domingo, 23 de abril de 2006

Etapa 3 del GR92, de Roses a El Cortalet

Por el remanso natural de la histórica bahía de Roses

GRmanos y GRmanas,


“Yo soy yo y mis circunstancias”, he ahí la cita orteguiana que justifica el continuo baile de cifras de asistencia a la última etapa, un problema con el que tuvo que lidiar nuestro jefe de personal, a quien felicitmos en el día de Sant Jordi. Del máximo posible se pasó a la habitual estabilidad. Las circunstancias personales y familiares hicieron que la horquilla numérica de desbocara en un principio para serenarse y aposentarse, y así evitar el vivir al borde de un ataque de nervios de quien se cuida de estos menesteres. Un saludo a las nuevas incorporaciones y un mensaje de ánimo a quienes por problemas de enfermedades o de compromisos diversos no pudieron asistir.
En diversos mentideros se sugería estabilidad de cifras, no aumentar la lista de interinos, sustitutos y números cero de esta larga enumeración de fieles de GRMANIA. Incluso un miembro propuso que quien quiera pertenecer a esta logia andarina deba esperar hasta el “cambio generacional”; dicho en Román paladino, cuando nos retiremos los y las personas actuales. Dejamos para la broma otra idea más contundente de otro Grmano sobre cómo mermar al sector masculino del grupo y facilitarle a cada miembro saliente su nueva tarjeta de “Bienvenido al club de la petanca”. Lo sugería, más que nada, por aumentar el sector femenino del grupo. Otra sugerencia, ésta más funcional, es que por culpa de la cultura nos hemos quedado sin el habitual aparcamiento. El edificio de la supuesta nueva biblioteca del distrito de La Maurina ha provocado la búsqueda de suelo libre (aún no urbanizable) para estacionar los carruajes mecánicos a tan temprana hora. Aunque alguien ya ha sugerido una propuesta, se abre la plica del concurso de ideas de cara a la próxima temporada.
Un día previo al 23 de abril en el que estrenamos nuevo autocar de 40 plazas, observamos la habitual tercera edad tan excursionista y nos sentimos halagados por esas marquesinas publicitarias tan primaverales, en las que se observan féminas de la primera edad que enseñan los efectos de tantas milagrosas cremas en sus zonas más nobles. Piel más joven para más tiempo o piel de naranja más pulida. También se ve algún hombre mostrándose no en paños menores y hasta niños de uso publicitario. Habrá que confiar en sus consejos. O no.
No cabe duda de que en día tan señalado como el de la etapa, previo a Sant Jordi, hubo quienes recordaron y añoraron el detalle institucional de regalar una rosa y un libro entre GRMANIA. Mentes con ansias de cultura creyeron que volverían a recibir otro regalo y se consolaron con sugerir que el detalle del año pasado quede ya como anual tradición. Habrá que nombrar una nueva comisión al efecto.
Menos mal que aún debe durar El Quijote del año pasado. Tal libro fue traducido en pedaladas y sudores por algunos GRmanos que pasearon su nivel físico por las Lagunas de Ruidera y los Campos de Criptana, doscientos kilómetros sin atender los movimientos de los viejos gigantes (molinos de viento) aunque sí se rindieron a prestar su imagen a la personificación de Don Quijote y Sancho con sus dos resplandecientes rostros. Observadores díscolos se fijaron en las piernas de ambos individuos que asomaban por debajo.
Esta foto, sin embargo, se completó con la otra imagen vacacional, otras caras de un viaje a los Picos de Europa en el que tres modelos se retratan en un excelente contrapicado, casi sacados de los archivos de una agencia de modelos en altura.
La bahía de Roses nos recibió con su habitual fortificación romana a la izquierda (La Ciudadela) y con la Venecia catalana a la derecha. La Venecia o una más de tantas Marbellas como deben haber aún. Porque en Empuriabrava, por haber debe existir materia para varios peinados fiscales a fondo. Dejemos a las mafias de los canales artificiales porque el día amanecía en la histórica bahía con una tenue luz, con extranjeros deportistas, paseantes varios y canes necesitados de paseos obligados.
Pronto este mar por donde tantas civilizaciones dicen haber entrado lo cambiamos por el espacio natural, con canales de los de verdad. Los aledaños del Parque natural dels Aiguamolls de l’Empordà aún aguantan las embestidas de grúas y similares. Allí, en esta zona pantanosa con marismas y canales, aún te puedes situar en caminos cuya vegetación oculta las barbaridades del ladrillo costero y te sumerge en un remanso natural único. Caminos llanos y amplios bordeados por sombras arbóreas, por cañizales que se mecen por el viento y con los sonidos de tantos pájaros de los de verdad. Son los encargados de amenizarnos el paso con ese hilo musical natural. Ellos le ponen sonidos a la primavera, en medio de campos de cereales, tierras labradas que esperan el maíz (¿transgénico?), pequeñas carreteras locales que aparecen sin verse antes, árboles frutales aún en flor, labradores con enormes tractores y las habituales granjas porcinas que reconocemos a distancia por sus peculiares aromas.
