miércoles, 14 de diciembre de 2005

Bruguera 2005: convivencia en el Ripollès

Encuentro en Bruguera 2005

Paisajes humanos en el otoño del Ripollès


El otoño es un punto de encuentro ya tradicional en la comarca del Ripollès, donde si lo más espectacular es el entorno natural de esta época tan colorista del año, el paisaje humano que se convoca allí desde hace cinco años resalta aún más. Un conjunto de matices que, si por separado son diversos, juntos y al calor de una guitarra, buen yantar y mejor convivir, lo convierten en una forma más de liberación de las tensiones y de las recargas de las baterías (o a lo mejor no).
Como de la duda a menudo salen los buenos proyectos, nosotros casi siempre practicamos esta técnica tan desconcertante y cada año surgen varios planes para llevar a cabo por los alrededores de Bruguera pero las circunstancias, las ganas y la libertad individual hacen que las declaraciones de intenciones se modifiquen en el punto de destino.
Ya hubo un precedente inicial. El menú se fue construyendo y deconstruyendo desde Internet hasta quedar fijado y expuesto a las circunstancias del momento del cocinado. Los fideos chinos y los huevos de una GRmana fueron las sorpresas del año. No le buscamos dobles lecturas ni premoniciones a estos dos términos aunque felicitamos y admiramos a quienes se atreven y tienen el valor de acometer, “con muchos huevos”, dos proyectos con China como telón de fondo. Y con dos vidas de por medio.
Con nuestros habituales abuelos rondando por los alrededores, la chimenea congregó a las primeras veinte personas. La salida, con media hora de retraso, estuvo condicionada por juergas variadas de personas que gozan de su estado civil y convierten las noches en larga prolongación del día. La C17 condujo a la caravana andarina hacia Queralbs. Antes, en Ribes de Freser, nuestros dos embajadores en León ya nos esperaban muy bien acompañados. Saludos varios, piropos juveniles y rápida partida hacia Queralbs, donde a su vez también había destacada una pareja que había madrugado más. La flota automovilística ocupó todo un tramo del parking y no tuvo más remedio que esperar a quienes, despistados, encararon la collada de Tosas hacia arriba, en un alarde de espontaneidad involuntaria que tuvieron que desandar para llegar a donde ya les esperaba el resto, acariciando los bocadillos y magreando la bota sin parar.
A la entrada del pueblo hubo que decidir qué hace una representación de GRMANIA en un sitio como éste, rodeados por una vegetación salpicada de nubes y nieblas variadas. Los planes iniciales de partir del santuario de Núria para ascender a una ruta inédita se trastocaron porque el cremallera se tomó un mes de descanso. Ni Coma de Vaca, ni Pic d’Àliga ni similares. El camino al Balandrau nos lo asfaltaban para que estuviera a punto para el próximo año y estaba cerrado. El ascenso a Núria por el camino viejo había que adivinarlo en medio de la niebla. Como contra los elementos no luchamos, mejor llenar los estómagos. Así los planes discurrieron mejor y nuestra pareja guía tiró de su banco de recursos de la zona.
Pronto apareció el plan. Nos dirigimos al salt del Grill por el Camí dels Enginyers, una ruta que une Coma de Vaca, el Pic d’Àliga y Queralbs. El camino asfaltado pronto se convirtió en una senda al uso que ascendía suavemente hasta conducirnos hasta la un salto de agua espectacular. El líquido elemento caía con fuerza desde una altura considerable, formando una corriente continua que daba lugar a una gran poza, en donde hubo quien se imaginó desnudo, aguantando la respiración y poniendo su mente en blanco mientras se aislaba mentalmente del frío y causaba envidias y admiraciones ajenas.
Quien se metió, disfrutó y nos ofreció una demostración del poder de las mandíbulas caninas fue el perro que nos acompañaba. Cualquier palo o rama la veía como una provocación o un gigante a batir. Cogía su presa y las cuestas las tomaba con energía, en medio del bucolismo de un paisaje lleno de avellanos a modo de cuadros impresionistas en los que el pintor juega con los colores reales del otoño.
El camino ascendía y estaba ahí para seguirlo aunque no hasta el final. En diversos tramos aparecieron plantas que estimularon la labor docente de expertas en helechos tipo bonsái, miniaturas vegetales que demostraron la sapiencia de quien instruye a discípulos de la ESO y también a GRMANIA. La planta a mostrar era tan pequeña que los ya cansados ojos fueron incapaces de reconocer la lección. La experta tuvo que acudir a sus sabidurías y tomar una hoja más grande para establecer comparaciones con tal menudencia.
