martes, 5 de noviembre de 2013

Segunda etapa del GR7: de Les Escaldes al Punt de Trobada

               ¡Por fin libertarios en Andorra!


* Gisclareny 2013: cambio de menús y de tendencias


¡Qué curioso es acceder a Andorra en autocar muy de mañana y hacerlo de manera solitaria, como si fuera el primer cargamento humano listo para vaciar algunos estantes de los supermercados y “quemar” la banda magnética de la tarjeta de crédito o débito! O huir de ciertos festejos trasnochados para reencontrarse con mínimos descuentos en bienes de consumo habituales. Pues no era ni el momento ni la finalidad de quienes dejaron atrás “punts de trobada” que sí harían su función al volver. En la subida hacia el punto de partida de la segunda etapa del GR 7, en Les Escaldes, se produjo un encuentro publicitario de grandes dimensiones con la Banca Mora y sus argumentos para invertir, mientras un poco más arriba había dos edificaciones con o sin aparente conexión con el mundo financiero: el matadero y el centro penitenciario del país de los Pirineos. Alguien oteaba el horizonte por si encontraba la otra punta de este triángulo vital: el cementerio. Solo se acertaba a ver el hospital Nuestra Señora de Meritxell (más vitalidad) y la punta de la torre de la catedral andorrana del agua: Caldea (limpieza vital). Y, de subida, la delegación de una empresa pesquera gallega cuyo actual presidente es el propietario de una afamada cervecera (DAMM), encausado en un fraude de 74 millones de euros, con una fianza hoy de 1.400 millones impuesta por el juez Ruz. Una de las “estrellas doradas” de la corrupción: de Barcelona, que se codea con lo mejor de cada casa y se autoproclama de los más patriotas.

Inicio

Allí cerca se comenzaron a ver las edificaciones al fondo, la vida abajo en el valle, y más perspectiva habría cuando se inició la subida desde los 1.023 metros hasta los 1.735 en apenas cuatro kilómetros. Con cuatro grados de temperatura entrar en calor llegaría pronto. Curiosa esta vida de caminante, en que se empieza sin calentar en medio de un frondoso bosque de pinos derechos como una vela. A aquellas horas iniciales de la mañana, la progresión del ascenso no facilitaba pruebas de lo que vendría después: esas curvas de nivel que, bien sudadas, obligaban a quitar ropa, a pararse a coger aire y a tener malos pensamientos hacia quien se le ocurrió empezar de esta manera. Pero no había otra alternativa. Había que llegar a la cima del collet de la Palomera. Desde allí se veía el valle de La Valira, el Salòria y, al fondo, el Alt Urgell,

Al sol

La distancia entre la cabeza y la cola fue considerable, acrecentada por un cansancio bien documentado en cada tramo y continuamente retransmitido vía walki con una frase lapidaria: “Esto no se acaba nunca”. El mejor wikiloc, mapa o GPS eran las gotas de sudor que bajaban mientras no se paraba de subir. A aquellas horas y en zona de sombra con buenos desniveles, buscar el sol exigía llegar arriba y triscar por las peñas que comenzaban a dorarse con los primeros rayos. Los que llegaron fueron a por ellos y los encontraron arriba. Los últimos lo disfrutaron más abajo. Galileo podría aportar pruebas evidentes de sus teorías y sería bien entendido, no como en aquellas épocas.
Alguien comentó que una buena forma de terapia en GRMANIA es el escarnio público ante supuestos errores. Que el procedimiento siga con el respeto de siempre. Si tampoco reímos aquí, ¿dónde sino?

Acumulaciones

Las máquinas al final verificarían que los 992 metros de desnivel positivo junto a los 921 de negativo hicieron mella en los espíritus y en los cuerpos. La altura junto con el sudor deben tener propiedades extrañas: el elixir de un GR pirenaico en sus inicios. A 2,5 km por hora: velocidad muy respetable entre público que ve lejos la juventud y cerca otras edades. En estas circunstancias, la rebelión o el motín no tocan aunque a menudo el cerebro produce pensamientos negativos mientras la distancia entre grupos se acrecienta.

