Entre nieblas, lomas, comidas, cavas y canciones
GRmanos y GRmanas,
Como tan bien nos recordaba nuestro coordinador, muy atrás queda ya aquella fecha en que Tapiocas coroneles y sus huestes de descamisados ponían una pica en Flandes, o sea, en el mas d’En Barbeta, en aquel añorado 1996, en donde se fraguó una cruzada excursionista que llega hasta nuestros días. Pues sí, todo continuó hasta este pasado sábado, en el que el cierre de la década, bien regada con cava de denominación de origen GRMANIA, demostró que la suma de voluntades y el interés más desinteresado da lugar a curiosas experiencias como ésta.
Si hoy en las mejores escuelas de negocios se estudian con interés fenómenos digitales como los de la Bruixa d’Or, Google, flikr, You Tube, Ebay, Del.icio.us o Barrabés entre otros, quizá un día en las escuelas de relaciones humanas (reales: no digitales) se curiosee sobre este grupo y se mencione como mínimo con una nota al margen que aún es posible confiar en la bondad humana bajo la disculpa de caminar al aire libre. O en hacer realidad el “conditio vocat optimes”, también abierto al segundo lema de nuestro cava: “bibito amice quia vita brevis est”. O, más modernos y mediáticos, en recurrir al “Be water, my friend” que, si estuviera aquí Bruce Lee, no andaría muy desencaminado de nuestro lema andarín y filosofía grupal. Aunque, barriendo para casa, nos podemos conformar con la cita de nuestro mentor principal, que bien pudiera figurar en el frontispicio de nuestros ánimos: “GRMANIA és una SINÈRGIA que genera un ambient humà difícil de trobar en dinàmiques col•lectives”
De camino al inicio
En este final de año vamos al principio del camino. Mucha gente congregada por esas sinergias acuden y casi llenan el autocar más grande del curso. Nuevas caras bien acogidas en su ceremonia de estreno, otras ya conocidas pero que se habían ausentado por esos avatares de la vida. Las más, las habituales. Y también algún retraso de dos mozas a las que se les emparentaba con supuestos gañanes nocturnos. La regla de los trajes largos se confirmaba con la excepción de uno de los miembros fundadores del grupo, que paseaba y presumía de sus canillas bien formadas. El único con pantalón corto en diciembre, él que sigue los consejos y entrenamientos de su instructor particular, destacado miembro de GRMANIA y uno más (ya muchos) de los que casi estamos empadronados en el Club Natació Terrassa por tanto acudir a
él. Poco a poco las paradas recogían a caminantes que se dirigían una vez más por la misma carretera al lugar de autos.
Desde septiembre es la misma. Nos ha enseñado los árboles vestidos, de colores otoñales y ahora desnudos. Nos ha mostrado sus campos amarillentos, después marrones y ahora verdes. El cielo limpio ha dado paso a las nieblas y brumas que dejaban entrever sin ver del todo, que mostraban el paisaje por su poder de insinuación. De las carreteras y zonas turísticas llenas hemos pasado a ese barbecho que hará florecer de nuevo a nuestros necesarios visitantes cuando llegue el buen tiempo. Aquí, ahora, tanta tranquilidad parece una anormalidad, pues lo normal para estas costas parece que es el atiborramiento humano estival. Y ahí estamos las 47 personas en activo, dispuestas a partir desde Sant Feliú de Guíxols hasta Tossa de Mar.
Del inicio al final
El redondo y encendido sol ya comenzaba a despuntar al fondo, allá en la playa de Sant Feliú, con la imagen de una palmera en primer plano que componía la típica postal del desierto, si no fuera porque una grúa se erigía como un impedimento dentro del encuadre. Las palmeras y la vegetación de las afueras del pueblo dejaban al descubierto lo poco que aún queda del entorno rural. Viejas casas que no aguantarán la presión de las rotondas, restos de esa curiosa ingeniería rural como son los depósitos de agua al descubierto, las aspas de esos artilugios metálicos que, volteando al viento, extraerían el agua o molerían los granos. En medio de las cañas del camino, de excrementos de perros y de algún que otro vehículo a motor, allí aparecían las marcas del camino hasta que, en una curva, los hombres de delante condujeron a la tropa a un rumbo equivocado. Al parecer, ellos iban elucubrando con bellas y lozanas Dulcineas y no se dieron cuenta de que el entuerto se debería deshacer volviendo para atrás y enmendando el desliz.
