lunes, 19 de diciembre de 2005

GR-3, 17 de diciembre de 2005:etapa 15, de Tàrrega a Vallbona de les Monges (final)

Etapa 15 del GR3: de Tàrrega a Vallbona de les Monges

La ilusión de acabar otro GR celebrándolo con cuchillo y tenedor

GRmanos y GRmanas,


La marquesina de la parada del autobús del punto habitual de salida predicaba un mensaje de ilusión siempre que jugaras a la lotería de Navidad. Detrás del tradicional calvo que cada año hace más magia con las bolas que con los décimos de nuestra cartera, ya había un grupo de senderistas que se refugiaban allí porque el frescor matinal anunciaba un posterior ambiente invernal. Pronto el grupo se hizo más numeroso que nunca y por todas partes aparecían personas a llenar el autocar más grande que GRMANIA haya usado hasta ahora.
Las 44 personas allí congregadas eran vigiladas por la atenta mirada del jefe de personal, el cual tiró de su memoria escrita en papel para pasar la lista de rigor y comprobar si aquellos rostros le sonaban o no. Nuevas caras, rostros no vistos desde hace tiempo y los habituales, todos y todas dispuestos a cerrar una etapa y un GR, a visitar un monasterio, comer, beber, cantar y participar en un acto más que coincide con el décimo aniversario de GRMANIA.
El largo pasillo del autocar parecía un anticipo de la longitud de una etapa previamente planteada al gusto del consumidor. Muchos asientos que extendían al grupo hacia un lejano final. Desde el fondo se insinuaban en lontananza las cabezas pensantes y dirigentes que ocupaban las primeras filas y que pretendían situar geográficamente el inicio de la etapa. Tàrrega estaba localizada pero la incógnita era encontrar el punto de salida. En principio, hubo movimientos delanteros ya habituales por tantas veces como la costumbre nos ha curtido en saber dónde deberíamos estar. Mientras las dudas encrespaban al coordinador, el jefe de personal, con voz engolada y enérgica, lanzó un S.O.S desafiante y prudente a la vez, dedicado especialmente a posibles mentes dudosas del tipo: “quiero y no puedo, no puedo y quiero o bien, ni quiero ni puedo”. Quien se bajara aquí debía ser consciente de las consecuencias. Y de sobra sospechábamos que la principal podría ser provocar un retraso entre los comensales hambrientos a la hora indicada si no fichaban en el restaurante de autos.
Sin embargo, quienes lo tenían claro ya estiraban sus músculos pasillo arriba y abajo, con la lycra pegada a la piel, insinuando sus marcas puestos de perfil, aunque estuvieran reducidas a la mínima expresión. Esperaban el pistoletazo de salida. Mucha testosterona acumulada debajo de la fibra y no desgastada en otros cometidos. Los Mossos d’Esquadra fueron nuestro ángel de la guarda que confirmó una vez más que cuando nuestro coordinador asegura algo es por algo.
A partir de aquí se podía correr un tupido velo a la etapa hasta Vallbona de les Monges. Narrar lo no visto es difícil pero habrá que recurrir a lo oído para imaginar lo desconocido.
Los de la lycra partieron con una marcha in crescendo. Dejaban atrás a otro grupo que iban a paso ligero. Mientras ambos pelotones se dirigían a Verdú (no a comprar cerámica negra) el grueso del grupo inicial se trasladaba por medios mecánicos a Guimerà, pueblo que exigía una profundización cultural. Un pueblo declarado conjunto histórico artístico el 20 de junio de 1975, núcleo medieval, laberinto de calles que suben hasta la iglesia de Santa María. Un sitio que crea un juego de formas arquitectónicas y que inspiró a un poeta así:
“Guimerà, insòlita
població medieval
esglaonada, que el poble
ha batejat graciosament
amb el nom de “nou de copes”
Josep J. Piquer i Jover

El camino hacia Verdú no estaba adornado por el habitual hielo que teñía de blanco los árboles, pero sí por una temperatura que retaba al trote y que te bañaba en puntitos de hielo a medida que transpirabas. La llanura era falsa o bien casi todo era llanura subiendo y llanura bajando. Verdú arriba, bajada hacia Guimerà por en medio de campos de olivos y viñedos, los tradicionales e intensos olores porcinos y lugareños trasvasando garrafas de aceite mientras debían de pensar en el estado mental de esos sujetos que a esas horas pasaban por allí.
Unos subiendo el ritmo del paso y otros aumentando su nivel cultural en Guimerà. Paradojas de la vida. Fue tal la fe y el interés de la visita que la actividad física atrapó a la actividad cultural y la sobrepasó. Si en otros ámbitos vitales pasa esto a menudo, así nos luce el pelo. En el recorrido posterior, no muy bien marcado, hubo quien se perdió y, cuando dice que se encontró, se vio a sí mismo comiendo un bocadillo en la barra de un bar, acompañado por una cerveza y un café. Así se pierde cualquiera a esas horas y bajo esa temperatura.
Tanto los titulares de plaza fija en GRMANIA como visitantes, observadores, acompañantes y cónyuges aguantaron con estoicismo y deportividad al paseo matinal por caminos rurales en un ambiente invernal, con la luz mortecina de un día sin niebla ni escarcha. A medida que subía la temperatura los bajos también cambiaban. El barro alfombraba los suelos de las botas y ponía a prueba el centro de gravedad personal. Hubo quien sospechó que el coordinador lo había colocado allí para someter a prueba a sus huestes.
No fue el barro el percance más temeroso. Quienes parecen tener los caminos y los espacios más expeditos son los cazadores, ese sucedáneo militar en el campo que, bajo el pretexto de divertirse asesinando animales indefensos y alegando la práctica de un deporte, siembra el miedo a quien se atreva a pasear cerca de su punto de mira. Los tordos eran las víctimas propiciatorias en esta ocasión pero, si te descuidabas, podías situarte en medio del fuego cruzado de la refriega cinegética, con los perros increpadores al lado y tú allí sin tener ni siquiera una bandera blanca para izarla en son de paz.
El paisaje seguía discurriendo por campos cultivados, plantaciones nuevas de olivos y viñas (buen síntoma), ruinas de casas y de torres, rieras secas y pocas marcas blancas y rojas. Pronto Vallbona enseñó su monasterio, aunque los primeros vieron antes los colores del autocar en la carretera que el centro religioso. Unos antes y otros después, la ilusión común se cumplió y se produjo el reencuentro final en el punto de destino.
Ya se veía muy lejana aquella primera etapa, en septiembre de 2004, que partía del monasterio de Sant Joan de les Abadesses. Allá aquellas abadesas y, aquí, estas monjas, en Vallbona de las idem.
Como corresponde al lugar, hubo visita turística guiada al cenobio fundado en el siglo XII. La belleza exterior se completaba con el arte sacro interior, en un recinto donde quizá para algunos pasó desapercibido que estábamos pisando el terreno donde se consolidó la línea sucesoria de la monarquía borbónica española. Sí, aquí se fraguó que un espermatozoide real y un óvulo plebeyo diera origen a una Leonor sucesora.
Al parecer, la gente del lugar asegura que, cuando los príncipes visitaron el recinto monacal, acompañando al presidente de Hungría, hicieron la tradicional ofrenda a la Virgen, la misma a la que acuden las señoras que aspiran a tener descendencia natural (no de probeta). Y siguen asegurando los lugareños que nueve meses después de la principesca visita, asomó la Leo.
No es cierto el insistente rumor de que el príncipe ofreciera huevos a esta imagen, truco que tienen en exclusiva las monjas clarisas. Los huevos los debió usar después para otros menesteres reproductores.
Las diferentes estancias fueron contempladas con interés y frialdad (debido a la temperatura). Uno de los elementos más atractivos sin duda fue la forma trapezoidal del claustro. El conjunto arquitectónico impresionó por su volumen y por las dificultades para su conservación, aliviada posteriormente al quitar unas cuantas toneladas de piedras. “Le han practicado al monasterio una liposucción”, afirmó con contundente visión estética un miembro fundador de GRMANIA. El desfile de los diferentes estilos por las paredes, desde el siglo XII hasta el XV interesó pero, la verdad, no a todos. Hubo un colectivo de GRmanos y Grmanas que rodeaban la fuente central del jardín y practicaban el arte de desafiar la física y sopesar la resistencia del hielo. Acariciaban la superficie helada con sus extremidades inferiores, la sometían a distintos cálculos de presión, no tanto para saber más sino para limpiar el barro de las zapatillas y retrotraerse hasta la infancia. ¡Qué ilusión!
Pero sigamos adelante para hacer parada y fonda en el restaurante El Tallat. Era una licencia ocasional y extra para un grupo no acostumbrado a acabar una etapa o un GR así. Comer sentados con cuchara, cuchillo y tenedor. Incluso el dueño nos decoró la sala con un pase de modelos de zorros en diferentes posturas. Faltaba el modelo “zorro salvado de las aguas del canal d’Urgell”. No, de momento no parecía estar allí aquél. La comida estuvo amenizada por un lento servicio desbordado por las circunstancias.
Al final, acabado el ágape, la sorpresa estuvo a cargo de una comisión de fiestas digital (nombrada a dedo por el coordinador). Qué decir del excelente trabajo de quienes se responsabilizaron de los diferentes regalos y músicas y del grupo animador que, con mucha ilusión también, contagiaron su alegría al resto de comensales.
Un gran final para una etapa, para un GR y para un año. Y los buenos deseos para Charo, que se recupere de su operación. Y para recién nacidas y ausentes profesionales de GRMANIA.
Y, como casi siempre, acudamos a los que más saben para que sus palabras ratifiquen nuestros objetivos:
“No hay que pensar que una caminata, como algunos quieren hacer creer, es sólo una forma como otra cualquiera de ver el campo”
R.L. Stevenson

Feliz 2006

Evaristo
Terrassa, 19 de diciembre de 2005
Texto número 45 de http://afondonatural.blogspot.com

