Paladeando vivencias costeras entre avisos y prohibiciones
NOTA: la crónica de la etapa 9 no figura aquí porque este escribiente no asistió.
Nunca hasta hoy tantas sorpresas (y quizá también imprudencias) tuvieron cabida en tan pocos kilómetros por un camino de ronda, en este caso entre Tossa de Mar y Lloret de Mar. Por ejemplo: ¿cómo reacciona una persona que practica el nudismo (uno no se atreve a especificar su sexo aquí: parecía evidente allí pero con la posibilidad de no acertar en lo invisible) cuando se ve rodeada por un grupo atrevido de GRMANIA? ¿qué hacen dos seres por las profundidades de dos rocas? ¿qué hará el mar con el “regalo” de un bastón andarín? ¿Cómo atreverse a dar un revolcón en un sitio tan peligroso, o sea, casi dos vueltas de campana al borde del precipicio? ¿Un caminante que por allí andaba se pudo atrever a mostrar cómo cabalgó caballos esteparios, en las mismas puertas de una de las propiedades del expresidente de aquel lejano país? ¿Encadenarse vale la pena? ¿Y los efectos terapéuticos de lavarse varias veces los pies gratis con agua de mar? De los dos castillos del recorrido, ¿cuál es el verdadero y cuál pretende dar el pego?
Experiencias
Claro que, para saber las respuestas, hubo que experimentar mucho durante los 11,88 km andados. Y haber escogido esta opción, en lugar del más urbanizado y seguro trazado del GR. En todo caso, muchas de la siguientes líneas se centrarán solo en descubrir al conjunto del personal GRMANO qué ocurrió por entre riscos, al acecho de subidas y bajadas continuas, con peligros, prohibiciones sin parar, posibilidad de desprendimientos y, al fondo, el agua, las rocas o la arena, con posibles caídas humanas y de piedras. Estábamos muy avisados. ¡Nos vinimos arriba! Que diría alguien.
Encima, todo con premeditación y alevosía: más cuando gentes hábiles, previa consulta a caminantes experimentados, a webs específicas con descripciones en la red aconsejaban no pasar por este recorrido. O sea, NO PASAR. Pero se pasó, con “diversiones” varias, buenas fotos del habitual y repetido paisaje mientras “la fiesta” iba por dentro y por fuera. Nuestros gustos fueron más allá de la fruta, con diversidad de contenidos y continentes. Más bien todo lo probado dejó un regusto variado en el paladar de la experiencia. Y también nos gusta la fruta.
Incorporaciones
Puede que las nuevas incorporaciones del día no descubrieran dónde se habían metido hasta que la etapa no hubiera acabado. Menos mal que escogieron la ruta más accesible y controlada. Tampoco lo deben saber aquellas gentes atrevidas que dedican su tiempo a leer estas letrillas desde lugares lejanos (muchos allende los mares) y aún no han llegado a formarse una idea aproximada de qué es eso deGRMANIA(o G.R.Manía como escribe alguien; o, como se preguntan gentes con olfato muy experimentado: ¿con más manías que GR?, sobre todo en unos tiempos vitales que aún se pueden contar…andando). A otras latitudes aún no hemos llegado más que con las pisadas de estas líneas en formato digital y con viajes varios de algunas gentes muy mundanas. Tranquilidad y prudencia que todo se andará. O se viajará, en edades donde hay estudiosos del personal senior que dicen que los viajes que hagas ahora son tus actuales marcadores de cierto estatus, del que puedes presumir ante el círculo personal y virtual. Como si fueran nuevas estrellas Michelin que se acumulan en tu existencia.
De golpe, caras nuevas en un grupo que también contaba con nuevo autocar y el lleno casi era “hasta la bandera” (sin atreverse uno a definir sus colores: por si acaso). También, con las caras habituales más alguna apreciada reincorporación: decía que aún estaba oteando cómo sería su proceso de adaptación.
Deseamos que el crecimiento del número de personal también nos ayude al crecimiento personal. Si es que aún queda sitio para tanto.
Principios
Antes del amanecer ya se perfumaba el aire de alguna calle con olores de envoltorios de hojas curadas, secas y humeantes. Otros aires se preveían para pulmones que buscaban respiraciones marítimas mientras se esperaba el transporte. En manos de un muy laureado conductor, maestro internacional de la corrección en ruta y del buen hacer.
El ya antiguo movimiento asambleario resucitó. Se hizo evidente nada más llegar a Tossa de Mar, al lado de un supermercado junto a indicadores de direcciones a pie: al mercado semanal y a la zona comercial. Allí la alteración del orden establecido se explicitó con una sorpresa: una segunda propuesta a la hasta ahora única versión oficial del recorrido. Ya se sabe cómo es esto de la asamblea y del liderazgo.
