sábado, 15 de noviembre de 2008

Etapa 12 del antiguo GR1, entre La Vall D'Ora y la Llosa del Cavall




Sin riesgo no hay aventura



GRMANAS Y GRMANOS


Hay etapas y etapas en GRMANIA. Si bien cada una tiene sus particularidades, la que nos concierne estuvo llena de esas habilidades y competencias que hoy se les ofrece a los directivos de empresa. Además, pagan una fortuna por el paquete completo. Aquí no. Por 20 euros, quien asistió a la última etapa efectuó parecidas prácticas a las que una afamada web ofrece a ejecutivos agresivos en período de desintoxicación laboral: el outdoor training.
Veamos cómo es más rentable ir a un GR que no a una de ésas de “entrenamiento psicológico” bautizadas con el apelativo de “sin riesgo no hay aventura”

Traslados

Es la desconexión total, el cambio de costumbres, el vestirse con nuevos hábitos. Un día a la semana se abandonan las pudorosas vestimentas, tantos ajustes y vestidos que aprietan las carnes. El cuerpo se entrega al placer de la mochila bien repleta, las ropas holgadas y los ademanes poco ortodoxos. Aquéllos olvidan las corbatas y sus “emidio tucci” o similares. Les montan en un transporte diferente al vehículo habitual de aros, con jaguar o muy estrellados en su parrilla frontal. A nosotros, un anillado conductor nos somete a un batido de coco, al crujir de huesos y a ácaros diversos. La aventura ya es sentarse y olvidarse de dónde se apoya uno. Puede que a la larga sea un deporte de riesgo observar cómo en un asiento trasero un agujero parece una caverna, donde se desconocen los habitantes de sus profundidades. Cada etapa se observa cómo la cavidad del tapizado se agranda. Los efectos colaterales en el entorno ya veremos cómo evolucionan. Pero el desgaste, los desgarros y los boquetes se llegarán a convertir en todo un centro de recursos (no pedagógicos). Con estos principios muy consolidados extraña que estos atropos rodantes pasen la ITV, aunque sean un material rodante muy idóneo para poner el cuerpo a tono para la multiaventura.

Jefes

A aquellos ejecutivos les dicen en sus desconexiones aventureras que se olvidarán de los jefes y que trabajarán competencias y habilidades como la comunicación, el trabajo en equipo, la organización, la planificación, la estrategia y el liderazgo. Tanto objetivo sirve para justificar los altos precios de las minutas de la empresa organizadora. En los GR, todo es más barato y encima aderezado con risas, bromas y mucho humor. Ellos dicen olvidar al jefe pero en esta etapa el que manda tomó las riendas y se puso en primera fila nada más empezar a caminar. Sonaba raro verle dando zancadas rápidas para situarse en cabeza. Parecía ir al revés que esos cursos de desintoxicación de alto standing. Como iba por una zona sin marcas, el personal dudaba de su cometido en voz alta, lo que le obligó a proclamar a los cuatro vientos: “¡Voy a empezar a imponerme!” (léase con tono enérgico y voz impostada). Incluso, como su sabiduría abarca ya hasta la lengua árabe, lo remató: “Voy a insultar en moro”. Por tanto, ya se sabe quién manda.