miércoles, 14 de diciembre de 2005

GR-3, 19 de noviembre de 2005: etapa 14, de Agramunt a Tàrrega

Etapa 14 del GR3: de Agramunt a Tàrrega

Intrigas en torno a la salvación de un zorro de las aguas en medio de la llanura


GRmanos y GRmanas,

Un día antes del treinta aniversario de la muerte de él, el protagonismo de la penúltima etapa del GR3 fue para una especie animal con ciertos matices lingüísticos que, en sentido figurado, bien que se le podrían aplicar al susodicho desaparecido sujeto, a Dios gracias.
Nadie podía sospechar que una etapa aparentemente llana, sin apenas repechos ni desniveles, nos guardara significativas sorpresas y pusiera a prueba la capacidad de conservación de las especies animales (y, se supone que también humanas) que tiene GRMANIA. En cualquier parte salta la liebre (o puede aparecer un zorro dentro de un canal).
El momento de concentración inicial fue rápido, con un intervalo en el que hubo quien acudió raudo y veloz a extraer fondos para posteriores pagos loteros, una GRmana tuvo que restregar las zapatillas en la hierba del parque cercano por haber pisado algo blando que no era barro y otra persona acudió a la cita con el tiempo justo. Un joven espontáneo, con ojos acuosos que denotaban haber trasnochado, oteaba el pasaje del microbús no se sabe en busca de qué. Con bajas de última hora, los asientos del fondo ayudaron a algunas personas a seguir en brazos de Morfeo, aunque fuera por las curvas de la carretera de Martorell.
La autovía a Madrid descubría la habitual niebla a medida que las tinieblas daban paso al día. Se sospechaba que sería nuestra constante compañera en una comarca propensa a no ver en este tiempo el sol, pero el sol pudo con ella y los campos de la Cataluña central mostraron las singularidades de un paisaje menos monótono de lo que a simple vista parece. Agramunt, con regusto a turrón de avellana y miel, fue el inicio real de un camino que antiguamente era el límite de las invasiones de otros pueblos.
La niebla descubrió los contrastes y matices de tantas tierras dedicadas a cultivos varios. Aún existen los antiguos bancales que protegen o salvan desniveles que dan paso a un paisaje formado por tierras sembradas, otras en barbecho y algunas que aún no han sido roturadas. El verdor de los cereales nacidos hace pocos días parecía un adelanto de la primavera, enseñaba las hileras rectas hacia el horizonte de siembras a máquina, pequeños tallos que transforman el paisaje seco del verano en un vergel como si de una inmensa pradera se tratara. El trigo y la cebada estaban adornados por una capa de hielo a modo de protección fría de la noche que se disiparía pronto en un alarde de enseñar la cara al sol (treinta años después).
No, el campo no es llano. Pequeños montículos o repechos cierran un espacio y abren un nuevo paisaje que, en el fondo, es más de lo mismo pero con algún elemento diferenciador. Por ejemplo, las perdices y conejos que se les ve tranquilos hasta que sienten las pisadas humanas. Si el zorro estuviera aquí no andarían tan tranquilos. Y si, hace muchos años atrás, estas piezas le hubieran sido puestas a tiro a él, también se hubieran convertido en esos trofeos de caza que tanto enseñaba el NO-DO. La mejor escopeta y la mejor caña nacional hace treinta años que muerde el polvo de ese valle donde está “caído”.
Sin nuestro GPS humano particular sí nos beneficiamos de su excelente trabajo en la máquina y las señales digitales, junto con las marcas blancas y rojas, nos condujeron a una carretera y a un camino que nos enseñó el pilar de Almenara. Una antigua torre de vigilancia de la línea hispánica ahora con usos turísticos, escalera de acceso incluida. Invitaba a subir y a fotografiarse, incluso a probar composiciones y encuadres artísticos con la luna detrás. La torre fue la atalaya que, por mucho que uno se alejara, siempre te vigilaba. Ella era más significativa que el punto geodésico de al lado, la marca de la altura oficial del terreno quedaba eclipsada por el interés de estar más alto, ver más y fotografiarse mejor. Picados y contrapicados, una invitación a verse igual pero diferentes.
El camino triscaba por entre campos, casetos, el verdor cerealista se veía salpicado por el gris de otras tierras y por el marrón de aquellas parcelas que les habían dado la vuelta esperando su turno. Charcos, barro y los primeros signos de agua. Unas señales que se irían acrecentando como si fueran avisos de que el Canal d’Urgell estaba cerca. Este río artificial interior para el regadío estaba delimitado por el cemento que marcaba una hendidura en el terreno, por donde discurría esa corriente continua de agua que, tiempo atrás, alimentaría los cultivos agostados por la pertinaz sequía estival.
El canal también es una barrera infranqueable para los animales. Nada más llegar a sus riberas, una compuerta había detenido una gran ave muerta. La primera incógnita, descubrir cómo pudo haber muerto un animal con tanta envergadura. La segunda, descubrir de qué animal se trataba. Pero la sorpresa posterior nos la trajo un zorro que había caído allí y miraba a los caminantes con ojos de súplica. Agotado, exhausto, parecía buscar la compasión y la complicidad de quien te puede ayudar. Lo consiguió, de sobra sabía a quiénes estaba mirando. Zorro era pero no tonto. Movilización general, quien más o quien menos se conmovió con el animal aunque las interpretaciones fueron varias según el público que lo miraba y su concepto en cuanto a interpretación de tal animal.
Quienes eran originarios del campo lo veían diferente a los urbanitas y, de forma específica según el oficio, a quienes eran especialistas en medicina humana o animal. El problema era cómo salvar a nuestro “moisés” animal. Estrategias, yo qué haría, mejor tirar un palo, que se meta la submarinista, crear una cuerda, que se acerque a las escaleras. En fin, como siempre la incógnita es saber quién le pone el cascabel al gato. Un labrador que pasaba por allí en coche no demostró cara de conmoción por tal animal. La mejor solución, acudir a la autoridad competente, a nuestro ángel de la guarda salvador. Móvil, Mossos d’Esquadra, agentes forestales. Mientras venían, comida cerca del lugar de autos. El espectáculo estaba servido. Había que ver la evolución de los hechos.
El zorro fue el tema principal. Primero, su sexo. Cómo saber si era zorro o zorra. “Debe ser zorro porque si fuera zorra no se hubiera caído”. “Debe ser una zorra, al menos ésta no se esconde”. “En el agua está hecho unos zorros”. “No debe ser muy zorro para caerse en el agua”. “Le faltó zorrería y por eso se cayó”. La intriga estaba servida. Y eso que no acudimos al diccionario y hablamos de expresiones como rabo de zorra, no hay zorra con dos rabos, hacerse uno el zorro, pillar uno una zorra, no ser la primera zorra que uno ha desollado. Claro que para zorro, zorrón, zorrocloco, zorrero y zorrastrón como el difunto de hace treinta años hubo pocos.
Mientras corrían las botas hubo quien no le quitó el ojo encima al animal. No se separaba de él, con llamadas constantes a su centro de trabajo especializado en animales y maquinando estrategias para ponerlo a salvo. Su profesionalidad sorprendió a los más observadores, se movía como pez en el agua (o, mejor que zorro en el agua). Al final, aquella rapidez dio como resultado que una parte del grupo no se quisiera perder el rescate efectuado por los forestales. El espectáculo estaba servido y no era mediático. Todo acabó bien, el dominio de un lazo lo rescató y a estas horas debe estar en zona de secano, lejos del agua, siempre que los disparos de los cazadores de la zona no le hayan detenido “en seco”.
La gran actuación en el medio animal demostró la alta preparación humanitaria de GRMANIA. Seguro que este bagaje de solidaridad se traslada cada día a la especie humana y, ante cualquier detección de necesidades entre las personas, la respuesta es tan inmediata y eficaz como ante la clase zorruna.
Al lado del canal discurría el camino, por entre granjas, con algunos campos de manzanos y almendros a cada lado. Un monumento, les Pedres Ficades, curiosa construcción artificial formada por unas piedras encima de otras, tractores que aran y la inmensidad de un territorio aún cultivado. El pueblo de Santa María de Montmagastrell fue punto de concentración general. La Font de les Codines brindaba agua y unos enigmáticos cables que colgaban de la parte superior. Alguien sospechó que eran para enchufar la máquina de afeitar o usos similares entre el oficio agrícola.
Una vez cruzado el pueblo, la ermita del Sagrat Cor dio paso a un cementerio que tenía pegada en la puerta un sorprendente aviso, digno de pasar a los anales del absurdo: “Els títols acreditatius d’aquests níxols estaran a disposició en l’associació de veïns”. Parece que los de dentro no se daban por aludidos, o estaban allí porque ya tenían los títulos, y los de fuera quizá no tuvieran interés en acreditarse, como mínimo de cuerpo presente. Los vecinos de Claravalls no lo debían tener muy claro.
El camino pasaba por Altet, con fuente incluida y, también, un cementerio al final. Bifurcación y falsa sospecha de pérdida. La amabilidad de una pareja no muy agraciada físicamente fue instantánea. En el momento que escucharon que podía haber alguien despistado encendieron el coche y se pusieron al servicio de GRMANIA. Una positiva actitud desconocida hasta hoy. Un público agradecimiento al significativo detalle.
El camino pasaba al lado de uno de esos monumentos de otras épocas en que los arrieros de la ruta de Cervera y Tàrrega usaban los hostales, en este caso el Hostal del Bosc. Edificios ya abandonados, testimonios de unos años que han dado paso a modernidades y diseños varios, aunque no le ha debido tocar esto al Ateneu de Tàrrega, lugar “intocable” por los encargados de la limpieza, en donde por poco quedamos pegados mientras comíamos en una entorno amarillento y no a causa de la pintura.
La ciudad comercial por excelencia, capital del Urgell, donde cada habitante es un comerciante nato, atesora los afamados lavabos de RENFE, los cuales no aguantan la prueba del algodón, comparables a los del Ateneu; lugareños tocados por la diversidad de procedencias, fira de teatre al carrer y el antro donde comimos, denominado eufemísticamente “Ateneu”. Un lugar para olvidar si no fuera por los buenos momentos entre condumios, jarras y la habitual timba anterior a la lotería navideña. Quienes por estas fechas traen la cartera llena de billetes la llevan repleta de ilusiones en forma de papeles con números. Y todos llevamos un buen número que invita a prácticas varias, acabado en “69”. Claro que a más cosas invitaría si fuera agraciado con un premio gordo.
Nos toque o no, lo que sí es segura es la comida oficial de Navidad del 17 de diciembre que, además, despide el GR3.
Un camino, una comida en un restaurante y más....
Y una frase de despedida dicha por Valery Babanor después de escalar en el MacKinley, en Alaska:
“Si miras profundamente en tu interior, puedes decir sin temor a equivocarte que el camino que sigues te lleva al infinito”.

Evaristo
Terrassa, 20 de noviembre de 2005

GR-3, 8 de octubre de 2005:etapa 12, de Madrona a Ponts

Etapa 12 del GR3: de Madrona a Ponts

Por la Segarra y la Noguera entre ermitas, cementerios y cruces pero sin el equipo médico habitual. ¿Lo pillas?


GRmanos y GRmanas,

Cinco minutos antes de la hora habitual teníamos la mensual cita con nuestros estimados senderos GR. A las 6,25, en primera convocatoria, en teoría el grupo debía presentarse en perfecta formación para salir hacia Madrona. A las 6,30, en segunda convocatoria, se debía poner en marcha el autobús pero la realidad también cuenta.
De entrada, causaron cierta inquietud los avisos previos de nuestro coordinador sobre la longitud y dificultad del recorrido. Pretendían conseguir “un efecto llamada” pero parece que “el efecto huida” por causas de enfermedad no estaban previstos. Hubo quien pretendió establecer relaciones de causa-efecto entre este avance informativo y las ausencias previamente comunicadas. Las especulaciones quedaron ahí y cada baja quedó justificada en la hoja personal de servicios. Salud y recuperación para los y las ausentes.
No obstante, de inmediato se detectó que nuestro equipo médico habitual no venía. Si era una etapa larga y con desniveles y si no había atención médica personalizada, o cada uno era autosuficiente y vigilaba dónde ponía los pies o habría que recurrir a la teleasistencia telefónica con las expertas no presentes. También se vieron zapatillas y botas a estrenar. Había expectación en cómo abandonaríamos el Solsonés
Pasadas las 6,30 horas corrió la noticia de que un equipo móvil tuvo que ir a rescatar a un GRmano de entre las sábanas. Al mismo tiempo se dispararon los rumores y hubo especulaciones nocturnas de dudosa moralidad que explicaran la puntual falta a la cita de nuestro hombre docto en tantos saberes. No, fue el despertador el causante y, en el momento de pasar revista, se le observó casi en paños menores, con la indumentaria a medio montar, con chanclas de playa y la mochila llena de calcetines, botas nuevas y uniformes varios. Tuvo su minuto de gloria entre senderistas y nuestro ya habitual club de jubilados. ¿Lo pillas?
Y, si de jubilados hablamos, nosotros también llevábamos uno y era el chófer. Nuestro Raiikkonen con dos sonotones era el supuesto responsable de llevarnos hasta el punto de salida. Si le aplicáramos el refrán castellano “Por las trazas conoceréis al galgo”, de inmediato demostró su valía. Manifestó desconocer cómo se abría el portaequipajes y también el significado de unos cuantos botones del salpicadero. Reconoció no haber conducido nunca nuestra diligencia. Claro que debe ser un secreto en qué año condujo la última y cómo era. Ante la demanda de una GRmana de activar el botón de recirculación del aire interior, puso cara de estupor ante esta terminología. Cuando se le pidió poner el aire acondicionado, un GRmano tuvo que apretar la tecla porque la desconocía. Y lo mejor vino cuando los sonotones le transmitieron el interrogante de si nos podría conducir hasta Solsona. En su currículo viajero jamás había llegado a este destino, por lo que la labor pedagógica de las primeras filas fue intensa. Incluso cada vez que debía frenar tuvo ambientación sonora onomatopéyica entre las filas de detrás. Eso sí, sus maniobras provocaban señales luminosas de los vehículos que le adelantaban. Él las interpretaba a su manera, como que podía llevar la puerta del portaequipajes abierta. Pero, eso sí, un ciclista salvó la piel y él iba despacio. ¿Lo pillas? Seguro que sí porque la velocidad no era como para activar los radares.
Con este panorama respiramos hondo cuando casi en una curva de una carretera comarcal nos dejó. Y menos mal que bajamos porque ya se sentían ruidos de sables dentro. Se oyó la palabra “escisión” porque no se había respetado el punto original de salida y se acortaba el camino alargando el placer de disfrutar de nuestro Raikkonen particular. No se llegó al transfuguismo pero habrá que evitar posibles maniobras secretas de inconformistas con esta forma de reducir las etapas y caminar menos.
Entre el grupo de hoy, aparte de las bajas, también hubo nuevas personas que quisieron conocer en propias carnes lo que los diarios publican de nosotros. El efecto mediático existe. Dos pruebas que lo demuestran. En primer lugar, destacó un atleta de un grupo de atletismo de Terrassa. De entrada venía a caminar y a correr pero le tocó prestar otros servicios a GRMANIA, como el de mensajería directa. A lo largo de toda la etapa se convirtió en un animador del camino con su ejemplo. Hacer la maratón en 2 horas 26 minutos es una gran marca, que también pudo demostrar su rapidez y efectividad cuando se recurrió a sus servicios para avisar a un grupo que se perdió en la retaguardia. Fue un servicio “de puerta a puerta” y todo se solucionó. Además, incitó a caminar y a resolver la etapa en un buen horario. Agradecerle a él y a su compañera la agradable compañía y mejor ejemplo.
El segundo efecto mediático es la queja de uno de los miembros fundadores de GRMANIA y directivo del centro educativo en donde se gestó el grupo. Alfredo alega que, aunque la sede de GRMANIA es virtual, en su centro educativo figuran los amplios archivos con las facturas de los gastos, el ordenador central del grupo, él incluso amaestra a nuestro coordinador e inspirador y, además, en las aceras de su templo del saber se ataron los primeros cordones de las botas de las primeras salidas de GRMANIA, hace ya diez años. Se acepta su queja y quizá más adelante haya que poner, debajo de la placa de la Generalitat de la entrada del colegio, otra con nuestros dos símbolos y algún motivo alegórico más que demuestre que en parte, somos fruto de la formación física y paisajística que él tanto cuida entre sus discípulos. Sólo falta que el experimentado directivo venga de vez en cuando a nuestras salidas.
El camino abandonaba el Solsonés entre bosque bajo y ondulaciones suaves del terreno. La habitual niebla poco a poco se diluyó y nos permitió ver cómo la Segarra es un paisaje más llano, con más campos de cultivo de cereal, hasta el punto de llamarla “el granero de Cataluña”. El rocío matinal imprimió a algunos arbustos formas definidas por telarañas con adornos acuosos, la pertinaz sequía es una traba para las setas y la siembra y el paisaje se iba abriendo a medida que el sol podía con las gotas de agua. Pequeños campos en medio de encinas y pinos, muchas casas caídas, símbolo de otros tiempos y nuevas adaptaciones a formas de vida más cómodas y fáciles, y ermitas. Muchas pequeñas construcciones religiosas con un pequeño cementerio al lado. Como, por ejemplo, la que nos sirvió de parada a la hora del desayuno, la ermita de Santes Creus de Bordell. Alineados junto a una de sus paredes, en perfecta formación, los cuerpos pedían alimento y los gaznates hacían correr las habituales botas. Alegría en el cuerpo a medida que los vinos hacían su efecto, amenas conversaciones y, como postre, ya es habitual el repertorio de chistes de nuestro experto. Tienen la particularidad de, según el Grmano chistoso, los califica no por su contenido de mayor o menor voltaje, sino que se centra más en su público objetivo y los divide según la inteligencia del escuchante. Al final, como parece que le preocupa mucho esta facultad entre su fieles acólitos, insiste con un “¿lo pillas?” para que así quede bien asimilado el profundo mensaje. Y, de profundidades, hablan muchas de sus unidades didácticas.
De nuevo en marcha, la tecnología hacía su cometido, especialmente en la parte delantera y trasera. Destacar una significativa apreciación de uno de nuestros expertos manipuladores del GPS, no apta para según qué oídos en esta época estatutaria. Según ha observado, las marcas referenciales de los mapas del GPS son mejores y más exactas las de los mapas americanos que las de los catalanes. (información secreta para que no trascienda a círculos políticos altamente sensibles). No obstante, los recursos técnicos y humanos se complementan aunque no evitan las pérdidas y los pequeños errores de interpretación. De todo hubo y también se formuló la propuesta de que la cabeza lleve cintas verdes, como en la romería a Montserrat, para poner en puntos conflictivos, que recogerían las personas que cierran el grupo.
Nunca como en esta etapa se produjo un estiramiento tan alargado. Las huestes de GRMANIA ocupaban muchos metros por entre tantas curvas que permitían verse en lontananza en algunos tramos. Por ejemplo en el paso por Vilanova de l’Aguda, con una plaza de la Diputación en la que debía figurar una fuente pero no estaba. Suponemos que no tenía nada que ver con una cruz observada, la Creu dels Lladres, en memoria de unos ladrones de masías allí ajusticiados hace años. Si hubiera que usar hoy este sistema no habría sitio donde colocar tantas cruces. Más ermitas como Sant Miquel o la de Castellar, de 1737, todas con su pequeño cementerio, puertas cerradas y no demasiado uso en una comarca con muchas casas abandonadas pero con campos de secano más grandes que los habituales en Cataluña.
También flotó en el ambiente el intenso olor de granjas porcinas, la industria de una zona con pueblos muy separados, con muchas cruces y monolitos por los caminos y, como siempre, ausencia de practicantes del senderismo. Se buscaban frutas olvidadas en el otoño y algunos membrillos, granadas y uvas se encontraron. El calor, por otra parte, propició el vaciado de cantimploras que, no obstante, se pudieron llenar con el regalo del agua en la fuente de Sant Pere de Ponts. Esta vez sí estaba la fuente en un entorno con una espectacular colegiata románica del siglo XI, reconstruida a finales del siglo XX. Al fondo Ponts, con 2.300 habitantes, de la comarca de La Noguera, feudo de los godos, de los árabes, defendida en 1628 por el canónigo Pau Claris y muy conocida por ser paso y parada habitual de muchos visitantes a Andorra, con los consiguientes y tradicionales nervios al ocultar el correspondiente radiocassette, tabaco, queso y güisqui.
Ponts nos sorprendió con una visión de negocio muy particular y desconocida en estas tierras. Dos bares pusieron reparos en limpiar y acondicionar las mesas de sus terrazas para acoger a 25 personas. Menos mal que hubo otro que nos recibió con jarras de gran tamaño y hasta con una zona reservada a tan ilustres visitantes que comieron, bebieron y un sector celebró la sobremesa con las sonoras carcajadas provocadas por nuestro animador oficial. Por allí se había instalado también el conductor, el cual menos mal que no atendió a la invitación que se le hizo para que disfrutara de una cerveza. De haberlo hecho, las consecuencias podían habernos alterado la sensación del placer de conducir de nuestro jubilado chófer.
Para acabar, recordaros un capítulo de la filosofía de GRMANIA con la firma del poeta y escritor catalán Miquel Desclot: “Anem a la muntanya a esbravar de qualsevol manera la nostra adrenalina urbana”. ¿Lo pillas?

