domingo, 15 de diciembre de 2013

¡Ánimo y a seguir luchando!

Dedicado a todas las personas que han de luchar contra una enfermedad. 

Es una medicina imprescindible para conseguir la victoria. 

Y, en especial, dedicado a nuestra compañera GRMANA Sonsoles.

(Para leer el texto hay que clicar encima del título)

" Y yo con aquellos pelos…!"

Tercera etapa del GR7: de La Seu d'Urgell a Fórnols del Cadí

Desbandada libertina a este lado de la frontera

Las marcas reales e imaginarias de las fronteras más cercanas han producido un efecto diferente según en el lado en que nos encontremos. Si en la etapa anterior lo libertario predominaba en Andorra como seña de una identidad consolidada desde hace 17 años, ahora lo libertino campó a sus anchas. Quizá esta palabra sea más real que la anterior en muchas ocasiones de la historia de este grupo.

Señales

La meteorología de los primeros días de noviembre no parecía la más repetida en años anteriores. Aquellas heladas que habitualmente por estas fechas enblanquecían los prados de La Cerdanya estaban ausentes, igual que esos colores típicos de plantas que derivan del ocre al desnudo. Vivimos en medio de tantos cambios y alteraciones que la flora y la fauna deben estar desconcertadas. Árboles que pasan del verde al gris en momentos, pistas de esquí sin atisbos de la primera capa de nieve, ni siquiera artificial. En mangas de camisa, ambiente cálido y sin pensar en el porqué de todo. El tiempo es libertino porque alguien lo está haciendo así.
Pasaba lo mismo con el autocar. Nunca hasta hoy se había presentado un vehículo de 15 metros de largo y tres pantallas de televisión, con tres ejes de ruedas, para el transporte de senderistas por un entorno de montaña, con carreteras estrechas, curvas y accesos casi milimetrados. Pues ahí estaba porque fue el que le asignaron al conductor. Nadie lo pidió pero los designios empresariales debían ser así.
¿Y la aproximación al punto de salida? Pues más de lo mismo. Ir desde Terrassa a la Seu d'Urgell por el túnel del Cadí es caer en las garras de la especulación de un túnel que es un atraco muy consentido. Llegar a la ciudad fronteriza con el paraíso fiscal andorrano y del contrabando fue pasearse en dirección contraria por la carretera C14, la gratuita y nacional que nace más abajo del pantano de Oliana. Ida hasta unos kilómetros más allá para retroceder hasta la zona de casa pareadas y muy abanderadas para buscar las primeras marcas. Detrás de carteles alusivos a la feria de Sant Ermengol (donde se compran forfets de esquí de temporada a bajo precio y artesanía comestible) aparecían las señales en los alrededores del olímpico río Segre.

Brotes

El canal olímpico de aguas bravas fue una valiente apuesta para la zona y su ubicación en el deporte internacional. Toda una obra artificial que dicen que es visitada por público con ganas de enfrentarse a los rápidos que en el río normal apenas existen. Muy cerca de allí se veía una grúa de la construcción, ese escaso objeto símbolo de utópicos brotes verdes. Alguien conectó con las grandilocuentes declaraciones de políticos de allá y de aquí y quiso entrever el fin de todo lo malo, como si esa maquinaria fuera la gallina de unos huevos de oro que empobrecieron a muchos excepto a algunos. Allí cerca había ganaderos y labradores que ganaron millones con la venta de prados para apartamentos y no eran ni políticos ni empresarios. La especulación no debe distinguir entre corbatas ni manos encallecidas. El dinero no parece conocer límites.


Incidencias

En un entorno muy natural, con la sierra de La Bastida preparada para recibir al senderista, lejos ya del río Segre y cerca del torrente de Casanovas, la pista ascendía con una casa a la izquierda que aparentaba ser propiedad de alguien con el síndrome de Diógenes. Ya en el sendero, la subida era un calentamiento inicial con sorpresa. Alguien puso un fuerte ritmo al principio aunque después las toses y las fuerzas simbolizaron otras resistencias. La primera cima, el turó del Porredón (1.123 metros), desde la que se divisaba el valle del Segre cubierto de niebla. Llegar hasta aquí caldeó el ambiente y dio lugar a dos encuentros: el primero, un curtido cazador ocupaba su puesto para vigilar al jabalí en una zona muy conocida por él. Cuando se le preguntó por su olfato meteorológico y sus previsiones acerca de si la niebla seguiría todo el día o no, pareció muy seguro en su respuesta: la niebla estará aquí todo el día. Como habitante de la zona, debió tirar del archivo de la experiencia y se creyó infalible. Mientras, alguien encontró un manojo de llaves tirado en el camino. Lo recogió y, ya arriba, su dueño dio fe de su propiedad: llaves de coches y de casas, indispensables para seguir disfrutando de aquello que tantos sudores le costó conseguir. Aquí el olfato no falló. En el caso del cazador oriundo de la zona, sí: la niebla despareció al cabo de un rato.
El hallazgo nos trajo a la memoria el olvido de un antiguo Grmano, ya hace unos años, entre las trementinaires de Tuixent y la ardua labor para convencer al inolvidable chófer Demetrio de que, a la altura del refugio del Coll del Port, tenía que deshacer el camino, reseguir las curvas otra vez y buscar al exmiembro de esa logia.

Enciclopedias

Ya arriba, las vistas venían marcadas por la perspectiva y por una niebla que ocultaba la realidad mientras componía un paisaje sui géneris. Fotos de todo mientras las viandas y bebidas aparecían alrededor. Adjetivos y adornos varios, transformados en píxels y en plasmaciones tecnológicas. Los intereses corporales eran alimenticios y los ansiosos por despejar incógnitas se dirigían a “la enciclopedia” viva. Pertenecía a alguien que presumía de guiar con 16 años a un Molt Honorable President de la Generalitat en su ascensión a la Pica d'Estats, al que conoce a la mitad de Cataluña por su nombre y apellidos y ahora tiene una Fundación que se mueve en el pensamiento imperante y monocorde. La memoria enciclopedista te decía dónde estaba Andorra, la montaña más cercana y aquella del fondo, qué pasó en ese pueblo que se veía a lo lejos cuando una vecina se casó con un guardia civil y se instaló entre vecinos que vivían del contrabando, dónde se ubica el Pic de l'Orri y las antenas de Port Ainé, o el pico Salòria, o el nombre de aquel valle que terminaba en aquel otro. El guía tenía wikilocs en la cabeza, GPS memorizados por pateo de lugares y mapas desplegados en el fondo de sus neuronas.

Desniveles y rocas

Se acabó el variado menú del desayuno que respondía a una globalización que también afecta a la indimentaria: higos turcos, chocolates belgas, cervezas alemanas, mochilas chinas, zapatillas indonesias, ropa de Bangladesh, xibecas en vidrio y estrellas en lata, manzanas francesas, galletas catalanas, jamón andaluz. Al fondo, Andorra.
Una vez saciado el apetito con esos productos casi todos ellos foráneos, incluido quien es fiel al quinto de cerveza en envase de vidrio (propietario a su vez de las citadas llaves), el camino buscaba una amplia pista, no sin antes observar los restos de un vehículo abandonado aquí años ha. Esta chatarra ya hace tiempo que constaba en la documentación digital de la etapa. Alguien, en la memoria de su blog, se preguntaba cómo se podían abandonar aquellos restos metálicos en estos lares. Había observado más y, según sus cábalas, los asociaba a posibles persecuciones a contrabandistas.
El Cadí acompañaba al caminante y parecía que pedía ser tenido en cuenta. Estábamos en sus dominios. La pista rodeaba el Pui de La Bastida. El coll de Creus se escondía detrás del turó de les Forques y el GR lo rodeaba por la derecha. Pronto la pista daba paso a una senda que dejaba ver el espectáculo rocoso que se avecinaba. El Cadí nos ofrecería curiosas formaciones de un variado colorido, sobre todo los tonos ocres. El sendero se estrechaba hasta un rellano donde se consiguió algo difícil en estos tiempos: que los de delante paren y juntar el grupo, aunque sea para la foto de rigor. El ambiente libertino predominaba. Quizá comienza a mandar más la foto que el sentido de agrupación del personal. O bien que el personal sólo se junta para la foto.