Mejoras humanas

Después se supo que quien manda destapó sus habilidades de liderazgo para conducir al grupo mejor, sin pérdidas. O sea, detrás de sus órdenes estaba trabajando el compañerismo y la buena conducción del grupo hacia el final. Bien orientado el conjunto, él se retiró a sus posiciones habituales. Aquella etapa prometía. La ausencia de marcas, borradas de un GR ya antiguo, se completaba con el laborioso y excelente trabajo de quien pasa muchas horas acariciando al GPS y llenándolo de buenas informaciones. Otra enseñanza aventurera: aprecia el trabajo de todos porque, como se dice en Terrassa: “tothom suma”. El camino ascendía de manera continuada, dibujando los contornos de un hermoso valle surcado por uno de los ríos de aguas más claras del Prepirineo; la vall d'Ora. Aparecían algunos letreros que simulaban ser un juego de pistas o de doble significado: “A Busa per l'escala”. Quien ignoraba el detalle final interpretaba que había escaleras de piedra, con suave subida hasta el final. En muchos momentos quizá la ignorancia bien llevada alivia las sorpresas venideras. Hasta hay quien opina que se vive más feliz entre más ignorante se es.
La subida por la empinada senda dejaba ver el otoño y los desgastes de la roca, cárcavas incluidas. Un buen momento para que alguien descubriera una habilidad que se cotiza al alza: ella decía que impartía clases en las que había visto mejorar a los hombres. Tal cual. Este sexo débil salía fortalecido una vez que le habían llegado hasta el alma tantas enseñanzas de ella. La promoción de tales destrezas causó revuelo y alguien se ofreció a inscribirse en la lista de espera con un objetivo muy noble: quería que al salir de allí las mujeres le miraran, no sólo le vieran. La moza en cuestión sería una buena formadora de ejecutivos agresivos.
Poco a poco la primera prueba se acercaba

Escaleras y brochetas

Por algún sitio tenía que estar Busa. Pronto se despejó la incógnita. Busa estaba allá arriba. Y para llegar había que escalar. Una moza muy rodada por estos parajes se sorprendió al ver cómo el hierro había acondicionado mejor la casi vertical subida. Antes el reto era más aventurero. Ahora se trataba de subir en fila. La adrenalina se disparó ante el ascenso muy pronunciado.
Desde abajo el espectáculo era trasero: sólo se veían posaderas en progresión subida. Comentarios, sucedáneos de gritos, bromas. Era la catarsis que provoca la descarga de las tensiones semanales. Tal deporte de aventura disparó la riqueza cultural de quien sabe de todo. Viendo el panorama sugirió que, si otra vez se presenta una escalera de este tipo, que las mujeres procedan a ataviarse con falda plisada corta y los hombres con falda escocesa, libres los bajos a los balanceos propios de la fuerza de la gravedad. Se imaginaba tamaña escena. Pero pronto subió y asomó su cabeza en la zona alta. Casi nadie sabía cuál era su oculta misión al observar en posición visual de picado la ascensión.
Mientras, tres grmanos por poco se convierten en pincho moruno o brocheta. Un bastón se soltó y bajó disparado por la escalera. Casi quedan engarzados como si de alimento para una barbacoa se tratase. Ya arriba, todos contemplaron el paisaje natural en el que sobresalía un trapo artificial colgado de un mástil, algo que afeaba el balcón natural. Aunque, para quien lo puso, el valor del entorno debía residir en el símbolo.
Cuando la última persona subió, el que miraba hacia abajo en lo alto de la escalera se retiró. Después se supo que no estaba allí para publicitar aún más su cara. Observaba cómo subía el personal y estaba preparado por si alguien quedaba bloqueado por el miedo o el vértigo. Si esto hubiera ocurrido, disponía de un recorrido alternativo para facilitar su subida. Por tanto, he aquí otro de los valores de las salidas ejecutivas en plan multiaventura, gratis en un GR.


Almuerzos y petacas

Después de atravesar un campo lleno de ganado vacuno en el Pla de Busa, tocaba el desayuno. La aventura rural ya se sabe: no hay sillas, posible suelo mojado, no poyetes, piedras puntiagudas, charcos de agua, no mesas ni vasos ni cubiertos. Ambiente ganadero, boñigas diversas, olores a reses. Se formaron dos grupos a ambos lados del camino, separados pro charcos diversos. Las habituales botas estuvieron acompañadas por otra con vino de la Terra Alta. Alguna parece que se prodiga mucho en el chorro y echa tanto que no da tiempo a tragar. Pero no sólo se habló de vino. Un ilustre habló largo y tendido de la leche materna. Sabía tanto que hasta informó de los últimos avances a quien hace tiempo que no toca ni el líquido ni quizá la fuente del líquido. Hablaba de la técnica de la congelación de la leche, citaba la fabricación de yogures y otros preparados lácteos. Como se ve, la ciencia de la teta también avanza. Alguien se movía entre las aguas del camino, atentamente observado por ella. Temía que “se marraneara”: pudiera caer por un resbalón y volviera a casa algo desmejorado en su estética. La cosa no llegó a mayores. Aunque, cuando apareció una petaca llena de licor, hubo muchas degustaciones y más verborrea. El dueño dijo que el líquido del interior era añejo, de calidad. El asegurado éxito del brebaje no eclipsó a la competencia. “El whisky hippy” también se acabó. Y ya van dos petacas. Como dos fueron los cilindrines que se incineraron por sendas personas que aspiraban el humo, fruto de la combustión.
Dicho lo cual, la visita de “ferrero rocher” completó el buen sabor de boca para proseguir la aventura.
Aún quedaba mucho por venir.

