sábado, 11 de noviembre de 2006

Bruguera 2006

La presentación de Eva y la ascensión al Balandrau, en un picante encuentro anual en Bruguera


Tres generaciones distintas se reunieron en la ya tradicional convocatoria anual de Bruguera 2006. Tres franjas de edades entre las que ya se comenzaba a pergeñar la línea sucesoria de este proyecto de GRMANIA que, medio en broma medio en serio, ya va por el año once de su existencia. La presentación en sociedad de la nueva GRmana Eva García confirmó que esperanzas futuras de continuidad hay y que o seguirá siendo por la línea global y de mestizaje o no será. En Bruguera se cocinaron muchas cosas, se dijeron más y se observaron algunas curiosidades en torno a la tercera adolescencia de caminantes que consideran ya el otoño como si fuera una primavera más de sus vidas.
El Balandrau, las setas, las reflexiones a tumba abierta sobre GRMANIA, los cuerpos, las insinuaciones y la convivencia, he ahí lo más destacable de Bruguera 2006.

El Balandrau

La seriedad de este trabajo por proyectos que representa cada salida extra se vio cumplida cuando a las 14,45 horas del sábado 4 de noviembre trece personas hollaron la cumbre de 2584 metros de altura. Entre ellas, dos muchachos de 12 años. Y se confirmó más aún cuando a las 18,30 horas toda la expedición regresó sana y salva a sus coches en dirección a Bruguera. Los 3200 metros de desnivel salvados fue una victoria más que ya figura en el currículum de las expediciones especiales hacia objetivos concretos de alto valor: confirman que ha pasado un año más de vida con un pico menos que conquistar.
La estación de Ribes de Freser se ha convertido en el encuentro inicial de las huestes que vienen de Terrassa y las que proceden de Bruguera, donde durmieron la noche anterior. Allí, con planos diversos en la mano, se decidió a dónde ir y por dónde. Si bien una GRmana nos puso en bandeja una ruta posible que nos preparó el fin de semana anterior (gracias de verdad), la expedición agradeció el esfuerzo realizado pero consideró que en aquel momento sus cuerpos pedían más guerra con más desniveles y kilómetros.
El inicio discurrió por el camino que sale de la carretera de Ribes a Queralbs, en la central hidroeléctrica de Daió, senda ya andada el año pasado en su parte primera. Como que para llegar hay que empezar, así fue. En medio de bosques con hojas a punto de decorado de salvapantallas otoñal, con cascadas de esa agua que cada vez escasea más, entre piedras talladas por otras generaciones que las pisaron para otros fines laborales, con las huellas de aquellos ingenieros que le dan el nombre al camino y que dejaron la canalización de parte del agua hacia la central de Daió. Suave subida para tensar los músculos, coger la temperatura adecuada y despertar un estómago que pronto pidió sustancias comestibles. Y aquí también aparecieron las primeras insinuaciones.
Una dama, a los postres, alegó que se iba a comer un rosco, quizá el único del día; a lo que un caballero le respondió que suerte de ella que podía disfrutar de tamaña degustación. La respuesta se centró en las ventajas y la seguridad del rosco diario del casado, cosa no confirmada por el hombre en cuestión. La temperatura ya se caldeaba, y no es que hubiera calor exterior. La subida se empinaba por un camino que dejaba ver las siluetas de la alta montaña del Pirineo oriental. A medida que se ascendía aparecía la silueta del recorrido del agua canalizada y también esas montañas del Ripollès que, año tras año, vamos conquistando. El camino sirvió para repasar la actualidad mundial, con muchas pinceladas al mundo escolar (vicio propio de los de la tiza, versión antigua del moderno ratón), con paradas para juntar al grupo y bromear sobre las alturas y las bajuras.
Los prados alpinos enseñaron su césped a medida que el pino rojo iba quedando abajo. El excelente día descubría las consecuencias de los aludes de nieve en los árboles, lo bien cuidada que estaba la senda de los ingenieros y ese nuevo mundo que aparece al subir mientras desaparece en la lejanía aquel otro por donde hace poco pasamos. El discurrir del río Freser ponía el sonido de fondo cuando el agua caía en las pozas y formaba esos “gorgs” que pronto hivernarían helados hasta la primavera.
De los 1140 metros del principio ahora ya estábamos a 2100 metros. Por lo tanto, el albergue de Coma de Vaca estaba ahí, con placas solares y excursionistas en sus alrededores. Llegados a este punto, parecía que la cima del Balandrau estaba cerca. Espejismos que muestran las ganas de acabar. No estaba tan cerca. Tres notas alegraron el tramo final de ascensión: los corzos que saltaban y hacían monerías allí cerca, las figuras de hielo que se formaban a los lados del arroyo y la dama del hielo. Sí, una persona invitada que demostró la alegría que puede provocar algo tan frío. Tiempo al tiempo.
Después de la ascensión, vueltas y más vueltas, la expedición se acercaba a una cumbre que no llegaba nunca. Lo que sí nos empezaba a rodear era la niebla, unas grises cortinas que transformaban ya un bello paisaje en algo que podía ser fantasmagórico, donde podíamos ser desorientados fantasmas sin saber cómo bajar de allá arriba. A las 14,45 hollamos la cima del Balandrau. Desde allí el mundo se veía tapado por esa niebla que inquietó a la expedición y provocó temor. El punto geodésico testificaba que era verdad que estábamos en el Balandrau. Cerca había otro promontorio que dividía los términos de Tregurà y Queralbs, con un mapa de relieve para mentes despiertas.
La comida en medio de la niebla fue expectante por la inseguridad de la bajada y por las dos propuestas para bajar por caminos distintos. Mientras se aclaraba la bajada, hubo una dama que sólo estaba preocupada por saber dónde estaba la bota. Satisfecha quedó cuando la puso en vertical y le hizo olvidar esas cuestiones tan nimias de qué hacer si no sabemos por dónde vamos de regreso. Foto de rigor, café caliente de termo, dulce y bajada por el camino de subida para asegurarse que ya se conocía.

