Instintos básicos por caminos transversales
Entre dos
llanuras discurrió una etapa llena de instintos básicos, sentidos y
sentimientos, envuelta en paisajes variopintos aún sin las habituales nieblas, en
personas y en personalidades diversas. Entre la Plana d’Urgell y la Plana de
Vic se asoma la vida a cada etapa del GR3, por las que camina un grupo que es
refugio de refugiados, acogedor de formas de vida bastante adultas, bregadas
por el tiempo pasado, sometidas a las discusiones del presente y mirando a veces
a futuros inciertos. Instintos, instantes, sentidos y sentimientos conformarán
esas pinceladas personales que enmarcarán el cuadro pictórico entre Tàrrega y
Agramunt, un camino transversal para unir interiores goeográficos con
bifurcaciones de otros GR.
Farándula
Recuerdos
intensos de vivencias teatrales brotan de la memoria cuando las calles y la
Plaça Major de Tàrrega aún se desperezan, sin gente y sin percibir el pulso de esa
vida rutinaria que solo cambia unos días al año, cuando actores y actrices
desenmascaran otras realidades y te hacen enfrentarte a esa otra capa de tu
disfraz diario. Los espacios tienen vida en la memoria y el teatro es vida. Un
homenaje a tantas personas que han facilitado tantos momentos y tan intensos. Sentidos a flor de piel.
Mundos imaginarios en directo. Otras vidas y otras artes que nos han obligado a
pensar diferente, a salir de la comodidad y de la zona de confort. ¿Cómo el
teatro habrá cambiado la mentalidad de estas gentes? La visión mercantil de la
ciudad y el sonido de las cajas registradoras (ya digitales) acogen la Fira de Tàrrega cada septiembre con
brillo metálico y artístico. Instantes inolvidables.
Instintos
También somos
instintos y los primarios están, aunque la educación y las normas sociales nos
los intenten amaestrar. Alguien repetía de nuevo que sin comida y bebida, nada.
Que no se nos olvide. Sin eso no hay estadios superiores. Nada más. Ese alguien
contaba apesadumbrado el fracaso de su instinto carnívoro al no poder acabar un
codillo alemán hace unos días. Ni con jarras de más de un litro de cerveza.
Sentimiento de culpa, frustración a su labrada capacidad de degustaciones
gastronómicas y libaciones de gran reserva. Uno ya no es lo que era. Y eso que
las verduras se dejaron para el final, por si aún quedaba sitio. O el instinto
maternal al salir de Tàrrega y pasar por encima de la A-2: hoy pronto pasarán
mis hijos por aquí. Y el sentido del olfato, ante la fábrica de aceite de los
alrededores, y otros olores que nos acompañaron durante el recorrido. Si
practicáramos más esa moda actual (y también vieja en el tiempo) de vivir el
momento presente con intensidad, cada percepción nos abriría a un mundo quizá
tan o más rico que tantas conversaciones como se cruzan entre personas que
caminan, higienizan el cerebro y hasta ponen a prueba el disco duro, como veremos.
Vistas
La vista para
ver la amplitud de la Plana d’Urgell, menos llana de lo que parece y con más
encanto de lo que aparenta. Ver el grupo muy estirado, mirar en lontananza y
contemplar tierras baldías, aradas, con cultivos llenos de hojas marchitas,
aunque el otoño en los árboles parezca que se retrasa, y eso a pesar de la
ausencia de lluvias. Y no ver a personas
que no están presentes en esta etapa: incógnitas en algunas ausencias,
convalecencias diversas. Recordarlas con la imaginación también es verlas.