Prisiones

A aquellos ejecutivos les aseguran emociones fuertes y les convencen de que volverán diferentes. En los Gr se vuelve de forma emocionada por todo y a precio de saldo. Circular por caminos sin marcas, con reses cornudas y hacia una prisión debe significar una desconexión total con la urbe. Todo se completaba con las vistas de la vall de Lord, de Port del Compte, de la forma de barco del promontorio en que se asienta el santuario de Lord, Sant Llorenç de Morunys,el Cadí, el escondido Pedraforca y la sierra de Guixers. Y eso que no se veían aún las impresionantes jaulas en las que los alemanes crían halcones para vendérselos a los adinerados jeques árabes. En Canalda están, aconpañados de polémica ecologista y de mucho dinero.
Ahora tocaba descubrir.
La prisión del Capolatell impresionó con sus riscos y paredes verticales. Hubo recuerdos para estas barbaridades guerreras, foto de grupo en lo alto y buenos deseos por parte de una señora ajena a GRMANIA que allí estaba. Soñó en alto y le dijo a este escriba que le gustaría pasar unas jornadas allí con buen yantar, buen beber y dejó entender que buen folgar con un aguerrido mozo (aseguro que el sujeto soñado no era éste que teclea). Quizá sería para compensar las miserias de quienes sufrieron la más vil inhumanidad de sus semejantes.



Llanuras y desorientaciones

De vuelta a la zona llana de Busa, el paisaje lo formaba un terreno ondulado con repoblaciones forestales, antiguos establos desocupados con sus inquilinas en los prados de enfrente (sobre una vaca con los cuernos caídos alguien hizo otra lectura: se les habían desatornillado) y una gran masía con la chimenea humeante mientras la señora buscaba más madera en el exterior. Se desconocen los motivos pero la gran abertura del primer piso en forma de arco, orientada al sol poniente, estaba tapada con ladrillos. A saber los motivos a tal atentado a la arquitectura tradicional.
En medio de todo, un letrero ocupó las miradas de una parte del personal. Se quería buscar el rumbo en medio de Busa. Las elucubraciones no parecían tener en cuenta la gran labor de quien tenía muy bien amaestrado el GPS, con muchas horas laborales invertidas a fondo perdido. Se debatía la dirección cuando ésta ya la definía el susodicho aparato y la ilustre moza que ya había hecho el camino. Pero no. La opción fue seguir husmeando casi hasta llegar al Coll d'Arques. Allí se acabó de reconocer que la sabiduría para la orientación no estaba en una pareja de buscadores de setas sino en el mismo grupo. Vuelta atrás y suave descenso por en medio de un impresionante bosque de pino rojo. Espectacular su altiva pose, la limpieza del sotobosque, la suavidad de la pradera y el dulce trotar con placidez hacia el camino de bajada.