Evaristo
9 de octubre de 2005

GR-3, 10 de septiembre de 2005: etapa 11, de Castellvell a Madrona

Etapa 11 del GR3: de Castellvell(Solsona) a Madrona

Por el auténtico Solsonès con tres botas y orgullo mediático


GRmanos y GRmanas,

El inicio de una nueva temporada es la mejor señal de que seguimos activos. Después de dos meses de parada técnica, el encuentro en el punto habitual significa ver las mismas caras pero con más experiencias, con las visiones y vivencias más personales de esos paseos hasta donde permiten los aviones, la Visa, el tiempo, las posibilidades o las ideas.
Amanecimos ante el autobús haciendo realidad la sorpresa mediática del día: “Diez años compartiendo senderos y conversación”, titulaba así DIARIO DE TERRASSA la página 55, entera, que escribió el periodista Antonio Losada en la sección de Deportes. Le hemos de agradecer que el artículo sea fiel a una realidad iniciada diez años atrás y confirmada en cada una de las etapas de nuestro particular recorrido, por ejemplo en la de hoy. En esta ocasión, no se creó el titular antes que el contenido profundo de la noticia sino que han sido necesarios diez años de existencia para confirmar lo que dice el titular.
Masiva afluencia de GRmanos y GRmanas en esta primera etapa, con los uniformes veraniegos de andar por los GR, besos, saludos, abrazos y la habitual retahíla de sitios por donde GRMANIA ha dejado su huella estival. Nuestro webmaster espera fotos, retratos de la camiseta en sitios diversos y todas las aportaciones que consideréis enriquecedoras. Mucho público externo también en el punto de salida, un lugar que parece que hemos puesto de moda. La chimenea Almirall ya casi representa un alto monolito como si se tratara del kilómetro cero de cualquier actividad de GRMANIA. No sólo tercera edad, hasta la más tierna infancia miraba nuestro microbús mientras sus familiares pretendían adivinar cuál sería su autocar para el fin de semana en Andorra. El nuestro estaba a rebosar y no cabrían quesos, whisquis y tabacos de allende las fronteras.
El día clareaba a medida que dejábamos atrás Manresa y subíamos hasta el nivel del Solsonès por una carretera que han mejorado con menos curvas y mejor asfalto. Antes los restos de uno de los incendios del verano dejó al descubierto lo que queda de la intencionalidad, de los despistes, de los intereses o de las casualidades de esa agresión al medio que ya forman parte del espectáculo estival. Entre Súria y Cardona se alzaban pinos chamuscados y confirmaban de nuevo que se empeñan en despoblar al Bages de su riqueza forestal.
Solsona nos es familiar en GRMANIA por su proximidad a algunos GR y por tener un Casal muy visitado en la parte final del recorrido. Las banderas propias del 11 de septiembre ya ondeaban o colgaban de ventanas y rompían la uniformidad del color de la piedra en una ciudad antigua, con un obispo de los que antes del Tripartito, por estas fechas, asombraba con sus disertaciones más políticas que eclesiásticas.
De Solsona hacia Torà, carretera a Sant Climenç, Castellvell y subida hasta El Santuari del Remei, donde ondeaba una bandera más, se veían las primeras marcas de nuestro recorrido y nos brindaba una excelente panorámica del Solsonès. La ciudad, abajo, uniforme en unos tonos que la mimetizan con el entorno. Pero también los extrarradios muestran su importante fábrica de tablones laminados de madera y el resto de centros auxiliares de la agricultura, ganadería y explotación forestal de esta comarca.
Ahorrada la primera subida, el descenso por el GR descubrió el continuo incremento de bastones. Al parecer, el ahorro energético y su contribución a la prevención del desgaste óseo y muscular ya es muy valorado por quienes piensan en estar operativos durante los años venideros. Nadie piensa que así estaremos entrenados para cuando haya que pasarse del bastón de andar a andar con bastón. Pero eso ya vendrá.
La calidad de la pintura de las marcas fue una agradable sorpresa. También ayudó a evitar diatribas o interpretaciones sobre mapas o GPS. El Departament de Medi Ambient dejaba plasmado su trabajo en uno de tantos carteles como parece que pretenden justificar y publicitar algún trabajo oficial. Como mínimo alguien trabajó para jacer y poner el cartel. “La Direcció General de Boscos i Biodiversitat” debió andar por allí y GRMANIA también debe sentirse identificada con la última palabra. Treinta y tantas personas “biodiversas”.
A tener en cuenta que en esta etapa hubo ahorro de los kilómetros iniciales y careció de pérdidas. Claro que hubo quien la distancia le supo a poco y anduvo, desanduvo y volvió a andar parte del recorrido porque sus miras del próximo fin de semana están en la salida en Coll Formic y llegada a Montserrat. Un deseo general hubo de suerte y éxitos en quienes quieren y podrán llegar seguro y en quien las trece horas será su marca a batir. Nuestro atleta de élite luchará y obtendrá su recompensa. Un novato que pretende iniciarse en esta marcha se atrevió a suspirar ya con la marcha “dels sables”, viéndose sano y salvo en la montaña de la Moreneta. Seguro que triunfará también.
El Solsonès profundo queda lejos de las habituales carreteras y enseña que aún hay muchos árboles, grandes espacios de vegetación salpicados por tierras de secano roturadas por enormes tractores. Pinos, muchos pinos, encinas y robles que ojalá sigan a salvo de la plaga del verano. La población diseminada se concentra en robustas masías, algunas con contrafuertes como si de iglesias se tratara, con enormes ventanales para recoger el máximo calor y luz solar, arcos y columnas que trasladan el arte al campo. Sus tejados, además de la tradicional chimenea, sostienen un pararrayos y una antena de televisión, aquel, símbolo de la prevención de rayos y ésta, puerta de paso que mantiene actualizada a la población rural con lo que vemos los de ciudad. Así todos estamos uniformizados.
Muchas casas cerradas, algunas abandonadas, otras con señales de ocupación, aunque las que abundan más son las que auxilian al labrador o ganadero para guardar máquinas, cosechas o alimentos. Can Gaspar nos enseñó lo que es una masía compacta de las de antes. El olor a animal como señal de vida, el abono como alimento para vegetales y las pacas de paja para animales, he ahí algo de un paisaje que se pierde en el horizonte y que se repite después de cada curva del sendero. Los márgenes de los caminos aún no servían de aparcamiento para tantos y tantos aficionados a las setas que se congregan por una de las comarcas míticas entre amantes de estos frutos del bosque. Pero no sólo se vive de esto, comer y beber importa mucho en GRMANIA.
Sentados al borde del camino en dos filas, tres botas de diferentes vinos actuaron como lubricantes líquidos para favorecer el trasiego de bocadillos de composiciones variadas. Nunca hasta hoy tantas botas circularon de mano en mano en una etapa de GR. El vino cacereño de Pitarra traído por quien tanto nos cuida, el tinto del Penedès de once grados catado en Gisclareny y esa especialidad de catorce grados con un elevado toque de cariño: tres cosechas degustadas con moderación. Después empezaron a asomar los primeros chocolates de la temporada, frutas variadas y otras golosinas de asegurado éxito.
El camino continuó en su mayor parte por pistas. Un paisaje parecido, con fuerte olor a pino en unos sitios, penetrante indicación de tierras abonadas con purines, alambradas que delimitan campos y resecas zonas de pastos, nuestros conocidos gascones entretenidos a ras de suelo, maquinaria guardada en amplios soportales, muchas masías con señales de abandono de la vida humana, restos de cobertizos donde vivieron aves de corral y el tiempo que deja su huella en el cambio de los hábitos de la vida en el campo.
Poco a poco la distancia final se acortaba pero, a modo de anticipo del paisaje final de Madrona, había restos antiguos al lado del camino. “La fossa del Camí dels Casals” era una cista del neolítico, de 3000 años antes de Cristo, un monumento de otras épocas que se sumaba a la majestuosidad de las mencionadas masías, de las altivas torres de iglesias vecinales y del conjunto final que componía Madrona. Desconocemos la realidad del conjunto pero la impresión del fin del recorrido eran unas construcciones en que sobresalían dos edificios de culto de diferentes épocas, una iglesia románica y la más reciente, Sant Pere de Madrona de 1776; el cementerio, con nichos y calaveras y huesos a ras de suelo y una casa al lado de la iglesia en la que se oían voces de personas jóvenes, una escalera de mano, un perro, ningún coche visible y todo cerrado. ¿Qué pasaría allí dentro?
Lo mejor es que el microbús estaba allí. Hubo quien ya aporta un nuevo toque de refinada comodidad a los finales de etapa. Los pies agradecen un cambio de calcetines y de botas por algo más cómodo. Y, si de comodidad hablamos, qué mejor que seguir la pista que nos conducirá al Casal de Solsona donde ya nos echaban de menos. Pero andar es duro y no está exento de sorpresas corporales. A cualquiera le puede pasar aunque hace tiempo que no ocurría. La cartilla sanitaria de salud de GRMANIA tiene anotados algunos de los últimos mareos. En esta ocasión, la persona afectada tuvo un recaimiento de tensión que obligó a un forzoso estacionamiento del autocar y a la intervención inmediata de la unidad móvil medicalizada.
Uno de los fuertes de GRMANIA es cubrir muchos campos, y uno cada vez más fundamental es el de la salud. Contamos con expertas en cardiología y en enfermería que, sin bata, se pusieron manos a la obra. Su profesionalidad exigió de inmediato que se formara una unidad de ventilación mecánica para airear a la paciente. Rápidamente tres generadores de aire manual fabricaron el correspondiente aparato con hojas de periódico y, al momento, fue tal la ventisca generada que la cardióloga y la enfermera mandaron rebajar la velocidad de la maquinaria. Con estos cuidados de tantas manos expertas, pronto el susto se transformó en buena cara y la recuperación fue inmediata. Pero el hecho de socorrer un mareo pasajero provocó que una persona de GRMANIA recordara agravios comparativos con su persona.
Alegó el sujeto que cuando él se ha mareado, una vez diagnosticado el cuadro clínico, la medicación que se le ha recetado es que baje del autocar y que le dé el aire, entre más mejor. Nunca ha tenido el más mínimo conato de movilización sanitaria que no fuera más allá del aire natural. Incluso, para defender sus derechos médicos, adujo que en su momento tuvo que dramatizar un mareo “antinatura” para defendernos de una multa de una Mossa d’Esquadra, cuando estábamos mal aparcados en la Nacional I después de pasar el Bruc camino de Terrassa, por culpa de una desintegración momentánea de la cohesión caminante. Claro que, por otra parte, ya empieza a hacer méritos para ver si este año consigue llenar el espacio vacío de su Guernika con un diploma. Ya tiró de su historial de chistes de la nueva temporada y sorprendió con su tabla de embutidos.
El casal de Solsona ya casi es nuestra casa. Nada más entrar, la barra nos acoge con gozo, las jarras se ponen en línea y los tubos también. Todo con moderación pero nuestra segunda mascota exige su homenaje final. Un encargado de anotaciones líquidas y otro de cafés y similares se pusieron en marcha para que los espontáneos camareros y camareras adivinaran qué pidió cada boca. Las mesas vacías dieron paso al consumo y posterior producción de los restos del yantar que, con la educación que enseñamos, fueron recogidos dejando todo en perfecto estado de revista.
El regreso, con agradables temperaturas internas y también en el autocar, produjo cierto estado de sopor pasajero y la sensación muscular de que la primera etapa ha dejado secuelas.
A modo de cierre, como ayuda del primer esfuerzo, un texto copiado este verano de la fachada de la última iglesia de Astorga en el Camino de Santiago hacia El Bierzo (disculpas y respeto para quien no crea en Dios):
“Peregrino,
Que el cansancio del camino nunca te impida pensar.
¿Es lo importante la meta?
¿No será acaso el encuentro con el monte, con el río,
con el rumbo que has perdido...con el mismo Dios quizás...?”

