Sombras y grados en montañas poliédricas
En
pocas ocasiones coincide el inicio de una etapa de un camino hacia
Santiago de Compostela con una jornada de reflexión previa a un día
electoral con Cataluña como punto central y en un lugar mítico:
Montserrat.
Se
mire como se mire, Santiago de Compostela es un acertado destino para
tantas rutas espirituales que trazan vericuetos diversos. Y sus diseñadores nunca se
olvidarían de enclaves significativos para la imaginería popular,
religiosa, política e ideológica. Reflexionar antes de votar (o no)
en medio de unos riscos usados para tantos fines aporta un valor
añadido, según como se mire. A aquellas horas de la mañana de un
sábado 24 de noviembre, los escasos movimientos físicos de ciertas personas del servicio seguro que nada tenían que ver con las sinergias religiosas
que se debían cocer en las intimidades de capillas, iglesias,
rincones desconocidos y corazones estigmatizados por devociones
diversas.
El negocio montserratino se ponía en marcha: limpieza de espacios, colocación de guardias, peajes despachando tarjetas, bares subiendo persianas y campanas que marcaban las horas. La espiritualidad y las cuentas bancarias nunca han sido incompatibles (al contrario) y menos aquí, con oficinas de dinero en efectivo y de plástico, tiendas de gran conveniencia, puestos callejeros con productos derivados de la leche de vaca (cuando por aquí apenas se ven estos animales), diversidad de accesos mecánicos más o menos camuflados en el medio natural, imaginería religiosa por doquier, rituales muy afamados a horas concretas, museos, editoriales, centros de estudios teológicos y otras atenciones a las necesidades de los visitantes, reales o virtuales. A esas horas, el sol despuntaba y las sombras esperaban el calor de los escasos grados de un día otoñal.
El negocio montserratino se ponía en marcha: limpieza de espacios, colocación de guardias, peajes despachando tarjetas, bares subiendo persianas y campanas que marcaban las horas. La espiritualidad y las cuentas bancarias nunca han sido incompatibles (al contrario) y menos aquí, con oficinas de dinero en efectivo y de plástico, tiendas de gran conveniencia, puestos callejeros con productos derivados de la leche de vaca (cuando por aquí apenas se ven estos animales), diversidad de accesos mecánicos más o menos camuflados en el medio natural, imaginería religiosa por doquier, rituales muy afamados a horas concretas, museos, editoriales, centros de estudios teológicos y otras atenciones a las necesidades de los visitantes, reales o virtuales. A esas horas, el sol despuntaba y las sombras esperaban el calor de los escasos grados de un día otoñal.
Rodeo con atletas
Reflexión
con ánimos para la excursión. Se trataba de rodear la montaña por
una altura intermedia que, al descender, pasaría por las coves
del Salnitre de Collbató, descendería hasta el pueblo, lo
cruzaría dirección al restaurante Vinyanova
para seguir por los entornos de El Bruc hasta acabar en Can Massana.
Una vuelta excursionista no tanto para seguir una ruta concreta hacia
Santiago sino para conocer mejor los entornos poco visitados de la
montaña con vistas al Baix Llobregat i a L'Anoia. Al fin y al cabo,
a menudo la línea recta no es la mejor para conocer más.
El
descenso estuvo lleno de paisajes: un camino serpenteante por donde
ascendían jóvenes atletas que participaban en una maratón poco
conocida, fuera del calendario legal de carreras. Era la IV
marató Pirata de Montserrat con salida y llegada a diferentes
horas a El Bruc. Cuerpos enérgicos, musculosos, hombres y mujeres
acostumbrados a sudores varios. Aquí los grados se vislumbraban con
pruebas evidentes. Camisetas procedentes de otras aventuras de
parecido o superior rango. Olor a sudor, a músculo esculpido por el
uso y abuso, nada de prominencias abdominales, mirada hacia arriba en
un ascenso con un final muy alto.
Dos
aficionadas a actividades diversas al aire libre se quedaron
contemplando a algunos miembros masculinos. Admiración, quizá
libido y también realidad. Se quedaron extasiadas ante sus deseados
cuerpos pero también tocaban con los pies en el suelo: “A nosotras
nos gustan ellos pero haría falta saber si a ellos les gustamos
nosotras”. La magia del realismo. Atrás quedaban las sombras y el
sol iluminaba y daba calor.
