Desenfrenos entre dos aguas
Pensemos
Si cierto filósofo de la antigua Grecia viviera hoy y estuviera presente en el autobús de esta etapa, estaría contento porque alguien le encontró allí la respuesta a uno de sus enigmas vitales.
Al pensador Diógenes de Sinope se le atribuye la anécdota de que paseaba por la ciudad de Atenas, llena de gente, con un farol encendido también a plena luz del día. Proclamaba que su objetivo era encontrar un hombre. Asunto solucionado. Una caminante miró a los viajeros, se fijó en los del fondo del autocar y se preguntó en voz alta: “-¿Dónde está mi hombre?”, con la consiguiente respuesta a sí misma: “-Allá atrás lo veo”. Incógnita despejada para quien, delante del hombre de verdad, volvió la cabeza y lo admiró con sana envidia -ya que se nombraba a sí mismo como “medio hombre”- y, por tanto, no se sentía aludido. En realidad, Diógenes iba más allá: “Busco un hombre honesto”. Nadie duda que el de atrás lo fuera.
Para cerrar este desenfreno filosófico inicial de quien ha de buscar en la sabiduría ajena el consuelo a la ignorancia propia, Diógenes añadía que los dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que estos se encargaban constantemente de complicarla y hacerla mucho más difícil; que la sabiduría era para los hombres templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato. Y rechazaba el concepto de los modales y las convenciones sociales, afirmaba que eran mentiras y que servían para ocultar la verdadera naturaleza de cada persona.
¡Qué atrevimiento empezar recordando todo esto hoy, en estos tiempos!
Ubicaciones
Tres posibilidades para una etapa del GR 92 entre Coll de Can Bordoi y Coll de la Font de Cera (wikiloc). Por la sierra del Litoral, entre las vistas a dos vertientes: el Vallès Oriental y el Maresme. Para elegir y ubicarse. Por el Corredor, por sus continuidades y cercanías. Con el Montseny a un lado, els cingles del Bertí, la Mola y Montseerrat al fondo; con canteras, mares de verdor primaveral, el mar de verdad, el perfil marítimo de pueblos, ciudades; puntos de referencia estereotipados como las tres chimeneas de Sant Adrià de Besós, hotel Wela y… barcos en el mar y aviones donde deben.
En una vertiente: Llinars del Vallès, Cardedeu, Granollers, la Roca del Vallès, Montornés del Vallès, Vallrromanes, Vilanova del Vallès. Algunas tierras, con poco agua.
En la otra : Dosrius, sant Andreu de Llavaneres, Argentona, Cabrera de Mar, Dosrrius, Cabrils, Premià de Dalt, Teià, Alella, Masnou. Algunas playas, con escasa arena por la acción de los últimos temporales.
Sierras: el Montnegre (773 m), de carácter más montañoso por la altitud y la vegetación; Maresme (el Corredor, 657 m alt.), Collserola (Tibidabo, 512 m).
Caminar entre dos aguas, algunas dulces, extractivas y muy embotelladas (Montseny) y otras saladas y mediterráneas. En aquel momento, respecto al agua caída del cielo: ninguna. Entre dos aguas aquí no era estar atrapado entre dos opciones y posibilidades. Solo había una pero con tres versiones o distancias. Hablemos de la más larga, casi de 24 km (las máquinas no se suelen poner de acuerdo), que incluye las otras dos.
Y aquí nunca podríamos mencionar “nadar entre dos aguas” o el intento de no querer comprometerse con una opción determinada cuando hay varias propuestas e implica que no elegir es el camino más peligroso. Cada caminante, en su sitio. Excepto, inicialmente, algunas personas, que se ubicaron en donde no les tocaba. Luego se desubicaron y se reubicaron allí donde disfrutarían más.
