sábado, 30 de marzo de 2024

Etapa 13 del GR 92 entre Vallgorguina y Llinars del Vallès

  Curiosear por cruces de historias y caminos con vistas

 

“¿Tú no curioseas cuando caminas?” interpelaba alguien en voz alta mientras pensaba en los juegos posibles y nuevas ideas con las posibles combinaciones entre  las palabras de esta frase,  solo con invertir o cambiar  términos y giros a tal  pregunta.  Los que salen pueden ser válidos si pasas por los sitios viendo,  preguntándote y documentándote antes o después. Escuchar a tu entorno andarín  para aprender, aunque con la edad el disco duro  a menudo está algo rayado, se encasquilla y cuenta lo mismo con otras palabras. Por educación, quien escucha sigue la conversación ya oída, aunque siempre haya nuevos matices, con ese toque creativo para rellenar el lapsus mental. Y así aparecen nuevas versiones de la misma historia. O sea, creatividad acrecentada por los años.

Al fin y al cabo, se decía, cuando alguien escribe sobre los pasos comunes es  también debido a las ganas de curiosear y perpetuar la experiencia compartida. Es el motivo de estas líneas después de tantos años. Y a seguir caminando y curioseando. “Vivir para contarlo”, en palabras del premio Nobel García Márquez. 

 

Retos

Sigamos practicando esto de plasmar curiosidades extraídas de las etapas, con ideas propias y ajenas. Y con frases a modo de incógnitas que despejaremos al final. El reto: saber de dónde han salido y cómo se relacionan estas  con la etapa: “Always next to you” o “Moving the world for you”(ante el don de lenguas de la mayoría, mejor no soslayar la ignorancia  personal con el traductor de Google: ¿a quién querrías engañar?). Y otra más fácil: “Mañana más y mejor”. 

Para empezar, qué decir de la historia del pueblo origen de la etapa del GR 92: de Vallgorguina a Llinars del Vallès con subida final a su primer castillo: en total 18,26 km y 627 metros de altura máxima. 5 horas y 49 minutos de esfuerzo, pasando por:

- Font de Can Pradell (2.5 km)
- Dolmen del Trull (4.4 km)
- Pedra de les Cadenes (5.0 km)
- Santuari del Corredor (6.4 km)
- Font del Grèvol (7.2 km)
- Coll de Ca l'Arenes (8.8 km)
- Puig Aguilar (9.7 km)
- Coll de l'Argila (10.4 km)
- Ermita de Sant Andreu del Far (11.7 km)
- Turó del Vent (14.0 km)
- Castell Vell (14.7 km)

A sus piedras nos remitía la historia de un lugar donde más de  3.000 personas del pueblo podrían recibir a caminantes como los de aquel día (no hubo tanta suerte: nadie). En el pueblo, bajo techo, el museo del bosque y de la pagesia. En el exterior, cómo no, el renombrado dolmen de Pedra Gentil y muchos más por aquellos lugares. Piedras donde las malas lenguas decían que a lo largo de los años  se habían organizado ceremonias de muchos tipos y condiciones. O sea, presuntas ceremonias (no sea que…). Masías historiadas: de can Vilar, de can Padrell de la Serra, iglesias que no podían faltar, ermitas, santuarios, etc. 

Como recibimiento, algo de ahora, la tienda que se vendía a sí misma como “Queviures d’avui” (mejor que  Teresa  lo autoproclame, que ante tanta historia puede levantar sospechas). O el paso de peatones donde bajó el personal. Viendo y pisando sus profusos colores con bandas rojas y blancas, alguien creyó que era un recibimiento inicial para GRMANOS/AS propensos a no verlos cuando tenían que seguir las señales del GR. Son esas curiosidades iniciales. Continuarán.

 

Inteligencias

Si con lo dicho se percibe ya que las neuronas sí que le funcionaban al personal, al empezar el recorrido oficial a pie en medio de los árboles aún sin hojas,  estos ofrecían las vistas de un bosque particular. Hileras de plataneros verticales, aún desnudos,  que abrían el paso protector con estampas que pronto quedarían cubiertas por hojas y plantas de ribera. Se taparían para regalar sombra a caminantes en los entornos de la riera. Es la sabia naturaleza.