Super Alfa

Entre tantas formas de rocas que no parecían ser propias del habitual paisaje del Cadí, se iniciaba la aproximación al Coll de Creus, punto de cambio de vertiente y lugar que exigía sudor y atención a posibles resbalones con el precipicio abajo. Sorprendió la construcción de un puente de madera para salvar una caída de piedras que había desmontado el camino. Fue realizado gracias a la escuela taller de La Seu d'Urgell. Una gran obra práctica, de esas que son fundamentales por su eficacia pero que nunca ganarán ningún premio por que no son originales. Antes de acometer la vertiente sur, el esfuerzo hizo posible ver el Cadí desde la cima, con el pueblo de Adraén a un lado, punto que sirvió para que el que lo sabe todo de la Cataluña pateada explicara que era un buen inicio para encarar las cimas de esta cadena de montañas del Prepirineo. Llegados a este punto se produjo un descubrimiento sólo apto para el pequeño grupo. Allí los oídos más atentos consiguieron descubrir quién es la persona Super Alfa de GRMANIA. Pero descubrir el nombre forma parte del reto de la observación de cada caminante, fijándose en esos pequeños detalles que son las pistas para despejar la incógnita.


Afrodisíacos

Qué mejor que hablar de productos que levanten el ánimo para afrontar lo que vendría después. En el puerto se oyó una conversación digna de los anales de la literatura erótica. Alguien repartía chocolate y hubo quien mencionó un estudio científico norteamericano que relacionaba el consumo de chocolate y el hacer el amor. Se refería a mujeres y el estudio lo firmaban mujeres, las cuales establecían relaciones entre aumento de consumo de los derivados del cacao y menores relaciones sexuales. Inmediatamente una Grmana respondió: “A mí no me gusta el chocolate”. ¿Conclusión?... Mientras, había hombres que lo consumían con gula.

Pérdidas

La bajada por la vertiente sur dejó ver el pueblo de Adraén al este y una gran casa de pagés con animales a la derecha, de esas que aún sobreviven al abandono rural. En medio de frondosos bosques de pinos, se iniciaba la aproximación al punto fatídico, uno más en el largo historial de pérdidas que va a más: el río Bona. Llegar abajo exigía franquearlo y fijarse bien en las marcas. Pero no. Quienes tiraron en otras direcciones se olvidaron de la larga y ancha pista que acabaría en el coll de Bancs. El paso del afluente fluvial del Segre dejaba ver huertos abandonados y pinos que parecían atalayas para dar sombra al caminante sudoroso.

Libertinaje y desbandada

Hubo maridos que perdieron a sus mujeres, grupos que no encontraban el camino y un intrépido guía presto siempre a ir a rescatar a quienes no encontraban el rumbo. Poco a poco aparecieron arriba, a 1395 metros, en el coll de Bancs, todos pero a cuentagotas. Una mirada atrás y al fondo estaba el Coll de Creus, detrás el Tossal Rater y debajo el escondido pueblo de Adraén. El área de coll de Bancs era un cruce de caminos con el Port del Compte y la Serra del Verd al fondo.
Y allí se produjo una de las históricas desbandadas de GRMANIA: el autocar que no llegaba, el camino que no se encontraba, el guía que no aparecía, una familia que debía alucinar con el espectáculo humano, en una mesa reparto de tentempiés, hombres que no sabían dónde buscar a sus mujeres y sólo querían seguir caminando.
Una vez casi todos arriba, se produjo una desbandada digna de foto aérea. Todos andando, buscando y “cada uno a su bola” hasta que hubo orden y concierto, con el autocar ya esperando al grupo B que acababa aquí el recorrido. Los carteles explicativos de coll de Bancs fueron ignorados pero las marcas halladas sirvieron para llegar a Fórnols.

Consignas

En medio de maleza de todo tipo, señal del abandono agrícola y forestal, Fórnols se veía en lontananza, con esos perfiles aptos para fotos, postales, pesebres o álbumes idílicos quizá para todos menos para quienes lo habitan. Decorados urbanos: una barca sin mar, segadoras sin hierba, herramientas del campo colgando de los porches de las cerradas casas. Valles del Cadí, de La Vansa, lugares no tan explotados como La Cerdanya pero que no tienen nada que envidiarle. Sitios de artesanos, de neorrurales, en especial Ossera, con una comunidad de artistas, granjeros y expertos en plantas medicinales. Ya no hay trementinaires pero sí infusiones, homeopatía, medicina alopática, esencias y existencias variadas.
Al llegar a Fórnols se produjeron dos hechos sin precedentes, hubo dos consignas dignas de mencionar. Un pueblo con un solo bar y dos avanzadillas diferentes, enviadas para hallar un abrevadero público con servicio de expendeduría de bebidas y con licencia fiscal, tratando de demostrar que había que ir al bar recomendado por cada grupo cuando en realidad ambos se referían al único bar del pueblo. Una imagen simpática que trastocó los parámetros de una Grmana que había traído a familiares invitados a la etapa. Ante esta situación, reflexionó en voz alta y determinó que nunca traería a nadie más, vista la imagen que se daba. A lo que otro Grmano le respondió que si no los invitaba más ellos se perderían disfrutar a fondo del libertinaje de más de 17 años de GRMANIA con final feliz. Total, Bélgica funcionó muchos años sin presidente y no digamos cómo nos encontramos aquí.
Una vez consensuadas ambas propuestas, no había elección. En ese bar convergía otro grupo excursionista y la dueña se la veía atacada por un nerviosismo extremo. Tanto gentío en un lugar tan tranquilo la sacó de quicio. Y eso que, bien visible, en un pueblo con las habituales esteladas, figuraba un cartel en castellano: “El vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo”
El Paller de Cal Coma” era el sitio donde se iba a proceder a la habitual imagen prenavideña del traspaso de dinero de unas manos a otras por culpa de ese juego en que el Estado se queda con el 20% de los premios mayores, y al que le salió un competidor autonómico con la imagen femenina de una señora gorda, y que ningún grupo feminista se ha atrevido a criticar: ¡tan tierna nuestra tieta! Todos luchan por el dinero de los bolsillos ajenos: lo que se lleva es esquilmar y favorecer el juego, abusar de la solidaridad de la gente común mientras los poderes recortan gastos sociales y engañar con la bondad ajena y la pseudorreligión de la ayuda, cuando la corrupción y la especulación campan a sus anchas.
Ante tanto papel en venta y pecunio de mano en mano, el coordinador propuso “una secuencia”. ¡Buena ocurrencia en tamaño grupo!. La propuesta oficial era: primero la devolución de Gisclareny, luego el cobro del autocar, después la venta de la lotería oficial para acabar con la lumineta y otras loterías privadas. Ya sabe, el libertinaje campó de nuevo a sus anchas.
De vuelta, en la bajada del puerto de Josa de Cadí, un Grmano experto en perseguir amaneceres en La Mola se mareó y hubo que prestarle auxilio humano. Menos mal que el agua de la fuente de Gósol y las bromas funerarias le revitalizaron luego. Se recuperó mejor después cuando las múltiples pantallas del autocar ofrecieron la película con nombre de apellido Grmano: “Troya”. Empezó con una buena pregunta que puede servir para el final de etapa: “¿Tendrán eco nuestros actos con el devenir de los siglos?”


martes, 5 de noviembre de 2013

Segunda etapa del GR7: de Les Escaldes al Punt de Trobada

               ¡Por fin libertarios en Andorra!


* Gisclareny 2013: cambio de menús y de tendencias


¡Qué curioso es acceder a Andorra en autocar muy de mañana y hacerlo de manera solitaria, como si fuera el primer cargamento humano listo para vaciar algunos estantes de los supermercados y “quemar” la banda magnética de la tarjeta de crédito o débito! O huir de ciertos festejos trasnochados para reencontrarse con mínimos descuentos en bienes de consumo habituales. Pues no era ni el momento ni la finalidad de quienes dejaron atrás “punts de trobada” que sí harían su función al volver. En la subida hacia el punto de partida de la segunda etapa del GR 7, en Les Escaldes, se produjo un encuentro publicitario de grandes dimensiones con la Banca Mora y sus argumentos para invertir, mientras un poco más arriba había dos edificaciones con o sin aparente conexión con el mundo financiero: el matadero y el centro penitenciario del país de los Pirineos. Alguien oteaba el horizonte por si encontraba la otra punta de este triángulo vital: el cementerio. Solo se acertaba a ver el hospital Nuestra Señora de Meritxell (más vitalidad) y la punta de la torre de la catedral andorrana del agua: Caldea (limpieza vital). Y, de subida, la delegación de una empresa pesquera gallega cuyo actual presidente es el propietario de una afamada cervecera (DAMM), encausado en un fraude de 74 millones de euros, con una fianza hoy de 1.400 millones impuesta por el juez Ruz. Una de las “estrellas doradas” de la corrupción: de Barcelona, que se codea con lo mejor de cada casa y se autoproclama de los más patriotas.