Atalayas
El recorrido entero sorprendió por la variedad entre vertientes presionadas por gentes, neumáticos, carreteras, vías y motores, con puntos para detenerse y paladear, más allá de la foto de rigor :
- Torrassa del Moro (2.4 km)
- Can Cames (3.4 km)
- Collado El Collet (4.0 km)
- Castell Nou (5.2 km)
- Ca l'Espinal (6.6 km)
- Coll de Parpers (7.7 km)
- Mirador de la Pedrera (10.5 km)
- Ermita de Sant Bartomeu de Cabanyes (11.2 km)
- Menhir de Cal Camat (14.0 km)
- Roca d'en Toni (15.4 km)
- Creu d'en Boquet (16.2 km)
- Surera de la Molinera (17.1 km)
- Ermita de Sant Mateu (18.4 km)
- Coll de Can Gorguí (20.0 km)
- Coll de Clau (20.6 km)
Amplias propiedades en medio de la exuberante vegetación primaveral. Vehículos aparcados demostraban vida rodante y torres en el tejado, del modernismo o similares. La suave subida de la pista soslayaba perspectivas iniciales. Direcciones para ir a La Torrassa por pista o por corriol. Allí, el bosc de Can Bordoi y “finca privada: prohibido el paso”. Se completarían en la distancia con el olor del humo que delataba el fuego encendido y la imaginación de las viandas de sus parrillas. El cartel del bar era muy visual: dibujos de un porrón lleno, butifarras y pan con tomate. Personal amable preparaba comidas e informaba sobre la torre de al lado y sus alrededores. Un cartel informaba y sugería aportar dinero para una obra que avanza gracias a las aportaciones populares. La ermita de Sant Sebastià de Puigpedrós, del siglo XVII, se beneficiaba de la buena voluntad.
La Torrassa del Moro, torre de vigilancia romana, de 416 metros de altura (en otros sitios, 428), restaurada con dineros del ayuntamiento de Llinars del Vallès y de la Generalitat, es uno de los monumentos arqueológicos más importantes del Vallès. La moderna escalera de caracol abría los ojos y la mente para imaginarse cómo sería este territorio hace 2.000 años desde arriba. Para eso habría que borrar realidades urbanas, carreteras que antes eran vías empedradas, vías de alta velocidad y restos de poblados iberos (algunos vistos en etapas anteriores) abandonados a la llegada romana. Evolución, cambios y aquel latiguillo lingüístico tan catalán del “sinofosisme”: si no fos…) La panorámica desde arriba invitaba a un juego entre el antes y el hoy. Mientras, abajo, en un rato, esperaban las carnes a la brasa a quien viniera detrás y las escogiera en el menú. Parada y fonda.
Ocupantes
Can Puigvert, Can Dous eran casas con huertos, animales, protecciones de granjas con pastores eléctricos, vacas y crías (eufemismos humorísticos escuchados allí: “guarderías de animales con piercings en las orejas”), abonos y gallos de los que molestarían a algunos urbanitas. Posibilidades indicadas en letreros de direcciones: Can Martí, Can Dous, la Torrassa, ermita de Sant Sebastià, esglèsia Sant Esteve del Coll, Can Gall. Advertencias a cazadores: zona de granjas. Por si acaso.
Mientras, la presión rodada fue continua y constante a lo largo del recorrido (esto no les debería molestar: eran sus máquinas). El desenfreno de neumáticos producía zigzagueos protectores a senderistas que vigilaban su integridad física, que a veces generaban inseguridades: ¿por dónde pasarán? ¿dónde me sitúo, izquierda o derecha? Vehículos de todo tipo sin parar, hierros arrastrados por máquinas con humanos, humanos tirados por máquinas (menos mal), motores en dos o cuatro ruedas, silenciosas aproximaciones de veloces ciclistas, intrépidas motos zumbantes, coches, quads, seres andantes. “¡Poneos a la izquierda del camino, vais mal, no os ven, cuidado que vienen, dejad paso, yo también tengo derechos, sálvese quien pueda, se oyen, vaya polvo, qué tráfico rodado!: frases habituales mientras el avanzar era compartir, protegerse, vigilar y sobrevivir.
Suburbia
Los descansos puntuales ofrecían perspectivas de cereales, flores y composiciones cromáticas de todo tipo. La vertiente anunciaba miradores que enfocaban a los enormes bocados de las canteras activas en la montaña. Por ejemplo, la pedrera dels Dous, cerca de la urbanización Sant Carles, con curiosas arquitecturas e imitaciones a estilos variados, muy sui generis. Agresiones para nuestras construcciones, progresos y bienestar. Desmontes espectaculares, maquinaria pesada, ruido, dinamita, enormes piedras, trituradoras, camiones: el presente allí detrás, a la vista para no ver pero sí existir.