El ascenso fue por una senda que discurría al borde de un barranco, por cuyo fondo un río conducía las aguas que desembocarían en el Ter. Pocos senderistas y una curiosa señal que podría figurar en los anales del ridículo o en cualquier antología de Groucho Marx. La simbología en cuestión pintaba un helicóptero simulando una carga de materiales o piedras con una inscripción abajo que decía: “Perill, càrrega sospesa”. La sabiduría grafitera popular había pintado encima la otra versión inconográfica: “Que ens preneu el pel o què? Aneu en compte vosaltres, ineptes”.
Después de ver cómo el camino no paraba de ascender y Coma de Vaca no era nuestro objetivo a perseguir, el retorno nos mostró de nuevo un valle que se abría y acababa en la parte inferior de la zona de Queralbs. De nuevo en la pista, al lado de un puente de madera, una central hidroeléctrica era el marco incomparable para otro aviso: “Consells de seguretat per als excursionistes i turistes que visiten la zona”. Teléfonos de emergencia, consejos, advertencias, o sea, normas y más normas a atener en cuenta, en la línea actual de dirigirnos la vida en casi todo.
De vuelta a la base automovilística, Queralbs atrajo la atención. El motivo fue cultural para ver una iglesia románica y una exposición. La realidad es que cualquier disculpa es buena para acabar en un bar a la hora de la cerveza. La iglesia del siglo X, interesante y digna de ver; el cementerio con buenas vistas de los nichos al valle, como si sus residentes justificaran su ausencia con aquel epitafio de G. Marx “Perdonen que no me levante”; la exposición, una recopilación de Queralbs desde su nacimiento en el año 978, con oficios, la industria del hierro, la agricultura y ganadería y la típica evolución de la población: en 1880, 606 habitantes; en 19210, 805 y en 2000, 210. Para nada se asociaba el “ferro” con Ferrusola, en donde sus padres tenían la casa a la que se retira Pujol y que fue objeto de una intervención de los okupas cuando hace años le tapiaron la entrada. El pueblo te recibe y despide con un taller de terapia para reír y con diversos carteles para animar el estómago con pies de cerdo, carnes a la brasa y setas variadas.
Después de la cultura y los aperitivos, la comida campestre se llevó a cabo en una buena atalaya. La ermita de Sant Antoni, encima de Ribes de Freser, acogió a las 25 personas allí congregadas. Entre el despliegue culinario, brilló la sofisticación de los últimos avances en tecnología punta aplicados al pic-nic. Hubo una familia que, con la habitual flema británica, se asentó en una mesa, extendió mantel, sacó almohada para las posaderas y desplegó refinados objetos para una agradable excursión en el campo: mochila con nevera incorporada, copas reglamentarias, juego de servilletas, vajilla de calidad y marca, salmón ahumado, bebidas y otros manjares que los situaron varios puntos por encima del resto de comensales. Tanta distinción no es común entre los mortales de GRMANIA. Quien no identifique a la familia en cuestión, que observe próximos refrigerios en las etapas del GR. El resto, tirados por los suelos alimentándose con la comida propia de la tropa.
La tarde devolvió a una parte del grupo a los bares de Ribes. Otros partieron a la búsqueda de setas por los alrededores de Bruguera. Este pueblo de postal no cambia su aspecto y cada otoño nos recibe como si el tiempo se parara mientras la vida a su alrededor continúa. Casas abiertas ocupadas por ganaderos y labradores y muchas casas vacías que se abren ocasionalmente por quien se retira para contemplar. Las tonalidades se repiten cada año con robles, hayas, arces y árboles frutales que ofrecen tantos matices de color antes de desprenderse de sus hojas. Pasa lo mismo con los rovellons, camasecs, fredolics y otros hongos que están ahí al alcance de caminantes y buscadores capaces de tirarse por tierra, pincharse y subir y bajar sin parar.
La hora previa a la cena cada año se convierte en el preámbulo del camino iniciático para descubrir nuevos rincones del alma colectiva. El tiempo de la espera se aderezó con vinos y cervezas que dieron paso a los primeros sonidos de la guitarra. Mientras castañas, sopas, ensaladas, revueltos de setas frescas y huevos se preparaban, dos GRmanos calentaban las melodías y rasgaban el instrumento con una incipiente maestría que se confirmaría a lo largo de la noche. Sonidos, músicas y toques sin parar, con los coros de acompañamiento y alguna danza ocasional. Era el anticipo de lo que vendría después.
