Cuando lo que calienta no es el sol
GRmanas y GRmanos:
De cómo algunas partes del autocar pueden calentar (se) – sobre la aplicación literal del deseo de buena suerte en el teatro –– acerca de animales fijos - sobre curiosas y falsas etimologías – de cómo un nuevo aceite afrodisíaco femenino se fabricaba allí al lado – de cómo el Homo kleenex tendrá un gran futuro- sobre cómo lo sagrado puede convivir con intentos de destapes masculinos.
“Me gustar formar parte de este grupo”, dijo una mente femenina al acabar la comida en Ca La Nàsia, se supone que en un seguro ataque de sinceridad. No deja de ser una reflexión en voz alta que incumbe a todos. Claro que el marco sí que era incomparable, y la lejana y, personalmente, muy querida Ribera del Duero ayudó mucho a desinhibir mentes y crear otros ambientes, entre copos de nieve, canciones navideñas y buena compañía.
La Navidad se acercaba…entre el tintineo de las cajas de cava que se cargaban en la parada uno. ¿Qué hubiera pasado si quien las llevaba en el coche hubiera sido detenida en un control policial de alcoholemia que tuvo que sortear antes de subir al autobús? Después de tantas cajas, el torrente humano casi llenó todas las plazas. Casi, pues aún hubo bajas a última hora. Después de los nervios pasados en días anteriores por una persona de más que debía caber en algún sitio, al final hubo una de menos.
Sobre autocares y pilotos
En realidad es todo un monumento andante, por mucha web que autoanuncie detrás. Con estos vehículos y con un GPS humano al volante, que alguien entronca con el más profundo Pedro Almodóvar, no hubo problemas en llegar hasta Besalú, a 150 metros sobre el nivel del mar. Allí donde el polvo inundaba las mesas del restaurante de la etapa anterior, allí mismo la puerta del portaequipajes no se abría. Estaba fría, decía el amo. Necesitaba calor, no ese fuerte de efecto o patada que obra milagros. Alguien apuntaba que una micción masculina con chorro tipo surtidor ascendente sería “el mecánico ideal”, Pero el frío acartona, encoge y enfoca mucho más abajo de lo habitual. Al final, el frotamiento continuado con posterior distensión de las gomas dejó coger el equipaje. Y ponerse gorros, buffs, bragas, gorras, como si de sospechosos rufianes se tratara. Un aspecto muy apropiado para franquear aquella torre del puente de Besalú, ahora despejada de su colorido hábito anterior en la torre principal. Y ver al fondo una enorme bandera autóctona, mientras las medievales calles observaban el paso de contemporáneos senderistas.
¡Mucha mierda!
A nuestro actor, cantante y guitarrista siempre le deseamos eso y más en sus bolos y representaciones varias. Sin embargo, la salida de Besalú mostró un camino difícil de encontrar en algunas zonas, con sospechosos papeles no de blanco inmaculado. No es que la cultura estuviera por los suelos, los retortijones intestinales provocan a veces intempestivos adornos en zonas por donde alguien puede pasar alguna vez. La frase del deseo de la buena suerte en el teatro era literalmente sorteada hasta que todo se despejó, la autovía se franqueó y el bosque caducifolio permitió arrastrar los pies por el suelo. El piso lleno de hojas secas permite experimentar pisadas esponjosas, oír el crek crek de esa materia orgánica que pronto alimentará el sotobosque. Pasar pequeños puentes formados por dos tablas. Andar por entre árboles de hoja perenne como si dentro de un túnel se tratara. Ver casi el principio del invierno en un amplio valle volcánico. Y hacer ganas de desayunar.
Animales fijos
Cara al sol que casi no calienta, los condumios fueron pasando en uno de los días más cortos del año, aunque ese sábado fuera el primer día en que las tardes empezaban a alargarse, si bien el día seguía acortándose por las mañanas.
Las energías se iban a gastar en dos posteriores subidas en medio de capas de esa helada que se juntaría con la del día siguiente. Por el camino, pocos animales. Algunos perros y otros que seguro que iban a estar día y noche fuera. Vacas de colores como si formaran parte de una composición gráfica en un entorno con una casa que aparentaba de alto postín. Unos mastines parecía que merodeaban por el entorno como si su labor de posible vigilancia no les diera demasiado trabajo. Para entretenerse, el ganado vacuno fijo les permitía ladrar con cierta furia y acercarse a caminantes matutinos. Todo era fotogénico, hermoso, colorista, un cuadro de esos de la Escuela de Olot.
Un pueblo con afrodisíacos
El camino también se acercaba al asfalto, a fábricas de sillas, a masías, pajares, segundas residencias y a pueblos. Como el de Tortellà, a 275 metros. Curioso nombre que sirvió para que alguien, de forma inocente, quisiera relacionar este nombre con el del tortell. Y preguntaba si aquí habría algún monumento al supuesto origen de este dominical postre. No apareció en nuestro camino, aunque sí dos tió pintados en dos enormes troncos al lado de la iglesia.