Pronto, las viñas añadían verdor y alimentaban entre dos aguas a la denominación de origen Alella. Entre tanto, urbanizaciones con casas de arquitecturas variopintas. Símbolos de formas de vivir entre la ciudad y el campo. No tan antiguas manifestaciones humanas, muy bien retratadas en la muy recomendable exposición llamada “Suburbia la construcción del sueño americano”, en el CCCB de Barcelona hasta el 8 de septiembre. “¿Quién no ha deseado alguna vez el sueño americano? Una casa grande con jardín, piscina y un par de coches en el garaje. Un sitio tranquilo y seguro para vivir en familia, cerca de la naturaleza y con un vecindario amistoso”, se lee en la información que afecta también a nuestras proximidades. Pero cuidado con la evolución de todo. Para ver y pensar.
Explotaciones
El suave sube-baja entre dos aguas o vertientes mostraba más urbanizaciones de Llinars del Vallès. Más coches para todo, más arquitecturas singulares, más reconstrucciones o arreglos en edificios singulares, estatuas de Buda dentro de una casa de citas de eventos (aclaración: los invitados quedan citados allí), vendedores que se anuncian como asesores inmobiliarios con la foto de medio cuerpo, modelo “gafapasta” y sonrisa Profiden con dientes blanqueados y el cartel encima: en venta (¿quién, qué?). Por el Parc Natural de la Serralada del Litoral (rezan los abundantes carteles), posibilidad de ir a coll de Papers. Allí, en una zona fotografiada, un recinto espectacular llamó la atención, Buda incluido, Mas Cellecs, para bodas, eventos y demás. Dicen que para la ilusión de un día único e irrepetible lo hacen posible. Cerca, la ermita de Sant Mateu de Céllecs.
Avances en estado de alerta: tubos de escape, avisos ciclistas, accionamiento de frenos ante tanto desenfreno rodado y veloz de fin de semana por quienes disfrutan del asueto deportivo. El personal andarín, atendiendo a su integridad física y a comentarios ajenos.
Estéticas
El estético y fotografiado montón de troncos apilados en un cruce (hacia Vilanova del Vallès o Creu de Can Boquet) de caminos motivó que ciclistas observadores interpretaran el panorama visual en voz alta. Catastrofismos urbanitas: criticaban que así se destrozaba el bosque, que se le agredía de forma salvaje con motosierras, que si la destrucción de masa forestal y el cambio climático, que adónde vamos a llegar así, que nadie vigila esto, que se debía prohibir. Quien pasaba por allí se permitió la libertad de hablarles con respeto. Les dijo que “los jardineros del campo” debían vivir del bosque, que cortarlo como se debe es una riqueza y significa un cuidado, que así se evitaba el abandono y se mantenía más limpio. Explotación controlada. Se quedaron pensando, también con respeto a quien se entrometía en sus lamentos, mientras se imaginaban el potente desayuno posterior sentados con cuchillo y tenedor. Lugar: en un restaurant “de pagès” (¡dónde estará el pagès!). No parecían ser de la especie de los que cuando ven un campo de trigo verde en primavera lo interpretan como un gran césped para pisarlo, correr y sentarse. Y, a veces, si pasean a uno o varios perros, para qué añadir más. Más allà, otro cruce: a Can Bquuetm Coll de Porc o Argentona).
Contrastes
Además de los humanos, los vestigios dejados por otros pueblos apenas eran objeto de contemplación, más allá del ojo electrónico. Llamaba la atención el dolmen de can Boquet , con la vista en driblar el tráfico intenso. Llamado también Roca d’en Toni. ¿Por qué? El propietario de los terrenos del dolmen era el pastor Toni Puig, siglo XIX. Menos mal que gentes comunes salen del anonimato y se les pone su nombre a vestigios históricos, si bien a quien acogió fue a los cuerpos de un clan familiar importante. Al lado, más direcciones: Creu de Can Boquet, Sant Mateu, Cal Senyor o Kynoikos residencia canina (tal cual…¡y sin asombros!).
Cerca, otro monumento vegetal, un alcornoque , la surera de La Molinera, de 15 metros de altura. ¿Por qué? Por estar cerca de la masía La Molinera. Tuvieron que protegerla con barandillas de los coches que aparcaban debajo. Contrastes.
