miércoles, 14 de diciembre de 2005

Gisclareny 2005: concentración de pretemporada

Concentración de pretemporada en Gisclareny

Puesta a punto de la fe senderista a la sombra del Pedraforca


Grmanos y Grmanas,

Después de más de dos meses en que hemos aprovechado nuestra formación turística para recorrer entre todos varios continentes y acumular miles de kilómetros aéreos, uno de los caminos más cortos para reafirmar nuestra fe senderista pasa por esa concentración de energía que se produce en la casa del Roser, cuando consigues poner la mente en blanco mirando los dos Pollegons del Pedraforca. Del turismo al senderismo, he ahí la transición interior que os recuerda este pesudoimán, preservador de esa fe que no es ni será nunca una religión.
Acabado junio, los GRmanos y GRmanas salen disparados a escogidos lugares del orbe, cada año distintos, de tal forma que, si enumeráramos todos los lugares pisados por GRMANIA, cada vez quedan menos sin nuestra señal blanca y roja. Los que en África nos denominarían como “musungus” volamos o anduvimos por Kenia, Tanzania, La India, Canarias, China, el Camino de Santiago, otras zonas de las Españas, Cuba, Terrassa y alrededores y muchos más sitios de la ancha geografía mundial. Pero, al final, siempre nos quedará el Pedraforca para tenerlo como atalaya que nos ayude a diseñar romerías, a hablar de próximos GRs, a observar los cielos, a andar, a mirar hacia fuera y también hacia adentro mientras alimentamos los cuerpos con lo que nos ofrece el ya tradicional mecanismo giratorio de la mesa eclesiástica.
No daremos nombres de asistentes pero la concentración convoca cada vez a más personas, 28 en esta ocasión. El Eix del Llobregat en obras nos enseñó los bajos del casi vacío pantano de la Baells y nos condujo a Bagà, subida al Coll d’Escriga y bajada al 15% de desnivel hacia el núcleo de Gisclareny, a nuestra casa del Roser, donde debe reposar el espíritu de Mosen Cima.
Con las tradicionales pérdidas de rigor, descargas de condumios y bebidas, la nevera en marcha, agua a punto, las botas puestas y primera salida senderista de la temporada. Nos alegró mucho ver cómo la fe senderista ayuda también a curarse a personas que superan puntuales problemas, cómo ver un camino es una vía abierta al sudor, a la contemplación de la naturaleza y a aguantar los inventos que los urbanistas pasean por el campo: muchos todo terrenos en perfecta formación, alineadas y polvorientas motos de cross y, cómo no, los inefables quads.
Siempre bajo la protección del Pedraforca y de las energías positivas de Mosen Cima, las líneas verdes y blancas nos condujeron al coll de Bena, punto en que observamos nuestros colores amigos en el GR dels Bons Homes y en una variante del GR 4, aunque la mayor impresión que algunos tuvimos fue por la tarde, cuando descubrimos dos especies humanas que seguían una nueva señal. Del coll de Bena al coll de Bauma, punto que ofrece la posibilidad de seguir hacia el Comabona, retozar en el seco prado del lugar o descender hacia el santuario del Gresolet. Un monolito de piedra loaba el lugar en estos términos:

“Oh, coll de Bauma
Vindré a dormir
Sota la calma
Del teu jardí”
20-VI-71
Elisard Sala.

No, no, nosotros no vinimos a dormir aquí, lo hicimos bajo cubierto, bien cenados y estrellados, unos con calma, otros roncando y otros venciendo la vigilia a base de productos diversos.