La vista que
se dirige al Hostal del Bosc en un cruce de caminos apto para reagruparse,
esperar, dejar paso a un coche e imaginarse cómo sería el discurrir de
carruajes y de tartanas en otros tiempos. Eufemismos en el nombre: ¿y el bosque?. Ahora sin él. Imaginarse antiguos esplendores hospitalarios de esas puertas y
ventanas tapiadas del antiguo hostal. Donde antes hubo vida, hoy hay
apariencias, soledad y decrepitud. Si las paredes hablaran, ¿qué contarían? Ver
fantasmas arquitectónicos consumidos por la decadencia del abandono. Y
acercarse poco a poco a un núcleo habitado aunque apenas veas a nadie.
Recuperaciones
Parada en la
zona deportiva de Altet (en la ruta del mismo nombre, según reza el cartel indicador),
entrada por el camí de la Font, una de las primeras casas de nombre “Cal
Nostramo”: colores, letreros, símbolos, denuncias, reivindicaciones, instalaciones
deportivas, botas, botes, bocadillos, galletas, frutas, cafés, envoltorios,
bolsas, frutos, dulces, descanso. Todo con vistas a posibilidades deportivas
sin practicantes. Recuerdos de épocas en que la actividad prevalecía y jugar
era vivir. Campo vacío, porterías sin goles, barbacoa cubierta de hojas secas y
piscina sin bañistas. Mientras, a alguien que recuperó tantas fuerzas el asueto le cansa. Hay que partir por una
senda al lado de granjas “de señoritos y señoritas”, como se les reconoce en
otros lares a esos porcinos que nacen en
otro país europeo por inseminación artificial, los traen aquí para engordar y
que nos dejen los purines, olores y abonos y los vuelven a llevar allá para el
despiece y consumo. La trazabilidad viajera da y deja dinero a muchos.
Horizontes
El instinto
de huir de los fuertes olores animales tiene sus límites. Contener la
respiración durante mucho rato no es fácil. Luchar por momentos contra el acto
reflejo de respirar para subsistir solo está al alcance de la GRmana que se
entrena con técnicas de relajación y es capaz de rebasar la barrera de los
cinco minutos seguidos debajo del agua sin respirar. Seguro que esta vez le fue útil para reducir el impacto de los
purines y abonos diversos durante todo el
recorrido. Cuadras, granjas, cobertizos con paja, instalaciones para la hípica
y mucha maquinaria moribunda, desvencijada, abandonada: museos al aire libre
para conocer la evolución de la técnica aplicada a la agricultura.
Incógnitas:
en un descampado se observa la estructura metálica que sujeta una canasta de
básket, en terreno no propicio para la práctica de este deporte. Otro guiño a
tiempos mejores.
Claravalls es
otro lugar de paso, con una plaza en la que hay una fuente, una ermita y una
cruz de término gótica. Gatos al sol, la quietud del bucolismo, el paso del
tiempo y del senderista por el que también pasan los años. Mientras, el
instinto de unos perros encerrados en una alambrada que ladran a quien pasa, el
cementerio austero con paredes altas, la ermita del Sagrat Cor en un cruce de
caminos, las placas de producción de energía solar y el avistamiento a lo lejos
de los ríos artificiales e interiores causantes de la riqueza agrícola: porngamos
que nos refereimos al canal d’Urgell.
Calabazas
El término de
Santa Maria de Montmagastrell fue testigo de ese instinto de tomar prestado
algo. Observar calabazas aparentemente olvidadas, acariciarlas, extasiarse ante
su color y tamaño, valorar su peso e imaginárselas en un buen puré mejor que en
celebraciones modernas de difuntos. Aquella tierra y aquel payés no se
opusieron a que algunas mochilas se expusieran a ese sobrepeso que castiga la
espalda. Ellas, tan suaves, húmedas, doradas o amarillentas, alargadas,
símbolos también de fracasos en el rendimiento académico o amoroso.
Todo gracias
al agua que discurre por el canal y al esfuerzo humano. El mismo que años ha
tuvo que hacer GRMANIA para avisar a los agentes forestales y lanzarse a la
salvación de un zorro que había caído al agua y no podía salir. El instinto de
salvar y de salvarse. El mismo que esa
perdiz moribunda a los pies del grupo de cazadores en la otra orilla, acosada
por los perros mientras le desaparecía el último hálito de vida. Cazar o ser
cazado, he ahí otro sentido vital que nos rodea y nos afecta en muchos órdenes.