La moda casual, el destape y la dama del hielo

Ya de bajada, el sudor del esfuerzo convirtió en pasarela real un momento del camino. Un caballero, alegando que tenía calor, en un momento en que estaba rodeado de damas, se quitó prendas superiores dejando ver sus ahora ya públicas zonas medianas traseras. Aquello parecía la pasarela (no Cibeles), una forma de moda casual y no para enseñar si la prenda en cuestión era Unno, Uommo, Calvin Klein o M&M (Mercadillo de los Miércoles). Sus posaderas llamaron la atención y hasta hubo damas que estuvieron atentas por si en otro quiebro volvía a repetir el pase de moda de altura.
Con la temperatura ya elevada, intervino la dama del hielo. La invitada en cuestión se entretuvo en introducir trozos del frío elemento por la parte superior de la espalda. En su camino descendente quizá sería un buen refrigerante para momentos de alto voltaje. Así se divertía ella mientras las cabras pirenaicas la contemplaban con curiosidad. En ésas estaba cuando, al paso por una zona helada, nuestro modelo casual sufrió un resbalón y fue a dar con aquella nalga en el hielo. Suerte de la cartera en ese bolsillo. La VISA le salvó también de este aprieto y no pareció quedarle marcas. Él ya solicitaba masajes femeninos en esas zonas. Con la niebla al fondo y las gracias heladas de esa dama, la bajada fue más rápida de lo previsto.
Se despejó la niebla y se acercaba la noche. Era un placer observar cómo los árboles de mil colores quedaban desfigurados por una cortina de niebla arriba, con esas tonalidades que resaltaban aún al oscurecer. La luna llena y las estrellas quedaban tapadas y el camino lleno de hojas secas obligaba a concentrarse dónde poner el pie. Pronto las luces de la central de Daió anunciaban que los coches estaban allí. Antes, la tabla de estiramientos y, después, Bruguera.

La postal de Bruguera y el poder de la soltería

Allí se encontraba nuestro pueblo de cada otoño, en un paisaje ya conocido pero no por ello menos sorprendente. La casa ya estaba en su punto, con el fuego encendido y con nuestra estrella de la jornada. Eva García nos sorprendió con su hospitalidad, nos recibió bien y se acostumbró a todos, siempre con buen apetito. Desconocemos qué pensaría de aquellos seres con mochilas, bastones, gritando y abriendo sin parar la nevera en busca de cervezas.
El acto eucarístico de la preparación de la cena fue un movimiento global para tener a punto esos condumios diversos. Todos parecen verificar que el Balandrau fue una buena disculpa para el posterior goce de algunos sentidos. Hasta un caballero nuevo en Bruguera se asustó cuando, al abrir la nevera, observó la cantidad de líquidos allí apilados. Pronto descubriría su destino final y el continuo descorche.
Ahí estábamos cuando aquellas damas de las almejas de la última etapa del GR, esta vez nos sorprendieron con sus setas. Son eficaces expertas también en este producto. Y las probamos (las setas) en un revuelto con huevos. Buena combinación ésta de setas y huevos. Daba gusto. O sea, gustaba.
La cena, como cada año, estaba bien nutrida. Antes de las castañas de la maestra del tema, hubo de todo y mucho. A pesar de que se notaba el cansancio de tanto desnivel acumulado en las piernas, la esquina final de la mesa estaba ocupada por el grupo de mozas de costumbre. Y allí, con ellas, estaba un buen mozo con poderes sobre ellas. Él ya nos había sorprendido con el diseño de la decoración de platos libaneses de “humus” (gracias a ella, que los hizo y no pudo venir). Y ahora, cual “boy” en una fiesta de despedida de solteras, les alegraba la vida con bromas mutuas, chistes e insinuaciones nocturnas. Debió irles bien porque, al día siguiente, hubo suaves empujones, quiebros y caídas provocadas con apretujones incluidos.
A pesar de que nos faltaba la guitarra y el experto en los temas anteriores, la dama del hielo también explicaba con demostración práctica chistes de monjas y de su concepción carnal del cuerpo masculino.
Poco a poco las previsibles agujetas hicieron retirar al personal a sus aposentos nocturnos. La noche no dejó ver las estrellas para que, quien traía la carta astral de esa noche, nos impartiera la enésima lección magistral. Los deseos de despedida fueron los de siempre: “Más gemidos y menos ronquidos”. Los roncadores profesionales demostraron su preparación. De lo otro, nadie dijo si lo puso en práctica.