Los miembros y la “miembra

No era un camino muy transitado, excepto por la industria de la madera. El perfume del pino era natural, no como los sucedáneos envasados para envolver el suelo de tu hogar de una fragancia silvestre demasiado artificial. Una aventura el bajar a trote rápido, con los riscos del Capolatell a la derecha. La perspectiva de la roca magnificaba los sufrimientos anteriores y los supuestos placeres imaginados por la señora allá en lo alto.
No había señales, sólo ganas de llegar al autobús.
El GPS perdía los satélites de vez en cuando. Sin marcas, sin artefactos, sin chismes, la bajada podía ser a tumba abierta hacia el pantano de la Llosa del Cavall. El camino no quedaba claro, aunque también aquí se contaba con la experiencia de caminantes que ya habían dejado sus huellas antes. De todas formas, una avanzadilla se adentró por entre zarzas, gatosas y otras especies con pinchos. Pronto se encontraron con una pared vertical. Pero dos miembros fueron muy intrépidos, se jugaron la hipotética y futura pensión de jubilados y dejaron que sus cuerpos se deslizaran hacia abajo. Y, la heroína por el otro lado, fue una destacada “miembra” cuyo sexto sentido no sólo le funciona debajo del agua. Condujo bien al personal, apoyada después por los conocedores del terreno. Todo ello coordinado también con el contacto telefónico. Ese ya casi imprescindible apéndice ttecnológico an bien manejado por ejecutivos agresivos sirvió aquí para componer una escena cierta: el chófer abajo con su teléfono móvil en vivo y en directo. Miraba para arriba y veía humanos moviéndose por doquier. Él le transmitía instrucciones al jefe de la expedición sobre por dónde bajar y cómo conseguir el objetivo final.
Mientras, se corrió la voz de que alguien se había perdido. Multiaventura total. Despliegue de sistemas de seguridad. Los pitos para toques de emergencia salen de su guarida. Señales de alerta. Se oye cierto conato de concierto a pitido limpio. Una moza manifestó en voz alta que ella había metido el pito de un GRmano en la boca, pero que antes lo había lavado bien. La higiene, hasta el final, aunque fuera para motivos tan loables como encontrar al perdido. Al final, sanos y salvos, el útero materno en forma de trasto con motor acogió a quienes sólo tenían ganas de comer, abrevar y sestear. La etapa había acabado pero no las aventuras.

Comidas

Tanta sorpresa en un recorrido sin marcas había consolidado eso que venden a los ejecutivos para desestresarse: hubo confianza para buscar cooperación y complementación entre miembros y “miembras”, lo de delegar responsabilidades se ejerce bastante bien, igual que motivar a los Grmanos y Grmanas en compromisos. Y no hablemos del fomento de la comunicación o de mejorar la reacción de sagacidad en ingenio ante situaciones de presión y cambio. La etapa de hoy era un claro ejemplo.
No obstante, aún quedaba por encontrar un garito de carretera para abrevar. No fue tarea fácil a aquellas tardías horas. El sitio elegido debía poner a prueba la salida hasta el final. El moderno dueño dijo que acogía al grupo pero no dentro. Una caja de cerveza y a comer al lado de la perrera, sentados en unos bancos, en una pared o en el suelo, ante la atenta mirada de un malencarado perro. Era la última prueba del día. Sin riesgo a comer y beber al raso no hay aventura. Las caras fueron diversas: muecas de desencanto por parte de algunos y aceptación de la aventura hasta el final por parte de muchos. Este capítulo debía puntuar demasiado en la nota final. Conformados a la fuerza por las circunstancias, el no hay más remedio se transformó en alegría cuando el bar abrió una zona lateral donde acomodarse mejor. Las cosas cambiaron. Y más que lo harán si las participaciones de la lotería de grupo, normalizada lingüísticamente hablando, van más allá que la simple estética.

Para acabar

El difícil reto llegaba al final. Pocas etapas como ésta, sin necesidad a recurrir a esos lemas de captación de directivos ávidos de emociones fuertes, del tipo de“entrenamiento psicológico en medio de paisajes imponentes y desafiantes”. Los adornos para la desintoxicación carecen de sentido cuando el rodaje de tantos años pateando GR confirman que no hay que pagar tanto para tener casi todo lo necesario a tu alcance.