Los caminos costeros parecen un engaño encubierto. Se presentan como si la llanura fuera su razón de ser y después los soplidos y los sudores verifican que las subidas y las bajadas son continuas, que las lomas están ahí. Ni la font de la Guilla fue capaz de saciar la sed. No son tiempos como para regalar agua en estas zonas. Del nivel de cinco metros de la salida, hubo que tensar músculos para llegar al Coll del Vidre, a 380 metros, o al coll de l’Escorpí, de 370, o al coll d’en Barraquer, a 330 metros. La vegetación mediterránea oculta muchas formas de vida, alimañas y también algunas especies pensantes pertrechadas de armas de fuego que, ya por el solo hecho de pasearlas, obligan a uno a ajustarse mejor la tapa de los sesos. Por si acaso. Allí estaban, a la búsqueda de jabalíes y de becadas que eran un objetivo a batir para posibles ágapes navideños. Y, como de alimentos hablamos, parada y fonda al sol, cara al mar en una pendiente que nos hace imaginar allá a lo lejos que ahí debe estar lo que los antiguos llamaban “La bañera de Ulises”: el mar Mediterráneo.
Al ser más los caminantes degustadores de platos varios, también aumentó la oferta de éstos y los bombones, dulces y otras especialidades navideñas asomaron de sus envoltorios, todo ello regado por estimulantes tipo té y café. Por los aires circulaban atrevidos olores de amantes de los placeres con nicotina. Ellos, que destapan envidias por pertenecer aún a la especie que incinera cilindrines y perfuma con los aromas de los caliqueños las conciencias de antiguos fumadores con algunos momentos de debilidad.
La partida siguió su rumbo previsto, sin confusiones, por en medio de masías ya en ruinas como Can Codolar o can Cabanyes de Montagut, denominación que verifica que pasamos por el coll de Montagut, al lado del fotografiado menhir de Can Llach y después otro más, el de Monitor. Cruces y giros, esperas porque el grupo se estira tanto que algunas parejas del final parecen desparecidas en la espesura del bosque. Mientras, amantes de los hongos muestran sus cestos con sus capturas, no muy propias de las temperaturas de antes por estas fechas.
Situados en la cúspide de la etapa, ahora ya sólo queda seguir una curva tras otra y descender hasta la riera de Tossa de Mar, a diez metros sobre el nivel del mar. Las huellas de motos y quads en la pista eran continuas, igual que el sonido de algún aventurero motorizado, o la tierna imagen de ese grupo de niños que, con el pañuelo anudado al cuello, ascendía con bastante fe de “escoltes”, quizá más que la de sus monitoras, risueñas acompañantes que tiraban de guitarras con no demasiada energía sobrante.
Continua curva a la izquierda y a la derecha hasta el final. Antes de llegar al pueblo, demostración también de oficios antiguos agrícolas. Reminiscencias de aquellos “aceituneros altivos…”que ahora, con una caña bien larga, se dedicaban no a varear olivos pero sí los pinos para que les regalaban unos frutos que llevarían a una fábrica cercana. Hasta hubo quienes degustaron algunos piñones gentilmente ofrecidos por un vareador. Cerca, allí al lado, la riera con agua marcaba la dirección del mar. Pero como no se trataba ahora de baños por fuera, había entusiasmo casi infantil por dirigirse a la posada restauradora, más para reposición de líquidos y mojaduras internas que no para contemplar los gnomos del lugar.
Al final, la celebración
La tradición iniciada el año pasado en Vallbona de les Monges se reproducía ahora en la Farga del Gnomo, en la carretera de Lloret a BLanes, un sitio que destacó por sus atenciones y por acoger hasta a nuestras bebidas espumosas propias.
Los actos congregaron a los afectados por aquellas sinergias, tanto a caminantes en activo como a tantos otros y otras que vinieron de allende los mares a la eucaristía de fin de año. Tres filas de mesas preparadas al efecto en las que sentaron sus reales las huestes que hoy conforman aquel germen nacido en el mas d’En Barbeta, en Sitges. No obstante, destacar algunas leonesas ausencias y, también, quien con mucha ilusión estaba volando a tierras chinas para fortalecer a la tercera generación de GRMANIA.