Libertarios, no libertinos

He ahí la expresión ratificada a lo largo de tantos años de ponerla en práctica: nuestro principal sello de identidad que alguien tuvo que recordar. En estos tiempos de control, de pensamiento único y de manipulación de nuestros cerebros, menos mal que la socorrida frase de “salimos cuando queremos y llegamos cuando podemos” demuestra que en la entropía el desorden también ayuda al orden. Que la libertad no es libertinaje. Juegos de contrarios que abundan en muchos órdenes de la vida. Y que nadie se rasgue sus vestiduras mentales. A estas edades, que tampoco sean las ropas físicas: la ética por encima de estéticas ya alteradas por los años.

Bordas y lujos

De bajada a niveles más vivibles se pasó por una de esas bordas que aún no se han reconvertido en viviendas de lujo o restaurantes. La puerta, abierta. Una fuente a la entrada. Dentro, evidencias de que las vacas dormían allí. Símbolos de esa Andorra rural que sólo se aprecia si la caminas a estas alturas. Pero, más abajo, esas urbanizaciones que por fuera respetan la estética de la pizarra y la piedra y por dentro responden al lujo y mobiliario del poder económico de sus amos. Trabajadores de diferentes procedencias mantenían aposentos de públicos que bien podrían ser los jefes de Banca Mora. Mientras, la bajada al asfalto era un amago para ascensiones posteriores. Los primeros oasis en curvas del camino simbolizaban la vida que fluye, las aguas que confluyen al final en el río Valira y después en el Segre en La seu d'Urgell.

¿Y el otoño?

Las subidas, bajadas y caminatas por la exuberante vegetación bien regada por la abundante agua no daban señales de que estuviéramos en otoño. No se sabe si es calentamiento global o procesos normales de la naturaleza en esta civilización peculiar. Pero el colorido de la estación más fotografiada del año apenas se percibía. Y eso que el GR recorría longitudinalmente Andorra a 1.300 metros de altura, seguía el tumulto comercial. Del cual apenas se veían los tejados de algunas construcciones que, si eran edificios comerciales, a veces se aprovechaban para aparcamientos. Enfrente, en la otra parte del valle, carreteras y pistas a alturas bien aprovechadas. Se caminaba en paralelo a Santa Coloma, Aixovall, Sant julià de Loria (Naturlandia abajo y la estación de esquí de fondo La Rabassa arriba), Certés, Llumeneres, Aubinyà, Juberri (nombre de connotaciones vascas: Berri significa Nuevo) y el centro comercial El Punt de Trobada en vez del destino natural: La Farga de Moles. Huyendo del comercio pero con fin en el Punto, o sea, en el quid de la cuestión.

Aromas

Ya habían advertido que los campos de tabaco, ya cortado, abundarían por el recorrido. Esa planta que colgaba de las vigas de casas muy bien aireadas. Del verde al marrón hasta marzo, muy venteadas en esas altitudes. Era el tributo a la compensación arancelaria por los permisos para la venta de marcas foráneas que colonizan el territorio y acrecientan las ansias del contrabando: la economía sumergida a base de eludir los impuestos a los Estados que se benefician de drogas legalizadas por ellos mismos. La salud importa pero se ve que no es incompatible con la creciente fiscalidad ni con los bares expeditos de humos diversos. Las máquinas retrataban esas ajadas hojas como recuerdo para algunos del origen de aquellos placenteros aromas: el elixir de una época que ahora se cambia por salud, vitalidad y el aire puro de estas alturas. Las endorfinas como compensación a otras carencias.
Jóvenes labradores recogían enormes calabazas y explicaban el proceso del tabaco. También podrían haber explicado su peculiar reciclaje de los bastones de caminar y de esquiar: les servían para delimitar las fincas de tabaco.
Más allá, granjas de vacas vigiladas por malcarados perros que ahuyentaban al caminante sin salir de su radio de acción. Cerca, enormes fardos de plástico, herméticamente cerrados para que la hierba fermentada acabara bien su proceso. Aun con todo, el penetrante olor traspasaba hasta los primeros resfriados.