Inicio

Allí cerca se comenzaron a ver las edificaciones al fondo, la vida abajo en el valle, y más perspectiva habría cuando se inició la subida desde los 1.023 metros hasta los 1.735 en apenas cuatro kilómetros. Con cuatro grados de temperatura entrar en calor llegaría pronto. Curiosa esta vida de caminante, en que se empieza sin calentar en medio de un frondoso bosque de pinos derechos como una vela. A aquellas horas iniciales de la mañana, la progresión del ascenso no facilitaba pruebas de lo que vendría después: esas curvas de nivel que, bien sudadas, obligaban a quitar ropa, a pararse a coger aire y a tener malos pensamientos hacia quien se le ocurrió empezar de esta manera. Pero no había otra alternativa. Había que llegar a la cima del collet de la Palomera. Desde allí se veía el valle de La Valira, el Salòria y, al fondo, el Alt Urgell,

Al sol

La distancia entre la cabeza y la cola fue considerable, acrecentada por un cansancio bien documentado en cada tramo y continuamente retransmitido vía walki con una frase lapidaria: “Esto no se acaba nunca”. El mejor wikiloc, mapa o GPS eran las gotas de sudor que bajaban mientras no se paraba de subir. A aquellas horas y en zona de sombra con buenos desniveles, buscar el sol exigía llegar arriba y triscar por las peñas que comenzaban a dorarse con los primeros rayos. Los que llegaron fueron a por ellos y los encontraron arriba. Los últimos lo disfrutaron más abajo. Galileo podría aportar pruebas evidentes de sus teorías y sería bien entendido, no como en aquellas épocas.
Alguien comentó que una buena forma de terapia en GRMANIA es el escarnio público ante supuestos errores. Que el procedimiento siga con el respeto de siempre. Si tampoco reímos aquí, ¿dónde sino?

Acumulaciones

Las máquinas al final verificarían que los 992 metros de desnivel positivo junto a los 921 de negativo hicieron mella en los espíritus y en los cuerpos. La altura junto con el sudor deben tener propiedades extrañas: el elixir de un GR pirenaico en sus inicios. A 2,5 km por hora: velocidad muy respetable entre público que ve lejos la juventud y cerca otras edades. En estas circunstancias, la rebelión o el motín no tocan aunque a menudo el cerebro produce pensamientos negativos mientras la distancia entre grupos se acrecienta.

Libertarios, no libertinos

He ahí la expresión ratificada a lo largo de tantos años de ponerla en práctica: nuestro principal sello de identidad que alguien tuvo que recordar. En estos tiempos de control, de pensamiento único y de manipulación de nuestros cerebros, menos mal que la socorrida frase de “salimos cuando queremos y llegamos cuando podemos” demuestra que en la entropía el desorden también ayuda al orden. Que la libertad no es libertinaje. Juegos de contrarios que abundan en muchos órdenes de la vida. Y que nadie se rasgue sus vestiduras mentales. A estas edades, que tampoco sean las ropas físicas: la ética por encima de estéticas ya alteradas por los años.

Bordas y lujos

De bajada a niveles más vivibles se pasó por una de esas bordas que aún no se han reconvertido en viviendas de lujo o restaurantes. La puerta, abierta. Una fuente a la entrada. Dentro, evidencias de que las vacas dormían allí. Símbolos de esa Andorra rural que sólo se aprecia si la caminas a estas alturas. Pero, más abajo, esas urbanizaciones que por fuera respetan la estética de la pizarra y la piedra y por dentro responden al lujo y mobiliario del poder económico de sus amos. Trabajadores de diferentes procedencias mantenían aposentos de públicos que bien podrían ser los jefes de Banca Mora. Mientras, la bajada al asfalto era un amago para ascensiones posteriores. Los primeros oasis en curvas del camino simbolizaban la vida que fluye, las aguas que confluyen al final en el río Valira y después en el Segre en La seu d'Urgell.

¿Y el otoño?

Las subidas, bajadas y caminatas por la exuberante vegetación bien regada por la abundante agua no daban señales de que estuviéramos en otoño. No se sabe si es calentamiento global o procesos normales de la naturaleza en esta civilización peculiar. Pero el colorido de la estación más fotografiada del año apenas se percibía. Y eso que el GR recorría longitudinalmente Andorra a 1.300 metros de altura, seguía el tumulto comercial. Del cual apenas se veían los tejados de algunas construcciones que, si eran edificios comerciales, a veces se aprovechaban para aparcamientos. Enfrente, en la otra parte del valle, carreteras y pistas a alturas bien aprovechadas. Se caminaba en paralelo a Santa Coloma, Aixovall, Sant julià de Loria (Naturlandia abajo y la estación de esquí de fondo La Rabassa arriba), Certés, Llumeneres, Aubinyà, Juberri (nombre de connotaciones vascas: Berri significa Nuevo) y el centro comercial El Punt de Trobada en vez del destino natural: La Farga de Moles. Huyendo del comercio pero con fin en el Punto, o sea, en el quid de la cuestión.

Aromas

Ya habían advertido que los campos de tabaco, ya cortado, abundarían por el recorrido. Esa planta que colgaba de las vigas de casas muy bien aireadas. Del verde al marrón hasta marzo, muy venteadas en esas altitudes. Era el tributo a la compensación arancelaria por los permisos para la venta de marcas foráneas que colonizan el territorio y acrecientan las ansias del contrabando: la economía sumergida a base de eludir los impuestos a los Estados que se benefician de drogas legalizadas por ellos mismos. La salud importa pero se ve que no es incompatible con la creciente fiscalidad ni con los bares expeditos de humos diversos. Las máquinas retrataban esas ajadas hojas como recuerdo para algunos del origen de aquellos placenteros aromas: el elixir de una época que ahora se cambia por salud, vitalidad y el aire puro de estas alturas. Las endorfinas como compensación a otras carencias.
Jóvenes labradores recogían enormes calabazas y explicaban el proceso del tabaco. También podrían haber explicado su peculiar reciclaje de los bastones de caminar y de esquiar: les servían para delimitar las fincas de tabaco.
Más allá, granjas de vacas vigiladas por malcarados perros que ahuyentaban al caminante sin salir de su radio de acción. Cerca, enormes fardos de plástico, herméticamente cerrados para que la hierba fermentada acabara bien su proceso. Aun con todo, el penetrante olor traspasaba hasta los primeros resfriados.

Balcones

El GR parecía esculpido en la piedra con tramos aéreos, pasos estrechos y precipicios disimulados con la vegetación de la zona. El sube y baja continuo proponía amplias panorámicas, balcones sin barandilla y piedras trabajadas para favorecer el paso. Era la otra Andorra al alcance de unas zapatillas de montaña pero eso sí: ¡ojo avizor!

Identidades

La avanzadilla inicial no supo hasta el final cómo iba el desperdigado pelotón y el rifirrafe que se produjo a la hora de ejecutar un plan B que bien podría haber sido también el plan A. Algo debió pasar cuando la cara de un formal Grmano pronunció una frase lapidaria: “¡Nunca más!” En “El Punt” hubo un encuentro diverso: los primeros con grandes jarras, los segundos contentos, y los del autocar con división de opiniones e interpretaciones. Algunos enfadados, con atisbos de mandíbula desencajada. Una estrecha carretera hizo estragos en el chófer y pasajeros al pretender hacer efectivo el “de puerta a puerta”. De ahí las caras largas, los bramidos, los bufidos encubiertos y el nunca más de gente muy moderada. Todo junto trajo consigo una excelsa reflexión nocturna en la que se glorificó la base de GRMANIA: el espíritu libertario, el “tans caps, tans barrets”, la sensación de caos aparente que siempre acaba bien. Después de más de 17 años de existencia, esta etapa confirmó las señas de una identidad muy consolidada. Ni walkis al final, ni avanzadillas ni normas, estatutos o similares. La identidad libertaria nos une a estas alturas de la existencia: aunque solo se vea en cada GR. Y esto ocurra en la casi medieval Andorra.