Y…, más allá…
Tortellà es un referente en el mundo del actual perfume artesanal de Cataluña. Gratos recuerdos aquellos de hace veinte años, cuando alguien aún se acuerda que casi vio nacer en Can Duran el origen del Taller de Alquimia, (observad el vídeo de presentación de la web).
Muchos aromas, esencias sacadas de tantas plantas de La Garrotxa, donde Idili Lizcano ha creado una industria artesanal con una nueva idea para el regalo de calidad. No hace mucho, en este pueblo por donde pasamos, el Taller de Alquimia puso a la venta unidades de “un aceite afrodisíaco para mujeres”: (textual en http://www.vilaweb.cat/www/elpunt/noticia?p_idcmp=2408061
“L'anomenat Sensuality Body Nectar Woman és un producte que té per objectiu «millorar l'energia femenina i optimitzar al màxim les relacions sexuals»”.
Hacia el Homo kleenex
Después de Tortellà, el camino sigue hasta pasar por el puente románico que permite cruzar el río Llierca. La reliquia del puente ralentizó un grupo que debía encarar algo más distanciados la primera subida, hasta hollar el Oratori de Sant Roc, a 430 metros. La zona estaba vigilada por unos cazadores de liebres, tres escopetas que, a falta de objetivos, buscaban uno de sus perros que, perdido, aún “no había sido cazado”.
La bajada permitió afrontar después la última subida, el coll Palomares, de 615 metros. Un lugar con límites: a un lado Francia, al otro Cataluña y al fondo…Oix. El reglamento obligaba a esperar y se supone que hablar. La blanca helada aún permitió que algunas neuronas produjeran observaciones propias de sesudos analistas. Como esa nueva especie cada vez más abundante bautizada allí mismo como “Homo Kleenex”: a los hombres poco a poco se les pronostica un futuro de usar y… A caminar hasta donde el final de la senda que baja y e lleva hasta la entrada de un pueblo con gruesos trozos de hielo que flotaban encima de unos bidones de agua. Un símbolo del intenso frío que acompañó hasta el final. Bueno, para entrar en calor, qué mejor que sortear la sospechosa oscuridad, las inciertas nubes negras y refugiarse en La Vall de Bianya, en Lloc-Alou.
Comida, nieve y adéus
Una gran y alargada mesa simbolizaba GRMANIA, con o sin pajaritas y camisas blancas, andando o convalecientes, amigos de la amiga, compañeros y conocidos. El ágape fue abundante, mezcla de productos de diversos orígenes, un toque diferencial para cerrar un año más antes de Navidad. Ca la Nàsia significó un encuentro, una comida y uno de esos marcos ambientales de difícil repetición. Un techo con vigas de madera; calor humano; oscuridad exterior, agua, viento, aguanieve y nieve; buenos alimentos; vinos, cavas y moscateles; regalos y sorpresas, canciones.
Y curiosas anécdotas entre copa y copa de vino Ribera del Duero, de Haza, Burgos, 2006. Toca villancicos. Mientras unos cantan “…y mira cómo beben los peces en el río…”, al otro extremo de la mesa alguien inicia sesión de despelote con sombrero puesto. Se regodea, focaliza la atención particular en el punto concreto, suelta la hebilla y dice que debe parar donde empieza lo negro (la prenda interior también era negra; la camisa, blanca).
Tocan detalles como el ya manido de las lenguas de las canciones.
Algunas personas del restaurante fruncen el ceño y sugieren cantar sólo en la lengua de Pompeu Fabra. Cuando se cumplen sus deseos ponen cara de globalización entendida a su manera.
No obstante, felicitarles por su servicio y especialidades culinarias. Si bien a algunos de ellos se les atragantaba la lengua de Cervantes cantada, los comensales agradecían su amplitud de miras: vino de Ribera del Duero, cabrito (para nada ¡qué cabrón!) y otra especialidad no degustada esta vez, el “chuletón” (las comillas son de su tarjeta de la puerta: tal cual, sin posible traducción). Copas dentro y grandes copos fuera.
Ya en el autocar alguien con buena temperatura interior transmitió sus pensamientos a alguna pieza del asiento. Juega a subir y bajar el apoyabrazos del objeto en cuestión, con ímpetu y gran impulso de subida. Se imagina otros calores y cualquier pieza intenta imitar al original.
Un año más y van… El cierre de un tiempo que se abrirá a otras ideas, otras vivencias y posibles novedades. De momento estamos aquí, rodeados de lo de cada año por esta consumista época navideña. Quizá sea un buen momento para recordar lo que un psicólogo japonés de una gran multinacional les dice a los empleados:
“Todo lo que no hace falta, sobra”
Que 2008 os sea leve.
Evaristo
Terrassa, 19 de diciembre de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario