viernes, 24 de noviembre de 2023

Etapa 10 del GR-92, entre Tossa de Mar y LLoret de Mar

 Paladeando vivencias costeras entre avisos y prohibiciones

 NOTA: la crónica de la  etapa 9 no figura aquí porque este escribiente no asistió.


Nunca hasta hoy tantas sorpresas (y quizá también imprudencias) tuvieron cabida en tan pocos kilómetros por un camino de ronda, en este caso entre Tossa de Mar y Lloret de Mar. Por ejemplo: ¿cómo reacciona una persona que practica el nudismo (uno no se atreve a especificar su sexo aquí: parecía evidente allí pero con la posibilidad de no acertar en lo invisible) cuando se ve rodeada por un grupo atrevido de GRMANIA? ¿qué hacen dos seres por las profundidades de dos rocas? ¿qué hará el mar con el “regalo” de un bastón andarín? ¿Cómo atreverse a dar un revolcón en un sitio tan peligroso, o sea, casi dos vueltas de campana al borde del precipicio? ¿Un caminante que por allí andaba se pudo atrever a mostrar cómo cabalgó caballos esteparios, en las mismas puertas de una de las propiedades del expresidente de aquel lejano país? ¿Encadenarse vale la pena? ¿Y los efectos terapéuticos de lavarse varias veces los pies gratis con agua de mar? De los dos castillos del recorrido, ¿cuál es el verdadero y cuál pretende dar el pego?

 

Experiencias 

 Claro que, para saber las respuestas, hubo que experimentar mucho durante los 11,88 km andados. Y haber escogido esta opción, en lugar del más urbanizado y seguro trazado del GR. En todo caso, muchas de la siguientes líneas se centrarán solo en descubrir al conjunto del personal GRMANO qué ocurrió por entre riscos, al acecho de subidas y bajadas continuas, con peligros, prohibiciones sin parar, posibilidad de desprendimientos y, al fondo, el agua, las rocas o la arena, con posibles caídas humanas y de piedras. Estábamos muy avisados. ¡Nos vinimos arriba! Que diría alguien. 

Encima, todo con premeditación y alevosía: más cuando gentes hábiles, previa consulta a caminantes experimentados, a webs específicas con descripciones en la red aconsejaban no pasar por este recorrido. O sea, NO PASAR. Pero se pasó, con “diversiones” varias, buenas fotos del habitual y repetido paisaje mientras “la fiesta” iba por dentro y por fuera. Nuestros gustos fueron más allá de la fruta, con diversidad de contenidos y continentes. Más bien todo lo probado dejó un regusto variado en el paladar de la experiencia. Y también nos gusta la fruta.

 

Incorporaciones

Puede que las nuevas incorporaciones del día no descubrieran dónde se habían metido hasta que la etapa no hubiera acabado. Menos mal que escogieron la ruta más accesible y controlada. Tampoco lo deben saber aquellas gentes atrevidas que dedican su tiempo a leer estas letrillas desde lugares lejanos (muchos allende los mares) y aún no han llegado a formarse una idea aproximada de qué es eso deGRMANIA(o G.R.Manía como escribe alguien; o, como se preguntan gentes con olfato muy experimentado: ¿con más manías que GR?, sobre todo en unos tiempos vitales que aún se pueden contar…andando). A otras latitudes aún no hemos llegado más que con las pisadas de estas líneas en formato digital y con viajes varios de algunas gentes muy mundanas. Tranquilidad y prudencia que todo se andará. O se viajará, en edades donde hay  estudiosos del personal senior que  dicen que los viajes que hagas ahora son tus actuales marcadores de cierto estatus, del que puedes presumir  ante el círculo personal y virtual. Como si fueran nuevas estrellas Michelin que se acumulan en tu existencia.

De golpe, caras nuevas en un grupo que también contaba con nuevo autocar y el lleno casi era “hasta la bandera” (sin atreverse uno a definir sus colores: por si acaso). También, con las caras habituales más alguna apreciada reincorporación: decía que aún estaba oteando cómo sería su proceso de adaptación. 

Deseamos que el crecimiento del número de personal también nos ayude al crecimiento personal. Si es que aún queda sitio para tanto. 

 

Principios

Antes del amanecer ya se perfumaba el aire de alguna calle con olores de envoltorios de hojas curadas, secas y humeantes. Otros aires se preveían para pulmones que buscaban respiraciones marítimas mientras se esperaba el transporte. En manos de un muy laureado conductor, maestro internacional de la corrección en ruta y del buen hacer. 

El ya antiguo movimiento asambleario resucitó. Se hizo evidente nada más llegar a Tossa de Mar, al lado de un supermercado junto a indicadores de direcciones a pie: al mercado semanal y a la zona comercial. Allí la alteración del orden establecido se explicitó con una sorpresa: una  segunda propuesta a la hasta ahora única versión oficial del recorrido. Ya se sabe cómo es esto de la asamblea y del liderazgo. 

A la primera le salió la nueva, apócrifa. A pesar de las recomendaciones generales de no pasar por allí, se pidieron brazos en alto para saber quién se atrevería a tamaña empresa, sin percatarse de la aventura posterior. A estas edades esto no es habitual: a veces tan intrépidos, atrevidos y aventureros en épocas de conservación de la edad y de la pensión.  Por el contrario, tan conservadores y prudentes  para otras posibilidades.

Hubo gentes dispuestas a ello, después de tanto insistir algún diseñador de la primera opción y sin muestras de dar el brazo a torcer. De ahí se pasó al callejeo por un pueblo casi en proceso de adaptación: ya sin el turisteo estival de masas  que lo alimenta. 

 

Impulsos

Mientras la orientación hacia la línea de la playa con el castillo al fondo conducía a la larga hilera senderista (50 personas), hubo quien sintió la excitación olorosa de una panadería cercana, la pituitaria como efectivo argumento de venta: porque le gusta el dulce, además de su inseparable fruta. La tentación efímera, impulsiva y casi pasional  se recompensó con suculencias dulces recién hechas, para recargar energías después, en pausas mirando al mar o a donde fuera, durante  la parada de un almuerzo de altura.

Aquella línea de la costa casi recién puesta obligaba a mirarla, bien directamente o a través de esos visores que guardan imágenes, la mayoría automatizadas y  mejor construidas, siempre perfeccionando una  realidad que es la que es. El ojo electrónico ve mejor, con vistas a inmensidades donde el mar y el cielo se juntan, con la miniatura del fotógrafo en medio, rodeado de arena deshabitada. Buenas y rápidas tomas con claroscuros simbólicos. 

Un buen momento para la convocatoria de la foto de grupo en aquel marco. Las voces marciales aún impactan, con la que está cayendo en los cuarteles y algunas calles. Estampas repetidas de arenas, barcos en lontananza, salientes rocosos, luces, reflejos, sombras y nubes muy estéticas, para encuadres y memorias. Más de los típicos  tópicos de bordes marítimos muy fotogénicos, plasmados por doquier. Buen personal fotógrafo  llevándose digitalizados los paisajes. 

Al lado, líneas de tiendas,  bares seguidos y demás abrevaderos, ya cerrados;  para comidas y bebidas de ahora, de gusto internacional, fabricación rápida y más o menos plastificada. Alertas sobre un carrilet turístico que invita pagando a visitar Tossa y sus playas. Anuncios aún no borrados de pizarras, incitadores a sangrías, mojitos y otras libaciones urbi et orbi.  

Al fondo, el primer castillo costero. Con una historia que envuelve a la población y también la ayuda a sobrevivir. No como el último del recorrido.