Y este escriba ya se calla apelando a un proverbio árabe:

“No parlis si el que vols dir
no és més bonic que el silenci”

Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 13 de noviembre de 2008

domingo, 9 de noviembre de 2008

Etapa 11 del GR1, entre L'Espunyola i la Vall D'Ora




Cuando la impresión es la belleza


GRMANAS Y GRMANOS


Hace tiempo que no pasaba pero ocurrió. Mientras la lista de fijos y provisionales en GRMANIA tiende a aumentar, la presencia y asistencia a esta etapa rozó números desconocidos. Bajo mínimos en un tiempo otoñal, con la belleza rozando los sentidos. Quien tiene sus neuronas al máximo rendimiento (no será este plumilla) tiraba de anales y de disco duro para retroceder en el tiempo y hallar aquella salida. Pero tampoco la recordó. No obstante, las ausencias se perdieron impresiones puntuales muy bien fotografiadas en las retinas individuales. Hacía tiempo que no había tantos colores, tantos matices, tantas continuas subidas y bajadas, tanta perspectiva del Prepirineo por un lado y del Solsonès y el Berguedà por el otro.


La incógnita

Suscitaron muchos comentarios las ausencias. Incluso los hubo que situaron en su GPS mental la posición de quienes físicamente se dedicaban a otros menesteres en aquel uso horario. En tierras asiáticas había una enviada; a otros se les imaginaba delante del espejo, acicalándose a fondo, haciendo filigranas para acertar con el nudo de la corbata para celebraciones de alto copete o colocando la pluma del sombrero en erecta posición; había quienes estaban convalecientes o dedicados a asuntos laborales diversos. Un ilustre indicó que su mujer “estaba pinchada”, motivo por el cual no vino. Él se presentó en el autocar con el perfil de la etapa en papel, tan ennegrecido que impresionaba antes de comenzar. También hubo un grupo no hermético, pero sí reservado, que dedicó bastantes minutos a profundizar en una nueva palabra que aumentaría su diccionario personal. Dicho término vino suscitado por alguna notable ausencia.

Pistas

A lo largo de esta epístola irán apareciendo pistas para descubrir no a la persona pero sí al término conceptual. Si cada etapa es un pozo (de ciencia, de sudores, de técnica, de confusiones o de resbalones) en ésta ese círculo no reservado habló de tal vocablo. Para encontrarlo, las pistas serán palabras subrayadas. ¿Quién lo descubrirá?

Túneles

Como siempre, las tertulias viajeras dependían de la situación de cada sector en el armatoste con motor y ruedas conducido por “el señor de los anillos”. Las antenas recogen ondas pero no descifran todos los mensajes, quizá debido a las interferencias acústicas o a futuras necesidades de sonotones. Donde más ruido se concentra, atrás, se apreciaban más los estados previos a la somnolencia que supuestos discursos inteligibles. La crónica viajera se centraba en tejer una relación entre los gritos y modales educativos de las monitoras de comedores escolares con lo que debe querer decir la educación, versión nueva LOE. También alguien apuntaba una curiosa apreciación educativa. Como su centro escolar estaba al lado de la vía del tren, su equipo estadístico había anotado que una clase es igual al paso de cinco trenes. O sea, la educación física era un ejercicio sonoro: a más traqueteo ferroviario, más silencio y menos sudor. Se desconoce si la empresa lo tenía en esa escuela como infiltrado para verificar la puntualidad del servicio. También era otro motivo de diálogo el trabajo de las máquinas para hacer túneles, como los de la carretera en dirección al inicio de etapa o en los trenes de Terrassa. Claro que hubo para quien la palabra “tuneladora” le remite a otros pensamientos. Máquinas con armazones en espiral que entretuvieron la parte final del recorrido, con el último punto en donde el panadero comenzó a servir hogazas de pan a senderistas amantes de los gustos de antes.

Animales

Nada más empezar, las primeras marcas se vieron muy bien vigiladas. Un perro atado daba vueltas y ladraba con ímpetu. Abrió paso quien aún recuerda malas experiencias con canes pero con un valor evidente. El grupo iba ganando en altura poco a poco. Las lluvias y el ambiente otoñal invitaban al resbalón involuntario. Fue lo que hizo este escriba. Caída escorada y con contundencia. Aún conserva muescas en su pierna y codo. Aquellas piedras parecían tener una baba por encima, disfrazadas de ese verdor sospechoso. Las gomas de los bajos (de las zapatillas) no protegen y se dejan llevar por la humedad.
Otro animal casi nos cerró el paso en mitad del camino. Bien oteado por mentes aficionadas, se debatió su nombre vulgar: salamandra, salamanquesa, dragón. El reptil se salvó por esa mentalidad conservacionista que protege nuestras conciencias más que a los animales. Antes posó para una sesión fotográfica informal.



