Conociendo mis límites
Piedras: las que quieras y más.
¡Si las piedras hablaran…! y más en esta etapa.
Esa sustancia mineral, más o menos dura y compacta, casi siempre ha sido un elemento habitual en los recorridos exteriores a pie, con las que convivir y a las que pisotear si se pretende avanzar por los caminos, senderos, ascensos, descensos o campo a través. Mientras, a veces las circunstancias del momento obligan a sortear obstáculos y posibilidades no siempre agradables, por ejemplo resbalones, caídas y otros quiebros que te regalan muchas manifestaciones vitales
Inteligencias artificiales y generativas aparte, como con la nuestra más natural de momento no podemos responder al interrogante ¿y si las piedras hablaran..?, las últimas realidades senderistas sí que aportaron evidencias de que pisarlas sin parar puede tener sus consecuencias. Una es que ellas te ponen a prueba y te descubren. Otra, derivada de la anterior, te provocan conocer tus límites (el titular de esta crónica no es propio, sino fruto de la experiencia personal de un GRMANO que se sometió a la etapa y lo compartió con aprendizajes sobre sus límites. Gracias por el préstamo).
Sobre el amplio mundo de las piedras, acepciones, frases hechas, sinónimos, antónimos, homónimos, dichos, dobles sentidos, citas, campos semánticos, sentencias y vivencias, más en las próximas líneas, dedicadas a la etapa del GR92 entre Torroella de Montgrí y L’Escala, en sentido contrario al iniciado en Portbou.
Previsión de recorrido, kilometraje y tracks: grupo A (20,7 km) y grupo B (16,32 km). Como a veces pasa en GRMANIA, la ficción puede superar a la realidad.
Planificaciones
La idea de una etapa en sentido opuesto al que se llevaba en este GR fue muy acertada por quienes tan bien lo planifican todo, consultan sus propias piedras filosofales y las modernas pizarras tecnológicas, cruzan datos y los adaptan a las piernas y edad del personal. En esta ocasión, bastaba observar el panorama final para ver resultados reales, inicialmente previstos solo para el grupo B (de Torroella de Montgrí a Cala Mongó) pero que aglutinó también al A en el mismo punto, menos un reducto de intrépidos picapedreros que se lanzaron por delante, a por todas, y llegaron a cumplir las previsiones previstas para el A, la playa de Riells, en L’Escala.
Nadie tiró piedras contra su propio tejado. Prevaleció la prudencia hasta entre las dos parejas descolgadas por delante, una por zonas más adecentadas y otra, más fundamentalista y estricta, siguiendo el track colgado, al borde de precipicios marítimos y vértigos diversos, por sendas muy muy estrechas. Las únicas piedras que se veían eran las paredes de las construcciones turísticas, algún intento de diminuto muro quitamiedos y los patios y balcones que asomaban al vacío marítimo en cada acantilado. Es la prueba de cómo la especulación y el dinero son más prioritarios que la seguridad de los pocos caminantes atrevidos. Como para apedrear a especuladores y a quienes firman los permisos correspondientes.
Inicios
Antes de acceder a Torroella de Montgrí, se pudo divisar una amplia zona de Catalunya que, aunque haya una inmensa minoría que lo pudiera dudar, ya tenía personalidad antes de ser puesta de moda por aquella gauche divinerica, minoritaria y catalana, con ganas de mirarse en sus espejos para narcisearen imaginarios estanques sobre la belleza personal y grupal, con masías en l’Empordà y cuentas corrientes donde más rentabilidad generen. Al parecer, ellos , sus cachorros e imitadores de más alto o bajo postín y pelaje no abandonan sus feudos, en casas de pagès centenarias o en otras más modernas. Por ejemplo, en L’Empordà unos meses, otros en la Vall d’Aran, en La Cerdanya o allende los mares.
