Perfiles ópticos por tierra adentro
“¿Sabes que tengo pretendientes?”, fue la frase-sorpresa inicial, escuchada por alguien caminante, nada más empezar la etapa, con el autocar aún en marcha, a pocos metros de un hotel denominado como la ruta que se recorre: hotel GR 92 en Torroella de Montgrí. Es evidente que ni se dice su autoría, perteneciente al grupo, ni se explica el contexto. En todo caso, enhorabuena por los éxitos. Y más con una cierta envidia si se compara con la asistencia a la presente etapa, final de temporada. Pasará a la historia, no por los pretendientes que pudieran haber para asistir, que son muchos en la lista, sino con quienes se apuntaron y acudieron. Nunca tan poco personal participó en la despedida de un curso andarín. Como para pensar y extraer conclusiones. Cifras postpandemia.
Las alarmas volvieron a saltar. Las razones de las ausencias no se preguntan. El muro de las lamentaciones escucha, acoge y comprende. Desde el respeto máximo, se elucubraron supuestos motivos, con la posibilidad de acertar o no. Son tiempos de cambios, edades, lesiones, achaques, recuperaciones, viajes, compromisos, urgencias, propuestas y prioridades. Puede que vayamos a menos pero vamos, que ya es mucho: siempre que haya un mínimo público. Esta vez, muy mínimo.
También se habló de subir la cuota de cada salida, no congelada, sino inamovible desde sus orígenes.
Poca asistencia a una etapa que discurrió entre Torroella de Montgrí y Begur. Con las dos opciones habituales: etapa A y etapa B. Quizá la solución a este estado de la cuestión la aporte el nombre del bar que nos acogió al finalizar la etapa, en Palafrugell. Curioso nombre que aparecerá más adelante. Sin olvidar la actitud de quienes te sirven en algunas barras y terrazas. Todo un positivo ejemplo de gentes venidas de otros territorios. Nos pueden enseñar que la amabilidad y la profesionalidad siguen siendo posibles y compatibles.
Intentaremos definir esos perfiles ópticos del horizonte, de un paisaje que discurría con la vigilancia del castillo de Montgrí allá arriba, después el Montplà, más allá les Medes, playas, la desembocadura del Ter, imaginarios y reales arrozales cercanos a Pals (en proceso de salinización), la llanura agrícola, las antiguas casas bunker de piedra y gentes variopintas en un territorio cool, guay, que se cotiza entre sectores más contemplativos que lo entienden como el Edén para el descanso, el turismo y el “retirarse del mundanal ruido”. Todo cerca de la línea de la costa pero por tierra adentro, por el parc natural dels Aiguamolls de l’Empordày alrededores.
Miradas
Si el hotel del inicio animaba y verificaba con su nombre, la iglesia de Torroella asomaba con su torre mientras el camino descendía por el Passeig de Catalunya hasta llegar al río Ter, con el monumento “Torroella als Montgrins 1984” en medio. Más repetición monocorde de símbolos, trapos, pintadas, marcas, en medio de direcciones útiles, clínicas dentales al lado de panaderías y pastelerías (curiosas interrelaciones), museo de la Mediterrània Can Quintana, administraciones de fincas, inmobiliarias y ese letrero publicitario en medio que parecía que entonaba con el conjunto gráfico de luchas casi olvidadas: “Revolucionem…” (aclaración: pertenecía a una compañía telefónica). La mirada etnográfica que enseña, define y retrata. Ahí queda reflejada.
El paisaje humano aún no había despertado, con bares que preparaban las terrazas. Más abajo ya se olía a la madera quemada del asador Bou, muy frecuentado por gentes de la zona, con largas esperas en los momentos centrales de bastantes días. Más allá, al lado de un conocido supermercado, la cara de la persona política más famosa del pueblo estaba serigrafiada en una pared. Protagonista de luchas, ideales, detenciones y supuestas libertades. Al lado, uno de los puentes que más colas provocan en verano. Por debajo, las aguas del Ter se dirigen hacia la desembocadura.