El proceso de desarrollo de los actos que a continuación se relatan fue estudiado con mucho detenimiento por un experto en celebraciones diversas allí presente que, a modo de observador experimentado, comprobó cómo este grupo no se sale de los cánones establecidos en la sociología de la fiesta hispana. Veamos el desarrollo de la secuencia:
1. Llegada a la sala: suspicaces movimientos para colocarse en lugares estratégicos. Ciertas personas tienden a juntarse por diversas afinidades. Llama la atención cómo algunos hombres se arriman a las mismas mujeres que en la comida del año pasado.
2. Saludos a los que llegan, acercamiento de caras para hacer que se besa y saludarse efusivamente porque en realidad hay alegría.
3. Inicio de la comida, observación del ambiente y descorche de los primeros vinos que comienzan a lubricar el pensamiento.
4. Diversos brindis por sectores y risas explosivas en algunas zonas (en este caso en la sección femenina, como casi siempre).
5. Dato original: durante el segundo plato, presentación del cava personalizado y muy bien gestionado por nuestro webmaster. Degustación y apertura de los espumosos catalanes llevando a la práctica el lema de “bibito amice quia vita brevis est” .
6. Una botella tras otra, fueron cayendo las 21 que se consumieron. Los ánimos ya pedían canciones y músicas propias del momento, fiesta, alegría y “xerinola”.
7. Reparto de letrillas y coplillas. Al verlas, este observador sospechó que las había escogido alguien de “Ciutadans pel Canvi”, aunque buscó quién estaba desnudo y con una hoja de parra y no lo encontró. Después supo que venían de León, que un especialista las había seleccionado con algún que otro aire provocador.
8. Empiezan los ritmos, coros y danzas. La pericia y sabiduría de la juerga se pone en marcha. Expertos en rasgar la botella de anís del Mono, en tocar la guitarra, toqueteadores de panderetas, golpeadores de la taza del café con ritmo, palmeadores, bailaores por servillanas, tonadilleros varios, saeteros y espontáneos diversos. Y los coros de acompañamiento.
9. Canciones, villancicos e himnos en varias lenguas y al gusto de todos. Sin discriminaciones posibles. El tono sube y el grupo participante cada vez se hace más numeroso. La sala vocifera con ritmo y llama la atención de un señor que no para de extraer sus conclusiones. ¿Qué pensaba? ¿Por qué miraba tanto?
10. El observador experto en saraos varios pronostica que pronto llegará la etapa llamada “Asturias, patria querida”. No falla en casi ninguna celebración de este estilo. No puede faltar el himno más conocido y aquí tampoco. Clamor popular, voces unidas a coro que escenifican una letra que va más allá que la voz.
11. De Asturias a Navarra. Otro recurso casi imprescindible, “los estudiantes navarros”. Luego, versiones y más versiones en una velada magnífica con participación mayoritaria. Éxito total.
12. Llegada la hora del final, otra cita imprescindible como colofón, “l’hora dels adéus” escenificada como corresponde pero de verdad.
Mientras el numeroso grupo se retiraba, se procedía a abrir el mercado del cava, con una continua circulación de dineros y números para abreviar el reparto final. En medio de la vorágine, alguien se aproximó a aquel señor observador que, instalado en una mesa con dos señoras, no había parado de interesarse por GRMANIA, de oír las canciones y de acercarse a escucharlas. Las tres personas anónimas se expresaron. Les llamó la atención el acto, la fraternidad y saber algo más de quiénes éramos, cuál era nuestra historia y qué hacíamos. Después aprovecharon el momento para transmitir a todo el grupo su admiración por quienes hoy aún son capaces de llevar a cabo empresas como ésta.
Entre comidas, cavas, fiestas y alegría el nuevo año ya será el número once. Un año más de sinergias, de optimismo y de ese milagro que nació hace diez años. El mismo que, con esta frase, transmite Albert Figueras en su libro “Optimizar la vida”:
“Vivimos rodeados de milagros que a menudo, absortos en nosotros mismos, no reconocemos. Milagros que nacen de la ternura, la esperanza, el coraje y el optimismo”.