El Punto final

Fuera, en la carretera de entrada (o de salida, según se mire) colas de vehículos. El amo de un lujoso coche que se quejaba porque el enganche de la mochila y un bastón de un Grmano le tocaron la impoluta carrocería.  Aglomeración humana dentro del Punt de Trobada. Como si lo regalaran todo. Expendedurías de potingues a los que acudían personas a pedir las marcas de alto standing en oferta permanente. Una señora montó una gran cola por querer aplicársela allí mismo a su hijo y pretender ver ya los efectos. Tan monos ambos. Grmano con una garrafa de alcohol para alquimias etílicas. Cajas de puritos de marca. Los añorados paquetes de azúcar. El chocolate. Y el autocar. Cerca: el punto de salida. Con una duda: ¿lo libertario es sello de calidad, de distinción o significa estar en beta permanente?


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Gisclareny 2013: cambio de menús y de tendencias

Alguien decía que Gisclareny tiene un toque mágico, se mire para donde se mire. Quizá ésta fue la razón por la que Mosen Cima se instaló aquí después de probar otros lugares anteriores. La amplitud del fondo, el Pedraforca, Sant Miquel de Turbians, la soledad y la cambiante meteorología o la magia de un lugar que ya forma parte de nuestra pequeña historia. Pero se avecinan cambios.
En esta ocasión, el acopio de víveres fue eficiente pero el momento vital del consumidor final ya no es el que era. Mucho personal, casi se colgó el cartel de “completo”, toques románticos de Grmanos para que no todo fueran los placeres de la gula pero al final hubo unos excedentes alimentarios que bien hubieran merecido la entrega posterior al Banco de Alimentos. También puede que influyera la semioculta planificación cultural que un sesudo equipo quiso infiltrar en los momentos anteriores o posteriores a la cena conventual del sábado.

Menús

La tentativa inicial a resolver la cena del viernes con preparados diversos e individuales quedó definida gracias a la predisposición de quien tiene tiempo libre, sabe olisquear por los mercados, detectar alimentos de calidad y escoger lo mejor para su público más fiel: butifarra ibérica y chistorra de la mejor calidad, junto con las ensaladas del Capitàn Enciam, decoradas con los agridulces granos de la otoñal granada. El resto de condumios ya estáaban consolidados por la fuerza de las buenas costumbres y las manos de quien sabe batir huevos, hacer tortillas o sorprender con aperitivos con aromas de la nocturna chistorra.

Mesas

En Gisclareny hay dos mesas eucarísticas: la más alargada para estar sentados, disfrutando, pasando platos, viendo, consumiendo y departiendo hasta sobre el informe PISA. Y la más corta en la cocina donde, mientras se prepara el ágape oficial, discurre el pequeño bocado, la tapa, el platillo, el trago corto pero continuado, la bolsa que se abre, el embutido que se trocea, la sorpresa de quien aporta lo inesperado.

Bebidas

En esta ocasión la cerveza quedó en un muy segundo plano. El rey indiscutible fue el vino, con lo que habrá que tomar nota y evitar ser unos lateros en el alto Berguedà: en porrón, en botella, en trago largo o corto, cualquier formato era bien recibido. Pocos restos de botellas olvidadas y mucha apertura. Hasta hubo que enviar un SOS a quien venía más tarde para abastecer a tantos catadores de Somontanos, Riojas o licores artesanales y muy consolidadas Ratafías.

Culturas

En diferentes mentideros corrió el rumor de que dos personas preparaban una oferta cultural para antes o después de la cena del sábado. Querían aportar un toque reflexivo al encuentro y que fuera más allá de lo tradicional. Parece ser que el actual Papa era el inspirador de la propuesta, que se ofrecería de manera voluntaria en un reservado de la casa. La idea maduraba pero la localización temporal no encajó. En realidad, la mesa de la cocina era una dura competencia a aquella otra cultura. Allí se trabajaba a fondo la marca del vino, la denominación de origen del chorizo, el aderezo de las conservas en vinagre, el gracioso toque a los huevos o la forma de revolver aquellas patatas que esperaban el toque definitivo de la maestra de este arte culinario. Al final, parece ser que se optó porque la nueva propuesta fuera por la vía digital, con lo que en un futuro habrá una posibilidad más para pensar en nuestro yo interior.
No obstante, la otra cara de la moneda fue la repetición de la clase magistral sobre astronomía. Allí, con las estrellas como techo y la estelada en un mástil, el público rebobinó los aprendizajes olvidados por quien tanto esfuerzo pone en tamaño empeño año tras año.

Caminos

El día fuerte, el sábado, el equipo A llevó a cabo una ruta por una zona de Cavalls del Vent hasta llegar als Empedrats, para después ascender casi al Coll del Pendís, bajar por el refugio de Sant Jordi (donde explicaban por qué ya no dejan entrar ni las mochilas a las habitaciones), seguir por Els Empedrats y volver a Gisclareny por un sendero de gran recorrido. Quien sabe de tortillas y tiene una mano excelente para manjares diversos diseñó un recorrido exigente, precioso y con fuertes desniveles. Por ella no pasan los años. De los 900 a los 1.400 metros, bajada, subida a 1.600, bajada de nuevo y última subida para bajar a Gisclareny y subir de nuevo hasta El Roser. Más de nueve horas por en medio de bosques llenos de setas, la humedad de las sombras, fuertes subidas, el refugio de Sant Jordi, el agua, las piedras, los senderos camuflados con árboles cortados. Agradable encuentro con los equipos B y C antes de llegar al aula de naturaleza de La Salle (al final de Els Empedrats), mientras manos expertas buscaban y siempre encontraban setas por los alrededores de la casa.
Si la meteorología fue la adecuada, la compañía fue aún mejor. Que los ánimos no decaigan y la tradición siga perpetuándose. La magia de Gisclareny vale la pena.

Evaristo








sábado, 28 de septiembre de 2013

Primera etapa del GR7: de Grau Roig a Les Escaldes (Andorra)


¡Decidido! Contra la claustrofobia, la cima de Els Pessons



El GR7 , primer sendero de Gran Recorrido (GR) que se marcó en eso que es o forma la Península Ibérica para unos y España para otros (escoged, por favor, y aquí “se os verá el plumero”), ya le resulta familiar a GRMANIA. Tiempo ha que se hizo de abajo arriba. Ahora, al revés, o sea, desde Andorra hasta la Comunidad Valenciana (fin en Fredes, Castellón). Un largo recorrido que forma parte del gran sendero europeo E-4 (de Tarifa a Esparta), es decir, una muestra de apertura hacia otras realidades, pasando por varios países y demostrando la inoportunidad de unas fronteras que ponen barreras aún franqueables (hasta hoy) al caminante multicultural (contra la claustrofobia).
Plantearse este GR es elegir pero con la libertad que comportan los condicionantes: si una vez se hizo en dirección norte, la elección es relativa pero existe. No hubo votaciones para la decisión final, aunque quien quiso opinó y quien se calló adoptó la decisión de quienes aportaron sugerencias. Al final ese reducto de “hombres Alfa” (ellos: ¿quiénes son?) parece ser que bendijeron la consumación final.
Pero, antes de la primera etapa, ya se plantearon dos vías para caminantes y sus gustos, ante las dificultades de la alta montaña:
Vía uno: Grau Roig/Les Escades: 18'5 Kms, la dura, desnivel positivo y negativo de 2.500 metros.
Vía dos: Encamp/Llac Engolaster/Vall Madriu/Les Escaldes 9,5 kms y unos 1.000 mts de desnivel positivo y negativo. La blanda, recomendada para la mayoría, incluido quien la recomendó.
¿Habría una tercera vía? Quizá: por ejemplo, acompañar al conductor pero, con las condiciones del vehículo, a ver quién se atrevía.

La partida

Para llegar hay que salir y hacerlo en un artefacto que deshonra a la marca de la estrella que lucía delante puede ser más que una aventura. El ronroneo típico de Mercedes se transformó en paradas inoportunas en cualquier sitio. Y eso que apenas se habían recorrido escasos kilómetros. Alguna mente en la parte trasera sugirió que lo mejor sería elegir: entre ir al aparcamiento de la empresa y cambiar los problemas por soluciones o continuar con una máquina a punto de pararse. Pero la supuesta libertad estaba condicionada por muchas circunstancias. A estas edades las utopías son eso. No, el conductor no volvió sino que se atrevió a encarar la ruta hacia el puerto de montaña más alto del Pirineo: pasar de 200 metros a los 2.408 del puerto de Envalira con semejante carruaje le debió resultar un desafío extremo (con permiso del paisano Jesús Calleja).