También hay espacios donde conviven diversidades ideológicamente muy opuestas, por ejemplo en el pueblo de paso y cruce de carreteras, Verges, famoso en Semana Santa por su procesión con la Danza de la Muerte, lugar de nacimiento de un conocido y apreciado cantante convertido a político y sitio donde vive un escritor de gran calidad y prestigio, totalmente opuesto a las ideas del anterior. Lluís Llach versus Javier Cercas. Si todos pensáramos igual el mundo sería muy aburrido, o eso dicen. He ahí la variedad y la riqueza. Más que nada, para evitar vivir en un tontódromo unidireccional.
Más piedras.
Acercamientos al punto origen del camino, con árboles frutales preparados para ser revestidos con redes oscuras, semejantes a grandes paraguas que se extienden en caso de amenazas de pedrisco u otras climatologías adversa. Vamos hacia una población con un importante festival de música estival, un estrecho puente sobre el Ter con grandes atascos en verano para quienes acceden desde la carretera de Pals, una sede de la Fundació Vila Casas, casas históricas, el Museu de la Mediterrània, aquel bar de la rotonda donde abrevamos varias veces, la gola del Ter más abajo, L’Estartit al fondo y Les Medes como iconos que marcan espacios de un parque natural submarino. Enfrente de ellas hacia el interior, la cima de Roca Maura.
Allí, en Torroella de Montgrí, se veía el perfil de los primeros retos, con caminantes delante del col.legi Sant Gabriel (gabrielistas, dice su web y centre concertat amb la Generalitat de Catalunya, afirman en la entrada) junto al cemento de la calle en obras que daba paso a las primeras piedras de un camino que empezaba a enfilarse.
Primer peñasco con una atalaya arriba, construida también con piedras. Grandes, bien puestas, reconstruidas, con vértigos protegidos por quitamiedos metálicos. ¿A quién le tocó subirlas y colocarlas? Como siempre, unos presumen de resultados, la historia los encumbra y otros sudan y trabajan de forma anónima. O sea, los de siempre.
Los primeros tramos de subida de la etapa sirvieron para que una pareja de caminantes departiera como si hubiera tres personas. Un homenaje a quien la muerte no hace olvidar su vida a su prole, un símbolo más de esas gentes trabajadoras que construyeron nuestro presente en tiempos de hambre, máximas necesidades y posguerra, remontaron muchas dificultades, supieron querer, cuidar, decir no y sí cuando lo creían y no no tuvieron tiempo de pensar en desánimos, depresiones, bajas laborales, estados de ansiedad ni recaídas. Como alguien dijo: siempre habrá piedras en nuestro camino, lo importante es no dejar de caminar.
También, varias placas en los tramos montañosos de subida al castilla o en la cima del Montplà, homenajes a gentes fallecidas, con frases del tipo sempre caminaràs amb nosaltres.Se convierten en piedras de toque, testimonios humanos lapidarios.
¡Si las piedras milenarias hablaran de tantas historias y de la mochilavital acumulada por cada persona que las ha pisado! A veces se les ve el desgaste por el uso, con los rebordes redondeados, el testimonio del paso humano y anónimo.
La senda entre pedruscos ascendía mientras se calentaban músculos con largo recorrido por delante. Allí, el coll de la la Creu. Se cruzaban algunos deportistas de aquí y de otros países, había quienes se entrenaban con un ritmo envidiable, casi con su rebufo te espantaban. Mientras, en lo alto, el castillo de Montgrí, copiado de los referentes de otros de Tierra Santa, en un entorno con rocas fijas y móviles más o menos desgastadas y otros adelantos de lo que esperaba después. Una fortificación militar construida desde 1294 hasta 1304, a 315 metros de altura, con muros de 13 metros de elevación. Al parecer, este castillo y el de Bellcaire se desafiaban en aquellas épocas.
Un buen momento para recordar pensamientos en sentido literal y figurado, usados hoy por la moda del managament y los manuales de autoayuda: cuantas más piedras encuentre en mi camino, más grande construiré mi castillo. Allí estaba, ya no era inexpugnable al turismo, con entrada gratuita. Escaleras de caracol, barandillas, selfis, panorámicas de 360 grados, perspectivas, vistas de perfiles marítimos, les Medes dibujadas en medio del azul del mar, las calles rectas de la zona central de L’Estartit que desembocaban en la playa y en el puerto deportivo, Y, ante dudas, preguntad a quien le sobra cabeza para la retención de tantos nombres y descripciones de riscos, peñascos, montañas y demás.