Pronto, inevitable, como no podía ser menos, volvió a aparecer la inteligencia. En este caso la natural intentaba capturar la Artificial (IA). Y allí ya surgieron dudas sobre todo, hasta de si éramos nosotros quienes caminábamos, si estas letras las escribiría la IA. Como por allí merodeada nuestro excelente poeta, también le tocó recibir presuntas dudas a su no presunta gran valía. Pero en estos casos, seguro que la IA de momento no le ayudaba: ella  juntaría las palabras en segundos y a gusto de quien las leyera. Pero en todo caso, el poeta las olería con más tacto y verdadera emoción subjetiva e interior, con esas connotaciones y denotaciones profundas a las que la IA de momento no llega ni por asomo. 

De pronto, la naturalidad estuvo en la primera subida. Ascensión sostenida. Arriba, ropas fuera. Alguien dijo que este era un sudor de salud (y no otros en momentos de todo tipo, no solo placenteros sino también finales). Al lado, el restaurante “El Paller de Can Pradell” (cuidan el negocio, aviso en cartel: prohibido entrar comida y bebidas al recinto). Curiosidades en un adjetivo de la dirección postal: c/ Diseminado Can Pradell Serra, 1. Vallgorguina. Quienes lo han visitado dicen que te reciben con una sonrisa, como si fueras parte de la familia. Y si a su inteligencia gastronómica le añades los productos cocinados en las brasas, ¡buen provecho!

Las aplicaciones que conducen a caminantes detectaron un dolmen antes de llegar al santuario del Corredor. Historias de enterramientos y construcciones en continuos cruces de caminos, unos dólmenes restaurados como el de Pedra Gentil (por el dueño de la finca donde se ubica) y otros con piedras con las que tu inteligencia natural ha de representar el qué, el quién, el cómo y el para qué. El dónde no porque estaba a tu lado. Era el dolmen del Trull. Los mapas situaban más. Hubo quienes veían agrupaciones de piedras al lado del camino.  O veían uno más o sospechaban que los usos de las piedras podían ser varios. 

Mientras,  lo eléctrico se impone. Ciclistas con máquinas tiradas por energías humanas y no humanas descubrían curiosidades: la de quienes compartían que sus cuerpos aún tiraban de hierros añejos con cadena y pedales y donde pararse a descansar y a sudar salud era lo más natural y necesario. No la artificialidad con cargas, luces, motores, baterías y artilugios que no engañan cuando intentas curiosear al ver algunos cuerpos tan “deportivos” que a veces se ven en la obligación de arrastrar. 

 

Disidencias

Más cruces, senderos, subidas y al fondo, ya arriba, en una dirección la Creu de Rupit y en la contraria el santuari del Corredor, en la sierra del Corredor, Parque Natural del Montnegre i El Corredor. De los 222 metros de altitud de  Vallgorguina a los 633 de aquí. Explanadas, edificio religioso del siglo XVI, adosado a la casa de quienes se encargan del recinto (masovers),   perteneciente a la población de Dosrius. 

Al parecer, los lunes de Pascua se organizan actos colectivos con devoción. Bar-restaurante en el patio interior. Cómo no, ciclistas electrificados que parecían recuperar fuerzas (se supone que programaron la bicicleta para gastar algunas: este caro artefacto dicen que también es inteligente) y una escena para la disidencia, apta para posibles y futuras inspecciones de salud. Un perro desde el exterior introducía la cabeza por una ventana abierta a una zona interior (podía ser la cocina) y conseguía recompensas gastronómicas  de quien se suponía que manipulaba alimentos y era personal del restaurante. 

Fuera, debajo de la arboleda, piedras de posibles dólmenes (o no) acogían las posaderas de comensales grmanos. A tan poco personal le sobró con  el sol y sombra de una encina. Lejos, alguien solitario observaba al grupo. También parecía como si fuera un  disidente pero ocupando su lugar en el mundo, al fondo a la izquierda. Disfrutar de la soledad también es un privilegio. El deporte andarín y ciclista tiene momentos para todo.

Nada más arrancar, foto de grupo. Por necesidades del guion que marcaba el visor fotográfico, la primera fila tuvo que doblar las rodillas. La expectación estaba en si se escucharían los crujidos de huesos al levantarse, ajuste de prótesis en personal donde el crujir es sinónimo de posibles rehabilitaciones, resonancias, TACs y otras artes médicas reconstituyentes. 

 

Ruinas

De bajada, sorteando más cruces de caminos, la gran  área de recreo El Corredor, una zona de asueto que  acogía mesas, espacios para aparcar , picnic y demás servicios. 