La ruta

Las decisiones del que manipulaba el volante se debían basar en la ignorancia, el atrevimiento o el puro reto. A veces pasa eso: elegimos sin saber y optamos por posibilidades peores que las presentes. O el sentimentalismo puede más que la razón.
La ruta de los buscadores de setas en otoño ya estaba operativa y llena de quienes son voraces en la búsqueda de sitios privilegiados y no compartidos.
El silencio habitual del personal, una vez los saludos y parabienes de rigor después de tanto tiempo sin verse (desde junio) sirvió para acomodarse a las tres horas de carretera y auscultar cómo respondía el motor en cada momento. En el ambiente se acumulaban vivencias estivales y una realidad social condicionada por muchos factores. Y, ante el momento presente, callar es una solución muy respetuosa pero no es irrespetuoso argumentar, aunque no haya entendimiento final: ¡viva la discrepancia!. De lo contrario habrá que disimular y hablar de la meteorología, del bodrio televisivo de turno, de achaques diversos o de cuánto queda para la jubilación (si aún no ha llegado y se espera con ansia: ya veremos cómo discurre y cómo sienta o cuánto dura eso de ser de “las clases pasivas”).

Vidas

Llegado el caso, quien entiende de edades y de cuidados finales (físicos y mentales) se atrevía a sincerarse en voz alta con la realidad de la “edad dorada”: la base de la felicidad diaria es comer y cagar. Cuando hay disfunciones en estos procesos vitales, mal vamos. Una dama se interesó por la otra función, con una comparativa como respuesta del susodicho sujeto: el sexo es como la Coca Cola (agudicen el ingenio e interpreten: vean clases, burbujas, agitaciones, potencia y desgasificación: la chispa de la vida, en su recta final)
Hubo un amago de planteamientos de la actualidad más reales, ahora en el candelero. Ese país innombrable es como el toro de la Vega de Tordesillas: cuántas figuras literarias condenarían el ejemplo o lo extrapolarían a los buenos, a los inmaculados; pero no a quienes tienen toros aquí, cerca de donde acabaremos el GR7, pero a su manera (en secreto: fariseísmo ya en el poder), a quienes sólo informan en sus manipulados medios de ese país (la voz de su amo) con lo más malo de lo malo. Por cierto, el alcalde de Tordesillas  dice que el toro siente dolor pero no sufre. Quizá el alcalde tiene actividad cerebral pero no piensa.  Claro que, hablando del género bovino, mejor fue escuchar a quien en el puerto de Puymorens, a 1.988 metros, vio pastar “entrecots” de altísima calidad.
De alguna neurona muy oportuna surgió ese personaje que tanto necesitaríamos en este momento aquí: nos sometería a una terapia de humor negro y realidades sin colores ni trapos diversos. Groucho Marx, el de frases como ésta: “Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria” (podemos ganar en higiene mental consultando sus aforismos aquí: Gruocho). Clarividencia máxima mientras se observaban los tonos grises del paisaje de alta montaña, preparado para las próximas nevadas. Caminos franceses con cadenas para impedir el paso: a buen sitio vamos para encadenarnos, en un momento en que muchos estamos hartos de tantos yugos mentales que nos impiden ver el bosque. Ansiamos subir als Pessons para despeñar tantos prejuicios, ver el mundo sin fronteras, sin esa claustrofobia opresora y cerrar esas zanjas mentales que hacen daño a todas las edades, incluyendo la infancia manipulada por ambos lados (a eso hoy se llama formación y educación como debe ser: en otras épocas, se denominaba Formación del Espíritu Nacional o FEN. Pronto el diccionario de eufemismos será el único oficial).

El silencio hablador

El ruidoso motor poco a poco enfilaba alturas, pasaba fronteras y llegaba a la cumbre: el puerto de Envalira ofrecía buena visibilidad y una serpenteante carretera de bajada. ¡Qué proeza ser capaces de hollar los 2.408 metros con tamaño monumento para el desguace!
El silencio de la bajada se veía interrumpido por las típicas bromas (de dudoso gusto pero sí de risa, visto el estado de la chatarra y las ganas de vivir del personal) de bajar en punto muerto, que la velocidad se saliera o cómo tendría los frenos. El aparcamiento de Grau Roig recibiría a una parte del grupo con los cinco grados de temperatura a las nueve de la mañana y las próstatas a punto de sucumbir. En medio de la maquinaria de acondicionamiento de las pistas de una de las mejores estaciones de esquí del Pirineo (Grandvalira), había que buscar el camino y evitar pérdidas de otras épocas. Todo el dominio esquiable era una señal del progreso iniciado en 1956 por Francesc Viladomat, un ejemplo de esos andorranos que supieron mirar más allá, crear tiendas de deportes con su apellido y fusionarse con las estaciones de al lado para ampliar valor y estructuras comerciales.
A aquellas horas el silencio solo era interrumpido por algún vehículo y por los intrépidos caminantes, sin mapa, con una localización casi dibujada a mano y GPS con traks correctos. Las dudas iniciales se solventaron pronto y la subida hacia el Llac dels Pessons, a 2.350 metros, consiguió sus objetivos. Allí al lado, uno de los mejores sitios para descansar del esquí, el restaurante ahora cerrado, el primer lago y los amplios horizontes. Parejas de excursionistas franceses vieron al grupo reponiendo fuerzas en una zona donde las marcas habituales del GR aportaban la seguridad no encontrada años ha.
La subida estaba ahí, con el Montmalús (2.782 metros) a la izquierda, el típico lugar para iniciarse en el esquí de montaña, y los recuerdos de antaño de la pendiente tan pronunciada. Esta vez no había pérdida. La senda estaba clara, aunque fue habitual que quien iba delante quisiera atajar por vericuetos sin señales: “Tú tienes mucha táctica pero te falta bastante estrategia”, le recordaba un experimentado caminante al aprendiz de turno. El grupo se estiraba y las distancias aclaraban la situación: escoger una vía u otra condicionaba las fuerzas. Si te confundes y eliges la vía más larga y difícil te arrepentirás, y más si a estas edades no abandonas los continuos entrenamientos. La máquina funciona pero necesita actividad.
Ya arriba, el paisaje era monocorde en la cercanía y amplio en perspectiva: el Aneto y La Maladeta, restos de nieve y la amplitud que ofrecía la perspectiva de Els Pessons (2864 metros). Foto de grupo y el pensamiento de quien ve que los problemas quedan abajo y el mundo es grande. La imagen mental eran los dominios de Grand Valira (¡qué recuerdos de tantas vivencias con esquís!), el blanco de la maquinaria que impulsa los remontes en medio de las pistas, al fondo y a lo lejos las emblemáticas antenas que dan nombre a una pista de esquí (una acabada y la otra abandonada), el dibujo de la carretera hacia el port d'Envalira y esa soledad que puede propiciar estar en contacto con la Mente Universal. Un silencio propicio para que, quien forma parte de esa denominada “mayoría silenciosa”, sopese que se ha de hablar, atreverse a plantear los temas más con racionalidad que con sentimientos, valorar el pensamiento monocorde de un lado y de otro y ver cómo las alturas pueden oxigenar los cada vez más programados cerebros, en unos tiempos de sobreabundancia de información pero poca reflexión.