Desde arriba, también amplia divisoria de las tierras del Ter, el campanario no acabado de la iglesia de Sant Genís en Torroella, cerca nuestro la ermita no visitada de Santa Caterina (al parecer lugar de inspiración para la novela Solitud, de Caterina Albert, o sea, Víctor Català, el de la casa citada al pasar por Cinc Claus, en la etapa anterior). Después del paseo por las historiadas alturas, tocaba bajar a terreno más llano. Antes, momentos para manutenciones reparadoras.
Movimientos
La parada, además de las atenciones a los cuerpos, sirvió para temas con enjundia tratados en algunos cenáculos al aire libre. Hubo quien presumía del cultivo de un caro abdomen con materia prima de calidad, había quien volvía a repetir que estamos condenados a la extinción por el bien de la naturaleza, alguien recordaba aquel dicho de que a partir de cierta edad no vale la pena mantener conversaciones serias. O quien pronosticaba que a partir de los 50, si no te duele nada, o estás soñando o estás muerto. Hasta se oyó a quien aseguraba que en estos tiempos solo le sube la tensión y no otras partes, y eso que nadie es de piedra (o, aberraciones con el lenguaje: se supone que ya nadie pasa a nadie por la piedra, y no solo en sentido lujurioso. En otros espacios, hace días, hubo quien se preguntó en voz alta: ¿por cierto, …qué lujo es ese de la lujuria, a estas edades?
Mientras, se consumía lo que se había traído, con reparto de óleosreconstituyentes, aunque quien renunciaba podía recibir como respuesta el tú te lo pierdes. A estas alturas las pérdidas pueden ser mayores que las ganancias. Después, ya de vuelta, en el autocar, se paladearon con el pensamiento deleites embotellados de alta graduación, tostados y bien envejecidos. Elixires y brebajes muy espirituales.
Sigamos adelante, en medio de más piedras.
Pronto continuaban las evidencias de que la orografía y el movimiento continuo de arrastres de tantas piedrecitas se convertían en retos durante la bajada por el GR 92 hacia la otra vertiente del castillo de Montgrí, en dirección a Montplà. O lo supero, o trastabillo, o hago un quiebro, me resbalo, me deslizo o me caigo. Como para tararear la canción de El Rey de Vicente Fernández cuando cantaba aquello de:
Una piedra en el camino
me enseñó que mi destino
era rodar y rodar, rodar y rodar, rodar y rodar...
Cómo pongo los pies, dónde clavo los bastones, cómo pisar piedras que se mueven y te mueven, por poco caigo, he resbalado y me he ido al suelo, vigilad que la pendiente y el viento te tiran hacia delante, menos mal que la piedra no está mojada, bueno ya casi estamos abajo. Hemos acabado este tramo. Al fondo empieza uno nuevo.
Como para quedar de piedra ante este tortuoso sendero. A ver cómo se presenta su continuación. Coll de Garrigars y El Montplà, una cima llana de 310 metros de altura (de ahí su nombre), se ve cerca. Segunda montaña del macizo. Lejos, Roca Maura en L’Estartit, fuera del guion previsto, esta última con 225 metros de altitud encima de la población.
Barbuquejo
La sabiduría no ocupa lugar. La fuerte tramontana de aquellos tramos aireó las neuronas y, mientras se sujetaban como se podía los cuerpos para conservar su estado más o menos erguido, alguien que sabe y comparte recordó aquellos tiempos en que amaba mucho a la patria, con ardor y orgullo guerrero. Un aguerrido militar no se puede permitir ir al descubierto, la cabeza sin el atrezzo adecuado y ordenado. Son prendas obligatorias que no obligan a tener neuronas debajo pero sí marcialidad y amor a raudales a lo que te ordenen. La sabiduría compartida nos aleccionó con un término fundamental si no querías problemas. Cuando el fuerte viento te puede despejar de golpe la cabeza, hay que abrocharse muy bien la cinta que sujeta la gorra o el casco por debajo, si es que existe. Su nombre: barbuquejo, barbiquejo, barboquejo o barbijo. Pues eso, el sujeto en cuestión, ya sin la marcialidad que se supone de la que presumía en aquel momento vital, recordó la importancia de sujetarse bien lo que sea para no caerse. Incluida la gorra si se lleva puesta.
