GRmanos


De cómo el título de esta epístola es por aclamación popular – de cómo las retinas quedaron deslumbradas por paisajes físicos y destapes humanos en un parque que, también, nos enseñó sus encantos naturales – de cómo fue la evolución de la CORTA a la RECORTA para atrevimientos que pasarán a los “anal-es” de la historia GRmana – de cómo se fue calentando el ambiente hasta la “salida del armario” en los alrededores de Sitges – de cómo transcurrió el primer macrobotellón al lado de la playa.




Nunca hasta hoy un titular de una epístola o gacetilla fue tan democrático, sugerido y sugerente. Las paredes del castillo de Eramprunyà, además de ser testigos de tantas hazañas históricas más o menos ardorosas, también habrán recogido los comentarios que por allí se dijeron mientras corría el vino, se consumían viandas y frutas más o menos simbólicas de algo más. Un titular que pretende dar fe de la historia de la última etapa de la temporada, en la que se echó en falta a distinguidas personas que están en dique seco, refugiadas en los libros o vaya usted a saber qué otros motivos alegan. Dar fe de que el trabajo a la sombra de nuestro orientador de mapas y GPS sirvió para guiarnos hasta nuestro destino final en el pueblo de Garraf. Y animar a quienes convalecen y preparan la próxima temporada, aunque deban consolarse con aquello de que “el descanso también forma parte del entrenamiento”.


Las cerezas del “Jerte catalán”

Una de las ventajas de los GR es que pueblos casi ignorados pasan a la lista de pateados. Sant Climent de Llobregat, a 87 metros sobre el nivel del mar, nos recibió como si fuéramos un destacamento de inmigrantes que iba a recoger las cerezas que ya no existían. Pero algunas sí estaban a la vista de supuestos amigos de lo ajeno. Justo ese fin de semana se celebraba la 31 edición de la Exposición de Cerezas, cestos decorativos que dan fe de una comarca que produce el 33% de las cerezas catalanas, en una superficie de 288 hectáreas. 30 variedades de este libidinoso y placentero fruto, tan usado para diversas e insinuantes artes. Enfilando el pueblo desde la plaça Francesc Macià hacia la salida del Cementerio, con terreno más elevado (como casi siempre son nuestras salidas), se abrían los campos de cerezos. Hubo quienes, casi como aves de rapiña, se imaginaban los árboles llenos del fruto rojo. Nada. Las fincas con alambradas sólo enseñaban los árboles despojados de sus frutos. La resignación inicial se vio compensada por el afán de saborear esa fruta “prestada” que tan bien sabe. Algunos tuvieron suerte y, balanceándose en la tela metálica protectora, alcanzaron algunas ramas espléndidas. La carnosidad, los azúcares en su punto, la insinuación de esa fruta prohibida por ser de otro, la sospecha de si no podía repercutir negativamente en el intestino después, la posibilidad de que el amo te haya visto, todo ello formaba parte del ritual. Un efecto colateral fue que, tan contentos ellos, se olvidaron de las marcas y se perdieron. Varias rieras fueron marcando el territorio: riera de Salom, riera de Sant Llorenç. Después, Can Amat, font del Miracle y la urbanización de Bruguers, la cual anunciaba el santuario de Bruguers. Los de la fruta prohibida tuvieron que llegar hasta aquí por el borde de la carretera, sorteando enormes camiones que iban o venían de una pedrera cercana. Una de tantas como hay por la zona del Garraf.


Un desayuno “picante”

