miércoles, 14 de diciembre de 2005

GR-3, 10 de septiembre de 2005: etapa 11, de Castellvell a Madrona

Etapa 11 del GR3: de Castellvell(Solsona) a Madrona

Por el auténtico Solsonès con tres botas y orgullo mediático


GRmanos y GRmanas,

El inicio de una nueva temporada es la mejor señal de que seguimos activos. Después de dos meses de parada técnica, el encuentro en el punto habitual significa ver las mismas caras pero con más experiencias, con las visiones y vivencias más personales de esos paseos hasta donde permiten los aviones, la Visa, el tiempo, las posibilidades o las ideas.
Amanecimos ante el autobús haciendo realidad la sorpresa mediática del día: “Diez años compartiendo senderos y conversación”, titulaba así DIARIO DE TERRASSA la página 55, entera, que escribió el periodista Antonio Losada en la sección de Deportes. Le hemos de agradecer que el artículo sea fiel a una realidad iniciada diez años atrás y confirmada en cada una de las etapas de nuestro particular recorrido, por ejemplo en la de hoy. En esta ocasión, no se creó el titular antes que el contenido profundo de la noticia sino que han sido necesarios diez años de existencia para confirmar lo que dice el titular.
Masiva afluencia de GRmanos y GRmanas en esta primera etapa, con los uniformes veraniegos de andar por los GR, besos, saludos, abrazos y la habitual retahíla de sitios por donde GRMANIA ha dejado su huella estival. Nuestro webmaster espera fotos, retratos de la camiseta en sitios diversos y todas las aportaciones que consideréis enriquecedoras. Mucho público externo también en el punto de salida, un lugar que parece que hemos puesto de moda. La chimenea Almirall ya casi representa un alto monolito como si se tratara del kilómetro cero de cualquier actividad de GRMANIA. No sólo tercera edad, hasta la más tierna infancia miraba nuestro microbús mientras sus familiares pretendían adivinar cuál sería su autocar para el fin de semana en Andorra. El nuestro estaba a rebosar y no cabrían quesos, whisquis y tabacos de allende las fronteras.
El día clareaba a medida que dejábamos atrás Manresa y subíamos hasta el nivel del Solsonès por una carretera que han mejorado con menos curvas y mejor asfalto. Antes los restos de uno de los incendios del verano dejó al descubierto lo que queda de la intencionalidad, de los despistes, de los intereses o de las casualidades de esa agresión al medio que ya forman parte del espectáculo estival. Entre Súria y Cardona se alzaban pinos chamuscados y confirmaban de nuevo que se empeñan en despoblar al Bages de su riqueza forestal.
Solsona nos es familiar en GRMANIA por su proximidad a algunos GR y por tener un Casal muy visitado en la parte final del recorrido. Las banderas propias del 11 de septiembre ya ondeaban o colgaban de ventanas y rompían la uniformidad del color de la piedra en una ciudad antigua, con un obispo de los que antes del Tripartito, por estas fechas, asombraba con sus disertaciones más políticas que eclesiásticas.
De Solsona hacia Torà, carretera a Sant Climenç, Castellvell y subida hasta El Santuari del Remei, donde ondeaba una bandera más, se veían las primeras marcas de nuestro recorrido y nos brindaba una excelente panorámica del Solsonès. La ciudad, abajo, uniforme en unos tonos que la mimetizan con el entorno. Pero también los extrarradios muestran su importante fábrica de tablones laminados de madera y el resto de centros auxiliares de la agricultura, ganadería y explotación forestal de esta comarca.
Ahorrada la primera subida, el descenso por el GR descubrió el continuo incremento de bastones. Al parecer, el ahorro energético y su contribución a la prevención del desgaste óseo y muscular ya es muy valorado por quienes piensan en estar operativos durante los años venideros. Nadie piensa que así estaremos entrenados para cuando haya que pasarse del bastón de andar a andar con bastón. Pero eso ya vendrá.