Desear la pronta recuperación de Charo y José Antonio, que hoy no han podido venir, y que por cuestiones familiares Rosa Gil tampoco lo pudo hacer. Y ánimo a Pedro.

Evaristo
Terrassa, 11 de septiembre de 2005

Bruguera 2005: convivencia en el Ripollès

Encuentro en Bruguera 2005

Paisajes humanos en el otoño del Ripollès


El otoño es un punto de encuentro ya tradicional en la comarca del Ripollès, donde si lo más espectacular es el entorno natural de esta época tan colorista del año, el paisaje humano que se convoca allí desde hace cinco años resalta aún más. Un conjunto de matices que, si por separado son diversos, juntos y al calor de una guitarra, buen yantar y mejor convivir, lo convierten en una forma más de liberación de las tensiones y de las recargas de las baterías (o a lo mejor no).
Como de la duda a menudo salen los buenos proyectos, nosotros casi siempre practicamos esta técnica tan desconcertante y cada año surgen varios planes para llevar a cabo por los alrededores de Bruguera pero las circunstancias, las ganas y la libertad individual hacen que las declaraciones de intenciones se modifiquen en el punto de destino.
Ya hubo un precedente inicial. El menú se fue construyendo y deconstruyendo desde Internet hasta quedar fijado y expuesto a las circunstancias del momento del cocinado. Los fideos chinos y los huevos de una GRmana fueron las sorpresas del año. No le buscamos dobles lecturas ni premoniciones a estos dos términos aunque felicitamos y admiramos a quienes se atreven y tienen el valor de acometer, “con muchos huevos”, dos proyectos con China como telón de fondo. Y con dos vidas de por medio.
Con nuestros habituales abuelos rondando por los alrededores, la chimenea congregó a las primeras veinte personas. La salida, con media hora de retraso, estuvo condicionada por juergas variadas de personas que gozan de su estado civil y convierten las noches en larga prolongación del día. La C17 condujo a la caravana andarina hacia Queralbs. Antes, en Ribes de Freser, nuestros dos embajadores en León ya nos esperaban muy bien acompañados. Saludos varios, piropos juveniles y rápida partida hacia Queralbs, donde a su vez también había destacada una pareja que había madrugado más. La flota automovilística ocupó todo un tramo del parking y no tuvo más remedio que esperar a quienes, despistados, encararon la collada de Tosas hacia arriba, en un alarde de espontaneidad involuntaria que tuvieron que desandar para llegar a donde ya les esperaba el resto, acariciando los bocadillos y magreando la bota sin parar.
A la entrada del pueblo hubo que decidir qué hace una representación de GRMANIA en un sitio como éste, rodeados por una vegetación salpicada de nubes y nieblas variadas. Los planes iniciales de partir del santuario de Núria para ascender a una ruta inédita se trastocaron porque el cremallera se tomó un mes de descanso. Ni Coma de Vaca, ni Pic d’Àliga ni similares. El camino al Balandrau nos lo asfaltaban para que estuviera a punto para el próximo año y estaba cerrado. El ascenso a Núria por el camino viejo había que adivinarlo en medio de la niebla. Como contra los elementos no luchamos, mejor llenar los estómagos. Así los planes discurrieron mejor y nuestra pareja guía tiró de su banco de recursos de la zona.
Pronto apareció el plan. Nos dirigimos al salt del Grill por el Camí dels Enginyers, una ruta que une Coma de Vaca, el Pic d’Àliga y Queralbs. El camino asfaltado pronto se convirtió en una senda al uso que ascendía suavemente hasta conducirnos hasta la un salto de agua espectacular. El líquido elemento caía con fuerza desde una altura considerable, formando una corriente continua que daba lugar a una gran poza, en donde hubo quien se imaginó desnudo, aguantando la respiración y poniendo su mente en blanco mientras se aislaba mentalmente del frío y causaba envidias y admiraciones ajenas.
Quien se metió, disfrutó y nos ofreció una demostración del poder de las mandíbulas caninas fue el perro que nos acompañaba. Cualquier palo o rama la veía como una provocación o un gigante a batir. Cogía su presa y las cuestas las tomaba con energía, en medio del bucolismo de un paisaje lleno de avellanos a modo de cuadros impresionistas en los que el pintor juega con los colores reales del otoño.
El camino ascendía y estaba ahí para seguirlo aunque no hasta el final. En diversos tramos aparecieron plantas que estimularon la labor docente de expertas en helechos tipo bonsái, miniaturas vegetales que demostraron la sapiencia de quien instruye a discípulos de la ESO y también a GRMANIA. La planta a mostrar era tan pequeña que los ya cansados ojos fueron incapaces de reconocer la lección. La experta tuvo que acudir a sus sabidurías y tomar una hoja más grande para establecer comparaciones con tal menudencia.
El ascenso fue por una senda que discurría al borde de un barranco, por cuyo fondo un río conducía las aguas que desembocarían en el Ter. Pocos senderistas y una curiosa señal que podría figurar en los anales del ridículo o en cualquier antología de Groucho Marx. La simbología en cuestión pintaba un helicóptero simulando una carga de materiales o piedras con una inscripción abajo que decía: “Perill, càrrega sospesa”. La sabiduría grafitera popular había pintado encima la otra versión inconográfica: “Que ens preneu el pel o què? Aneu en compte vosaltres, ineptes”.
Después de ver cómo el camino no paraba de ascender y Coma de Vaca no era nuestro objetivo a perseguir, el retorno nos mostró de nuevo un valle que se abría y acababa en la parte inferior de la zona de Queralbs. De nuevo en la pista, al lado de un puente de madera, una central hidroeléctrica era el marco incomparable para otro aviso: “Consells de seguretat per als excursionistes i turistes que visiten la zona”. Teléfonos de emergencia, consejos, advertencias, o sea, normas y más normas a atener en cuenta, en la línea actual de dirigirnos la vida en casi todo.
De vuelta a la base automovilística, Queralbs atrajo la atención. El motivo fue cultural para ver una iglesia románica y una exposición. La realidad es que cualquier disculpa es buena para acabar en un bar a la hora de la cerveza. La iglesia del siglo X, interesante y digna de ver; el cementerio con buenas vistas de los nichos al valle, como si sus residentes justificaran su ausencia con aquel epitafio de G. Marx “Perdonen que no me levante”; la exposición, una recopilación de Queralbs desde su nacimiento en el año 978, con oficios, la industria del hierro, la agricultura y ganadería y la típica evolución de la población: en 1880, 606 habitantes; en 19210, 805 y en 2000, 210. Para nada se asociaba el “ferro” con Ferrusola, en donde sus padres tenían la casa a la que se retira Pujol y que fue objeto de una intervención de los okupas cuando hace años le tapiaron la entrada. El pueblo te recibe y despide con un taller de terapia para reír y con diversos carteles para animar el estómago con pies de cerdo, carnes a la brasa y setas variadas.
Después de la cultura y los aperitivos, la comida campestre se llevó a cabo en una buena atalaya. La ermita de Sant Antoni, encima de Ribes de Freser, acogió a las 25 personas allí congregadas. Entre el despliegue culinario, brilló la sofisticación de los últimos avances en tecnología punta aplicados al pic-nic. Hubo una familia que, con la habitual flema británica, se asentó en una mesa, extendió mantel, sacó almohada para las posaderas y desplegó refinados objetos para una agradable excursión en el campo: mochila con nevera incorporada, copas reglamentarias, juego de servilletas, vajilla de calidad y marca, salmón ahumado, bebidas y otros manjares que los situaron varios puntos por encima del resto de comensales. Tanta distinción no es común entre los mortales de GRMANIA. Quien no identifique a la familia en cuestión, que observe próximos refrigerios en las etapas del GR. El resto, tirados por los suelos alimentándose con la comida propia de la tropa.
La tarde devolvió a una parte del grupo a los bares de Ribes. Otros partieron a la búsqueda de setas por los alrededores de Bruguera. Este pueblo de postal no cambia su aspecto y cada otoño nos recibe como si el tiempo se parara mientras la vida a su alrededor continúa. Casas abiertas ocupadas por ganaderos y labradores y muchas casas vacías que se abren ocasionalmente por quien se retira para contemplar. Las tonalidades se repiten cada año con robles, hayas, arces y árboles frutales que ofrecen tantos matices de color antes de desprenderse de sus hojas. Pasa lo mismo con los rovellons, camasecs, fredolics y otros hongos que están ahí al alcance de caminantes y buscadores capaces de tirarse por tierra, pincharse y subir y bajar sin parar.
La hora previa a la cena cada año se convierte en el preámbulo del camino iniciático para descubrir nuevos rincones del alma colectiva. El tiempo de la espera se aderezó con vinos y cervezas que dieron paso a los primeros sonidos de la guitarra. Mientras castañas, sopas, ensaladas, revueltos de setas frescas y huevos se preparaban, dos GRmanos calentaban las melodías y rasgaban el instrumento con una incipiente maestría que se confirmaría a lo largo de la noche. Sonidos, músicas y toques sin parar, con los coros de acompañamiento y alguna danza ocasional. Era el anticipo de lo que vendría después.
Primero fue la sopa, servida con un instrumento denominado por una dama como “chuparón”. Hubo quienes establecieron sospechosas motivaciones para llamar así al popular cucharón. Después, los esperados huevos. También levantaron expectación, y más viniendo de un centro veterinario, cuando se investiga con la gripe aviar, la huevería y las pollas (perdón, gallinas). Pero luego se comprobó que la experta también los comía y no pasaba nada. Como siempre, la variedad de los postres destacó, y más cuando el inicio del consumo de tan esperado plato se inició en la cocina. “Aquí se cuece algo”, es verdad, cuántas cosas se cuecen en las cocinas y allí aparecieron dulces y bebidas variadas: aguardientes con cerezas, aguardientes solos, otros licores artesanos, membrillos, castañas y boniatos.
Con tanto y tan dentro, la revolución musical estalló a continuación. Hubo un repaso de temas de varias generaciones, comunidades autónomas, lenguas, soniquetes con el olor de la naftalina de tantas ediciones de Eurovisión. Importaba más la cantidad que la calidad, el tono que la letra, el grupo que el solo. Pantaleón, pantaleón, pantaleón, Llach, el alcalde de Arrigorriaga, nuestros queridos cantantes más horteras que en la historia ha habido, tunas y tunos y hasta un trozo de una sevillana bailado en vivo y en directo por una experta pareja. Mucha espontaneidad y mucho espíritu de grupo con gargantas capaces de atacar cualquier tema.
La noche dio mucho de sí. El entendido impartió la segunda parte de la lección de astronomía de Gisclareny. Un cielo excelente, muchas estrellas, luces, estrellas fugaces, más luces de aviones. La iluminación de la espadaña de la iglesia de Bruguera emitía un resplandor que encendía también las hojas de los chopos de su alrededor mientras, allá arriba, nuestro experto nos identificaba la Cruz de Santiago, las Pléyades, la estrella Polar y, en especial, la imponente visión del planeta Marte.
A la luz de tanto conocimiento y ganas de observación, de entre tantos temas como fluyeron, a estas horas de la madrugada también se trató de psicología social. El tema estrella fue profundizar a la luz de la noche en la mujer. Muy interesante que fueran ellas las que ofrecieran sus reflexiones del mundo femenino, sin estar mediatizadas por ningún hombre, sincerándose tan bien con posibles razones por las cuales a determinada edad hay quienes han escogido un sistema de vida y de convivencia, a menudo solas. O, como alega alguna socióloga citada por un sabio GRmano, se da una “corrección de trayectoria” vital. La sabiduría y la reflexión al servicio del funcionamiento tan diferente del hombre y de la mujer. Deben ser los efectos del comer, del beber y del cantar.
Al día siguiente, una vez que desbocados miembros volvieron después de haber quemado hormonas sobrantes no desgastadas de otra manera, se inició la eucaristía en forma de copioso desayuno. En el momento de repasar las incidencias más destacadas de la noche, se recordó el tono de roncadores de ambos sexos. Esta cuestión disparó la neurona de nuestro guitarrista y músico experto para soprendernos con su primer sabio consejo matinal en forma de deseo: “Menos roncar y más gemir”. Sabio consejo.
La mañana transcurrió por un camino otoñal en el que de nuevo los colores de las hojas se acompañaban de la alfombra de hojas recién caídas por los suelos. Otra vez la espectacularidad de los arces que dejaban pasar la luz que acrecentaba los tonos de sus hojas, hayas y robles también con setas y la visita de una expedición de bicicletas de montaña. Pertrechados con costosas máquinas, numerados y vestidos como la etiqueta de las BTT lo exige, los aventureros urbanos quisieron seguir una ruta mal marcada. Menos mal que fuimos su GPS y les resolvimos algunas marchas atrás. Por un paisaje tan cautivador llegamos a un promontorio desde el que se veían picos ya vistos pero no del todo reconocidos. Nuestra guía fue tan eficiente que acalló con sus explicaciones a nuestro sabio. El destino final, la ermita del Saltó. Parada, reposo, el paisaje, cazadores bien armados y vuelta para los fideos chinos, las ensaladas, el lomo y tanto condumio bien regado por el cava que nos trajo nuestro responsable encargado del tema.
Después de la comida, de una larga sobremesa y de algunas siestas hubo que recoger y volver al lugar de origen o punto de partida inicial. Allí quedó pendiente el Balandrau para otro año, el disfrutado otoño del Ripollès y el encanto de Bruguera. Pero volvió el estimado paisaje humano que es el alma de encuentros, caminos y proyectos en común.

