domingo, 13 de marzo de 2011

Séptima etapa del Meridiano Verde, entre Viladrau y Collformic por la cima del Matagalls


El “blanco” de todas las pisadas


Grmanos y Grmanas,

Perspectivas: muchos desniveles, miradas, pisadas, kilómetros, subidas, bajadas, estancias, resbalones, mojaduras, fotos, primeros planos, perspectivas, marcas de la Matagalls-Montserrat desgastadas, marcas recuperadas, nuevas marcas, cruces, casas abandonadas, perros enormes, más cruces, más tamaños, troncos huecos, figuras humanas en los troncos, robles, castaños, hayas, abedules, fuentes, bolas de nieve, confusiones, hielos, blancos, grises, marrones, el cielo, el horizonte, bastones, polainas, frutos secos, buffs, gorros, guantes, agua, vino, cerveza, cafés, infusiones, idas y retornos. Mucho desnivel acumulado.
Y...¿quién es padre de la novia?


Matices
Media hora más tarde de lo habitual, el grupo se preparaba para saborear muchos significados de más palabras que las anteriores pero sobre el terreno, sobre los cuerpos y sobre un ambiente invernal: desniveles positivos y desniveles negativos con su esfuerzo correspondiente. Unas montañas como las que forman el Montseny eran capaces de ofrecer paisajes sorprendentes, más propios de otras cordilleras si no fuera porque esta montaña es especial. Tan cercana a las multitudes y tan agradecida como para sentir la profundidad de las estaciones a pocos kilómetros de casa.
Antes de llegar al inicio de la etapa, Viladrau, la luna llena se reflejaba en ese gran parque del ocio del Vallès, con matices dorados diversos, reflejos de edificios con una muy cercana caducidad. El sol anunciaba su presencia y anulaba esas tonalidades que hasta decoraban la moderna casa de justicia de la ciudad, situada en un cruce de caminos como si fuera una metáfora de tantas posibilidades como cualquier asunto turbulento puede dar ofrecer.
La claridad dejaba al descubierto la capa más temprana del mundo al alcance de los ojos. Claridades cercanas y relieves lejanos. La serpenteante carretera discurría en medio de zonas industriales momentáneamente en declive, hasta llegar a la altura de un punto llamado “Cuatro Carreteras”. Cuatro eran cuatro y.. a la derecha, tierras de campeones de motos, de fuets, leches diversas, industria maderera, y aguas. Y también heladas con tonalidades blancas. Un manto que apareció por sorpresa y que fue la señal de presentación de Viladrau, a 824 metros sobre el nivel del mar (importante el dato), con el Centro Cultural Europeo de la Naturaleza.

Pistas
Muchos caminos, muchas pistas a ambos lados pero siempre la mejor pista la selecciona el mejor guía. La calle Matagalls es la orientación de salida del pueblo: un dato obvio. Pero el guía, siempre en primera línea, con cachivaches tecnológicos variados, nos conduce hacia las alturas y es capaz de dejar confundir a quien se aparta de sus instrucciones. Allá arriba se ve Sant Segimon. Parece inalcanzable en las alturas, flanqueado por nieves y árboles desnudos. La barrera montañosa de las alturas del Montseny está bien nevada.
Se deja una planta relacionada con la licuación de vegetales, fuentes protegidas por arcadas de piedra, más casas bien conservadas, con arcos que sirven para el avituallamiento del grupo. Nos referimos, a 877 metros de altura, a la Mare de Déu de L'Erola. Curioso lugar con una reseña en una puerta a nombres de personas, divididos en dos apartados: L'Erola y L'Arola. Días después, alguien que nació aquí concretó quién es el propietario de estos dominios. Ya es la tercera generación de militares de alta graduación la que campa por zonas bajas y altas de esta montaña. Más abajo de la ermita tienen su refugio de élite: una enorme fortaleza desde donde controlan tantas tierras, incluido Sant Segimón (dicen las fuentes).
Y, pronto, el camino se enfila en suave ascensión inicial por en medio del bosque. Ya a 850 metros, Can Bosc. Castaños enormes flaquean la subida. Algunos, con oquedades interiores aptas para refugiarse hasta personas humanas. El nivel de vegetación pronto dará paso a otras especies. El Oratori queda a la derecha, a 1.088 metros. Aparecen las hayas y la nieve a los pies. Las vistas al valle son muy abiertas y tan amplias que por mucho mirar no es fácil verlo todo. El ascenso ya deja ver Sant Segimon, a 1.222 metros pero no se visita. La bifurcación sirve para hacer fotos, recibir de forma amable (con bolas de nieve incluidas) a quienes llegan hasta aquí después, para pisar el blanco manto con fruición. El indicador anuncia Collformic y se observan puntas aéreas. Una es la torre de la iglesia de Sant Segimon. La otra, unas cruces situadas a la derecha del camino, con amplias vistas y suficiente espacio como para fotos de grandes grupos. Es la pasión por la cruz, por retratos simbólicos llenos de matices, por rastros generacionales que llenan el paisaje de creencias ancestrales.