A 235 metros sobre el nivel del mar se encontraba el santuario de Bruguers. Allí se empezó a entrever una constante en toda la etapa: un grupo muy rápido y otro más pausado. Ambos, por supuesto, fueron reencontrándose, tal como marcan las normas. “Els misteris de glòria” rodeaban a esta ermita, un lugar donde ya nuestro experto en “calentamiento global” dejó caer alguna frase sobre la supuesta relación entre pérdidas femeninas en excursiones y bajada de prendas interiores. Y lo decía a la puerta de una ermita que aún conservaba los pétalos de rosas de una ceremonia nupcial muy reciente, quizá lo insinuó pensando en lo perdidos que debían estar a aquellas horas la pareja recién casada.
A continuación, empinada subida hacia el castillo de Eramprunyà, a 438 metros, lugar de gratos recuerdos para quienes, años ha, pasaron por aquí en un mes de noviembre mientras participaban en la Marxa del Garraf.
Cuando unos llegaban otros ya estaban en los postres. Las conversaciones empezaban a caldear el ambiente posterior. La euforia del vino, el calor ambiental y la primavera debieron ser la causa de la posterior hilaridad. Motivos hubo variados. Por ejemplo, ese hombre que acariciaba con los dientes y luego comía un plátano y que alguien lo contemplaba con deleite. O la tertulia en torno a los ingredientes de las paellas: con cigalas para unas, con almejas y conejo para otros. O alguien que habló de una paella gay, o de una pastilla rosa. O nuestro atleta de élite que ofreció la posibilidad de hacer algún tupper-sex, como para dar trabajo al sex-shop que inauguró un corredor en Rubí. O quien se imaginó una tienda de condones enfrente de Correos. Con tal buen ambiente casi nadie sospechaba que el desenlace de la playa de Garraf se iba anunciando y estaba servido.
También hubo tiempo de contemplar la enorme panorámica que se veía, miraras a donde miraras. Incluso Montserrat despuntaba detrás de un montículo, como queriendo no ser visto. El Baix Llobregat y el delta del río del mismo nombre se ofrecían ahí enfrente, con dos pistas: la de agua del canal olímpico de Castelldefels y la que está en construcción del aeropuerto de El Prat. Mientras en una se reflejaba el brillo del agua marina olímpica en su tiempo, en la otra eran los vidrios de los coches los que delimitaban un entorno que anunciaba que los aviones, las ilusiones y los largos destinos nacían o acaban allí.


La competición más disputada por el primer puesto

Antes de llegar a La Morella, donde se encuentra una cruz y el vértice geodésico que anuncia los 595 metros, las primeras líneas fueron testigos de una de las luchas más apasionantes en el camino. La casualidad hizo que un grupo de GRmanos fueran hablando de la supuesta rivalidad de Alonso y Hamilton en la última carrera de Fórmula 1 de Montecarlo. En ésas estábamos cuando, en lontananza, pudimos asistir a la lucha casi encarnizada entre nuestro jefe de personal, que quería defender su merecido primer puesto, contra la velocidad perseguidora que imponía un insigne empresario del ramo de la pintura. “Yo aquí sí pinto algo” debía ir pensando cuando lanzó un veloz ataque. La carrera mantuvo en vilo y en tensión a los espectadores de la segunda fila hasta que las cosas quedaron en su sitio y, tanto a vencedor como a perseguidor, hay que felicitarlos por la emoción y el esfuerzo que le pusieron.
Allá arriba estaba la cruz que lo veía todo; detrás, el parque natural del Garraf i Olérdola; al lado, la última capa del enorme basurero con que se debió rellenar ese gran agujero que a saber qué guarda en su seno. Y, bastante atrás, el grupo que caminaba a su ritmo. Repliegue general, la inmensidad de una vista que a más de uno les hizo ir hasta el infinito y más allá. La costa recortada se extendía hasta donde permitía la bruma. Siguiendo hacia el sur, a aquella hora en Sitges había una reunión de empresarios con el jefe gubernamental de León. Más abajo, en Tarragona, desembarcaban esas personas de países pobres no acogidas por Malta. Y nosotros, desde lo alto, situados a otro nivel. Hasta hubo quien se situó aún más alto y se dejó fotografiar en posición de Cristo a los vientos. De sobra sabía él que, dentro de poco, a nivel de playa también lo retratarían pero enseñando otras partes.


Palmitos y simas en un parque natural con encanto

Ya de bajada por en medio del parque del Garraf, hubo que dejar a un lado la inmensidad del basurero para sortear profundas simas, típicas del paisaje cárstico de la zona. Las 12.376 hectáreas conformaban otro tipo de paisaje, con el palmito y la vegetación baja como característica, cruces de caminos, el mar al fondo y barreras en las carreteras para detener a vehículos que se enfilaban desde Castelldefels por esa mítica subida que algunos ciclistas denominan como “el Angliru catalán”. Al otro lado, Plana Novella y su monasterio budista. Hacia abajo, trotando, llegada al centro de interpretación La Pleta, a 350 metros, una masía modernista situada a la entrada del Parque natural. Dentro, dos encargadas o funcionarias. La primera, servicial y muy atenta, vendía mapas a dos euros. La segunda, funcionaria de la vieja guardia, te regalaba los mapas. Y, más adentro, la exposición permanente titulada “El Garraf, bressol de l’espeleologia a Catalunya”.
Sin parar de bajar por un camino zigzagueante, aún hubo que descubrir otra gran cavidad de fabricación humana: una inmensa pedrera en proceso de vaciado. Quizá acabe como la ampliación del basurero. O no. Con el mar al fondo y el sol encima, los caldeados ánimos ya ansiaban llegar al agua y a las neveras del primer macrobotellón, en Garraf, a 20 metros sobre el nivel del mar. Mientras, se preparaba la atrevida sorpresa de la jornada.