De bajada

De Els Pessons hacia la entrada del valle declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 2004: la Vall Madriú. Varios lagos y el embalse de l'Illa, con una bomba mecánica que, a esa altura, parecía drenar el pantano para desconocidos fines. El recuerdo de la travesía de Cap del Rec, el refugio de trabajadores acondicionado para caminantes y montañeros y la amplitud del valle abierto que se iría cerrando a medida que bajáramos. Les casas de ganaderos o Bordas, la riqueza del agua, el río cercano que se separa, penetra en el fondo pero vuelve a estar a tu lado más abajo. El valle glaciar en forma de “U” sorprende continuamente e invita a paradas, fotos, pesca de truchas sin muerte, paseos, acampadas, excursiones laterales y a reponer fuerzas con o sin los pies dentro del agua fría.
Hubo personajes curiosos, como el vasco de Donosti que iba solo de refugio en refugio mientras recorría el GR 11. O excursionistas con enormes mochilas, o personal de GRMANIA que se acogió al plan B pero no se salió del guión previsto: cuando el guía les invitó a subir hasta un refugio de más arriba, alguien con mente práctica le hizo ver que nadie le acompañaba. O sea, él siguió su camino y salió al reencuentro con el grupo que bajaba, en el refugio donde estaba el donostiarra. La solaz parada sirvió para refrescarse, descansar y observar cómo la vida pasa en la alta montaña. Mientras, quizá aquejados por el mal de altura o desvaríos propios de la edad, algún grupúsculo muy controlado hablaba de textos fuera del pensamiento único que algunos quieren imponer a esa mayoría silenciosa. Y citaban artículos que quizá hayan leído los talibanes de turno (de un lado y del otro), cuestionables como todo y con la otra corriente de opinión como necesario contraste: autores en el ojo del huracán, que escriben en esa lengua ( o sea, ésta) catalogada por miembros de no sé qué consejo nacional como “lengua muerta”: JavierCercas, Jordi Évole, Mario Vargas Llosa o Risto Mejide (uno y dos).
Mientras, hubo quienes en Twitter decían que su censura fue tal (los algoritmos matemáticos de la red social hacen esto a veces) que tuvieron que esquivarla acudiendo a las gustosas y opinables “croquetas”.

Decisiones

Ya con energía en el cuerpo, el camino se encajonaba, perturbado el silencio por helicópteros que transportaban objetos sin parar. Quien hablaba se refería al comentario anterior sobre una multa que un radar le puso a alguien, no hace mucho, en una carretera de su entorno. Y el tema encadenó comentarios diversos: nadie nos ha consultado sobre si queremos radares o no, ni dónde colocarlos; o sobre si se debe destrozar la sanidad y la educación públicas; ni si los corruptos deben pasearse por los centros de poder político y económico; o qué hacer con tantas personas malnutridas y con quienes han hecho que esto pase, a pesar de que las autoridades de buen ver niegan las evidencias. Quizá deberíamos pedir ser libres para todo: con la sorpresa de que pensábamos que ya éramos libres desde hace años y ahora alguien descubre que aún no.
Decidimos seguir y acabar en Encamp, al lado de una gasolinera de bandera de empresa conocida, cerca de esa torre en forma de iglesia dedicada a la limpieza y al acondicionamiento corporal: Caldea. Había un autocar pero no era el esperado. Grupo disperso, la hora que aprieta por temas de tacógrafo y normativa de tráfico que tampoco nos han consultado, cruce de una carretera por una zona peligrosa y reencuentro final.
Los penúltimos abrevaban cerveza en una terraza de la vacía Andorra, una imagen muy alejada de la de otros tiempos. Alguien buscaba desesperadamente comprar una lata en cualquier sitio. Pero el deseo no se hizo realidad: nadie le vendió en Andorra la deseada cerveza envasada. Mientras, se oyeron bromas (o no) sobre si habrá que invadir pronto este país pirenaico, si habrá que copiar su modelo, o firmar pactos o utopías al uso mientras se contemplaban las sedes de bancos en un paraíso fiscal sin sindicatos para la defensa de los trabajdores, con algunos implicados en mafias diversas dentro del poder que decide una sola vía, apellidos de rancias familias que lo controlan todo y estructuras casi feudales que dependen de un obispo y de un presidente, ambos extranjeros. También se citó esa idea tan brillante de pedir ayuda a las tropas francesas: estrategia militar de altísimo nivel intelectual. ¿Este será el modelo con el que sueñan?

Al final, mientras el sueño acortaba el camino, no hubo problemas para llegar a tiempo al punto de destino. Una primera etapa agitada por circunstancias diversas pero con final feliz.
Y, para reforzar lo bueno de la humanidad (contra la cerrazón de miras: no a la claustrofobia), os recomiendo ver este vídeo: toda una lección. Dar es comunicar. (noticia El Periódico: para entender el vídeo).

Evaristo





domingo, 9 de junio de 2013

GR 7: con su permiso, volveremos a recorrerlo después de 10 años pero al revés


LOA AL GR 7

Nuestro coordinador general me ha propuesto que tire de disco duro y presente el GR7 a partir de las vivencias de hace diez años. ¿Cómo negarse a las órdenes de tu inmediato superior en los tiempos en que estamos? La mejor puesta en sociedad del GR es que después de tantos años queremos volver a hacerlo. ¡Qué ganas de patear de nuevo la ruta que, aun naciendo en Esparta y acabando en Tarifa, nosotros la repetimos desde Andorra! O sea, podemos comprar un cartón de tabaco en El Punt de Trobada, aromatizarlo en Rasquera y llevarlo hasta Tarifa, que es donde el GR acaba. Y de allí bajarlo al moro y reconvertirlo con otras hierbas.
Loar y glosar el GR7 puede ser tan largo como el recorrido hasta nuestro destino final en Fredes, en Castellón. Pero lo acortaremos. Un sendero que fue el primero que se marcó en todo el Estado, en 1974. Como que tampoco hace falta convencer a un público senderista muy seguro del reto, bien está enumerar posibilidades históricas como punto de partida a otras vivencias que tendremos a partir de septiembre.
Por aquello de llevar la contraria, iremos desde donde lo dejamos a donde lo empezamos. Teníamos más cabellos, más potencias y quizá más proyectos pero en un momento en que algunos nos extasiábamos con la Andorra menos visitada por las hordas consumistas. Los campos de tabaco, con sus enormes hojas, fueron ese manto que cubrió la más memorable de las etapas vividas hasta ahora, por su crudeza y belleza de alta montaña. Hacerla justifica el reto. Grau Roig fue el origen de una gran aventura, triscando por pendientes pronunciadas, con piedras que te caían de quien pisaba más arriba. Parecíamos hollar els Pessons cuando nuestra famosa desorientación nos llevó a alturas no buscadas. Sudor, altitud y cansancio con vistas a la estación de esquí de Pas de la Casa Grau Roig. Allá arriba hubo intrépidos del agua fría que refrigeraron sus partes a temperatura cortante a principios de septiembre. No se sabe por qué pero de aquella pareja nunca más se supo como caminante en el grupo. Y por poco le perdemos la pista a quien por culpa de unas setas ahuecó el ala. Desorientados, con amenazas de tormenta eléctrica, menos mal que un pastor hizo entrar en razón a un grupo tan estudiado y quijotesco. Aquella etapa por la zona alta de la Vall Madríu descubrió más el valle como un lugar para sufrir que no sus riquezas como patrimonio de la humanidad. Nunca olvidaremos la cara desencajada de una Grmana aquí presente que por poco se me tira a la yugular.
Y qué decir de las andanzas por Tuixent, donde seguíamos disfrutando de un conductor al que más vale no ponerle adjetivos. Allí olvidamos a un Grmano, quizá seducido por los ungüentos de los ancestros de las históricas trementinaires. Otro individuo más ya sin rastro de él. Pero también Tuixent pasó a la historia por caminar con nieve hasta la cintura en algunos tramos. Memorable experiencia. De las que no se olvidan.
Por el Solsonès visitamos Sant Llorenç de Morunys , subimos el primer Coll de Jou, y entramos en el cementerio modernista de Olius, nos perfumamos con el olor a santidad en el santurio de El Miracle pero el olfato predominante por el camino salía de las granjas de cerdos. Y nos hicimos una foto en el monolito del centro de Catalunya, en Pinós, en medio de niebla y humedades diversas.
La Catalunya central nos permitió ver las obras de l'eix transversal en Sant Pere Sallavinera. La semana pasada seguía con conos y un solo carril por sentido porque la empresa constructora reconoció haberlo hecho mal. ¿Os suena a algo? Para no alargar el relato, damos un salto y nos detenemos en terreno de Tarragona: Mont-Ral, Arbolí, subida al segundo Colldejou, (solo que este se escribe todo junto), la serra de Llaberia, Tivissa, la Rasquera del derecho a decidir sobre la marihuana, Benifallet. Allí hubo dos protagonistas, el viento y esos animales casi innombrables en toda Catalunya menos en Tarragona: los toros. En la zona de Els Ports de Beseit el viento casi nos levantaba y no lo hizo porque casi todos en aquella época ya empezábamos a desarrollar la musculatura abdominal. Y, por si fuera poco, en momentos de cansancio esos toros que pastaban se te quedaban mirando en tono desafiante. Uno hasta intentó embestir a un Grmano. El senderista dice que nunca volvió a correr tanto y tan veloz como aquel día. Y otro Grmano, también ausente del grupo, se entregó a un astado y, de tan cansado como estaba, se dirigío a él y le dijo: “Yo no puedo correr, haz conmigo lo que quieras pero rápido”. El toro se apiadó del desarmado caminante.
Las tierras cercanas al río Ebro nos recordaron batallas y guerras civiles. Alguien llevó hasta una bandera republicana, enseña con la que nos fotografiamos y cantamos lo que ya os imagináis. Aquel bar de Paüls tenía algunas bombas como decoración y pista para lo que nunca debería volver a ocurrir. Pero de lo que no nos salvamos fue de la enorme cantidad de agua que cayó cuando cruzamos el Ebro. Era época de mandarinas y seguro que en Mallorca debieron llegar algunas flotando. Bueno, otras alimentaron a los Grmanos que las tomaron prestadas de aquellos campos tan bien decorados. Poco a poco nos acercábamos al punto que puede ser principio y final, Fredes. Llegar hasta allí fue largo pero valió la pena.