 

Miradas

Mientras el castillo quedaba a un lado, la imaginación te podía trasladar a 73 años atrás, para entrever aquellas miradas y piropos (¿quién se atrevería hoy?) que la población en general y los gañanes locales en particular  le dedicaron a la actriz  Ava Gardner. Aquí rodó “Pandora y el holandés errante” junto a James Mason y muchos habitantes como extras. Y qué celos le provocó a su prometido Frank Sinatra, debido a un supuesto romance con el torero y actor Mario Cabré, allá por el año 1951, ¡…con más que miradas! Tantas, que Sinatra se trasladó veloz a Tossa con la excusa de necesitar unos días de relax para que su voz descansara. Y los paparazzis , atentos. 

Para la posterioridad han pasado los besos de Ava Gardner en formato pastelería, pero también su valentía y sus variados hombres: son unos dulces que se venden en Tossa, merengues envasados en una caja con la estrella de Hollywood. Quien los quiera, que pase por la Granja Tomás, pastelería surgida en 1885. 

Sin saberlo, íbamos por “El paraíso azul”, acepción que el pintor Marc Chagall le puso a Tossa. Un pueblo que tiene el primer museo del Estado donde se comenzaron a exponer obras de artistas extranjeros contemporáneos, en 1935. 

 En este entorno se inventó el nombre y marca de Costa Brava, por sus bravas mareas y olas. Además, Tossa presume de tener un museo dedicado a la mujer y una estatua de la actriz norteamericana  en una calle costera a tamaño real. “Era una Venus”: dicho de la actriz estadounidense por una señora de la época. No consta qué opinaban los hombres. 

La villa romana dels Ametllers (siglos I-IV d.C.), dedicada entre otros menesteres al cultivo de la vid y exportación de vino, permite contemplar sus mosaicos, uno de los cuales conserva el nombre romano de Tossa: Turissa; el afamado y publicitado hotel boutique de Tossa de Mar, todo un secreto modernista, en el centro del casco histórico. 

Hasta Barbarroja quiso conquistar un castillo que se le resistió, con su Torre de las Horas; o el llamado Agujero del Demonio, para descubrir más realidades metiéndose en él. Hoy, estas zonas de la Costa Brava están conquistadas por gentes pudientes, algunas  a veces “las matan callando”, de aquí y de otras zonas europeas. Mucha internacionalidad, muchos enigmas, mucho anonimato y más.

Nuestro destino, pasos y miradas se centraban en la platja Gran, Es Codoloar y el primero de tres miradores, quizá ya previstos con antelación para selfies y postureo diverso. Nos asomamos en el Es Codolar, en tránsito hacia el siguiente, Es Cards. No sin antes pretender imaginarse las andanzas de una solitaria botella de vino allí presente y sin acabar, encima de un banco. Con estas pistas era difícil acertar pero se supone que experiencias humanas tuvo que aguantar aquel vidrio. La imaginación puede ser una gran fuente de argumentos. Esa es la riqueza de dar vida a objetos solitarios. Aunque no aciertes.

 

 

 

Calas

A partir de aquí este juntaletras solo se detendrá en lo prohibido, en las andanzas y “diversiones” por el camí de Ronda hacia Lloret. Su ubicuidad es limitada y no le permitió asomarse al recorrido oficial del GR más que ya casi al final. Hay buenas fotos publicadas, en especial por quien sabe amaestrar muy bien el clic de cada toma. 

El grupo no lo tuvo fácil ante los mensajes con dibujos explícitos: “acceso no protegido”, triángulos rojos y amarillos para dibujos de desprendimientos y caídas. La apuesta exigió olfato y orientación, ayudados por máquinas para conducir a gentes hábiles en desperdigarse y con poco espíritu de  espera. Se paladearon ramas a la altura de la cabeza,  mochilas retenidas por árboles cruzados, suelas que resbalaban en el saulódel camino, subidas y bajadas sin escalones prefabricados, lo máximo eran unos palos atravesados y con relativa sujeción, a modo de escalones en algunas zonas. “Como para habernos matado”, casi literal en algún punto, con peligrosa caída incluida. Las  calas recorridas  han quedado reflejada en el wikilocde nuestro “seguro a todo riesgo”. ¡Será por calas y playas pateadas!: Cala des Sot d'en Cona, Cala d'Allà on raja l'aigua, Cala Moltó, Cala Llevadó, Cala Figuera, Cala Llorell, Platja de Portopí, Cala Morisca, Cala Canyelles, Cala d'en Simon, Caleta d'en Trons, Castell d'en Plaja. Y otra, de las primeras, con nombre de la casa: Cala d’en Carlos. Todas son muchas pero por allí pasó esta división atrevida del personal. Con más señales de prohibiciones, también para vehículos en cercanías indicadoras de dónde estaban la Cala Llevadó, cala d’En Carlos y, que nunca falte,  la depuradora.

 

“Diversiones”

Quizá en tantos años nunca se habían visto tantas señales advirtiendo del paso, aviso de desprendimientos (faltaba el  “allá tú con tu inconsciencia e irresponsabilidad a esta edad de pensionista”), pasos peligrosos o pasos cerrados en caminos tortuosos. Un túnel, en reconstrucción, con paso  prohibido no se cruzó porque la tela metálica no permitía el asalto final. Igual que cadenas y cuerdas para facilitar acceder o salir: ¡a por ellas!. Pasará a la historia de GRMANIA como símbolo de la rebeldía senior hacia el orden establecido. Quizá rememorando adolescencias reivindicativas de otras épocas. 

En todo caso, en un punto estratégico el desayuno fue el momento de más relax. Mirando al mar desde una atalaya. Hubo quienes se refugiaron en cierta soledad buscada, otros encima de piedras. En todo caso,  el lugar concentró al grupo y paladeó, viandas personales aparte,  rosquillas de quien le animamos a que siga en ello (¡nos gusta de vez en cuando comernos un rosco!, se repetía de invitaciones anteriores), saboreamos  fruta “porque también nos gusta la fruta”, chocolates con menta, cafés y demás. Preparados para subir y bajar sin parar, probar el agua marina, cabalgar por piedras, esquivar olas que al final acaban mojándote y tener que ver lo que no se pretende ver, por respeto a quien enseña sin pretensiones de vistosidad. 

Hubo quien tuvo que sufrir un solitario revolcón por entre rocas y terraplenes de fondo, con marcas posteriores en el cuerpo por frotes involuntarios y duros, con la suerte de caer para el lado contrario del peor. Las húmedas arenas por el batir de las olas quedaron marcadas en esta época del año por los surcos de los pies andarines. La fuerza del mar se había comido partes de calas, dejando a la vista esqueletos que esperaban cirugías que los  recompusieran de cara a otra temporada (el mar cada año se queda con más de  lo suyo, en playas invadidas por las construcciones, carentes de una arena que hay que drenar y que hemos de pagar entre todos). 

Sin aburrimiento alguno, se escalaron rocas como si fuera alta montaña para evitar el paso al lado del agua. Pero si lo intentabas por abajo, tu habilidad luchaba con quienes iban delante y con la amenazadora ola que al final te lavaba.  Algunas zapatillas, piernas y pies, limpios para casa.

También, visualizaciones de montones de arena con palmeras en medio, protectoras de casas y quizá también para uso de repoblaciones del manto donde tumbarse a tomar el sol. En medio de aquella inmensidad, dos niñas disfrutaban en medio de las acumulaciones de arena debajo de grandes palmeras, sin trabas, con ambiente entre bucólico y melancólico. Recuerdos de tiempos de solaz y de disfrutar mucho con tan poco. O barracas construidas en la roca, cerradas y “protegidas” por un grafitti. Mientras, más señales: de desprendimientos, más peligros, más accesos no protegidos. En fin. Muchos cuidados, exigencias y protecciones para según qué y mira tú esto y a estas edades.