Evaristo
Terrassa, 1 de noviembre de 2005

Romería a Montserrat: octubre 2005

Romería a Montserrat 2005

La otra cara del sufrimiento entre buena gente


GRmanos y GRmanas,

Las dos mujeres se atrevieron. Subían despacio por el camí Romeu de Monistrol a Montserrat. Una paraba cada poco y se consolaba con descansar y recuperar el aliento en una piedra. Subir a Montserrat desde Monistrol le resultaba duro. Era la primera vez que lo hacía y se prometió a sí misma que subiría. Iba acompañada de chicas jóvenes que la animaban tanto como los GRmanos que cerraban filas. Poco a poco llegó hasta el final. Consiguió su objetivo y también el merecido descanso del día siguiente pues, muy precavida, había pedido fiesta por lo que pudiera pasar. De mediana edad, con muchos ánimos encima y en un entorno favorable, esta peregrina del siglo XXI se demostró a sí misma que el sufrimiento se puede aguantar, igual que debieron hacer por aquí desde hace más de 900 años, o igual que conocen muy bien quienes participan en travesías de montaña cuyo máximo rival eres tú mismo.
La otra señora también iba al final. Su hijo de catorce años estaba en las primeras posiciones y ella, con un bastón de una persona de GRMANIA, se tomó la subida despacio, con los pies muy lastimados pero mirando con mucho ánimo hacia arriba. El viernes la habían despedido de la SONY y se refugiaba en los continuos ánimos de las últimas personas que cerraban la romería. Si su hijo había participado en cuatro ocasiones en esta romería, ella podría atreverse con la primera. Poco a poco, con dudas, con mucha ilusión y con más ánimos también consiguió su reto. Ambas eran las últimas, pero también para algunos miembros de GRMANIA fueron el símbolo, el gran ejemplo de constancia, tenacidad y sufrimiento. Y, por qué no decirlo, que estas personas lleguen es una de las mejores herencias que nosotros podemos dejarles a otra gente. Quizá sea una semilla más para consolidar las modernas peregrinaciones, el amor al aire libre, una posible fe y los auténticos principios de GRMANIA en una montaña que tiene algo más que piedras, desniveles y la imagen de una virgen negra. (Palabra del ayatolá de la fe senderista. Amén)
La buena gente de esta edición se puso de manifiesto desde el momento de la salida, en la iglesia de Salesians de Terrassa. Hubo expectación por si nos sorprenderían con su visita el compacto grupo de jóvenes romeros interculturales de la edición anterior. Al final no llegaron y se difundió el rumor de que posiblemente quedaron reflexionando sobre el nuevo Estatut.
El programa se cumplió al pie de la letra, tanto que a las 21 horas ya había un buen grupo de personas de la parroquia de la Sagrada Familia. Como la técnica no sabe de romerías, un coche puso a prueba la organización y se negó a trasladar al punto de salida los foulards, tiquets e inscripciones. Ni el RACC fue capaz de arreglarlo. Pero tampoco fue un impedimento para que el ilusionado y compacto equipo de GRmanos y Grmanas perdiera la fe en la pronta solución. Todo se arregló y el máximo responsable de la Federació de Cristians, el Sr. Heras, se sobrepuso a los problemas de las cuatro ruedas.
Mientras, la espera se repartió entre la ceremonia religiosa inicial y la logística de la organización. Puntualmente GRMANIA estaba allí. Dos mesas en el vestíbulo del colegio, los chalecos reflectantes Aa punto, bastones, mochilas y observación de las caras que nos tocarían conducir. La buena gente fue paciente, supo esperar, comprendió a los coches que se niegan a funcionar y se prepararon para el reto de una romería más. Con los papeles en regla y el foulard conmemorativo en el cuello, las más de160 personas estaban a punto. Y también GRMANIA. El equipo organizativo demostró el poder de la voluntad para ayudar desinteresadamente a los demás. Las personas habituales: Cati, Ana, Fina, Pepe, Paco Gacía, Jaume, Carlos y este plumilla se vieron reforzadas por colaboradores muy especiales. En esta ocasión tuvimos la ayuda de alguien que aportó su bagaje directivo. Alfredo y Cristina, su mujer, se unieron a los de los chalecos reflectantes. Pero aún había más refuerzos. En Vacarises Pedro y su mujer, Rosario, también colaboraron eficazmente en la conducción de los romeros y romeras. Qué decir del resultado final. Con tan compacto equipo, todas las dificultades se superaron. Y algunas hubo. Por si fuera poco, la tecnología de GRMANIA fue básica en el soporte logístico. Los walki talkis cubrieron muy bien la cabeza y la cola. El lenguaje usado se adaptó al evento. ECO 1 y ECO 2, te recibo bien, te copio, corto y cambio. Novedades continuas, paradas para juntar los grupos, cohesión y profesionalidad también poyada en el GPS, el cual recogió la ruta que pronto estará disponible en la web.
La salida se encaminó a una nueva ruta, muy bien estudiada por las personas de cabeza. Llegamos a la riera de Gaià por la zona situada detrás del Roc Blanc. La ascensión puso a la romería en fila india y ya se comenzaba a notar un ambiente alegre entre la juventud. La hilera de frontales en una noche de luna nueva nos convertía en un sinfín de puntos luminosos que se movían hacia aquellas otras luces que se veían lejos, allá arriba, nuestro destino final. Sin confusión alguna, con perfecta coordinación, el camino estaba expedito y muy bien acondicionado por la brigada de zapadores de GRMANIA. Poco apoco nos acercábamos a la C58 cuando se produjeron dos avistamientos espectaculares. Alguien observó aparcado un camión de una cerveza mejicana y se imaginó que hasta habría también rodajas de limón para tomarla bien fresquita. No, el avituallamiento de Coronita no estaba operativo.
Quienes sí estuvieron operativos todo el camino fueron las personas de Creu Roja que nos acompañaron y nos ayudaron en todo momento. Y destacar el otro avistamiento espectacular. A la hora prevista un coche de Mossos d’Esquadra acudió a la cita, los destellos de las luces del vehículo y sus luces rojas pararon el tráfico. Se jugaron la vida para detener a los coches a esas horas en un punto en que la velocidad oficial no se suele respetar. Un gran trabajo de estos profesionales a las órdenes de Montserrat Tura. No marcharon hasta que el grupo se introdujo en el bosque de nuevo. Este año nos demostraron su eficacia y acudieron en nuestra ayuda. Habrá que agradecérselo por escrito.
Poco a poco la romería se acercaba a Coll Cardús, lugar para cenar que no fue tan grato como en principio se pensaba. En vez de parar en el aparcamiento, los romeros fueron okupas por momentos. La casa-restaurante sirvió de acomodo provisional en un patio acondicionado para eventos sociales. Pero no para acoger a romerías que llevan cientos de años pasando por aquí. El dueño planteó a la pareja escoba de la romería la distinción entre tres términos lingüísticos: Voluntario, Responsable y Privado. Tres palabras que quería resumirlas en una amenaza: denuncia. Habíamos invadido una propiedad y quería saber quién se responsabilizaba de la organización, cómo quedaría su espacio privado y quién le había metido tanta gente aquí. No entendía que hace años la romería paraba aquí, antes de que las vallas delimitaran las fronteras entre peregrinaciones y privacidades. El mal genio del propietario se compensó con la educación de la buena gente. El equipo escoba y más gente se comprometieron a ser escobas de verdad y recogerle todos los restos que quedaran. Los cuidados de romeros y romeras favorecieron la labor y dejaron en perfecto estado un espacio tan privado que no quiere acoger a históricas peregrinaciones.
El camino discurrió entre el olor de plantas aromáticas, marcas diversas, luces de Montserrat difuminadas por la niebla, el camino bien marcado por el equipo de especialistas de GRMANIA y los primeros efectos colaterales del camino. Hubo que devolver a su casa a un romero por diversos problemas de salud. Algún otro también recordó que el Ventolín se lo había dejado en casa. Mientras nos acercábamos a la estación de Vacarisses descubrimos que otro grupo nos acompañaría. Trabajadores y trabajadoras de Santidad de Mútua de Terrassa y del Parc Taulí de Sabadell también se dirigían a Montserrat en su 25 peregrinación anual. En la estación hubo conatos de confusión y mezcla de personas pero el eficaz silbato de García y la rapidez organizadora evitó problemas, aunque hubo quien iba con nosotros y probó la comida y bebida que repartía un coche de Mutua de Terrassa.
Los tiempos se cumplían y eso que la cabeza de la romería debía contener las energías de quienes creen que la cuestión es llegar primero. Entre la buena gente se observaron algunos cuerpos enfundados en lycra, material que deja entrever formas que denotan la buena forma física y otros contenidos. El nivel sube, la educación también y la capacidad de adaptación es el mejor recurso para acabar la marcha.
El camino hacia Monistrol animó a la peregrinación a completarla. Montserrat estaba allá y era el objetivo final para el que aún había que sudar. Muy detrás comenzaron a verse las luces de la expedición sanitaria que nos pisaba los talones. La bajada en fila provocó retenciones hasta que de nuevo en Monistrol se presentó la recompensa del reagrupamiento final antes de la última subida. Cualquier parada mostraba el rostro del sueño y del cansancio y enfriarse demasiado se evitó prosiguiendo la marcha. Se notaba en el ambiente que el final estaba cerca, con el regalo incluido de ver amanecer desde las alturas.
La subida desde Monistrol volvió a extender una larga fila de luces que subían con esfuerzo y que se prolongaban hacia una punta y a otra. La ascensión de las dos mujeres del final fue el mejor ejemplo de la constancia y de la lucha por el objetivo final. Poco a poco el día nos recompensaba con la postal del paisaje, con luces que se debilitaban a medida que triunfaba la iluminación natural. Pero subir sin confundirse sería pedir demasiada perfección. Esta vez también la hubo. En mitad del camino un gran grupo siguió a una personas no de GRMANIA y se enfilaron por una canal en fuerte pendiente hasta que llegaron a una infranqueable pared vertical. Si bien las fuerzas ya eran justas, nadie se quejó y con mucho estoicismo atendieron las indicaciones de GRMANIA y volvieron a las marcas de la Matagalls-Montserrat.
El tramos final se presentó lento pero eficaz. Nuestras compañeras del final nos dieron esa lección oculta que es “la conquista de lo inútil”, término que dignifica a quien antepone lo inmaterial a logros productivos. Y la disposición de servicio de GRMANIA se demostró a lo largo de todo el recorrido. Utilizar una noche al año para ayudar e ilusionar a la buena gente que sigue una tradición milenaria: he ahí la mejor conquista. La montaña fue exigente pero también amable. Por culpa de un acto de servicio, Ana perdió sus gafas en la noche y, cuando ya habían bajado a buscarlas, una persona de la romería anunció que las había recogido para devolvérselas a su propietaria. Es la recompensa del trabajo bien hecho.
A las 8,10 de la mañana la retaguardia dio por concluida la romería, en el momento en que nuestras dos compañeras vieron cumplido su sueño (y también el nuestro) de conseguir, por primera vez en su vida, subir a Montserrat a pie desde Terrassa. Fue la mejor recompensa de una larga noche en beneficio de quienes seguro que volverán.

