viernes, 18 de enero de 2008

Quinta etapa del GR 1, entre Oix i Sant Pau de Segúries

La alta Garrotxa, con un interés muy natural



GRmanas y GRmanos:


De cómo un espacio de alto valor natural responde al cartel – Sobre disfunciones momentáneas de órganos diversos - de la alta Garrotxa a la Terra Baixa – sobre turismo nocturno por La Maurina – sobre la cuesta de enero, muy en subida – del lujo de pisar charcos –sobre marineros de tierra adentro - sobre simulacros de comidas vigiladas por uniformes – de remedios femeninos para males masculinos.


El nuevo año, además de tantos deseos, ilusiones y proyectos, sorprendió a los caminantes recién subidos al autocar, con una visita nocturna para descubrir las interioridades de La Maurina, cual turistas ojeando Las Ramblas de Barcelona en autobús al uso. Los principios sirvieron para demostrar el valor del rodear frente a la inmediatez de la línea recta. Dos vueltas al barrio, observación de aquel colegio que dirigió tan ilustre formador de generaciones, ajustes para caber por las calles y llegada a la segunda parada. GRMANIA no tenía nada que ver con que la empresa se hubiera dividido, que los autocares ahora aumentaran el patrimonio de la compañía fuerte de Terrassa y que la agencia con la que tratamos siguiera siendo nuestro único punto de referencia. Pero podremos seguir disfrutando del tacto y amenidad de quien nos conduce.

Disfunciones corporales diversas

“La percepción de la realidad es la realidad”, dice un aforismo del mundo de la economía. Y la de GRMANIA es diversa desde el punto de vista corpóreo. 2008, el DNI y los fríos invernales parece que se han juntado y han aglutinado pasajeras disfunciones en los cuerpos: resfriados diversos, posoperatorios renales, espolones, intensas gripes, esquirlas puntiagudas, etc. El campo es diverso pero esperanzador. Esperamos que todos los procesos sean satisfactorios y que las funciones hagan a los miembros. No tocó la lotería pero que no decaiga la salud.

Espacios de alto valor natural

Así rezaban diversos carteles distribuidos por un lujo de subcomarca que muchos descubrimos: la alta Garrotxa. Las mentes despiertas de caminantes curtidos admiraban las grandes masas forestales aún casi vírgenes, los hayedos que permanecen en el anonimato de la gran masa pateadora de aceras, pinos rojos, extensiones de árboles de hoja caduca o perenne que permitían ver el horizonte y descubrir una realidad natural por capas: cerca, el bosque y animales diversos de los de verdad; más allá, más de lo mismo y, aún más lejos todavía, la claridad del día permitía contrastar el color de la nieve con el gris de la naturaleza adormecida, el verde apagado del fondo con el marrón de tanta hoja seca a los pies, la luz del sol de invierno con la luminosidad del fondo nevado.
Oix, a 410 metros, enseñó el centro de un pequeño pueblo del que partía la etapa. El camino hoy era exigente y representaba un continuo calentamiento muscular para afrontar en forma la cota máxima, 910 metros. 500 metros de desnivel que ponían a prueba al personal, procedente de las voracidades navideñas.

Ermitas, animales y almuerzos de los de verdad

El coll de Toralles, a 615 metros, ya significó cierto consumo de reservas caloríficas, por lo que se procedió a la búsqueda de una buena zona para el avituallamiento sólido y líquido. Antes el camino enseñó vacas de las auténticas, no de las fijas y pintadas; caballos para carne y algunas aves de gran envergadura que merodeaban a cierta altura. Un paisaje para vivir la soledad y para pasar con un GR. Y para desayunar con tranquilidad, al sol y al lado de una ermita, la de Sant Martí de Toralles, del año 977, románica y abierta a las visitas. Al lado, la pareja cuidadora de la casa y de los terrenos de un propietario valenciano, amables y acogedores, procedentes de Palau de Plegamans. Al parecer, el amo pensó venir desde Valencia tres o cuatro veces al año. Pero ahora, la zona le cautiva tanto que cada mes aparece por aquí.