 

Nudismos

La escena salió más completa que si se hubiera preparado. Dos personas estaban hundidas literalmente entre grandes rocas. Buscaban una cantimplora perdida y encontrada.  Más allá, el mar se quedó con un bastón senderista. El tributo o trofeo no fue recuperado. Después, en una playa solitaria un ser humano (evitamos sexo) que practicaba nudismo debió creer que aquel personal invadía su tranquila ausencia de ropas. Todo con respeto a intimidades visibles, claro. Un personal iba por aquel refugio ya no íntimo de playa, otros bajando por las rocas de al lado para evitar mojarse, algunos fotografiando la escena, otros driblando las olas; la persona en cuestión allí en medio, adoptando posturas naturales  y propias de sus decisiones. Parecía aguantar bien el tipo y el espectáculo que todos contribuimos a crear. No siempre un desnudo solitario pudo ser más visto pero se trataba más de seguir que de ver, todo con la máxima prudencia y sin trasnochados voyeurismos. Quizá quienes más  hicieron notar sus adentros fueron quienes resolvían como podían el salir de aquella vivencia y vestidos. Y todos lanzados a la búsqueda del camino y de unas cadenas para enfilarse por una más que  aceptable verticalidad.

 

25 baños

Vuelta a las andadas. Otra vez, desvíos por mansiones que no dejaban pasar por la costa  de todos. Si en las cercanías de Llança, viniendo desde Portbou, fueron las propiedades de la saga Mateu-Suqué (Castell de Peralada, casinos de juego,  poderes políticos y económicos en cartera, etc, etc), ahora los impedimentos vinieron de personas conocidas por los grupos ecologistas y caminantes de la zona. La finca Can Juncadella también nos impidió el paso. Es historia la reivindicación de SOS Costa – SOS Lloret para pedir que se permita el paso por una finca que parece ser es de sociedades interpuestas, offshores,  que (según vinculaciones publicadas en la prensa)  acaban en el entorno del expresidente de Kazakhstan y de su hija. Se trata de  la familia Nazarbáyev. Ya en el pasado mes de septiembre una manifestación fue noticia. Tribunales, trámites, procesos, esperas. Papeles de Panamá, regalos al Emérito, vinculaciones diversas a realezas y a otras especies: más de lo mismo. Mientras, si se te ocurre asomarte y entrar (la puerta está abierta) te amenazan con cámaras, verjas, vigilancias y más: Espai natural Massies de Cadiretes, dibujo de una cámara con la inscripción Zona videovigilada, propiedad privada protegida por una empresa son los anagramas Security Solutions y Forza seguridad (parece un oxímoron). Según la prensa, 32.00 metros construidos, 17 habitaciones, 25 baños, dos saunas, discoteca, piscina, peluquería, sala de cine, párquing para lujos deportivos. Cada 19 de agosto, celebración del cumpleaños de la hija y fiesta señalada en Lloret de Mar con lujos diversos que días antes  atraviesan sus calles en dirección a Can Juncadella.

A las puertas de la mansión, en el camino,  hubo quien entró de lleno en acción y adquirió protagonismo. Tiró del archivo de su teléfono móvil. Mostró una grabación propia cabalgando buenas monturas equinas por las estepas de aquel país mientras turisteaba por allí. Las habilidades ecuestres y el buen estilo encima de los veloces cuadrúpedos fueron evidentes. Casualidades de la vida: los caballos decía que  eran propiedad del dueño de esta finca. Llegados hasta aquí, cambiamos de tema. Por si acaso.

Más allá, más grafitis en el cartel de la urbanización URCASA, donde se entrenaba la atleta y los enigmas podían aparecer detrás de algunas puertas de casas bien pertrechadas. De bajada, zigzagueos costeros en dirección a la primera estampa del castillo y los bloques de Llloret.

 

Olores

El olor a salitre, a mar, a humedades y a arena mojada se vio acompañado en diversas zonas por supuestos aromas a producciones finales de cultivos en los que Cataluña ocupa un lugar muy destacado en el tráfico europeo. Quizá la pituitaria provoque confusiones en quienes no consumimos estas sustancias. A lo más que llegamos es a los habituales protectores solares, ausentes ahora de zonas costeras,  a colonias baratas o de garrafón y a envoltorios  de hojas secas humeantes.

Por el entorno, bastante deshabitado en estas épocas, paseaban gentes internacionales, alguna deportista de alto nivel que decía que se entrenaba para 200 km por Suiza en primavera; y este personal andarín, desparramado en una larga hilera. Pocos y a ritmos diferentes. Ya cerca de Lloret, el camí de Ronda estaba muy urbanizado, propenso a pisar escalones bien construidos y seguros, encuadrar fotos  y enmendar un defecto denunciado por quien sabe más de lo que aparenta: “En GRMANIA os cuesta acostumbraros a esperar”. Amén. Vamos aprendiendo…para que no se diga.

La soledad de los espacios vacíos en otoño se compensó con la aproximación al castillo de Lloret y a las construcciones que se dejaban entrever. Más personal subiendo y bajando por los perfiles de un camino zigzagueante, casi tallado en la roca pero muy seguro. Hasta aquí había gentes que paseaban y volvían con las imágenes de costas ya bravas. Algunas decían que este paseo, del cercano hotel hasta aquí, les produciría agujetas. Mientras, dejaban paso a quienes ya tenían ganas de llegar al destino final y reagruparse con el resto. 

 

Concentraciones

El Castell de Santa María, más conocido como Castell d’en Plaja, junto a la Cala de Sa Caleta, desde lejos pudiera dar el pego, como si fuera de la época del de Tossa. Pero no. Barbarroja no asomó por aquí ni barba ni nada. Este es propiedad privada, de un empresario e indiano de Girona: Narcís Plaja Martí. Ya se sabe cómo se las gastaban muchos indianos y a qué se dedicaban por allá para después construir y presumir por aquí. Era propietario también de una fábrica de galletas que llevaba su primer apellido como nombre. 1933 fue el año del inicio de su construcción. En resumen, es un emblema propagandístico y privado. Eso sí, pagando ofrecerá o ya ofrece lo que hoy no puede faltar en el mundo del turismo: experiencias inmersivas. 

Y de inmersiones se trataba la última parada en Lloret: en pleno paseo marítimo, un bar que era un hotel y también un restaurante. El personal del hotel Excelsior (tres estrellas), restaurante Les Petxines con concha-petxina-peregrina, aparentaba caracteres y ademanes muy propios, con rapidez y dedicación en atender a personal que a veces tampoco estaba acostumbrado a esperar, ni siquiera aquí. 

Antes de marchar, en un aparte de uno de los subgrupos que había desperdigados por el entorno, una persona nueva en GRMANIA fue interrogada mientras saboreaba un manjar en forma de carquiñoli, elaborado por alguien con buenas manos,  mejores andares y, al decir de quien sabe de conducciones senderistas, con poco esperar. Cuando se le “intentó” definir la supuesta filosofía del grupo a esa persona nueva, para que se situara dónde se había metido, dijo: “Me encanta”.

Para rematar la faena, ante personas antiguas y nuevas, y otras gentes desconocidas y lejanas que malgastan su tiempo pasando los ojos por estas líneas (aunque sea en diagonal, o que ni siquiera se atrevan a dar este paso por inacabables y pesadas), mencionemos a un inversor  y experto montañero de ocho miles. Nació pobre y ahora es multimillonario. En la sección de “La Contra”del diario LA VANGUARDIA (18/11/2023) nos regalaba estos versos:  

 

“Tu vida es subir la montaña

Te esfuerzas, luchas

Haces amigos y enemigos

Lloras y ríes y un día... Llegas

¿Y qué ves allá abajo?

 Todo está nublado y borroso

Así es la vida: no esperes éxito ni fracaso

Busca otra montaña...