De
forma metafórica, algún personal femenino parece que, desde un
tiempo acá, prefiere las sombras porque deben dar más calor. Tiempo
ha, en una jornada de reflexión pseudoespiritual, excursionista y
micológica en enclaves del Berguedà, hubo un intento para convencer
de las bondades espirituales de un prohombre y sacerdote que dejó un
gran legado, una gran obra escrita en tres libros y un ejemplo a
seguir. En aquel momento y en paralelo, ya en el ambiente femenino
circulaban con fruición y placer otros tres libros muy distintos que
causaban furor en esos rincones cerebrales que administran la máquina
del deseo. Tres gruesos volúmenes en papel (o tres PDF) eran
devorados, comentados en voz baja, recomendados, prestados,
aplaudidos y se supone que también objeto de ilusiones a experimentar o de realidades a probar algún día. El título
original se refería a “grados” pero aquí se tradujo como
“sombras”. Y en aquel encuentro a los pies del Pedraforca o aquí
en el entorno de Montserrat, lo religioso y lo erótico seguro que se pueden
entender muy bien: muchas pruebas históricas y muy actuales así lo
confirman. Cuerpos sudorosos que subían a Montserrat, sudores
pseudoliterarios, el deseo de acabar la maratón, el deseo
desenfrenado y animal hasta la extenuación, el placer del esfuerzo,
el esfuerzo para llegar y provocar la duración del placer. Grados y
más grados en un proceso calorífico con la relajación final.
Escaladores
Si
de lo que se trataba era de una excursión inicialmente en bajada,
los atletas que subían a Montserrat eran multidisciplinares: en los
42,195 km de una maratón por montaña había mucho y de todo.
Bajadas y subidas sin parar hasta el punto de llegada que, a su vez,
antes había sido el de salida. Pero otra especie humana y atlética
se acercaba al destino prefijado: las paredes llenas de vías aptas
para practicar la escalada. Escaladores y escaladoras llenos de
cuerdas, arneses, cascos, mochilas e ilusión por subir, ver,
disfrutar y bajar. La montaña de Montserrat como lugar de
entrenamiento para aventuras mayores, como bautismo para neófitos,
como aventura para no llegar a más objetivos que ser capaz de vencer
a la piedra vertical, luchar contra lo escarpado, someter a los dedos
de las manos y pies a la máxima tensión y demostrar que los
objetivos se cumplen. Y también cuerdas, arneses, dedos y otros
enseres figuran en las hazañas descritas por E.L.
James que figurarían en ese lenguaje que algunas mujeres allí
presentes no verbalizan porque no se atreven pero que pasean por el
segundo plano de las palabras. Christian Grey escalaba otros
objetivos y Anastasia Steele participaba como sujeto y víctima de
ese término que ya ha pasado a ser uno de los más citados en los
blogs femeninos: “follar duro”. La serie “Crepúsculo” dio
lugar a muchos relatos que la recreaban de otra manera hasta llegar a
este, especializado en lo que en el argot consideran una recreación
de las prácticas BDSM.
Subir, bajar, escalar, atar, desatar, introducir, sacar, soltar:
marcas deliciosas y el placer del objetivo conseguido.
Asistencias
La
etapa también sufrió contratiempos. Un ilustre poeta tuvo que ser
atendido por una caída fortuita que le dejó marcas en la cara. Son
esos gajes de un oficio en que por más que atiendas a todo, siempre
algo te sorprende. Lo único positivo es que a él le son motivo de inspiración para
creaciones literarias de gran hondura y sensibilidad poética.
Pero la recompensa más primaria llegaba en forma de yantares, bebidas y picoteos diversos. La pausa fue en la entrada de una de las profundidades rocosas más visitadas en las cercanías de Barcelona: las cuevas del Salnitre. Un lugar con buenas vistas y una placa en homenaje a personas fallecidas víctimas de fuegos que se debían haber evitado.
Pero la recompensa más primaria llegaba en forma de yantares, bebidas y picoteos diversos. La pausa fue en la entrada de una de las profundidades rocosas más visitadas en las cercanías de Barcelona: las cuevas del Salnitre. Un lugar con buenas vistas y una placa en homenaje a personas fallecidas víctimas de fuegos que se debían haber evitado.