Gisclareny 2005: concentración de pretemporada

Concentración de pretemporada en Gisclareny

Puesta a punto de la fe senderista a la sombra del Pedraforca


Grmanos y Grmanas,

Después de más de dos meses en que hemos aprovechado nuestra formación turística para recorrer entre todos varios continentes y acumular miles de kilómetros aéreos, uno de los caminos más cortos para reafirmar nuestra fe senderista pasa por esa concentración de energía que se produce en la casa del Roser, cuando consigues poner la mente en blanco mirando los dos Pollegons del Pedraforca. Del turismo al senderismo, he ahí la transición interior que os recuerda este pesudoimán, preservador de esa fe que no es ni será nunca una religión.
Acabado junio, los GRmanos y GRmanas salen disparados a escogidos lugares del orbe, cada año distintos, de tal forma que, si enumeráramos todos los lugares pisados por GRMANIA, cada vez quedan menos sin nuestra señal blanca y roja. Los que en África nos denominarían como “musungus” volamos o anduvimos por Kenia, Tanzania, La India, Canarias, China, el Camino de Santiago, otras zonas de las Españas, Cuba, Terrassa y alrededores y muchos más sitios de la ancha geografía mundial. Pero, al final, siempre nos quedará el Pedraforca para tenerlo como atalaya que nos ayude a diseñar romerías, a hablar de próximos GRs, a observar los cielos, a andar, a mirar hacia fuera y también hacia adentro mientras alimentamos los cuerpos con lo que nos ofrece el ya tradicional mecanismo giratorio de la mesa eclesiástica.
No daremos nombres de asistentes pero la concentración convoca cada vez a más personas, 28 en esta ocasión. El Eix del Llobregat en obras nos enseñó los bajos del casi vacío pantano de la Baells y nos condujo a Bagà, subida al Coll d’Escriga y bajada al 15% de desnivel hacia el núcleo de Gisclareny, a nuestra casa del Roser, donde debe reposar el espíritu de Mosen Cima.
Con las tradicionales pérdidas de rigor, descargas de condumios y bebidas, la nevera en marcha, agua a punto, las botas puestas y primera salida senderista de la temporada. Nos alegró mucho ver cómo la fe senderista ayuda también a curarse a personas que superan puntuales problemas, cómo ver un camino es una vía abierta al sudor, a la contemplación de la naturaleza y a aguantar los inventos que los urbanistas pasean por el campo: muchos todo terrenos en perfecta formación, alineadas y polvorientas motos de cross y, cómo no, los inefables quads.
Siempre bajo la protección del Pedraforca y de las energías positivas de Mosen Cima, las líneas verdes y blancas nos condujeron al coll de Bena, punto en que observamos nuestros colores amigos en el GR dels Bons Homes y en una variante del GR 4, aunque la mayor impresión que algunos tuvimos fue por la tarde, cuando descubrimos dos especies humanas que seguían una nueva señal. Del coll de Bena al coll de Bauma, punto que ofrece la posibilidad de seguir hacia el Comabona, retozar en el seco prado del lugar o descender hacia el santuario del Gresolet. Un monolito de piedra loaba el lugar en estos términos:

“Oh, coll de Bauma
Vindré a dormir
Sota la calma
Del teu jardí”
20-VI-71
Elisard Sala.

No, no, nosotros no vinimos a dormir aquí, lo hicimos bajo cubierto, bien cenados y estrellados, unos con calma, otros roncando y otros venciendo la vigilia a base de productos diversos.

La primera salida no era para subir al Comabona, nos quedaba o montar el campamento en el prado o descender. Esta última posibilidad fue la que escogió nuestro maestro de ceremonias, mánager y consejero espiritual, el cual acertó de pleno y nos condujo al área recreativa del santuario del Gresolet. Un espacio ideal para cualquier etapa de GRMANIA. Te recibe con abundante agua, con mesas debajo de seis tejados protectores, sitio para aparcar, la zona del Verdet del Pedraforca al fondo y un santuario que lleva incorporado un albergue con una sorpresa humana digna de figurar en cualquier manual de excursionismo, en la subsección de “mala leche”.
A 1290 metros, este santuario del año 1709 nos llamó luego la atención. Como nuestras ganas de progresar adecuadamente son constantes, no nos conformamos con quedar en las mesas, situadas en la parte trasera de dicho monumento religioso. Fuimos a descubrir la fachada pero formaba parte de un albergue con capacidad para 66 personas durmientes. A la derecha, un cobertizo para animales de pico, de pluma y roedores varios. Al fondo, una colección de latas vacías de las bebidas que pensáis. A la izquierda, la puerta infranqueable del santuario. Un cartel que invitaba a subir al primer piso para acceder al recinto sagrado. Gobernaba con mucho carácter este entorno una enérgica chica/señora/guardiana/sargento. A continuación podréis comprobar nuestra historia con alguien que se cuidaba de recibir a las visitas con un endiablado carácter. Os lo presentamos en forma de manual:

Instrucciones para visitar la iglesia y disfrutar del entorno del albergue de la mano de la cabreada señora:

Paso 1:
Quieres visitar la iglesia, lees el cartel que dice que para ello has de subir al primer piso. Sigues al pie de la letra este código lingüístico. Acabas en la sala de estar de la señora. Te recibe colérica diciendo que si no sabes leer. Le dices que sí crees saber. Pues no se demuestra porque para visitar la iglesia lo dice bien claro, responde. Más enfado. Tú obediente le sugieres que, si al subir al primer piso, ella pretende que uno vea un cartel a nuestras espaldas para entrar a la iglesia, de momento no tenemos desarrollada la vista trasera del tercer ojo. Parece entenderlo y darse cuenta del error. Aparentemente se calma pero fue un espejismo. Conseguimos entrar por el coro de la iglesia a su interior.

Paso 2:
Abajo hay un pequeño cartel que parece que prohíbe el acceso de animales ladradores de cuatro patas y rabo. Un perro de los nuestros, al parecer muy religioso él, debía querer ver la iglesia y se presenta arriba. La señora abronca con premeditación y alevosía a una Grmana por tal desliz. Se le solicitan las disculpas de rigor.

Paso 3:
Un Grmano muy amante de los gatos tiene la osadía de demostrar su cariño y amor a los animales pasando sus manos por encima del lomo del gato de la felina señora. De nuevo más gritos que susurros. Qué atrevimiento debía ser éste con su animal de compañía.
Tres enfados en muy poco tiempo.

Paso 4:
La señora en cuestión puso buena cara en dos momentos: uno, cuando una Grmana solicitó un lavabo para temas higiénicos muy femeninos; dos, en el momento que le comprabas por dos euros una lata de bebida, pero con la condición de dejar el envase en la mesa acondicionada para ello.

Este ambiente tan placentero dio paso a la comida. Como siempre, cada uno lo suyo y esto y lo de los demás y también compartido. De una mochila surgió la sorpresa de quien no pudo venir. Alguien había entregado a alguien una bota llena de vino con un mensaje que decía: “Sorpresa. Que lo paséis muy bien. Besitos”. Para agradecerle a esa persona el magnífico detalle, procedimos en consecuencia y bebimos.
Aquí descubrimos el nivel superior al que algún día llegaremos. Enfrente nuestro, un grupo de no mucho caminar desplegó una barbacoa portátil, bombona naranja de butano tamaño extragrande y carnes, aperitivos y bebidas a discreción. Luego se planteó la duda: si un día llegamos a este estadio de desarrollo tan superior, interesaría saber a quién le tocaría acarrear en su mochila la bombona de butano. Ya circuló una lista apócrifa con nombres.
Saciados los apetitos con lo que había, deshicimos los pasos pero por un atajo marcado. Enfrente el Pedraforca, los de la parrilla en medio, atléticos jóvenes en bicicleta de montaña, todo-terrenos de todas las marcas y nosotros fortaleciendo nuestra fe senderista para la nueva temporada.
El atajo transcurrió por un bosque de hayas, su sombra nos alivió ese momento de sopor de la digestión en marcha. Buen ritmo y la vista en el suelo. Un destacado GRmano, con buen olfato, inauguró la temporada micológica con el descubrimiento de tres rovellons (níscalos). La ascensión nos condujo de nuevo al Coll de Bauma, lugar desde el que la división caminante se escindió en dos subdivisiones: la que volvía a Gisclareny por la pista y la que quiso descubrir el entorno. A pesar de arriesgarse a inaugurar la habitual pérdida de cualquier salida, el trío innovador quedó sorprendido por una nueva marca, descifrada por dos personas que ya la habían seguido por etapas. Un círculo naranja con otro interior amarillo simbolizaba el máximo esfuerzo de la zona, la ruta de Cavalls del Vent.
El tramo no fue traicionero y condujo al coll de Bena, donde estaban las personas que venían por la pista. De vuelta a casa, encuentro con dos GRmanos integrantes de dos comandos que partieron desde Terrassa en horario diferente. Como su aspecto y trazas daban a entender que querían comerse los caminos, ellos y un GRmano más volvieron a hacer el tramo de Cavalls del Vent. Y aquí descubrieron una nueva especie humana. Dos hombres de negro que venían de frente. Mirada fija hacia delante, pantalón corto negro muy ajustado que se completaba con un peto también negro con tirantes que enseñaba unos pectorales bien desarrollados y mejor afeitados. De carnes prietas y muy trabajadas, enjutos pero fibrosos, rostro afilado y andares enérgicos. Su identidad pronto quedó despejada: pertenecían a la escasa y selecta categoría de Homo Sapiens que se atreve a hacer Cavalls de Vent en menos de 24 horas. 92 km y casi 10.000 metros de desnivel acumulado. Los tres GRmanos se consolaron sólo con perderlos en lontananza, admirarlos e imbuirse de las feromonas que debían dejar por el camino.
Ya casi oscureciendo y castigada la testosterona sobrante, todos y todas nos concentramos en la casa del Roser. Allí, después de pasar por el tren de lavado de la ducha, olorosos y perfumados, instalados en las dependencias, vino uno de los momentos más deseados. Despliegue de viandas y bebidas para llenar el armazón giratorio de la mesa principal y la otra de la descendencia de Grmania. Como ya es tradicional, quien se ocupa de las lechugas y otras hortalizas para la ensalada, cumplió su cometido con un “cum laude”. Vegetales de primera calidad, sabores de la infancia, lechugas como las de antes, tomates con la tonalidad en su punto. También, vino tinto y embutidos y quesos y manjares y más manjares, entre ellos esos chorizos cacereños que invitaban algunos con su picor a elevar el porrón cuidando de no dejar marca. El giro del mecanismo fue continuo, pan seleccionado por el experto en estos menesteres, las lonchas de jamón dobladas hábilmente por el gourmet especializado también en forrajes, quesos distribuidos aleatoriamente y ganas, muchas ganas de disfrutar. Para el postre estaba reservado el aroma de una fruta redonda y voluminosa que a punto estuvo de perderse de vista. En el momento de la descarga del coche, la sandía adquirió vida, se le fue de las manos a un Grmano y, como quedó enfocada hacia la pendiente de la carretera, adquirió tal velocidad rodante que nuestro máximo jefe tuvo que perseguirla con saña, con el peligro de lesionarse y perder la buena forma conseguida. La cazó y disfrutamos con su sabor. Otros postres, dulces y licores. Siempre hay novedades. Esta vez fueron tres esencias de diferentes zonas españolas, cual tres libaciones de los dioses: licor de bellota de Extremadura, licor de membrillo de la Alpujarra granadina y orujo de Galicia. Excelentes preparados que ayudaron a digerir la abundante cena, por cierto, retratada para la web.
En este estado digestivo, acabado el “resopor”, se procedió a admirar el espacio sideral. La preparación de la temporada se completó con el espectáculo nocturno. El grupo, siempre con ganas de aprender, procedió a indagar en el firmamento con las enseñanzas de quien domina el tema. Como siempre, nos repasó las lecciones que ya nos enseñó en Bruguera hace tiempo y vio que unos progresaban pero otros necesitaban mejorar. El tiempo de escucha del licenciado fue menguando a medida que recorría el firmamento e identificaba los puntos luminosos más mediáticos. Pero poco a poco el alumnado más díscolo empezó a decir que si “el triángulo del verano” ya había pasado, que si se veían las “cabrillas”, sin saber si eran estrellas o bien la expresión real era “que brilla”. Al final, hubo quien una luz que se divisaba encima de una montaña dudaba si era la estrella Movistar o Vodafone.
La noche fue diversa entre tanta multitud. Tanta tranquilidad rural provocó experiencias diversas explicadas al día siguiente: hubo quienes dijeron dormir sintiendo un halo espiritual que les penetraba por los cuatro costados, otros sintieron todos los crujidos del entarimado, algunos se entretuvieron en buscar la mejor postura para encajar las cervicales y su espalda en aquella espuma llamada colchón, la selección de roncadores y roncadoras entonó su habitual melodía con mucha fe aunque algunos afamados miembros del clan parece ser que en esta ocasión acallaron su bocina. Pero también una minoría del poder de Grmania tuvo tiempo de identificar el canto de los grillos, de repasar toda la problemática mundial y, no contentos con tamaña faena, al final tiraron de la narcotización específica para estos casos.
La mañana del domingo amaneció más temprana para quienes ya no hay quien los sujete. La típica incursión por un inédito camino les acercó a las tres inquietas almas caminantes a un valle por detrás del santuario del Gresolet, con la habitual iluminación matinal del Pedraforca enfrente. No tuvieron tiempo pero tampoco ganas de llegar hasta este santuario para verificar en sus carnes el estado de humor de la simpática jefa del albergue. A las 9, toque de dianas y cornetas para volver a llenar el mecanismo giratorio de la mesa sacerdotal. Condumios diversos, porrón y las cafeteras en continua ebullición. Saciados los estómagos, se condujo a las mesnadas a una excursión matinal que propiciara las digestiones y justificara la posterior comida. Un retén permaneció en la casa, con específicas instrucciones para poner en marcha los fuegos del mediodía. La salida siguió el sendero descubierto por la expedición madrugadora y continuó por las señales que seguían los dos hombres o superhombres de negro de la tarde anterior. Encajonamiento en un pequeño barranco, observación de la escasa agua que aún queda, ascensión hasta cerca del coll de Bauma y vuelta por el mismo camino hasta donde ya las ollas calentaban el agua.
El tramo final hasta la casa destacó por la ligereza de paso de la cabeza del grupo. No es que tuvieran más prisa ni que quisieran romper la barrera del sonido andarín. El motivo era que la velocidad les pusiera en sus manos cuanto antes mejor las escasas cervezas con alcohol que quedaban en la nevera.
Mientras la comida se acababa, dos miembros muy cualificados instalaron la caja registradora y se pusieron a hacer cuentas. Añl final, el público concentrado tuvo que pasar dos cajas situadas una al lado de otra: el jefe representaba al Estado y cobraba los gastos de comida y bebida. A su derecha (dónde sino) estaba nuestro formador espiritual, que estaba en lugar de la Iglesia y recaudaba los diezmos para pagar el desgaste de la rectoría. Para ver que Iglesia y Estado siguen tan unidos como siempre, compartían el mismo bolígrafo para cobrar a sus súbditos. También como siempre.
Como siempre, lo que empieza acaba y hubo que recoger y dejar la casa para la siguiente expedición. Los paisajes del Alt Berguedà nos ayudaron a reencontrarnos, con o sin fe, eso da igual, a coordinar la ya preparada Romería a Montserrat y la temporada senderista de GRMANIA. Pero, antes de acabar, aprovecharemos una frase dicha por una persona asistente que nos puede ayudar a padres, madres, hijos e hijas. Una ingeniosa pregunta extrapolable a cualquiera que sea capaz de responder. Más o menos decía así: una chica le pregunta a otra: “Tu creus que ens mereixem els pares que tenim?”