San Isidro, expectante

El camino, lleno de bifurcaciones, siguió tensando ahora el almuerzo. Poco a poco el paisaje se abría con la altura. En el coll de Toralloles, a 735 metros, apareció la imagen el patrón de los labradores (excepto en Cataluña, que dicen que es Sant Galderic) y patrón también de Madrid. En una pequeña hornacina, el santo debía darse cuenta de los entornos que le rodeaban: desde el alto sólo se veía un camino al fondo que conducía a dos masías, todo era una tupida masa forestal y aquella nieve que iluminaba aún más la perspectiva del horizonte. El camino era estrecho y resbaladizo.

El encanto del agua

Hacía tiempo que no había posibilidad de sortear charcos de agua. No había forma de llenarse las zapatillas de barro. Era difícil ponerse en alerta porque la suela del calzado no te sorprendía con piedras que resbalaban. Los pantalones no podían disfrutar con las ocasionales salpicaduras de barro. Pero hoy sí. Hasta una parada técnica para juntar el grupo se hizo al lado de una laguna en el camino. Parecía como si fuera algo recuperado después de tantos días sin lluvia. Un símbolo de ese agua tan publicitada con aquello de que para tenerla hay que cerrar el grifo. Allí, al lado del hostal de la vall del Bac se recuperó la palabra “retrete”. No porque varias personas aprovecharan la parada y fueran a usarlo de forma real e imaginaria al mismo tiempo, sino porque nuestros pupilos más pequeños hoy hacen mejor sus necesidades si son capaces de identificar en el símbolo de la puerta que les toca las letras W.C. Una vez hechas las evacuaciones y recuperado el grupo en su integridad, la partida no nos podía hacer imaginar que pronto unos animales se pondrían a nuestra altura.

Sorpresas rurales inesperadas

Pocas casas y algunos animales. Y, de entre todos, nuestra especie. “Ponte a su lado que os hago una foto a los dos burros juntos”, era la irónica invitación que nuestro webmaster hacía a algunos distinguidos a ser retratados con la raza autóctona: el guarà. Al lado de la ermita de la Mare de Deu dels Àngels de Llongarriu había machos, hembras y crías. Parecían de uso turístico, objeto de decoración de fotos con detalles del lugar, de ésas que indican “yo también estuve allí”. Los animales formaban parte de un entorno rural en proceso de reconstrucción. El edificio que remodelaban se asemejaba a esos de descanso en el campo, muy apto para que los modernos profesionales del ordenador para enseñar (ya no tiza) puedan algún día hacer una cura de desintoxicación educativa. Por ejemplo ellos u otras profesiones también. Espacios donde el tiempo funciona de otra manera, donde esperar cuenta menos que si fueras un pasajero de los trenes de cercanías (¿qué son cuarenta minutos de espera comparado con toda la eternidad?, que dijo el futuro abuelo a quien se quejaba de sus minutos desperdiciados hace unos días ante unas vías desiertas de trenes de cercanías).
Pero el campo también se adapta a los nuevos tiempos. No sólo con vehículos de tracción total. ¿Qué hacía él con un artilugio lleno de antenas al lado del camino? Era un habitante de la zona que había desplegado modernas tecnologías de captación de ondas. Buscaba a sus perros, perdidos pero marcados con un chip cuyas ondas captaba dicho aparato. O sea, las TIC al servicio del labrador.

La cuesta de enero, muy en subida

Los planos en formato papel avisaban que pronto se producirían sorpresas. Había que cubrir un desnivel significativo, inhabitual desde hace bastantes etapas. 200 metros en poco trozo. Ante esta sorpresa, qué coincidencia pero hubo un grupo que se despistó por la carretera y llegaron descansados al final de la etapa. De hecho los servicios jurídicos amenazaron con incoarles un expediente administrativo por abusar del asfalto y no sudar la cuesta de enero. Después de los tres cuartos de hora de espera por si se retractaban de su despiste y volvían al punto inicial, el grupo acometió el reto final. La bajada al torrente pronto fue adoptando suave posicionamiento en ascenso. Mientras esto ocurría, la senda estaba franqueada por paredes verticales a modo de balcones no aptos para el vértigo. El pronunciado desnivel recordó otros tiempos en que aquéllas sí que eran subidas. Ésta era una auténtica cuesta de enero, con sudor y esfuerzo para llegar al final (también del mes). Una subida a prueba de turrones acumulados e hígados castigados. Una vez arriba, la carretera y los indicadores simbolizaban que el final estaba cerca. A lo lejos, Sant Pau de Segúries, el grupo despistado y la leyenda del marinero por estos pagos. Ese personaje que para que no lo conocieran en la costa se fue al interior y acabó en este pueblo, un lugar del que arranca también una vía romana digna de recorrerse. Y el Costa Bona a lo lejos, marcando formas envueltas en una gran capa blanca.