El GR 7 está ahí, los recuerdos anteriores forman parte del recorrido y de alguna variante que también hicimos. ¿Qué pasará en septiembre? Lo mejor es que, diez años después, nos volvemos a atrever con un largo sendero, con subidas y bajadas, madrugones y buenas siestas de regreso en el autocar. La aventura está ahí. Sírvanse ustedes. Hay barra libre. Pero no dejen de consumir el GR7. A partir de septiembre. 




domingo, 28 de abril de 2013

17 años de GRMANIA en un libro conmemorativo

Parece que fue ayer y ya han pasado 17 años. Los senderos de Gran Recorrido (GR) dieron lugar al nacimiento de un colectivo humano llamado GRMANIA: el gusto por andar en grupo.
Los GR son la mejor disculpa para hacer deporte, conocer el territorio, crear amistades, fomentar valores humanos y reconocerse en un grupo abierto a todos.
GRMANIA es la suma de muchas personas que aportan sus conocimientos, habilidades y buenas intenciones (también manías, defectos y algunas otras penalidades muy humanas). Los ejemplos abundan y los 17 años de existencia se basan precisamente en las aportaciones de cada persona y en el respeto a cómo es cada individualidad.
Uno de los ejemplos que verifican la consistencia de GRMANIA es la edición de este libro, en formato digital (y también en papel). Se trata de una recopilación de escritos y fotografías. Por supuesto que en GRMANIA hay más textos y muchas más fotos. En esta ocasión la edición se centró en una obra que tiene como eje peincipal a un grupo que ve la realidad mientras camina: se ríe, se discute, se debate, se explica,se come, se bebe, se descansa y, mientras, se ve el paisaje. En resumen: se vive "haciendo camino al andar" .
En las 250 páginas de "GRMANIA, 17 ANYS" (GRMANIA, 17 AÑOS) encotraréis lo siguiente:
- Prólogo: del coordinador del grupo Josep Hervás (en catalán)
- Epístolas: de Evaristo González (en castellano)
- Poesías: de Pedro Puerma (en castellano)
- Fotografías: de Antonio Gil.
Edición de la obra: María Morales.
Si, mientras lo lees, eres capaz de imaginarte los momentos que hemos vivido y los lugares por donde hemos pasado, ¡lo hemos conseguido!: tú también formas parte de GRMANIA.
Recuerda: Ítaca está dentro de ti.
 Gracias por tu complicidad y...BUEN CAMINO.


martes, 26 de febrero de 2013

Cami de Sant Jaume: de Igualada a La Panadella




En paralelo al abandono por el progreso


Las líneas paralelas son habituales en los caminos. Aquellas rutas iniciales para unir poblaciones, transportar materiales o comunicarse personas estaban tan bien trazadas que las actuales carreteras las imitaron. Los ingenieros, en vez de aplicar tantos conocimientos a discurrir nuevas rutas, fueron a lo práctico. Si antes decidieron que por allí había que ir, ¿para qué darle más vueltas a la línea recta? Sólo evitar aquellas curvas obligadas, porque antes se luchaba para que la carretera pasara por el centro del pueblo: ayer era vida, hoy es peligro. Los Caminos de Sant Jaume o de Santiago son un ejemplo de aciertos de quienes trazaban con lo que sabían y enseñaban a las generaciones con más medios. Aquel camino dio lugar a una carretera nacional, luego a una vía de tren, a un canal, a una autovía, autopista. Líneas paralelas que siguen así o que, por causas artificiales, convergen, se cruzan y se separan para seguir viéndose, aunque sea de lejos. Paralelismos con otros menesteres de la vida: juntos sin tocarse, a un lado pero guardando las distancias, convergentes y unidos, o desunidos sin convergencia interna pero con sonrisas y falsos abrazos porque los intereses así lo exigen.

Lejos pero cerca

El Camí de Sant Jaume atraviesa poblaciones: lo que antes era contacto, riqueza y ayuda ahora es asfalto, semáforos, viaductos y más asfalto. Igualada se sitúa muy a la larga en la ruta jacobea. La naturalidad del trazado acondicionado para uso a motor es una artificialidad que se pretende evitar porque lo propio sería lo de antes, que a veces se ha “civilizado”. Hoy en día se podría considerar como “ponerle puertas al campo”, aunque éste se abandone a su suerte. A Igualada se acudía a comprar ropa íntima a buen precio. Y así se hizo en el tramo anterior. Ahora hay quienes dicen que sus atributos masculinos no encajan lo bien que se esperaba en el diseño textil. Intimidades al descubierto que habría que ajustar para evitar roces y enrojecimientos lastimosos, no aptos para enseñar en privado.
El inicio del camino fue pasada la población para evitar lo inevitable. Las líneas paralelas, desde Igualada a La Panadella se podría decir que están hechas del mismo material aunque de distinto color.

Fines

Etapas a la carta con el autocar que acerca o aleja el final a gusto de las fuerzas y condiciones del personal. Que no se diga que nadie sufre más de la cuenta. Todo controlado. Hasta el calentamiento de miembros inferiores y articulaciones. Hoy la segunda y tercera edad o salen a la estampida porque su mente avanza más que sus fuerzas, o se preparan y previenen el esfuerzo para evitar recaídas, radiografías, resonancias magnéticas, rehabilitaciones, acupunturas, masajes, osteópatas, fisioterapeutas, vendajes, apósitos y demás artes para que el cuerpo aguante. “El éxito corriendo es un juego de prevención de lesiones”, decía un número dos en carreras de montaña.
No extraña ver cuerpos preparándose con artilugios diversos y tampoco llama la atención quien asiste a la etapa para practicar el sano deporte de darle a la lengua sin parar. Cada uno a lo suyo y el paisaje a ambos lados, se vea, se observe, se contemple o se ignore.
Tampoco llama la atención que a veces asome la palabra muerte en alguna conversación. Bien sea por oficios relacionados, por nuestro interés por ignorar la evidencia o porque algún ser querido ya no está, el fin está ahí. Como pasa en cada etapa del camino. Cuerpos que se desgastan, jubilaciones laborales, energías aún ahí, proyectos pero los justos: como para consolarse con las cuatro o cinco cosas que diariamente se deben apreciar. Qué mejor que acudir a las artimañas mentales de experimentados corredores de montaña que, ante varias lesiones seguidas, te ofrecen sus sabios consejos frutos de las recaídas: “He pasado de gestionar mi cuerpo a gestionar mi mente” (Anton Krupicka). Quizá lo que de momento no podemos gestionar es el precio de los entierros: sólo pagarlos, y no el nuestro. Esperaremos a que algún día llegue el low cost a este servicio inevitable.