Familias de patos se entretenían con sus crías pequeñas que nadaban por aguas en las que no volverán a bañarse, en su discurrir a la gola del Ter. El místico y filósofo jónico Heráclito ya lo expuso en su momento: no nos podemos bañar dos veces en el mismo río; nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en ese río y en el que se baña, nuevas aguas corren siempre sobre ti. Frases con miradas más amplias gracias a compensaciones de Confucio: “Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acostumbrarse a constantes cambios”. Como esas aguas. Y que no desaparezcan por sequías y cambios climáticos, negados ahora por innombrables que vuelven a cabalgar sobre caballos de los que nunca se han apeado.
Son algunas miradas urbanas antes de acceder a espacios campestres señalizados, paralelos o cercanos al río, con villas medievales históricas, pequeños núcleos con muchas capas de existencias en entornos agrícolas y ganaderos. Hoy el turismo expansivo llega a todas partes. Después de la droga y la prostitución-pornografía, la industria legal más grande del mundo se basa en pasearnos. El turista como unidad de consumo.
Aspectos
Las adelfas volteaban sus ramas gracias a la brisa matinal. Sus venenosas flores adornaban la ruta. Con pintadas al lado del río, composiciones lumínicas proyectadas por las vigas de puentes y su paso por debajo de la carretera (una señal limitaba a 1,80 metros la altura subterránea: los chasis humanos, ya encogidos, no ofrecieron resistencia), bicicletas matinales con saludos y buenos propósitos. Todas muy modernas excepto la muy vintage de un señor muy veterano que parecía ir a trabajar algún huerto. Cerca, Gualta. Antes, señalizaciones hacia el Castell Gala-Dalí, el poblat ibèric d’Ullastret y Girona. Tres propuestas para disfrutar en entornos culturales, con posibilidades de todo tipo en tierras por donde pasaron pueblos y dejaron sus rastros. Famoso su puente medieval sobre el río Daró, de los siglos XVI y XVII, de 60 metros de largo. En este pueblo, el Daró se junta con el Ter. Ahora pasan y pasean unos de aquí, algunos trabajadores de territorios lejanos, hay quienes se solazan y holgazanean porque pueden.
En Gualta también se encontraron restos ibéricos, en un pueblo con encanto, mástiles municipales ajenos a legalidades vigentes, un antiguo castillo de los Templarios, el molino del pueblo al parecer con paredes de esta fortaleza medieval, cosntruido en el siglo XVII por los Condes de Perelada. Se deduce que todo se relaciona. Memoria histórica de GRMANIA: ¿quién era la familia propietaria de aquella casa en la costa de Llançà, con tan aguerrido vigilante, en un entorno propiedad privada de gentes que aún no se olvidan de quién las aupó, con grandes ínfulas de poder ascendente hoy, con casino, viñas, músicas, festivales, saraos y poderes más o menos fácticos?
Propuestas de actividades aquí: por etapas la ruta dels Indiketes, circular, de 476 km por la dos comarcas de l’Empordà; seguir el rastro del Ter, en una ruta de más de 200 km; o pormenores más domésticos como vigilar el mosquito Tigre. Para culturas, comidas, ocios y negocios, el espacio cultural Mas Sorrer. Destacan por haber inventado una palabra: “Menjazz”: menjar+jazz. Además, disponen de infraestructuras para públicos concretos y selectos: l’Empordà Golf Club y el Pitch &Putt Gualba.
Antes de llegar al molino, en el ayuntamiento se difundía un cartel no demasiado creativo, válido para casi todo en esta vida: “Gaudir com sempre, prevenir com mai”. Se supone que cobraron por ello, todo para focalizarlo esta vez en esos dineros ruidosos y quemados bajo el nombre de petardos y similares.