Hongos

La subida serpenteaba por senderos, caminos más anchos, paso de rieras con agua, charcos y muchas setas. Y si se dan éstas, abundan ellos. A estas alturas, pocos todoterrenos se veían y menos caminantes con el cesto. Este plumilla se atrevió a decir en voz alta que por aquí no llegan ni los abuelos. Palabras mal dichas, pues alguien del grupo matizó: “Por lo menos uno sí ha llegado”. Cierto, aunque él no cogió ningún fruto del bosque. Otros y otras sí que lo hicieron: “cogían, miraban, cazaban o no se enteraban” de las setas. Al lado del camino había alfombras de fredolics, en cualquier sitio aparecía el rovelló (más con gusanos que sin) o alguna llanega muy pringosa. Y también los típicos restos de basuras diversas de boletaires, excusionistas o cazadores antinaturales.

Poyetes

La reagrupación del personal se vio algo entorpecida por estiramientos boletaires. Caminar y buscar no es del todo compatible, con retrasos globales como efecto colateral. Con esperas incluidas, también hubo bolsas repletas y el equipo de transmisiones que se desgañitaba con invitaciones al “agrúpense, por favor”. Esta vez, también se aprendió y mucho. Para demostrar que andar con bastones alivia el cansancio, quien de física sabe mucho acudió a leyes de la termodinámica.
Dicho lo cual, las fuerzas invitaban a la búsqueda de un espacio donde satisfacer algunas necesidades primarias. El entorno era idílico, con los bosques que parecían una paleta de colores, un horizonte amplio lleno de brumas que no desdibujaban los míticos perfiles de La Mola, Montserrat o el Montseny al fondo. Y un presente con explanadas ocupadas por coches, masías dispersas y el camino que asciende. Se cree que sería la subida de las ganas de comer lo que hizo suspirar a una moza por un poyete. Debió dejarlo caer con una entonación tan placentera que las insidias verbales pronto la persiguieron. Los sabuesos de la lengua la invitaban a matizar pero ella quería el poyete. Otra ilustre que iba a su lado le ratificó que el trasero femenino como mejor está es “apoyado en un buen poyete”. Pues... a buscarlo.

Apoyos

En un desnivel del terreno ellas se consolaron. No había lo que buscaban. Pero las vistas eran espléndidas, debajo de una línea eléctrica que se perdía en el horizonte, estableciendo a su paso un cortafuegos artificial. Tanta energía suscitó múltiple terminología a medida que los estómagos pasaban de la formalidad de la comida a la diversidad de los postres. Mientras, ellos hablaban de alguien ausente que buscaba ampliar conocimientos muy terrenales, muy rastreros, con toques ascendentes. Otros imploraban a Murphi cuando decían que no cogían setas porque, si hubiera una venenosa, le tocaría a él. O hubo persona muy versada en ordenadores que comparó la cabellera de su cabeza con una urbanización: una rotonda en medio y dos despejadas entradas a los lados. Bien apoyado estaba el grupo, pues en tres cuartos de hora de condumio aparecieron castañas asadas, variedad de frutos secos, tés y cafés, frutas y esa libación artesana de ella que alguien denomina el “whisqui hippy”. Éxito total.