Y sigue subiendo”

 

 

Evaristo

25/11/2023

martes, 26 de septiembre de 2023

Etapa 8 del GR-92, entre Begur y Palamós

 Transparencias entre láminas de agua

 

Dicen que mucho personal visitante de la Costa Brava se ha dejado convencer por las imágenes de tramos concretos de esta etapa del GR 92, entre Begur y Palamós. Siempre, mejor paladeando parte del recorrido por el camino de ronda. Antes el papel satinado o couché, ahora tiktokers, youtubers, instgramers y otras especies generadoras de esos contenidos facilones, planos, de consumo rápido y con el sonido de alguna cuenta bancaria según visitas, todos han ayudado a la difusión de imágenes míticas y repetidas hasta la saciedad. 

Este tramo es de los más afamados del territorio. 

En este nuevo paseo escrito aportaremos, como siempre, otras capas para entender más el entorno y revivir trasfondos de las bellezas icónicas recorridas andando con otras lecturas. A veces siguen  opacas si no se ofrecen otras transparencias, discutibles. Como todo.

 

Interrogantes

¿Cuál es una de las playas más legendarias de la Costa Brava y por qué? ¿Cuál posee uno de los encuadres más fotografiados? ¿Qué es oscuro en medio de la claridad? ¿Cómo hay accesos marítimos con tantas escaleras? ¿En qué quedamos, textiles y/o no textiles? ¿Hay transparencias y opacidades en medio de tanta luz? ¿De verdad se nota la carencia de agua en algunos entornos privados? ¿Personas solitarias en medio de desfiles de modelos andarines en un sube-baja continuo? ¿Tantas vallas para delimitar el poder capitalista de lo privado y ocultarlo aún más?

 

Elecciones

De los tres posibles recorridos propuestos al principio, al final estos quedaron en dos pero, durante el camino, surgió uno nuevo. Reales, al final, tres. Begur-Palamós: 21,21 km por el recorrido oficial del GR 92. Tamariu-Palamós: 17,66 km. LLafranc-Palamós: 12,26 (opción descartada por ausencia de clientela). Un éxito el anular el menor recorrido. Prueba de la positividad y preparación del grupo. Además, un añadido,  la novedad no planificada: Begur-Palamós combinando GR92 y Camí de Ronda: 23 km en ascensiones y descensos continuos. 

El análisis sociológico inicial entre las elecciones del recorrido por el personal presente y las ausencias declaradas ya trazaron perfiles concretos del estado post-veraniego del personal. Veremos cómo evoluciona todo en los meses siguientes.

 

Ellos

Con la que está cayendo, mencionar la palabra ELLOS puede derivar en no se sabe qué. Una palabra casi maldita. No obstante, en aquella zona del extrarradio de  Begur bajaron ellos. Indicadores de direcciones hacia residencial Begur, Aiguablava, Fornells, Esclanyà y Palafrugell. Aparcamiento del supermercado Jodofi. O sea, un reducido grupo de ELLOS que se enfrentaron al recorrido largo. Ellos solos. Ninguna ELLAS quisieron acompañarles.  

En medio de  algunas realidades de la actualidad, centradas en rubiales y hermosos, se hablaba de quienes  se negaban a besar o abrazar nunca más, a bajar la vista en cruces respetando una decente distancia reglamentaria, a medir mucho las palabras y usar el vocabulario políticamente correcto. Con este panorama, ellos iniciaron el tramo entre pinos.

Al saberse en este estado, hubo quien planteó la posibilidad de liberar el inconsciente masculino sobre cualquier tema, explayarse con locuacidad y sin esa censura que frena en el día a día y ha venido para quedarse. Una censura o autocensura más entre tantas otras. No obstante, aquello fue un símbolo y una prueba  de los cambios y evoluciones entre los seniors. Todos adaptados a las demandas de los nuevos tiempos, esó sí, bajo la vigilancia de la tecnología. Alguien incitó a soltar las lenguas más viperinas, planteó temas como para liberarse. 

Ante un intento de hablar como en viejos y casi olvidados tiempos, hubo quien amenazó con grabar las conversaciones con el móvil. De hecho, lo tuvo en la mano y con el dedo a punto. De inmediato, silencio total, no siendo que, además del recochineo general con su posible difusión en las redes, se usara la inteligencia artificial para desnudarnos a todos, por supuesto que ponernos otros cuerpos y asignarnos aspectos juveniles, atléticos y con potencias de todo tipo. Ante esta amenaza, cambio radical de tema: se trató a fondo y de manera seria sobre la próstata: experiencias, tratos y prácticas médicas. Y cómo la cúrcuma le provoca milagros en la próstata de un cura, como si fuera un conejillo o conejazo de indias. A quien se le pasó por la cabeza mencionar otra propuesta, dicen que muy útil, placentera y necesaria, no se atrevió a decirla ante el posible espionaje digital. 

 

Apretando

Para incentivar al personal (ellos), se oían palabras de aliento y que se apretara el paso. El grupo que comenzó en Tamariu no debía estar lejos. En medio, los efectos de las lluvias caídas, de bastante volumen en esta zona. Ramas en el suelo, barro, socavones,  vallas por el suelo, suciedad, recipientes de basura tumbados y excursionistas que se cruzaban, con ciclistas, perros y otras especies. También con anuncios de viviendas y terrenos edificables en venta. ¡Aún quedan! Los carteles con avisos para que, en caso de lluvias torrenciales, el personal se abstenga de aparcar en la riera, fueron muy oportuno. 

Por todo el camino, la plaga de cochinilla diezmaba las chumberas. Convivía con carteles indicadores de un programa de seguimiento y control de la flora invasora en las montañas de Begur.  Mientras un residente descargaba madera para su estufa, a la entrada de Tamariu, la lámina de agua marina del fondo anunciaba el ocio con todos los elementos al uso. Algunos establecimientos, ya cerrados, debían haber hecho su agosto, o no; otros se desperezaban para ofrecerse a quienes los escogieran. 

La composición del imaginario turístico se completaba con un sinfín de boyas a las que había amarradas embarcaciones. Todas, al completo. El paisaje estaba saturado por las propiedades a motor. De lo que se deducía que el ayuntamiento de Palafrugell (al que pertenece Tamariu) aún no había dado la orden de recoger tamaño material acuático. Aguas ocupadas por quienes pueden, en un verano en el que las fuerzas de seguridad pública (de privada hay en todos los rincones y establecimientos, además de cámaras que también te vigilan) tuvieron que ocuparse a fondo aquí. Se publicó que algunos barqueros no hacían caso a casi nada. Multas y apercibimientos para respetar lo más elemental. En redes alguien supuso que los agentes de la autoridad no sabían a quiénes les llamaban la atención o multaban. “Usted no sabe con quién está hablando”. Suponían que era personal pudiente sin miedo a las sanciones o a casi nadie ni nada. He ahí un elemento más para la postal de la actualidad turística y brava. 

El escritor de Llofriu, Josep Pla, dijo que Tamariu “era un paradís recuperable, un esperit lligat a la quintaessència de la llibertat” (muy oportuno; ahí queda, para interpretaciones diversas).  

Por lo demás, submarinismo, turisteo multimodal y olvido de que antes este enclave fue un lugar de pescadores, como muchas otras calas del recorrido. Poco a poco se percibían los primeros olores de los sofritos arroceros, mezclados con el fuerte aroma artificial de los edulcorantes de bollería, horneada en establecimientos cercanos. Son apuestas ya internacionales para provocar a  paladares moldeados por la industria alimentaria.

 

Desniveles

Descalzarse o trepar: he ahí la primera cuestión a pie de agua. Eso solo para dejar atrás la playa de Tamariu. Por allí, un sinfín de calas identificadas y salientes rocosos. Por ejemplo, Cala d’en Roig, Cala Gamarús y, a dos km de Tamariu, cala Pedrosa, lugar de encuentro y desayuno de  los grupos. 

Poco a poco las ascensiones y descensos, continuos a lo largo de la costa, eran frecuentados por personal paseante, quizá buscador de esa cala que de virgen hace tiempo que ya ni se le supone. 

