sábado, 12 de enero de 2013

Camí de Sant Jaume, de Montserrat a Can Massana


Sombras y grados en montañas poliédricas

En pocas ocasiones coincide el inicio de una etapa de un camino hacia Santiago de Compostela con una jornada de reflexión previa a un día electoral con Cataluña como punto central y en un lugar mítico: Montserrat.
Se mire como se mire, Santiago de Compostela es un acertado destino para tantas rutas espirituales que trazan vericuetos diversos. Y sus diseñadores nunca se olvidarían de enclaves significativos para la imaginería popular, religiosa, política e ideológica. Reflexionar antes de votar (o no) en medio de unos riscos usados para tantos fines aporta un valor añadido, según como se mire. A aquellas horas de la mañana de un sábado 24 de noviembre, los escasos movimientos físicos de  ciertas personas del servicio seguro que nada tenían que ver con las sinergias religiosas que se debían cocer en las intimidades de capillas, iglesias, rincones desconocidos y corazones estigmatizados por devociones diversas. 
El negocio montserratino se ponía en marcha: limpieza de espacios, colocación de guardias, peajes despachando tarjetas, bares subiendo persianas y campanas que marcaban las horas. La espiritualidad y las cuentas bancarias nunca han sido incompatibles (al contrario) y menos aquí, con oficinas de dinero en efectivo y de plástico, tiendas de gran conveniencia, puestos callejeros con productos derivados de la leche de vaca (cuando por aquí apenas se ven estos animales), diversidad de accesos mecánicos más o menos camuflados en el medio natural, imaginería religiosa por doquier, rituales muy afamados a horas concretas, museos, editoriales, centros de estudios teológicos y otras atenciones a las necesidades de los visitantes, reales o virtuales. A esas horas, el sol despuntaba y las sombras esperaban el calor de los escasos grados de un día otoñal.


Rodeo con atletas

Reflexión con ánimos para la excursión. Se trataba de rodear la montaña por una altura intermedia que, al descender, pasaría por las coves del Salnitre de Collbató, descendería hasta el pueblo, lo cruzaría dirección al restaurante Vinyanova para seguir por los entornos de El Bruc hasta acabar en Can Massana. Una vuelta excursionista no tanto para seguir una ruta concreta hacia Santiago sino para conocer mejor los entornos poco visitados de la montaña con vistas al Baix Llobregat i a L'Anoia. Al fin y al cabo, a menudo la línea recta no es la mejor para conocer más.
El descenso estuvo lleno de paisajes: un camino serpenteante por donde ascendían jóvenes atletas que participaban en una maratón poco conocida, fuera del calendario legal de carreras. Era la IV marató Pirata de Montserrat con salida y llegada a diferentes horas a El Bruc. Cuerpos enérgicos, musculosos, hombres y mujeres acostumbrados a sudores varios. Aquí los grados se vislumbraban con pruebas evidentes. Camisetas procedentes de otras aventuras de parecido o superior rango. Olor a sudor, a músculo esculpido por el uso y abuso, nada de prominencias abdominales, mirada hacia arriba en un ascenso con un final muy alto.
Dos aficionadas a actividades diversas al aire libre se quedaron contemplando a algunos miembros masculinos. Admiración, quizá libido y también realidad. Se quedaron extasiadas ante sus deseados cuerpos pero también tocaban con los pies en el suelo: “A nosotras nos gustan ellos pero haría falta saber si a ellos les gustamos nosotras”. La magia del realismo. Atrás quedaban las sombras y el sol iluminaba y daba calor.
De forma metafórica, algún personal femenino parece que, desde un tiempo acá, prefiere las sombras porque deben dar más calor. Tiempo ha, en una jornada de reflexión pseudoespiritual, excursionista y micológica en enclaves del Berguedà, hubo un intento para convencer de las bondades espirituales de un prohombre y sacerdote que dejó un gran legado, una gran obra escrita en tres libros y un ejemplo a seguir. En aquel momento y en paralelo, ya en el ambiente femenino circulaban con fruición y placer otros tres libros muy distintos que causaban furor en esos rincones cerebrales que administran la máquina del deseo. Tres gruesos volúmenes en papel (o tres PDF) eran devorados, comentados en voz baja, recomendados, prestados, aplaudidos y se supone que también objeto de ilusiones a experimentar o de realidades a probar algún día. El título original se refería a “grados” pero aquí se tradujo como “sombras”. Y en aquel encuentro a los pies del Pedraforca o aquí en el entorno de Montserrat, lo religioso y lo erótico seguro que se pueden entender muy bien: muchas pruebas históricas y muy actuales así lo confirman. Cuerpos sudorosos que subían a Montserrat, sudores pseudoliterarios, el deseo de acabar la maratón, el deseo desenfrenado y animal hasta la extenuación, el placer del esfuerzo, el esfuerzo para llegar y provocar la duración del placer. Grados y más grados en un proceso calorífico con la relajación final.


Escaladores

Si de lo que se trataba era de una excursión inicialmente en bajada, los atletas que subían a Montserrat eran multidisciplinares: en los 42,195 km de una maratón por montaña había mucho y de todo. Bajadas y subidas sin parar hasta el punto de llegada que, a su vez, antes había sido el de salida. Pero otra especie humana y atlética se acercaba al destino prefijado: las paredes llenas de vías aptas para practicar la escalada. Escaladores y escaladoras llenos de cuerdas, arneses, cascos, mochilas e ilusión por subir, ver, disfrutar y bajar. La montaña de Montserrat como lugar de entrenamiento para aventuras mayores, como bautismo para neófitos, como aventura para no llegar a más objetivos que ser capaz de vencer a la piedra vertical, luchar contra lo escarpado, someter a los dedos de las manos y pies a la máxima tensión y demostrar que los objetivos se cumplen. Y también cuerdas, arneses, dedos y otros enseres figuran en las hazañas descritas por E.L. James que figurarían en ese lenguaje que algunas mujeres allí presentes no verbalizan porque no se atreven pero que pasean por el segundo plano de las palabras. Christian Grey escalaba otros objetivos y Anastasia Steele participaba como sujeto y víctima de ese término que ya ha pasado a ser uno de los más citados en los blogs femeninos: “follar duro”. La serie “Crepúsculo” dio lugar a muchos relatos que la recreaban de otra manera hasta llegar a este, especializado en lo que en el argot consideran una recreación de las prácticas BDSM. Subir, bajar, escalar, atar, desatar, introducir, sacar, soltar: marcas deliciosas y el placer del objetivo conseguido.


