martes, 26 de febrero de 2013

Cami de Sant Jaume: de Igualada a La Panadella




En paralelo al abandono por el progreso


Las líneas paralelas son habituales en los caminos. Aquellas rutas iniciales para unir poblaciones, transportar materiales o comunicarse personas estaban tan bien trazadas que las actuales carreteras las imitaron. Los ingenieros, en vez de aplicar tantos conocimientos a discurrir nuevas rutas, fueron a lo práctico. Si antes decidieron que por allí había que ir, ¿para qué darle más vueltas a la línea recta? Sólo evitar aquellas curvas obligadas, porque antes se luchaba para que la carretera pasara por el centro del pueblo: ayer era vida, hoy es peligro. Los Caminos de Sant Jaume o de Santiago son un ejemplo de aciertos de quienes trazaban con lo que sabían y enseñaban a las generaciones con más medios. Aquel camino dio lugar a una carretera nacional, luego a una vía de tren, a un canal, a una autovía, autopista. Líneas paralelas que siguen así o que, por causas artificiales, convergen, se cruzan y se separan para seguir viéndose, aunque sea de lejos. Paralelismos con otros menesteres de la vida: juntos sin tocarse, a un lado pero guardando las distancias, convergentes y unidos, o desunidos sin convergencia interna pero con sonrisas y falsos abrazos porque los intereses así lo exigen.

Lejos pero cerca

El Camí de Sant Jaume atraviesa poblaciones: lo que antes era contacto, riqueza y ayuda ahora es asfalto, semáforos, viaductos y más asfalto. Igualada se sitúa muy a la larga en la ruta jacobea. La naturalidad del trazado acondicionado para uso a motor es una artificialidad que se pretende evitar porque lo propio sería lo de antes, que a veces se ha “civilizado”. Hoy en día se podría considerar como “ponerle puertas al campo”, aunque éste se abandone a su suerte. A Igualada se acudía a comprar ropa íntima a buen precio. Y así se hizo en el tramo anterior. Ahora hay quienes dicen que sus atributos masculinos no encajan lo bien que se esperaba en el diseño textil. Intimidades al descubierto que habría que ajustar para evitar roces y enrojecimientos lastimosos, no aptos para enseñar en privado.
El inicio del camino fue pasada la población para evitar lo inevitable. Las líneas paralelas, desde Igualada a La Panadella se podría decir que están hechas del mismo material aunque de distinto color.

Fines

Etapas a la carta con el autocar que acerca o aleja el final a gusto de las fuerzas y condiciones del personal. Que no se diga que nadie sufre más de la cuenta. Todo controlado. Hasta el calentamiento de miembros inferiores y articulaciones. Hoy la segunda y tercera edad o salen a la estampida porque su mente avanza más que sus fuerzas, o se preparan y previenen el esfuerzo para evitar recaídas, radiografías, resonancias magnéticas, rehabilitaciones, acupunturas, masajes, osteópatas, fisioterapeutas, vendajes, apósitos y demás artes para que el cuerpo aguante. “El éxito corriendo es un juego de prevención de lesiones”, decía un número dos en carreras de montaña.
No extraña ver cuerpos preparándose con artilugios diversos y tampoco llama la atención quien asiste a la etapa para practicar el sano deporte de darle a la lengua sin parar. Cada uno a lo suyo y el paisaje a ambos lados, se vea, se observe, se contemple o se ignore.
Tampoco llama la atención que a veces asome la palabra muerte en alguna conversación. Bien sea por oficios relacionados, por nuestro interés por ignorar la evidencia o porque algún ser querido ya no está, el fin está ahí. Como pasa en cada etapa del camino. Cuerpos que se desgastan, jubilaciones laborales, energías aún ahí, proyectos pero los justos: como para consolarse con las cuatro o cinco cosas que diariamente se deben apreciar. Qué mejor que acudir a las artimañas mentales de experimentados corredores de montaña que, ante varias lesiones seguidas, te ofrecen sus sabios consejos frutos de las recaídas: “He pasado de gestionar mi cuerpo a gestionar mi mente” (Anton Krupicka). Quizá lo que de momento no podemos gestionar es el precio de los entierros: sólo pagarlos, y no el nuestro. Esperaremos a que algún día llegue el low cost a este servicio inevitable.