En uno de esos tramos había una persona con un perfil que podía suscitar interrogantes. Sin atreverse a mencionar su supuesto sexo, su soledad intrigaba, con un pino como apoyo de la espalda y un atuendo no repetido en el resto de paseantes. Detrás de sus gafas de sol podía esconder evidencias u oscurecer realidades personales. O nada de lo anterior. Simplemente se debía dejar llevar.

 

Calas

Unos ya comían mientras llegaba el resto a Cala Pedrosa. Los 30 metros de ancho se dibujaban al fondo. Piedras en el suelo, troncos como apoyo y una antigua barraca de pescadores. Las obviedades publicitarias consultadas afirmaban que allí se ofrecían comidas del tipo pescado fresco, arroces y demás “cocinados al aire libre”. Las incógnitas se acumulaban. La primera,  si seguía ofreciendo lo mismo; luego, la logística y demás. O qué significada eso de aire libre. Otra estampa entre lo antiguo y la realidad, con ascenso por una senda en medio de árboles, hasta comprender cómo la lejanía  y la altura dibujaban mejor los perfiles. Más excursionistas acompañaban y hasta ese momento, ningún bañista, ni textil ni no textil. Arriba, el camino transcurría al lado de los campos cultivados. 

El distanciamiento entre grupos alargaba la fila y definía los recorridos pendientes. Aquí nos fijaremos en el camino más largo, entre calas por el GR 92 y sobre todo  por el camí de ronda o sucedáneos.

 

Vallas

Bajar para volver a subir. Antes, entre piedras a pie de agua, había que descubrir la subida. Arriba, una valla metálica. Una más de tantas como delimitan qué es de quién. O quién es de qué, que también valdría. Todo lleno de barreras como imágenes de poder y de propiedad. Vallas opacas. No permiten que vean pero sí intuir la riqueza y el poderío. Imaginarse el interior desde el exterior. Por todas partes: límites. Fronteras particulares. Inversiones. El paso, blindado por lo propio. Por lo mío. Y más setos por doquier. Muros. Perros y más perros que intentan ahuyentar con sustos inoportunos. Cada vez más. Amenazas para caminantes, miedo en espacios públicos. Y tú sin hacer nada, sin meterte con nadie, pareces un supuesto sospechoso. Luego, cámaras de videovigilancia en calles. Quizá con el aviso: “Por tu seguridad” (eufemismos: más bien por la de ellos). Casi siempre eres sospechoso hasta que no se demuestre la inocencia.  Cuando tenía que ser al revés. El miedo del que tiene hacia el que no tiene. 

Al final, el GR pudo buscarse un hueco para abrirse paso entre lo privado y el bosque. Seguir la línea de la costa era ver los contornos. Construcciones medievales allá arriba. Atisbos de  lugares para festivales musicales veraniegos. Disfrutar entre el mar y las estrellas. Pagando. Pero, sin pasar por caja, también es posible. 

No podían faltar los antiguos faros, aún ahí presentes. Como el próximo en el camino, el de Sant Sebastià. 

 

Aéreos

Desde arriba la perspectiva marina era amplia, casi infinita. Azules inacabables al frente, transparencias imaginadas. Al lado de las calas, continuos avisos de peligro por desprendimientos. Las vistas aéreas de los mapas digitales (Google Maps y similares) ofrecían una costa agredida por mordiscos formados por casas y urbanizaciones. Son intentos de llegar a la costa, de conquistarla por la propiedad privada. 

El blanco de las construcciones frente al verde de los pinos y el azul del mar. Pero, también, láminas privadas de agua en la multitud de piscinas que se apreciaban. Aún sin drones, los google las identifican. Dicen que el agua escasea. Pero aquí no se ve ninguna vacía. Hasta el alcalde de Begur declaró, proclamó, amenazó este verano  con multas por consumo excesivo de agua. Se desconoce qué ocurrió después de tanta agua usada.

Seguimos con el agua. Durante el recorrido, casas y más casas. O casoplones. Como en nuestras ciudades, pueblos, urbanizaciones y similares. ¿Alguien ha visto sus plantas, céspedes y jardines secos por ausencia de riego debido al ahorro por el bien común? Sin embargo, los parques públicos no se pueden regar. Hierba, árboles y vegetación pública: seca. O sea, agua para quien pueda pagarla. Los espacios públicos, bajo mínimos.  Los privados, exuberantes. Mientras, a ahorrar agua con pantanos que languidecen. Parece como si la luz de un faro nos pudiera orientar ante realidades palpables y hasta lamentables. 

Desde 1851 el faro de Sant Sebastià se erigía en un acantilado a 170 metros de altura. Al lado, gentes con atuendos informales disfrutaban de la terraza de un hotel, fruto de la remodelación de un antiguo hostal. Propiedad de quien posee como mínimo un afamado y reconocido establecimiento de restauración  cerca. Evitemos mencionarlo. En ambos, especialidades ampurdanesas y marineras (como no podía ser menos). El placer del disfrute, del relax, de la pausa, del trago largo y consumo lento. También, posible aumento del ácido úrico frente a colesterol. O ambos a la vez. ¡Pero qué bueno está todo!

Son espacios con pasado. Como el poblado ibérico de Sant Sebastià de la Guarda, visitable para conocer a los “indigetes”, tribu a la que pertenecían los habitantes de este lugar ibérico. La llegada de los romanos a Empúries provocó cambios demográficos en esta zona. 

Pronto , bajada a Llafranc. Perfil repetido en una zona de alta presión turística cool, bellezas de postal y disfrute. Puerto deportivo al completo, repetición de boyas llenas con barcas amarradas, paseo marítimo con lo de siempre en un pueblo con historia. Antes, famoso por la producción de vinos. Boyante industria de alfarería. De aquí salían las ánforas para el transporte del vino. Y aquí murió en 2013 el escritor inglés Tom Sharpe. Es el atractivo de una costa que sigue ensimismando a todo tipo de personas. Lugares para el retiro creativo, para turistas placenteros con ganas de interiorizar el entorno o publicar en redes  la evidencia del yo estuve aquí. El poder actual de descubrir algo o que te lo descubran, desear un espacio y planificar su visita,  ya. Lo quiero, lo tengo. 

 

Fuerzas

El espectáculo en la playa de Llafranc estaba servido. La cantidad de  mirones y móviles enfocados verificaba que allí pasaba algo. Según se decía en los mentideros populares, el temporal había provocado el vuelco de una barca. Estaba cerca de la orilla. Una enorme grúa desplegó su brazo para enderezarla y proceder en consecuencia. El espectáculo en el oasis de la placidez congregaba al personal, no sólo a los seniors y jubilados de rigor. Hubo quien aportó una idea retro. Antes, o en países más pobres aún, tanta gente congregada en el entorno unían fuerzas, se ponían de acuerdo,  se mojaban y  aquella barca se ponía derecha bien pronto, gratis y gracias a la solidaridad humana bien entendida. Pero no. Ahora no, por nuestra seguridad. Un ejemplo más del nuevo orden, más legal y sin despeinarse. La grúa, que para eso está. Y quizá la pague el seguro. 

 

Escaleras

El sube-baja por el camino de ronda fue imparable. Escaleras, rampas, sendas, rocas, guijarros, cruces entre personas, todo para llegar hasta la primera línea, imbuirse  del entorno y trasladarse a donde uno quiera. Rincones playeros  textiles, no textiles, mezclas. Llevar o no llevar prendas aquí no parecía un problema. En otros lugares, este verano sí. En momentos en que se afirma que se ha recuperado “el músculo prepandemia”:  en visitas, viajes, colas, aglomeraciones y gastos estivales. En esos accesos a tantos rincones idílicos  abundaban todas las especies humanas. Hasta aquellas que ya se  ven transparentes ante miradas ajenas, que se consideran opacas. 