Más allá, en un pequeño bar, tres mesas en la calle: unos deportistas desayunando en una, lugareños o foráneos en otra y una persona sola en una cercana a las dos anteriores. Mientras humeaba su cigarrillo y tomaba el café, su mirada parecía perdida en pensamientos que acompasaban las volutas del humo que se difuminaban y desaparecían. Quizá sus intereses se centraban en la situación actual, en aquellos lejanos recuerdos de su país africano, en presentes o futuros. Si hubiera habido tiempo, como para pararse a hablar un buen rato con él. Fue el único que respondió al “Bon dia” del caminante. Más allá, tampoco contestó un señor bien planchado y perfumado que salía de una casa con varios perros. Atento a los canes, no a las personas de paso que lo saludaban. Menos mal que, más adelante, un caballo en un cercado próximo al camino solo quería ser acariciado. Relinchaba para llamar la atención del transeúnte y del fotógrafo.
El decorado unilateral y monotemático llegaba hasta las señales de tráfico. Creatividad, la justa y muy facilona: “STOP repressió”, en amarillo, claro. Mientras, el perfil óptico que asomaba seguía siendo la línea del horizonte de Les Medes y el Castell de Montgrí. Más allá, la cima del camino, Puig La Font Pasquala, a 91 metros de altura, lugar de parada reconstituyente. Un sitio para pergeñar el mar, buscar los arrozales y situarse en dirección a Fontanilles y Palau-Sator. Próximos destinos.
Ópticas
El cromatismo de los campos cultivados, unos ya segados, cosechados; se extendían líneas dibujadas al natural: las composiciones geométricas de los fardos redondos de paja, los perfiles del gran cactus que definía verticalidades con sus brazos bien conducidos a lo largo de una fachada. Por el carrer Torrent pasaba una máquina de cosechar. Trabajar para vivir. Se cruzó con un todoterreno para el ocio, allí aparcado. Te hacía soñar con los destinos de las cuatro ruedas motrices: Dream Fontanilles, especialistas en 4x4. Tal cual, en terrenos llanos, con granjas adornadas por las grandes balas de hierba verde que forraban con plástico blanco. Colores, perfiles, olores y percepciones que le podrían suscitar al escritor y pensador Ramón de Campoamor la repetición de sus históricos versos: “En este mundo traidor,/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color /del cristal con que se mira”.
Casas de los siglos XVI y XVII, el paseo por el camino de Llabià, la compra de miel en una apícola afamada del pueblo, o higos confitados, frutas en almíbar, mermeladas. Todo se podría combinar (maridar, dirían los que saben más) con quesos. Un pueblo con casas rurales, iglesia del siglo X, castillo en ruinas y decoraciones luminosas como las flores de los granados que salpicaban los caminos.
Por estos lares parece ser que hubo interferencias dialécticas entre dos GRmanos, sin llegar a mayores. Después presumían de sus andanzas deslenguadas. Formaban parte de esos perfiles humanos de quienes se atreven a la espontaneidad, a desatar sus inconscientes, que falta nos hace a veces. Andar tiene sus permisividades. El inconsciente no te traiciona porque es un consciente compartido.
Pronto se presentaban dibujos de pies en el asfalto a la entrada de Palau-Sator, con una iglesia datada en 995, y una gran torre que llamaban “sa Tor”, sinónimo antiguo de Torre. Ópticas arquitectónicas medievales, con la Torre de las Horas a la entrada. Al final de sus 20 metros se colocó un reloj público, de ahí el nombre. Cerca estaba el Museu Rural del Mas Pou y dos antiguo bebederos (no, no eran bares).
El municipio lo formaban núcleos que después se presentarían cerca: Fontclara y Sant Feliu de Boada. A este último pertenece el restaurante en el que había una persona sentada en una mesa exterior, o en plan descanso o esperando, quizá alguna bebida. Era el restaurante Can Bach, con una carta de platos escrita en cinco lenguas. Una apuesta publicitaria en un entorno medieval. Zonas que parecen dormidas en el tiempo, con capas que invitan a descubrir los fondos de las formas.