De la CORTA a la RECORTA

Una cuadrilla de ocho atrevidos GRmanos sacó de sus archivos la idea que se fraguó el año pasado durante el baño en la playa de L’Escala, al final de la etapa del GR de junio. Se trataba de sorprender al respetable con un baño en tanga.
Rápidamente se puso en marcha la CORTA (Comisión por la Recuperación del Tanga). Viendo que los paquetes encogen en el agua, nuestro ilustre nadador de élite valoró la posibilidad del que “la tanga más corta” y subtituló a dicha comisión como la RECORTA. Y se produjo el movimiento de búsqueda del tanga adecuado. Dicho nadador dio con los restos de un modelo de majorette de los pasados carnavales de Tenerife. ¿Problema? Era de mujer y las pruebas periciales demostraron que no tenía la suficiente cazoleta delantera como para sostener la paquetería masculina. Desestimado este textil, también se desechó otro modelo con pajarita delantera, traído de Sitges y cuyo precio era inversamente proporcional al tamaño de la muy escasa tela. Al final, el modelo escogido no era excesivamente descocado, era versátil y listo como para lucir los blancos mofletes traseros en toda su amplitud, con una línea de tela que cosquilleaba muy gratamente los interiores. Otro problema colateral fue que nuestro ilustre orientador de GPS estaba en la lista de escogidos pero por causas ya conocidas, no pudo asistir. Hubo que buscar sustituto y no fue tarea fácil. Hasta que nuestro ingenioso GRmano que se estira y descansa en cualquier alto del camino, se decidió a participar y llegó a proclamar que tal descoque pasará a los “Anal-es” de la historia de GRMANIA.
Y allí se presentaron, en una playa que les tributó hasta aplausos por parte de foráneos, en un gesto de atrevimiento nuevo para ponerle más salsa al baño, y para simular qué podría significar eso de “salir del armario” si tanto cuesta a veces participar en una broma así. Bien fotografiados por delante y por detrás, en grupo, en parejas y solos, luego vino el agua fría que puso las cosas en su sitio y calmó los ardores del camino. Bromas aparte, con el tanga puesto se deseaba que nunca nadie deba tener que “salir del armario” para ser como es y vivir como quiera.


El primer macrobotellón

Las neveras destapadas colmaron la sed del personal con multitud de latas, bien frías y variadas, al gusto del consumidor. Los 43 céntimos del precio de compra de una lata en un supermercado se convertían en tres euros al otro lado de la pared que nos ofrecía sombra, de uno de los bares de la zona. El primer macrobotellón demostró, una vez más, la capacidad organizativa del grupo. Prueba de ello fue la intención de repetirlo alguna vez más, siempre que acompañe el buen tiempo y haya que huir de las “clavadas” turísticas.
Con estos ánimos ya se prepara la última experiencia de la temporada. Ésa que simboliza la anual eucaristía en torno al arroz elaborado con la colaboración de todos y todas. Una prueba más que verifica aquello que en cierta ocasión dejó dicho Emerson:

“En cualquier caso, las personas son siempre mejores de lo que parecen”


Evaristo
Terrassa, 5 de junio de 2007
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Etapa del GR92, entre Montcada y Santa Creu d’Olorda

Collserola: al fondo, coches; al lado, pájaros y bicicletas


GRmanos y GRmanas,

“No daba un duro por esta etapa”, he ahí una frase dicha en voz alta por una notable GRmana y pensada por más personas. Estábamnos ahí al lado, rodeados por un gentío impresionante, por innumerables edificios y casi casi el “som sis milions” estaban todos allí abajo: en los dos Vallès, Barcelonés, Maresme, Baix Llobregat, Bages, Anoia, etc. Mucho mundo se veía desde este recorrido.
Tal frase fue oída en medio de un frondoso bosque, con flores a ambos lados del camino, robles centenarios, helechos y mucha vegetación. Una postal que, descontextualizada, podría pertenecer a zonas húmedas de sitios situados a mucha distancia. Pero no. Todo estaba allí, soportando humildemente una soledad bien acompañada de bicicletas. Muchas bicicletas que se convertían en un susto cuando aparecían en cualquier curva. Pero sin problemas de convivencia.