Quizá también  abundaba la especie de  los llamados “pijos de butxaca esquifida”, traducido en Terrassa por los “quiero y no puedo”. 

 

 

Popularidad

Calella de Palafrugell se asomaba en la lejanía más cercana. Pronto apareció la playa del Canadell, muy concurrida, con antiguos espacios de pescadores, en los bajos de los edificios,  reconvertidos en viviendas estivales. El escritor Josep Pla tenía una casa de veraneo aquí. Decía que una de las mayores delicias era ir, una vez has comido, a tumbarte un par de horas “ a la sombra del vientre de una barca”. La abundancia de “canyes” fue el origen del actual nombre de los 225 metros de la cala. La roca La Trona, atracción para lanzarse al agua.

Cerca, la mítica, inconfundible y televisiva Cala Port Bo, atracción estival del primer sábado de julio. Pañuelos blancos, el meu avi, gentes de alcurnia, famoseo, lustrosas embarcaciones, decoración al uso, escenario en el agua, televisión en directo, imágenes repetidas cada año, ron cremat, entradas pagando y habaneras.  Una zona llena con terrazas ocupadas mientras  andirnes sudorosos  se disponían a subir más escaleras para luego bajar, traspasar los arcos, túneles artificiales diversos para llegar a Sa Foradada, con un  túnel natural que también se puede atravesar por el agua.  Y afamados festivales musicales en los jardines de Cap Roig. Desde 2001, el festival del mismo nombre, con gran prestigio musical. Al aire libre. Cabida: más de dos mil personas. Algún gran banco estaba detrás. Un entorno con el castillo y el jardín botánico que aumentaba el atractivo del espacio.

 

Glamour

Gracias a la presión popular no se ha destruido más paisaje natural. Proyectos que se han detenido. Menos casoplones y piscinas y más conservacionismo para paseantes de todas las economías. La zona de Sa Foradada fue un ejemplo pero hay más. 

El Golfet, Puig del Terme. Pont del Castell y una de las más glamourosas playas de la Costa Brava: platja del Castell. 339 metros de larga, apta para amntes y negacionistas de prendas sobre el cuerpo. Hace 30 años fue salvada por la gente. En 1994 hubo un referéndum bajo la pancarta “Salvem Castell”. Ahora la Generalitat cedió edificios al ayuntamiento. El más conocido, el estudio del pintor barcelonés Josep Maria Sert. 

Se la llamaba “la playa de París” por sus visitantes, lujos, desenfrenos, diversiones, artisteo, películas, élites artísticas, vicios, virtudes. Todo allá por los años de 1920. ¡Si la arena hablara!

 

Encanto

Entre cala o morro del Vedell y Palamós hay 18 calas o playas, muchas accesibles solo desde el mar. Y entre todas las de este recorrido, de donde han salido imágenes icónicas y atractivas para entender (que no justificar) cómo están los espacios, dicen que la cala más icónica, la que regala la foto de postal o el recurso para Instagram o Tiktok  es la de S’Alguer,  con Cap Gros y la pineda de En Gori cerca. Hay encuadres míticos, con todos los ingredientes de atracción máxima. Para contemplarse uno allí, rodeada la presencia por la imaginación. Playa de piedras, fondo rocoso, agua transparente, antiguas casas y barracas  de pescadores del siglo XVI, con puertas de madera pintadas con colores diferentes, barcas que aportan el toque retro y marinero a la postal real. En 2004 los 40 metros de largo fueron  declarados “Bien cultural de interés natural”. Esta cala puede ser una droga muy placentera. Menos mal que a veces pasa desapercibida del gran público.

 

Oscuridades

Entre tanta transparencia, pronto nombres oscuros. Antes, el castillo medieval de Sant Esteve de Mar, del siglo XII, construido sobre un asentamiento romano, que a su vez se erigió encima de otro anterior, ibero. Entre S’Alguer y La Fosca. El museo de la Pesca de Palamós ofrece visitas guiadas. Y justo aquí, en La Fosca, hubo personal que tuvo que descalzarse primero para pasar agua proveniente de un arroyo que desembocaba en el mar. Luego, baño entre oleaje y al lado de la piedra oscura que da nombre a La Fosca y sus 500 metros de playa. Como se comprobó, un espacio más que no ofrecía gratis agua pública, ni en las duchas ni en los lavapiés. Mientras, más confirmación de lo dicho:  las casa privadas de los entornos seguían con una vegetación exuberante y piscinas llenas.  Fue el lugar de unión de quienes venían siguiendo el GR 92 y los intrépidos que se enfrentaron y disfrutaron de la primera línea de la costa. Con todos los enseres en los asientos que rodeaban a unas duchas que no cumplían con su función. Bien.

Cala Tamardia, mirador de Cap Gros, Cala Margarida y otras confirmaban la continuación de espacios para solazarse y verificar que aún hay belleza exterior natural,  sin capas de Inteligencia Artificial, aunque sea adornada por los desperdicios y atentados humanos. 

 

Eventos

Pronto, un puerto deportivo más anunciaba más masificación humana. También había espacio para  pescadores. Tampoco  faltaban los cruceros, tan polémicos ellos por  desplazar tanto personal que rentabiliza tan poco el trasiego de grandes masas humanas por los núcleos urbanos. Se veía Palamós, destino final de la etapa. Tanta embarcación con el apodo de deportiva por todo el litoral convertía la brava costa en una gran concentración de artefactos, por tierra, mar y por las rutas y pasillos aéreos que trasladaban a los anteriores. 

No podían faltar pruebas de que la gran factoría europea de producción y distribución de droga (Catalunya) también usa el mar. Son esos paisajes de la actualidad como si fueran eventos de una representación basada en realidades palpables. Recientes furgonetas llenas de fardos, caídas y abandonadas en playas de Begur, apresamientos de fuerabordas con poderosos motores, negocios, blanqueos de dinero en mansiones, inversiones de clases medias y no tan medias, mafias, extorsiones y hasta homicidios, todo formaba parte también de las idílicas y manidas representaciones icónicas de la marca Costa Brava. Incluyendo la famosa gamba del lugar, a precio de lujo. Para haber de todo,  hasta con recientes denuncias de supuestos delitos de prevaricación municipal aquí, al ocultar el alcalde que circulaba con exceso de velocidad en un coche policial multado. En fin, más cosas de más vida. 

En vez de buscar el autobús y un bar paseando por la zona portuaria, el personal acortó por calles del Palamós interior. Hubo quien echó de menos la realidad más vistosa, abierta al mar, con mástiles y ese olor marino mezclado con los ya elaborados culinarios , salsas marineras y las consabidas gambas (frescas o congeladas de allende los mares). 

El snack bar Catalunya acogió al personal para la comida. Situado enfrente del campo de fútbol del Palamós C.F. Historia del balompié: este equipo pertenece al club decano del fútbol catalán, fundado en 1898. El cartel en la fachada del campo daba fe.

 

Como también de lo que se trata es de transparentar buenos consejos ajenos, qué mejor guía que la escritora Margarite Yourcenar, incluso para estos momentos vitales:

 

"Lo mejor para las turbulencias del espíritu es aprender. Es lo único que jamás se malogra. Puedes envejecer y temblar, anatómicamente hablando; puedes velar en las noches escuchando el desorden de tus venas, puede que te falte tu único amor y puedes perder tu dinero por causa de un monstruo; puedes ver el mundo que te rodea, devastado por locos peligrosos, o saber que tu honor es pisoteado en las cloacas de los espíritus más viles. Sólo se puede hacer una cosa en tales condiciones: aprender". 

