sábado, 7 de noviembre de 2009

Segunda etapa del GR 83, entre Collsacreu y Riells

Café, copa y aguas...(de La Tordera)


GRmanos y GRmanas:



Nos han convencido de que esta crisis galopante está en nuestras vidas (o nuestras vidas ya estaban en crisis desde antes de estos momentos), pero lo que uno nunca se imaginaba es que una etapa de un GR sirviera para negociar la continuidad de un puesto de trabajo. Así. Tal cual. Llegar tarde dos días un autocar ocasionó algo más que preocupaciones grmanas por la ya casi habitual impuntualidad de empresas subcontratadas.
Esta vez la tardanza derivó en amenazas de despidos. O sea, GRMANIA puede llegar a poner a un trabajador en la calle. (“¡Es que es muy fuerte!” que dirían los modernos jóvenes deslenguados tipo pijo). El conductor fue avisado de que cuando llegara a la empresa tendría la carta de despido. Mientras los comensales levantaban frías jarras de cerveza, hubo quien tuvo que llamar al dueño de Moyano, al jefe de la empresa de autocares, hablar con el conductor, negociar con los tres por separado, pactar para evitar un parado más (y van...). Así es la vida. Ni en las etapas de GR hay descanso. La promesa fue que el incidente no tenía tanta importancia a nivel laboral y que el trabajador seguiría al volante. Se desconoce si “del dicho al hecho hay un trecho”. O no. Tampoco se sabe si el autocar llegará puntual al próximo GR.

Café

Hay Grmanos que cuando cumplen años y encima acaban una maratón saltan en su seno de tanto gozo que cargan con desayunos para calentar motores. La parada primera en boxes fue un despliegue de gustosillas sugerencias para echar al gaznate. Los termos con el café, los bombones y galletas variadas y los “magnos” licores fueron un lujo que se agradece a quien con tanto esfuerzo corrió muchos kilómetros. Los principios del camino pintaban bien. No fueron “las gotas” las que parecían motivar un espejismo a lo lejos. Aquel ser humano con antena era una imagen real. Allí, en la urbanización de Collsacreu, estaba él acompañado de una antena que parecía un pendón y un aparato conectado a esas modernas guías llamadas satélites. Al joven, de pocas palabras, le costó explicar algo a los discípulos que querían aprender. Seguro que, si hubiera probado algo “magno”, su lengua sería más ágil. Dijo estar cartografiando el terreno con tecnología GPS.
Los caminos eran amplios y con buenas vistas. Una vez superada una urbanización a caballo de dos vertientes de la sierra litoral, el mar se dejaba ver por un lado y toda la sierra del Montseny por otro. El otoño y el día soleado y tranquilo predecía que mucha humanidad se movería por los caminos. Los motores de los quads rugían con prisa, para verse parados luego en un restaurante. Aguerridos jóvenes hacían cabriolas con sus bicicletas en fuertes subidas, “sacando pecho” cuando notaban que eran mirados. Los cestos y sus amos perseguían pequeñas castañas o setas de difícil adquisición. Coches aparcados con sujetos de los que sacan el chándal a pasear para estas labores o para ir a comprar el periódico, el pan y el tortell los domingos de guardar. Basura en el bosque de quienes confunden el paisaje con una inmensa papelera. Y en medio, las huestes de GRMANIA seguían andando entre castaños jóvenes que ya se tiñen de amarillo, rojizos frutos del madroño, las erizadas protecciones de las castañas por los suelos y el Turó de l'Home, les Agudes y el Matagalls al fondo. Allí, al lado, pegado en una pared, un significativo cartel que, leído con detenimiento, dice más de lo que pone: “Se ofrece muchacha joven española responsable para limpieza”.

Cruces

La vida discurre por conversaciones variadas. O esa filosofía para entender el fin de las personas, cuando llega la hora de que el acabar es llegar a puerto sin ser un naufragio. El trote por entornos sombríos y tranquilos permite distanciarse de lo cotidiano aunque se hable de ello, reírse de la mediocridad aunque mañana se caiga en ella, encarar nuevos proyectos aunque luego queden aparcados en el baúl de los recuerdos. De eso se trata el caminar en grupo. Y también parar y comer. El lugar elegido casi que aún conservaba huellas de pisadas anteriores. En sus cercanías se cruzaba el GR 5, el GR 92 y el GR 83. Sant Martí de Montnegre gozaba de buena salud, su ermita acogía a comensales distribuidos en círculo y provocaba significativos comentarios. Nuestro rapsoda se preguntaba cómo a menudo las paradas se hacen al lado de construcciones religiosas. Y él mismo completó la duda: “A la sombra de la Santa Madre Iglesia, con el alma cargada de pecados”. Allí volvieron a aparecer los dulces y los licores, las delicias de los postres compartidos, las botas y los botes de cerveza.

