miércoles, 1 de noviembre de 2017

GR 3, etapa 2 de GRMANIA entre Agramunt y Tàrrega

Instintos básicos por caminos transversales

Entre dos llanuras discurrió una etapa llena de instintos básicos, sentidos y sentimientos, envuelta en paisajes variopintos aún sin las habituales nieblas, en personas y en personalidades diversas. Entre la Plana d’Urgell y la Plana de Vic se asoma la vida a cada etapa del GR3, por las que camina un grupo que es refugio de refugiados, acogedor de formas de vida bastante adultas, bregadas por el tiempo pasado, sometidas a las discusiones del presente y mirando a veces a futuros inciertos. Instintos, instantes, sentidos y sentimientos conformarán esas pinceladas personales que enmarcarán el cuadro pictórico entre Tàrrega y Agramunt, un camino transversal para unir interiores goeográficos con bifurcaciones de otros GR.

Farándula

Recuerdos intensos de vivencias teatrales brotan de la memoria cuando las calles y la Plaça Major de Tàrrega aún se desperezan, sin gente y sin percibir el pulso de esa vida rutinaria que solo cambia unos días al año, cuando actores y actrices desenmascaran otras realidades y te hacen enfrentarte a esa otra capa de tu disfraz diario. Los espacios tienen vida en la memoria y el teatro es vida. Un homenaje a tantas personas que han facilitado tantos momentos  y tan intensos. Sentidos a flor de piel. Mundos imaginarios en directo. Otras vidas y otras artes que nos han obligado a pensar diferente, a salir de la comodidad y de la zona de confort. ¿Cómo el teatro habrá cambiado la mentalidad de estas gentes? La visión mercantil de la ciudad y el sonido de las cajas registradoras (ya digitales)  acogen la Fira de Tàrrega cada septiembre con brillo metálico y artístico. Instantes inolvidables.

Instintos

También somos instintos y los primarios están, aunque la educación y las normas sociales nos los intenten amaestrar. Alguien repetía de nuevo que sin comida y bebida, nada. Que no se nos olvide. Sin eso no hay estadios superiores. Nada más. Ese alguien contaba apesadumbrado el fracaso de su instinto carnívoro al no poder acabar un codillo alemán hace unos días. Ni con jarras de más de un litro de cerveza. Sentimiento de culpa, frustración a su labrada capacidad de degustaciones gastronómicas y libaciones de gran reserva. Uno ya no es lo que era. Y eso que las verduras se dejaron para el final, por si aún quedaba sitio. O el instinto maternal al salir de Tàrrega y pasar por encima de la A-2: hoy pronto pasarán mis hijos por aquí. Y el sentido del olfato, ante la fábrica de aceite de los alrededores, y otros olores que nos acompañaron durante el recorrido. Si practicáramos más esa moda actual (y también vieja en el tiempo) de vivir el momento presente con intensidad, cada percepción nos abriría a un mundo quizá tan o más rico que tantas conversaciones como se cruzan entre personas que caminan, higienizan el cerebro y hasta ponen a prueba el disco duro, como veremos.

Vistas

La vista para ver la amplitud de la Plana d’Urgell, menos llana de lo que parece y con más encanto de lo que aparenta. Ver el grupo muy estirado, mirar en lontananza y contemplar tierras baldías, aradas, con cultivos llenos de hojas marchitas, aunque el otoño en los árboles parezca que se retrasa, y eso a pesar de la ausencia de lluvias. Y no ver  a personas que no están presentes en esta etapa: incógnitas en algunas ausencias, convalecencias diversas. Recordarlas con la imaginación también es verlas.
La vista que se dirige al Hostal del Bosc en un cruce de caminos apto para reagruparse, esperar, dejar paso a un coche e imaginarse cómo sería el discurrir de carruajes y de tartanas en otros tiempos. Eufemismos en el nombre: ¿y el bosque?. Ahora sin él. Imaginarse antiguos esplendores hospitalarios de esas puertas y ventanas tapiadas del antiguo hostal. Donde antes hubo vida, hoy hay apariencias, soledad y decrepitud. Si las paredes hablaran, ¿qué contarían? Ver fantasmas arquitectónicos consumidos por la decadencia del abandono. Y acercarse poco a poco a un núcleo habitado aunque apenas veas a nadie.

Recuperaciones

Parada en la zona deportiva de Altet (en la ruta del mismo nombre, según reza el cartel indicador), entrada por el camí de la Font, una de las primeras casas de nombre “Cal Nostramo”: colores, letreros, símbolos, denuncias, reivindicaciones, instalaciones deportivas, botas, botes, bocadillos, galletas, frutas, cafés, envoltorios, bolsas, frutos, dulces, descanso. Todo con vistas a posibilidades deportivas sin practicantes. Recuerdos de épocas en que la actividad prevalecía y jugar era vivir. Campo vacío, porterías sin goles, barbacoa cubierta de hojas secas y piscina sin bañistas. Mientras, a alguien que recuperó tantas fuerzas  el asueto le cansa. Hay que partir por una senda al lado de granjas “de señoritos y señoritas”, como se les reconoce en otros lares a esos porcinos  que nacen en otro país europeo por inseminación artificial, los traen aquí para engordar y que nos dejen los purines, olores y abonos y los vuelven a llevar allá para el despiece y consumo. La trazabilidad viajera da y deja dinero a muchos.