"Sources II", Margarite Yourcenar

 

Evaristo

26/9/2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 29 de junio de 2023

Etapa 7 del GR-92, entre Torroella de Montgrí y Begur

 Perfiles ópticos por tierra adentro

 

“¿Sabes que tengo pretendientes?”, fue la frase-sorpresa inicial,  escuchada por alguien caminante, nada más empezar la etapa, con el autocar aún en marcha, a pocos metros de un hotel denominado como la ruta que se recorre: hotel GR 92 en Torroella de Montgrí. Es evidente que ni se dice su autoría, perteneciente al grupo,  ni se explica el contexto. En todo caso, enhorabuena por los éxitos.  Y más con una cierta envidia si se compara con la asistencia a la presente  etapa, final de temporada. Pasará a la historia, no por los pretendientes que pudieran haber para asistir, que son muchos en la lista, sino con quienes se apuntaron y acudieron. Nunca tan poco personal participó en la despedida de un curso andarín. Como para pensar y extraer conclusiones. Cifras postpandemia.

Las alarmas volvieron a saltar. Las razones de las ausencias no se preguntan. El muro de las lamentaciones escucha, acoge y comprende. Desde el respeto máximo, se elucubraron supuestos motivos, con la posibilidad de acertar o no. Son tiempos de cambios, edades, lesiones, achaques, recuperaciones, viajes, compromisos, urgencias, propuestas y  prioridades. Puede que vayamos a menos pero vamos, que ya es mucho: siempre que haya un mínimo público. Esta vez, muy mínimo. 

También se habló de subir la cuota de cada salida, no congelada, sino inamovible desde sus orígenes. 

Poca asistencia a una etapa que discurrió entre Torroella de Montgrí y Begur. Con las dos opciones habituales:  etapa A y etapa B. Quizá la solución a este estado de la cuestión  la aporte  el nombre del bar que nos acogió al finalizar la etapa, en Palafrugell. Curioso nombre que aparecerá más adelante. Sin olvidar la actitud de quienes te sirven en algunas barras y terrazas. Todo un positivo ejemplo de gentes venidas de otros territorios. Nos pueden enseñar que la amabilidad y la profesionalidad siguen siendo posibles y compatibles.

Intentaremos definir esos perfiles ópticos del horizonte, de un paisaje que discurría con la vigilancia del castillo de Montgrí allá arriba, después el Montplà, más allá les Medes, playas, la desembocadura del Ter, imaginarios y reales arrozales cercanos a Pals (en proceso de salinización), la llanura agrícola, las antiguas casas bunker de piedra y gentes variopintas en un territorio cool, guay, que se cotiza entre sectores más contemplativos que lo entienden como el Edén para el descanso, el turismo y el “retirarse del mundanal ruido”. Todo cerca de la línea de la costa pero por tierra adentro, por el parc natural dels Aiguamolls de l’Empordày alrededores.

 

Miradas

Si el hotel del inicio animaba y verificaba con su nombre, la iglesia de Torroella asomaba con su torre mientras el camino descendía por el Passeig de Catalunya hasta llegar al río Ter, con el monumento “Torroella als Montgrins 1984” en medio. Más repetición monocorde de símbolos, trapos, pintadas, marcas, en medio de direcciones útiles, clínicas dentales al lado de panaderías y pastelerías (curiosas interrelaciones), museo de la Mediterrània Can Quintana, administraciones de fincas, inmobiliarias y ese letrero publicitario en medio que parecía que entonaba con el conjunto gráfico de luchas casi olvidadas: “Revolucionem…” (aclaración: pertenecía a una compañía telefónica). La mirada etnográfica que enseña, define y retrata. Ahí queda reflejada.

El paisaje humano aún no había despertado, con bares que preparaban las terrazas. Más abajo ya se olía a la madera quemada del asador Bou, muy frecuentado por gentes de la zona, con largas esperas en los momentos centrales de bastantes días. Más allá, al lado de un conocido supermercado, la cara de la persona política más famosa del pueblo estaba serigrafiada en una pared. Protagonista de luchas, ideales, detenciones y supuestas libertades. Al lado, uno de los puentes que más colas provocan en verano. Por debajo, las aguas del Ter se dirigen hacia la desembocadura. 

Familias de patos se entretenían con sus crías pequeñas que nadaban por aguas en las que no volverán a bañarse, en su discurrir a la gola del Ter. El místico y filósofo jónico  Heráclito ya lo expuso en su momento: no nos podemos bañar dos veces en el mismo río; nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en ese río y en el que se baña, nuevas aguas corren siempre sobre ti.  Frases con miradas más amplias gracias a compensaciones de Confucio: “Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acostumbrarse a constantes cambios”. Como esas aguas. Y que no desaparezcan por sequías y cambios climáticos, negados ahora por innombrables que vuelven a cabalgar sobre caballos de los que nunca se han apeado.

Son algunas miradas urbanas antes de acceder a espacios campestres señalizados, paralelos o cercanos al río, con villas medievales históricas, pequeños núcleos con muchas capas de existencias en entornos agrícolas y ganaderos. Hoy el turismo expansivo llega a todas partes. Después de la droga y la prostitución-pornografía, la industria legal más grande del mundo se basa en pasearnos. El turista como unidad de consumo. 

 

Aspectos

Las adelfas volteaban sus ramas gracias a la brisa matinal. Sus venenosas flores adornaban la ruta. Con pintadas al lado del río, composiciones lumínicas proyectadas por las vigas de puentes y su paso por debajo de la carretera (una señal limitaba a 1,80 metros la altura subterránea: los chasis humanos, ya encogidos, no ofrecieron resistencia), bicicletas matinales con saludos y buenos propósitos. Todas muy modernas excepto la muy vintage de un señor muy veterano  que parecía ir a trabajar algún huerto. Cerca, Gualta. Antes, señalizaciones hacia el Castell Gala-Dalí, el poblat ibèric d’Ullastret y Girona.  Tres propuestas para disfrutar en entornos culturales, con posibilidades de todo tipo en tierras por donde pasaron pueblos y dejaron sus rastros. Famoso su puente medieval sobre el río Daró, de los siglos XVI y XVII, de 60 metros de largo. En este pueblo, el Daró se junta con el Ter. Ahora pasan y pasean unos de aquí, algunos trabajadores de territorios lejanos, hay quienes se solazan y holgazanean porque pueden.

En Gualta también  se encontraron restos ibéricos, en un pueblo con encanto, mástiles municipales ajenos a legalidades vigentes, un antiguo castillo de los Templarios,  el molino del pueblo al parecer con paredes de esta fortaleza medieval, cosntruido en el siglo XVII por los Condes de Perelada. Se deduce  que todo se relaciona. Memoria histórica de GRMANIA: ¿quién era  la familia propietaria de aquella casa en la costa de Llançà, con tan aguerrido vigilante, en un entorno propiedad privada de gentes que aún no se olvidan de quién las aupó, con grandes ínfulas de poder ascendente hoy, con casino, viñas, músicas, festivales, saraos y poderes más o menos fácticos?  

Propuestas de actividades aquí: por etapas  la ruta dels Indiketes, circular, de 476 km por la dos comarcas de l’Empordà; seguir el rastro del Ter, en una ruta de más de 200 km; o pormenores más domésticos como vigilar el mosquito Tigre. Para culturas, comidas,  ocios y negocios, el espacio cultural Mas Sorrer. Destacan por haber inventado una palabra: “Menjazz”: menjar+jazz. Además, disponen de infraestructuras para públicos concretos y selectos: l’Empordà Golf Club y el Pitch &Putt Gualba. 

Antes de llegar al molino, en el ayuntamiento se difundía un cartel no demasiado creativo, válido para casi todo en esta vida: “Gaudir com sempre, prevenir com mai”. Se supone que cobraron por ello, todo para focalizarlo esta vez en esos dineros ruidosos y quemados bajo el nombre de petardos y similares. 