A la primera le salió la nueva, apócrifa. A pesar de las recomendaciones generales de no pasar por allí, se pidieron brazos en alto para saber quién se atrevería a tamaña empresa, sin percatarse de la aventura posterior. A estas edades esto no es habitual: a veces tan intrépidos, atrevidos y aventureros en épocas de conservación de la edad y de la pensión. Por el contrario, tan conservadores y prudentes para otras posibilidades.
Hubo gentes dispuestas a ello, después de tanto insistir algún diseñador de la primera opción y sin muestras de dar el brazo a torcer. De ahí se pasó al callejeo por un pueblo casi en proceso de adaptación: ya sin el turisteo estival de masas que lo alimenta.
Impulsos
Mientras la orientación hacia la línea de la playa con el castillo al fondo conducía a la larga hilera senderista (50 personas), hubo quien sintió la excitación olorosa de una panadería cercana, la pituitaria como efectivo argumento de venta: porque le gusta el dulce, además de su inseparable fruta. La tentación efímera, impulsiva y casi pasional se recompensó con suculencias dulces recién hechas, para recargar energías después, en pausas mirando al mar o a donde fuera, durante la parada de un almuerzo de altura.
Aquella línea de la costa casi recién puesta obligaba a mirarla, bien directamente o a través de esos visores que guardan imágenes, la mayoría automatizadas y mejor construidas, siempre perfeccionando una realidad que es la que es. El ojo electrónico ve mejor, con vistas a inmensidades donde el mar y el cielo se juntan, con la miniatura del fotógrafo en medio, rodeado de arena deshabitada. Buenas y rápidas tomas con claroscuros simbólicos.
Un buen momento para la convocatoria de la foto de grupo en aquel marco. Las voces marciales aún impactan, con la que está cayendo en los cuarteles y algunas calles. Estampas repetidas de arenas, barcos en lontananza, salientes rocosos, luces, reflejos, sombras y nubes muy estéticas, para encuadres y memorias. Más de los típicos tópicos de bordes marítimos muy fotogénicos, plasmados por doquier. Buen personal fotógrafo llevándose digitalizados los paisajes.
Al lado, líneas de tiendas, bares seguidos y demás abrevaderos, ya cerrados; para comidas y bebidas de ahora, de gusto internacional, fabricación rápida y más o menos plastificada. Alertas sobre un carrilet turístico que invita pagando a visitar Tossa y sus playas. Anuncios aún no borrados de pizarras, incitadores a sangrías, mojitos y otras libaciones urbi et orbi.
Al fondo, el primer castillo costero. Con una historia que envuelve a la población y también la ayuda a sobrevivir. No como el último del recorrido.
Miradas
Mientras el castillo quedaba a un lado, la imaginación te podía trasladar a 73 años atrás, para entrever aquellas miradas y piropos (¿quién se atrevería hoy?) que la población en general y los gañanes locales en particular le dedicaron a la actriz Ava Gardner. Aquí rodó “Pandora y el holandés errante” junto a James Mason y muchos habitantes como extras. Y qué celos le provocó a su prometido Frank Sinatra, debido a un supuesto romance con el torero y actor Mario Cabré, allá por el año 1951, ¡…con más que miradas! Tantas, que Sinatra se trasladó veloz a Tossa con la excusa de necesitar unos días de relax para que su voz descansara. Y los paparazzis , atentos.
Para la posterioridad han pasado los besos de Ava Gardner en formato pastelería, pero también su valentía y sus variados hombres: son unos dulces que se venden en Tossa, merengues envasados en una caja con la estrella de Hollywood. Quien los quiera, que pase por la Granja Tomás, pastelería surgida en 1885.
Sin saberlo, íbamos por “El paraíso azul”, acepción que el pintor Marc Chagall le puso a Tossa. Un pueblo que tiene el primer museo del Estado donde se comenzaron a exponer obras de artistas extranjeros contemporáneos, en 1935.
En este entorno se inventó el nombre y marca de Costa Brava, por sus bravas mareas y olas. Además, Tossa presume de tener un museo dedicado a la mujer y una estatua de la actriz norteamericana en una calle costera a tamaño real. “Era una Venus”: dicho de la actriz estadounidense por una señora de la época. No consta qué opinaban los hombres.
La villa romana dels Ametllers (siglos I-IV d.C.), dedicada entre otros menesteres al cultivo de la vid y exportación de vino, permite contemplar sus mosaicos, uno de los cuales conserva el nombre romano de Tossa: Turissa; el afamado y publicitado hotel boutique de Tossa de Mar, todo un secreto modernista, en el centro del casco histórico.