La situación nuestra dentro del terreno agrícola de la zona provocaba un curioso efecto óptico a medida que avanzábamos hacia el destino final si uno se fijaba en el punto de partida, en la zona del mar y en el semicírculo que se trazaba mientras avanzábamos. Era avanzar para casi retroceder, alejarse del mar para acercarse, todo entre unas lejanas montañas a la espalda y ese mar que se entreveía al fondo. Y, en medio, el remanso natural, esos carteles que repetían que estábamos en una reserva natural de caza y pesca. Que no sea por denominaciones también aquí: parque natural, reserva integral, reserva natural, paraje natural de interés nacional. ¿Cómo distinguir tantos matices semánticos?
Mucho verde, tanto que a la hora del desayuno nos situamos después de pasar un puente artificial de madera, en una curva del camino donde los primeros se habían alineado por imperativo de unas maderas colocadas en forma de L, con el habitual movimiento de mandíbulas y botas. Parecía uno de esos rincones creados en una zona de gran frondosidad para descansos, refrigerios o refriegas varias.
El camino se dirigió hacia otro pueblo histórico, Castelló d’Empúries,, villa medieval que tiene la iglesia de Santa Maria, gótica, iglesia que algunos denominan “la catedral de l’Empordà” (recordad: Lois en León tiene “la catedral de la montaña”). Pero quienes nos recibieron fueron unos operarios que trabajaban en medio de un intenso olor, al lado de una sala de despiece de aves del parque, de unos lavaderos públicos y, hablando de agua, junto a la calle Monturiol (¿el catalán del submarino?). Este pueblo sirvió para aprovisionarse de parches y curar a una Grmana con problemas en los pies. Llamaban la atención unos carteles distribuidos en forma de esquelas por el pueblo con el curioso título: “Què és la mort?”. Un poco más allá, otro cartel que aludía a tarjetas con premio seguro hacia su destino preferido. ¿Se relacionarían ambos mensajes publicitarios?
De salida, el río La Muga nos enseñó un puente de madera reciclado con asfalto encima y nos permitió seguir su curso por el camino natural de tal río. Unos abuelos nos guiaron mejor que el más exacto GPS por dónde debíamos ir y tantas modernas carreteras confirmaron su efecto frontera (a veces desorientadora) para quienes aún se atreven a ir a pie siguiendo marcas. En esta zona, ya cercana al fin de la etapa, había viejas masías abandonadas, campos de trigo adornados por las encarnadas amapolas, tres subsaharianos encaramados a una plataforma elevadora para podar árboles altos y un nativo que les impartía órdenes o instrucciones de uso. A lo lejos aún se veía el cemento playero mientras nos acercábamos a la valla que controlaba el paso de vehículos a la zona de interpretación del parque natural.
El oasis de la cultura en plafones que te descubre qué ves donde estás, es la puerta de entrada a un espacio de 4.703 hectáreas, de las cuales 825 son reserva integral estrictamente protegida. El remanso natural tan protegido nos ofreció sombra y las habituales aves que caracterizan al parque y que no habían marchado aún, parecían ser de uso turístico. Las cigüeñas cumplieron bien su papel y también algunos patos (no, no eran a la naranja como algún gastrónomo dijo allí entre bromas) que trazaban algunas salidas en una de las pequeñas lagunas. También alguien sacó el tema de la gripe aviaria y, no es que estornudara, pero parecía que buscaba microbios sospechosos. La cigüeña blanca, el flamenco común, el colimbo del ártico, el martinete común, el cormorán grande, la garza imperial, la garza real, la garceta común, el ánade azulón, el águila pescadora, el cernícalo vulgar. Otros nombres: la gaviota reidora, el chorlitejo patinegro, la curruca cabecinegra, el pájaro moscón, elmartín pescador, el petirrojo, y así hasta más de cincuenta pájaros, 60 mariposas diferentes y mucho género Homo con artilugios digitales.
Después de los 21 kilómetros andados, el yantar se alargó por el afán de búsqueda y descubrimiento de nuevos lugares. El objetivo cervecero era un restaurante de Riudellots de la Selva que no se dignó a acogernos porque allí no se despachaba más que su comida. Con más vista comercial, el otro restaurante abierto de ese polígono industrial nos sirvió las habituales bebidas. Hubo, como en los toros, el tendido de sol y el de sombra. Quienes se refugiaron dentro protegieron su tez del bronceado. No así los del exterior, aunque unos y otros dieron buena cuenta de sus condumios. Bien bebidos y comidos, observamos las reivindicaciones de una zona que se opone a la línea de Muy Alta tensión (MAT). El poderoso caballero del dragón, si la leyenda hoy fuera realidad, se supone que se enteraría que, si viniera por la zona, debería lidiar con lo que dicen ser su actual amenaza, aunque nadie renuncie a más bienestar del que necesitamos. Muchas casas lucían la típica bandera del día, decorada en medio con el archiconocido asno catalán que le daba una coz a una medio rota torre de alta tensión, nombrada como MAT.
Los caminos te enseñan otras realidades. Don Quijote y Sancho son un buen ejemplo. Por ello nos puede servir como despedida esa frase que una marca de zapatos usa para sus anuncios. Se la atribuye a R.L.Stevenson :

“No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el caminar bajo mis pies”


Evaristo
Terrassa, 23 de abril de 2006
Texto número 49 de http://afondonatural.blogspot.com

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