Más allá, en un pequeño bar, tres mesas en la calle: unos deportistas desayunando en una, lugareños o foráneos en otra y una persona sola en una cercana a las dos anteriores. Mientras humeaba su cigarrillo y tomaba el café, su mirada parecía perdida en pensamientos que acompasaban las volutas del humo que se difuminaban y desaparecían. Quizá sus intereses se centraban en la situación actual, en aquellos lejanos recuerdos de su país africano, en presentes o futuros. Si hubiera habido tiempo, como para pararse a hablar un buen rato con él. Fue el único que respondió al “Bon dia” del caminante. Más allá, tampoco contestó un señor bien planchado y perfumado  que salía de una casa con varios perros. Atento a los canes, no a las personas de paso que lo saludaban. Menos mal que, más adelante, un caballo en un cercado próximo al camino solo quería ser acariciado. Relinchaba para llamar la atención del transeúnte y del fotógrafo.

El decorado unilateral y monotemático llegaba hasta las señales de tráfico. Creatividad, la justa y muy facilona: “STOP repressió”, en amarillo, claro. Mientras, el perfil óptico que asomaba seguía siendo la línea del horizonte de Les Medes y el Castell de Montgrí. Más allá, la cima del camino, Puig La Font Pasquala, a 91 metros de altura, lugar de parada reconstituyente. Un sitio para pergeñar el mar, buscar los arrozales y  situarse en dirección a Fontanilles y Palau-Sator. Próximos destinos.

 

Ópticas

El cromatismo de los campos cultivados, unos ya segados, cosechados; se extendían líneas dibujadas al natural:  las composiciones geométricas de los fardos redondos de paja, los perfiles del gran cactus que definía verticalidades con sus brazos bien conducidos a lo largo de una fachada. Por el carrer Torrent pasaba una máquina de cosechar. Trabajar para vivir. Se cruzó con un todoterreno para el ocio,  allí aparcado. Te hacía soñar con los destinos de las cuatro ruedas motrices: Dream Fontanilles, especialistas en 4x4. Tal cual, en terrenos llanos, con granjas adornadas por las grandes  balas de hierba verde que  forraban con plástico blanco. Colores, perfiles, olores y percepciones que le podrían suscitar al escritor y pensador Ramón de Campoamor la repetición de sus históricos versos: “En este mundo traidor,/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color /del cristal con que se mira”. 

Casas de los siglos XVI y XVII, el paseo por el camino de Llabià, la compra de miel en una apícola afamada del pueblo, o higos confitados, frutas en almíbar, mermeladas. Todo se podría combinar (maridar,  dirían los que saben más) con quesos. Un pueblo con casas rurales, iglesia del siglo X, castillo en ruinas y decoraciones luminosas como las flores de los granados que salpicaban los caminos.  

Por estos lares parece ser que hubo interferencias dialécticas entre dos GRmanos, sin llegar a mayores. Después presumían de sus andanzas deslenguadas. Formaban parte de esos perfiles humanos de quienes se atreven a la espontaneidad, a desatar sus inconscientes, que falta nos hace a veces. Andar tiene sus permisividades. El inconsciente no te traiciona porque es un consciente compartido.

Pronto se presentaban dibujos de pies en el asfalto a la entrada de Palau-Sator, con una iglesia datada en 995, y  una gran torre que llamaban “sa Tor”, sinónimo antiguo de Torre. Ópticas arquitectónicas medievales, con la Torre de las Horas a la entrada. Al final de sus 20 metros se colocó un reloj público, de ahí el nombre. Cerca estaba el Museu Rural del Mas Pou y dos antiguo  bebederos (no, no eran bares). 

El municipio lo formaban núcleos que después se presentarían cerca: Fontclara y Sant Feliu de Boada. A este último pertenece el restaurante en el que había una persona sentada en una mesa exterior, o en plan descanso o esperando, quizá alguna bebida. Era el restaurante Can Bach, con una carta de platos escrita en cinco lenguas. Una apuesta publicitaria en un entorno medieval. Zonas que parecen dormidas en el tiempo, con capas que invitan a descubrir los fondos de las formas.

Más allá, un grupo caminante que se concentró en la primera terraza y aprovechó para finalizar allí la etapa, con un aperitivo envidiado por quienes continuaron caminando. El marco incomparable de Pals parecía ser de un medieval muy cuidado, volcado al turismo, a souvenirs y a ofertas de todo tipo. Los arrozales quedaban eclipsados por visitantes ávidos de selfies, descubrimiento del núcleo medieval, torre románica del siglo XI, muralla, plaza Mayor, Museo de Arqueología, comida y bebida, descanso y consumo. Muchos vehículos con matrículas de otros países, oficinas inmobiliarias y, al fondo, un grupo de jóvenes uniformados que se dirigían en fila a la playa, dispuestos al vivac y a atreverse con las estrellas. A pesar de mezclarnos con ellos, imposible mimetizarnos. Y menos que respondieran a preguntas tópicas sobre a dónde iban. Menos mal los monitores.

 

Arenas

El entorno cambiaba a medida que se subía, ya en dirección al tramo final con llegada a Begur. Entre casas y urbanizaciones casi opacas, la arena era una dificultad añadida al intenso calor. Hubo quienes parecían más diestros por aquel espacio llamado “Camí de les Arenes”. Revivieron sus recientes hazañas turísticas  en desiertos africanos, pasaron por territorios donde la maratón des sables dejó su impronta, en una de las carreras por etapas más duras del mundo. Desde 1986: 250 km por arena, 7 días, 6 etapas. Autosufiencia. Competitiva. Algunos fallecidos. Reglamento exigente. 3.190 euros la inscripción en 2023. 

Con dificultades, arena en los pies, pérdida de tracción y  adherencia, esfuerzos al sol y ganas de acabar, el Poni Park de Begur indicaba que disponían de caballos y que  el final estaba cercano. Verificado después  por el cartel autobombo: “Begur és autèntica”, “Es teu poble”. Si lo dicen las autoridades, pues eso.  Entre sudores, escasez de agua y necesidad de cerveza, alguien revivió viejos tiempos mientras se dirigía al autocar. Se acordó de aquel tanga lucido en grupo en las playas del Garraf, de eso hace años. Elucubró sobre cómo estarían ubicadas las carnes  y los colgajos ahora,  dentro o fuera de tan diminuta tela. 

 

Enseñanzas

La recuperación de fuerzas, en una terraza de Palafrugell, sirvió a quien aceptara el reto para homenajear internamente a personas que trabajan y sirven a los demás. En este caso, en bares sin postín ni reconocimientos publicitarios. Gentes que nos han atendido en L’Escala y aquí. Interculturales, de procedencia allende los mares. Y hay que decirlo: mujeres. Esta vez, con frases inimaginables por estas latitudes, dichas a todos los sexos posibles mientras te atendían: “guapo, guapa, rey, reina, cariño, mi ángel, mi corazón, mi amor”, todo con amplia sonrisa, dedicación y atenciones. Ellas alegraban la vida con su trabajo y actitud de servicio. Las jarras de cerveza tenían más sabor. Estábamos en un bar con nombre muy apto para el grupo: bar VENYVEN. Una denominación que parecía dirigirse a quienes faltaban en la etapa, muchas personas que echábamos de menos. Pretendientes que habían tenido la posibilidad de haber  estado allí presentes. O sea: ¡ven y ven!

Para completar la temporada, en momentos en que a punto estaba de decidirse quién sería alcalde  de la ciudad de Barcelona, se compartieron galletas TRIAS. Nunca se nos ocurrirá decirle a nadie la frase del aspirante mal perdedor (con apellido del mismo nombre que las citadas galletas) que poco después proclamó: “Que us bombín a tots”. En castellano también hiere los oídos: “Que os zurzan a todos”.  

 

A modo de despedida, ya hasta la próxima temporada, busquemos ayuda externa.  Acudamos otra vez a lo que dicen que dijo Confucio:

 

No importa cuán lento camines mientras camines

 

 

Evaristo

29/6/2023