La comida, en cueva vigilada

La parada en el restaurante y camping Els Roures pasará a la historia por su decorado y por su expectante compañía. Además de las cuatro personas nuevas que acompañaron al grupo, el marco del lugar se asemejaba a una cueva con el techo formado por una bóveda de ladrillos. Parecía una de aquellas comidas que se hacían para celebrar alguna reunión conspiradora contra otro Régimen. Pero ni contra aquello ni contra lo de hoy. Además, ¿quién sería el que levantara la voz o dijera según qué consignas si al lado había cuatro representantes de la seguridad nacional catalana que comían con agua?. Nunca hasta hoy GRMANIA ha comido con tanta y tan latente vigilancia, aunque no tuvieron que llamar al orden (establecido) a nadie. Una seguridad que pronto levantó el vuelo y dejó que quien hará de Tomàs “L’Ermità” en Terra Baixa estimulara el ánimo del sector femenino. Pronto se habló de “lagartonas”, se recordó a una moza que desconoce en su calendario el pasado uno de enero a causa de una indisposición muy espumosa. O se sugirió el nuevo uniforme del cobrador del GR: con tanga por encima de las mesas.

Calores curativos de vuelta

Los cristales del autocar pronto se empañaron por dentro. El calor humano del interior fue a parar a los cristales. Y más cuando los ánimos se caldearon ante posibles formas de curar a algún GRMANO ausente. Cierto sector femenino se brindó a darle con suavidad y cariño masajes (empezando por el pecho) con uno de esos compuestos que exigen “contacto con tacto”. Menos mal que los sueños, sueños son y la siesta se apoderó de bastante personal.

La primera etapa del año presentó en sociedad un GR que cambia de proporciones y que implica más esfuerzo, otros retos pero sin llegar al miedo. Aunque bien está para otras empresas vitales atender lo que hace poco dijo en una entrevista la más famosa arquitecta del mundo, la iraquí Zaha Hadid:

“Si no te comes el miedo, no consigues nada”


Evaristo
Terrassa, 18 de enero de 2008

http://afondonatural.blogspot.com

domingo, 6 de enero de 2008

Cuarta etapa del GR 1, entre Besalú y Oix

Cuando lo que calienta no es el sol



GRmanas y GRmanos:


De cómo algunas partes del autocar pueden calentar (se) – sobre la aplicación literal del deseo de buena suerte en el teatro –– acerca de animales fijos - sobre curiosas y falsas etimologías – de cómo un nuevo aceite afrodisíaco femenino se fabricaba allí al lado – de cómo el Homo kleenex tendrá un gran futuro- sobre cómo lo sagrado puede convivir con intentos de destapes masculinos.

“Me gustar formar parte de este grupo”, dijo una mente femenina al acabar la comida en Ca La Nàsia, se supone que en un seguro ataque de sinceridad. No deja de ser una reflexión en voz alta que incumbe a todos. Claro que el marco sí que era incomparable, y la lejana y, personalmente, muy querida Ribera del Duero ayudó mucho a desinhibir mentes y crear otros ambientes, entre copos de nieve, canciones navideñas y buena compañía.
La Navidad se acercaba…entre el tintineo de las cajas de cava que se cargaban en la parada uno. ¿Qué hubiera pasado si quien las llevaba en el coche hubiera sido detenida en un control policial de alcoholemia que tuvo que sortear antes de subir al autobús? Después de tantas cajas, el torrente humano casi llenó todas las plazas. Casi, pues aún hubo bajas a última hora. Después de los nervios pasados en días anteriores por una persona de más que debía caber en algún sitio, al final hubo una de menos.