La tramontana, las piedras sueltas y la atención plena a todo lo que se movía originaron un gasto energético y preocupaciones para evitar lesiones. La larga hilera de senderistas demostró la administración de las fuerzas personales. Cualquier movimiento debajo de los pies era una sospecha a resolver. Fites, hitos, mojones, marcas, pinturas, todo era fundamental pero lo prioritario era mantenerse en pie y bajar con los mínimos riesgos.
Mucha piedra pequeña y suelta, sola o acumulada, ramas laterales y cascajos diversos hasta llegar a donde la arena es otra parte de la geología. Allí en el coll de les Sorres, el área de descanso de Les Dunes, cartel, direcciones a la ermita de Santa Caterina con aplec, continuidad del GR y direcciones a poblaciones cercanas, con terreno urbanizado incluido, personal propietario de casas en estado de asueto modelo findey gran depósito de aguas cercano.
Curiosa la formación de Les Dunes, fruto de las arenas que depositaban los ríos Fluvià, Muga y Ter en el golfo de Roses. Transportadas hasta aquí por la Tramuntana, cuando ríos y terrenos tenían otras disposiciones orográficas, allá por el año 1302. En 1875 empezaron los trabajos de fijación de las dunas, que hasta principios del siglo XX tenían un movimiento continuo. El bosque actual fijó el terreno y la arena. Todo dentro del parque natural del Montgrí.
Este oasis fue testigo de la operación rescate de quien tuvo la mala pata (nunca mejor dicho) de que las piedras, sueltas y fijas, le pasaran factura. Un taxi, al final del traslado a L’Escala, también se encargó de la otra factura. Las peripecias personales de momentos con tanta emoción vital y senderista las dejó escritas en Hablando con las paredes, otra vez (título de su blog), en una reciente entrada titulada y enlazada aquí: GRMANIA, una vuelta de tuerca más… (y más gracias).
Dispersiones
Desde esta la zona, en Les Dunes, hubo barra libre para el desparrame del personal. Alguien pidió el permiso reglamentario (casi con el valor de un salvoconducto o visado, para apaciguar las posibles críticas) a uno de los que mandan, aún sin ser una garganta profunda. División de grupos y grupúsculos por un camino ancho, llano, también con piedras, largo como para enhebrar temas que juntan a personas caminantes o pasa al revés.
En el primer cruce, esperar a quien venía detrás. Estábamos en la ruta del vent, con explicaciones sobre fauna y flora. Mientras, se cruzaban ciclistas de todo pelaje y turistas con bicicleta alquilada, con la sospecha de no saber previamente dónde se habían metido. Sus cuerpos no aparentaban dominios en quiebros por tanta diversidad accidental. Señales hacia calas idílicas: Cala Pedrosa, Cala Foradada, Cala Ferriol, Cala Formatge, con especial mención al submarinismo en toda la zona y, sobre todo, entre Punta Ventosa y Punta del Còrrec Llarg. Y, por supuesto en el entorno protegido del parque subacuático de Les Medes.
Después, aquí paz y en L’Escala gloria por haber llegado al final. Con más piedras incluidas, acantilados, bunkers y la amplitud de un paisaje litoral no bien observado cuando lo primero es no caerse, para luego visualizar imágenes idílicas y repetidas. Las fotos de quien sabe captar tantos detalles son una buena oportunidad para apreciar después lo que antes también pasó por delante de tus ojos. En todo caso, ante tantas dificultades senderistas, mejor no tropezar dos veces con la misma piedra o evitar la frase bíblica: el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. En todo caso, mejor no caerse, no tirar ni que te tiren. Llegar al final aunque haya quien la hartura del terreno no le haya permitido admirar calas, puntas, pinos, subidas, bajadas, estampas tan lujosas como otras anteriores recorridas desde Portbou.