Balcones

El GR parecía esculpido en la piedra con tramos aéreos, pasos estrechos y precipicios disimulados con la vegetación de la zona. El sube y baja continuo proponía amplias panorámicas, balcones sin barandilla y piedras trabajadas para favorecer el paso. Era la otra Andorra al alcance de unas zapatillas de montaña pero eso sí: ¡ojo avizor!

Identidades

La avanzadilla inicial no supo hasta el final cómo iba el desperdigado pelotón y el rifirrafe que se produjo a la hora de ejecutar un plan B que bien podría haber sido también el plan A. Algo debió pasar cuando la cara de un formal Grmano pronunció una frase lapidaria: “¡Nunca más!” En “El Punt” hubo un encuentro diverso: los primeros con grandes jarras, los segundos contentos, y los del autocar con división de opiniones e interpretaciones. Algunos enfadados, con atisbos de mandíbula desencajada. Una estrecha carretera hizo estragos en el chófer y pasajeros al pretender hacer efectivo el “de puerta a puerta”. De ahí las caras largas, los bramidos, los bufidos encubiertos y el nunca más de gente muy moderada. Todo junto trajo consigo una excelsa reflexión nocturna en la que se glorificó la base de GRMANIA: el espíritu libertario, el “tans caps, tans barrets”, la sensación de caos aparente que siempre acaba bien. Después de más de 17 años de existencia, esta etapa confirmó las señas de una identidad muy consolidada. Ni walkis al final, ni avanzadillas ni normas, estatutos o similares. La identidad libertaria nos une a estas alturas de la existencia: aunque solo se vea en cada GR. Y esto ocurra en la casi medieval Andorra.

El Punto final

Fuera, en la carretera de entrada (o de salida, según se mire) colas de vehículos. El amo de un lujoso coche que se quejaba porque el enganche de la mochila y un bastón de un Grmano le tocaron la impoluta carrocería.  Aglomeración humana dentro del Punt de Trobada. Como si lo regalaran todo. Expendedurías de potingues a los que acudían personas a pedir las marcas de alto standing en oferta permanente. Una señora montó una gran cola por querer aplicársela allí mismo a su hijo y pretender ver ya los efectos. Tan monos ambos. Grmano con una garrafa de alcohol para alquimias etílicas. Cajas de puritos de marca. Los añorados paquetes de azúcar. El chocolate. Y el autocar. Cerca: el punto de salida. Con una duda: ¿lo libertario es sello de calidad, de distinción o significa estar en beta permanente?


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Gisclareny 2013: cambio de menús y de tendencias

Alguien decía que Gisclareny tiene un toque mágico, se mire para donde se mire. Quizá ésta fue la razón por la que Mosen Cima se instaló aquí después de probar otros lugares anteriores. La amplitud del fondo, el Pedraforca, Sant Miquel de Turbians, la soledad y la cambiante meteorología o la magia de un lugar que ya forma parte de nuestra pequeña historia. Pero se avecinan cambios.
En esta ocasión, el acopio de víveres fue eficiente pero el momento vital del consumidor final ya no es el que era. Mucho personal, casi se colgó el cartel de “completo”, toques románticos de Grmanos para que no todo fueran los placeres de la gula pero al final hubo unos excedentes alimentarios que bien hubieran merecido la entrega posterior al Banco de Alimentos. También puede que influyera la semioculta planificación cultural que un sesudo equipo quiso infiltrar en los momentos anteriores o posteriores a la cena conventual del sábado.