Sobre autocares y pilotos

En realidad es todo un monumento andante, por mucha web que autoanuncie detrás. Con estos vehículos y con un GPS humano al volante, que alguien entronca con el más profundo Pedro Almodóvar, no hubo problemas en llegar hasta Besalú, a 150 metros sobre el nivel del mar. Allí donde el polvo inundaba las mesas del restaurante de la etapa anterior, allí mismo la puerta del portaequipajes no se abría. Estaba fría, decía el amo. Necesitaba calor, no ese fuerte de efecto o patada que obra milagros. Alguien apuntaba que una micción masculina con chorro tipo surtidor ascendente sería “el mecánico ideal”, Pero el frío acartona, encoge y enfoca mucho más abajo de lo habitual. Al final, el frotamiento continuado con posterior distensión de las gomas dejó coger el equipaje. Y ponerse gorros, buffs, bragas, gorras, como si de sospechosos rufianes se tratara. Un aspecto muy apropiado para franquear aquella torre del puente de Besalú, ahora despejada de su colorido hábito anterior en la torre principal. Y ver al fondo una enorme bandera autóctona, mientras las medievales calles observaban el paso de contemporáneos senderistas.

¡Mucha mierda!

A nuestro actor, cantante y guitarrista siempre le deseamos eso y más en sus bolos y representaciones varias. Sin embargo, la salida de Besalú mostró un camino difícil de encontrar en algunas zonas, con sospechosos papeles no de blanco inmaculado. No es que la cultura estuviera por los suelos, los retortijones intestinales provocan a veces intempestivos adornos en zonas por donde alguien puede pasar alguna vez. La frase del deseo de la buena suerte en el teatro era literalmente sorteada hasta que todo se despejó, la autovía se franqueó y el bosque caducifolio permitió arrastrar los pies por el suelo. El piso lleno de hojas secas permite experimentar pisadas esponjosas, oír el crek crek de esa materia orgánica que pronto alimentará el sotobosque. Pasar pequeños puentes formados por dos tablas. Andar por entre árboles de hoja perenne como si dentro de un túnel se tratara. Ver casi el principio del invierno en un amplio valle volcánico. Y hacer ganas de desayunar.

Animales fijos

Cara al sol que casi no calienta, los condumios fueron pasando en uno de los días más cortos del año, aunque ese sábado fuera el primer día en que las tardes empezaban a alargarse, si bien el día seguía acortándose por las mañanas.
Las energías se iban a gastar en dos posteriores subidas en medio de capas de esa helada que se juntaría con la del día siguiente. Por el camino, pocos animales. Algunos perros y otros que seguro que iban a estar día y noche fuera. Vacas de colores como si formaran parte de una composición gráfica en un entorno con una casa que aparentaba de alto postín. Unos mastines parecía que merodeaban por el entorno como si su labor de posible vigilancia no les diera demasiado trabajo. Para entretenerse, el ganado vacuno fijo les permitía ladrar con cierta furia y acercarse a caminantes matutinos. Todo era fotogénico, hermoso, colorista, un cuadro de esos de la Escuela de Olot.

Un pueblo con afrodisíacos

El camino también se acercaba al asfalto, a fábricas de sillas, a masías, pajares, segundas residencias y a pueblos. Como el de Tortellà, a 275 metros. Curioso nombre que sirvió para que alguien, de forma inocente, quisiera relacionar este nombre con el del tortell. Y preguntaba si aquí habría algún monumento al supuesto origen de este dominical postre. No apareció en nuestro camino, aunque sí dos tió pintados en dos enormes troncos al lado de la iglesia.
Y…, más allá…
Tortellà es un referente en el mundo del actual perfume artesanal de Cataluña. Gratos recuerdos aquellos de hace veinte años, cuando alguien aún se acuerda que casi vio nacer en Can Duran el origen del Taller de Alquimia, (observad el vídeo de presentación de la web).
Muchos aromas, esencias sacadas de tantas plantas de La Garrotxa, donde Idili Lizcano ha creado una industria artesanal con una nueva idea para el regalo de calidad. No hace mucho, en este pueblo por donde pasamos, el Taller de Alquimia puso a la venta unidades de “un aceite afrodisíaco para mujeres”: (textual en http://www.vilaweb.cat/www/elpunt/noticia?p_idcmp=2408061
“L'anomenat Sensuality Body Nectar Woman és un producte que té per objectiu «millorar l'energia femenina i optimitzar al màxim les relacions sexuals»”.