Feliz año 11
Evaristo (ayatolá de la fe senderista)
Terrassa, 20 de diciembre de 2006
http://afondonatural.blogspot.com
Pasar de lo superficial al fondo no es fácil. Tener buen fondo cuesta. Pero, tranquilos, aquí no se va a tope ni a fondo. Todo con naturalidad.
miércoles, 20 de diciembre de 2006
domingo, 17 de diciembre de 2006
Roma: una tentación sin pecado
Desde el primer piso de la estación ferroviaria romana de Termini se puede observar una multitud de personas que se mueven sin cesar hacia su destino (o, por lo menos, hacia alguna dirección). Desde la plaza del Vaticano, un voluminoso gentío observa el centro religioso cristiano, entra o sale del Vaticano o, simplemente, contempla el lugar testigo de tantos acontecimientos tan importantes para la historia de la humanidad. Un país en otro país, un enorme gentío que se traslada de un lugar a otro, donde las creencias religiosas parecen convivir, como un símbolo más de lo que debería ocurrir en todos los lugares.
Desde los restos arqueológicos de los diferentes foros romanos, en pleno centro histórico de Roma, también una gran multitud revive pasados acontecimientos, tantos cambios provocados por esos pueblos que por aquí han pasado. Al pie de las ruinas dejadas por Trajano, Augusto, César y tantos más, el turismo de masas pasea sus conocimientos históricos como si de un viaje en el tiempo se tratara en una ciudad que es la suma de tantas glorias, derrotas, asesinatos, barbaridades humanas y glorificaciones espirituales.
Desde las salas de los dos aeropuertos también se deduce que, después del aterrizaje, la gente se lanzará a descubrir los tópicos anunciados en la propaganda turística y vivirá esas aventuras o anécdotas que suscita cualquier viaje y que son la base para poner una nota diferencial a la hora de contarlo.
Son cuatro lugares entre otros muchos en los que el cruce de públicos diversos en la actual Roma simbolizan historias pasadas en una ciudad plagada de pueblos y culturas, de piedras sueltas, de monumentos que se asientan sobre otros anteriores y de esos lenguajes y símbolos explícitos u ocultos que ayudan a interpretar y entender a esta urbe. Una ciudad muy distinta a aquella original asentada en la zona delimitada por el Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino y Palatino. Las siete legendarias colinas que acogieron a tantos Rómulos y Remos amamantados por una realidad que debían construir.
La Roma eterna se presenta a cada turista como una ciudad mediterránea que ofrece lo que tiene, llena de personas acostumbradas a convivir con visitantes de todas las partes del mundo. Visitas continuas que confieren muchas mentalidades al centro de la ciudad, volcado al turismo como fuente continua de ingresos y de pensamientos, o de formas de entender la vida, abierto a guiar a paseantes desorientados, sea cual sea su origen o lengua de uso.
Roma se te ofrece en los tres estados de la materia y es una ciudad capaz de complacer cualquier objetivo que te propongas, aunque sólo sea mental. Hace tantos siglos que se fundó, ha acumulado tantos estados de ánimo que te puede mostrar siempre ese rincón que tu imaginación se había formado previamente, hacer realidad la más almibarada versión del mejor folleto turístico. Incluso hasta te puede hacer creer que aquellos dos niños y la loba simbolizan a tantos visitantes que alimentan sus ansias viajeras en este lugar.
La tentación de la Roma sólida está formada por esos edificios que aparecen en cualquier esquina. Iglesias conocidas y muy visitadas como, por supuesto, el entorno del Vaticano; Santa Maria Maggiore, con esa leyenda de la nieve en agosto; San Pietro in Vincoli y su Moisés de Miguel Ángel; la de Santa Maria in Trastevere; las diferentes capas de la magnífica iglesia de San Clemente, excelente iglesia descubierta al turismo en las excavaciones del subsuelo; la cripta Balbi. También la solidez romana, cómo no, se ve en tantos restos de aquellos romanos que construyeron, destruyeron, hicieron de nuevo y, ahora, reconstruyen o limpian tantos edificios, en muchas ocasiones aprovechados por pueblos posteriores. Piedras recicladas para muchas construcciones, columnas paganas que acabaron en iglesias o casas particulares, obeliscos traídos de lejanas tierras coronados por santos en vez de por sus titulares, estatuas, anfiteatros, esculturas en posturas diversas, plazas y más plazas en las que a un antiguo mercado se le asoma, altivo, cualquier ostentoso edificio oficial. Tanta y tan sólida arquitectura, aunque haya alguna en tierra, en lista de espera para su restauración o a punto de caer. La admiración para los responsables de conservación de edificios en una ciudad donde, si encima del suelo es visible tal cantidad, en el subsuelo las capas aún no descubiertas deben reservarse para asombros posteriores.