La pista competía con muchas especies humanas que se trasladaban por medios diversos. Como siempre, el senderismo es el más débil. Cerca, templos de la gastronomía del fin de semana, con olores incitadores a modo de reclamo. Y más pequeñas cimas: por ejemplo el turó de Medó a 496 metros. Cerca, la ermita de Sant Mateu. Y un enclave: Sant Mateu club social. Más allá el coll de can Gorgui.
En los alrededores, el descubrimiento de tantos núcleos del Maresme que se situaban montaña abajo hasta el mar, interiores y marítimos, casi juntos, unos reminiscencias de protecciones ante ataques de piratas o enemigos diversos. Cada vez menos invernaderos y extinción del cultivo de esas rosas (solo queda uno) tan tradicionales y estéticas por estas fechas, provenientes del otro extremo del mundo, con esa huella del CO2 que ignoramos para seguir con las bellas tradiciones. Que no desaparezcan ni por el cambio climático.
El verdor de más viñedos, el efecto suburbia i los servicios diversos para atender al deportista que reposaba comiendo (hasta en el pórtico de ermitas), pronto el paisaje se completaba con picaderos de caballerías, protegidos por vallas y sistemas electrificados. A aquella joven persona, bien equipada, que tiraba de su animal allí al lado, le pareció un orgullo la osadía de preguntarle por su posesión. Respuestas y sonrisas altivas debajo del casco, traje impecable, amabilidad por doquier, quizá cierto estatus del yo tengo y tú no. ¿A mí me lo preguntas, pensaría? Más allá, el caballo que se dejaba acariciar al pie del camino y sabe posar para las fotos frente al otro más arisco y menos resultón.
Detrás del paisaje equino, con casas habilitadas para los servicios humanos y animales, las vacas y su descendencia ofrecían otra perspectiva. Caballos bien cuidados y lustrosos frente a vacas que parecían pedir más o llamar la atención por alguna carencia. El deporte y la esbeltez bien cuidada frente a la productividad cárnica.
Satisfacciones
La bajada de Sant Mateu contaba con la sorpresa final, por una senda estrecha y muy trialera. A partir de coll de Clau el personal se enfrentó a continuas bajadas para poner a prueba pies, manos, y resto del cuerpo a pelo o con bastones protectores o impulsores. El sonido del SOS personal, si se pulsó la tecla, quedó en las interioridades, dentro de cada caminante. El fuerte descenso produjo masajes en algunos traseros y rozaduras en las fibras textiles protectoras. El cómo afrontar cada tramo puso a prueba la decisión de aquel momento para que los cuerpos encajaran por allí sin luxaciones ni rodaduras controladas. Fue una satisfacción que todo acabara bien.
La desembocadura en la pista se enfocaba hacia el final, en un coll donde la Font de Cera se debía situar en zonas próximas. Abajo, Alella Park para enfocar el autocar no hacia zonas ricas y privadas del golf sino al bar del Casal de Vallromanes.
Entre ágapes y bebidas, se agradeció el punto de libro hecho con el cariño de quien lo pone en su creación y acabados y lo comparte siempre. Se escucharon versos propios de quien sabe juntar las palabras con arte: lo bueno si breve…. Él mismo, allí, resucitó compañías literarias no solo para el día del libro sino a gusto del consumidor-lector. “Palabras al vuelo” como título de su autor, sobrevolaron con las alas muy abiertas para acoger la maestría de Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes, Gerardo Diego, Antonio Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Josep Pla, Juan Marsé, Mercè Rodoreda, Miquel Martí i Pol, Joan Margarit y Carles Riba. ¡Qué gran vuelo y revuelo literario!
Para rematar el desenfreno, no se podía olvidar aquel consejo del Dalai Lama:
“Cuando nos preocupamos menos por nosotros la experiencia de nuestros propios sufrimientos también es menos intensa”.
Y también hay que recordar la alusión musical al título de este texto, a “Entre dos aguas”, mítico tema del añorado Paco de Lucía (fallecido hace 10 años). Hace 17 años nos brindó más de cinco minutos de buena música que ahora podemos recordar a modo de final feliz de la etapa (5:24 minutos en un tema colgado por TVE en Youtube).
Evaristo
3/05/2024