Evaristo
5 de septiembre de 2005

Comida de Hermandad: 20 de junio de 2005

Última etapa: circular en la casa de Carmen en Torreblanca

La eucaristía de cierre de temporada, un motivo más para el hermanamiento senderista


GRmanos y GRmanas,

La última etapa de la temporada se acostumbra a desarrollar también en continuo movimiento, con algunas paradas recuperadoras de fuerzas pero todo dentro de un recinto delimitado por el contorno de las propiedades de la familia de Carmen, efectuando bastantes viajes cortos pero provechosos. La celebración ecuménica por excelencia, la eucaristía, estuvo dignamente representada este año por las figuras mediáticas que adornan nuestro vaticano particular, una estampita digital que compite con la cúpula romana y se difunde también urbi et orbe, aunque sin el boato ni los adornos conciliares del Estado Vaticano. Un Santo Padre y muchas mesas que practicaban continuamente el tomad y comed y bebed y hablad y gozad de la fraternidad de una temporada ya cerrada que da paso a la siguiente. Ausencias de dos notables: un cocinero y el ayudante del diplomado en albergues. Pero también, la presencia de nuevas personas, traídas quizá por las expectativas que siempre crea la buena gente.
Esta etapa siempre se presenta con intenso trabajo, indumentaria apropiada y multitud de aperos, objetos y enseres que la hacen inolvidable. Todo para exteriorizar esas virtudes que se acumulan temporada tras temporada para que, en torno a dos paellas, vuelva a surgir otra vez el más el auténtico espíritu de GRMANIA (por lo menos, así lo ve el Director de la Oficina de la Fe Senderista).
En vehículos particulares y con una puntualidad aleatoria, el punto de concentración no fue en esta ocasión los tradicionales bajos de una altiva chimenea sino el magnifico y ya habitual entorno de Torreblanca, enfocando a las paredes de Montserrat. En vez de mochilas surgen a diestro y siniestro los más variados objetos, indispensables para el inicio del recorrido gastronómico final. La colaboración general montó un auténtico set, como si fueran los boxes de tranquilos senderistas de GRMANIA en estado de relajación, una zona para el disfrute de una larga parada y fonda para reposiciones diversas. Un jardín, árboles, un espacio cubierto con barbacoa incluida, una casa, piscina y Sant Jeroni, un buen marco para incomparables vibraciones paisajísticas y humanas (y para los creyentes, quizá también espirituales) procedentes de las míticas paredes de Montserrat.
El recorrido inicial no necesitó de GPS pero sí hubo móviles orientadores a modo de modernos lazarillos que anuncian su presencia, no con ladridos pero sí con melodías descargables. Las primeras horas, preparatorias del ágape, son propensas a sudores, lagrimeos perfumados de cebolla, el olor a ajo en los dedos, los dedos teñidos del rojo del pimiento, movimiento continuo de herramientas y útiles de cocina, descargas de maleteros llenos de innumerables pertrechos. Pelar, cortar, aliñar, ordenar, calentar, dorar, separar, pochar, mezclar, rehogar, hervir, asentar, sentarse, comer, hablar, reír, recordar, planear y...¡que aproveche!
Mientras el proceso previo a la eucaristía se preparaba, hubo especialistas que tuvieron que superar obstáculos aparentemente fáciles pero imprescindibles: el equipo de entoldadores extendiendo cuerdas y sábanas protectoras de las rigurosidades solares; ingenieros que descubrían los entresijos de los chips ocultos de un nuevo quemador, el cual parece ser que no superó las peculiares normas ISO coreanas; el arreglo la noche anterior de la tecnología de la piscina, con la pérdida de miles de litros de agua porque el operario de turno tampoco debió pasar controles de calidad. Tanta actividad y tanto calor se pasó que los cuerpos pronto detectaron continuas bajadas en el nivel de líquidos y del colesterol modelo LDL (el malo, conseguido con buenos productos que luego te prohíben). Múltiples paradas en marcha, continuos altos en el particular camino, pasos cortos y culos en sillas o tirados por los suelos o remojados en el agua de la piscina, degustaciones diversas supliendo la bota y el bocadillo por aperitivos variados, bien regados y mejor comidos. Productos extremeños, bebidas con y sin alcohol y especialidades diversas anunciaban lo que vendría después. También se repartían dos CDs con fotos, no todo iba a ser atender a la gula. En el fondo todo formaba parte de cierta estrategia disuasoria: se intentaba nublar la vista, saciar los estómagos y adormecer las papilas gustativas por si las paellas adolecían de algún “defecto de forma” final.
A más alcohol, menos reconocimiento de matices deficientes y más aplausos para ayudantes, pinches y cocineros titulares, de tal manera que el ensamblaje final del arroz superara con adjetivos varios la cosecha paellera de 2004.
Repuestos con creces de tantos líquidos sudados, las lenguas se explayaban proporcionalmente al efecto de las graduaciones ingeridas y a cualquier tema formulado por las personas contertulias del corrillo o tertulia lateral. El cultivo de cierto desorden y el alterne intergrupal cohesionó unas relaciones aún más intensas si se ojeaba la evolución de las paellas, te cautivaban sus vapores y eras capaz de reponer el líquido con una penúltima visita a la nevera. Los dos objetos metálicos con asas que unían tantos ingredientes no eran sino una metáfora de lo que, trasladado a personas, es GRMANIA: donde nadie es extraño y se acoge a quienes les invitan a participar o quieren compartir. Pero, así como en el plano senderista hay un Santo Padre, en el tema de ordenación de las paellas también hubo una cabeza pensante que siguió al pie de la letra su librillo arrocero, con la suerte de ser jefe de condumios y sentarse a la derecha del Padre.
Gracias a las buenas sensaciones que produce el buen olor, con placenteros movimientos de los jugos gástricos, gracias a que entre más tarde se come más se valoran nuestros platos y gracias a las bebidas, los estómagos parece ser que recibieron muy bien la ingestión del resultado final. Los frescos vinos ayudaron a la circulación del condumio y a su asentamiento en el aparato digestivo y, para alegría de los cocineros, los platos fueron rellenándose, señal de que el trabajo final no quedó mal.
Como siempre, los postres siguen siendo uno de los platos fuertes de GRMANIA, un momento especial que muestra aquellas creaciones con las que se consigue ese esperado efecto sorpresa, que se ve recompensado por la gratitud reflejada en la cara de quien los prueba. Antes de los dulces, también hubo el efecto sorpresa de una fruta reincorporada este año, no tanto por sus incitadoras estimulaciones eróticas sino por ahorrar el trabajo de la tradicional macedonia. Después, originalidades de cosecha propia, derivados del chocolate incluidos. Y un detalle altamente simbólico: nuestro poder de difusión de la imagen de marca llega hasta el marketing más directo, como fue la reconstrucción de nuestros colores en blanco y rojo con chucherías, aprovechado después para su deconstrucción por pequeños y grandes. Todo formaba parte de la “comun-unión” en esta eucaristía particular.
Con tan buen ambiente y con muchos cinturones aflojados, llegó el momento cumbre, la entrega de los cuatro paritarios diplomas a personas que han hecho por GRMANIA tanto como las que aún no los han recibido (pero están en la lista de espera). La duda siempre está en saber por qué a unos antes que a otros, qué han hecho estas personas que no hayan efectuado otras, aunque el orden de factores no debe alterar el producto final. Y también hubo cierta decepción en algunos sesudos mentideros formados por analistas de la casuística que convergió en la entrega de cada título a tal persona, todo hay que decirlo. En especial por parte de una persona que, antes de venir a la celebración, confesó que había tirado a la papelera la reproducción de “El Guernika” de Picasso que adornaba su sala de estar, pero había conservado la alcayata con la ilusión de colgar y mostrar su esperado trofeo a familiares y amistades (amigo, pronto lo tendrás).
Como una comida da para mucho, aparecieron muchas propuestas para el futuro y para el presente que conviene sugerir, para reconducir la nostalgia de una temporada que acaba con la ilusión de esas nuevas ideas que hacen que un grupo afronte expectativas aún no conseguidas:
- La COME (Comisión de Medallas) anuncia que la próxima temporada se entregará “La gran Jarra de GRMANIA” a quien haga actos heroicos en beneficio de todos. La convocatoria puede quedar desierta si se considera falta de heroicidad.
- Nuestro jefe ya ha enviado una propuesta de salidas y actos diversos para la próxima temporada. La definición entre el GR1 y el 92 se hará sobre la marcha.
- El próximo lunes 27 de junio, a partir de las 17 horas, en el local de la calle Blasco de Garay, se reunirá la comisión que colabora con la Federació de Cristians para preparar la romería de octubre a Montserrat.
- De cara a la próxima temporada se espera el estreno de la nueva camiseta técnica de GRMANIA, de color rojo y manga corta, con el logotipo reducido y adaptado.
- Como el verano pasado, quien se mueva por el mundo que recuerde llevar la actual camiseta, hacerse una foto digital en lugares singulares y enviársela en septiembre a nuestro webmaster para la sección “Y tú, ¿dónde la luces?”.
- El precio de la comida, como siempre, es “político”: se incrementó por tener que pagar la nueva paellera, el quemador, los apoyos y los cuatro palos (o remos) y, además, se redondeó al alza para sacar fondos para GRMANIA (como ya os detallará el jefe). Al final todo queda en casa, sumándose al patrimonio del grupo.
- Se habló de pensar en la posibilidad de elaborar unos estatutos y registrar GRMANIA como una asociación.
- En septiembre se pondrá en marcha el foro de la web, creado por el diplomado administrador digital.
- Este verano un grupo de observadores de GRMANIA se trasladará a los Picos de Europa para preparar una posible estancia en albergues de estas tierras del norte en futuras salidas.
- En septiembre se empezará a difundir el dossier de prensa elaborado entre centros excursionistas y medios de información. La finalidad es dar a conocer a GRMANIA.
- Y, siempre, EL QUIJOTE es un buen recurso para situarse a su sombra.
Como veis, los arroces y las eucaristías dan para mucho. Y eso que en vez de comidas de trabajo se trabaja para hacer la comida. Actos de este tipo son fruto de la buena predisposición de todos y de todas, por eso se ha evitado citar nombres aquí para no excluir a quienes seguro que también han colaborado como el que más.
Para acabar, señalar que estamos a las puertas de una próxima temporada histórica. En septiembre entramos en el DÉCIMO ANIVERSARIO DE GRMANIA. Seguro que si seguimos así nos superaremos aún más. Pensad en posibles ideas para encumbrar aún más GRMANIA en tal aniversario.
Como uno casi siempre tiene que recurrir a ideas de otros, qué mejor para despedir esta epístola post-eucarística que hacerlo con esa frase que lucía nuestro estimado hombre del GPS y fotógrafo y más cosas, en su camiseta. Un pensamiento más:

“ Triste época la nuestra,
es más fácil desintegrar
un átomo que un prejuicio”
A. Einstein.