1.697 metros
La cruz (no, una no: tres en una) sirvió para decidir si se dejaba el camino inicial que conducía a Collformic para degustar el placer de subir a la cima del Matagalls, lleno de nieve. Decisión aceptada y aplomo para afrontar el reto. El guía: siempre pendiente de posibles pérdidas. Dos individuos que no le hicieron caso y pasaron delante tuvieron que pagar sus culpas y retroceder, ante cierto escarnio público.
Pisar la nieve tiene buenos efectos y una sensación de frescor interior que luego a veces la salud lo paga con creces. Pisar, correr, descargar adrenalina. Un atleta bajaba veloz buscando un instrumento tecnológico que se le pone a la zona delantera de la zapatilla de montaña, para asegurarse el avance en la nieve. Alguien apunta a que correr es el tantra de los occidentales. Los caminos se abren hacia la cumbre y se confirma que no estaremos solos. Poco a poco los humanos vemos que nos repetimos, pisadas diversas de quienes ya bajan del reto. En este caso, subimos poco a poco. Pasados los descampados donde las ovejas se juntan en épocas estivales, los rastros de las pisadas conducen hacia el fin. Una nueva fuente, la fuente Matagalls es un buen punto de concentración de una gran parte del personal. Agua fresca, nieve, árboles y cada vez menos camino hasta el final.
La font dels Cims es el anticipo de la cruz definitiva. Pronto llega, muy bien rodeada por excursionistas que han tenido la misma idea que nosotros. La cima está muy solicitada para fotos de grupo. El símbolo de la cruz se junta con el Matagalls, con banderas, inscripciones, puntos geodésicos y vistas fantásticas. El ojo digital ya es capaz de percibir más que el humano: la biónica al poder. Las composiciones dependen del arte de quien enfoca. Hasta perros San Bernardo se suman al turismo de alta montaña. Todo bajo la gran cruz.
La cara de satisfacción de tantas personas como allí había significaba un gran reto y una ocasión que había que aprovechar. No siempre se daban estas circunstancias, con los Pirineos nevados al fondo mientras tú también pisas mucha nieve. Aquello no era un desafío extremo pero puede que se convirtiera en un reto hasta ahora no alcanzado y que significada mucho para la autoestima personal.

Resbalones
Al subir ya se veían descoloridas marcas de la travesía de la Matagalls a Montserrat. Ahora, estas marcas siguen hacia abajo por una ruta ya abandonada por la organización actual. El imperativo legal protege las agresiones de tanta multitud al medio ambiente. O eso dicen. Ahora el reto es cómo poner el pie, cómo clavar los bastones (hubo quien rememoró los bastones de Atapuerca con el uso de un palo de grandes dimensiones) qué pasa si se pisa más con la punta que con el talón, o si se pisa esa piedra brillante, o ese barro, o la nieve de color marrón, o ese hielo que apenas se ve. Y si es mejor retener el peso con los cuádriceps o dejarse caer (pero sin caerse). Poco a poco el falso tobogán descubre que se baja una montaña pero aún viene otra. Y después ya otra más baja. Así hasta el final, mientras hay grupos anónimos que comen sentados en el suelo, otros suben y nosotros ya casi estamos al final. Es ese punto en que los recuerdos de la Matagalls-Montserrat señalan que de aquí parte la travesía cada septiembre.
Es momento como para esperar al resto, mientras un equipo de ciclistas profesionales enseña la naturaleza de los cuerpos de Holanda que se entrenan por estas tierras: muchachos jóvenes que corren y una joven que conduce la furgoneta de apoyo. Es un buen momento para pedir prestado el título de una película para despejar incógnitas.