Entornos

El Montnegre andando ofrece rincones desconocidos para ese gran público que rodea este parque natural. El olor a humo anuncia aisladas masías que aún perviven habitadas. Otras ya son restos de la arquitectura rural. Asoman cultivos otoñales que esperan su recolección. O, en medio de un camino, el tractor cargado de madera. O esa sierra que quiebra el silencio mientras trocea árboles caídos. Anchos y plácidos caminos sin dificultad que, en un momento dado, desembocan en un turbador ruido muy bien identificado. Al fondo asoma cemento, un gran panel electrónico informativo y vehículos que no paran de pasar en ambas direcciones. Es una autopista, ésa que tantas veces se ha pasado. El camino del norte o del sur. Las habituales señales del GR 83, con flechas y el cartel de “Al Canigó” se han cambiado por la rapidez, por la velocidad. Debajo del puente que cruza esta rápida vía hay concentración de personal para el momento cumbre de la etapa.

Pasos

Allí al lado había agua. Era un río muy femenino. Era La Tordera, tan suave, tan diferente en su nombre. Así como la autopista se franqueó por debajo, el caudal de agua hubo que cogerlo por en medio. Primero, dudas y búsqueda de puentes. Ni a la izquierda ni a la derecha se oteaba nada parecido. No quedaba más remedio que probar el agua que bajaba del Matagalls y de Les Agudes. Por tanto, manos a los cordones, buena estabilidad, correcta situación de las extremidades y limpieza de zonas muy bajas. Hubo tres velocidades de paso: la exprés, la tranquila y la mecánica. La rápida fue quien no se descalzó y cruzó a gran velocidad. Al parecer, fue debido a que ella ya había dicho que pensaba comprar unas nuevas botas y a éstas las castigó con mojadura integral. El grueso del pelotón fue tranquilo per a velocidad diversa. Las posturas y los equilibrios eran diversos: zapatillas que colgaban del cuello, bastones lanzados como flechas, pantalones arremangados que caían hacia el agua, cuidados con movimientos bruscos, máquinas de fotos expectantes a la caza de posibles y no deseables caídas (casi siempre se ríe uno de lo malo que le pasa a los demás), ella con la mochila de la que pendían “alas” de corcho. Y él varios metros más abajo que seguía buscando un puente.
Mientras el personal observaba cómo los pies habían mejorado de color, nuestro “salvado de las aguas” en una tapa anterior desistió del intento. Quería preservar su organismo de anteriores neumonías almerienses. Evitaba pasar, y eso que la primera fila del otro lado era ocupaba por algunos “paparazis” expectantes. Optó por descalzarse y, como no quedaba más remedio, afrontar el agua con más equilibrio que en otros momentos históricos, no escorarse y salvar el tipo como el resto del personal. Y en ésas estaba cuando acudieron dos vehículos oficiales en su ayuda. Hay tantos y por todos los lados que, en esta ocasión, los dineros del contribuyente se invirtieron en salvar posibles resfriados a uno que cotiza a Hacienda. Por tanto, pasó el agua bien escoltado y en vehículo todo terreno. Se descalzó pero no se mojó. No obstante, las malas lenguas sospechan que, con las nuevas normas de intervención de los equipos de salvamento, quizá le llegue alguna factura por los servicios prestados. Pero, en este caso, no hubo negligencia ni falta de equipación adecuada. Sólo se echó de menos obra pública, o sea, un puente (sin comisiones de por medio).

Copas

Llegados a Riells Viabrea, había que buscar el lugar escogido por el conductor. Desde primera hora de la mañana parece que quiso recompensar al grupo de alguna forma. No se sabe por qué pero acertó a la primera cuando a buena hora anunció que ya nos tenía reservado el bar. Con este detalle hubiera sido suficiente como para salvarle del despido. Por el camino hubo quien cogió prestados kakis de un árbol. Otros, parodiando este buen tiempo que en algunos sitios llaman “el veranillo del membrillo”, vieron un árbol cargado y le ayudaros a liberarse de algunos frutos.
El lugar elegido para la comida era muy apropiado para seguir con temas acuáticos: bar La Piscina, terraza con vistas a esta masa de agua y un hecho sin precedentes muy publicitado por las mozas. Dijeron que por primera vez veían más cola en los lavabos de hombres que de mujeres. Un hecho histórico. Alegaron los sujetos que esperan el turno para la micción que las próstatas tenían ciertas similitudes o actos reflejos. Aunque hubo quien dijo: “Eso es utilizar la ciencia para ocultar el vicio”.
Enormes jarras, abundante cerveza y las copas de cava para celebrar el aniversario de un ilustre Grmano que tuvo este significativo y vituperado detalle. Y el preciado líquido a la temperatura adecuada. Él y su familia siempre han sabido mucho de vinos, aceites, arroces y cavas.
Con un tiempo soleado, la temperatura interna y externa en sus justos grados, preparados para afrontar la noche con el regalo de una hora más, podemos dejar la crónica con un juego de palabras publicitario que nos puede hacer pensar:

“Lo que se ve, es una visión de lo invisible”

Evaristo
http://afondonatural.blogspot.com

Terrassa, 29 de octubre de 2009