El paseo matinal, los cursillos madrileños y las opiniones sobre GRMANIA

Bien desayunados, para justificar la posterior comida se ofreció un paseo matinal en suave subida. No quedaba más remedio que ir para asentar el opíparo desayuno. Allí acudieron los de siempre y parte de las solteras de oro. Los prados fueron testigos de caídas casuales de ellas encima del hombre de moda, de muchas fotos con Eva y el Taga al fondo y con conversaciones variadas. No quedaba más remedio que abundar en los temas de actualidad. No se trataba de precocinar allí lo que otros hacían lejos en aquel momento, pactos, tripartitos y similares eufemismos. Aquí había buen entendimiento y no importaba tampoco el origen de los allí presentes.
En un lugar idílico, con mucha hoja seca en el suelo, el sol del mediodía y las hojas secas que iban cayendo, allí una persona docta informó de los nuevos cursillos que hace unos días se pusieron en marcha en Madrid por su popular alcalde. Una vez explicados, se sopesó la posibilidad de solicitarlos a algún centro de recursos o lugar que se nutra de fondos europeos. Los sesudos temas en cuestión que se explicaron en Madrid versaban sobre unos talleres de temas muy vitales: uno sobre el arte de la felación, otro sobre cómo hacer una orgía, cómo hacer un trío, un cuarteto, un quinteto, etc. Los doctos presentes ya se imaginaban la programación pedagógica en su apartado teórico y práctico. Y se ilusionaban con el certificado correspondiente para los sex (enios).
Después de tanta elucubración de la enésima adolescencia, esperaba la mesa central de la cocina para preparar el ágape final. Preparativos y posterior concentración de la mayoría en este espacio. Allí se degustaba un variado aperitivo, bien regado. En estos momentos de jolgorio es cuando la lengua dicharachera se libera de la presilla de la censura y, medio en broma o en serio, algunas damas dejaron caer su idea de que GRMANIA está gobernado por hombres. A lo que un docto mozo justificó que siempre consulta con su cuadro de asesoras secretas antes de tomar cualquier decisión, para evitar males mayores. Por allí se anunció que pronto alguien de la cadena de mando enviaría una “fatua” sobre la seguridad en las salidas. Otro anunció que pronto se presentaría oficialmente “la gran corrida”. Alguien apuntó que cada vez hay más mujeres. Otro dijo que en GRMANIA cada vez hay más MANÍAS y menos GR. Una mujer alegó que por qué no vienen más hombres, si alguna mano masculina los discrimina. En fin, entre los alcoholes previos a la comida, la alegría sirvió para hacer una cura de sinceridad y reírse de todo un poco, y primero de nosotros mismo.
Después de la comida, a la hora del reparto de alimentos sobrantes, las bromas adolescentes continuaron. Un mozo repartía un plátano y dos naranjas entre algunas damas. No rechazaban el obsequio, por cierto. También hubo mozos que lo cogieron. Con este ambiente está claro que Epicuro puede a Licurgo.
Al caer la tarde la hora anunciaba que llegaba el momento de partir. Es esa hora en que mejor estás, con comida suficiente y ganas de estar aquí algunos días más. Buena señal en medio de buena gente. También con planes y asignaturas pendientes para el próximo año: subir a Bastiments, el coll de la Marrana (con perdón), pic de l’Infern, etc. El Ripollès siempre nos sorprenderá.
Pero eso serán objetivos para el próximo año, también en Bruguera.

Evaristo
Terrassa, 8 de noviembre de 2006

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