La primera salida no era para subir al Comabona, nos quedaba o montar el campamento en el prado o descender. Esta última posibilidad fue la que escogió nuestro maestro de ceremonias, mánager y consejero espiritual, el cual acertó de pleno y nos condujo al área recreativa del santuario del Gresolet. Un espacio ideal para cualquier etapa de GRMANIA. Te recibe con abundante agua, con mesas debajo de seis tejados protectores, sitio para aparcar, la zona del Verdet del Pedraforca al fondo y un santuario que lleva incorporado un albergue con una sorpresa humana digna de figurar en cualquier manual de excursionismo, en la subsección de “mala leche”.
A 1290 metros, este santuario del año 1709 nos llamó luego la atención. Como nuestras ganas de progresar adecuadamente son constantes, no nos conformamos con quedar en las mesas, situadas en la parte trasera de dicho monumento religioso. Fuimos a descubrir la fachada pero formaba parte de un albergue con capacidad para 66 personas durmientes. A la derecha, un cobertizo para animales de pico, de pluma y roedores varios. Al fondo, una colección de latas vacías de las bebidas que pensáis. A la izquierda, la puerta infranqueable del santuario. Un cartel que invitaba a subir al primer piso para acceder al recinto sagrado. Gobernaba con mucho carácter este entorno una enérgica chica/señora/guardiana/sargento. A continuación podréis comprobar nuestra historia con alguien que se cuidaba de recibir a las visitas con un endiablado carácter. Os lo presentamos en forma de manual:

Instrucciones para visitar la iglesia y disfrutar del entorno del albergue de la mano de la cabreada señora:

Paso 1:
Quieres visitar la iglesia, lees el cartel que dice que para ello has de subir al primer piso. Sigues al pie de la letra este código lingüístico. Acabas en la sala de estar de la señora. Te recibe colérica diciendo que si no sabes leer. Le dices que sí crees saber. Pues no se demuestra porque para visitar la iglesia lo dice bien claro, responde. Más enfado. Tú obediente le sugieres que, si al subir al primer piso, ella pretende que uno vea un cartel a nuestras espaldas para entrar a la iglesia, de momento no tenemos desarrollada la vista trasera del tercer ojo. Parece entenderlo y darse cuenta del error. Aparentemente se calma pero fue un espejismo. Conseguimos entrar por el coro de la iglesia a su interior.

Paso 2:
Abajo hay un pequeño cartel que parece que prohíbe el acceso de animales ladradores de cuatro patas y rabo. Un perro de los nuestros, al parecer muy religioso él, debía querer ver la iglesia y se presenta arriba. La señora abronca con premeditación y alevosía a una Grmana por tal desliz. Se le solicitan las disculpas de rigor.

Paso 3:
Un Grmano muy amante de los gatos tiene la osadía de demostrar su cariño y amor a los animales pasando sus manos por encima del lomo del gato de la felina señora. De nuevo más gritos que susurros. Qué atrevimiento debía ser éste con su animal de compañía.
Tres enfados en muy poco tiempo.

Paso 4:
La señora en cuestión puso buena cara en dos momentos: uno, cuando una Grmana solicitó un lavabo para temas higiénicos muy femeninos; dos, en el momento que le comprabas por dos euros una lata de bebida, pero con la condición de dejar el envase en la mesa acondicionada para ello.