Pero la solidez romana es visible también en otras manifestaciones más mundanas que cualquier persona viajera puede necesitar. Tantas piedras colocadas allí permiten también sólidos placeres con otras bases muy gustosas. Por ejemplo, las diversas formas que le dan a la harina hasta convertirla en pastas de diversas formas, bases de pizzas que luego se llenarán de variados ingredientes, y otras comidas que atienden también las necesidades de tantas nacionalidades que son las que confirman la eternidad de esta ciudad.
Roma también es líquida. Una tentación muy placentera que se acrecienta en esos veranos mediterráneos en que el calor obliga a buscar alivio en bebidas diversas. La frescura de las esculturas que degluten agua invita a mojarse por dentro. Y Roma cuida los detalles acuáticos con el regalo de mucha agua fresca en multitud de fuentes que esperan en cualquier esquina, sencillos ingenios curvados en forma de nariz con un agujero para que el agua se convierta en una muy funcional forma de beber. O esas compañeras de los viajes ciudadanos, las botellas de agua envasada. Agua y vino. Además de usarse para las ceremonias religiosas, Italia brinda con buenos vinos blancos y tintos, refrescos y aperitivos originales que sirven para homenajear al dios Baco mientras sus efluvios te conceden el bienestar buscado. Agua, vino y café. La merecida fama de este brebaje adquiere en Italia los límites de la perfección. Más concentrado al estilo italiano, espresso, más largo al gusto americano, capuccinos, caffelatte, en forma de granizado, todos confirman el poder estimulante de una fama ganada a cada sorbo.
Agua, café y los helados. Cómo no probar tantos gustos y tan bien elaborados. Ese placer que se derrite mientras te pone en contacto con originales y creativos sabores. En cualquier lado los conos y tarrinas te acercan a nuevas sensaciones y agradables combinaciones sugeridas por dicharacheros dependientes, que simbolizan esa forma de saber hacer y saber estar propia de la gente romana. Claro que, hablando de vacaciones estivales y del calor, el asfalto adquiere casi también un estado líquido en algunas horas del día. Pasos de cebra desdibujados o no repintados, el tráfico que parece obedecer a unas normas muy particulares, el movimiento continuo en un flujo rápido de peatones y vehículos. Es una forma de funcionar distinta, mediterránea, cercana a tantos países que conforman la llamada por los antiguos “La bañera de Ulises”.
Roma en estado gaseoso, la tentación de introducirse en una atmósfera caliente, en los olores que ofrece una gran ciudad, mezcla de los habituales fluidos corporales en época de calor, de los más selectos perfumes, de la humedad de los subterráneos de algunos edificios, de ambientadores universales en recintos cerrados, del incienso de algunas iglesias y de aromas de las más variadas comidas de locales típicos romanos y de otras nacionalidades. Roma es un híbrido de culturas pasadas y actuales en la que predomina la influencia de la religión, el poder de tantos Papas como si fueran sucesores de imperios pasados. Infinidad de iglesias, imágenes religiosas por doquier junto a otras paganas. El turismo admira y retrata las huellas del poder civil y eclesiástico aunque, bien mirado, la sociedad civil romana parece haberse adaptado a todas las tendencias y, siempre, abierta a acoger a sus visitantes. Y, como gran consuelo aéreo estival, el aire acondicionado.
Las tentaciones conviven con las proclamas religiosas, aquella dolce vita debe ser tan real como las sofisticadas marcas de Via de Condotti y otros aledaños de la Plaza de España, o tantos uniformes religiosos que se ven, o toda clase de policías de una capital de Estado (con otro incluido dentro), y personas sin techo que piden por las calles. Los contrastes existen, como en cualquier lado.
Los diferentes planos de Roma parecen diferentes estratos de una imaginaria pirámide que se pierde en tiempos remotos. El subsuelo, no hace falta decirlo, debe estar tan escondido que será difícil llegar al primero que dejó aquí sus huellas. Debajo de la actual ciudad deben entreverse capas y más capas de otras formas de entender la vida. Fosos, cementerios, catacumbas que, si se nos dejan mostrar, es por su resistencia a las barbaridades posteriores o por quedar cubiertos por la tierra protectora. De eso saben mucho tantos emperadores, Papas, monjes, mártires e invasores que por aquí pasaron. Difícil tarea la de una ciudad que no es capaz de mostrar todas sus entrañas por exceso de materia prima.