Siempre
está bien que la suma de las profesiones de caminantes tan diversos
sirva para tocar tantas caras como tiene la vida. Como la mente es
tan compleja, a menudo se notan más las atenciones profesionales del
mundo de la sanidad en curaciones por problemas físicos y eso nos
hace olvidar el gran valor que siempre ha tenido en este grupo la
presencia de profesionales de la psiquiatría.
Cuando
un psiquiatra no puede venir suele aparecer otro ocasional. Alguien
reflexionaba en voz alta sobre este detalle y elucubraba sobre la
salud mental del personal y cómo ésta se pretendía conservar
aunque fuera sin recetas: un ilustre caminante aseguraba que sólo fuma un
buen puro cuando se lo prescribe su psiquiatra, más de uno
reconforta su campo visual y alimenta su sensibilidad con
recreaciones gráficas que aparecen en el móvil del profesional de
la salud, otro sólo besa la pantalla de su móvil si la imagen ha
sido filtrada por los conocedores de las entrañas cerebrales. Incluso los mejores chistes y
las carcajadas más “calientes” tienen su origen en los
chascarrillos de profesionales que saben cuándo se han de decir las
cosas y cómo las mejores recetas son las que no se escriben, se
ríen, se corren y se caminan. Si Christian Grey escuchara esto,
quizá podría alimentar su fuente de inspiración para practicar más
en su sala privada de Seattle. Así, libros calificados como “el
porno de mamá” aún podrían sacar más ediciones y Grey tendría
más candidatas a disfrutar del lujo del dinero y a ser víctimas de
su inestabilidad emocional, producida por una cruel infancia, con las
prácticas de su tía incluidas. La psiquiatría también tendría
mucho que decir en las hazañas de un rico acostumbrado a controlar,
a mandar y a someter. Parece que hasta las más feministas se rinden
a Grey y hasta tienen en buena consideración que el sexo femenino
se abra cada vez más a nuevas vías de exploración con su cuerpo y con sus deseos. Como pasa en el mundo de la escalada, que cada cual
administre su yo con libertad y responsabilidad.
Destinos
Collbató
era un paisaje urbano sin apenas gente, con muchas enseñas de las
que toca poner ahora en los balcones y algunos paseantes en
bicicleta. Cruces de caminos, coches aparcados de amantes de las
alturas verticales y señales que conducen al restaurante Vinyanova.
Un espacio con reminiscencias neorrurales que ahora parece ser
santuario de ágapes familiares cocinados “a la antigua usanza”,
en un entorno con olivos, parque infantil y animales en exposición.
El entorno tiene buenas vistas y el placer gastronómico debe estar
servido dentro.
A
partir de aquí, los destinos del personal se juntan y se separan
según sea la dirección tomada. Los rodeos y la dispersión también
estuvieron presentes. Como casi siempre. Labradores que empezaban a
recoger las aceitunas se trasladaban en tractores, prestos a tender
redes, varear, mover, coger, escoger y juntar la cosecha. Las
direcciones conducían a Can Massana por los alrededores de El Bruc.
Los últimos maratonianos piratas buscaban referencias del final y
los caminantes seguían una senda donde se produjeron batallas y
combates históricos, objeto ahora de nuevas rutas turísticas dentro
del paraje de la montaña sagrada. Bicicletas en confluencias de
rutas y, más allá, el final en Can Maçana. Aglomeración de
vehículos aparcados en un punto de referencia para quienes iniciaban
un camino, buscadores de setas que volvían con los cestos llenos a
condición de que se hubieran arriesgado por zonas de difícil
acceso, la vertiente de varias comarcas como el Bages, l'Anoia y el
Baix Llobregat, policías vigilantes puestos por el país para recaudar por lo que sea, maratonianos que se retiraban sin atreverse a consumar
el fin y excursionistas que se dirigían a reponer fuerzas en el bar
de la estación inicial de Cremallera a Montserrat.
Días
después, visto el calor que producen las sombras, alguien sugirió
que la próxima lectura que se proponga para el grupo sea una novela
de Almudena Grandes que causó elevación de los ánimos en una época en la que el
atrevimiento no estaba reñido con la buena literatura: “Las
Edades de Lulú”. O cualquiera de la colección de "La sonrisa Vertical".
Si los grados no se disipan, habrá que mantener el cuerpo a una temperatura constante, y bien está recurrir a esa gran medicina que es la literatura.
Si los grados no se disipan, habrá que mantener el cuerpo a una temperatura constante, y bien está recurrir a esa gran medicina que es la literatura.