La calidad de la pintura de las marcas fue una agradable sorpresa. También ayudó a evitar diatribas o interpretaciones sobre mapas o GPS. El Departament de Medi Ambient dejaba plasmado su trabajo en uno de tantos carteles como parece que pretenden justificar y publicitar algún trabajo oficial. Como mínimo alguien trabajó para jacer y poner el cartel. “La Direcció General de Boscos i Biodiversitat” debió andar por allí y GRMANIA también debe sentirse identificada con la última palabra. Treinta y tantas personas “biodiversas”.
A tener en cuenta que en esta etapa hubo ahorro de los kilómetros iniciales y careció de pérdidas. Claro que hubo quien la distancia le supo a poco y anduvo, desanduvo y volvió a andar parte del recorrido porque sus miras del próximo fin de semana están en la salida en Coll Formic y llegada a Montserrat. Un deseo general hubo de suerte y éxitos en quienes quieren y podrán llegar seguro y en quien las trece horas será su marca a batir. Nuestro atleta de élite luchará y obtendrá su recompensa. Un novato que pretende iniciarse en esta marcha se atrevió a suspirar ya con la marcha “dels sables”, viéndose sano y salvo en la montaña de la Moreneta. Seguro que triunfará también.
El Solsonès profundo queda lejos de las habituales carreteras y enseña que aún hay muchos árboles, grandes espacios de vegetación salpicados por tierras de secano roturadas por enormes tractores. Pinos, muchos pinos, encinas y robles que ojalá sigan a salvo de la plaga del verano. La población diseminada se concentra en robustas masías, algunas con contrafuertes como si de iglesias se tratara, con enormes ventanales para recoger el máximo calor y luz solar, arcos y columnas que trasladan el arte al campo. Sus tejados, además de la tradicional chimenea, sostienen un pararrayos y una antena de televisión, aquel, símbolo de la prevención de rayos y ésta, puerta de paso que mantiene actualizada a la población rural con lo que vemos los de ciudad. Así todos estamos uniformizados.
Muchas casas cerradas, algunas abandonadas, otras con señales de ocupación, aunque las que abundan más son las que auxilian al labrador o ganadero para guardar máquinas, cosechas o alimentos. Can Gaspar nos enseñó lo que es una masía compacta de las de antes. El olor a animal como señal de vida, el abono como alimento para vegetales y las pacas de paja para animales, he ahí algo de un paisaje que se pierde en el horizonte y que se repite después de cada curva del sendero. Los márgenes de los caminos aún no servían de aparcamiento para tantos y tantos aficionados a las setas que se congregan por una de las comarcas míticas entre amantes de estos frutos del bosque. Pero no sólo se vive de esto, comer y beber importa mucho en GRMANIA.
Sentados al borde del camino en dos filas, tres botas de diferentes vinos actuaron como lubricantes líquidos para favorecer el trasiego de bocadillos de composiciones variadas. Nunca hasta hoy tantas botas circularon de mano en mano en una etapa de GR. El vino cacereño de Pitarra traído por quien tanto nos cuida, el tinto del Penedès de once grados catado en Gisclareny y esa especialidad de catorce grados con un elevado toque de cariño: tres cosechas degustadas con moderación. Después empezaron a asomar los primeros chocolates de la temporada, frutas variadas y otras golosinas de asegurado éxito.
El camino continuó en su mayor parte por pistas. Un paisaje parecido, con fuerte olor a pino en unos sitios, penetrante indicación de tierras abonadas con purines, alambradas que delimitan campos y resecas zonas de pastos, nuestros conocidos gascones entretenidos a ras de suelo, maquinaria guardada en amplios soportales, muchas masías con señales de abandono de la vida humana, restos de cobertizos donde vivieron aves de corral y el tiempo que deja su huella en el cambio de los hábitos de la vida en el campo.
Poco a poco la distancia final se acortaba pero, a modo de anticipo del paisaje final de Madrona, había restos antiguos al lado del camino. “La fossa del Camí dels Casals” era una cista del neolítico, de 3000 años antes de Cristo, un monumento de otras épocas que se sumaba a la majestuosidad de las mencionadas masías, de las altivas torres de iglesias vecinales y del conjunto final que componía Madrona. Desconocemos la realidad del conjunto pero la impresión del fin del recorrido eran unas construcciones en que sobresalían dos edificios de culto de diferentes épocas, una iglesia románica y la más reciente, Sant Pere de Madrona de 1776; el cementerio, con nichos y calaveras y huesos a ras de suelo y una casa al lado de la iglesia en la que se oían voces de personas jóvenes, una escalera de mano, un perro, ningún coche visible y todo cerrado. ¿Qué pasaría allí dentro?