Mientras los caminos se llenaban de conversaciones diversas, unas para curiosear hasta donde se pudiera, gentes caminando no existían y las rutas seguían abiertas a maquinaria variada, en su mayoría motorizada. La flor amarilla de la colza coloreaba la explosión de una naturaleza que ya estaba en la ebullición primaveral.  Con letreros financiados por la Diputación: “camps sembrats i pastures, circuleu per camins”. Por esos caminos abiertos a horizontes marcados por las líneas del Montsey, amagos de urbanizaciones dispersas, casas aisladas o  de colonias y, pronto, una ermita que no parecía ser solo el motivo de tanto tráfico. Más razones:  urbanizaciones, bares y restaurantes ocasionaban tanto movimiento con conductores de todos los colores. 

Allí aparecía la parroquia de Sant Andreu d’Alfar, iglesia del siglo XVII del núcleo llamado El Far o Alfar, donde se veían poblamientos urbanizados, abrevaderos y comederos diversos. También, una plegaria a Jesús: Pare Nostre. El personal se sobrepuso  a las tentaciones cerveceras y se siguió  ladeando   en paralelo a la carretera.

Más ruinas, restos del poblado ibérico de Turó del Vent. Menos mal los avisos de los navegadores. Sin  letreros visibles, pasan desapercibidos aún más sus huellas arquitectónicas, incompletas en sus excavaciones, del siglo IV a. C.: silos, murallas de gran grosor y alguna habitación entera. Y lección sobre el terreno de quien sabe de arqueología.

Pronto, separación de grupos y, antes, acceso a otras ruinas: primero, la casa de colonias de Castell Vell (masía del siglo XI, restaurada en 2010), subida a 400 metros para ver el Castell del Far. Al parecer, hecho sobre escombros ibéricos y romanos, en torno al siglo IX o X, al este de Can Bordoi. Formaba parte del sistema defensivo del condado de Barcelona. En 1448 un terremoto lo derrumbó y quienes lo habitaban construyeron una nueva fortaleza en nuestro fin de trayecto, Llinars del Vallès: el Castell Nou. Son esas curiosidades que facilitan el caminar y consultar a quien sabe con atenciones diversas. 

La perspectiva desde los 400 metros de altitud se definía por el pueblo final de etapa, el ruido del intenso tráfico por la gran arteria de cemento y unos entornos arbóreos por donde una senda muy sombreada conduciría hasta el paso por debajo de esos puentes de autopistas y líneas férreas de alta velocidad. Un camino a cubierto, protegido del ruido de la civilización, serpenteante y que te dejaba a los pies de los productos humanos más variopintos.

 

Respuestas

Las mejores respuestas a veces aparecen al final  en una terraza, con comidas y bebidas delante. “Mañana más y mejor” era la gran  frase frontal del bar que nos acogió en una plaza de Llinars del Vallès. Su amplia terraza, con un servicio amable y muy eficaz, sirvió grandes copas de cerveza con frases del tipo: “Voy a beberme el mundo”, mientras te mojabas el gaznate con productos cerveceros. Hubo quienes le dieron a otros líquidos: leche, vino, etc. Anuncios bien visibles como “esmorzars amb un parell de ous” (dibujados) o “entrepans de pa cruixent”(palabra en forma de bocadillo” aportaban ese toque de creatividad fácil. O “disfrutabas” del potente ambientador del lavabo: al otro lado de la pared el olor a fritanga lo traspasaba todo.

Ante el próximo Día del Padre, un grupo de padres  se quisieron confabular con  la suerte y compraron números para un sorteo. El azar no los acompañó. Sí que lo hizo el mini autobús casi “del silencio” que transportó al reducido  grupo de esta etapa. Con un habitáculo nuevo,  pequeño, no demasiado cómodo, invitaba a callar para evitar el cruce de unas conversaciones fáciles de seguir y quizá tendentes a molestar.    

Por curiosidad, la marca japonesa del carruaje significa “50 campanas”. Sus lemas empresariales son aquellas frases en inglés del principio. Siempre a tu lado. Moviendo el mundo para ti. Unos principios también  válidos para caminantes activos en medio de ruinas, piedras y  cruces por caminos diversos,  con buenas vistas. Ahora a pie, con el sano sudor fruto del esfuerzo personal, sin el apoyo de hibridaciones eléctricas. 

 

Después de tanta palabrería, tanta curiosidad se puede rematar con la cita de uno de los libros fundamentales de la civilización china, titulado “Tao Te King”, atribuido a Lao-Tse:

 

Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones del silencio,

o tan beneficiosas como los frutos del no interferir.

Pocos en el mundo llegan a comprenderlo.

 

 

Evaristo

30/3/2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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