Concentraciones
Entre los grupúsculos de cabeza, subgrupos y opciones: o por el GR 92 o por el camino de ronda previsto, para llegar a Punta Ventosa y construcciones militares de épocas en que la muerte no tenía ningún precio, era el tributo a inhumanidades guerreras, exilios y venganzas. En medio, una zona militar abandonada, base militar del Pla de Bateria, alguna furgoneta para finalidades diversas, selfis en las vallas que delimitaban la zona con el acantilado, personal y vehículos cercanos a dichos búnkeres, de momento no tanto gentío como dicen que se concentraba en los del Carmel de Barcelona. Punta de les Tres Coves, Punta del Còrrec Llarg, Ventosa, Punta del Milà, Punta Grossa y descenso hacia Cala Montgó, delimitada en la otra punta por la Puntada de Sota la Torre y Punta de Trencabraços.
Para la mayoría, pronto se acababan las piedras.
La belleza de Cala Montgó sirvió como punto de concentración de los grupos A y B para montar en autocar. Hubo quien intentaó ver o imaginarse el espectro del socarrón e irónico periodista de un diario de Girona que dice que prefiere exiliarse en Cala Montgó cada verano y no en Waterloo; Albert Soler cultiva una pluma muy afilada y es admirado por gentes que juegan en otras divisiones.
Los ánimos y los cuerpos pusieron a prueba los límites personales. Hasta se conocieron aún mejor. Por tanto, lo más prudente fue volver en autocar hasta el bar de la otra etapa, el Estribor. Siempre se han de aprovechar las oportunidades para saber hasta dónde puedo llegar. Otra cosa es el caso que se le haga a los límites olfateados.
Cuatro sujetos díscolos, casi a la deriva por el territorio, sortearon piedras, roquedales, estrechos senderos de vértigo a partir de la torre de la Punta del significativo nombre de Trencabraços (como para habernos matado, se podría repetir) hacia la Punta Grossa. Por allí estaba la Torre Montgó y quizá otras que ya desaparecieron. Se las llamaba también de varias formas: torres de moros porque eran piratas que provenían del norte de África, y torres de foc i llum por las señales que transmitían. Durante la Guerra Civil daba acceso a búnkers situados debajo.
En todo caso, hubo dos versiones entre los cuatro caminantes: los dos que sorteaban los tramos peligrosos por asfalto y los dos más fundamentalistas, estrictos seguidores del track facilitado y publicado por el puesto de mando oficial de GRMANIA. Después, a un lado la cala e Illa Mateua, dicen que con un fondo marino espectacular. Las urbanizaciones turísticas vacías casi todo el año noquearon el sendero, reducido a la mínima expresión, al borde de los precipicios, un tramo afrontado con excesivo valor y prudencia hasta salir a zonas más seguras, abiertas y sin vértigos.
Después, sendero muy bien marcado, hacia Les Planasses, zona militar, más bunkers, la Punta del Bol Roig, más Montgrí protegido, continuos avisos de peligro por caídas debido a rocas inestables: si te acercas mucho el desprendido puedes ser tú; cala del Bol Roig, Punta y Cala Salpatxel , Port de la Clota Grossa , puerto deportivo y de personas y el pesquero de L’Escala, parafernalias marítimas y turísticas de todo tipo y condición, hasta sortear asfaltos y llegar a la amplia y larga playa de Riells, primer punto final de la etapa.
El segundo y definitivo cierre del recorrido fue la terraza del bar frecuentado al final de la etapa anterior, el Estribor de L’Escala.
En medio del buen ambiente habitual, con la comida se consumían líquidos que casi llegaban al alma antes que al cuerpo. Buen momento de concentración humana como para cerrar esta crónica y recordar a una de las pintoras mexicanas más admiradas por públicos diversos, con una biografía muy atractiva:
“Quise ahogar mis penas en licor pero las condenadas aprendieron a nadar”
Evaristo
30/5/2023