El suelo romano concentra aquellos tres estados de la materia y rutas, paseos, propuestas de todo tipo y a gusto de cada bolsillo. Un paseo por el corazón de Roma. Un paseo entre romanos, judíos y cristianos. Un paseo entre Papas y príncipes. Un paseo por los misterios medievales y los tesoros del Renacimiento. Un paseo por el Trastevere y por la isola Tiberina. Un paseo por cafés, por parques, por las calles de moda y de la moda, por la noche romana. ¿Más paseos, más ideas? ¡Adelante!
Qué decir de las gentes que cualquier viajero puede contemplar en Roma. Tú te sientes en medio de un público diverso, en continuo movimiento. Se mueve la población nativa en una ciudad rápida, llena de esa prisa que a veces da la sensación de rozar un caos controlado por hábitos parecidos y por ese sexto sentido de la rutina costumbrista. Las motos son uno de los símbolos de esta urbe. Abundan y conviven con automovilistas y peatones. La telefonía móvil sorprende por su enorme penetración. ¿Qué se dirán todo el tiempo? Cualquier momento es bueno para mostrar el último diseño (italiano o no) y para comunicarse con esa cadencia sonora, tan pegadiza y atractiva. El tono de las conversaciones parece desconocer cualquier exceso sonoro señal de enfado. Tampoco para el turismo, ávido de verlo todo en el tiempo asignado, con mapas y otros artilugios digitales. Es uno de los grandes motores de la ciudad. Gentes muy diversas caben aquí, también mucha población flotante que no está aquí sólo por sus encantos sino para sobrevivir. Todos forman una mezcla de vestidos, comidas, olores y aspectos que simbolizan el mestizaje que se impone. Hábitos, uniformes, ropa de marca, culto al cuerpo, amor por el diseño y cuidado del detalle, el encanto de las formas y de la estética conviven con personas sin techo, con etnias diversas y con la forma de ser de cada uno.
Son algunos atractivos de un entorno del que uno se marcha con la intención de volver. Y no es un eufemismo al uso ni hace falta ninguna genialidad publicitaria para convencernos. Otros han pasado por aquí desde hace tantos años que algo habrán dejado. Pero no nos llevaremos nada en nuestro camino de vuelta a casa. Porque...volveremos.
Tal como proclamaba el eslogan de una valla publicitaria de una calle romana: “Una tentación sin pecado”. No, no era un mensaje religioso ni turístico. Era comercial o, quizá, transmitía esa emoción subliminal que provoca la vuelta a esta ciudad.
Ciao, Roma.
Desde los restos arqueológicos de los diferentes foros romanos, en pleno centro histórico de Roma, también una gran multitud revive pasados acontecimientos, tantos cambios provocados por esos pueblos que por aquí han pasado. Al pie de las ruinas dejadas por Trajano, Augusto, César y tantos más, el turismo de masas pasea sus conocimientos históricos como si de un viaje en el tiempo se tratara en una ciudad que es la suma de tantas glorias, derrotas, asesinatos, barbaridades humanas y glorificaciones espirituales.
Desde las salas de los dos aeropuertos también se deduce que, después del aterrizaje, la gente se lanzará a descubrir los tópicos anunciados en la propaganda turística y vivirá esas aventuras o anécdotas que suscita cualquier viaje y que son la base para poner una nota diferencial a la hora de contarlo.
Son cuatro lugares entre otros muchos en los que el cruce de públicos diversos en la actual Roma simbolizan historias pasadas en una ciudad plagada de pueblos y culturas, de piedras sueltas, de monumentos que se asientan sobre otros anteriores y de esos lenguajes y símbolos explícitos u ocultos que ayudan a interpretar y entender a esta urbe. Una ciudad muy distinta a aquella original asentada en la zona delimitada por el Capitolio, Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino y Palatino. Las siete legendarias colinas que acogieron a tantos Rómulos y Remos amamantados por una realidad que debían construir.
La Roma eterna se presenta a cada turista como una ciudad mediterránea que ofrece lo que tiene, llena de personas acostumbradas a convivir con visitantes de todas las partes del mundo. Visitas continuas que confieren muchas mentalidades al centro de la ciudad, volcado al turismo como fuente continua de ingresos y de pensamientos, o de formas de entender la vida, abierto a guiar a paseantes desorientados, sea cual sea su origen o lengua de uso.
Roma se te ofrece en los tres estados de la materia y es una ciudad capaz de complacer cualquier objetivo que te propongas, aunque sólo sea mental. Hace tantos siglos que se fundó, ha acumulado tantos estados de ánimo que te puede mostrar siempre ese rincón que tu imaginación se había formado previamente, hacer realidad la más almibarada versión del mejor folleto turístico. Incluso hasta te puede hacer creer que aquellos dos niños y la loba simbolizan a tantos visitantes que alimentan sus ansias viajeras en este lugar.
La tentación de la Roma sólida está formada por esos edificios que aparecen en cualquier esquina. Iglesias conocidas y muy visitadas como, por supuesto, el entorno del Vaticano; Santa Maria Maggiore, con esa leyenda de la nieve en agosto; San Pietro in Vincoli y su Moisés de Miguel Ángel; la de Santa Maria in Trastevere; las diferentes capas de la magnífica iglesia de San Clemente, excelente iglesia descubierta al turismo en las excavaciones del subsuelo; la cripta Balbi. También la solidez romana, cómo no, se ve en tantos restos de aquellos romanos que construyeron, destruyeron, hicieron de nuevo y, ahora, reconstruyen o limpian tantos edificios, en muchas ocasiones aprovechados por pueblos posteriores. Piedras recicladas para muchas construcciones, columnas paganas que acabaron en iglesias o casas particulares, obeliscos traídos de lejanas tierras coronados por santos en vez de por sus titulares, estatuas, anfiteatros, esculturas en posturas diversas, plazas y más plazas en las que a un antiguo mercado se le asoma, altivo, cualquier ostentoso edificio oficial. Tanta y tan sólida arquitectura, aunque haya alguna en tierra, en lista de espera para su restauración o a punto de caer. La admiración para los responsables de conservación de edificios en una ciudad donde, si encima del suelo es visible tal cantidad, en el subsuelo las capas aún no descubiertas deben reservarse para asombros posteriores.
Pero la solidez romana es visible también en otras manifestaciones más mundanas que cualquier persona viajera puede necesitar. Tantas piedras colocadas allí permiten también sólidos placeres con otras bases muy gustosas. Por ejemplo, las diversas formas que le dan a la harina hasta convertirla en pastas de diversas formas, bases de pizzas que luego se llenarán de variados ingredientes, y otras comidas que atienden también las necesidades de tantas nacionalidades que son las que confirman la eternidad de esta ciudad.
Roma también es líquida. Una tentación muy placentera que se acrecienta en esos veranos mediterráneos en que el calor obliga a buscar alivio en bebidas diversas. La frescura de las esculturas que degluten agua invita a mojarse por dentro. Y Roma cuida los detalles acuáticos con el regalo de mucha agua fresca en multitud de fuentes que esperan en cualquier esquina, sencillos ingenios curvados en forma de nariz con un agujero para que el agua se convierta en una muy funcional forma de beber. O esas compañeras de los viajes ciudadanos, las botellas de agua envasada. Agua y vino. Además de usarse para las ceremonias religiosas, Italia brinda con buenos vinos blancos y tintos, refrescos y aperitivos originales que sirven para homenajear al dios Baco mientras sus efluvios te conceden el bienestar buscado. Agua, vino y café. La merecida fama de este brebaje adquiere en Italia los límites de la perfección. Más concentrado al estilo italiano, espresso, más largo al gusto americano, capuccinos, caffelatte, en forma de granizado, todos confirman el poder estimulante de una fama ganada a cada sorbo.
Agua, café y los helados. Cómo no probar tantos gustos y tan bien elaborados. Ese placer que se derrite mientras te pone en contacto con originales y creativos sabores. En cualquier lado los conos y tarrinas te acercan a nuevas sensaciones y agradables combinaciones sugeridas por dicharacheros dependientes, que simbolizan esa forma de saber hacer y saber estar propia de la gente romana. Claro que, hablando de vacaciones estivales y del calor, el asfalto adquiere casi también un estado líquido en algunas horas del día. Pasos de cebra desdibujados o no repintados, el tráfico que parece obedecer a unas normas muy particulares, el movimiento continuo en un flujo rápido de peatones y vehículos. Es una forma de funcionar distinta, mediterránea, cercana a tantos países que conforman la llamada por los antiguos “La bañera de Ulises”.
Roma en estado gaseoso, la tentación de introducirse en una atmósfera caliente, en los olores que ofrece una gran ciudad, mezcla de los habituales fluidos corporales en época de calor, de los más selectos perfumes, de la humedad de los subterráneos de algunos edificios, de ambientadores universales en recintos cerrados, del incienso de algunas iglesias y de aromas de las más variadas comidas de locales típicos romanos y de otras nacionalidades. Roma es un híbrido de culturas pasadas y actuales en la que predomina la influencia de la religión, el poder de tantos Papas como si fueran sucesores de imperios pasados. Infinidad de iglesias, imágenes religiosas por doquier junto a otras paganas. El turismo admira y retrata las huellas del poder civil y eclesiástico aunque, bien mirado, la sociedad civil romana parece haberse adaptado a todas las tendencias y, siempre, abierta a acoger a sus visitantes. Y, como gran consuelo aéreo estival, el aire acondicionado.
Las tentaciones conviven con las proclamas religiosas, aquella dolce vita debe ser tan real como las sofisticadas marcas de Via de Condotti y otros aledaños de la Plaza de España, o tantos uniformes religiosos que se ven, o toda clase de policías de una capital de Estado (con otro incluido dentro), y personas sin techo que piden por las calles. Los contrastes existen, como en cualquier lado.
Los diferentes planos de Roma parecen diferentes estratos de una imaginaria pirámide que se pierde en tiempos remotos. El subsuelo, no hace falta decirlo, debe estar tan escondido que será difícil llegar al primero que dejó aquí sus huellas. Debajo de la actual ciudad deben entreverse capas y más capas de otras formas de entender la vida. Fosos, cementerios, catacumbas que, si se nos dejan mostrar, es por su resistencia a las barbaridades posteriores o por quedar cubiertos por la tierra protectora. De eso saben mucho tantos emperadores, Papas, monjes, mártires e invasores que por aquí pasaron. Difícil tarea la de una ciudad que no es capaz de mostrar todas sus entrañas por exceso de materia prima.
El suelo romano concentra aquellos tres estados de la materia y rutas, paseos, propuestas de todo tipo y a gusto de cada bolsillo. Un paseo por el corazón de Roma. Un paseo entre romanos, judíos y cristianos. Un paseo entre Papas y príncipes. Un paseo por los misterios medievales y los tesoros del Renacimiento. Un paseo por el Trastevere y por la isola Tiberina. Un paseo por cafés, por parques, por las calles de moda y de la moda, por la noche romana. ¿Más paseos, más ideas? ¡Adelante!
Qué decir de las gentes que cualquier viajero puede contemplar en Roma. Tú te sientes en medio de un público diverso, en continuo movimiento. Se mueve la población nativa en una ciudad rápida, llena de esa prisa que a veces da la sensación de rozar un caos controlado por hábitos parecidos y por ese sexto sentido de la rutina costumbrista. Las motos son uno de los símbolos de esta urbe. Abundan y conviven con automovilistas y peatones. La telefonía móvil sorprende por su enorme penetración. ¿Qué se dirán todo el tiempo? Cualquier momento es bueno para mostrar el último diseño (italiano o no) y para comunicarse con esa cadencia sonora, tan pegadiza y atractiva. El tono de las conversaciones parece desconocer cualquier exceso sonoro señal de enfado. Tampoco para el turismo, ávido de verlo todo en el tiempo asignado, con mapas y otros artilugios digitales. Es uno de los grandes motores de la ciudad. Gentes muy diversas caben aquí, también mucha población flotante que no está aquí sólo por sus encantos sino para sobrevivir. Todos forman una mezcla de vestidos, comidas, olores y aspectos que simbolizan el mestizaje que se impone. Hábitos, uniformes, ropa de marca, culto al cuerpo, amor por el diseño y cuidado del detalle, el encanto de las formas y de la estética conviven con personas sin techo, con etnias diversas y con la forma de ser de cada uno.
Son algunos atractivos de un entorno del que uno se marcha con la intención de volver. Y no es un eufemismo al uso ni hace falta ninguna genialidad publicitaria para convencernos. Otros han pasado por aquí desde hace tantos años que algo habrán dejado. Pero no nos llevaremos nada en nuestro camino de vuelta a casa. Porque...volveremos.
Tal como proclamaba el eslogan de una valla publicitaria de una calle romana: “Una tentación sin pecado”. No, no era un mensaje religioso ni turístico. Era comercial o, quizá, transmitía esa emoción subliminal que provoca la vuelta a esta ciudad.
Ciao, Roma.
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