Temas

El arranque fue en cuesta. Las marchas del motor entraban lentamente. Había que afrontar la parte más dura del mapa expuesto en el autocar. Era una pequeña cresta con un camino franqueado por alambre espinoso. Detrás había cuernos. Bosques de altos pinos con matorrales y pradera donde las cornamentas enfocaban hacia abajo. Ellas comían y no mostraban interés por senderistas que comenzaban a sudar. Las vacas sólo dejaban sus grandes huellas en sus defecaciones recientes. La senda subía e invitaba a alguna confusión. La belleza te engullía mientras el almuerzo producía efectos colaterales. El perfil de la cresta enfocaba hacia el valle del Llobregat más abierto. Pero pronto las constantes curvas ascendentes te abrían los ojos a más paisaje, más perspectiva y unas ruinas de lo que debió ser una iglesia, una masía y unas placas solares a modo de toque contemporáneo.
La cabeza del grupo paró, vio, observó, se fotografió y reflexionó. La instantánea digital era un cuadro diverso, formado por las ruinas atrás allá en lo alto y los rostros andarines delante. Pronto la socarronería apareció con juegos de palabras en torno a “ruinas”: “los de la foto somos o no somos una ruina, mucha gente está arruinada con la crisis, pronto estaremos derruidos, acabaremos el GR en un estado ruinoso”. A aquellas alturas también se pensó en qué estaría haciendo quien faltaba por motivos académicos. Nosotros, tan altos y esa persona, tan baja. Muy abajo para ver todo mejor y profundizar en un término con toques placenteros, si bien ese placer no a todos le gusta ni le convence.
Más adelante, un gran balcón natural mostraba mejor lo que la naturaleza ofrece de forma gratuita: vegetación, verdor, visibilidad, vida. Alguien miró al cielo y atinó a identificar supuestos buitres. Ellos volaban tan alto. Deben ser mejores que los que van a ras de tierra. También es donde está el objeto del trabajo de nuestra incógnita ausente.
El camino siguió bordeando pendientes, “tosales”, siguiendo bordes resbaladizos con buenas vistas a una carretera y masías bien protegidas por vehículos de boletaires. Ella aprovechó el tiempo para ofrecer una lección de anatomía. Aseguraba que existe una relación entre el tamaño de la nariz con otros tamaños. Parece ser que fue una de las sesudas conclusiones a las que llegó de su viaje a Turquía. Decía que los de este país disponen de una buena tercera dimensión, de una larga conversación, acorde con su apéndice nasal. Como en todo estudio científico, sólo falta demostrarlo con pruebas prácticas comprobadas in situ. Otra prueba más de que caminar es un continuo aprendizaje. Aunque quien no está aquí sigue el rastro para ver si es verdad o no que la belleza depende de su objeto de estudio.

Finales

La parte final del camino fue una agradable bajada hacia la Vall d’Ora. El tiempo se iba consumiendo y se optó por acortar la etapa. El pont de Llinras estaba al otro lado de la montaña, lo que obligó a nuestro hombre del volante a dar un rodeo para entrar en una zona sin cobertura de telefonía móvil. Allí, al lado del monumento a Guifrè el Pilós, junto al museo de la Vall D’Ora, nuestro experto en GPS y físicas diversas se recuperaba de los gajes del oficio. El personal estaba por tierra esperando. Una avanzadilla buscó las antenas de la letelonía para salir de dudas y contactar con el conductor. Pero pronto llegó con una sonrisa de oreja a oreja. Manifestó que este territorio él ya lo conocía y nos regaló un profundo mensaje al vernos: “Mira que sus lo tengo dissso, habeijj de confiajj mah en mí”.
El encuentro acabó en diversas mesas de un bar de carretera, al sol que más calienta en esta época.
Y también las pistas debían ayudar a descubrir la nueva palabra y el objeto de estudio de ese alguien ausente del GR. La respuesta, incluida en el enlace de la palabra, es la HELICICULTURA. Se trata de la ciencia que estudia un animal rastrero, que deja babas, tiene cuernos o antenas retráctiles, en Lleida son el centro de una fiesta y en la tele recurren a su baba para vender milagros estéticos. Nuestros caracoles son el centro de nuestro descubrimiento y de su estudio.
Llegados hasta aquí, con buen diccionario y conocimientos de idiomas diversos, he aquí una cita en francés de Ralp Waldo Emerson, colocada en una tienda de deportes de Aix-Les-Termes:

“Bien que nous voyagions de par le monde pour trouver la beauté, nous devons l'avoir en nous-mêmes ou nous en la trouverons pas”


Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com
Terrassa, 5 de noviembre de 2008