Áreas

Las urbanizaciones cercanas a Jorba son un símbolo de cómo la vida placentera también puede sucumbir a ataques de miedo, prevenidos con varios sistemas de seguridad. Las cámaras, los anuncios intimidatorios de que allí hay un gran perro (se oiga de verdad o no exista), las altas vallas o setos convierten en opaca la vida de sus inquilinos. Pero no inexpugnable. La situación actual parece que a este personal, entregado a la naturaleza y a la tranquilidad, le solivianta la existencia. Allí en medio se observa alguna casa de labranza, abiertas sus puertas como en otros tiempos. Contradicciones de la existencia. Con y sin miedo.
Jorba está ahí, ya lejos de la antigua carretera nacional que lo cruzaba. Apenas algunos ciclistas, coches aparcados y el sonido lejano del transporte desviado. A hora tan temprana no se percibe ni siquiera el movimiento de la gente mayor que madruga para comprar la primera hornada de pan, no siendo que se acabe. El camino sigue y no se aparta de la vida de la arteria principal. ¿Cómo negar la escasa vida que puede dar aún aquella circulación que ya va de paso pero que antes se detenía a conveniencia?
Las casas de comidas, talleres, establecimientos de todo tipo y las luces de neón apenas existen. Más allá, un área que es símbolo de la pujanza agrícola, ganadera e industrial de la zona. Un ejemplo de interculturalidad, precios baratos y servicio. Guissona ha pasado a situarse en el mapa por un conglomerado donde conviven personas de muchas razas y el modelo de cooperativa es un ejemplo. BonÀrea: supermercado, combustible barato y la oportunidad de comer a muy buen precio. Otros negocios también son posibles. Innovación a pie de carretera en unos tiempos en que encarar la realidad es difícil pero se necesita atrevimiento: “Hay que tener miedo a no asumir la gestión del conflicto”.

Cruces

Más allá un rugido extraño sorprende. Por la antigua vía para ir a Andorra, dirección Copons, dos atractivos bólidos deportivos son amables. Ralentizan la marcha, dejan pasar a los peregrinos y se dan cuenta de cómo llaman la atención. Las obras del arte automovilístico son efímeras pero bellas. Sus propietarios han pagado por el valor de la emoción y del icono y deben ser contemplados, admirados y hasta envidiados por el sonido, el perfil bajo del artilugio, las líneas aerodinámicas, la exclusividad. Marcas italianas y alemanas, donde la belleza es arte.
Más allá, siempre al lado de la antigua carretera, una estación de servicio mítica para quienes han sido habituales a esta ruta. Vivencias recordadas con policías autonómicos expectantes y servicios aptos para aliviar vejigas. Sin pena ni gloria, el recorrido se podría ignorar si no fuera que es territorio, diseñado por quien pretendió darle otro uso a una vía ya apenas usada, hoy muy tranquilo, con una vía diseñada para ciclistas que acoge a escasos peregrinos. Sorprendente porque no te permite huir del asfalto. Buscabas árboles, viñas, bosques, y recuerdas tantos kilómetros conducidos, adelantamientos temerarios, frenazos, hielos, niebla, radares, lentos camiones, humos, tórridos calores y un fin aún más allá.
Cruce a la izquierda y parada a reponer fuerzas. Un buen momento para confundir unas formas cuadradas depositadas en un campo con colmenas de abejas, Alguien las vislumbró a lo lejos y creyó que estos animales perturbarían el ágape. Admirables animales: ¡a imitar! Cerca del lugar, no muy apartado, un animal más listo de lo que su nombre da a entender. Es creencia urbana (o leyenda urbana más bien) que los burros y los cerdos hacen honor a su nombre, cuando quien procede del campo conoce las contradicciones semánticas y cómo las supuestas aplicaciones humanas son diferentes a las animales. El pollino atado largo en un espacio vallado y con las puertas abiertas no parece estar a gusto en su situación. No es tan tonto.

Pensar

Dicen que la sinceridad aflora mejor cuando el ambiente es propicio, cuando la distensión crea momentos de relax y cuando las comidas, las bebidas y las alegrías liberan esa mordaza mental que funciona como mecanismo para cohibir y alterar lo menos posible la convivencia. En un momento de la parada, alguien que sabe mucho de conducir grupos a excursiones y salidas diversas, viendo la dificultad a veces para llegar a acuerdos con un personal que no para de aportar ideas, hizo una reflexión en voz alta de gran valor: “Aquí en este grupo el problema está en que hay muchas personas que piensan”. De sobra sabe él lo fácil que es programar y efectuar salidas grupales cuando sólo piensa uno y los demás obedecen. Pensamos mucho y también lo podríamos hacer sobre una frase de Stephen Hawking dedicada a nosotros: “Solo somos una raza avanzada de monos en un planeta menor”.