Hasta Barbarroja quiso conquistar un castillo que se le resistió, con su Torre de las Horas; o el llamado Agujero del Demonio, para descubrir más realidades metiéndose en él. Hoy, estas zonas de la Costa Brava están conquistadas por gentes pudientes, algunas a veces “las matan callando”, de aquí y de otras zonas europeas. Mucha internacionalidad, muchos enigmas, mucho anonimato y más.
Nuestro destino, pasos y miradas se centraban en la platja Gran, Es Codoloar y el primero de tres miradores, quizá ya previstos con antelación para selfies y postureo diverso. Nos asomamos en el Es Codolar, en tránsito hacia el siguiente, Es Cards. No sin antes pretender imaginarse las andanzas de una solitaria botella de vino allí presente y sin acabar, encima de un banco. Con estas pistas era difícil acertar pero se supone que experiencias humanas tuvo que aguantar aquel vidrio. La imaginación puede ser una gran fuente de argumentos. Esa es la riqueza de dar vida a objetos solitarios. Aunque no aciertes.
Calas
A partir de aquí este juntaletras solo se detendrá en lo prohibido, en las andanzas y “diversiones” por el camí de Ronda hacia Lloret. Su ubicuidad es limitada y no le permitió asomarse al recorrido oficial del GR más que ya casi al final. Hay buenas fotos publicadas, en especial por quien sabe amaestrar muy bien el clic de cada toma.
El grupo no lo tuvo fácil ante los mensajes con dibujos explícitos: “acceso no protegido”, triángulos rojos y amarillos para dibujos de desprendimientos y caídas. La apuesta exigió olfato y orientación, ayudados por máquinas para conducir a gentes hábiles en desperdigarse y con poco espíritu de espera. Se paladearon ramas a la altura de la cabeza, mochilas retenidas por árboles cruzados, suelas que resbalaban en el saulódel camino, subidas y bajadas sin escalones prefabricados, lo máximo eran unos palos atravesados y con relativa sujeción, a modo de escalones en algunas zonas. “Como para habernos matado”, casi literal en algún punto, con peligrosa caída incluida. Las calas recorridas han quedado reflejada en el wikilocde nuestro “seguro a todo riesgo”. ¡Será por calas y playas pateadas!: Cala des Sot d'en Cona, Cala d'Allà on raja l'aigua, Cala Moltó, Cala Llevadó, Cala Figuera, Cala Llorell, Platja de Portopí, Cala Morisca, Cala Canyelles, Cala d'en Simon, Caleta d'en Trons, Castell d'en Plaja. Y otra, de las primeras, con nombre de la casa: Cala d’en Carlos. Todas son muchas pero por allí pasó esta división atrevida del personal. Con más señales de prohibiciones, también para vehículos en cercanías indicadoras de dónde estaban la Cala Llevadó, cala d’En Carlos y, que nunca falte, la depuradora.
“Diversiones”
Quizá en tantos años nunca se habían visto tantas señales advirtiendo del paso, aviso de desprendimientos (faltaba el “allá tú con tu inconsciencia e irresponsabilidad a esta edad de pensionista”), pasos peligrosos o pasos cerrados en caminos tortuosos. Un túnel, en reconstrucción, con paso prohibido no se cruzó porque la tela metálica no permitía el asalto final. Igual que cadenas y cuerdas para facilitar acceder o salir: ¡a por ellas!. Pasará a la historia de GRMANIA como símbolo de la rebeldía senior hacia el orden establecido. Quizá rememorando adolescencias reivindicativas de otras épocas.
En todo caso, en un punto estratégico el desayuno fue el momento de más relax. Mirando al mar desde una atalaya. Hubo quienes se refugiaron en cierta soledad buscada, otros encima de piedras. En todo caso, el lugar concentró al grupo y paladeó, viandas personales aparte, rosquillas de quien le animamos a que siga en ello (¡nos gusta de vez en cuando comernos un rosco!, se repetía de invitaciones anteriores), saboreamos fruta “porque también nos gusta la fruta”, chocolates con menta, cafés y demás. Preparados para subir y bajar sin parar, probar el agua marina, cabalgar por piedras, esquivar olas que al final acaban mojándote y tener que ver lo que no se pretende ver, por respeto a quien enseña sin pretensiones de vistosidad.