Menús

La tentativa inicial a resolver la cena del viernes con preparados diversos e individuales quedó definida gracias a la predisposición de quien tiene tiempo libre, sabe olisquear por los mercados, detectar alimentos de calidad y escoger lo mejor para su público más fiel: butifarra ibérica y chistorra de la mejor calidad, junto con las ensaladas del Capitàn Enciam, decoradas con los agridulces granos de la otoñal granada. El resto de condumios ya estáaban consolidados por la fuerza de las buenas costumbres y las manos de quien sabe batir huevos, hacer tortillas o sorprender con aperitivos con aromas de la nocturna chistorra.

Mesas

En Gisclareny hay dos mesas eucarísticas: la más alargada para estar sentados, disfrutando, pasando platos, viendo, consumiendo y departiendo hasta sobre el informe PISA. Y la más corta en la cocina donde, mientras se prepara el ágape oficial, discurre el pequeño bocado, la tapa, el platillo, el trago corto pero continuado, la bolsa que se abre, el embutido que se trocea, la sorpresa de quien aporta lo inesperado.

Bebidas

En esta ocasión la cerveza quedó en un muy segundo plano. El rey indiscutible fue el vino, con lo que habrá que tomar nota y evitar ser unos lateros en el alto Berguedà: en porrón, en botella, en trago largo o corto, cualquier formato era bien recibido. Pocos restos de botellas olvidadas y mucha apertura. Hasta hubo que enviar un SOS a quien venía más tarde para abastecer a tantos catadores de Somontanos, Riojas o licores artesanales y muy consolidadas Ratafías.

Culturas

En diferentes mentideros corrió el rumor de que dos personas preparaban una oferta cultural para antes o después de la cena del sábado. Querían aportar un toque reflexivo al encuentro y que fuera más allá de lo tradicional. Parece ser que el actual Papa era el inspirador de la propuesta, que se ofrecería de manera voluntaria en un reservado de la casa. La idea maduraba pero la localización temporal no encajó. En realidad, la mesa de la cocina era una dura competencia a aquella otra cultura. Allí se trabajaba a fondo la marca del vino, la denominación de origen del chorizo, el aderezo de las conservas en vinagre, el gracioso toque a los huevos o la forma de revolver aquellas patatas que esperaban el toque definitivo de la maestra de este arte culinario. Al final, parece ser que se optó porque la nueva propuesta fuera por la vía digital, con lo que en un futuro habrá una posibilidad más para pensar en nuestro yo interior.
No obstante, la otra cara de la moneda fue la repetición de la clase magistral sobre astronomía. Allí, con las estrellas como techo y la estelada en un mástil, el público rebobinó los aprendizajes olvidados por quien tanto esfuerzo pone en tamaño empeño año tras año.

Caminos

El día fuerte, el sábado, el equipo A llevó a cabo una ruta por una zona de Cavalls del Vent hasta llegar als Empedrats, para después ascender casi al Coll del Pendís, bajar por el refugio de Sant Jordi (donde explicaban por qué ya no dejan entrar ni las mochilas a las habitaciones), seguir por Els Empedrats y volver a Gisclareny por un sendero de gran recorrido. Quien sabe de tortillas y tiene una mano excelente para manjares diversos diseñó un recorrido exigente, precioso y con fuertes desniveles. Por ella no pasan los años. De los 900 a los 1.400 metros, bajada, subida a 1.600, bajada de nuevo y última subida para bajar a Gisclareny y subir de nuevo hasta El Roser. Más de nueve horas por en medio de bosques llenos de setas, la humedad de las sombras, fuertes subidas, el refugio de Sant Jordi, el agua, las piedras, los senderos camuflados con árboles cortados. Agradable encuentro con los equipos B y C antes de llegar al aula de naturaleza de La Salle (al final de Els Empedrats), mientras manos expertas buscaban y siempre encontraban setas por los alrededores de la casa.
Si la meteorología fue la adecuada, la compañía fue aún mejor. Que los ánimos no decaigan y la tradición siga perpetuándose. La magia de Gisclareny vale la pena.

Evaristo