El canal y el
camino van paralelos, con estanques y pequeños lagos laterales, algunas
esclusas para facilitar el agua a otros canales, lejanos puentes y pocas marcas
blancas y rojas.
Pronto, las
ruinas de la ermita de Almenara, cercana a un tractor que desata hipótesis
entre los desconocedores caminantes sobre qué práctica agraria lleva a
cabo. La fuerte subida conduce a una de
las cien cimas de Catalunya: el pilar de Almenara (434 metros), torre de
defensa del siglo XI con el instinto de ascender y deleitarse con vistas
panorámicas. Y con el autocar a la vista. La bajada condujo hasta Agramunt por
una amplia pista, masías enormes y la población del destino final allá al fondo. Mientras, la percepción de los
lapsus de memoria. Ímprobos esfuerzos
por recordar una ciudad francesa y tener que esperar hasta la hora siguiente
para que el disco duro hiciera el oportuno rastreo.
Dulces
La espera, la
orientación, la búsqueda y el encuentro en el bar del Pavelló conformó otro
relato con final dulcemente feliz.
Aunque hubo quien, solo de entrada, suscitó cierto desagrado en la persona que nos
atendía en las mesas cuando le inquirió: “A ver si espabilas”. Menos mal que se
recondujo la situación y todo fueron facilidades para agrupar mesas, festejar aniversarios diversos y sonreír con
mucha amabilidad. Los postres cada vez son más largos que las comidas. Cada
“sexigenario” es un reto, en un pueblo con olores a turrones diversos. Allí al
lado, la ya clausurada feria del turrón. Más allá, el museo del turrón y del
chocolate. Hasta hubo quienes le prestaron un plan de marketing adaptado al
momento presente al dueño de turrones Vicenç para evitar los injustos boicots
de compra que algún desalmado le pudiera hacer a tan insigne manjar: “Turrones Vicente de
Agramonte”. El dulce, el chocolate, el limoncello, el postre casero o
industrial: para satisfacer instintos básicos.
Mientras un
grupo se entregaba a ese otro instinto del estiramiento, uno se da cuenta de
que en este día se consumieron muy pocos minutos a darle vueltas al gran tema
del momento. Total, si es uno de los mejores ejemplos también del instinto, del
instante, del sentido y de los sentimientos. Como diría el añorado Eduardo Haro
Tecglen: “¡Qué estafa!”
Al final
estas líneas solo servirán para recordar algo de lo ocurrido entre dos
puntos de la presente etapa del GR3:
entre Tàrrega y Agramunt. Es el paso del tiempo, con algunos pensamientos
ajenos. El primero, dicho hoy por alguien querido, admirado y cercano:
*”Estoy
viviendo en tiempo de descuento” (Pepe Hervás).
* Tiempo es la medida del movimiento entre dos
instantes.” (Aristóteles)
* “Recordar es la única manera de detener el tiempo.” (J. Seifert)
* "El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos." (H.F. Aimel)
* "Con el paso del tiempo nos hacemos más viejos, pero no es el tiempo ni la edad la que cuenta, si no las experiencias que con ella ganamos" (Anónimo)"
* "El tiempo no se mide por el paso de los años, sino por lo que uno hace, lo que se siente, y lo que uno logra" (Proverbio)
* “Recordar es la única manera de detener el tiempo.” (J. Seifert)
* "El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos." (H.F. Aimel)
* "Con el paso del tiempo nos hacemos más viejos, pero no es el tiempo ni la edad la que cuenta, si no las experiencias que con ella ganamos" (Anónimo)"
* "El tiempo no se mide por el paso de los años, sino por lo que uno hace, lo que se siente, y lo que uno logra" (Proverbio)
Evaristo
1/11/2017