domingo, 9 de junio de 2013

GR 7: con su permiso, volveremos a recorrerlo después de 10 años pero al revés


LOA AL GR 7

Nuestro coordinador general me ha propuesto que tire de disco duro y presente el GR7 a partir de las vivencias de hace diez años. ¿Cómo negarse a las órdenes de tu inmediato superior en los tiempos en que estamos? La mejor puesta en sociedad del GR es que después de tantos años queremos volver a hacerlo. ¡Qué ganas de patear de nuevo la ruta que, aun naciendo en Esparta y acabando en Tarifa, nosotros la repetimos desde Andorra! O sea, podemos comprar un cartón de tabaco en El Punt de Trobada, aromatizarlo en Rasquera y llevarlo hasta Tarifa, que es donde el GR acaba. Y de allí bajarlo al moro y reconvertirlo con otras hierbas.
Loar y glosar el GR7 puede ser tan largo como el recorrido hasta nuestro destino final en Fredes, en Castellón. Pero lo acortaremos. Un sendero que fue el primero que se marcó en todo el Estado, en 1974. Como que tampoco hace falta convencer a un público senderista muy seguro del reto, bien está enumerar posibilidades históricas como punto de partida a otras vivencias que tendremos a partir de septiembre.
Por aquello de llevar la contraria, iremos desde donde lo dejamos a donde lo empezamos. Teníamos más cabellos, más potencias y quizá más proyectos pero en un momento en que algunos nos extasiábamos con la Andorra menos visitada por las hordas consumistas. Los campos de tabaco, con sus enormes hojas, fueron ese manto que cubrió la más memorable de las etapas vividas hasta ahora, por su crudeza y belleza de alta montaña. Hacerla justifica el reto. Grau Roig fue el origen de una gran aventura, triscando por pendientes pronunciadas, con piedras que te caían de quien pisaba más arriba. Parecíamos hollar els Pessons cuando nuestra famosa desorientación nos llevó a alturas no buscadas. Sudor, altitud y cansancio con vistas a la estación de esquí de Pas de la Casa Grau Roig. Allá arriba hubo intrépidos del agua fría que refrigeraron sus partes a temperatura cortante a principios de septiembre. No se sabe por qué pero de aquella pareja nunca más se supo como caminante en el grupo. Y por poco le perdemos la pista a quien por culpa de unas setas ahuecó el ala. Desorientados, con amenazas de tormenta eléctrica, menos mal que un pastor hizo entrar en razón a un grupo tan estudiado y quijotesco. Aquella etapa por la zona alta de la Vall Madríu descubrió más el valle como un lugar para sufrir que no sus riquezas como patrimonio de la humanidad. Nunca olvidaremos la cara desencajada de una Grmana aquí presente que por poco se me tira a la yugular.
Y qué decir de las andanzas por Tuixent, donde seguíamos disfrutando de un conductor al que más vale no ponerle adjetivos. Allí olvidamos a un Grmano, quizá seducido por los ungüentos de los ancestros de las históricas trementinaires. Otro individuo más ya sin rastro de él. Pero también Tuixent pasó a la historia por caminar con nieve hasta la cintura en algunos tramos. Memorable experiencia. De las que no se olvidan.
Por el Solsonès visitamos Sant Llorenç de Morunys , subimos el primer Coll de Jou, y entramos en el cementerio modernista de Olius, nos perfumamos con el olor a santidad en el santurio de El Miracle pero el olfato predominante por el camino salía de las granjas de cerdos. Y nos hicimos una foto en el monolito del centro de Catalunya, en Pinós, en medio de niebla y humedades diversas.
La Catalunya central nos permitió ver las obras de l'eix transversal en Sant Pere Sallavinera. La semana pasada seguía con conos y un solo carril por sentido porque la empresa constructora reconoció haberlo hecho mal. ¿Os suena a algo? Para no alargar el relato, damos un salto y nos detenemos en terreno de Tarragona: Mont-Ral, Arbolí, subida al segundo Colldejou, (solo que este se escribe todo junto), la serra de Llaberia, Tivissa, la Rasquera del derecho a decidir sobre la marihuana, Benifallet. Allí hubo dos protagonistas, el viento y esos animales casi innombrables en toda Catalunya menos en Tarragona: los toros. En la zona de Els Ports de Beseit el viento casi nos levantaba y no lo hizo porque casi todos en aquella época ya empezábamos a desarrollar la musculatura abdominal. Y, por si fuera poco, en momentos de cansancio esos toros que pastaban se te quedaban mirando en tono desafiante. Uno hasta intentó embestir a un Grmano. El senderista dice que nunca volvió a correr tanto y tan veloz como aquel día. Y otro Grmano, también ausente del grupo, se entregó a un astado y, de tan cansado como estaba, se dirigío a él y le dijo: “Yo no puedo correr, haz conmigo lo que quieras pero rápido”. El toro se apiadó del desarmado caminante.
Las tierras cercanas al río Ebro nos recordaron batallas y guerras civiles. Alguien llevó hasta una bandera republicana, enseña con la que nos fotografiamos y cantamos lo que ya os imagináis. Aquel bar de Paüls tenía algunas bombas como decoración y pista para lo que nunca debería volver a ocurrir. Pero de lo que no nos salvamos fue de la enorme cantidad de agua que cayó cuando cruzamos el Ebro. Era época de mandarinas y seguro que en Mallorca debieron llegar algunas flotando. Bueno, otras alimentaron a los Grmanos que las tomaron prestadas de aquellos campos tan bien decorados. Poco a poco nos acercábamos al punto que puede ser principio y final, Fredes. Llegar hasta allí fue largo pero valió la pena.

El GR 7 está ahí, los recuerdos anteriores forman parte del recorrido y de alguna variante que también hicimos. ¿Qué pasará en septiembre? Lo mejor es que, diez años después, nos volvemos a atrever con un largo sendero, con subidas y bajadas, madrugones y buenas siestas de regreso en el autocar. La aventura está ahí. Sírvanse ustedes. Hay barra libre. Pero no dejen de consumir el GR7. A partir de septiembre.