Devengos y memorias

Quizá el personal haya de rebobinar el disco duro para recordar que el Camí de Sant Jaume pasa por un terreno lleno de disputas por el trazado de la autovía. Fueron años de espera y negociaciones, con intereses ocultos que a veces afloraban. Dos trazados posibles para la autoridad ministerial. Oposición de intereses de la zona, convergencias y desuniones con desacuerdos y escasas ganas del bien común. La Panadella significó algo más en los pocos kilómetros condenados a la larga y tensa espera. Un ministro de Lleida, famoso por entronizar la palabra “devengo” en un sesudo y técnico debate parlamentario sobre temas económicos, sólo encontraba trabas de todo tipo en sus propuestas para la solución final. Algunos años después los devengos de la nueva vía repercutieron en todos.
Antes: disputas, trazados, sospechas ocultas y falta de interés por acuerdos rápidos. Hoy: los males de la política y de la economía como símbolo de una parte de la sociedad. Quizá los errores de quienes mandan son una vergonzosa ampliación de males generalizados que se dan al lado de cada uno, de formas de actuar extendidas entre gentes sin escrúpulos: se llamen políticos, economistas o personas anónimas: amigos, vecinos, familiares o uno mismo que se autoengaña con la presunta honradez como tapadera.

Análisis

Como el carácter mediterráneo fabrica más de un experto por persona sobre cualquier tema que trates, qué mejor que acudir a los de verdad. El economista y ex director bancario Manuel Puerto recordó el otro día en el programa “Singulars” de C33 una frase de Thomas Jefferson, en 1802, que para él ha sido fundamental: “Si el pueblo permite un día que los bancos privados controlen su moneda, estos bancos privarán a la gente de cualquier posesión, primero a través de una inflación, a la cual seguirá una recesión, hasta el día en que muchos de nuestros hijos se despierten sin casa y sin techo sobre la tierra que heredaron de sus padres”. Dicho quedó.


Sakura con almendros

El paisaje de febrero despuntaba con multitud de almendros en flor. Árboles precoces que sorprenden muy pronto con falsos anuncios de primaveras adelantadas. Se engalanan de blanco y se arriesgan a las heladas que les dejen sin fruto. Pero aportan el embelesamiento de la incipiente explosión de colores en la primavera que llegará. El camino por l'Anoia mostraba cantidades de pétalos blancos en los que se oía el zumbido de abejas que libaban. Aquí no se elevan a sagrados y tampoco se imita a los japoneses con su pleitesía ante los cerezos en flor. Otra espiritualidad. Suave olor de pétalos que caen casi al tocarlos, el orgullo de ser los primeros en florecer, la semántica de la vida que nace por los ciclos así establecidos. Igual que esos campos sembrados, donde pequeños tallos verdes tienen miedo a despuntar por el frío o por ausencia de humedad. Es el milagro de la vida en paralelo al abandono de carreteras antes muy transitadas y hoy en reserva por un progreso que se traslada más allá.

En alto

Fin del camino asfaltado a dos colores en zona alta, en La Panadella. Un lugar de paso, símbolo de tiempos de gran actividad, venido a menos, igual que tantas casas de postas y mesones que han quedado por el camino como símbolos de un progreso abandonado. Otras vías más rápidas se han trazado y la velocidad es el negocio del momento. Del centro al extrarradio por una autovía inacabada. Un camino de ida y vuelta con un trozo aún sin planificar: Los Monegros son secos y quien aspire a seguir con su ritmo veloz, que pague autopista o, sino, que aguante camiones. Hubo proyectos de enormes casinos. Fantasmadas que ahora se decantan por el centro.
En medio de dulces diversos aportados por personas magnánimas, con un servicio de camareros que ha olvidado la rapidez y el buen servicio de épocas más masificadas, La Panadella es un punto de inflexión, un espacio que te abre la mente al antes llamado “el granero de Cataluña”: la Segarra. Una comarca casi olvidada si no fuera por áreas de progreso agropecuario y cooperativas multilingües.
Seguiremos atentos al progreso. 

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