Más allá, un grupo caminante que se concentró en la primera terraza y aprovechó para finalizar allí la etapa, con un aperitivo envidiado por quienes continuaron caminando. El marco incomparable de Pals parecía ser de un medieval muy cuidado, volcado al turismo, a souvenirs y a ofertas de todo tipo. Los arrozales quedaban eclipsados por visitantes ávidos de selfies, descubrimiento del núcleo medieval, torre románica del siglo XI, muralla, plaza Mayor, Museo de Arqueología, comida y bebida, descanso y consumo. Muchos vehículos con matrículas de otros países, oficinas inmobiliarias y, al fondo, un grupo de jóvenes uniformados que se dirigían en fila a la playa, dispuestos al vivac y a atreverse con las estrellas. A pesar de mezclarnos con ellos, imposible mimetizarnos. Y menos que respondieran a preguntas tópicas sobre a dónde iban. Menos mal los monitores.
Arenas
El entorno cambiaba a medida que se subía, ya en dirección al tramo final con llegada a Begur. Entre casas y urbanizaciones casi opacas, la arena era una dificultad añadida al intenso calor. Hubo quienes parecían más diestros por aquel espacio llamado “Camí de les Arenes”. Revivieron sus recientes hazañas turísticas en desiertos africanos, pasaron por territorios donde la maratón des sables dejó su impronta, en una de las carreras por etapas más duras del mundo. Desde 1986: 250 km por arena, 7 días, 6 etapas. Autosufiencia. Competitiva. Algunos fallecidos. Reglamento exigente. 3.190 euros la inscripción en 2023.
Con dificultades, arena en los pies, pérdida de tracción y adherencia, esfuerzos al sol y ganas de acabar, el Poni Park de Begur indicaba que disponían de caballos y que el final estaba cercano. Verificado después por el cartel autobombo: “Begur és autèntica”, “Es teu poble”. Si lo dicen las autoridades, pues eso. Entre sudores, escasez de agua y necesidad de cerveza, alguien revivió viejos tiempos mientras se dirigía al autocar. Se acordó de aquel tanga lucido en grupo en las playas del Garraf, de eso hace años. Elucubró sobre cómo estarían ubicadas las carnes y los colgajos ahora, dentro o fuera de tan diminuta tela.
Enseñanzas
La recuperación de fuerzas, en una terraza de Palafrugell, sirvió a quien aceptara el reto para homenajear internamente a personas que trabajan y sirven a los demás. En este caso, en bares sin postín ni reconocimientos publicitarios. Gentes que nos han atendido en L’Escala y aquí. Interculturales, de procedencia allende los mares. Y hay que decirlo: mujeres. Esta vez, con frases inimaginables por estas latitudes, dichas a todos los sexos posibles mientras te atendían: “guapo, guapa, rey, reina, cariño, mi ángel, mi corazón, mi amor”, todo con amplia sonrisa, dedicación y atenciones. Ellas alegraban la vida con su trabajo y actitud de servicio. Las jarras de cerveza tenían más sabor. Estábamos en un bar con nombre muy apto para el grupo: bar VENYVEN. Una denominación que parecía dirigirse a quienes faltaban en la etapa, muchas personas que echábamos de menos. Pretendientes que habían tenido la posibilidad de haber estado allí presentes. O sea: ¡ven y ven!
Para completar la temporada, en momentos en que a punto estaba de decidirse quién sería alcalde de la ciudad de Barcelona, se compartieron galletas TRIAS. Nunca se nos ocurrirá decirle a nadie la frase del aspirante mal perdedor (con apellido del mismo nombre que las citadas galletas) que poco después proclamó: “Que us bombín a tots”. En castellano también hiere los oídos: “Que os zurzan a todos”.
A modo de despedida, ya hasta la próxima temporada, busquemos ayuda externa. Acudamos otra vez a lo que dicen que dijo Confucio:
No importa cuán lento camines mientras camines
Evaristo
29/6/2023
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