Asistencias

La etapa también sufrió contratiempos. Un ilustre poeta tuvo que ser atendido por una caída fortuita que le dejó marcas en la cara. Son esos gajes de un oficio en que por más que atiendas a todo, siempre algo te sorprende. Lo único positivo es que a él le son motivo de inspiración para creaciones literarias de gran hondura y sensibilidad poética. 
Pero la recompensa más primaria llegaba en forma de yantares, bebidas y picoteos diversos. La pausa fue en la entrada de una de las profundidades rocosas más visitadas en las cercanías de Barcelona: las cuevas del Salnitre. Un lugar con buenas vistas y una placa en homenaje a personas fallecidas víctimas de fuegos que se debían haber evitado.
Siempre está bien que la suma de las profesiones de caminantes tan diversos sirva para tocar tantas caras como tiene la vida. Como la mente es tan compleja, a menudo se notan más las atenciones profesionales del mundo de la sanidad en curaciones por problemas físicos y eso nos hace olvidar el gran valor que siempre ha tenido en este grupo la presencia de profesionales de la psiquiatría.
Cuando un psiquiatra no puede venir suele aparecer otro ocasional. Alguien reflexionaba en voz alta sobre este detalle y elucubraba sobre la salud mental del personal y cómo ésta se pretendía conservar aunque fuera sin recetas: un ilustre caminante aseguraba que sólo fuma un buen puro cuando se lo prescribe su psiquiatra, más de uno reconforta su campo visual y alimenta su sensibilidad con recreaciones gráficas que aparecen en el móvil del profesional de la salud, otro sólo besa la pantalla de su móvil si la imagen ha sido filtrada por los conocedores de las entrañas cerebrales. Incluso los mejores chistes y las carcajadas más “calientes” tienen su origen en los chascarrillos de profesionales que saben cuándo se han de decir las cosas y cómo las mejores recetas son las que no se escriben, se ríen, se corren y se caminan. Si Christian Grey escuchara esto, quizá podría alimentar su fuente de inspiración para practicar más en su sala privada de Seattle. Así, libros calificados como “el porno de mamá” aún podrían sacar más ediciones y Grey tendría más candidatas a disfrutar del lujo del dinero y a ser víctimas de su inestabilidad emocional, producida por una cruel infancia, con las prácticas de su tía incluidas. La psiquiatría también tendría mucho que decir en las hazañas de un rico acostumbrado a controlar, a mandar y a someter. Parece que hasta las más feministas se rinden a Grey y hasta tienen en buena consideración que el sexo femenino se abra cada vez más a nuevas vías de exploración con su cuerpo y con sus deseos. Como pasa en el mundo de la escalada, que cada cual administre su yo con libertad y responsabilidad.


Destinos

Collbató era un paisaje urbano sin apenas gente, con muchas enseñas de las que toca poner ahora en los balcones y algunos paseantes en bicicleta. Cruces de caminos, coches aparcados de amantes de las alturas verticales y señales que conducen al restaurante Vinyanova. Un espacio con reminiscencias neorrurales que ahora parece ser santuario de ágapes familiares cocinados “a la antigua usanza”, en un entorno con olivos, parque infantil y animales en exposición. El entorno tiene buenas vistas y el placer gastronómico debe estar servido dentro.
A partir de aquí, los destinos del personal se juntan y se separan según sea la dirección tomada. Los rodeos y la dispersión también estuvieron presentes. Como casi siempre. Labradores que empezaban a recoger las aceitunas se trasladaban en tractores, prestos a tender redes, varear, mover, coger, escoger y juntar la cosecha. Las direcciones conducían a Can Massana por los alrededores de El Bruc. Los últimos maratonianos piratas buscaban referencias del final y los caminantes seguían una senda donde se produjeron batallas y combates históricos, objeto ahora de nuevas rutas turísticas dentro del paraje de la montaña sagrada. Bicicletas en confluencias de rutas y, más allá, el final en Can Maçana. Aglomeración de vehículos aparcados en un punto de referencia para quienes iniciaban un camino, buscadores de setas que volvían con los cestos llenos a condición de que se hubieran arriesgado por zonas de difícil acceso, la vertiente de varias comarcas como el Bages, l'Anoia y el Baix Llobregat, policías vigilantes puestos por el país  para recaudar por lo que sea, maratonianos que se retiraban sin atreverse a consumar el fin y excursionistas que se dirigían a reponer fuerzas en el bar de la estación inicial de Cremallera a Montserrat.
Días después, visto el calor que producen las sombras, alguien sugirió que la próxima lectura que se proponga para el grupo sea una novela de Almudena Grandes que causó elevación de los ánimos en una época en la que el atrevimiento no estaba reñido con la buena literatura: “Las Edades de Lulú”. O cualquiera de la colección de "La sonrisa Vertical". 
Si los grados no se disipan, habrá que mantener el cuerpo a una temperatura constante, y bien está recurrir a esa gran medicina que es la literatura.