Áreas

Las urbanizaciones cercanas a Jorba son un símbolo de cómo la vida placentera también puede sucumbir a ataques de miedo, prevenidos con varios sistemas de seguridad. Las cámaras, los anuncios intimidatorios de que allí hay un gran perro (se oiga de verdad o no exista), las altas vallas o setos convierten en opaca la vida de sus inquilinos. Pero no inexpugnable. La situación actual parece que a este personal, entregado a la naturaleza y a la tranquilidad, le solivianta la existencia. Allí en medio se observa alguna casa de labranza, abiertas sus puertas como en otros tiempos. Contradicciones de la existencia. Con y sin miedo.
Jorba está ahí, ya lejos de la antigua carretera nacional que lo cruzaba. Apenas algunos ciclistas, coches aparcados y el sonido lejano del transporte desviado. A hora tan temprana no se percibe ni siquiera el movimiento de la gente mayor que madruga para comprar la primera hornada de pan, no siendo que se acabe. El camino sigue y no se aparta de la vida de la arteria principal. ¿Cómo negar la escasa vida que puede dar aún aquella circulación que ya va de paso pero que antes se detenía a conveniencia?
Las casas de comidas, talleres, establecimientos de todo tipo y las luces de neón apenas existen. Más allá, un área que es símbolo de la pujanza agrícola, ganadera e industrial de la zona. Un ejemplo de interculturalidad, precios baratos y servicio. Guissona ha pasado a situarse en el mapa por un conglomerado donde conviven personas de muchas razas y el modelo de cooperativa es un ejemplo. BonÀrea: supermercado, combustible barato y la oportunidad de comer a muy buen precio. Otros negocios también son posibles. Innovación a pie de carretera en unos tiempos en que encarar la realidad es difícil pero se necesita atrevimiento: “Hay que tener miedo a no asumir la gestión del conflicto”.

Cruces

Más allá un rugido extraño sorprende. Por la antigua vía para ir a Andorra, dirección Copons, dos atractivos bólidos deportivos son amables. Ralentizan la marcha, dejan pasar a los peregrinos y se dan cuenta de cómo llaman la atención. Las obras del arte automovilístico son efímeras pero bellas. Sus propietarios han pagado por el valor de la emoción y del icono y deben ser contemplados, admirados y hasta envidiados por el sonido, el perfil bajo del artilugio, las líneas aerodinámicas, la exclusividad. Marcas italianas y alemanas, donde la belleza es arte.
Más allá, siempre al lado de la antigua carretera, una estación de servicio mítica para quienes han sido habituales a esta ruta. Vivencias recordadas con policías autonómicos expectantes y servicios aptos para aliviar vejigas. Sin pena ni gloria, el recorrido se podría ignorar si no fuera que es territorio, diseñado por quien pretendió darle otro uso a una vía ya apenas usada, hoy muy tranquilo, con una vía diseñada para ciclistas que acoge a escasos peregrinos. Sorprendente porque no te permite huir del asfalto. Buscabas árboles, viñas, bosques, y recuerdas tantos kilómetros conducidos, adelantamientos temerarios, frenazos, hielos, niebla, radares, lentos camiones, humos, tórridos calores y un fin aún más allá.
Cruce a la izquierda y parada a reponer fuerzas. Un buen momento para confundir unas formas cuadradas depositadas en un campo con colmenas de abejas, Alguien las vislumbró a lo lejos y creyó que estos animales perturbarían el ágape. Admirables animales: ¡a imitar! Cerca del lugar, no muy apartado, un animal más listo de lo que su nombre da a entender. Es creencia urbana (o leyenda urbana más bien) que los burros y los cerdos hacen honor a su nombre, cuando quien procede del campo conoce las contradicciones semánticas y cómo las supuestas aplicaciones humanas son diferentes a las animales. El pollino atado largo en un espacio vallado y con las puertas abiertas no parece estar a gusto en su situación. No es tan tonto.

Pensar

Dicen que la sinceridad aflora mejor cuando el ambiente es propicio, cuando la distensión crea momentos de relax y cuando las comidas, las bebidas y las alegrías liberan esa mordaza mental que funciona como mecanismo para cohibir y alterar lo menos posible la convivencia. En un momento de la parada, alguien que sabe mucho de conducir grupos a excursiones y salidas diversas, viendo la dificultad a veces para llegar a acuerdos con un personal que no para de aportar ideas, hizo una reflexión en voz alta de gran valor: “Aquí en este grupo el problema está en que hay muchas personas que piensan”. De sobra sabe él lo fácil que es programar y efectuar salidas grupales cuando sólo piensa uno y los demás obedecen. Pensamos mucho y también lo podríamos hacer sobre una frase de Stephen Hawking dedicada a nosotros: “Solo somos una raza avanzada de monos en un planeta menor”.

Devengos y memorias

Quizá el personal haya de rebobinar el disco duro para recordar que el Camí de Sant Jaume pasa por un terreno lleno de disputas por el trazado de la autovía. Fueron años de espera y negociaciones, con intereses ocultos que a veces afloraban. Dos trazados posibles para la autoridad ministerial. Oposición de intereses de la zona, convergencias y desuniones con desacuerdos y escasas ganas del bien común. La Panadella significó algo más en los pocos kilómetros condenados a la larga y tensa espera. Un ministro de Lleida, famoso por entronizar la palabra “devengo” en un sesudo y técnico debate parlamentario sobre temas económicos, sólo encontraba trabas de todo tipo en sus propuestas para la solución final. Algunos años después los devengos de la nueva vía repercutieron en todos.
Antes: disputas, trazados, sospechas ocultas y falta de interés por acuerdos rápidos. Hoy: los males de la política y de la economía como símbolo de una parte de la sociedad. Quizá los errores de quienes mandan son una vergonzosa ampliación de males generalizados que se dan al lado de cada uno, de formas de actuar extendidas entre gentes sin escrúpulos: se llamen políticos, economistas o personas anónimas: amigos, vecinos, familiares o uno mismo que se autoengaña con la presunta honradez como tapadera.

Análisis

Como el carácter mediterráneo fabrica más de un experto por persona sobre cualquier tema que trates, qué mejor que acudir a los de verdad. El economista y ex director bancario Manuel Puerto recordó el otro día en el programa “Singulars” de C33 una frase de Thomas Jefferson, en 1802, que para él ha sido fundamental: “Si el pueblo permite un día que los bancos privados controlen su moneda, estos bancos privarán a la gente de cualquier posesión, primero a través de una inflación, a la cual seguirá una recesión, hasta el día en que muchos de nuestros hijos se despierten sin casa y sin techo sobre la tierra que heredaron de sus padres”. Dicho quedó.


Sakura con almendros

El paisaje de febrero despuntaba con multitud de almendros en flor. Árboles precoces que sorprenden muy pronto con falsos anuncios de primaveras adelantadas. Se engalanan de blanco y se arriesgan a las heladas que les dejen sin fruto. Pero aportan el embelesamiento de la incipiente explosión de colores en la primavera que llegará. El camino por l'Anoia mostraba cantidades de pétalos blancos en los que se oía el zumbido de abejas que libaban. Aquí no se elevan a sagrados y tampoco se imita a los japoneses con su pleitesía ante los cerezos en flor. Otra espiritualidad. Suave olor de pétalos que caen casi al tocarlos, el orgullo de ser los primeros en florecer, la semántica de la vida que nace por los ciclos así establecidos. Igual que esos campos sembrados, donde pequeños tallos verdes tienen miedo a despuntar por el frío o por ausencia de humedad. Es el milagro de la vida en paralelo al abandono de carreteras antes muy transitadas y hoy en reserva por un progreso que se traslada más allá.

En alto

Fin del camino asfaltado a dos colores en zona alta, en La Panadella. Un lugar de paso, símbolo de tiempos de gran actividad, venido a menos, igual que tantas casas de postas y mesones que han quedado por el camino como símbolos de un progreso abandonado. Otras vías más rápidas se han trazado y la velocidad es el negocio del momento. Del centro al extrarradio por una autovía inacabada. Un camino de ida y vuelta con un trozo aún sin planificar: Los Monegros son secos y quien aspire a seguir con su ritmo veloz, que pague autopista o, sino, que aguante camiones. Hubo proyectos de enormes casinos. Fantasmadas que ahora se decantan por el centro.
En medio de dulces diversos aportados por personas magnánimas, con un servicio de camareros que ha olvidado la rapidez y el buen servicio de épocas más masificadas, La Panadella es un punto de inflexión, un espacio que te abre la mente al antes llamado “el granero de Cataluña”: la Segarra. Una comarca casi olvidada si no fuera por áreas de progreso agropecuario y cooperativas multilingües.
Seguiremos atentos al progreso.