Primero fue la sopa, servida con un instrumento denominado por una dama como “chuparón”. Hubo quienes establecieron sospechosas motivaciones para llamar así al popular cucharón. Después, los esperados huevos. También levantaron expectación, y más viniendo de un centro veterinario, cuando se investiga con la gripe aviar, la huevería y las pollas (perdón, gallinas). Pero luego se comprobó que la experta también los comía y no pasaba nada. Como siempre, la variedad de los postres destacó, y más cuando el inicio del consumo de tan esperado plato se inició en la cocina. “Aquí se cuece algo”, es verdad, cuántas cosas se cuecen en las cocinas y allí aparecieron dulces y bebidas variadas: aguardientes con cerezas, aguardientes solos, otros licores artesanos, membrillos, castañas y boniatos.
Con tanto y tan dentro, la revolución musical estalló a continuación. Hubo un repaso de temas de varias generaciones, comunidades autónomas, lenguas, soniquetes con el olor de la naftalina de tantas ediciones de Eurovisión. Importaba más la cantidad que la calidad, el tono que la letra, el grupo que el solo. Pantaleón, pantaleón, pantaleón, Llach, el alcalde de Arrigorriaga, nuestros queridos cantantes más horteras que en la historia ha habido, tunas y tunos y hasta un trozo de una sevillana bailado en vivo y en directo por una experta pareja. Mucha espontaneidad y mucho espíritu de grupo con gargantas capaces de atacar cualquier tema.
La noche dio mucho de sí. El entendido impartió la segunda parte de la lección de astronomía de Gisclareny. Un cielo excelente, muchas estrellas, luces, estrellas fugaces, más luces de aviones. La iluminación de la espadaña de la iglesia de Bruguera emitía un resplandor que encendía también las hojas de los chopos de su alrededor mientras, allá arriba, nuestro experto nos identificaba la Cruz de Santiago, las Pléyades, la estrella Polar y, en especial, la imponente visión del planeta Marte.
A la luz de tanto conocimiento y ganas de observación, de entre tantos temas como fluyeron, a estas horas de la madrugada también se trató de psicología social. El tema estrella fue profundizar a la luz de la noche en la mujer. Muy interesante que fueran ellas las que ofrecieran sus reflexiones del mundo femenino, sin estar mediatizadas por ningún hombre, sincerándose tan bien con posibles razones por las cuales a determinada edad hay quienes han escogido un sistema de vida y de convivencia, a menudo solas. O, como alega alguna socióloga citada por un sabio GRmano, se da una “corrección de trayectoria” vital. La sabiduría y la reflexión al servicio del funcionamiento tan diferente del hombre y de la mujer. Deben ser los efectos del comer, del beber y del cantar.
Al día siguiente, una vez que desbocados miembros volvieron después de haber quemado hormonas sobrantes no desgastadas de otra manera, se inició la eucaristía en forma de copioso desayuno. En el momento de repasar las incidencias más destacadas de la noche, se recordó el tono de roncadores de ambos sexos. Esta cuestión disparó la neurona de nuestro guitarrista y músico experto para soprendernos con su primer sabio consejo matinal en forma de deseo: “Menos roncar y más gemir”. Sabio consejo.
La mañana transcurrió por un camino otoñal en el que de nuevo los colores de las hojas se acompañaban de la alfombra de hojas recién caídas por los suelos. Otra vez la espectacularidad de los arces que dejaban pasar la luz que acrecentaba los tonos de sus hojas, hayas y robles también con setas y la visita de una expedición de bicicletas de montaña. Pertrechados con costosas máquinas, numerados y vestidos como la etiqueta de las BTT lo exige, los aventureros urbanos quisieron seguir una ruta mal marcada. Menos mal que fuimos su GPS y les resolvimos algunas marchas atrás. Por un paisaje tan cautivador llegamos a un promontorio desde el que se veían picos ya vistos pero no del todo reconocidos. Nuestra guía fue tan eficiente que acalló con sus explicaciones a nuestro sabio. El destino final, la ermita del Saltó. Parada, reposo, el paisaje, cazadores bien armados y vuelta para los fideos chinos, las ensaladas, el lomo y tanto condumio bien regado por el cava que nos trajo nuestro responsable encargado del tema.
Después de la comida, de una larga sobremesa y de algunas siestas hubo que recoger y volver al lugar de origen o punto de partida inicial. Allí quedó pendiente el Balandrau para otro año, el disfrutado otoño del Ripollès y el encanto de Bruguera. Pero volvió el estimado paisaje humano que es el alma de encuentros, caminos y proyectos en común.

Evaristo
Terrassa, 1 de noviembre de 2005

No hay comentarios: