Brumas,
nieblas y otras realidades camino a Montserrat
Las
excursiones a menudo son esos tiempos en que uno sale a pasear en
grupo más con un objetivo social que paisajístico. Hablar significa
enfrascarse en temas que no permiten mirar más allá de las
zapatillas y estar pendiente del encadenado de conversaciones con más
o menos sentido. Preguntar, responder, dialogar, reírse, planificar,
pontificar, ironizar, discursos, monólogos, soliloquios, he ahí el
paisaje hablado que se extiende como una bruma por encima de los
árboles y vegetación diversa. Hacer dos cosas a la vez exige
entrenamiento, mente ágil y predisposición para aprovechar tanto el
tiempo que, a veces el cansancio mental de tanta disociación
cognitiva, hace que se pierda el hilo de los temas.
Ir
de Manresa a Montserrat por el Cami de Sant Jaume en noviembre
implica someterse a un tiempo imprevisible. La espesa niebla inicial
evitaba no ver radares de control de velocidad en la carretera, una
depuradora identificada por su olor desde kilómetros atrás. Cerca,
un campo de golf cubierto por una brillante capa de hielo en las
madrugadas invernales. Una gasolinera víctima de los precios baratos
de otras. La catedral y cuevas donde dicen que nacieron fundadores de
instituciones religiosas con gran poder en España. Una carretera
habituada al asfalto ensangrentado por los efectos de variados
accidentes. Manresa y un polígono industrial en lo alto con un
aireado nombre: “Bufalvent”.
Nadie
prevía la densa niebla cuando, en el punto de salida, la publicidad
de un poste recordaba esa palabra tan habitual, temida, apreciada y
soñada: “Seny”. Un término propio de las míticas y hondas
raíces de este pueblo, ahora usado como buque insignia de un anuncio
diferente de un banco. El dinero usa variados trucos para llegar a
ese sentido común (seny) que no parecen ser muy habituales de estos
bancos expertos en desahucios sin escrúpulos. En campaña electoral
los Mesías con brazos abiertos te miraban desde las farolas, con una
mandíbula propia de ejecutivos y políticos sin escrúpulos, con
colores y más colores en trapos, y con una estrella en una bandera
que ningún Photoshop se dejó que la eliminara. Se asemejaba a un
original tanga que tapaba vergüenzas dejando al descubierto el
quiero pero no puedo y sí quiero. Al contrario. Algún pensador tipo
estatua de Rodin definía su iconografía desde lo alto. Otros ponían
rostros e imagen a proyectos diversos. Mensajes de bancos, de
políticos, graffittis, papeles. Palabras, imágenes y temas.
Manresa
por la C-58 y esos profundos olores. Ahora molestan al pasar. Parecen
fruto de una tecnología con indefinición tecnológica, ausencia de
filtros para que el personal no sepa que el comer produce residuos,
estos se han de tratar y el olor apetecible se convierte en su
contrario. Allí, al lado del último tramo del río Cardener antes
de desembocar en el Llobregat, se inició la etapa que tiene como
objetivo el mítico monasterio de Montserrat. El reto santo,
patriótico, excursionista, de paso, turístico, en fin, el objetivo
que cada persona se marque ante una montaña original y mítica. El
murmullo del agua fluvial formaba parte de un paisaje sombrío,
oscuro por una densa niebla que parecía formar parte de las riberas
de ríos, ya habituados a desprender vapor y concentrase humedades
variadas.
Hacia
Castellgalí
Pronto
los cruces asfaltados enfilaron el objetivo hacia Castellgalí por
estrechos senderos húmedos y propensos a descubrir hongos variados.
El otoño deja sus huellas en muestras de setas que nadie ha cogido
porque no son comestibles. Cerca de los Ferrocarriles de la
Generalitat, el camino se enfila para bajar de nuevo y descubrir que
el más allá apenas se percibe. Poco a poco, la bruma inicial se
despeja y los campos arados muestran que la agricultura aún exitse
en esta zona del Bages. Tierra rojiza de al revés, una capa dada la
vuelta para que el invierno proteja esas semillas que pronto han de
germinar. El panorama no queda libre de fábricas, talleres y
anuncios de un próximo poblado. Las charcas y el barro sorteado por
ocasionales ciclistas y avezados excursionistas humedecen un ambiente
caldeado por otras circunstancias. La crisis, las elecciones
autonómicas, los bancos, la próxima huelga general, los
funcionarios, los parados, los que apenas sobreviven son temas
recurrentes en medio de la tranquilidad rural. Incluso menciones a
personas del grupo que parecen haber evolucionado en su singladura
política e ideológica. O amorosa. Cambios no explicados si no se
hablan. Y, a veces, mejor ocultarlos. O miembros de la cofradía
andarina que no vienen y se les disculpa con burdas mentiras cuando
quien pregunta sabe la respuesta y quien habla disimula. Ya queda
dicho que los peligros vienen a veces más de las preguntas que de
las respuestas.
La
plaza de Castellgalí acogió al personal con deseos primarios
insatisfechos. Botas, botes, comidas variadas y postres diversos que
ya comenzaban a anunciar las insaciables Navidades. Alguien esperaba
con un carro de los de supermercado y dos mochilas. Y alguien
interpretó a esta persona como perteneciente a esa inacabable cola
de personas que les falta lo indispensable y ansían ayudas más o
menos oficiales. Se decía que así estamos, que cada vez peor, que
la solidaridad es la única vía cuando el camino nos conduce a la
destrucción del bienestar y a un cambio de sistema, sin hablar que
siempre les toca a los mismos parecer unos “antisistemas”sin
quererlo. Pero no, falsa alarma. No esperaba ayudas. Consumía el
tiempo hasta que le vinieran a buscar para trasladarse a un campo de
fútbol, se supone que con mochilas llenas de equipajes ajenos: no
tenía aspecto de cultivar la forma física. Ante esta realidad, la
reflexión giraría en cómo y porqué interpretamos las señales
humanas según una realidad terrible a la que parece ya nos hemos
acostumbrado. Y no. Esto no debería formar parte del paisaje
habitual. Ni siquiera ser un espejismo o un rastro del futuro.
En
las esperas, la tecnología brinda fugaces estelas de otras
realidades. La memoria digital de la telefonía móvil transporta
todo tipo de discursos semánticos. Ya cualquier tema puede empezar
en el móvil, o bien que él demuestre las hipótesis con pruebas
gráficas. En momentos de asueto siempre hay temas recurrentes: el
género masculino fue radiografiado por una caminanta como poseedor
de una sola neurona cuando alguien recurrió a los manidos temas
sexuales a pie de calle. Quizá sea que o esas etapas ya no volverán,
o se echan de menos o quizá los almendros pronto comiencen a
florecer. O alguien espera encontrar un nuevo “mirlo blanco” (en
versión masculina o femenina).
Sin
nieblas
En
el discurrir de las marcas jacobeas en dirección a Montserrat, las
urbanizaciones con vistas a la montaña sagrada dan sentido económico
al paisaje. Un buen momento para que quienes se relacionan con temas
laborales de estadística o Hacienda enriquezcan la terminología
económica del fraude con “el carrusel de las truchas”. Son esos
movimientos de productos que, en manos expertas, fluyen por las
fronteras y cuya finalidad es el fraude internacional de impuestos,
con pingües beneficios. Estrategias y triquiñuelas de guante blanco
con corbata y traje, con bufetes de abogados detrás y rufianes de
mucha monta a los que sus escrúpulos apenas les imponen limitaciones
que no sean las cuentas bancarias.
El
paisaje se despeja en dirección al término de Marganell, con las
agujas al fondo y más campos labrados por doquier. Pocos paseantes
pero algunos sí. Un grupo de jubilados se dirigen a una jovial
jubilada del grupo para suplicar la consumación de la ruta ante el
monasterio señalado. El de las clases pasivas alegaba su gran fe en
los milagros de la Moreneta, recordaba sus incursiones allá arriba y
animaba a terminar el recorrido. Un camino que pasaría por la
derruida casa donde se fabricaban perfumes artesanales, “La
Fassina”, por la riera de Marganell causante de destrucciones
ocasionales, Sant Cristófor, más rieras y casas aisladas con
árboles de hoja amarilla a punto de caer, más urbanizaciones ya
casi a los pies de Montserrat y una pista asfaltada que condujo al
personal hacia el objetivo final.
Ya
con el fotográfico perfil montserratino al alcance, el monasterio de
Sant Benet a un lado, se supone que con la mediática monja Teresa
Forcadas allí dentro, el camino se adentró en la zona que da acceso
a una de las mayores concentraciones de mosaicos dedicados a las
santidades vírgenes, el camí dels Degotalls. Una zona víctima de
grandes caídas de piedras, con enormes redes de alambre para
prevenir accidentes. Un acceso a tantas escaladas hacia las alturas
de paredes verticales con vías consagradas (se supone que por la
afluencia de tanta gente y por la Virgen protectora de accidentes).
El fin se acercaba. Las riadas habituales de turistas, visitantes,
deportistas, devotos y peregrinos mostraba la especie humana en
algunas de sus categorías. Puede que la fe mueva montañas pero
también da sentido vital a la espiritualidad, aporta grandes
beneficios económicos y vende territorios atractivos.
Montserrat
no pasa desapercibido. Atrae. Tiene magnetismo. Supone esfuerzo. Es
el principio y fin de proyectos. Se usa a conveniencia de ideales,
intereses y utopías. Sirve para manipular y para sincerarse. Tiene
gran belleza. La altura invita. Bajar es volver. Estar es vivir.