En medio del cemento

Allí en medio, debajo de una de tantas autopistas como cuartean Montcada, descargó el autocar a una diezmada tropa de caminantes. 40 plazas para 26 senderistas que anduvieron 25 kilómetros, desde las 7 de la mañana hasta las 13 horas. Sí, historia pura en GRMANIA: la primera etapa que, saliendo en autocar de Terrassa, se empieza a esta temprana hora. Por hitos para nuestro particular libro Guiness que no quede. Más adelante, más récords.
Si de referencias peculiares se trata, más hubo. Por ejemplo, ¿a quién se le ocurre hacerse un chequeo de las ancas andarinas después de la anterior etapa de 29 km? Pues alguien fue a los típicos y profesionales toqueteos y resonancias médicas del tobillo. Y allí salieron los efectos colaterales de los huesos puestos a prueba previamente. Los resultados fueron disparatados. Pero vino a la etapa. Igual que otra GRmana, que acudió rauda y veloz aunque tarde a la cita. Estaba justificada su impuntualidad: tuvo que visitar al Sr. Roca varias veces antes de salir y en su mochila parecían figurar varios rollos higiénicos. O aquella otra GRMANA que manifestó haber quedado “cruixida” después de la anterior etapa, que se ve que progresa muy adecuadamente. También, por supuesto, justificaron su ausencia caminantes que se reponen para empresas posteriores. Desearles buenos arreglos y más ilusión.
Pronto dejamos el cemento para ascender y ver desde arriba lo que habitualmente vemos desde abajo. Una primavera tan lluviosa da muchas agradables sorpresas, algunas a nuestros pies, otras más arriba. El Parc de Collserola es ese pulmón que aún los humos, las diversas poluciones y las otras presiones no le afectan. Esta montaña está llena de sorpresas, tanto mirándola hacia arriba como, en las alturas, entornando la vista hacia la inmensidad del cemento. Muchas fuentes, aunque algunas sólo conservaban el nombre. Otras te regalaban el agua. Curiosos nombres como el de Font de la Mitja Costa.

Pronto, parada gastronómica

Bueno, no tan pronto aunque pocas veces antes de las 10 horas se agitan las interioridades y solicitan sólidos condumios. Antes hubo que ganárselos con más subidas, bajadas, ceder el paso a las bicicletas o al revés, ver a deportistas de todas las edades que se entretenían en ascensos y descensos a aquellas horas, que aparecían los mismos en puntos distintos, observar casas con la herrumbre del abandono, algunas cabañas despistadas con sospechosas señales del placer del momento, copas de árboles muy arriba y atalayas conocidas que delatan dónde estamos. El Tibidabo, el cementerio de Collserola o la torre de ídem identifican la zona. Y tanta masa arbórea contrasta con las vistas panorámicas que te permiten ver muchas comarcas con un simple giro del cuello. La vista cabalga de una a otra y la memoria( o lo que queda de ella) juega a ese entretenimiento de identificación de las poblaciones, a distinguir el velódromo de Horta, esa forma tan sospechosa de Jean Nouvel (la torre Agbar), rondas, barrios, el mar, la vida que discurre allá abajo mientras nosotros, aquí arriba, podemos disfrutar con el sonido de los pájaros, con el verde y con el sexto sentido para la captación de la siguiente bicicleta. Con tanta práctica, a comer se ha dicho.