Salud y buen camino



Evaristo
Terrassa, 20 de junio de 2005

viernes, 2 de diciembre de 2005

La Seu d'Urgell 2005: lagos de Tristaina en Andorra y convivencia

Concentración pirenaica: Objetivo, lagos de Tristaina en Andorra

“Ahorraos viajar a la Patagonia para ver un paisaje como éste”


GRmanos y GRmanas,

Alejandro, nuestro ocasional compañero argentino en Andorra, conoció a GRMANIA y apreció el acierto que tuvimos al escoger una excursión que, según él, en nada tiene que envidiar a ese destino de moda de su país entre las personas del nuestro. ¿Cuáles son las razones para pronunciar una frase tan lapidaria? Descubridlas a continuación.
Desde las montañas del norte de León, en Lois, desde el Barcelonés y desde el Vallès Occidental, un representativo destacamento de GRMANIA partió hacia su habitual cuartel de finales de primavera, en La Seu d’Urgell. El albergue “La Valira”, al cual le concedemos como mínimo una estrella Michelín por su calidad culinaria dentro de la “denominación de origen de albergues y casas de colonias”, es un gran punto de partida al que conviene seguir yendo. Es el trampolín para dar el salto al descubrimiento de las grandes posibilidades de las montañas andorranas, sobre todo cuando la primavera está en su apogeo aquí.
Veinte personas unos, miembros directos de GRMANIA y otros, la primera generación de vástagos, se marcaron el objetivo de lo que en el argot montañero se llama “la conquista de lo inútil”, en el sentido de un paisaje que te regala su belleza en su estado más natural, que te recarga tus neuronas con grandes espacios que sólo los interiorizas “porque están ahí” (razón copiada de un famoso escalador, que respondió así cuando le preguntaron que por qué escalaba montañas). Los lagos de Tristaina, a la derecha del último remonte de la estación de esquí de Ordino Arcalís , fue el gran objetivo de la salida, aunque siempre el principal y más importante es la convivencia en hermandad.
El Vallès Occidental, el Bages, el Solsonès y el Berguedà fueron comarcas que las huestes de nuestro “Habemus Papam in eternam” cruzaron raudas y veloces hacia su destino en el Alt Urgell, punto de acceso a Andorra, ese Estado (“el pais dels Pirineus”) que en términos fronterizos se sitúa entre España y Francia, si bien usando otra terminología está entre la Catalunya Nord y la Catalunya Sud. Un Estado gobernado, entre otros, por el obispo de La Seu d’Urgell, mandamás eclesiástico relacionado con nuestro Grmano Jaume Valls, pero un territorio que desconocía que iba a ser visitado, sin protocolo oficial alguno, por la alta Curia de GRMANIA y, como si de un Palmar de Troya cualquiera o del papa Luna de otros tiempos, nosotros llevábamos ya la máxima graduación eclesiástica muy recuperada, según verifica la instantánea gráfica captada y publicada en la web por el Grmano Antonio Gil.
El viernes, concentración nocturna al lado del río Valira. Los últimos que llegaron se encontraron con nuestro servicio de bar portátil abierto: licores de varias clases y aguardientes acompañados por engaños comestibles que ayudaban al buen reposo de la correspondiente graduación alcohólica. Nuestros especialistas de León fueron los últimos en llegar procedentes del aeropuerto de Barcelona con Ana de chófer. Murmullos, alegría y a la 01,45 horas, último aviso para el grupo porque perturbaban el silencio nocturno. De buena mañana, dos GRmanos comprobaron el estado del paisaje: el ronroneo de las aguas del Valira, la calidad de las cerezas de los alrededores, el GR 7 en su tramo más cercano a La Seu, el recuerdo de aquella épica etapa nevada, el campo y el verde en un vallepirenaica regado por el Segre y la Valira y protegido por el Pirineo y su variante, el Prepirineo. El desayuno se vio alterado por el ritmo que quiso imponer Ana, lo que provocó a Ramón para que le respondiera con un amable “¡No me taladres!” el cerebro con las prisas. Picnic, coche y hacia Andorra. Pero quien tenía más prisa tuvo que volver al albergue por razones muy femeninas.
Seguro que el centro de atención de todos es cómo se encuentra nuestro “in eternam”. Lo sometimos a diversas pruebas y a todas respondió de forma muy positiva. Las 122 pastillas que ha ingerido hasta ahora, junto con los cuidados de quien tan bien le cuida y la energía mental que todos nosotros le transmitimos ha dado sus frutos. Ni candidatos a Papas ni Papisas, nadie ni nada puede con ÉL. Hubo momentos en que rememoraba sus conocimientos de la historia de Esparta, de si le daríamos la sopa negra o bien lo despeñaríamos por el monte Taigeto, pero él sabía que por encima de los antiguos espartanos estaban los andaluces del buen vivir y mucho respetar.
Después de superar el ajetreo comercial del pequeño país, nuestro destino fue la estación de Ordino Arcalís, centro invernal que a algunos nos recordó viejas vivencias por sus nevadas pistas, rebobinamos las espectaculares bajadas, los cursillos, las emociones de la superación de retos y de pendientes y, por supuesto, los buenos desayunos con huevos fritos y beicon en un bar de La Cortinada (Antonio Gil, Maribel, Antonio García, Ana...). La zona de Creussans fue el punto de salida, al lado del remonte L’Estany, a 2.226 metros de altitud, con un bar abierto al lado, por supuesto.
La nieve cubría aún buena parte de las montañas y el sol dejaba entrever que, más pronto o más tarde, la tormenta nos refrigeraría nuestros sudores. El camino nos conducía a los lagos de Tristaina, varios formaciones lacustres debajo del pico de Tristaina, una ruta muy adaptada a todos los niveles que brindaba la posibilidad de quedarse donde cada uno quiera. La subida seleccionó y, junto con Alejandro, quisimos hacer una aproximación al pico de Tristaina. No nos conformamos con la belleza de los tres lagos, de sus morrenas de nieve, del hielo azulado de sus bordes ni de las extensas manchas blancas que adornaban el incipiente verde de la gran alfombra floral de la primavera en alta montaña. El reto era subir, niños y adultos. Pero no fue fácil: resbalones en la hierba, heridas en las manos, fuerte pendiente pero ante eso, el reto se impuso y conquistamos el punto más alto cercano al pico Tristaina. ¿Qué explicaros de lo que se veía desde este balcón? Un buen patio a cada lado, tan espectacular que enervó los ánimos y fue objeto de comparaciones: unos decían que era mejor que lo que se veía desde la Pica d’Estats, otros lo comparaban con la cima del Carlit. Y Alejandro lo comparó con su Patagonia vital y dijo esa frase que nos magnificó aún más lo que teníamos delante: “Ahorraos viajar a la Patagonia para ver un paisaje como éste”. Impresionante a nuestros 2.700 metros de altitud.
Pero,¿qué pasaría con la bajada si la pendiente era pronunciada, había nieve y encima resbalaba la hierba? Suponemos que sabéis y confiáis en nuestros saberes pero, todo hay que decirlo, esta hazaña pasará a los anales de GRMANIA. Después de unos metros de bajada había que cruzar una zona nevada. ¿Estrategias para hacerlo? ¿Sistemas para vencer el miedo ante una posible caída y veloz resbalón hasta el final de la pendiente? No olvidéis que se estaba jugando el futuro de la actual Curia con el Camarlengo y su martillo incluido. Ante un accidente, la anarquía, más aún que los relatos que aquellas montañas escucharon de las andanzas de la última etapa del GR, no todas con buen talante.
Pero nosotros también tenemos ángel de la guarda, un ángel muy entrenado por los muchos años de convivir con la nieve y, en el último año, muy experimentado por las continuas nevadas en su pueblo, desde diciembre hasta febrero. Vino de León y nos lo demostró. Antonio García corría por la nieve con total seguridad mientras la escena de algunos purpurados era tragicómica: unos mirando sin parar al cielo arrepintiéndose de su agnosticismo, otros clavando su zanca en la nieve y con el rostro desencajado son mirar ni de reojo para el precipicio, alguno apoyado en su báculo ocasional (el bastón de esquí de Alejandro) hundido en la nieve y haciendo votos de cambiar de vida si salía de este trance, uno con la mano congelada pero incapaz de soltarla de la nieve, qué miedo contenido y qué seguridad nos daban los bastones. Y, en medio, otras escenas que menos mal que nadie las fotografió. Porque este paso provocó roces, apretones, abrazos y achuchones entre gente del mismo sexo dándose calor humano. Pero gracias a ello el cabildo cardenalicio, camarlengos, infantes y candidatas a papisas superaron el reto. Antonio García, en su papel de sherpa de altura, ha ganado méritos para cuando el año que viene se reúna por primera vez la COME (Comisión de Medallas) para evaluar actos heroicos con riesgo personal.
La bajada posterior nos guardaba otra sorpresa: el granizo que nos golpeaba sin cesar y libró de peso a las mochilas por tener que sacar los chubasqueros protectores. Pero también esta prueba se superó y el bar final nos regaló la comida del picnic en total hermandad, galletas, chocolates y cafés incluidos. Sin embargo, la lluvia fue incesante hasta el territorio del mogollón urbano de Andorra. Aquí hubo despliegue humano a medida de los gustos de cada uno. Azúcar, chocolate, gasoil, vinos, quesos, lo de siempre pero os proponemos una prueba para el día de la comida de hermandad, 19 de junio, un juego de pistas mirando sólo caras humanas: ¿qué mujer aparecerá con la cara más joven porque compró unas cremas que le aseguraron que le proporcionarían un rápido rejuvenecimiento facial? ¿Quién será?
Después de la cena, de bastante calidad, tertulia antes de la instalación del bar móvil, en la que se tocaron temas que ya quisieran algunos ilustrados universitarios o preparadores de cursillos de verano en los que cobran por no decir más que obviedades. Los temas favoritos se movieron en la parte más erótica de las relaciones humanas. Ramón desarrolló su charla que versaba sobre la distinción entre el sexo oral y el verbal, con ejemplos vividos por él y sibilinas matizaciones sui generis en la acepción oral/verbal. Otros temas: la arqueología cultural de las costumbres locales españolas, centradas en las conclusiones derivadas de la observación de dos ejemplares leoneses allí presentes. Otro: estrategias de captura de una presa del otro sexo en la sociedad actual, en la franja de edad superior a los cuarenta años.
A continuación, despliegue de licores y golosinas traídas de Andorra. El bebercio no excitó más las inteligencias.
A la mañana siguiente, domingo 12, de nuevo salida matinal de aquellos dos hombres pero ahora acompañados de dos mujeres, cuyo objetivo dijeron que era sólo disfrutar (del paisaje, se entiende) en agradable compañía.
Los planes previstos para este día respondieron a la famosa frase de Felipe II. Los elementos nos impidieron ir a ver las marcas del GR 1 en Cambrils dels Pirineus, sus salinas y comer en allí. Un cierto desconcierto se apoderó del grupo, hasta nuestro jefe de albergues intuyó “negros nubarrones” a la hora de trazar un plan de acción inmediata para las posteriores horas. Sin embargo, hubo ruta turística y el descubrimiento de unos paisajes que, en cierta medida, nos fueron familiares en aquella citada etapa de Tuixent a La Seu, con más de treinta centímetros en algunos tramos. Esta carretera , en dirección contraria, nos rememoró la famosa y atrevida vivencia inverbal, irrepetible. Pueblos como Fórnols o Tuixent nos rememoraron etapas que ya forman parte de la historia de GRMANIA. El destino nos condujo hacia Josa del Cadí, pueblo en alto con la iglesia como atalaya principal si bien ya le hacía sombra alguna grúa de la especie más voraz que hay ahora. El hambre ya estaba prevista en el guión, pues se había programado un picnic fraternal para la hora de la comida, comprado en Andorra con sorpresa incluida. La parada, como no podía ser de otra manera, se hizo en el límite entre el Alt Urgell y el Berguedà, en el Coll de Josa, a 1630 metros, a las faldas del majestuoso Pedraforca. Comer con la vista puesta en un Pollegó, en un ambiente bucólico con el condumio por tierra y los cuerpos a discreción situados en los entornos de una sábana bien nutrida con viandas varias y buenos caldos. El catering de altura demostró la adaptación de GRMANIA a cualquier cicunstancia y la cantidad de recursos que siempre están en la guantera: navajas, mantas, manteles, vasos, etc. No podía faltar el chocolate en los postres, el nestlé nuestro de cada día, el cacao negro con tantos efectos que hasta a nuestro santo Padre le hizo exclamar: “Ya sabéis, o chocolate o Prozac”, mientras su sabiduría quedaba otra vez al descubierto cuando tiró del diccionario vilcheño y sentenció, como si del difunto Lázaro Carreter se tratara, que “sambrío” era sinónimo de “jambrío” y de “hambriento”. Pero, en esta ocasión, le salían estos términos porque estaba saciado.
Sólo nos faltó el café final y dónde mejor que en ese pueblo que ya forma parte de la tradición estival de Paco Ortega y demás GRmanos, con la anual marcha por el Pedraforca, butifarrada incluida. Gósol y el bar de la Plaça sirvieron para echar las cuentas finales, números que no pudieron hacerse porque hay personas que, encima que salvan a la cúpula eclesiástica en los pasos honrosos de las alturas, además invitan al picnic a todas las personas que allí estábamos y corren con todos los gastos. Antonio García y Ginés son así.

La temperatura, el tiempo, la sequía, el bajo nivel del agua del pantano de La Baells y el continuo tráfico de motos procedentes del Circuito de Motmeló, saboreando la victoria de Dani Pedrosa, todo esto nos devolvió a lo que nos empeñamos en llamar “civilización”.

Terrassa, 13 de junio de 2005