Este ambiente tan placentero dio paso a la comida. Como siempre, cada uno lo suyo y esto y lo de los demás y también compartido. De una mochila surgió la sorpresa de quien no pudo venir. Alguien había entregado a alguien una bota llena de vino con un mensaje que decía: “Sorpresa. Que lo paséis muy bien. Besitos”. Para agradecerle a esa persona el magnífico detalle, procedimos en consecuencia y bebimos.
Aquí descubrimos el nivel superior al que algún día llegaremos. Enfrente nuestro, un grupo de no mucho caminar desplegó una barbacoa portátil, bombona naranja de butano tamaño extragrande y carnes, aperitivos y bebidas a discreción. Luego se planteó la duda: si un día llegamos a este estadio de desarrollo tan superior, interesaría saber a quién le tocaría acarrear en su mochila la bombona de butano. Ya circuló una lista apócrifa con nombres.
Saciados los apetitos con lo que había, deshicimos los pasos pero por un atajo marcado. Enfrente el Pedraforca, los de la parrilla en medio, atléticos jóvenes en bicicleta de montaña, todo-terrenos de todas las marcas y nosotros fortaleciendo nuestra fe senderista para la nueva temporada.
El atajo transcurrió por un bosque de hayas, su sombra nos alivió ese momento de sopor de la digestión en marcha. Buen ritmo y la vista en el suelo. Un destacado GRmano, con buen olfato, inauguró la temporada micológica con el descubrimiento de tres rovellons (níscalos). La ascensión nos condujo de nuevo al Coll de Bauma, lugar desde el que la división caminante se escindió en dos subdivisiones: la que volvía a Gisclareny por la pista y la que quiso descubrir el entorno. A pesar de arriesgarse a inaugurar la habitual pérdida de cualquier salida, el trío innovador quedó sorprendido por una nueva marca, descifrada por dos personas que ya la habían seguido por etapas. Un círculo naranja con otro interior amarillo simbolizaba el máximo esfuerzo de la zona, la ruta de Cavalls del Vent.
El tramo no fue traicionero y condujo al coll de Bena, donde estaban las personas que venían por la pista. De vuelta a casa, encuentro con dos GRmanos integrantes de dos comandos que partieron desde Terrassa en horario diferente. Como su aspecto y trazas daban a entender que querían comerse los caminos, ellos y un GRmano más volvieron a hacer el tramo de Cavalls del Vent. Y aquí descubrieron una nueva especie humana. Dos hombres de negro que venían de frente. Mirada fija hacia delante, pantalón corto negro muy ajustado que se completaba con un peto también negro con tirantes que enseñaba unos pectorales bien desarrollados y mejor afeitados. De carnes prietas y muy trabajadas, enjutos pero fibrosos, rostro afilado y andares enérgicos. Su identidad pronto quedó despejada: pertenecían a la escasa y selecta categoría de Homo Sapiens que se atreve a hacer Cavalls de Vent en menos de 24 horas. 92 km y casi 10.000 metros de desnivel acumulado. Los tres GRmanos se consolaron sólo con perderlos en lontananza, admirarlos e imbuirse de las feromonas que debían dejar por el camino.
Ya casi oscureciendo y castigada la testosterona sobrante, todos y todas nos concentramos en la casa del Roser. Allí, después de pasar por el tren de lavado de la ducha, olorosos y perfumados, instalados en las dependencias, vino uno de los momentos más deseados. Despliegue de viandas y bebidas para llenar el armazón giratorio de la mesa principal y la otra de la descendencia de Grmania. Como ya es tradicional, quien se ocupa de las lechugas y otras hortalizas para la ensalada, cumplió su cometido con un “cum laude”. Vegetales de primera calidad, sabores de la infancia, lechugas como las de antes, tomates con la tonalidad en su punto. También, vino tinto y embutidos y quesos y manjares y más manjares, entre ellos esos chorizos cacereños que invitaban algunos con su picor a elevar el porrón cuidando de no dejar marca. El giro del mecanismo fue continuo, pan seleccionado por el experto en estos menesteres, las lonchas de jamón dobladas hábilmente por el gourmet especializado también en forrajes, quesos distribuidos aleatoriamente y ganas, muchas ganas de disfrutar. Para el postre estaba reservado el aroma de una fruta redonda y voluminosa que a punto estuvo de perderse de vista. En el momento de la descarga del coche, la sandía adquirió vida, se le fue de las manos a un Grmano y, como quedó enfocada hacia la pendiente de la carretera, adquirió tal velocidad rodante que nuestro máximo jefe tuvo que perseguirla con saña, con el peligro de lesionarse y perder la buena forma conseguida. La cazó y disfrutamos con su sabor. Otros postres, dulces y licores. Siempre hay novedades. Esta vez fueron tres esencias de diferentes zonas españolas, cual tres libaciones de los dioses: licor de bellota de Extremadura, licor de membrillo de la Alpujarra granadina y orujo de Galicia. Excelentes preparados que ayudaron a digerir la abundante cena, por cierto, retratada para la web.
En este estado digestivo, acabado el “resopor”, se procedió a admirar el espacio sideral. La preparación de la temporada se completó con el espectáculo nocturno. El grupo, siempre con ganas de aprender, procedió a indagar en el firmamento con las enseñanzas de quien domina el tema. Como siempre, nos repasó las lecciones que ya nos enseñó en Bruguera hace tiempo y vio que unos progresaban pero otros necesitaban mejorar. El tiempo de escucha del licenciado fue menguando a medida que recorría el firmamento e identificaba los puntos luminosos más mediáticos. Pero poco a poco el alumnado más díscolo empezó a decir que si “el triángulo del verano” ya había pasado, que si se veían las “cabrillas”, sin saber si eran estrellas o bien la expresión real era “que brilla”. Al final, hubo quien una luz que se divisaba encima de una montaña dudaba si era la estrella Movistar o Vodafone.
La noche fue diversa entre tanta multitud. Tanta tranquilidad rural provocó experiencias diversas explicadas al día siguiente: hubo quienes dijeron dormir sintiendo un halo espiritual que les penetraba por los cuatro costados, otros sintieron todos los crujidos del entarimado, algunos se entretuvieron en buscar la mejor postura para encajar las cervicales y su espalda en aquella espuma llamada colchón, la selección de roncadores y roncadoras entonó su habitual melodía con mucha fe aunque algunos afamados miembros del clan parece ser que en esta ocasión acallaron su bocina. Pero también una minoría del poder de Grmania tuvo tiempo de identificar el canto de los grillos, de repasar toda la problemática mundial y, no contentos con tamaña faena, al final tiraron de la narcotización específica para estos casos.
La mañana del domingo amaneció más temprana para quienes ya no hay quien los sujete. La típica incursión por un inédito camino les acercó a las tres inquietas almas caminantes a un valle por detrás del santuario del Gresolet, con la habitual iluminación matinal del Pedraforca enfrente. No tuvieron tiempo pero tampoco ganas de llegar hasta este santuario para verificar en sus carnes el estado de humor de la simpática jefa del albergue. A las 9, toque de dianas y cornetas para volver a llenar el mecanismo giratorio de la mesa sacerdotal. Condumios diversos, porrón y las cafeteras en continua ebullición. Saciados los estómagos, se condujo a las mesnadas a una excursión matinal que propiciara las digestiones y justificara la posterior comida. Un retén permaneció en la casa, con específicas instrucciones para poner en marcha los fuegos del mediodía. La salida siguió el sendero descubierto por la expedición madrugadora y continuó por las señales que seguían los dos hombres o superhombres de negro de la tarde anterior. Encajonamiento en un pequeño barranco, observación de la escasa agua que aún queda, ascensión hasta cerca del coll de Bauma y vuelta por el mismo camino hasta donde ya las ollas calentaban el agua.
El tramo final hasta la casa destacó por la ligereza de paso de la cabeza del grupo. No es que tuvieran más prisa ni que quisieran romper la barrera del sonido andarín. El motivo era que la velocidad les pusiera en sus manos cuanto antes mejor las escasas cervezas con alcohol que quedaban en la nevera.
Mientras la comida se acababa, dos miembros muy cualificados instalaron la caja registradora y se pusieron a hacer cuentas. Añl final, el público concentrado tuvo que pasar dos cajas situadas una al lado de otra: el jefe representaba al Estado y cobraba los gastos de comida y bebida. A su derecha (dónde sino) estaba nuestro formador espiritual, que estaba en lugar de la Iglesia y recaudaba los diezmos para pagar el desgaste de la rectoría. Para ver que Iglesia y Estado siguen tan unidos como siempre, compartían el mismo bolígrafo para cobrar a sus súbditos. También como siempre.
Como siempre, lo que empieza acaba y hubo que recoger y dejar la casa para la siguiente expedición. Los paisajes del Alt Berguedà nos ayudaron a reencontrarnos, con o sin fe, eso da igual, a coordinar la ya preparada Romería a Montserrat y la temporada senderista de GRMANIA. Pero, antes de acabar, aprovecharemos una frase dicha por una persona asistente que nos puede ayudar a padres, madres, hijos e hijas. Una ingeniosa pregunta extrapolable a cualquiera que sea capaz de responder. Más o menos decía así: una chica le pregunta a otra: “Tu creus que ens mereixem els pares que tenim?”

Evaristo
5 de septiembre de 2005

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