Lo mejor es que el microbús estaba allí. Hubo quien ya aporta un nuevo toque de refinada comodidad a los finales de etapa. Los pies agradecen un cambio de calcetines y de botas por algo más cómodo. Y, si de comodidad hablamos, qué mejor que seguir la pista que nos conducirá al Casal de Solsona donde ya nos echaban de menos. Pero andar es duro y no está exento de sorpresas corporales. A cualquiera le puede pasar aunque hace tiempo que no ocurría. La cartilla sanitaria de salud de GRMANIA tiene anotados algunos de los últimos mareos. En esta ocasión, la persona afectada tuvo un recaimiento de tensión que obligó a un forzoso estacionamiento del autocar y a la intervención inmediata de la unidad móvil medicalizada.
Uno de los fuertes de GRMANIA es cubrir muchos campos, y uno cada vez más fundamental es el de la salud. Contamos con expertas en cardiología y en enfermería que, sin bata, se pusieron manos a la obra. Su profesionalidad exigió de inmediato que se formara una unidad de ventilación mecánica para airear a la paciente. Rápidamente tres generadores de aire manual fabricaron el correspondiente aparato con hojas de periódico y, al momento, fue tal la ventisca generada que la cardióloga y la enfermera mandaron rebajar la velocidad de la maquinaria. Con estos cuidados de tantas manos expertas, pronto el susto se transformó en buena cara y la recuperación fue inmediata. Pero el hecho de socorrer un mareo pasajero provocó que una persona de GRMANIA recordara agravios comparativos con su persona.
Alegó el sujeto que cuando él se ha mareado, una vez diagnosticado el cuadro clínico, la medicación que se le ha recetado es que baje del autocar y que le dé el aire, entre más mejor. Nunca ha tenido el más mínimo conato de movilización sanitaria que no fuera más allá del aire natural. Incluso, para defender sus derechos médicos, adujo que en su momento tuvo que dramatizar un mareo “antinatura” para defendernos de una multa de una Mossa d’Esquadra, cuando estábamos mal aparcados en la Nacional I después de pasar el Bruc camino de Terrassa, por culpa de una desintegración momentánea de la cohesión caminante. Claro que, por otra parte, ya empieza a hacer méritos para ver si este año consigue llenar el espacio vacío de su Guernika con un diploma. Ya tiró de su historial de chistes de la nueva temporada y sorprendió con su tabla de embutidos.
El casal de Solsona ya casi es nuestra casa. Nada más entrar, la barra nos acoge con gozo, las jarras se ponen en línea y los tubos también. Todo con moderación pero nuestra segunda mascota exige su homenaje final. Un encargado de anotaciones líquidas y otro de cafés y similares se pusieron en marcha para que los espontáneos camareros y camareras adivinaran qué pidió cada boca. Las mesas vacías dieron paso al consumo y posterior producción de los restos del yantar que, con la educación que enseñamos, fueron recogidos dejando todo en perfecto estado de revista.
El regreso, con agradables temperaturas internas y también en el autocar, produjo cierto estado de sopor pasajero y la sensación muscular de que la primera etapa ha dejado secuelas.
A modo de cierre, como ayuda del primer esfuerzo, un texto copiado este verano de la fachada de la última iglesia de Astorga en el Camino de Santiago hacia El Bierzo (disculpas y respeto para quien no crea en Dios):
“Peregrino,
Que el cansancio del camino nunca te impida pensar.
¿Es lo importante la meta?
¿No será acaso el encuentro con el monte, con el río,
con el rumbo que has perdido...con el mismo Dios quizás...?”

Desear la pronta recuperación de Charo y José Antonio, que hoy no han podido venir, y que por cuestiones familiares Rosa Gil tampoco lo pudo hacer. Y ánimo a Pedro.

Evaristo
Terrassa, 11 de septiembre de 2005

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