¿Quién es el padre de la novia?
Pocas personas caminantes se dieron cuenta de la pregunta del día. Tampoco se quiso difundir ni efectuar un rastreo profundo, por si acaso. Resulta que un joven aguerrido “en edad de merecer”, buen nadador y de buen aspecto físico le dijo a su padre que mantenía cierta relación sentimental (o estaba en proceso, o lo intentaba, o ya la había consumado) con una joven cuyo padre había tenido o aún tenía relación con GRMANIA. Pero el hijo no le dijo al padre ningún dato que pudiera identificar al otro padre. Por tanto, la incógnita es muy significativa. Si la relación cuaja y sigue adelante, en un futuro puede que haya otras celebraciones a la vista. Aún no hay respuestas para la pregunta. Se pide la colaboración de aquellos padres Grmanos con hijas “en edad de merecer”. Se les invita a que las observen por si pueden aportar pistas para resolver el enigma y saber quién es el padre de la novia.

El “reservado”
En estos pensamientos estábamos los menos cuando se imponía otro reto: buscar cobijo a cubierto para recuperar fuerzas. Hubo varios intentos pero los lugares no podían dar cabida a tanto público de bocata y similares. Hasta no quedó más remedio que recurrir a ese bar añorado en Aiguafreda, pueblo en donde hubo acogida de perros en otros tiempos.
El espacio estaba libre, sólo reservado al mejor postor. Un espacio para almacenes diversos, con mesas y sillas variopintas. Pero ante la necesidad pronto cambió de aspecto, apareció una estufa, se acomodó el personal bajo la atenta mirada de dos cabezas: la disecada de un jabalí y la real del camarero. Una dama dijo no ser capaz de subir su temperatura corporal. Hasta que aparecieron un bombones rellenos de licor y todo se consiguió.
El camarero trastoca las costumbres más tradicionales. No hay duda: hemos de abrirnos a los cambios en el sector de la restauración. Bienvenidos sean. La lentitud inicial para acomodarse en las sillas de plástico de orígenes diversos dio paso a la parsimonia del barman, con libreta y mandil. Fue capaz de tomar las primeras notas de alcoholes varios. Después los trajo y se aclaró en el reparto. Pero lo bueno vino al final.
Después de los postres, vuelve a tomar nota pero aquí introduce los cambios más significativos. Observa que en el grupo aumentan cada vez más las manzanillas, poleos, mentas y tilas. Por tanto, primero satisface a estas hierbas, una circunstancia sociológica que las mentes más sesudas del grupo empiezan a analizar: de la cerveza se deriva a la clara, del buen vino al peleón de la casa, y lo que antes era lo propio, o sea, empezar a distribuir los recios cafés solos, estos ya se sirven al final (ya pasó a la historia aquello del café solo bien cargado, la copa y ¿el qué...?). A alguien se le ocurre preguntar al cobrador del grupo si el presupuesto daría para ni tan siquiera oler un chupito. La respuesta fue fulminante, y más cuando el tema de conversación eran las restricciones que el gobierno de los mejores provocaba en la enseñanza. En éstas, el solicitante de unas gotas de alcohol fue inmediatamente satisfecho por la petaca modelo Tovarich. La calma le entró por el paladar y satisfizo la imperiosa necesidad etílica. No obstante, este individuo venía con aires transgresores y por poco provoca un lío. Como encima de su cabeza estaba colocada la del jabalí, no se le ocurre otra cosa que fabricar un cilindrín modelo cigarrillo artesano con servilleta de bar. Y pretendió colocárselo en la nariz del animal. Y lo consiguió. Si lo hubiera encendido, no se sabe cuántas normativas medioambientales y humanas hubiera infringido.
El resultado final de una etapa con la nieve como el “blanco” de todas las pisadas: 1.000 metros de desnivel positivo, 500 negativo y cerca de 15 km. andados.
No está mal para estos tiempos, una época en que quizá haga falta hacerle caso a Stéphane Hessel, ese admirable anciano francés con una biografía de vértigo, autor de las apenas 50 páginas de un libro éxito de ventas en Francia titulado “¡Indignaos!”, un breve texto que acaba con esta frase:

Crear es resistir.
Resistir es crear”

Terrassa, 8 de marzo de 2011
Evaristo