Hubo quien tuvo que sufrir un solitario revolcón por entre rocas y terraplenes de fondo, con marcas posteriores en el cuerpo por frotes involuntarios y duros, con la suerte de caer para el lado contrario del peor. Las húmedas arenas por el batir de las olas quedaron marcadas en esta época del año por los surcos de los pies andarines. La fuerza del mar se había comido partes de calas, dejando a la vista esqueletos que esperaban cirugías que los recompusieran de cara a otra temporada (el mar cada año se queda con más de lo suyo, en playas invadidas por las construcciones, carentes de una arena que hay que drenar y que hemos de pagar entre todos).
Sin aburrimiento alguno, se escalaron rocas como si fuera alta montaña para evitar el paso al lado del agua. Pero si lo intentabas por abajo, tu habilidad luchaba con quienes iban delante y con la amenazadora ola que al final te lavaba. Algunas zapatillas, piernas y pies, limpios para casa.
También, visualizaciones de montones de arena con palmeras en medio, protectoras de casas y quizá también para uso de repoblaciones del manto donde tumbarse a tomar el sol. En medio de aquella inmensidad, dos niñas disfrutaban en medio de las acumulaciones de arena debajo de grandes palmeras, sin trabas, con ambiente entre bucólico y melancólico. Recuerdos de tiempos de solaz y de disfrutar mucho con tan poco. O barracas construidas en la roca, cerradas y “protegidas” por un grafitti. Mientras, más señales: de desprendimientos, más peligros, más accesos no protegidos. En fin. Muchos cuidados, exigencias y protecciones para según qué y mira tú esto y a estas edades.
Nudismos
La escena salió más completa que si se hubiera preparado. Dos personas estaban hundidas literalmente entre grandes rocas. Buscaban una cantimplora perdida y encontrada. Más allá, el mar se quedó con un bastón senderista. El tributo o trofeo no fue recuperado. Después, en una playa solitaria un ser humano (evitamos sexo) que practicaba nudismo debió creer que aquel personal invadía su tranquila ausencia de ropas. Todo con respeto a intimidades visibles, claro. Un personal iba por aquel refugio ya no íntimo de playa, otros bajando por las rocas de al lado para evitar mojarse, algunos fotografiando la escena, otros driblando las olas; la persona en cuestión allí en medio, adoptando posturas naturales y propias de sus decisiones. Parecía aguantar bien el tipo y el espectáculo que todos contribuimos a crear. No siempre un desnudo solitario pudo ser más visto pero se trataba más de seguir que de ver, todo con la máxima prudencia y sin trasnochados voyeurismos. Quizá quienes más hicieron notar sus adentros fueron quienes resolvían como podían el salir de aquella vivencia y vestidos. Y todos lanzados a la búsqueda del camino y de unas cadenas para enfilarse por una más que aceptable verticalidad.
25 baños
Vuelta a las andadas. Otra vez, desvíos por mansiones que no dejaban pasar por la costa de todos. Si en las cercanías de Llança, viniendo desde Portbou, fueron las propiedades de la saga Mateu-Suqué (Castell de Peralada, casinos de juego, poderes políticos y económicos en cartera, etc, etc), ahora los impedimentos vinieron de personas conocidas por los grupos ecologistas y caminantes de la zona. La finca Can Juncadella también nos impidió el paso. Es historia la reivindicación de SOS Costa – SOS Lloret para pedir que se permita el paso por una finca que parece ser es de sociedades interpuestas, offshores, que (según vinculaciones publicadas en la prensa) acaban en el entorno del expresidente de Kazakhstan y de su hija. Se trata de la familia Nazarbáyev. Ya en el pasado mes de septiembre una manifestación fue noticia. Tribunales, trámites, procesos, esperas. Papeles de Panamá, regalos al Emérito, vinculaciones diversas a realezas y a otras especies: más de lo mismo. Mientras, si se te ocurre asomarte y entrar (la puerta está abierta) te amenazan con cámaras, verjas, vigilancias y más: Espai natural Massies de Cadiretes, dibujo de una cámara con la inscripción Zona videovigilada, propiedad privada protegida por una empresa son los anagramas Security Solutions y Forza seguridad (parece un oxímoron). Según la prensa, 32.00 metros construidos, 17 habitaciones, 25 baños, dos saunas, discoteca, piscina, peluquería, sala de cine, párquing para lujos deportivos. Cada 19 de agosto, celebración del cumpleaños de la hija y fiesta señalada en Lloret de Mar con lujos diversos que días antes atraviesan sus calles en dirección a Can Juncadella.
A las puertas de la mansión, en el camino, hubo quien entró de lleno en acción y adquirió protagonismo. Tiró del archivo de su teléfono móvil. Mostró una grabación propia cabalgando buenas monturas equinas por las estepas de aquel país mientras turisteaba por allí. Las habilidades ecuestres y el buen estilo encima de los veloces cuadrúpedos fueron evidentes. Casualidades de la vida: los caballos decía que eran propiedad del dueño de esta finca. Llegados hasta aquí, cambiamos de tema. Por si acaso.