Hacia el Homo kleenex

Después de Tortellà, el camino sigue hasta pasar por el puente románico que permite cruzar el río Llierca. La reliquia del puente ralentizó un grupo que debía encarar algo más distanciados la primera subida, hasta hollar el Oratori de Sant Roc, a 430 metros. La zona estaba vigilada por unos cazadores de liebres, tres escopetas que, a falta de objetivos, buscaban uno de sus perros que, perdido, aún “no había sido cazado”.
La bajada permitió afrontar después la última subida, el coll Palomares, de 615 metros. Un lugar con límites: a un lado Francia, al otro Cataluña y al fondo…Oix. El reglamento obligaba a esperar y se supone que hablar. La blanca helada aún permitió que algunas neuronas produjeran observaciones propias de sesudos analistas. Como esa nueva especie cada vez más abundante bautizada allí mismo como “Homo Kleenex”: a los hombres poco a poco se les pronostica un futuro de usar y… A caminar hasta donde el final de la senda que baja y e lleva hasta la entrada de un pueblo con gruesos trozos de hielo que flotaban encima de unos bidones de agua. Un símbolo del intenso frío que acompañó hasta el final. Bueno, para entrar en calor, qué mejor que sortear la sospechosa oscuridad, las inciertas nubes negras y refugiarse en La Vall de Bianya, en Lloc-Alou.

Comida, nieve y adéus

Una gran y alargada mesa simbolizaba GRMANIA, con o sin pajaritas y camisas blancas, andando o convalecientes, amigos de la amiga, compañeros y conocidos. El ágape fue abundante, mezcla de productos de diversos orígenes, un toque diferencial para cerrar un año más antes de Navidad. Ca la Nàsia significó un encuentro, una comida y uno de esos marcos ambientales de difícil repetición. Un techo con vigas de madera; calor humano; oscuridad exterior, agua, viento, aguanieve y nieve; buenos alimentos; vinos, cavas y moscateles; regalos y sorpresas, canciones.
Y curiosas anécdotas entre copa y copa de vino Ribera del Duero, de Haza, Burgos, 2006. Toca villancicos. Mientras unos cantan “…y mira cómo beben los peces en el río…”, al otro extremo de la mesa alguien inicia sesión de despelote con sombrero puesto. Se regodea, focaliza la atención particular en el punto concreto, suelta la hebilla y dice que debe parar donde empieza lo negro (la prenda interior también era negra; la camisa, blanca).
Tocan detalles como el ya manido de las lenguas de las canciones.
Algunas personas del restaurante fruncen el ceño y sugieren cantar sólo en la lengua de Pompeu Fabra. Cuando se cumplen sus deseos ponen cara de globalización entendida a su manera.
No obstante, felicitarles por su servicio y especialidades culinarias. Si bien a algunos de ellos se les atragantaba la lengua de Cervantes cantada, los comensales agradecían su amplitud de miras: vino de Ribera del Duero, cabrito (para nada ¡qué cabrón!) y otra especialidad no degustada esta vez, el “chuletón” (las comillas son de su tarjeta de la puerta: tal cual, sin posible traducción). Copas dentro y grandes copos fuera.
Ya en el autocar alguien con buena temperatura interior transmitió sus pensamientos a alguna pieza del asiento. Juega a subir y bajar el apoyabrazos del objeto en cuestión, con ímpetu y gran impulso de subida. Se imagina otros calores y cualquier pieza intenta imitar al original.
Un año más y van… El cierre de un tiempo que se abrirá a otras ideas, otras vivencias y posibles novedades. De momento estamos aquí, rodeados de lo de cada año por esta consumista época navideña. Quizá sea un buen momento para recordar lo que un psicólogo japonés de una gran multinacional les dice a los empleados:

“Todo lo que no hace falta, sobra”


Que 2008 os sea leve.

Evaristo
Terrassa, 19 de diciembre de 2007