Horizontes

El instinto de huir de los fuertes olores animales tiene sus límites. Contener la respiración durante mucho rato no es fácil. Luchar por momentos contra el acto reflejo de respirar para subsistir solo está al alcance de la GRmana que se entrena con técnicas de relajación y es capaz de rebasar la barrera de los cinco minutos seguidos debajo del agua sin respirar. Seguro que esta vez  le fue útil para reducir el impacto de los purines y abonos  diversos durante todo el recorrido. Cuadras, granjas, cobertizos con paja, instalaciones para la hípica y mucha maquinaria moribunda, desvencijada, abandonada: museos al aire libre para conocer la evolución de la técnica aplicada a la agricultura.
Incógnitas: en un descampado se observa la estructura metálica que sujeta una canasta de básket, en terreno no propicio para la práctica de este deporte. Otro guiño a tiempos mejores.
Claravalls es otro lugar de paso, con una plaza en la que hay una fuente, una ermita y una cruz de término gótica. Gatos al sol, la quietud del bucolismo, el paso del tiempo y del senderista por el que también pasan los años. Mientras, el instinto de unos perros encerrados en una alambrada que ladran a quien pasa, el cementerio austero con paredes altas, la ermita del Sagrat Cor en un cruce de caminos, las placas de producción de energía solar y el avistamiento a lo lejos de los ríos artificiales e interiores causantes de la riqueza agrícola: porngamos que nos refereimos   al canal d’Urgell.

Calabazas

El término de Santa Maria de Montmagastrell fue testigo de ese instinto de tomar prestado algo. Observar calabazas aparentemente olvidadas, acariciarlas, extasiarse ante su color y tamaño, valorar su peso e imaginárselas en un buen puré mejor que en celebraciones modernas de difuntos. Aquella tierra y aquel payés no se opusieron a que algunas mochilas se expusieran a ese sobrepeso que castiga la espalda. Ellas, tan suaves, húmedas, doradas o amarillentas, alargadas, símbolos también de fracasos en el rendimiento académico o amoroso.
Todo gracias al agua que discurre por el canal y al esfuerzo humano. El mismo que años ha tuvo que hacer GRMANIA para avisar a los agentes forestales y lanzarse a la salvación de un zorro que había caído al agua y no podía salir. El instinto de salvar y de salvarse.  El mismo que esa perdiz moribunda a los pies del grupo de cazadores en la otra orilla, acosada por los perros mientras le desaparecía el último hálito de vida. Cazar o ser cazado, he ahí otro sentido vital que nos rodea y nos afecta en muchos órdenes.
El canal y el camino van paralelos, con estanques y pequeños lagos laterales, algunas esclusas para facilitar el agua a otros canales, lejanos puentes y pocas marcas blancas y rojas.
Pronto, las ruinas de la ermita de Almenara, cercana a un tractor que desata hipótesis entre los desconocedores caminantes sobre qué práctica agraria lleva a cabo.  La fuerte subida conduce a una de las cien cimas de Catalunya: el pilar de Almenara (434 metros), torre de defensa del siglo XI con el instinto de ascender y deleitarse con vistas panorámicas. Y con el autocar a la vista. La bajada condujo hasta Agramunt por una amplia pista, masías enormes y la población del destino final allá  al fondo. Mientras, la percepción de los lapsus de  memoria. Ímprobos esfuerzos por recordar una ciudad francesa y tener que esperar hasta la hora siguiente para que el disco duro hiciera el oportuno rastreo.

Dulces

La espera, la orientación, la búsqueda y el encuentro en el bar del Pavelló conformó otro relato con final dulcemente feliz.  Aunque hubo quien, solo de entrada,  suscitó cierto desagrado en la persona que nos atendía en las mesas cuando le inquirió: “A ver si espabilas”. Menos mal que se recondujo la situación y todo fueron facilidades para agrupar mesas,  festejar aniversarios diversos y sonreír con mucha amabilidad. Los postres cada vez son más largos que las comidas. Cada “sexigenario” es un reto, en un pueblo con olores a turrones diversos. Allí al lado, la ya clausurada feria del turrón. Más allá, el museo del turrón y del chocolate. Hasta hubo quienes le prestaron un plan de marketing adaptado al momento presente al dueño de turrones Vicenç para evitar los injustos boicots de compra que algún desalmado le pudiera hacer  a tan insigne manjar: “Turrones Vicente de Agramonte”. El dulce, el chocolate, el limoncello, el postre casero o industrial: para satisfacer instintos básicos.

Mientras un grupo se entregaba a ese otro instinto del estiramiento, uno se da cuenta de que en este día se consumieron muy pocos minutos a darle vueltas al gran tema del momento. Total, si es uno de los mejores ejemplos también del instinto, del instante, del sentido y de los sentimientos. Como diría el añorado Eduardo Haro Tecglen: “¡Qué estafa!”

Al final estas líneas solo servirán para recordar algo de lo ocurrido entre dos puntos  de la presente etapa del GR3: entre Tàrrega y Agramunt. Es el paso del tiempo, con algunos pensamientos ajenos. El primero, dicho hoy por alguien querido, admirado  y cercano:

*”Estoy viviendo en tiempo de descuento” (Pepe Hervás).
* Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes.” (Aristóteles)
* “Recordar es la única manera de detener el tiempo.” (J. Seifert)
* "El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos." (H.F. Aimel)
* "Con el paso del tiempo nos hacemos más viejos, pero no es el tiempo ni la edad la que cuenta, si no las experiencias que con ella ganamos" (Anónimo)"
* "El tiempo no se mide por el paso de los años, sino por lo que uno hace, lo que se siente, y lo que uno logra" (Proverbio)


Evaristo
1/11/2017







1 comentario:

Maria dijo...

Como siempre ... un placer leer tus crónicas!!!