Más allá, más grafitis en el cartel de la urbanización URCASA, donde se entrenaba la atleta y los enigmas podían aparecer detrás de algunas puertas de casas bien pertrechadas. De bajada, zigzagueos costeros en dirección a la primera estampa del castillo y los bloques de Llloret.
Olores
El olor a salitre, a mar, a humedades y a arena mojada se vio acompañado en diversas zonas por supuestos aromas a producciones finales de cultivos en los que Cataluña ocupa un lugar muy destacado en el tráfico europeo. Quizá la pituitaria provoque confusiones en quienes no consumimos estas sustancias. A lo más que llegamos es a los habituales protectores solares, ausentes ahora de zonas costeras, a colonias baratas o de garrafón y a envoltorios de hojas secas humeantes.
Por el entorno, bastante deshabitado en estas épocas, paseaban gentes internacionales, alguna deportista de alto nivel que decía que se entrenaba para 200 km por Suiza en primavera; y este personal andarín, desparramado en una larga hilera. Pocos y a ritmos diferentes. Ya cerca de Lloret, el camí de Ronda estaba muy urbanizado, propenso a pisar escalones bien construidos y seguros, encuadrar fotos y enmendar un defecto denunciado por quien sabe más de lo que aparenta: “En GRMANIA os cuesta acostumbraros a esperar”. Amén. Vamos aprendiendo…para que no se diga.
La soledad de los espacios vacíos en otoño se compensó con la aproximación al castillo de Lloret y a las construcciones que se dejaban entrever. Más personal subiendo y bajando por los perfiles de un camino zigzagueante, casi tallado en la roca pero muy seguro. Hasta aquí había gentes que paseaban y volvían con las imágenes de costas ya bravas. Algunas decían que este paseo, del cercano hotel hasta aquí, les produciría agujetas. Mientras, dejaban paso a quienes ya tenían ganas de llegar al destino final y reagruparse con el resto.
Concentraciones
El Castell de Santa María, más conocido como Castell d’en Plaja, junto a la Cala de Sa Caleta, desde lejos pudiera dar el pego, como si fuera de la época del de Tossa. Pero no. Barbarroja no asomó por aquí ni barba ni nada. Este es propiedad privada, de un empresario e indiano de Girona: Narcís Plaja Martí. Ya se sabe cómo se las gastaban muchos indianos y a qué se dedicaban por allá para después construir y presumir por aquí. Era propietario también de una fábrica de galletas que llevaba su primer apellido como nombre. 1933 fue el año del inicio de su construcción. En resumen, es un emblema propagandístico y privado. Eso sí, pagando ofrecerá o ya ofrece lo que hoy no puede faltar en el mundo del turismo: experiencias inmersivas.
Y de inmersiones se trataba la última parada en Lloret: en pleno paseo marítimo, un bar que era un hotel y también un restaurante. El personal del hotel Excelsior (tres estrellas), restaurante Les Petxines con concha-petxina-peregrina, aparentaba caracteres y ademanes muy propios, con rapidez y dedicación en atender a personal que a veces tampoco estaba acostumbrado a esperar, ni siquiera aquí.
Antes de marchar, en un aparte de uno de los subgrupos que había desperdigados por el entorno, una persona nueva en GRMANIA fue interrogada mientras saboreaba un manjar en forma de carquiñoli, elaborado por alguien con buenas manos, mejores andares y, al decir de quien sabe de conducciones senderistas, con poco esperar. Cuando se le “intentó” definir la supuesta filosofía del grupo a esa persona nueva, para que se situara dónde se había metido, dijo: “Me encanta”.
Para rematar la faena, ante personas antiguas y nuevas, y otras gentes desconocidas y lejanas que malgastan su tiempo pasando los ojos por estas líneas (aunque sea en diagonal, o que ni siquiera se atrevan a dar este paso por inacabables y pesadas), mencionemos a un inversor y experto montañero de ocho miles. Nació pobre y ahora es multimillonario. En la sección de “La Contra”del diario LA VANGUARDIA (18/11/2023) nos regalaba estos versos:
“Tu vida es subir la montaña
Te esfuerzas, luchas
Haces amigos y enemigos
Lloras y ríes y un día... Llegas
¿Y qué ves allá abajo?
Todo está nublado y borroso
Así es la vida: no esperes éxito ni fracaso
Busca otra montaña...
Y sigue subiendo”
Evaristo
25/11/2023