La parada, ya

Como dijo el coordinador general de esta cofradía andarina, otro hito para la historia. Por primera vez GRMANIA es Okupa. El oasis no era un espejismo. En medio del bosque el grupo se detuvo ante unas sillas que pertenecían a Juaco. De plástico, bastante limpias, con mesas a su alrededor, vacías, allí estaban a disposición del grupo. Pertenecían al Asador Can Juaco, se cogieron prestadas para la ocasión y, al final, todo quedó casi mejor que estaba. Tanta inusual comodidad propició que la imaginación formara un paraíso deseado. Como Juaco aún no había abierto, se echaba en falta la cerveza y los cafés, como mínimo. Hubo que conformarse con conversaciones y con las botas. Hablar por hablar. De entra el repaso habitual a casi todos los temas habidos y por haber, mientras el mundo queda arreglado en cada etapa, las elucubraciones formularon una posible pregunta al futuro miembro de GRMANIA, casi ya con sus posaderas en sede parlamentaria o municipal: ¿Qué hay de lo nuestro? Allí se decía que un buen tema podría ser la demanda de un pequeño local para reuniones y eventos varios. Quienes aspiraban a tanto solicitaban que, caso de que lo nuestro algún día fuera real, lo primero en instalar sería un buen grifo con cerveza de barril y jarras del tipo hincha inglés. Debía de ser un espejismo de lo que en aquel momento no teníamos. La realidad es que seguiremos en sede virtual porque tal GRMANO nunca haría esto “por ética y por estética” (Diario de Terrassa dixit).Más bien nos haría “pedagogía de la convivencia” (sin cerveza). Y los okupas desokuparon el lugar, no sin antes dar cuenta de otro hecho para los anales.

El brillo del acero

El acero comienza a brillar. De hecho, ya se ha visto alguna cheira, albaceteña o pallaresa (navaja) pelando fruta. Quien la trae la usa, la guarda y no hace ostentación. No obstante, en esta etapa hubo acero que fue muy enseñado y presumido. Quien lo llevaba lo acariciaba, lo sacaba y certificaba que había sido importado de Argentina. Pero no sólo eso. Ocupaba el primer puesto de la marcha y, cuando veía que alguien quería pasarle, parecía como que daba a entender que buscaba muescas para la empuñadura. Aunque todo quedó en una figura retórica para gracejo general, como no podía ser menos. Y como de la Pampa se trata, nuestro hombre de teatros varios dejó sobre la mesa la voluntaria participación en banquetes carnívoros preparados por nativos. Y como de otras máquinas también se hablaba, nuestro coordinador general informó de que se dispone de unos instrumentos para “cazar al cazador”, o sea, walki talkies que detectan las transmisiones de los tiroteadores de animales y alguna vez también de excursionistas.

Ocupados en caminar

En caminar para establecer otro récord: llegar a las 13 horas al punto de destino. El dilema: o estar o marcharse el autobús, he ahí la cuestión. Y estuvimos con bastante puntualidad. Pero antes pasamos y vimos todo lo posible: la ermita de Sant Iscle de les Freixes, en una finca privada; muchos puntos altos o turons como el de Valdaura, el coll de Maltall o de la Margarola, y desniveles que parecía que sí existían. De los 40 metros de Montcada hasta el Coll de Vinyassa a 480 metros, subidas y bajadas que aumentaban los desniveles acumulados en una etapa por la que no se daba un duro (o algún céntimo de euro, ahora en estos “tiempos modernos”).
Un recorrido que también tocó poblaciones de postín, núcleos residenciales burgueses en Vallvidrera (230 metros) chalets, torres, urbanizaciones, quintas, paradas de ferrocarriles y aires de “rico en la naturaleza pero muy cerca de Barcelona”. Enfrente de la estación, la historia, una casa, un museo y una sede de un parque natural. Un monumento a Jacint Verdaguer en forma de libro con una peana que decía:

“La poesia és un aucell
que fa soviet volades a la terra”
(Jacint Verdaguer)

Y, enfrente, la casa-museo en donde murió el cura nacido en Folgueroles.
Y, cerca, muchos coches oficiales aparcados. Por supuesto, debían ser de funcionarios del Parc de Collserola. De quién, sino. ¿Qué si había subidas? Pues ahí va la del collet de Can Sauró, a 400m.. Más arriba, Turons de Can Pasqual, a 470. Y, más adelante, a las 13 horas, otro récord, el final en Santa Creu d’Olorda, a 380 metros.
Aquí, parada y no fonda. Un buen sitio muy ambientado por olores a la brasa, una ermita y, por allí debe andar la “Pedrera dels Ocells”, y paseantes que debían refocilarse con olores y sabores varios. Nosotros y nosotras, al autocar.
La jornada económica acabó aquí, con paisajes, deporte, lugares abarrotados, otros aún vacíos de edificios y disfrute en una hermosa etapa aquí al lado.

Como decía John Steinbech:

“La gente es también el lugar donde vive”

Terrassa, 9 de mayo de 2007
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